El otro rostro de la conquista

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  Por Cyd Ollack.

Bartolomé de las Casas fue el gran crítico de la conquista militar del Nuevo Mundo. Nombrado protector de los indios, surcó en diez ocasiones el océano Atlántico para defender a los nativos en Indias y en la corte. Sus denuncias, que crearon la imagen del conquistador brutal y sanguinario, tuvieron un eco mundial a partir de la publicación de su Brevísima relación de la destruyción de las Indias. En sus escritos finales vinculó esa devastación con la suerte aciaga del Imperio: «Porque si Dios determinare destruir a España, se vea que es por las destruyciones que habemos hecho en las Indias, y parezca la razón de su justicia». Y, sin embargo, Las Casas había dado sus primeros pasos en América como conquistador y señor de indios.  

La larga existencia de Bartolomé de las Casas (1484-1566) corrió paralela al proceso de conquista del Nuevo Mundo, iniciado con el viaje de Colón de 1492 y finalizado con la toma del reducto inca de Vilcabamba en 1572. Sevilla, la ciudad natal de Las Casas, se convirtió en la plataforma de la empresa colonizadora, y el propio padre de Las Casas, un pequeño comerciante de la ciudad, participó en las expediciones de Cristóbal Colón. En su niñez, Bartolomé tuvo la oportunidad de convivir en Sevilla durante unos meses con un peculiar obsequio paterno: un niño indio. 

Él mismo llegó a las Antillas en 1502, cuando se cumplía una década del primer viaje colombino, en una flota en la que viajaron otros famosos protagonistas de la empresa americana, como Hernán Cortés. Al principio, Las Casas se comportó como un conquistador más. En la isla de La Española (o de Santo Domingo) participó en operaciones de conquista, y como pago por sus servicios recibió varios indios en régimen de repartimiento, lo que le permitió ponerlos a trabajar en su pequeña hacienda. 

Su mentalidad no cambió siquiera cuando volvió a Europa y en 1506 recibió las órdenes menores, iniciando así su carrera eclesiástica. Al regresar a América en 1509, con la flota del nuevo virrey Diego Colón, continuó participando como capellán del sistema de conquista y disponiendo del trabajo de nativos. Aunque llegaron a sus oídos las denuncias sobre el maltrato a los indígenas e incluso un fraile le negó en una ocasión los sacramentos mientras no liberara a los indígenas de su hacienda, Las Casas siguió ampliando sus posesiones de tierras e indios.

Poco a poco, sin embargo, su visión de las cosas empezó a cambiar: las matanzas cometidas por los españoles durante la conquista de Cuba, las campañas de predicación de los dominicos y su mayor dedicación al sacerdocio acabaron por hacerle recapacitar. Renunciando a su repartimiento de indios, el antiguo conquistador se convirtió en un decidido defensor de los indígenas. Desde 1515 desarrolló una actividad política incansable en la corte, sucesivamente ante Fernando el Católico, los regentes y el mismo emperador Carlos V. 

Redactó memoriales que describían la durísima situación social en las Indias, a la vez que propugnaba reformas en el sistema de colonización. Consiguió, así, que lo nombraran procurador o protector de indios y logró el patrocinio de la Corona para llevar adelante un experimento de colonización pacífica en Tierra Firme, al norte de la actual Venezuela, en 1519. Sin embargo, la inexperiencia de Las Casas, así como las intrigas de sus numerosos enemigos y los intereses espurios de los colonizadores, condujeron a un fiasco absoluto. Derrotado públicamente y afligido íntimamente por su fracaso, en 1523 Las Casas ingresó en la orden de los dominicos y se retiró a La Española. Allí comenzó a redactar una Historia de las Indias que le ocuparía 25 años de su vida.

A partir de 1529, Las Casas reanudó su actividad a favor de los indios en las Antillas y en el territorio continental de la Nueva España, con resultados dispares. Mediante sus manuales de confesión logró el arrepentimiento de importantes encomenderos y antiguos conquistadores, pero en dos ocasiones acabó encerrado en celdas conventuales a instancias de poderosos indianos. En 1535, cuando viajaba hacia el Perú, recién conquistado por Pizarro, como acompañante del nuevo obispo fray Tomás de Berlanga, se quedó en las tierras de Nicaragua y Guatemala, donde llevó a cabo una exitosa campaña de evangelización de nativos indómitos. Una región guatemalteca, Tezulutlán, conocida antaño como «Tierra de Guerra», se convirtió por méritos del fraile dominico en la región de la Vera Paz. 

Al mismo tiempo, Las Casas desarrollaba una notable actividad intelectual. Redactó un tratado en el que defendía la conversión de los indígenas mediante la persuasión y el diálogo evangélicos, criticando cualquier medida militar o de coacción. En todo momento, Las Casas contrapuso los logros de su método pacífico a los abusos que se cometían en las Indias, consecuencia de la violencia de los conquistadores y de la explotación de los nativos por parte de los encomenderos. Reforzado por sus éxitos evangelizadores en las Indias y por bulas papales que refrendaban sus postulados misioneros, Las Casas se dirigió a la corte para promover cambios más profundos en la legislación sobre los nativos. 

Con el apoyo de dominicos, obispos y frailes franciscanos, y arropado incluso por cartas de recomendación de oficiales de la Nueva España, Las Casas logró a finales de 1541 entrevistarse con el mismísimo monarca, Carlos V. Sorprendido por los memoriales y la información expuesta por Las Casas, el emperador dispuso la formación de una junta que pronto elaboró las Leyes Nuevas de 1542, una legislación que garantizaba la colonización sobre la base de la protección de los nativos, pero que suscitaría resistencias muy importantes entre los poderosos encomenderos de Indias. 

En la siguiente década, Bartolomé de las Casas fue consolidando su poder en el entorno de gobierno de las Indias. Nombrado obispo de la nueva diócesis de Chiapas, intentó proseguir allí sus proyectos de evangelización pacífica. Sin embargo, su vinculación personal con la legislación reformadora de las encomiendas le provocó conflictos con sus feligreses criollos que le impidieron ejercer su administración pastoral. 

En las Indias se sucedieron además rebeliones contra la nueva legislación y guerras civiles que pusieron en peligro el dominio imperial en el Nuevo Mundo. La presión de los encomenderos –los conquistadores españoles que tenían indios adjudicados como mano de obra– fue ganando posiciones en la corte, y las Leyes Nuevas fueron revisadas. En 1547, Bartolomé de las Casas se embarcó hacia España. Fue su último viaje atlántico. El hombre que volvía a España con 63 años no había perdido un ápice de energía en la defensa de los indios. Más bien al contrario, pues fue radicalizando su actitud de crítica al modelo de colonización basado en la sujeción de los nativos. 

En cambio, su influencia en las decisiones imperiales sobre las Indias comenzó a disminuir. Aunque participó en la Junta de Valladolid para oponerse a las tesis de conquista militar defendidas por el humanista Juan Ginés de Sepúlveda, Las Casas no gozó del favor incondicional del príncipe Felipe. En el Nuevo Mundo, la sociedad comenzaba a estar dominada por descendientes de españoles que también colaboraban con la Corona en la construcción de una sociedad pacificada, calcada sobre moldes hispánicos y que postergaba a los indígenas a un papel subalterno. 

