A nadie sorprende que el western (Las películas de cowboys) sea considerado el género americano por excelencia. Después de todo, se trata de una auténtica mitología que recurrió a la conquista del oeste como ideal común para unificar un país sin pasado ante el exterminio de sus habitantes originales y las crecientes oleadas de inmigrantes.
Esto no significa que su producción se limitara a los Estados Unidos, pues su alta popularidad y su simplicidad técnica le permitieron ser realizado en distintas regiones de Europa desde muy temprano en la historia del cine. El primer esfuerzo fue el corto silente francés Repas d’Indiens (1986) realizado en coproducción con México, mientras que la primera cinta fue la italiana La vampira indiana (1913) de Vincenzo Leone, mejor conocido por el seudónimo de Roberto Roberti y quien fuera padre del mítico Sergio Leone. Lejos de buscar una identidad propia, la gran mayoría de estos filmes se limitaron a la simple imitación de fórmulas norteamericanas y no fue sino hasta después de la II Guerra Mundial que las industrias alrededor del mundo buscaron innovar con sus respectivas variantes.
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Algunos países aprovecharon la universalidad de los símbolos y valores provenientes del oeste para la creación de historias completamente propias. El chilaquile western de México representó una evolución del cine ranchero al centrarse en la búsqueda de justicia en pueblos fronterizos; el meat pie/kangaroo western de Australia abordó la expansión del territorio oceánico y las injusticias históricas padecidas por los aborígenes equiparados con los pieles rojas; el red western u ostern (eastern) de la URSS reemplazó la guerra civil norteamericana con incontables enfrentamientos entre rusos y turcos.
El caso del eurowestern fue distinto, pues lejos de reforzar su pasado con acciones desarrolladas en el viejo continente, se inclinó por explorar el mito americano desde la perspectiva europea. Esto marcó el surgimiento de corrientes como el british western de Inglaterra, el baguetti western de Francia y el paella western de España, pero ninguna tan popular como el spaghetti western de Italia.
Contrario a lo que su nombre podría sugerir, el spaghetti western no engloba todas las películas italianas sobre el viejo oeste, sino que se trata de un subgénero originado en el país mediterráneo durante los 60 y dotado de características muy específicas con las que alude al mito creacionista norteamericano. Al igual que otros exponentes del eurowestern, su nacimiento sólo pudo concretarse gracias a la atinada combinación de factores cinematográficos y sociopolíticos en Europa y Estados Unidos.
La industria del viejo continente estaba ansiosa por aprovechar la popularidad y los bajos costos del western, pero no deseaba contribuir a la expansión de la ideología yankee, ni desarrollar historias locales que aludieran a la conquista o el exterminio de culturas, temas suficientemente polémicos por el pasado colonizador de estos países y cuyas heridas se reabrieron con las ocupaciones suscitadas durante II Guerra Mundial. Irónicamente, la intervención estadounidense en este y otros conflictos posteriores como la Guerra Fría, Vietnam y Corea desataron una gran tensión entre los habitantes de la unión americana y un cuestionamiento de sus ideales más añejos, muchos de los cuales fueron remarcados por el mismo western, lo que obligó a la abrupta modificación de sus elementos más icónicos.
Al final, esta mezcla permitió una reinvención europea desde una perspectiva analítica, crítica y desmitificadora, en lo que algunos consideraron un ataque directo a la vieja Doctrina Monroe y su “América para los americanos”.
Pero si el spaghetti western sobresalió por encima de otras ramas del eurowestern fue por la influencia de Sergio Leone, quien incluso es considerado la contraparte italiana de John Ford. Este último alcanzó la grandeza con un reflejo optimista e idealizado que equiparaba la conquista del oeste con la llegada a la tierra prometida; Leone con la mezcla de admiración e incredulidad del mismo mito, valiéndose del hiperrealismo con ángulos imposibles que convirtieron la realidad plasmada en un evidente montaje, una iluminación excesiva que reflejaba la ardiente mortalidad del desierto y los poblados sucios que restaban pureza al pueblo. Todo esto resultó en un mundo satírico, cínico y sangriento, el cual fue definido por el propio cineasta como “el reinado de la violencia por la violencia”.
Esta tendencia no se limitó a la narrativa, sino que se extendió por los distintos elementos técnicos y simbólicos, siendo el cowboy el más importante de todos.
