Macri no tocó el tema de Defensa ni de las Fuerzas Armadas en su último discurso ante la Asamblea Legislativa. Por eso, los argentinos no podemos más que deducir que el jefe de Estado no tiene en mente ninguna misión trascendental sobre estos asuntos
Escribe Emilio Luis Magnaghi
Se puede afirmar que Napoleón Bonaparte fue, prácticamente, el último jefe de Estado en ejercer las funciones combinadas de jefe de Gobierno y de comandante en jefe de sus fuerzas militares en tiempos de guerra.
Solo algunos años más tarde, siguiendo los sabios consejos del genio militar de Moltke, El Viejo, el Kaiser Guillermo aprendió a delegar las tareas del arte de la guerra en hombres especialmente formados al efecto y que conformaron un cuerpo especial de oficiales conocido como el Estado Mayor.
Pronto, mucho lo imitaron y solo fue cuestión de tiempo que el mencionado cuerpo evolucionara hacia los voluminosos Ministerios de Defensa y Estados Mayores Conjuntos de los que hoy disponemos.
Sin embargo, el gusto por lo militar parece haber perdurado en todos ellos sin importarles mucho su ideología. Como en tantas otras cosas, los romanos sentaron cátedra en esta materia y todos sus emperadores fueron recordados en estatuas o bustos que los mostraban en atavíos militares, sin importar si habían ejercido o no el comando de sus legiones.
En nuestros tiempos, por ejemplo, líderes de la izquierda rabiosa como Fidel Castro o Yasser Arafat vistieron durante su vida activa chaquetas militares. También, occidentales, como George Bush hijo no tuvo reparos de anunciar el fin de la guerra en Irak vestido como un piloto naval en la cubierta de un portaaviones de ataque nuclear de su poderosa flota.
Moda cívico-militar que tuvo, incluso en nuestras tierras, sus cultores. Como cuando el presidente Raúl Alfonsín apareció ataviado con la boina de submarinista en la torre del submarino ARA Santa Cruz, gemelo del perdido San Juan.
Dicen que lo que se hereda no se roba y este parece ser el caso del uso de determinados atributos militares por parte de un Presidente de la Nación. No en vano, el inciso 12 del artículo 99 de nuestra Constitución Nacional le otorga, específicamente y sólo a él, el nada despreciable título de: ‘Comandante en Jefe de las FFAA’.
Además, en el inciso 13 del mismo artículo se lee que: ‘Provee los empleos militares de la Nación: con acuerdo del Senado…’
En el 14 que: ‘Dispone de las Fuerzas Armadas, y corre con su organización y distribución según las necesidades de la Nación…’
Por su parte en el 15, tiene la terrible responsabilidad de: ‘Declarar la guerra y ordenar represalias con autorización y aprobación del Congreso.’ Y en el 16: ‘Declarar en estado de sitio uno o varios puntos de la Nación, en caso de ataque exterior y por un término limitado, con acuerdo del Senado.’
Como vemos, son varias y serias las responsabilidades constitucionales del Presidente respecto de las FFAA de la Nación. Y de la síntesis de todas ellas se deduce que tiene que ser el Presidente quien explique y rinda cuentas sobre su política de Defensa en oportunidad de su discurso ante la Asamblea Legislativa (Inc.8 Art. 99, Constitución Nacional).
Sin embargo, no parece ser el caso del ingeniero Mauricio Macri, pues no fue capaz de tocar el tema de la Defensa ni mencionar alguna tarea relevante para las fuerzas que comanda en su último discurso ante la Asamblea Legislativa que no fuera para el triste recuerdo de las 44 vidas militares que se perdieron junto con la tragedia del San Juan.
Al proceder de esta manera, los argentinos no podemos más que deducir que nuestro Presidente no tiene en mente ninguna misión trascendente para sus Fuerzas Armadas.
Creemos que al hacerlo no solo pierde votos entre la denominada familia militar. Más importante, es que condena a la irrelevancia a esa fuerzas. Pero, lo realmente trascendente, desde el punto de vista político, es que desperdicia una increíble capacidad ociosa del Estado que preside.