En este contexto de pérdida progresiva de su proyección política, Las Casas intentó un último golpe de mano y entre agosto de 1552 y enero de 1553 hizo imprimir en Sevilla un volumen con ocho tratados. Entre ellos se contaba la Brevísima relación de la destruyción de las Indias, un opúsculo que causaría una auténtica conmoción en Europa y que se convertiría en su obra más difundida. El pequeño libro quería ser una advertencia a Felipe II para que acabara con los crímenes cometidos en las Indias. Desde siempre, lo que ha llamado la atención en este texto es su estilo vehemente y polémico y la abundancia de exageraciones retóricas, al punto de que hoy nadie puede defender sin matices la veracidad de los hechos o las estadísticas que aporta el dominico en sus páginas. 

En ellas se resaltan la indefensión de los indígenas y la crueldad de los conquistadores; los primeros eran «ovejas mansas» que cayeron presa de «lobos y tigres y leones crudelísimos de muchos días hambrientos». A partir de ahí, Las Casas acumulaba hipérboles, como en las consideraciones finales en las que destacaba  «las maldiciones, daños, destruyciones, despoblaciones, estragos, muertes y muy grandes crueldades horribles y especies feísimas dellas, violencias, injusticias y robos y matanzas que en aquellas gentes y tierras se han hecho». 

Este tipo de expresiones han llevado a algunos a poner en cuestión el valor del escrito de Las Casas y a descalificar toda la trayectoria del antiguo obispo de Chiapas. Por ejemplo, para el escritor Camilo José Cela, no menos dado a hipérboles y provocaciones que el dominico, Bartolomé de las Casas fue «el gran histérico que sembró las cizañas de la leyenda negra». Sin embargo, no se puede desvincular la Brevísima relación de la biografía de su autor.

Hoy sabemos que Las Casas había escrito una primera versión del texto en 1542, diez años antes de su publicación, en el contexto de los debates sobre las encomiendas de los indios; las exageraciones y el dramatismo que infundió Las Casas a su obra se justificaban por el deseo del dominico de conmover a los gobernantes e impulsar así una legislación favorable a los indígenas. 

Hasta su muerte en 1566, Las Casas desarrolló una actividad incansable en defensa de los indios, acompañada por una obra intelectual enorme. En 1563, el veterano fraile reconocía haber «escrito muchos pliegos de papel y pasan de dos mil en latín y romance». Las Casas nos aportó una «historia negra» de los conquistadores en la Brevísima relación, pero ni creó la «leyenda negra» ni discutió en ningún momento el dominio de la monarquía hispánica sobre las Indias. 

Estuvo lejos de ser un denunciador de los abusos del catolicismo sobre los indios, como interpretaron los panfletistas protestantes del siglo XVII; o de ser un líder del anticolonialismo, como se ha sugerido en el siglo XX. Sus aspiraciones fueron desenmascarar las injusticias para postular un modelo de colonización basado en la evangelización y el trato pacífico de los indígenas, pretensiones en las que logró apoyos sustanciales de la Corona. 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Abril 7, 2024


 

¿Qué es el Presidencialismo?

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  Por MARCO ACUÑA.

El presidencialismo es una palabra que surge para designar una especial situación de poder, entre los poderes en funcionamiento, en una república moderna. Esos poderes funcionando son el ejecutivo (Presidente); el legislativo (Congreso) y el Judicial (todos los jueces).

No olvidemos que República no es una Forma de Gobierno sino la descripción del funcionamiento del poder dentro de un estado-nación moderno, es decir de los tres poderes característicos, dentro de una Forma de Gobierno, si bien no es compatible con toda Forma de Gobierno.

Esta idea de funcionamiento nos llega de Roma, luego del período de la Monarquía, por lo que ya queda claro que no existe república en una monarquía clásica, de las categorías lógicas Aristotélicas.

La Forma de Gobierno de Roma luego de la Monarquía era, al principio, Aristocracia (los Patricios) hasta que más tarde, ya bien dentro del período denominado “de la cosa pública o res publicae” pasa a Democracia por la decidida participación del pueblo (los Plebeyos). Con el imperio regresará la Monarquía, con arrastres culturales y políticos del período Aristocrático y Democrático Republicanos, pero monarquía al fin, es decir que el Emperador (el César) ejercía el poder ejecutivo, legislativo y judicial como última instancia.

Hoy hay monarquías llamadas constitucionales, como en el Reino Unido, en la que la Reina es una figura formal, como un reaseguro en casos de acefalía, conmoción, peligros, catástrofes o anarquía circunstancial por vacío de poder. Pero el poder real está en la Cámara de los Lores, cargos que no se eligen, se heredan. Por esto es mejor denominar a la monarquía británica como Aristocracia Británica, su Forma de Gobierno, que es perfectamente compatible con la existencia y el funcionamiento republicano del poder.

Volviendo al Presidencialismo, como decía un poco antes, tiene origen posterior a las nuevas repúblicas nacidas de las Revoluciones Norteamericana y Francesa, pero sus antecedentes históricos son muy anteriores.

Ocurrió así: luego del arribo de Colón y posterior conquista española de América, el Rey (en esa época reyes de la Casa de Habsburgo) siguió viviendo y estando en la zona más importante de su reino: Europa. Y Europa quedaba muy lejos de América, más que hoy, con el perfeccionamiento de los medios de comunicación.

Por lo tanto, hablando en forma genérica, para los que vivían en América, el rey era como un padre que estaba lejos y enviaba medios, fondos, concesiones de tierra y de todo tipo, regalos, mercaderías, bienes materiales e inmateriales en general. Bastaba acreditar en forma fehaciente, mediante actas notariales, hoy llamadas Actas de Notoriedad, mediante un texto escrito, firmado por alguna autoridad y por testigos, para que el rey concediera lo solicitado.

Resulta obvio que el monarca funcionaba como un padre bueno, poderoso y generoso, y esa es la imagen que va a perdurar durante los tiempos de la emancipación de España y las posteriores organizaciones nacionales como nuevos estados constitucionales, que se caracterizaron por la División Funcional del Poder, típica característica republicana. Y en esa división del poder, el que más se asemejaba a esa idiosincrasia cultural del rey bueno que está lejos, no molesta y da cosas, es el poder ejecutivo, y su titular es el Presidente, a quien las constituciones o pactos de convivencia otorgaron la mayor cuota de poder, de facultades constitucionales, en comparación con los otros dos poderes, el legislativo y el judicial. A esto se llama Presidencialismo.

Resta agregar en este resumen:

1. Que las desgracias de las monarquías absolutas en Europa no fueron sufridas en la misma intensidad en América, dadas las enormes distancias y las gigantescas extensiones. Por esto es que las Democracias Republicanas en América son Presidencialistas, a diferencia de las europeas que reaccionaron contra las Monarquías Absolutas, como en Francia, que son Parlamentarias. En otra nota trataré este tema.

