A mis doce años Frederick Forsyth era William Shakespeare. Solo mencionando los títulos en el orden en que los leí, y no en el turno en que fueron publicados, Los Perros de la Guerra, Los Archivos de Odessa y El Día del Chacal (Aún hoy una fabulosa novela, que hubiera sido más si -cambiando el curso de la historia- Forsyth hubiera asesinado a De Gaulle) eran dulces licores para mis ojos. Al final del día, Shannon o Peterkin Miller eran tan importantes como mis héroes deportivos. Luego, con una La Alternativa del Diablo tan llena de referencias y particularidades económicas, confieso que le perdí el rastro. Pero ningún autor de espionaje político me atrapó para darle una nueva oportunidad (A pesar de esporádicas lecturas, como El Fantasma de Manhattan o El Afgano, las que debí obligarme a terminar). O cambié. Descubrir no ficción y autores como Russell, Hitchens o Chomsky -tan iguales, tan distintos- abrió un abanico que mostraba que, sin importar la ideología, buenas ideas son buenas ideas. De todas maneras, hay una enorme diferencia entre una novela y un tratado o un ensayo, o una biografía o una entrevista. El Problema del Terrorismo es una hipótesis, una pregunta y una respuesta en suspenso. Si el Terrorismo es un problema o no (Al no tener solución) es el eje de las tribulaciones de Españadero y si bien no es Woody Allen -que, al no encontrarle significado a la vida, se dedica a hacer geniales bromas al respecto- el autor atrapa concediendo presencia a lo no excepcional y lo no excepcional es el comportamiento humano. Si todos -como generalmente decimos- somos tan buenos, tan honestos, tan compasivos, tan humanitarios (ese yo-yo interno que funciona como el mejor reloj suizo) no necesitaríamos de autoridades, de recolectores de impuestos y viviríamos despojados de la eterna inseguridad. La gran falla de Karl Marx y su idea romántica es que no todos somos iguales. Proclamamos que tenemos los mismos derechos, pero somos diferentes. Creemos en la paz, pero no somos pacíficos. Apreciamos nuestra vida y la de los nuestros, pero no las vidas de otros. Aplaudimos a quien nos dice lo que queremos escuchar, mientras nos pone un pie en el cuello. ¿Cuántas veces condenamos al terrorismo o al narcotráfico y vivimos en países que constantemente pisotean sus leyes, sus códigos, sus Cartas Magnas?
Algunas frases emanadas por Maquiavelo (“es más seguro ser temido que amado”) o atribuidas al gran Thomas Jefferson (“el árbol de la libertad debe ser regado con la sangre de los patriotas y de los tiranos”) pueden ser dirigidas tanto a terroristas como a estadistas, dictadores o empresarios. Se debe ser cuidadoso con el contexto. Ha habido Terrorismo desde el comienzo de los tiempos y se han creado, escrito y vociferado incontables soluciones. Todas ellas expresiones de deseo. En nuestro tiempo, las Naciones Unidas han comprometido comisiones, politólogos y filósofos en busca de la piedra fundamental, y los resultados están a la vista. No han pasado doscientos años del fin de la segregación en Estados Unidos de América y aún no nos hemos dado cuenta de lo mal que se ha tratado a los esclavos. Pasarán otros doscientos para que aún no nos demos cuenta del daño infligido a los animales o al medio ambiente. Nunca, de la pena ocasionada a nuestros vecinos. Españadero lucha por salir de este laberinto irrespirable y lo consigue al localizar que el Terrorismo es uno solo, pero son varias sus caras. El mejor ejemplo es su pasaje sobre Kofi Annan y sus ideas para combatir este problema. Pero Annan mismo se convirtió -en Ruanda- en un terrorista al ignorar los informes desgarradores del Coronel Dallaire, quien estaba en las puertas del infierno, con su reporte de inteligencia fehacientemente comprobado. Hoy los resultados de la historia lo verifican.
Españadero es incansable y despliega con complicada simpleza los diferentes departamentos del Terrorismo. Así sea por ideales, fanatismo o ignorancia, es una adicción a la violencia que nadie puede curar, ni siquiera con los años. Pero esas ideas sobreviven y como la criatura de la película Alien, se desarrollan en el vientre y explotan en el momento menos pensado. Al señalar la naturaleza de sus opiniones, Carlos Españadero puede comprender al terrorista y sus motivos, no al Terrorismo y a sus acciones. En un acto de Terror no hay -como bien diría el General Heriberto J. Auel- “Caballeros de la Guerra”.
El Napoleón y el Bola de Nieve de George Orwell vivían en la misma casa. Se puede estar en desacuerdo con el segundo, pero no es posible no temer al primero. Es como las muertes buenas y las muertes malas de las que habla Españadero. Los nazis contra los judíos, Stalin contra su propia gente, Estados Unidos y el incidente en Timor del Este. ¿Cuál es el verdadero bien en el sacrificio de unos pocos en beneficio de muchos?
Antes señalado, la concepción y ejecución de este notable trabajo va a dejar un montón de preguntas con múltiples opciones de respuestas. No hace apología del Terrorismo, pero si comprende su origen y sus motivaciones, aunque no las comparta, y si habla de los Estados que no analizan esas génesis y en oportunidades actúan como sus enemigos. La mesa de la controversia está servida. Solo faltan comensales que se atrevan a probar el primer bocado.