El vaquero norteamericano tradicional, inmortalizado en la figura de John Wayne, era un hombre noble, tan impoluto por dentro como por fuera, y que sólo recurría a la violencia cuando era estrictamente necesario para luego refugiarse en la soledad en espera de una nueva misión. Un auténtico caballero andante construido para cubrir las necesidades del imaginario estadounidense. El vaquero del cine italiano era sucio por el polvo que le rodeaba y el sudor que escurría por su rostro, desarreglado y con atuendos que deambulaban en el kitsch, además de vulgar en su vocabulario y su dicción. También era renuente a la sociedad y su orden establecido, por lo que era capaz de utilizar sus armas en defensa de los inocentes, pero también para su aniquilación cuando estos entorpecían sus objetivos. El toque final provenía del anonimato alcanzado con la falta de nombres y la utilización de motes absurdos, siendo El Hombre Sin Nombre de Clint Eastwood el personaje más emblemático de este mundo. Estas características no respondían a cambios sociales como sucedió con el western crepuscular norteamericano, pues los italianos las consideraban parte del oeste desde sus inicios.
Todas estas bases fueron perfectamente delimitadas por Leone en Por un puñado de dólares (1964), que basada en Yojimbo (1961) de Akira Kurosawa marcó el inicio de la trilogía Dólares y el comienzo del spaghetti western con el que se capturó una historia de origen distinta para los Estados Unidos. Una tierra conquistada con esfuerzo, pero también con demasiada sangre y apenas un mínimo de heroísmo. Una nación asentada sobre la violencia y que poco ha cambiado hasta nuestros días. La tendencia continuó desarrollándose con clásicos como Django (1966), Érase una vez en el oeste (1968) y el resto de la ya mencionada trilogía.
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SPAGHETTI WESTERN ICÓNICOS
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La crítica mundial nunca abrazó del todo el spaghetti western al considerar que sus valores simbólicos se perdían en medio de la violencia, pero esto no evitó la buena acogida del público que encontró en él la renovación necesaria para uno de sus géneros más queridos, pero también más desgastados. A pesar de las duras críticas históricas, el éxito se extendió hasta el público norteamericano que aquejado por las guerras continuas de su país no tuvo problemas para asimilar esta nueva forma de ver el pasado nacional. Esto resultó en una rápida evolución del subgénero que no tardó en alcanzar sus años de gloria hacia la segunda mitad de los 60, lo que incluso le permitió cambiar de escenarios para explorar tramas vincularas con la Revolución Mexicana a partir del Zapata western, también conocido como tortilla western. La decadencia llegó en los primeros años de los 70 con películas de tintes cómicos, mientras que el crepúsculo sucedió en la segunda parte de esta misma década con títulos como Keoma (1976) y California (1977) que representaron los últimos éxitos de este oeste á la italiana.
Pero el spaghetti western nunca se fue del todo, pues su legado sobrevive en la obra de numerosos realizadores de todo el mundo que se vieron influenciados por su técnica e historias. El primero fue Sam Peckinpah con La pandilla salvaje (1969) sobre un grupo de forajidos que planean un último golpe antes de que el oeste que conocen desaparezca para siempre. La lista ha crecido exponencialmente desde entonces con nombres como Martin Scorsese, Robert Zemeckis, George Miller, James Cameron y las Wachowski, con cintas que rescatan algunos de los elementos más icónicos del subgénero sin desarrollarse necesariamente en el oeste. Mención aparte para Robert Rodriguez y muy especialmente Quentin Tarantino, cuyos trabajos en títulos como Del crepúsculo al amanecer (1996), Kill Bill (2003) y A prueba de muerte (2007) les ha convertido en los herederos directos de la tendencia aun cuando sus argumentos no se desarrollen en la codiciada frontera. La pasión del segundo no termina aquí, pues ha aprovechado sus últimas películas –Django sin cadenas (2012), Los ocho más odiados (2015) y Había una vez… en Hollywood (2019) – para rendir un auténtico homenaje al viejo oeste italiano.
Aunque la industria norteamericana contemporánea insistente en rescatar el western para reflexionar sobre la situación actual de los Estados Unidos, el retorno del spahetti western en su estado puro parece complicado ante las tendencias fílmicas italianas de la actualidad. Aun así, su visión parece destinada a expandirse con derivados que aprovecharán su estilo para arrojar una mirada dura y analítica a la violencia que siempre ha imperado en la unión americana.