2. Que la colonización en las Trece Colonias o “Thirteen Colonies” en la parte anglosajona de América del Norte, fueron fundadas no por la corona británica sino por gente que huía de ella. Sin embargo, la idea del rey lejano, que luego las dominó, pero no vivía con ellos ni estaba encima, que les cobraba impuestos, pero les dejaba cierta independencia, era similar a lo que ocurría en la América Hispánica. Por esto los E.U.A. también son Presidencialistas. No ocurre lo mismo con las colonias más recientemente independizadas o semi independizadas como las que integran la Commonwealth, que tienen Primeros Ministros y tienen Parlamentos, no Congresos. Ejemplos: Varias naciones del Caribe, Canadá, etc.

Cristóbal Colón: Lo bueno, lo malo y lo feo

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En las escuelas se enseña que Cristóbal Colón quería encontrar América, o en algunos casos que quería probar que el mundo era redondo. Él convenció a la reina Isabela de España para financiar el viaje, y ella vendió sus joyas personales para hacerlo. Se dirigió valientemente al oeste y encontró América y el Caribe, haciendo amigos con los nativos en el camino. Regresó a España en gloria, habiendo descubierto el Nuevo Mundo. ¿Qué hay de malo en esta historia?

La teoría de que la Tierra era plana y que era posible navegar fuera de ella era común en la Edad Media, pero había sido desacreditada por la época de Colón. Sin embargo, su primer viaje al Nuevo Mundo ayudó a solucionar un error común. Demostró que la tierra era mucho más grande de lo que la gente había pensado previamente.

Colón, basando sus cálculos en suposiciones incorrectas sobre el tamaño de la tierra, asumió que sería posible llegar a los ricos mercados del este de Asia navegando hacia el oeste. Si hubiera tenido éxito en encontrar una nueva ruta comercial, lo habría convertido en un hombre muy rico. En su lugar, encontró el Caribe, luego habitado por culturas con poco oro, plata o bienes comerciales. No dispuesto a abandonar por completo sus cálculos, Colón se rió de sí mismo de vuelta en Europa al afirmar que la Tierra no era redonda sino que tenía la forma de una pera. No había encontrado Asia, dijo, debido a la parte abultada de la pera cerca del tallo.

¿Columbus persuadió a la reina Isabela a vender sus joyas para financiar el viaje? No era necesario. Isabela y su esposo Ferdinando, nuevos ricos debido a la conquista de los reinos árabes en el sur de España, tenían más que suficiente dinero para enviar un chiflado como Colón a navegar hacia el oeste en tres barcos de segunda categoría. Había tratado de obtener financiación de otros reinos como Inglaterra y Portugal, sin éxito. Atado a promesas vagas, Colón estuvo en la corte española durante años. De hecho, acababa de darse por vencido y se dirigía a Francia para probar suerte allí cuando le llegó la noticia de que el rey y la reina españoles habían decidido financiar su viaje de 1492.

Al llegar a lo que luego seria conocido como América, el genovés puso sus ojos en los increíbles paisajes para luego depositarlos en los locales. Los europeos, con barcos, armas, ropa elegante y baratijas brillantes, causaron una gran impresión en las tribus del Caribe, cuya tecnología estaba muy por detrás de la de Europa. Colón causó una buena impresión sin proponerselo y tomó ventaja de ello. Por ejemplo, se hizo amigo de un cacique local en la isla de La Española llamada Guacanagari porque necesitaba dejar atrás a algunos de sus hombres. Pero Colón también capturó a otros nativos para usarlos como esclavos. La práctica de la esclavitud era común y legal en Europa en ese momento, y el comercio de esclavos era muy lucrativo. Colón nunca olvidó que su viaje no fue de exploración, sino de economía. Su financiamiento provino de la esperanza de que encontraría una nueva y lucrativa ruta comercial. No hizo nada por el estilo: las personas que conoció tenían poco que intercambiar. Oportunista, capturó a algunos nativos para demostrar que serían buenos esclavos. Años más tarde, se sentiría devastado al enterarse de que la reina Isabela había decidido declarar el Nuevo Mundo fuera de los límites para los esclavistas. En su bitacora escribió: “Los nativos son saludables, fuertes y amistosos. Serán esclavos productivos en Europa”.

Muchos hablan del contexto, tiempo y lugar en la historia. Otra vez, la esclavitud era un negocio más en el viejo continente, pero había personas con medidas morales.

En el lado positivo, Colón era un marinero, navegante y capitán de barcos muy talentoso. Se dirigió valientemente al oeste sin un mapa, confiando en sus instintos y cálculos. Fue muy leal a sus clientes, el rey y la reina de España, y lo recompensaron enviándolo al Nuevo Mundo un total de cuatro veces. Aunque tomó esclavos de aquellas tribus que lucharon contra él y sus hombres, parece haber tratado de manera relativamente justa con aquellas tribus de las que se hizo amigo, como el del jefe Guacanagari.

Pero también hay muchas manchas en su legado. Irónicamente, los detractores de Colón lo culpan por algunas cosas que no estaban bajo su control e ignoran algunos de sus defectos más evidentes. Él y su equipo trajeron enfermedades horribles, como la viruela, a la que los hombres y mujeres del Nuevo Mundo no tenían defensas y millones murieron. Esto es innegable, pero tampoco fue intencional y, de todos modos, habría ocurrido eventualmente. Su descubrimiento abrió las puertas a los conquistadores que saquearon a los poderosos imperios azteca e inca y mataron a miles de nativos, pero esto también habría ocurrido cuando alguien más inevitablemente descubriera el Nuevo Mundo.

Si uno debe odiar a Colón, es mucho más razonable hacerlo por otras razones. Era un traficante de esclavos que despiadadamente alejaba a los hombres y mujeres de sus familias para disminuir su incapacidad para encontrar una nueva ruta comercial. Sus contemporáneos lo despreciaron. Como gobernador de Santo Domingo en Hispaniola, fue un déspota que se quedó con todos los beneficios para él y sus hermanos y fue odiado por los colonos cuyas vidas controlaba. Se hicieron intentos contra su vida y, de hecho, lo enviaron de vuelta a España en cadenas en un momento después de su tercer viaje.

Durante su cuarto viaje, él y sus hombres quedaron varados en Jamaica durante un año cuando sus barcos se pudrieron. Nadie quería viajar allí desde La Española para salvarlo. También fue un tacaño. Después de prometer una recompensa a quien vio tierra por primera vez en su viaje de 1492, se negó a pagar cuando el marino Rodrigo de Triana lo merecía, y se entregó la recompensa a si mismo alegando que había visto un “resplandor” la noche anterior.

Anteriormente, la elevación de Colón a una categoría de héroe hacía que las personas nombraran ciudades (y un país, Colombia) en su honor y muchos lugares todavía celebran el Día de Colón, Día del Descubrimiento de América. Pero hoy en día la gente tiende a ver a Colón por lo que realmente era: un hombre valiente pero extremadamente defectuoso.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Octubre 12, 2018


 

Raza

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Por JORGE BERNABE LOBO ARAGON·

 

 

Al congratularme una vez más al 12 de octubre y a todo lo que esta fecha representa, interpreto que no contradigo los anhelos de los modernos indigenistas, pues ellos también adhieren, en la práctica y aunque no lo reconozcan, a la lengua española, a la escritura y a la aritmética, al uso de la rueda, a las ciencias médicas, al concepto de propiedad territorial, valores todos que se aprecian y que en América existen gracias al descubrimiento y a la conquista.