Los Servidores Públicos secuestran el derecho a la palabra o como castrarla.
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El problema de la libertad de expresión suele estar mal proferido. No hay solo un derecho de la persona a hablar, sino un derecho de los demás a escuchar. Esto debe ser interpretado con cuidado. No soy comunista, pero no por ello me privé de la satisfacción de leer El Capital de Marx, El Manifiesto Comunista del mismo autor y Engels o biografías tendenciosas u objetivas de Castro o Mao. Mi libertad sin prejuicios de escuchar Yo tengo un sueño, pronunciado por el reverendo King o El Primer Discurso de Hitler como Canciller, chaplinescamente interpretado en febrero de 1933. Luego si, discutiremos admiración o monstruosidades.
Cuando comienzan las prohibiciones el resultado es importante. Cambia la historia privada de los ciudadanos. De hecho, tomemos el ejemplo de cuándo los gobiernos censuran los medios de comunicación. Es un temor de los políticos. No es lo que los periodistas escriben sino lo que los lectores leen. En Camboya, por ejemplo, los periódicos de habla inglesa tienen carta blanca y pueden escribir prácticamente lo que quieren sobre el gobierno y la política porque, según las estimaciones de los mandatarios, pocos camboyanos leen estas publicaciones. La prensa de lengua khmer no goza de tal libertad. Esa libertad que deberíamos -equivocados o no- tener todos. La libertad para dudar la existencia del Rey David sin ser acusado de blasfemo, la rebeldía de descreer que Mohamed ascendió a los cielos en un caballo alado sin que un musulmán ponga precio a mi cabeza, la autonomía para pensar que Lee Harvey Oswald actuó solo, el albedrío de exponer que no hubo treinta mil desaparecidos en Argentina.
Salman Rushdie tiene dos frases maravillosas. Una señala que Uno de los problemas con defender la libertad de expresión es que a menudo tienes que defender personas que opinas son indignantes, desagradables y repugnantes. Es decir, sin estar de acuerdo, debemos respetar los pensamientos de Cecilia Moreau o Nilda Garré, impulsoras de cortar -precisamente- la libertad de expresión. Sin ser un contrasentido, es desfilar en un laberinto falto de oxígeno. El segundo de sus enunciados nos da más aire: “La libertad de expresión es un bien escaso. Sería terrible dejar a los fanáticos marcar los límites”. Es decir, la autorización para atacar malas ideas.
Cuando Garré o Moreau prohíben un pensamiento distinto a sus conveniencias, afectan a la sociedad toda. Allí comienzan los problemas y se divisan sus consecuencias. El ciudadano está siendo castigado por tener una mente propia. John Stuart Mills en su excelente trabajo Sobre la Libertad, subrayaba la imperiosa urgencia de que la sociedad respetara la libertad de expresión ya que ello permite tomar conciencia y un concomitante comportamiento de sus integrantes con el fin de entender la verdad, la opinión sobre la verdad y el sano debate.
Los ciudadanos de Corea del Norte viven en el territorio más censurado del planeta. No hay periodismo independiente, internet ha sido bloqueada y las repetidoras de televisión extranjeras no tienen espacio allí. El gobierno de Kim Jong-un tiene el control de la información y su propaganda tiene ejemplos tales como documentales que muestran la existencia en Occidente setenta años atrás como si fuera actual, para pregonar un retraso u ocaso de su sistema de vida. Burma, Turkmenistán, Guinea Ecuatorial y Libia respiran el mismo clima de opresión. Eritrea, Cuba, Uzbekistán, Venezuela, Siria y Bielorrusia -como observará, todos países súper desarrollados– sufren estos sistemas asfixiantes. Todo comenzó con una prohibición como las que proponen las legisladoras Moreau y Garré, apoyadas por algunos jueces federales, quienes deberían ser los primeros en defendernos de estas imposiciones totalitarias. La gente en estos países mencionados está prácticamente aislada del resto del mundo por gobernantes autoritarios que acosan a quienes consideran sus súbditos y mantienen un control sobre ellos a través del miedo, la intimidación y claro, leyes restrictivas.