Ya lo hemos dicho: las Fuerzas Armadas son una megaorganización que dispone de profesionales, equipos y, lo que es más valioso, de una cultura organizacional apta para enfrentar la ejecución de tareas difíciles.
Por ejemplo, ya lo hemos expresado en estas páginas, que a estas fuerzas se les podrían otorgar tareas menores como el hacerse cargo del Plan Belgrano. O subsidiarias como encontrarse a cargo de la gestión de las tareas de mitigación frente a los desastres naturales y las emergencias.
Por supuesto, no habría que olvidar su importante rol, tanto en la Defensa como en la Seguridad de nuestro territorio, sus habitantes, nuestros recursos y nuestra forma de vida. En vez de ir a buscar afuera lo que tenemos en casa, tal como parece ser el caso de la adopción de la estrategia norteamericana en la lucha contra el narcotráfico o la cesión de soberanía que resultará de la custodia de nuestros cielos y de nuestras costas por fuerzas armadas extranjeras durante la cumbre del G-20.
Nos dicen que el ingeniero Macri obra así aconsejado por su gurú, Durán Barba, quien cree, equivocadamente, que sus Fuerzas Armadas son piantavotos. Puede ser que esto sea cierto en algún focus group de la coqueta Capital Federal. Más eso no es cierto, como lo muestran varias encuestas en el interior del país, donde las FFAA son percibidas como la única o entre las más confiables instituciones que tiene la Argentina.
También, podría ser que el ingeniero Macri haga todo esto guiado por la filosofía Zen que lo orienta en su vida. Pues, de ser así, igualmente, comete un error, ya que eran los mismísimos guerreros samurais japoneses los que la practicaban. Quienes comprendieron, lo mismo que tantos líderes políticos, tanto orientales como occidentales, que las fuerzas militares encarnan al cuerpo vivo de una Nación y que no está mal reverenciarlas cada tanto y ejercer efectivamente su conducción.
(*) Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.
Macri no tocó el tema de Defensa ni de las Fuerzas Armadas en su último discurso ante la Asamblea Legislativa. Por eso, los argentinos no podemos más que deducir que el jefe de Estado no tiene en mente ninguna misión trascendental sobre estos asuntos
Escribe Emilio Luis Magnaghi
Se puede afirmar que Napoleón Bonaparte fue, prácticamente, el último jefe de Estado en ejercer las funciones combinadas de jefe de Gobierno y de comandante en jefe de sus fuerzas militares en tiempos de guerra.
Solo algunos años más tarde, siguiendo los sabios consejos del genio militar de Moltke, El Viejo, el Kaiser Guillermo aprendió a delegar las tareas del arte de la guerra en hombres especialmente formados al efecto y que conformaron un cuerpo especial de oficiales conocido como el Estado Mayor.
Pronto, mucho lo imitaron y solo fue cuestión de tiempo que el mencionado cuerpo evolucionara hacia los voluminosos Ministerios de Defensa y Estados Mayores Conjuntos de los que hoy disponemos.
Sin embargo, el gusto por lo militar parece haber perdurado en todos ellos sin importarles mucho su ideología. Como en tantas otras cosas, los romanos sentaron cátedra en esta materia y todos sus emperadores fueron recordados en estatuas o bustos que los mostraban en atavíos militares, sin importar si habían ejercido o no el comando de sus legiones.
En nuestros tiempos, por ejemplo, líderes de la izquierda rabiosa como Fidel Castro o Yasser Arafat vistieron durante su vida activa chaquetas militares. También, occidentales, como George Bush hijo no tuvo reparos de anunciar el fin de la guerra en Irak vestido como un piloto naval en la cubierta de un portaaviones de ataque nuclear de su poderosa flota.
Moda cívico-militar que tuvo, incluso en nuestras tierras, sus cultores. Como cuando el presidente Raúl Alfonsín apareció ataviado con la boina de submarinista en la torre del submarino ARA Santa Cruz, gemelo del perdido San Juan.
Dicen que lo que se hereda no se roba y este parece ser el caso del uso de determinados atributos militares por parte de un Presidente de la Nación. No en vano, el inciso 12 del artículo 99 de nuestra Constitución Nacional le otorga, específicamente y sólo a él, el nada despreciable título de: ‘Comandante en Jefe de las FFAA’.