 

Opinión

 

Nuevamente se nos viene encima (mañana) en el calendario el 12 de octubre sin que se pueda a mi criterio distinguir bien qué se festeja en este día, aparte de los generalizados deseos de practicar el turismo en tiempo primaveral. El rechazo hacia el descubrimiento, hacia la conquista y hacia el pueblo que la realizara, se formula en nombre de los derechos que nos correspondían a los primitivos habitantes a mantener la cultura de la que gozábamos en tiempos precolombinos, a preservarnos aislados del resto del mundo, de sus vicios y de su comercio, a desarrollar nuestros hábitos y costumbres en la forma en que se nos diera la gana, a mantenernos exentos de participar de la civilización que -para bien o para mal – , es la que dirige el mundo en el que vivimos. En síntesis: al lamentarse el descubrimiento se rechaza nuestra historia, las esencias de lo que somos, se impugnan nuestras raíces, se injuria a nuestra raza. Y es notable que el rechazo de los indigenistas a lo que nosotros somos lo realicen, como es natural que sea, en esa lengua española que la mitad de América habla gracias a la conquista que ellos lloran. Si la conquista no se producía no hubiéramos tenido un modo de trascender más allá de los menguados límites a que se reducía el hábitat de la tribu. Sin la conquista no hubiéramos tenido la escritura, con la que ellos difunden su pensamiento. Claman por un despojo de tierras, exigiendo su devolución, en nombre de comunidades trashumantes, nómades, que han carecido del concepto de propiedad de la tierra, concepto que las culturas clásicas heredaran de antiquísimas comunidades arias de la India. En una sociedad como la nuestra, que rechaza las discriminaciones raciales, pretenden tratos especiales para ciertos individuos en razón de las etnias de las que, con purezas bastante discutibles, dicen descender. Reclaman mejores condiciones higiénicas y atención médica para comunidades que seguramente las precisan y las merecen, al mismo tiempo que reivindican las ciencias de pueblos que sólo conocieron las artes mágicas del brujo de la tribu. Al congratularme al 12 de octubre que se acerca y a todo lo que esta fecha representa, interpreto que no contradigo los anhelos de los modernos indigenistas, pues ellos también adhieren, en la práctica y aunque no lo reconozcan, a la lengua española, a la escritura y a la aritmética, al uso de la rueda, a las ciencias médicas, al concepto de propiedad territorial, valores todos que se aprecian y que en América existen gracias al descubrimiento y a la conquista. A este homenaje me permito extenderlo abarcando también la figura prócer de Don Hipólito Yrigoyen, quien a esta fiesta le dio el nombre de día de la raza. Yrigoyen, en el texto de su decreto, nos enseña y nos exhorta: “la España, descubridora y conquistadora, volcó sobre el continente enigmático y magnífico el valor de sus guerreros, el denuedo de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, las labores de sus menestrales y, con la aleación de todos estos factores, obró el milagro de conquistar para la civilización la inmensa heredad en que hoy florecen las naciones a las cuales ha dado, con la levadura de su sangre y con la armonía de su lengua, una herencia inmortal que debemos afirmar y mantener con júbilo y reconocimiento”. Y así, con júbilo y reconocimiento, a una acción descubridora y conquistadora cuyos frutos somos los pueblos de media América, debemos congratularnos con la fecha y agradecer al presidente que la instituyera como día de la raza. Y no con el nombre de día de la Diversidad Cultural Americana con que la que absurdamente se la pretende conmemorar y que nadie la ha aceptado ni la reconocerá.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Octubre 12, 2017


 

MUNDO NUEVO

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Mundo Nuevo
Me senté en la computadora medio alicaído, tal vez descorazonada por lo que sucede en nuestro país y en el mundo con  delirantes o paranoicos  que tratan al mundo como si fuera una cascara de nuez.  Recordé mi lucha de toda una vida contra la mafia y la corrupción y solamente sentí las agradables y simpáticas  palmaditas en los hombros  con un letrero al fondo del famoso no te metas. Mis facultades de bilocación o desdoblamientos se evaporaban ante la  sensación de desaliento que me oprimía. Reconsideraba si escribir tenía sentido ya que ni mis hijos leían mis escritos hipnotizados o embriagados por los celulares y el  relativismo del siglo que nos  incluye que solamente  basta con leer los titulares de los diarios o noticias. Tal vez tengan razón y los que estamos en los sesenta pirulos o más somos arcaicos o vetustos. Vaya uno a saber. En el fondo sentía a los amigos de mis hijos preparándose para salir con una animada  “previa” tan en boga en nuestros días. Es indudable que me estoy haciendo viejo refunfuñe. Hasta que Tata Dios como siempre me tiro una soga. Estaba volando nuevamente y después de desdoblarme y posar mi cuerpo sideral en mi nido cósmico  observé absorto a don  Cristóbal conociendo el fragante mundo que había encontrado y admirando su bellezas. A una isla como si la conociéramos, de tanto verla en las historias de piratas la llamó de las Tortugas. A un valle le dice del paraíso admirado de su esplendor y fertilidad. Estaba en su carabela. Era una mañana del 24 de diciembre del año  1492 y parte hacia las tierras del cacique Guacanagari.  Observo que no hay viento, las velas no se hinchan, las carabelas están como quietas. El Almirante, a pesar de ser hombre muy atento y vigilante, aburrido de ver la mar tan sosegada, a las once de la noche se va a dormir. Aprovechando que el jefe duerme, el timonel le da el timón a un muchacho y duerme él también.
La primera Nochebuena de los cristianos en América transcurría plácida. El muchacho del timón se duerme como muchacho y la carabela cae en una correntada que la empuja sobre un banco de arena. Despiertan sobresaltados y no atinan con las maniobras adecuadas. La Santa María se hunde. ¡Caramba, el Almirante tenía prohibido entregar el timón a los muchachos! ¡Qué barbaridad! Pero: la Niña está cerca y la costa también. Se salvan todos y  recuperan  incluso los restos de la nave que llevan a la playa con la ayuda de la gente de Guacanagari y sus canoas. Don Cristóbal ve que este contratiempo en realidad es beneficioso; no hay mal que por  bien no venga. Con los restos de la Santa María el 26 de diciembre de 1492 construyen el fuerte que será el primer establecimiento cristiano en  el lado de este nuevo  mundo. De nombre le pone Navidad.  39 españoles  están dispuestos a quedarse; hasta que el Jefe vaya a España y vuelva aprenderán la lengua, la exploraran, averiguarán sobre  la corte del Gran Khan, buscarán oro, gozarán del apacible clima del Caribe, con sabrosas frutas al alcance de la mano y playas soleadas que invitan a la indolencia. Don Cristóbal los pone bajo el mando del escribano y alguacil don Diego de Arana. Y se va. Espérenlo. A todo esto usted se estará preguntando Si cómo es que estos cristianos se pasan la Nochebuena durmiendo. Es claro. Navidad se festejaba en Navidad, no en su víspera. Los sacerdotes estaban autorizados a decir tres misas ese día. Una  apenas pasada medianoche, que celebraba el nacimiento temporal de Jesús. En Belén la segunda, del gallo decía en la aurora y solemnizaba el nacimiento de Jesucristo en el corazón de fieles. La  tercera, ya con el día claro, en homenajee al eterno, nacimiento del Verbo en el seno del Padre. La costumbre de celebrar la Nochebuena es muy posterior y nos viene de Francia. En francés Navidad se dice Noel, y ellos, tenían la tradición del BonhommeNoel que repartía obsequios a los chicos buenos. Los pueblos bárbaros del norte desde sus tiempos paganos tuvieron la costumbre de adorar al árbol de sus bosques, seguro refugio en climas helados. De manera que es muy natural que el Almirante y su gente durmieran como benditos su primera Navidad en estas tierras. Los indios todavía no habíamos aprendido a hacer bailantas con guarachas y cuartelazos, ni a vender cohetes, ni a tocar pitos por la radio a la medianoche, ni a comer turrones, pavos y apetitosos lechones. Tampoco conocíamos de previa ni llegábamos a casa a la siete de la mañana. Cuando vuelva Don Cristóbal encontrará que los indios comimos 39 exquisitas comidas importadas, pero no el día de Navidad sino en el fuerte de Navidad.
Dr. Jorge B. Lobo Aragón