Ahora, si esto es lo que la sociedad quiere, podemos mirar a esa amada Cuba. La Constitución cubana otorga al Partido Comunista el derecho de controlar la prensa; Reconoce “la libertad de expresión y la prensa de acuerdo con los objetivos de la sociedad socialista”. El gobierno posee y controla todos los medios de comunicación y restringe el acceso a Internet. Se transmiten cuatro canales de televisión, dos agencias de noticias, decenas de estaciones de radio, al menos cuatro sitios web de noticias y tres periódicos principales que representan las opiniones del Partido Comunista y otras organizaciones de masas controladas por el gobierno. Los medios de comunicación operan bajo el ojo celoso del Departamento de Orientación Revolucionaria del Partido Comunista, que desarrolla y coordina estrategias de propaganda. Cuba sigue siendo uno de los principales carceleros mundiales de periodistas, después de China, con reporteros independientes tras las rejas. Aquellos que tratan de trabajar como periodistas independientes son acosados, detenidos, amenazados con procesamiento o encarcelamiento, o se les prohíbe viajar. Un pequeño número de corresponsales extranjeros informan desde y sobre La Habana, pero los cubanos no ven sus informes. Informes que no vemos nosotros, ya que el gobierno, a través del extraño agente Claudio Avruj -quién se adjudica saber qué es lo mejor para el pueblo- esconde importantes datos sobre las personas beneficiadas por retribuciones económicas a familiares de desaparecidos durante el último gobierno de facto. ¿Por qué no se puede hablar de esto? Y aquí retomamos la discrepancia sobre el número de víctimas. Usted dirá que treinta mil es un símbolo. Yo diré que es una herramienta para seguir arrestando y enjuiciando gente gracias a esos veintidós mil o más amigos imaginarios cuyos nombres sin familiares, ni amistades, son desconocidos. ¿Por qué Garré y Moreau quieren imponer estas restricciones? Porque el miedo domina a los pueblos, estos -que en China o Cuba- deben profesar su pasión por el comunismo, mientras sus dirigentes -como Garré o Moreau- viven rodeados de toda clase de privilegios.
La “juventud maravillosa” devenida hoy en “adultos mayores que no renuncian al poder”, no solo fueron capaces de asesinar, realizar secuestros extorsivos, robar bancos y armas a vigilantes solitarios, sino mostraron una poderosa facultad para dar vuelta las palabras.
Hay que reconocer que fueron buenos alumnos de sus maestros marxistas. Ya Marx demostró estas habilidades cuando le dio vuelta a la famosa triada de Hegel, terminando con la original conclusión que en realidad Hegel podía entender la dialéctica, cuando “patas para arriba” y apoyado sobre su cabeza como si fueran sus pies, quería aplicarla.
Incluso cuando Proudhon se permitió criticar a Marx, escribiendo “la filosofía de la miseria”, atentamente Marx escribió otro libro de respuesta titulado “La miseria de la filosofía”.
Pero sus sucesores no quedaron atrás de esta costumbre. Mao Tse Tung, mejoró la definición de von Clausewitz, cuando dijo que “la guerra es la prosecución de la paz por otros medios” y ocurrente mente la contrapuso a su definición “la paz es la prosecución de la guerra por otros medios” Y era muy acertada, porque para el líder chino, siempre se estaba en guerra.
No quedan a la zaga los sucesores europeos, pero dado que esto es una nota salto a “nuestros héroes, famélicos de poder”
Cuando su gesta, lanzaron a la palestra que eran guerrilleros. Y nuestros y aliados, así lo aceptaron. Claro olvidaban que en las convenciones de Ginebra los calificaba de “partisanos”. Y esto no era baladí. Porque estas normas internacionales sostenían que a los partisanos se los ultimaba en el lugar donde se encontraban. Ud. observará que con estos “enemigos” las palabras pesaban. Para peor en nuestro campo algunos prefirieron llamarlos “oponentes” en lugar de “enemigos”.
Y esto les permitió cambiar palabras y significados. A los asesinatos los llamaron “ajusticiamientos”, a los “robos”, “recuperaciones”, a los secuestros “justicia popular”, a los secuestros extorsivos, “expropiaciones”. Y llegaron tan bien que lograron incorporarlos al lenguaje de especialistas, que difundian con esa palabra los graves delitos que cometían para alcanzar sus objetivos terroristas.
Pero saltemos a la “post guerra”. Se volvieron locos, cuando escucharon incluso de su bando que desarrollaban una teoría de los “dos demonios”. Esto era inaceptable. El único demonio es el que luchó y obligó a morder el polvo de su derrota militar. Claro yo diría que sería la primera guerra donde solo hay un demonio o a lo más dos o un poco más. La guerra es en sí misma demoníaca. Es como si la lucha quedara en manos de innumerables demonios.
Pero en su astucia, percibieron que su epopeya cruenta no daría buenos dividendos, si materializaban su venganza con sus procedimientos terroristas. Entonces se buscó aniquilar gubernamentalmente a las FFAA y a las FFSS. por un lado y por el otro presentarse como los jóvenes heroicos que con altruismo jugaron su vida contra la dictadura (que yo llamo tiranía). Claro omitían que ellos venían asesinando desde 1970, y el gobierno militar ocupó el poder en 1976. Total ¡que son 6 años de crímenes impunes, sobre 12 que técnicamente duró la guerra!
Y ya en 1983, comenzaron a publicitar la palabra genocidio. No funcionaba bien. Hasta que el kichnerismo descubrió la palabra “lesa humanidad”.
Hoy convencieron, que los delitos de “lesa humanidad” definidos claramente en el “estatuto de Roma”, son de goma. Su razonamiento era que si ellos eran la juventud maravillosa que se jugó la vida desde 1976, todos los que lucharon contra ella, del modo que fuera, cometieron delitos de lesa humanidad. No tenían en cuenta los crímenes cometidos por ellos entre 1970 y 1976, que fueron desde magnicidios, a asesinatos a humildes vigilantes para robarle el arma a costa de la vida de éstos. Y tratando de hacer olvidar que la fuga de Rawson fue un hecho sin precedentes, en la historia del terrorismo, así como el ataque a cuarteles militares, o las bombas a organismos de seguridad como fue el caso de Seguridad Federal, del Ministerio de Defensa y la jefatura de Policía de la provincia de Buenos Aires.
