Que las mayores luminarias del cielo, el sol o la luna, de pronto desaparezcan o cambien de lugar con tanta naturalidad, son acontecimientos fascinantes que nos indican sobre el misterio insondable de la creación. Este pez volador, mote especial con el que últimamente se me bautizó por mis atributos de surcar los vientos y mares; en una bilocación constante ha visto en cuerpo y alma la maravilla del firmamento eternal. Muchos interpretarán que son visiones entre sueños que se presentan en mi imaginación. No obstantes mis observaciones y escritos van demostrando en el tiempo que mis alteraciones y desplazamientos astrales son fruto de algo superior y seráfico. Pocos pueden comprender el privilegio divino de acariciar o palpar el infinito por la gracia de Dios. Como; de pronto; casi al instante sin espacio de tiempo me encuentro en mi nido cósmico observando el presagio espectacular e impresionante de un eclipse. Que esos fenómenos celestes además estén ligados y unidos de manera perenne a los ciclos de la vida y de la naturaleza en su totalidad. Sí. Tal vez entre nosotros podemos conocer cómo se produce el portento de un eclipse. La tierra que hace sombra sobre la luna o la luna que se mete entre el sol y la tierra. Pero el milagro celeste y espacial que se vislumbra desde lo alto es colosal. El suceso astronómico y galáctico es como una rueda hacia la eternidad. Si antes de Cristo se podía prever su existencia y la de otros astros como puntos de medición revelados por los reyes magos en los meses de luna llena en búsqueda del Señor; como tratar de entender que este pájaro soñador los pueda ver y observar en todo su esplendor y magnificencia. Seguramente, Muchos hemos dibujado a los satélites de Júpiter en una cartulina en clase de geografía. Parecen las bolitas que los changos de antes en las calles de polvo y tierra usaban para sacarla del hoyuelo hecho a mano con un dedo en donde había que embocar. Tal vez eran tiempos olvidados en donde la gente, la sociedad y el mundo se preocupaban por lo que sucedía en los planos superiores. Momentos de la historia en donde también a Galileo se le ocurrió mirar las estrellas y se encontró con lo asombroso y transcendental. Se tropezó también por obra del destino con lo que desde mi nido sideral puedo hoy de sol a sol contemplar y admirar. El físico y astrónomo Italiano tal vez observó en noches de insomnio, mirando el cielo absorto como esos bonitos satélites giraban en torno al poderoso Júpiter. Con el tiempo astrónomos y científicos aventurándose con la mitología, la literatura y la poesía fueron cambiándole los nombres para no exasperar al rey de todos los dioses del olimpo. Desde ese eterno espacio maravillado por su inmensidad, no dejo de pensar en la indiscreción e impertinencia de este Galileo. Se le dio además de mirar el cielo por espiar y curiosear nada más que al padre Zeus, dios supremo de los griegos y equivalente romano de júpiter. Este titán del olimpo de figura impotente y majestuosa que explotaba la fuerza de los cielos, la lluvia, la nieve el granizo y la tormenta fue incomodado por un simple observador , ciego , rechazado por la iglesia y confinado a prisión . Si el que descubrió las cuatro lunas de Júpiter provocó y desafió a quien con su rayo y oscureciendo los cielos como un águila se encontraba escanciando y vertiendo licores rodeado de sus amantes predilectas. Desde mi morada cósmica privilegiada bajo el cielo estrellado este pájaro soñador corrobora una vez más la obra suprema de una perfecta, armoniosa y bella estabilidad. Este universo que representa lo inmutable lo supremo, que responde a un plan eterno y orden perfecto me sido revelado tal vez como un don carismático en que días vendrá en lo que hoy es misterio será puesto a luz.
“…Volando por la Eternidad…
Por JORGE BERNABE LOBO ARAGON
Que las mayores luminarias del cielo, el sol o la luna, de pronto desaparezcan o cambien de lugar con tanta naturalidad, son acontecimientos fascinantes que nos indican sobre el misterio insondable de la creación. Este pez volador, mote especial con el que últimamente se me bautizó por mis atributos de surcar los vientos y mares; en una bilocación constante ha visto en cuerpo y alma la maravilla del firmamento eternal. Muchos interpretarán que son visiones entre sueños que se presentan en mi imaginación. No obstantes mis observaciones y escritos van demostrando en el tiempo que mis alteraciones y desplazamientos astrales son fruto de algo superior y seráfico. Pocos pueden comprender el privilegio divino de acariciar o palpar el infinito por la gracia de Dios. Como; de pronto; casi al instante sin espacio de tiempo me encuentro en mi nido cósmico observando el presagio espectacular e impresionante de un eclipse. Que esos fenómenos celestes además estén ligados y unidos de manera perenne a los ciclos de la vida y de la naturaleza en su totalidad. Sí. Tal vez entre nosotros podemos conocer cómo se produce el portento de un eclipse. La tierra que hace sombra sobre la luna o la luna que se mete entre el sol y la tierra. Pero el milagro celeste y espacial que se vislumbra desde lo alto es colosal. El suceso astronómico y galáctico es como una rueda hacia la eternidad. Si antes de Cristo se podía prever su existencia y la de otros astros como puntos de medición revelados por los reyes magos en los meses de luna llena en búsqueda del Señor; como tratar de entender que este pájaro soñador los pueda ver y observar en todo su esplendor y magnificencia. Seguramente, Muchos hemos dibujado a los satélites de Júpiter en una cartulina en clase de geografía. Parecen las bolitas que los changos de antes en las calles de polvo y tierra usaban para sacarla del hoyuelo hecho a mano con un dedo en donde había que embocar. Tal vez eran tiempos olvidados en donde la gente, la sociedad y el mundo se preocupaban por lo que sucedía en los planos superiores. Momentos de la historia en donde también a Galileo se le ocurrió mirar las estrellas y se encontró con lo asombroso y transcendental. Se tropezó también por obra del destino con lo que desde mi nido sideral puedo hoy de sol a sol contemplar y admirar. El físico y astrónomo Italiano tal vez observó en noches de insomnio, mirando el cielo absorto como esos bonitos satélites giraban en torno al poderoso Júpiter. Con el tiempo astrónomos y científicos aventurándose con la mitología, la literatura y la poesía fueron cambiándole los nombres para no exasperar al rey de todos los dioses del olimpo. Desde ese eterno espacio maravillado por su inmensidad, no dejo de pensar en la indiscreción e impertinencia de este Galileo. Se le dio además de mirar el cielo por espiar y curiosear nada más que al padre Zeus, dios supremo de los griegos y equivalente romano de júpiter. Este titán del olimpo de figura impotente y majestuosa que explotaba la fuerza de los cielos, la lluvia, la nieve el granizo y la tormenta fue incomodado por un simple observador , ciego , rechazado por la iglesia y confinado a prisión . Si el que descubrió las cuatro lunas de Júpiter provocó y desafió a quien con su rayo y oscureciendo los cielos como un águila se encontraba escanciando y vertiendo licores rodeado de sus amantes predilectas. Desde mi morada cósmica privilegiada bajo el cielo estrellado este pájaro soñador corrobora una vez más la obra suprema de una perfecta, armoniosa y bella estabilidad. Este universo que representa lo inmutable lo supremo, que responde a un plan eterno y orden perfecto me sido revelado tal vez como un don carismático en que días vendrá en lo que hoy es misterio será puesto a luz.
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