 


PrisioneroEnArgentina.com

Septiembre 5, 2017


 

MI VUELO DE PÁJARO: Volando y soñando con mi Madre, Cabalgando por las Sendas de Tafí del Valle

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Escribe Jorge B. Lobo Aragón.

(Primer tramo episodio)

Mis lectores y editores saben ciertamente sobre mis facultades de bilocación y la enorme fortuna que se me ha concedido el privilegio de aparecer en lugares diferentes a través del tiempo. En mis publicaciones de “Vuelo de pájaro”, vengo relatando  periódicamente sobre este fenómeno que me ha dado la posibilidad de realizar mis “Sueño” y volar el universo contemplando las estrellas. He podido apreciar y tocar  el puente  en la Luna Roja mi gran amiga. He revoloteado con los Poetas y navegado en un Globo hacia arriba y más allá. He conocido personalmente a Cristóbal Colón y Alvar Núñez Cabeza de vaca con quienes navegamos entre grandes mareas, tripulando sus carabelas. He escalado el Tíbet y llegado al Polo encontrándome en mi planeo con seres monstruosos. Me he contactado con Venus, cleopatra  y San Jorge. Acercándome en el tiempo he conocido a José Hernández, Los blancos de Villegas y el Gran Bernabé y muchos más. Me relacioné con  el Tango a través de mi amigo Carlitos Gardel  y Alfredo Le Pera. He podido intimar con el famoso cirujano Christiaan Barnard  y  grandes poetas como Machado,  Gorki y Nuestro Jorge Luis Borges. Este  milagro ha llevado a mi espíritu a que de un modo consciente y voluntario pueda alejarme de mi cuerpo carnal, apareciendo simultáneamente en extravagantes espacios con mi “cuerpo astral”. Y hoy  de nuevo después de varios meses aparece nuevamente mi tribulación etérea.  Digo que es un magia hecha realidad porque la protagonista de mi visión es mi Madre “Maisú” – María Susana  Aragón de Lobo –, con  la que tendré atado un hijo rojo hasta que Tata Diosme lleve a descansar con ella. Es el día 9 de abril de 1987. Estoy revoloteando entre la espesura blanca y espesa del Ashpapúyojs; el canto de las aguas y el claro sol que ilumina las cumbres e irradia la zona.  Llovió desde la mañana. Insistentemente. Esa agua que penetra y hace barro. Veo a mi madre totalmente preparada y feliz en su caballo esperando la llegada de sus compañeros de viaje. Estaban demorados porque esperaban la llegada de una futura licenciada que se había quedado en la ciudad para asistir a la visita del Papa. En realidad, el motivo, o el pretexto del viaje, fue al parecer la necesidad de la hoy bióloga la de estudiar los alisos de la zona para preparar la tesis con la que terminaría su carrera.  Observo ávidamente la partida y siento el entusiasmo y excitación de mi jineta como si fuera ayer. Salen recién a las doce del mediodía, bien preparados para el frío. Mi madre estrenaba la caricantina, sobre –  pantalón de cuero, que  le habíamos  regalado  sus hijos en  su cumpleaños anterior.  Rumbean  hacia el naciente y  salen por el camino que pasa frente a la iglesia de San Francisco. Penetran en el corazón del cerro por una loma empinada y pelada. En la primera cuesta, cuando recién habían  dejado atrás la costa, se detienen a deliberar. Observo a mi madre con un sombrero que le queda grande pero era suficiente para sentirse acicalaba para su aventura. A ella, nunca le importó la combinación de colores ni la ropa con que vestía. Pero su encanto e inteligencia la cubría siempre como un  cendal. Una de las primerizas en trepar el cerro estaba con temor, no quería subir por  un barrial que se veía bastante  encharcado. Al principio percibo que no  había  sido tan peligroso a pesar de que el primer tramo la montaña es pedregoso. Cuando empieza la greda es como caminar hacia arriba por un tobogán.  El baquiano y cabeza del grupo no tenía la más mínima intención de volver pero comprendía las razones de la licenciada principiante. Le aconsejaba que regresara, pero sola.  Otro de los baquianos del grupo un chiquilín pero con experiencia tampoco las tenía a todas consigo. Por fin  deciden seguir adelante. En  un momento, casi se me para el corazón. Divisó que mi  madre  al mover al costado a su caballo  el “Candelario”, para tomar otra senda, manoteó y resbaló. Durante un segundo, como buena jineta intenta  mantenerse en la montura, pero caen los dos. Por un instante me  asusta las posibles patadas del animal al levantarse pero no sucedió nada. Mi madre quedo acurrucada en la barranca barrosa dando gritos. Sin duda  le dolía todo. Al verla caer  pude adivinar que tuvo hasta  tiempo de pensar “Aquí se acaba mi viaje”.  Otra de la experta del grupo y que nunca pierde la calma  le aconsejó que  se fijara si no estaba lastimada o con algún hueso roto. Mamá hizo su  recuento y admitió  que no. Pero en mi vuelo – pendiente de su travesía-,  notaba que le dolía la cadera la pierna y las costillas porque había caído de lado. Como buena  aguerrida se  tomó  un anti-inflamatorio y un analgésico. Con sus huesos magullados, tomó un sorbo de agua de su cantimplora y después de componer el estado de la montura  se subió  otra vez al atribulado Candelo. Es que el subir cuesta arriba a caballo por un tobogán mojado no se deja de sentir un real julepe. Eso  seguramente sentía mi madre pero su cara solamente demostraba emoción y entusiasmo. A cada paso del caballo, uno piensa que se resbalará, y prepara las piernas para saltar.  Contemplo que pasan la parte brava de la empinada cuesta. Rumbean hacia lo de don Ángel Guanco, a cuya casa llegan después de la una de la tarde. Seguía lloviendo. Se apean.Al  desmontar tapan  las monturas con los plásticos que  llevaban.  Atraviesan el barrial del patio, como un tobogán natural, en donde esta gente de  la altura no hace ni un caminito de piedra para estas ocasiones. Ahí vive un amigo Rodolfo Bernabé Rasgido quien está tejiendo un “chuscha lazo” (lazo confeccionado con crines de caballo). Almuerzan muy ligeramente con la familia. Le entregan alguna foto que habían tomado de una visita anterior. Sacan nuevas postales  con sus nietitas María e Isabel. Son gente muy cordial.  Doña Isidora, con su tonada vallista, habla rapidísimo, y hace esas aspiraciones tan típicas  de la zona, que les permite no detenerse ni para tomar aire.  