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A nadie sorprende que el western (Las películas de cowboys) sea considerado el género americano por excelencia. Después de todo, se trata de una auténtica mitología que recurrió a la conquista del oeste como ideal común para unificar un país sin pasado ante el exterminio de sus habitantes originales y las crecientes oleadas de inmigrantes.
Esto no significa que su producción se limitara a los Estados Unidos, pues su alta popularidad y su simplicidad técnica le permitieron ser realizado en distintas regiones de Europa desde muy temprano en la historia del cine. El primer esfuerzo fue el corto silente francés Repas d’Indiens (1986) realizado en coproducción con México, mientras que la primera cinta fue la italiana La vampira indiana (1913) de Vincenzo Leone, mejor conocido por el seudónimo de Roberto Roberti y quien fuera padre del mítico Sergio Leone. Lejos de buscar una identidad propia, la gran mayoría de estos filmes se limitaron a la simple imitación de fórmulas norteamericanas y no fue sino hasta después de la II Guerra Mundial que las industrias alrededor del mundo buscaron innovar con sus respectivas variantes.
[ezcol_2third]Algunos países aprovecharon la universalidad de los símbolos y valores provenientes del oeste para la creación de historias completamente propias. El chilaquile western de México representó una evolución del cine ranchero al centrarse en la búsqueda de justicia en pueblos fronterizos; el meat pie/kangaroo western de Australia abordó la expansión del territorio oceánico y las injusticias históricas padecidas por los aborígenes equiparados con los pieles rojas; el red western u ostern (eastern) de la URSS reemplazó la guerra civil norteamericana con incontables enfrentamientos entre rusos y turcos.
El caso del eurowestern fue distinto, pues lejos de reforzar su pasado con acciones desarrolladas en el viejo continente, se inclinó por explorar el mito americano desde la perspectiva europea. Esto marcó el surgimiento de corrientes como el british western de Inglaterra, el baguetti western de Francia y el paella western de España, pero ninguna tan popular como el spaghetti western de Italia.
Contrario a lo que su nombre podría sugerir, el spaghetti western no engloba todas las películas italianas sobre el viejo oeste, sino que se trata de un subgénero originado en el país mediterráneo durante los 60 y dotado de características muy específicas con las que alude al mito creacionista norteamericano. Al igual que otros exponentes del eurowestern, su nacimiento sólo pudo concretarse gracias a la atinada combinación de factores cinematográficos y sociopolíticos en Europa y Estados Unidos.
La industria del viejo continente estaba ansiosa por aprovechar la popularidad y los bajos costos del western, pero no deseaba contribuir a la expansión de la ideología yankee, ni desarrollar historias locales que aludieran a la conquista o el exterminio de culturas, temas suficientemente polémicos por el pasado colonizador de estos países y cuyas heridas se reabrieron con las ocupaciones suscitadas durante II Guerra Mundial. Irónicamente, la intervención estadounidense en este y otros conflictos posteriores como la Guerra Fría, Vietnam y Corea desataron una gran tensión entre los habitantes de la unión americana y un cuestionamiento de sus ideales más añejos, muchos de los cuales fueron remarcados por el mismo western, lo que obligó a la abrupta modificación de sus elementos más icónicos.
Al final, esta mezcla permitió una reinvención europea desde una perspectiva analítica, crítica y desmitificadora, en lo que algunos consideraron un ataque directo a la vieja Doctrina Monroe y su “América para los americanos”.
Pero si el spaghetti western sobresalió por encima de otras ramas del eurowestern fue por la influencia de Sergio Leone, quien incluso es considerado la contraparte italiana de John Ford. Este último alcanzó la grandeza con un reflejo optimista e idealizado que equiparaba la conquista del oeste con la llegada a la tierra prometida; Leone con la mezcla de admiración e incredulidad del mismo mito, valiéndose del hiperrealismo con ángulos imposibles que convirtieron la realidad plasmada en un evidente montaje, una iluminación excesiva que reflejaba la ardiente mortalidad del desierto y los poblados sucios que restaban pureza al pueblo. Todo esto resultó en un mundo satírico, cínico y sangriento, el cual fue definido por el propio cineasta como “el reinado de la violencia por la violencia”.
Esta tendencia no se limitó a la narrativa, sino que se extendió por los distintos elementos técnicos y simbólicos, siendo el cowboy el más importante de todos.