Dado que mi intención es no hacer un extenso documento, daré algunos enunciados que permitan interpretar lo que afirmo. El estatuto de Roma en su artículo 7, establece, que son crimen de lesa humanidad, el asesinato, el exterminio, la esclavitud, la deportación o traslado forzoso de población, encarcelación o privación grave de la libertad física, tortura, desaparición forzada de personas, el apartheid u otros actos inhumanos que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten contra la salud física o mental. Pero no es delito haber luchado en ese momento, en su puesto de combate, mientras simultáneamente otro integrante del propio bando cometía estos delitos.
Claro que los que lo escribieron, generalmente hombres de derecho, no se les ocurrió, que todos los efectivos cometían delitos de lesa humanidad por el solo hecho de haber combatido con los que no cumplían este Estatuto.
Y en esto no detallo la inaplicabilidad de leyes internacionales que en el momento no existían, sobre delitos que estaban prescriptos. Ni la irrazonable discusión sobre que el Gobierno era el único que cometía estos delitos., cuando no se afirma en estas leyes la exclusividad de las autorías, sino la alevosía de las acciones que incluso pueden ser vigentes para tiempos de paz.
Pero estos inspirados luchadores presionaron a los jueces con la idea que el hecho de haber pertenecido a la fuerza que los combatían, los hace imputables como delincuentes de lesa humanidad. Y para ello, basta comprobar que estaba incorporado a la fuerza cuestionada. Por lo tanto si Ud. integró una fuerza, por este solo hecho ha cometido delito de lesa humanidad. En una palabra, todos los que lucharon contra ellos, son delincuentes de lesa humanidad, aunque su puesto de combate fuera ser cocinero. No dude que es un planteo inteligente. Puede exterminar a toda un Ejército del cabo más joven al general más viejo. Todos son delincuentes de lesa humanidad. No necesita más prueba que el legajo personal. Y convencieron a la población que de existir esos delitos no están prescriptos, avasallando la Constitución Nacional.
Pero no es suficiente. Hoy descubrimos que el empleo de una fuerza militar, o policial comete un grave crimen si planifica las operaciones, acorde a los reglamentos y protocolos que correspondan.
Y esto me ocasionó un montón de dudas. No conozco operación en que intervenga una fuerza militar que no sea sistemáticamente planeada. Puede haber alguna, pero producto de la impericia del que está al mando.
¿Es deseable, que un jefe militar, que tiene subordinado personal, a los que lleva al combate, generalmente con riesgo de vida lo haga “alegremente”, sin preparar un plan en forma sistemática?
Y curiosamente he ido a ver el diccionario. ¿Qué es sistemático? Y he aquí lo que encontré:
1. Que sigue o se ajusta a un sistema metódico
2. Se refiere a la persona que actúa según un sistema metódico
Se dice de la persona que procede por principios.
p. ext.Conjunto de hechos, datos o métodos erigidos en sistema o que proceden de un sistema.[1]
que se ajusta a un conjunto organizado de reglas.
persona que desarrollauna acción de manera ordenada.
que se realiza de manera regularuna revisión sistemática del funcionamiento de sus máquinas.
Y puesto en estos términos, en lo que hace al Ejército, debo reconocer que las acciones, cuando no fueron por ataques sorpresivos de los terroristas, se prepararon en función de los reglamentos específicos que son las reglas, y mediante el trabajo sistemáticamente estudiado por los integrantes de las respectivas planas mayores y estados mayores de la fuerza considerada. En ese sentido surgen las tácticas y las estrategias.
Claro que me deja más tranquilo saber que dos legisladoras de la Nación considerarán delito el trabajo metódico y sistemático de una fuerza, para una operación contraterrorista.
En mi opinión es una confusión de las legisladoras entre los métodos y los fines. Pero si llegan a promulgar una ley de esta naturaleza, sería conveniente cerrar la Escuela Superior de Guerra y la Escuela de Inteligencia del Ejército Argentino. Todos irían presos. Total seremos espontáneamente creativos ante el enemigo. Y tendríamos que pensar en llevar a la Justicia a Belgrano y San Martín.
Otra opinión que me resultó interesante, es que la Justicia ha dictaminado que la guerra civil de los 70, no fue guerra civil, y a la vez, que ha dado su interpretación histórica de esta tragedia que asoló a nuestro país, como si fuera una condena inapelable.
Realmente me sorprende saber, que los jueces que han intervenido en el plan de exterminio de los Kirchner contra los hoy presos políticos; tengan profundos conocimientos sobre la metodología historiográfica para imponer a la nación la historia de ella en el momento de ese proceso. Hoy será delito no pensar como ellos. Y más me sorprende que quienes tuvieron carencia jurídica o carencia ética para juzgar acorde al derecho, nos deslumbren hoy, con una capacidad impensada en el campo de la historia.