Se quedan poco tiempo.  A  las dos, ya  parten rumbo a “La Ciénega”.Bien emponchados y con el sombrero calado para protegerse  de la lluvia empiezan a subir. No sucedía lo mismo con el más pequeñín, del grupo que con su poncho de plástico sufría a cada golpe de viento, que se lo llevaba sobre la cabeza. Tuvo que meterlo bien bajo su cuerpo. He ahí la enorme ventaja de los ponchos de lana sobre los modernismos. Al menos para cabalgar. Siguen a lo largo de la cañada, con una cerrazón casi total. No se veía ni las montañas de los dos lados. A las cuatro de la tarde  llegan a La Ciénega. Mi madre, un poco mal trecha, renegaba por los saltos del Candelo, que al no poder seguir el ritmo del paso de los otros caballos, se atrasaba, y tenía que alcanzarlos al galope. Encuentran a la familia de don Agustín Cruz reunida en el lugar de estar: la cocina. El y doña Nicanora  los recibieron con el cariño de siempre. Toman  mate con tortillas caseras. Veo que se sientan junto a la “cocina-chimenea”, la única en su tipo en todos los cerros. La alimentaban con leña colorada de aliso. No tenían lugar para alojarlos y  parte el grupo  antes de las cinco y media  rumbean hacia “La Mula Muerta”,  con dirección al norte. Había dejado de llover pero en la senda chapoteaban los cascos de los caballos y hacían un  “plop plop” cuando los sacaban del barro. Estaba todo verde y a esa hora se demoraban las majadas que volvían a las casas. Los alisos se multiplicaban y con un color y olor  especial de la especie parecía un paisaje de ciencia ficción o de cuentos de Wall Disney.  La futura especialista en biología  tomaba nota. Con un altímetro colgado en su cuello, informaba como una científica experimentada: Cañada de la Ciénega: tanto.  Camino a la Mula Muerta: tanto. Mi madre con su curiosidad permanente y su cultura supina memorizaba las medidas para después contar a sus allegados la andanza aprendida.  Atisbo desde la altura que no fue fácil ese tramo, con apuro para ganarle a la noche y a los resbalones por los caminos. Llegan bastante rápido. A las seis y diez, ya queriendo anochecer. El sol se pone temprano en esa quebrada tan cerrada y en una tarde oscura.  Se apean  en el corral y patinan por el barro hasta la cocina como si fuera un rampa original. La casa humilde pero limpia está compuesta por tres cuartos puestos como tren. El primero de ellos recién construido y hasta revocado. Las mechas rubias del techo flameaban como flequillos desparejos. En las vigas, que sobresalían hacia fuera, habían colocado toda suerte de arreos para caballos, riendas, tientos, lazos y ristras de jarros ensartados en un alambre. La patrona, doña Gabina, esposa de don Shisha, los invitó  a sentarse  junto al fuego. Allí, en medio del humo  se  reúnen con la familia: el hijo Solano (shula) gran trenzador. Otro joven, muy simpático y dos nietitos. También diviso un visitante, don Máximo Romano, que había llegado desde “La Ollada”.  Se sientan en sillitas bajas en la cocina. Miro riéndome  hacia adentro como lloraban  por turno según a donde se dirigía el humo. Eso sí, aquí, tenían una pequeña chimenea hecha con un tarro, y colocada en la parte del techo que daba sobre el fogón, que evidentemente resultaba insuficiente.  Pusieron una tira de asado sobre la parrilla y  compartieron la rueda con los perros y los gatos de la casa, que buscaban el calor. El visitante intervenía constantemente en la conversación. Completamente gangoso, enhebraba indescifrables chismes con el grupo y, sobre personajes de común amistad. El asado parecía riquísimo, aderezado  y condimentado con  el apetito del conjunto. Doña Gavina, desde su sillita, lavó los platos y cubiertos en una palangana mínima. Usaba el agua de un tarro, que estaba junto a las brasas, en el círculo del fogón. Yo la observaba, revoloteando muy de cerca, porque nunca antes había visto tamaña habilidad para ahorrar agua y limpiar bien todo sin detergente ni jabón. Arrojaba el agua sucia sobre el piso a su lado. Todo sin moverse de su sillita. Después observó al grupo que se trasladan  a sus habitaciones. Dormitorio de lujo después del cansancio. Había dos camas bastante angostas y una bolsa de dormir en el suelo. La puerta, atada con un tiento, no cerraba del todo. Hubo un arduo cabildeo por las dos camas. Después de un corto acuerdo el matrimonio en uno. La licenciada y mi madre en otro y el Benjamín en la bolsa en el suelo. Cuando  se acuestan  descubro que el pequeño curtido le tenías un poco de temor a dormir en el suelo. Hablaba de yararás y de toda clase de peligros. Finalmente cambió su lugar y se acostó con mamá. Sufro desde arriba,  porque puedo notar que fue una noche difícil para mi madre   que le dolía el costado y tenía que mantenerse quieta y en el borde para no molestar a su joven compañero. La veo descansando y en su cara con sus ojos entreabiertos como rezando   vislumbro una luz que la envuelve. Un resplandor de agradecimiento y deleite por haber podido llegar al primer tramo de lo que más le gustaba en vida. Su caballo. Las cabalgatas y la enorme curiosidad por la exuberante vegetación y belleza de las serranías y la gente del lugar.   Al verla descansar y en paz  mi cuerpo se estremece de nuevo para  volver a mi estado normal y anotar  en mí memoria el primer paso y paseo con mi madre a caballo  por cerros de Tafi. Seguramente dentro de poco tendré el enorme privilegio de seguir acompañándola en mi vuelo y sueño de pájaro a quien fue mi mejor maestra y amiga en la vida. Espero que mis lectores hayan disfrutado del primer tramo de un paseo inolvidable de una mujer que con  sus casi setenta años – recibida de abogada  a esa edad –  disfrutaba  como  nadie de los grandes regalos que nos brinda Tafí del Valle  que nos pone en contacto con ranciedades que sumergen sus raíces en misterios insondables  y que nos pone a cara a cara con el agua que surge y serpentea entre las rocas y piedras de los ríos y caen como cataratas atrapados en un arco iris  con el canto del viento en los aybales en  la gota de roció amanecida sobre los pétalos del amancay.

