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  Por Vida Bolt.

Mi tía Eve siempre era la primera en darse cuenta de las cosas. De hecho, ella era a menudo la única que se daba cuenta de las cosas. Ella notaba cosas que ni siquiera estaban allí en primer lugar. Todos pensaban que estaba loca. A decir verdad, la tía Eve estaba loca. Siempre estaba escuchando cosas, viendo cosas, soñando cosas. Una vez pensó que un elefante se estaba tomando una copa de vino y relajándose en la bañera. 

Fonda
Hayden

Había sido secuestrada por extraterrestres, no una, sino seis veces, y por lo general la habían liberado a un lugar donde las aves podían hablar y los cerdos podían volar. Incluso imitaba el sonido de una foca que aleteaba frenéticamente mientras relataba el día que los visitantes del espacio exterior la dejaron libre en una isla solitaria. A Eve le encantaba volar. Una vez voló a Londres, sin avión. Todo era inofensivo y, a pesar de los susurros en el vecindario, proporcionaba un buen servicio para la familia, en tiempos sin televisión por cable, ni internet.

Eve relataba las historias con tanta pasión, dramatismo y animación que incluso sus pretendientes se las creían (o pretendían hacerlo en orden de ganar su corazón, esto nunca fue claro) Si podría describirla mejor, sería una Blanche Dubois de raza negra, pero sin ínfulas de persona importante. A Eve le pasaban cosas, pero nunca tuvo un romance con Napoleón, ni se casó con Alejandro Magno, ni fue pretendida por Giacomo Casanova. Sin embargo, en la vida real, en el día a día, ante nuestros ojos, había caballeros que la invitaban a salir. Eve, una mujer de unos treinta años en aquel entonces, era alta, con unas veinte libras de más, curvilínea, pero no obesa. Sospecho que su interesante busto y prominentes nalgas le daban un atractivo que su cara no podía reclamar. Sin ser fea, el rostro de Eve no era especial.

Cuando su hermana, Josie, se casó y tuvo hijos, nadie mejor para entretener a sus criaturas que la tía Eve. Claro, esta solo fue útil para hacerlos dormir. Al día siguiente los niños atormentaban a sus padres: “Quiero volar como la tía Eve”, “Quiero visitar a los caníbales como la tía Eve”, “Quiero hablar con los marcianos como la tía Eve…”

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A este punto, Zach Bishop, el marido de Josie, comenzó a preocuparse:

“Un día estos niños van a ir al zoológico y perderán un brazo tratando de socializar con los leones…!”

Zach y Josie no querían que sus hijos se tomaran en serio los increíbles cuentos de Eve, o peor aún, que los comentaran a la escuela, pero al mismo tiempo no querían que los niños pensaran que su tía estaba totalmente loca. Era una línea delicada y delgada por la que caminaban casi todos los días.

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El problema actual era que Eve caía de visita al menos una vez a la semana. Raymond y Timothy, los niños, esperaban los fantásticos relatos con ansiedad, y Zach sintió la imperiosa necesidad de esclarecer las cosas:

Bradshaw

“Eve, ¿podrías decirles a los niños que estas historias no son reales?”

“¿De qué estás hablando? Por supuesto, son reales”, contestaría Eve.

Josie trató de hablar con los niños sin decirles que Eve estaba completamente ida, pero señalando que esas historias eran solo sacadas de libros de cuentos. Era una actuación. Nada era cierto, simplemente que Eve los contaba como propios para darle más entretenimiento al asunto. Ellos deberían entender que era ficción, pero bien expresada.

“No es cierto que tía Eve habla con las palomas?”, preguntó Timothy.

“No”

“No es cierto que tía Eve recibe regalos de Barry White?”, preguntó Raymond.

“No”

“No es cierto que conoce África?”

“No…”

Ilustrativo

Mi tía Eve falleció hace una semana y mi madre y sus hermanas fueron hasta su casa a recoger sus pertenecías. Allí encontraron cajas de plástico etiquetadas con el nombre de cada una de ellas. Mi madre, así como sus hermanas, recibieron anillos con valores que fluctuaban entre los 5 y 7 mil dólares. Álbumes de fotos con personalidades artísticas y de visitas a África, Asia, Europa. Una caja de ahorro con 320 mil dólares a repartir entre sus hermanas, cuñados, sobrinos y sobrinas por partes iguales. Incluso mi esposo, Oscar, recibió un balón de football firmado por Terry Bradshaw. Además de dinero, Zach Bishop recibió una revista plastificada con un reportaje a Eve, con ilustraciones que la mostraban con sus brazos abiertos en donde una bandada de pájaros descansaba.

“Nada raro”

O jugando ajedrez con el activista y exesposo de Jane Fonda, Tom Hayden.

“Nada… raro…”

O conversando con nativos del Amazonas.

“Guau…”

O volando con un equipo de JetPack.

 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Marzo 21, 2022


 

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