Zarpando con el Conquistador…

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lobo-aragon-ups Por Jorge B. Lobo Aragón.

Cuando uno tiene grandes cosas para hacer conviene madrugar y empezar temprano. Y así debe ser porque mi gran amigo Cristóbal Colón me convoca una vez más a modo de frecuencia extraordinaria para describirme una vez más sus expediciones. Hace poco con mi fenómeno de desdoblamiento a cuesta, en una bilocación maravillosa volando el universo he podido observar y relatar el “asombroso viaje con el conquistador, mi navidad y regreso con el almirante”. Como si fuera un vínculo entre existencias interdimensionales, Cristóbal me relata a modo de custodio de sus epopeyas, vivamente el acontecimiento del viernes 3 día viernes 3 de marzo de 1492. Puedo presenciar y percibir sus crónicas y experiencias. Contemplo que media hora antes de salir el sol, zarpan sus bajeles del puerto de Palos de Moguer, en la desembocadura del río Tinto, frente a la ciudad de Huelva. Salen al mar y enfilan hacia las Canarias. Advierto que tiene conciencia de lo trascendente de la hazaña que emprende, y por lo tanto le pone un pomposo prólogo al diario de anotaciones que inicia. colon33Manifiesta que se dirige a las tierras de un príncipe “llamado gran Khan, que quiere decir en nuestro romance “Rey de los Reyes” y sabe cómo muchas veces él y sus antecesores habían enviado a Roma a pedir doctores en nuestra santa fe. Eruditos a los que se suplicaba que lo ilustren en ella, y que nunca el santo padre le había proveído. Así se perdían tantos pueblos creyendo en idolatrías. El con este viaje – me confiaba -, venía a conocer sus tierras y a ver la manera de la conversión. Me resalta el agradecimiento a los reyes detallándome emotivamente sus respuestas de que dende en adelante yo me llamase Don, y fuese Almirante Mayor de la Mar Océana y Virrey y Gobernador perpetuo de todas las islas y tierra firme que yo descubriese y ganase, y de aquí en adelante se descubriesen y ganasen”. Observo al mismo tiempo que a la Pinta se le rompe el timón. Tratan de arrimarse para ayudar pero el fuerte viento lo impide. Menos mal que su capitán, el experto Martín Alonso Pinzón, hábil navegante, se las ingenia para hacer una reparación provisoria. De inmediato, noto por sus gestos que la rotura no sería accidental tal vez la provocarían Gómez Rascón y Cristóbal Quintero, propietarios de la Pinta y que vienen en ese barco. Sé que algunos quieren volver porque les está dando miedo lo aventurado de este viaje a lo desconocido. Llegan a las Canarias pierden tres semanas tratando de cambiarla a la Pinta por algún otro barco, y como no se puede le hacen un timón nuevo. El 6 de septiembre zarpan de la Gomera y desde ese momento se adentran en lo ignoto. El Almirante comunica su plan: navegarán derecho al occidente y a las setecientas leguas (eran leguas de 20 al grado) espera que toparán con tierras. Por las dudas trampea un poco en el cálculo de las distancias recorridas diariamente, no sea que se hallen un poco más lejos. Es una aventura navegar en lo desconocido: no se sabe qué se pueda encontrar. Una cosa alligente que encuentran es que a medida que avanzan hacia occidente varía la declinación de la brújula respecto al norte verdadero. A hombres temerosos eso los puede asustar ya que en estas partes la aguja pierde sus propiedades. Pero a estos marinos avezados solamente los entusiasma. Deducen que haciendo un prolijo relevamiento de su variación podría servir para calcular la longitud geográfica. Pero en un mundo desconocido hasta lo favorable puede ser preocupante. Navegan con suave viento a favor, viento tan adecuado que en varios días no tienen necesidad ni de tocar una vela. Se deslizan tan plácidamente en un mar suave que el Almirante dice que es como navegar Guadalquivir abajo frente a Sevilla. Pero, reflexiono de inmediato. Me asusto. ¡Caramba!, si los vientos son tan constantes. ¿Tendrán vientos para volver? Muchas cosas cavilan estos hombres que marchan a descubrir los secretos del mundo. Pero puedo dar fe, teniendo la dicha y la facultad de bilocación de haber contemplado casi todas las expediciones del Almirante de la magnífica y asombrosa grandeza de sus epopeyas. Testifico que jamás se les pasaría por la cabeza a todos estos titanes y colosos del mar y en especial a mi amigo Colon, que andando los siglos aparecerían ideólogos que deploren este viaje que inaugura y da origen nuestro abandono del salvajismo inicial. Asombrado de lo que contemplo , me vuelvo a estremecer y en ensueño casi fantasmal me despierto de este nuevo viaje astral para relatar ávidamente la conquista que el mismo gigante de hoy y de siempre me describiera para beneplácito de mis lectores.

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