 


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Abril 6, 2017


 

Volando con el Almirante hacia el Alimento Sagrado…

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lobo-tt Por Jorge B. Lobo Aragón.

Vengo afirmando en mis últimos escritos que mi fenómeno de desdoblamiento en vez de ser algo tortuoso es una maravillosa bilocación. Me ha concedido el privilegio de volar como un pájaro vislumbrando y apreciado dimensiones desconocidas a través del universo y más allá. Es que a través de la experiencia invariable mi cuerpo astral con el tiempo regresa al físico con mayor naturalidad. Esos espacios de tiempo o regreso solían angustiarme ante el temor de un despertar sobresaltado. Pero la búsqueda inagotable del conocimiento y mi espíritu aventurero me llevan sin vacilar a través de mi cualidad a lugares cada vez más peligrosos o comprometidos. Nunca puedo saber mi destino, salvo el que Tata Dios me deparo. Es así como volando el cosmos en un aleteo inacabable, he podido relatar vívidamente la mayor parte de la expedición del Almirante. Como un vínculo inalterable entre energías inexplicables, Cristóbal me relata nuevamente como un depositario invariable sus enormes epopeyas. Descubro y advierto nítidamente como Colón encuentra tierra, pero no los espléndidos imperios que buscaba y perseguía. Sino indios desnudos con escasas industrias. En Guanahaní, alza en su navío a varios nativos que le servirán de guías y a medida que comienzan a entenderse, le sirven de intérpretes ante los demás. Va descubriendo, de isla en isla. Me comenta apesumbrado que le extraña no encontrar ciudades sino pequeñísimas aldeas. Casas de techo de palma con cocos a su alrededor. La gente huye al verlos llegar. Encuentran redes de pesca, anzuelos y arpones trabajados en hueso. Nada más se necesitaba para vivir en un clima paradisíaco. Descubre “Cuba”, y entusiasmado me dice que “es la más hermosa isla que jamás vieron ojos humanos” y se renueva su esperanza de hallar un Gran Reino. Veo que manda dos hombres a explorar y colon-quotepresentarse a las autoridades. Rodrigo de Jerez y Luis de Torres. A este Luis de Torres lo elige por ser un judío converso que habla hebreo, caldeo y árabe. Pero hallan una aldea en la que para entenderse es más práctico el caribe de los indios de Guanahaní que el hebreo y el caldeo. A los cinco días volvía esta comisión cuando, el 5 de noviembre de 1492, encuentran una tribu con las casas más limpias y mejor edificadas, más agricultora que los cazadores de la costa, con abundantes sembrados de legumbres, pimientos, papas, mandioca, algodón y maíz. Ese día los descubridores de América estaban descubriendo alimentos que sólo en América se producían y que gravitarían en la cocina y en la economía de todo el mundo. El maíz como un Maná caído del cielo es encontrado por primera vez por el conquistador. Mazorca que será para siempre su alimento sagrado. Como si su leyenda prodigiosa fuera vacía o baladí se sienta a mi lado a conversar como dos amigos después de una plática pasajera. Me habla únicamente sobre su alimento santo. El Maíz. Le comento lo poco que he leído sobre el mismo y su adaptación en las distintas geografías a través de los tiempos. Su gesto y mirada adquieren una expresión inusual. Sus ojos que han visto y oído lo que ningún ser humano pueda imaginar adquieren un color rojizo nostálgico y a su vez alegre. Encendido. Le reseño que su maíz bendito se lo cultiva al nivel del mar y en el Perú hasta los 4.700 metros de altura; en suelos húmedos y en páramos; entre bosques tropicales y en regiones frías. Que se cultivaba desde la Patagonia hasta el Canadá. Que es en el altiplano es donde existe la mayor cantidad de variedades: blancos, amarillos, colorados, de un azul negruzco y hasta jaspeados; con granos de diversos tamaños y durezas, implantados en hileras rectas, entrecruzadas y helicoidales; plantas que desarrolladas no llegan a la rodilla y otras que se cosechan de a caballo para alcanzar las mazorcas. Que se presta para cruzamientos y desde 1926 se obtienen híbridos de gran rendimiento. Entusiasmado me mira fijamente. Es que me enmudezco por no saber que más explicar. Soy un abogado y no un ingeniero agrónomo. Valiéndome de mis viajes astrales. De mis vuelos y sueños a través de mi cordel inseparable le expongo mi experiencia. Queda absorto. Me mira nuevamente y con un ademán imperceptible me invita a que siga mi relato. Le indico que he podido observar que nunca se abandonaron las variedades autóctonas por resultar útiles para nuevos mestizajes resistentes a las plagas que a veces aparecen. Que su maíz vernáculo es comida, humita, tamal, polenta, choclo y api. Que en el Viejo Mundo es forraje especial para los chanchos. Que también es notable que en estas pampas americanas en las que el maíz nació, por abandono y desidia, se consuman cerdos de Dinamarca y hasta de la China. Siento que mi cuerpo vuelve a sacudirse y a palpitar como pidiendo volver nuevamente a su estado natural. Apenas puedo fijar la vista sobre el gran conquistador y murmuro hacia adentro con un dejo de añoranza y sinsabor. Es que Del Catay que el Almirante buscaba jamás vendrá la comida que somos incapaces de producir en la patria del maíz en donde todavía existe hambre y pobreza.

Zarpando con el Conquistador…

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lobo-aragon-ups Por Jorge B. Lobo Aragón.