LA CAPTURA DEL DETALLE. Un pantallazo al libro EL PROBLEMA DEL TERRORISMO de Carlos Españadero
A mis doce años Frederick Forsyth era William Shakespeare. Solo mencionando los títulos en el orden en que los leí, y no en el turno en que fueron publicados, Los Perros de la Guerra, Los Archivos de Odessa y El Día del Chacal (Aún hoy una fabulosa novela, que hubiera sido más si -cambiando el curso de la historia- Forsyth hubiera asesinado a De Gaulle) eran dulces licores para mis ojos. Al final del día, Shannon o Peterkin Miller eran tan importantes como mis héroes deportivos. Luego, con una La Alternativa del Diablo tan llena de referencias y particularidades económicas, confieso que le perdí el rastro. Pero ningún autor de espionaje político me atrapó para darle una nueva oportunidad (A pesar de esporádicas lecturas, como El Fantasma de Manhattan o El Afgano, las que debí obligarme a terminar). O cambié. Descubrir no ficción y autores como Russell, Hitchens o Chomsky -tan iguales, tan distintos- abrió un abanico que mostraba que, sin importar la ideología, buenas ideas son buenas ideas. De todas maneras, hay una enorme diferencia entre una novela y un tratado o un ensayo, o una biografía o una entrevista. El Problema del Terrorismo es una hipótesis, una pregunta y una respuesta en suspenso. Si el Terrorismo es un problema o no (Al no tener solución) es el eje de las tribulaciones de Españadero y si bien no es Woody Allen -que, al no encontrarle significado a la vida, se dedica a hacer geniales bromas al respecto- el autor atrapa concediendo presencia a lo no excepcional y lo no excepcional es el comportamiento humano. Si todos -como generalmente decimos- somos tan buenos, tan honestos, tan compasivos, tan humanitarios (ese yo-yo interno que funciona como el mejor reloj suizo) no necesitaríamos de autoridades, de recolectores de impuestos y viviríamos despojados de la eterna inseguridad. La gran falla de Karl Marx y su idea romántica es que no todos somos iguales. Proclamamos que tenemos los mismos derechos, pero somos diferentes. Creemos en la paz, pero no somos pacíficos. Apreciamos nuestra vida y la de los nuestros, pero no las vidas de otros. Aplaudimos a quien nos dice lo que queremos escuchar, mientras nos pone un pie en el cuello. ¿Cuántas veces condenamos al terrorismo o al narcotráfico y vivimos en países que constantemente pisotean sus leyes, sus códigos, sus Cartas Magnas?
Algunas frases emanadas por Maquiavelo (“es más seguro ser temido que amado”) o atribuidas al gran Thomas Jefferson (“el árbol de la libertad debe ser regado con la sangre de los patriotas y de los tiranos”) pueden ser dirigidas tanto a terroristas como a estadistas, dictadores o empresarios. Se debe ser cuidadoso con el contexto. Ha habido Terrorismo desde el comienzo de los tiempos y se han creado, escrito y vociferado incontables soluciones. Todas ellas expresiones de deseo. En nuestro tiempo, las Naciones Unidas han comprometido comisiones, politólogos y filósofos en busca de la piedra fundamental, y los resultados están a la vista. No han pasado doscientos años del fin de la segregación en Estados Unidos de América y aún no nos hemos dado cuenta de lo mal que se ha tratado a los esclavos. Pasarán otros doscientos para que aún no nos demos cuenta del daño infligido a los animales o al medio ambiente. Nunca, de la pena ocasionada a nuestros vecinos. Españadero lucha por salir de este laberinto irrespirable y lo consigue al localizar que el Terrorismo es uno solo, pero son varias sus caras. El mejor ejemplo es su pasaje sobre Kofi Annan y sus ideas para combatir este problema. Pero Annan mismo se convirtió -en Ruanda- en un terrorista al ignorar los informes desgarradores del Coronel Dallaire, quien estaba en las puertas del infierno, con su reporte de inteligencia fehacientemente comprobado. Hoy los resultados de la historia lo verifican.
Españadero es incansable y despliega con complicada simpleza los diferentes departamentos del Terrorismo. Así sea por ideales, fanatismo o ignorancia, es una adicción a la violencia que nadie puede curar, ni siquiera con los años. Pero esas ideas sobreviven y como la criatura de la película Alien, se desarrollan en el vientre y explotan en el momento menos pensado. Al señalar la naturaleza de sus opiniones, Carlos Españadero puede comprender al terrorista y sus motivos, no al Terrorismo y a sus acciones. En un acto de Terror no hay -como bien diría el General Heriberto J. Auel- “Caballeros de la Guerra”.
El Napoleón y el Bola de Nieve de George Orwell vivían en la misma casa. Se puede estar en desacuerdo con el segundo, pero no es posible no temer al primero. Es como las muertes buenas y las muertes malas de las que habla Españadero. Los nazis contra los judíos, Stalin contra su propia gente, Estados Unidos y el incidente en Timor del Este. ¿Cuál es el verdadero bien en el sacrificio de unos pocos en beneficio de muchos?
Antes señalado, la concepción y ejecución de este notable trabajo va a dejar un montón de preguntas con múltiples opciones de respuestas. No hace apología del Terrorismo, pero si comprende su origen y sus motivaciones, aunque no las comparta, y si habla de los Estados que no analizan esas génesis y en oportunidades actúan como sus enemigos. La mesa de la controversia está servida. Solo faltan comensales que se atrevan a probar el primer bocado.