Además, en el inciso 13 del mismo artículo se lee que: ‘Provee los empleos militares de la Nación: con acuerdo del Senado…’
En el 14 que: ‘Dispone de las Fuerzas Armadas, y corre con su organización y distribución según las necesidades de la Nación…’
Por su parte en el 15, tiene la terrible responsabilidad de: ‘Declarar la guerra y ordenar represalias con autorización y aprobación del Congreso.’ Y en el 16: ‘Declarar en estado de sitio uno o varios puntos de la Nación, en caso de ataque exterior y por un término limitado, con acuerdo del Senado.’
Como vemos, son varias y serias las responsabilidades constitucionales del Presidente respecto de las FFAA de la Nación. Y de la síntesis de todas ellas se deduce que tiene que ser el Presidente quien explique y rinda cuentas sobre su política de Defensa en oportunidad de su discurso ante la Asamblea Legislativa (Inc.8 Art. 99, Constitución Nacional).
Sin embargo, no parece ser el caso del ingeniero Mauricio Macri, pues no fue capaz de tocar el tema de la Defensa ni mencionar alguna tarea relevante para las fuerzas que comanda en su último discurso ante la Asamblea Legislativa que no fuera para el triste recuerdo de las 44 vidas militares que se perdieron junto con la tragedia del San Juan.
Al proceder de esta manera, los argentinos no podemos más que deducir que nuestro Presidente no tiene en mente ninguna misión trascendente para sus Fuerzas Armadas.
Creemos que al hacerlo no solo pierde votos entre la denominada familia militar. Más importante, es que condena a la irrelevancia a esa fuerzas. Pero, lo realmente trascendente, desde el punto de vista político, es que desperdicia una increíble capacidad ociosa del Estado que preside.
Ya lo hemos dicho: las Fuerzas Armadas son una megaorganización que dispone de profesionales, equipos y, lo que es más valioso, de una cultura organizacional apta para enfrentar la ejecución de tareas difíciles.
Por ejemplo, ya lo hemos expresado en estas páginas, que a estas fuerzas se les podrían otorgar tareas menores como el hacerse cargo del Plan Belgrano. O subsidiarias como encontrarse a cargo de la gestión de las tareas de mitigación frente a los desastres naturales y las emergencias.
Por supuesto, no habría que olvidar su importante rol, tanto en la Defensa como en la Seguridad de nuestro territorio, sus habitantes, nuestros recursos y nuestra forma de vida. En vez de ir a buscar afuera lo que tenemos en casa, tal como parece ser el caso de la adopción de la estrategia norteamericana en la lucha contra el narcotráfico o la cesión de soberanía que resultará de la custodia de nuestros cielos y de nuestras costas por fuerzas armadas extranjeras durante la cumbre del G-20.
Nos dicen que el ingeniero Macri obra así aconsejado por su gurú, Durán Barba, quien cree, equivocadamente, que sus Fuerzas Armadas son piantavotos. Puede ser que esto sea cierto en algún focus group de la coqueta Capital Federal. Más eso no es cierto, como lo muestran varias encuestas en el interior del país, donde las FFAA son percibidas como la única o entre las más confiables instituciones que tiene la Argentina.
También, podría ser que el ingeniero Macri haga todo esto guiado por la filosofía Zen que lo orienta en su vida. Pues, de ser así, igualmente, comete un error, ya que eran los mismísimos guerreros samurais japoneses los que la practicaban. Quienes comprendieron, lo mismo que tantos líderes políticos, tanto orientales como occidentales, que las fuerzas militares encarnan al cuerpo vivo de una Nación y que no está mal reverenciarlas cada tanto y ejercer efectivamente su conducción.
(*) Emilio Magnaghi es Director del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa Nacional Santa Romana. Autor de El momento es ahora y El ABC de la Defensa Nacional.
Fuente: http://www.upmac.org.ar/novedades/telefono-para-el-senor-presidente.htm
Colaboración: Cnel. Pedro López
PrisioneroEnArgentina.com
Marzo 15, 2018
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