Cuando uno tiene grandes cosas para hacer conviene madrugar y empezar temprano. Y así debe ser porque mi gran amigo Cristóbal Colón me convoca una vez más a modo de frecuencia extraordinaria para describirme una vez más sus expediciones. Hace poco con mi fenómeno de desdoblamiento a cuesta, en una bilocación maravillosa volando el universo he podido observar y relatar el “asombroso viaje con el conquistador, mi navidad y regreso con el almirante”. Como si fuera un vínculo entre existencias interdimensionales, Cristóbal me relata a modo de custodio de sus epopeyas, vivamente el acontecimiento del viernes 3 día viernes 3 de marzo de 1492. Puedo presenciar y percibir sus crónicas y experiencias. Contemplo que media hora antes de salir el sol, zarpan sus bajeles del puerto de Palos de Moguer, en la desembocadura del río Tinto, frente a la ciudad de Huelva. Salen al mar y enfilan hacia las Canarias. Advierto que tiene conciencia de lo trascendente de la hazaña que emprende, y por lo tanto le pone un pomposo prólogo al diario de anotaciones que inicia. colon33Manifiesta que se dirige a las tierras de un príncipe “llamado gran Khan, que quiere decir en nuestro romance “Rey de los Reyes” y sabe cómo muchas veces él y sus antecesores habían enviado a Roma a pedir doctores en nuestra santa fe. Eruditos a los que se suplicaba que lo ilustren en ella, y que nunca el santo padre le había proveído. Así se perdían tantos pueblos creyendo en idolatrías. El con este viaje – me confiaba -, venía a conocer sus tierras y a ver la manera de la conversión. Me resalta el agradecimiento a los reyes detallándome emotivamente sus respuestas de que dende en adelante yo me llamase Don, y fuese Almirante Mayor de la Mar Océana y Virrey y Gobernador perpetuo de todas las islas y tierra firme que yo descubriese y ganase, y de aquí en adelante se descubriesen y ganasen”. Observo al mismo tiempo que a la Pinta se le rompe el timón. Tratan de arrimarse para ayudar pero el fuerte viento lo impide. Menos mal que su capitán, el experto Martín Alonso Pinzón, hábil navegante, se las ingenia para hacer una reparación provisoria. De inmediato, noto por sus gestos que la rotura no sería accidental tal vez la provocarían Gómez Rascón y Cristóbal Quintero, propietarios de la Pinta y que vienen en ese barco. Sé que algunos quieren volver porque les está dando miedo lo aventurado de este viaje a lo desconocido. Llegan a las Canarias pierden tres semanas tratando de cambiarla a la Pinta por algún otro barco, y como no se puede le hacen un timón nuevo. El 6 de septiembre zarpan de la Gomera y desde ese momento se adentran en lo ignoto. El Almirante comunica su plan: navegarán derecho al occidente y a las setecientas leguas (eran leguas de 20 al grado) espera que toparán con tierras. Por las dudas trampea un poco en el cálculo de las distancias recorridas diariamente, no sea que se hallen un poco más lejos. Es una aventura navegar en lo desconocido: no se sabe qué se pueda encontrar. Una cosa alligente que encuentran es que a medida que avanzan hacia occidente varía la declinación de la brújula respecto al norte verdadero. A hombres temerosos eso los puede asustar ya que en estas partes la aguja pierde sus propiedades. Pero a estos marinos avezados solamente los entusiasma. Deducen que haciendo un prolijo relevamiento de su variación podría servir para calcular la longitud geográfica. Pero en un mundo desconocido hasta lo favorable puede ser preocupante. Navegan con suave viento a favor, viento tan adecuado que en varios días no tienen necesidad ni de tocar una vela. Se deslizan tan plácidamente en un mar suave que el Almirante dice que es como navegar Guadalquivir abajo frente a Sevilla. Pero, reflexiono de inmediato. Me asusto. ¡Caramba!, si los vientos son tan constantes. ¿Tendrán vientos para volver? Muchas cosas cavilan estos hombres que marchan a descubrir los secretos del mundo. Pero puedo dar fe, teniendo la dicha y la facultad de bilocación de haber contemplado casi todas las expediciones del Almirante de la magnífica y asombrosa grandeza de sus epopeyas. Testifico que jamás se les pasaría por la cabeza a todos estos titanes y colosos del mar y en especial a mi amigo Colon, que andando los siglos aparecerían ideólogos que deploren este viaje que inaugura y da origen nuestro abandono del salvajismo inicial. Asombrado de lo que contemplo , me vuelvo a estremecer y en ensueño casi fantasmal me despierto de este nuevo viaje astral para relatar ávidamente la conquista que el mismo gigante de hoy y de siempre me describiera para beneplácito de mis lectores.

En Navidad con Cristóbal Colon…

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lobo-aragon-2 Por Jorge Lobo Aragón.

 

Después de una semana de profunda meditación a pocos días del nacimiento del Señor volví a sentir en todo mí ser la energía luminosa capaz de alejarme de mi cuerpo carnal a través del universo. En esa enigmática bilocación pude ahora conocer a Don Cristóbal. Lo visualice al Almirante conociendo el fragante mundo que había encontrado. Estaba como absorto admirando sus bellezas. En una isla como si yo la conociera de toda la vida de tanto verla en las historias de piratas. Sentí que la llamaba de las Tortugas. Era un valle que le dice el paraíso de un esplendor y fertilidad poco común. Pude distinguir que partía en una de sus carabelas hacia las tierras de un cacique que le decían Guacanagari. Advertí que casi no había viento, las velas no se hinchan, las carabelas que lo seguían estaban como quietas. El almirante a pesar de ser un hombre muy atento y vigilante, aburrido de ver la mar tan sosegada, a las once de la noche se va a dormir. Aprovechando que el jefe duerme, el timonel le da el timón a un chiquillo y duerme él también. La primera nochebuena de los Cristianos en América trascurría placida. El muchacho del timón se duerme como adolescente y la nave cae en una correntada que la empuja sobre un banco de arena. Despiertan sobresaltados y no atinan con las maniobras adecuadas. La Santa María se hunde. ¡Caramba, el Almirante tenía prohibido entregar el timón a los chiquillos¡ ¡Qué barbaridad¡ Pero la Niña está cerca y la costa también. Se salvan todos y salvan incluso los restos del navío que llevan a la playa con ayuda de la gente del cacique y sus canoas. Don Cristóbal ve que este contratiempo en realidad es benéfico. No hay mal que por bien no venga. Con los restos de la Santa
María construye un
fuerte que será el primer establecimiento cristiano en el lado de aquí del mundo. De nombre la pone
colon“Navidad”. 39 Españoles están dispuestos a quedarse. Hasta que el Jefe vaya a España y vuelva aprenderán la lengua, explorarán.
Averiguaran sobre la corte del gran khan. Buscaran oro. Gozaran del apacible clima del caribe con sabrosas frutas al alcance de la mano y las playas soleadas que invitan a la indolencia. Don Cristóbal los pone bajo la mano de un escribano al que nombran como el alguacil don Diego de Arana. Y se va. Lo espero con mi cordel que todavía no me ha soltado. A todo estos mis queridos lectores ustedes se estarán preguntando si como es que estos cristianos se pasan la nochebuena durmiendo. Es claro. Navidad se festejaba en navidad, no es su víspera. Los sacerdotes estaban autorizados a decir tres misas ese día: Una apenas pasada la medianoche, que celebraba el nacimiento temporal de Jesús en Belén. La segunda, del gallo, se decía en la aurora y solemnizaba el nacimiento de Jesucristo en el corazón de los fieles. La tercera, ya con el día claro, en homenaje al eterno nacimiento del Verbo en el seno del Padre. Reparo a que a través del tiempo la costumbre de celebrar la nochebuena es muy posterior y nos viene de Francia. En francés Navidad se dice Noel, y ellos tenían la tradición del Bonhomme Noel que repartía obsequios a los chicos buenos. Los pueblos barbaros del norte desde sus tiempos paganos tuvieron la costumbre de adorar al árbol de sus bosques, seguro refugio en sus climas helados. De manera que atestiguo como muy natural que el Almirante y su gente durmieran como “Benditos” su primera navidad en estas tierras. Los indios todavía no habíamos aprendido a hacer bailantas con guarachas y cuartetazos. Ni a vender cohetes, ni a tocar pitos por radio a medianoche. Tampoco a comer turrones, pavos ni apetitosos lechones. Cuando vuelva el Almirante todavía me vera sentado en mi bilocación en espíritu a través de mi viaje astral. Estaré comiendo con los indios 39 especies importadas, pero no el día de Navidad sino en el “Fuerte de navidad…”


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Diciembre 2, 2016