Fabian Kussman
email@PrisioneroEnArgentina.com
www.PrisioneroEnArgentina.com
@FabianKussman
Mayo 4, 2017
Bárbaros en Nuestras Puertas
Escribe Fabian Kussman.
Los Servidores Públicos secuestran el derecho a la palabra o como castrarla.
El problema de la libertad de expresión suele estar mal proferido. No hay solo un derecho de la persona a hablar, sino un derecho de los demás a escuchar. Esto debe ser interpretado con cuidado. No soy comunista, pero no por ello me privé de la satisfacción de leer El Capital de Marx, El Manifiesto Comunista del mismo autor y Engels o biografías tendenciosas u objetivas de Castro o Mao. Mi libertad sin prejuicios de escuchar Yo tengo un sueño, pronunciado por el reverendo King o El Primer Discurso de Hitler como Canciller, chaplinescamente interpretado en febrero de 1933. Luego si, discutiremos admiración o monstruosidades.
Cuando comienzan las prohibiciones el resultado es importante. Cambia la historia privada de los ciudadanos. De hecho, tomemos el ejemplo de cuándo los gobiernos censuran los medios de comunicación. Es un temor de los políticos. No es lo que los periodistas escriben sino lo que los lectores leen. En Camboya, por ejemplo, los periódicos de habla inglesa tienen carta blanca y pueden escribir prácticamente lo que quieren sobre el gobierno y la política porque, según las estimaciones de los mandatarios, pocos camboyanos leen estas publicaciones. La prensa de lengua khmer no goza de tal libertad. Esa libertad que deberíamos -equivocados o no- tener todos. La libertad para dudar la existencia del Rey David sin ser acusado de blasfemo, la rebeldía de descreer que Mohamed ascendió a los cielos en un caballo alado sin que un musulmán ponga precio a mi cabeza, la autonomía para pensar que Lee Harvey Oswald actuó solo, el albedrío de exponer que no hubo treinta mil desaparecidos en Argentina.
Salman Rushdie tiene dos frases maravillosas. Una señala que Uno de los problemas con defender la libertad de expresión es que a menudo tienes que defender personas que opinas son indignantes, desagradables y repugnantes. Es decir, sin estar de acuerdo, debemos respetar los pensamientos de Cecilia Moreau o Nilda Garré, impulsoras de cortar -precisamente- la libertad de expresión. Sin ser un contrasentido, es desfilar en un laberinto falto de oxígeno. El segundo de sus enunciados nos da más aire: “La libertad de expresión es un bien escaso. Sería terrible dejar a los fanáticos marcar los límites”. Es decir, la autorización para atacar malas ideas.
Cuando Garré o Moreau prohíben un pensamiento distinto a sus conveniencias, afectan a la sociedad toda. Allí comienzan los problemas y se divisan sus consecuencias. El ciudadano está siendo castigado por tener una mente propia. John Stuart Mills en su excelente trabajo Sobre la Libertad, subrayaba la imperiosa urgencia de que la sociedad respetara la libertad de expresión ya que ello permite tomar conciencia y un concomitante comportamiento de sus integrantes con el fin de entender la verdad, la opinión sobre la verdad y el sano debate.
Los ciudadanos de Corea del Norte viven en el territorio más censurado del planeta. No hay periodismo independiente, internet ha sido bloqueada y las repetidoras de televisión extranjeras no tienen espacio allí. El gobierno de Kim Jong-un tiene el control de la información y su propaganda tiene ejemplos tales como documentales que muestran la existencia en Occidente setenta años atrás como si fuera actual, para pregonar un retraso u ocaso de su sistema de vida. Burma, Turkmenistán, Guinea Ecuatorial y Libia respiran el mismo clima de opresión. Eritrea, Cuba, Uzbekistán, Venezuela, Siria y Bielorrusia -como observará, todos países súper desarrollados– sufren estos sistemas asfixiantes. Todo comenzó con una prohibición como las que proponen las legisladoras Moreau y Garré, apoyadas por algunos jueces federales, quienes deberían ser los primeros en defendernos de estas imposiciones totalitarias. La gente en estos países mencionados está prácticamente aislada del resto del mundo por gobernantes autoritarios que acosan a quienes consideran sus súbditos y mantienen un control sobre ellos a través del miedo, la intimidación y claro, leyes restrictivas.