El vaquero norteamericano tradicional, inmortalizado en la figura de John Wayne, era un hombre noble, tan impoluto por dentro como por fuera, y que sólo recurría a la violencia cuando era estrictamente necesario para luego refugiarse en la soledad en espera de una nueva misión. Un auténtico caballero andante construido para cubrir las necesidades del imaginario estadounidense. El vaquero del cine italiano era sucio por el polvo que le rodeaba y el sudor que escurría por su rostro, desarreglado y con atuendos que deambulaban en el kitsch, además de vulgar en su vocabulario y su dicción. También era renuente a la sociedad y su orden establecido, por lo que era capaz de utilizar sus armas en defensa de los inocentes, pero también para su aniquilación cuando estos entorpecían sus objetivos. El toque final provenía del anonimato alcanzado con la falta de nombres y la utilización de motes absurdos, siendo El Hombre Sin Nombre de Clint Eastwood el personaje más emblemático de este mundo. Estas características no respondían a cambios sociales como sucedió con el western crepuscular norteamericano, pues los italianos las consideraban parte del oeste desde sus inicios.
Todas estas bases fueron perfectamente delimitadas por Leone en Por un puñado de dólares (1964), que basada en Yojimbo (1961) de Akira Kurosawa marcó el inicio de la trilogía Dólares y el comienzo del spaghetti western con el que se capturó una historia de origen distinta para los Estados Unidos. Una tierra conquistada con esfuerzo, pero también con demasiada sangre y apenas un mínimo de heroísmo. Una nación asentada sobre la violencia y que poco ha cambiado hasta nuestros días. La tendencia continuó desarrollándose con clásicos como Django (1966), Érase una vez en el oeste (1968) y el resto de la ya mencionada trilogía.
[/ezcol_2third] [ezcol_1third_end]SPAGHETTI WESTERN ICÓNICOS
La crítica mundial nunca abrazó del todo el spaghetti western al considerar que sus valores simbólicos se perdían en medio de la violencia, pero esto no evitó la buena acogida del público que encontró en él la renovación necesaria para uno de sus géneros más queridos, pero también más desgastados. A pesar de las duras críticas históricas, el éxito se extendió hasta el público norteamericano que aquejado por las guerras continuas de su país no tuvo problemas para asimilar esta nueva forma de ver el pasado nacional. Esto resultó en una rápida evolución del subgénero que no tardó en alcanzar sus años de gloria hacia la segunda mitad de los 60, lo que incluso le permitió cambiar de escenarios para explorar tramas vincularas con la Revolución Mexicana a partir del Zapata western, también conocido como tortilla western. La decadencia llegó en los primeros años de los 70 con películas de tintes cómicos, mientras que el crepúsculo sucedió en la segunda parte de esta misma década con títulos como Keoma (1976) y California (1977) que representaron los últimos éxitos de este oeste á la italiana.
Pero el spaghetti western nunca se fue del todo, pues su legado sobrevive en la obra de numerosos realizadores de todo el mundo que se vieron influenciados por su técnica e historias. El primero fue Sam Peckinpah con La pandilla salvaje (1969) sobre un grupo de forajidos que planean un último golpe antes de que el oeste que conocen desaparezca para siempre. La lista ha crecido exponencialmente desde entonces con nombres como Martin Scorsese, Robert Zemeckis, George Miller, James Cameron y las Wachowski, con cintas que rescatan algunos de los elementos más icónicos del subgénero sin desarrollarse necesariamente en el oeste. Mención aparte para Robert Rodriguez y muy especialmente Quentin Tarantino, cuyos trabajos en títulos como Del crepúsculo al amanecer (1996), Kill Bill (2003) y A prueba de muerte (2007) les ha convertido en los herederos directos de la tendencia aun cuando sus argumentos no se desarrollen en la codiciada frontera. La pasión del segundo no termina aquí, pues ha aprovechado sus últimas películas –Django sin cadenas (2012), Los ocho más odiados (2015) y Había una vez… en Hollywood (2019) – para rendir un auténtico homenaje al viejo oeste italiano.
Aunque la industria norteamericana contemporánea insistente en rescatar el western para reflexionar sobre la situación actual de los Estados Unidos, el retorno del spahetti western en su estado puro parece complicado ante las tendencias fílmicas italianas de la actualidad. Aun así, su visión parece destinada a expandirse con derivados que aprovecharán su estilo para arrojar una mirada dura y analítica a la violencia que siempre ha imperado en la unión americana.
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 20, 2020