Ahora, si esto es lo que la sociedad quiere, podemos mirar a esa amada Cuba. La Constitución cubana otorga al Partido Comunista el derecho de controlar la prensa; Reconoce “la libertad de expresión y la prensa de acuerdo con los objetivos de la sociedad socialista”. El gobierno posee y controla todos los medios de comunicación y restringe el acceso a Internet. Se transmiten cuatro canales de televisión, dos agencias de noticias, decenas de estaciones de radio, al menos cuatro sitios web de noticias y tres periódicos principales que representan las opiniones del Partido Comunista y otras organizaciones de masas controladas por el gobierno. Los medios de comunicación operan bajo el ojo celoso del Departamento de Orientación Revolucionaria del Partido Comunista, que desarrolla y coordina estrategias de propaganda. Cuba sigue siendo uno de los principales carceleros mundiales de periodistas, después de China, con reporteros independientes tras las rejas. Aquellos que tratan de trabajar como periodistas independientes son acosados, detenidos, amenazados con procesamiento o encarcelamiento, o se les prohíbe viajar. Un pequeño número de corresponsales extranjeros informan desde y sobre La Habana, pero los cubanos no ven sus informes. Informes que no vemos nosotros, ya que el gobierno, a través del extraño agente Claudio Avruj -quién se adjudica saber qué es lo mejor para el pueblo- esconde importantes datos sobre las personas beneficiadas por retribuciones económicas a familiares de desaparecidos durante el último gobierno de facto. ¿Por qué no se puede hablar de esto? Y aquí retomamos la discrepancia sobre el número de víctimas. Usted dirá que treinta mil es un símbolo. Yo diré que es una herramienta para seguir arrestando y enjuiciando gente gracias a esos veintidós mil o más amigos imaginarios cuyos nombres sin familiares, ni amistades, son desconocidos. ¿Por qué Garré y Moreau quieren imponer estas restricciones? Porque el miedo domina a los pueblos, estos -que en China o Cuba- deben profesar su pasión por el comunismo, mientras sus dirigentes -como Garré o Moreau- viven rodeados de toda clase de privilegios.
Nilda Garré y la libertad de castración.
Fabian Kussman
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 14, 2017
¿SISTEMÁTICO?
Escribe Carlos Españadero.
La “juventud maravillosa” devenida hoy en “adultos mayores que no renuncian al poder”, no solo fueron capaces de asesinar, realizar secuestros extorsivos, robar bancos y armas a vigilantes solitarios, sino mostraron una poderosa facultad para dar vuelta las palabras.
Hay que reconocer que fueron buenos alumnos de sus maestros marxistas. Ya Marx demostró estas habilidades cuando le dio vuelta a la famosa triada de Hegel, terminando con la original conclusión que en realidad Hegel podía entender la dialéctica, cuando “patas para arriba” y apoyado sobre su cabeza como si fueran sus pies, quería aplicarla.
Incluso cuando Proudhon se permitió criticar a Marx, escribiendo “la filosofía de la miseria”, atentamente Marx escribió otro libro de respuesta titulado “La miseria de la filosofía”.
Pero sus sucesores no quedaron atrás de esta costumbre. Mao Tse Tung, mejoró la definición de von Clausewitz, cuando dijo que “la guerra es la prosecución de la paz por otros medios” y ocurrente mente la contrapuso a su definición “la paz es la prosecución de la guerra por otros medios” Y era muy acertada, porque para el líder chino, siempre se estaba en guerra.
No quedan a la zaga los sucesores europeos, pero dado que esto es una nota salto a “nuestros héroes, famélicos de poder”
Cuando su gesta, lanzaron a la palestra que eran guerrilleros. Y nuestros y aliados, así lo aceptaron. Claro olvidaban que en las convenciones de Ginebra los calificaba de “partisanos”. Y esto no era baladí. Porque estas normas internacionales sostenían que a los partisanos se los ultimaba en el lugar donde se encontraban. Ud. observará que con estos “enemigos” las palabras pesaban. Para peor en nuestro campo algunos prefirieron llamarlos “oponentes” en lugar de “enemigos”.
Y esto les permitió cambiar palabras y significados. A los asesinatos los llamaron “ajusticiamientos”, a los “robos”, “recuperaciones”, a los secuestros “justicia popular”, a los secuestros extorsivos, “expropiaciones”. Y llegaron tan bien que lograron incorporarlos al lenguaje de especialistas, que difundian con esa palabra los graves delitos que cometían para alcanzar sus objetivos terroristas.
Pero saltemos a la “post guerra”. Se volvieron locos, cuando escucharon incluso de su bando que desarrollaban una teoría de los “dos demonios”. Esto era inaceptable. El único demonio es el que luchó y obligó a morder el polvo de su derrota militar. Claro yo diría que sería la primera guerra donde solo hay un demonio o a lo más dos o un poco más. La guerra es en sí misma demoníaca. Es como si la lucha quedara en manos de innumerables demonios.
Pero en su astucia, percibieron que su epopeya cruenta no daría buenos dividendos, si materializaban su venganza con sus procedimientos terroristas. Entonces se buscó aniquilar gubernamentalmente a las FFAA y a las FFSS. por un lado y por el otro presentarse como los jóvenes heroicos que con altruismo jugaron su vida contra la dictadura (que yo llamo tiranía). Claro omitían que ellos venían asesinando desde 1970, y el gobierno militar ocupó el poder en 1976. Total ¡que son 6 años de crímenes impunes, sobre 12 que técnicamente duró la guerra!
Y ya en 1983, comenzaron a publicitar la palabra genocidio. No funcionaba bien. Hasta que el kichnerismo descubrió la palabra “lesa humanidad”.
Hoy convencieron, que los delitos de “lesa humanidad” definidos claramente en el “estatuto de Roma”, son de goma. Su razonamiento era que si ellos eran la juventud maravillosa que se jugó la vida desde 1976, todos los que lucharon contra ella, del modo que fuera, cometieron delitos de lesa humanidad. No tenían en cuenta los crímenes cometidos por ellos entre 1970 y 1976, que fueron desde magnicidios, a asesinatos a humildes vigilantes para robarle el arma a costa de la vida de éstos. Y tratando de hacer olvidar que la fuga de Rawson fue un hecho sin precedentes, en la historia del terrorismo, así como el ataque a cuarteles militares, o las bombas a organismos de seguridad como fue el caso de Seguridad Federal, del Ministerio de Defensa y la jefatura de Policía de la provincia de Buenos Aires.
Dado que mi intención es no hacer un extenso documento, daré algunos enunciados que permitan interpretar lo que afirmo. El estatuto de Roma en su artículo 7, establece, que son crimen de lesa humanidad, el asesinato, el exterminio, la esclavitud, la deportación o traslado forzoso de población, encarcelación o privación grave de la libertad física, tortura, desaparición forzada de personas, el apartheid u otros actos inhumanos que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten contra la salud física o mental. Pero no es delito haber luchado en ese momento, en su puesto de combate, mientras simultáneamente otro integrante del propio bando cometía estos delitos.
Claro que los que lo escribieron, generalmente hombres de derecho, no se les ocurrió, que todos los efectivos cometían delitos de lesa humanidad por el solo hecho de haber combatido con los que no cumplían este Estatuto.
Y en esto no detallo la inaplicabilidad de leyes internacionales que en el momento no existían, sobre delitos que estaban prescriptos. Ni la irrazonable discusión sobre que el Gobierno era el único que cometía estos delitos., cuando no se afirma en estas leyes la exclusividad de las autorías, sino la alevosía de las acciones que incluso pueden ser vigentes para tiempos de paz.
Pero estos inspirados luchadores presionaron a los jueces con la idea que el hecho de haber pertenecido a la fuerza que los combatían, los hace imputables como delincuentes de lesa humanidad. Y para ello, basta comprobar que estaba incorporado a la fuerza cuestionada. Por lo tanto si Ud. integró una fuerza, por este solo hecho ha cometido delito de lesa humanidad. En una palabra, todos los que lucharon contra ellos, son delincuentes de lesa humanidad, aunque su puesto de combate fuera ser cocinero. No dude que es un planteo inteligente. Puede exterminar a toda un Ejército del cabo más joven al general más viejo. Todos son delincuentes de lesa humanidad. No necesita más prueba que el legajo personal. Y convencieron a la población que de existir esos delitos no están prescriptos, avasallando la Constitución Nacional.
Pero no es suficiente. Hoy descubrimos que el empleo de una fuerza militar, o policial comete un grave crimen si planifica las operaciones, acorde a los reglamentos y protocolos que correspondan.
Y esto me ocasionó un montón de dudas. No conozco operación en que intervenga una fuerza militar que no sea sistemáticamente planeada. Puede haber alguna, pero producto de la impericia del que está al mando.
¿Es deseable, que un jefe militar, que tiene subordinado personal, a los que lleva al combate, generalmente con riesgo de vida lo haga “alegremente”, sin preparar un plan en forma sistemática?
Y curiosamente he ido a ver el diccionario. ¿Qué es sistemático? Y he aquí lo que encontré:
1. Que sigue o se ajusta a un sistema metódico
2. Se refiere a la persona que actúa según un sistema metódico
Se dice de la persona que procede por principios.
p. ext.Conjunto de hechos, datos o métodos erigidos en sistema o que proceden de un sistema.[1]
que se ajusta a un conjunto organizado de reglas.
persona que desarrollauna acción de manera ordenada.
que se realiza de manera regularuna revisión sistemática del funcionamiento de sus máquinas.
Y puesto en estos términos, en lo que hace al Ejército, debo reconocer que las acciones, cuando no fueron por ataques sorpresivos de los terroristas, se prepararon en función de los reglamentos específicos que son las reglas, y mediante el trabajo sistemáticamente estudiado por los integrantes de las respectivas planas mayores y estados mayores de la fuerza considerada. En ese sentido surgen las tácticas y las estrategias.
Claro que me deja más tranquilo saber que dos legisladoras de la Nación considerarán delito el trabajo metódico y sistemático de una fuerza, para una operación contraterrorista.
En mi opinión es una confusión de las legisladoras entre los métodos y los fines. Pero si llegan a promulgar una ley de esta naturaleza, sería conveniente cerrar la Escuela Superior de Guerra y la Escuela de Inteligencia del Ejército Argentino. Todos irían presos. Total seremos espontáneamente creativos ante el enemigo. Y tendríamos que pensar en llevar a la Justicia a Belgrano y San Martín.
Otra opinión que me resultó interesante, es que la Justicia ha dictaminado que la guerra civil de los 70, no fue guerra civil, y a la vez, que ha dado su interpretación histórica de esta tragedia que asoló a nuestro país, como si fuera una condena inapelable.
Realmente me sorprende saber, que los jueces que han intervenido en el plan de exterminio de los Kirchner contra los hoy presos políticos; tengan profundos conocimientos sobre la metodología historiográfica para imponer a la nación la historia de ella en el momento de ese proceso. Hoy será delito no pensar como ellos. Y más me sorprende que quienes tuvieron carencia jurídica o carencia ética para juzgar acorde al derecho, nos deslumbren hoy, con una capacidad impensada en el campo de la historia.
[1] Diccionario Enciclopédico Vox 1. © 2009 Larousse Editorial, S.L.
Carlos Españadero
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 14, 2017