La trancisión democrática no marcha en la dirección que los tunecinos esperaban, diez años después de la huida a Arabia Saudí del dictador tunecino Zine El Abidine Ben Ali, conocido como Zaba. La decepción de de los ciudadanos de Túnez les lleva a pensar que todo tiempo pasado fue mejor.
El Partido Desturiano Libre (PDL), que hace apología del antiguo régimen sin tapujos, parece capitalizar esta desilusión y los diferentes sondeos sobre intención de voto le dan como vencedor con el 37 % del electorado, muy por delante de su rival histórico, el islamista Ennahda, con el 17 %.
Una gran mayoría dice no tener razón alguna para celebrar este 14 de enero, día nacional de la revolución que conmemora las protestas populares que se expandieron por todo el país para reclamar mejores condiciones de vida y que empujaron al dictador a abandonar el poder tras 23 años al frente.
“No fue una revolución, fue un plan orquestado desde el extranjero a partir de lo ocurrido en Sidi Bouzid. Los jóvenes fueron marionetas de los políticos. Ben Ali no se fue, le echaron”, afirman voces locales.
En cambio, aseguran festejar cada 7 de noviembre, día del golpe de Estado de Ben Ali contra el presidente vitalicio de la República, Habib Bourguiba, que gobernaba desde la independencia del país en 1957.
Para el politólogo y presidente de la ONG Al Bawsala, Selim Kharrat, la decepción emana de un deterioro de los derechos sociales y económicos, “lo que representa un peligro para la democracia porque hace que los tunecinos ya no crean en esa dirección que tomamos hace diez años y no logren ver los frutos del cambio político”.
Recuerda, sin embargo, que el país que ha vivido más de medio siglo de dictaduras, ha logrado grandes logros como la adopción de una constitución progresista en 2014, única en toda la región, y ha organizado seis elecciones libres e independientes. Queda pendiente instaurar una cultura de la transparencia y que los responsables rindan cuentas de sus actos.
El lema revolucionario “pan y dignidad” sigue todavía vigente pero “aunque muchos ciudadanos consideren que antes vivían mejor, no se trata de una nostalgia hacia el régimen dictatorial sino del contexto de seguridad de entonces, tanto en el plano económico con el de la estabilidad política”, explica el responsable.
Por el palacio gubernamental de la Casbah han desfilado un total de diez gobiernos en diez años, mientras las arcas públicas apenas consiguen alimentarse y la deuda pública alcanza el 89 % del PIB.
En este contexto emergen fuerzas populistas a lo largo y ancho del espectro ideológico -desde la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando por los religiosos y los nacionalistas- que “ofrecen un discurso afilado que les distingue de las promesas repetitivas de los discursos políticos clásicos y que ya no logran convencer a los electores”.
El éxito del ascenso del partido Desturiano Libre es una “oferta antiislamista que tiene un gran calado en la sociedad tunecina en la que una franja de la población tiene la visión de erradicar a otra, es decir, que rechaza de manera categórica la existencia de un movimiento político de referencia religiosa”.
Otro de sus reclamos es el personaje mediático creado en torno a su dirigente, Abir Moussi, “muy ruidosa y a veces caótica pero esto atrae mucho más la atención que una oposición racional que se basa en el diálogo constructivo”. Esta abogada de 45 años ha convertido el Parlamento en escenario de sus diatribas contra Ennahda y las redes sociales en su vitrina, desde donde ofrece a diario retransmisiones en directo.
“Son ya diez años de transición, cierto, pero sólo diez años. Desde un punto histórico apenas es una página de la historia y aquellos que se pronuncian ahora sobre el fracaso o el éxito del proceso revolucionario se equivocan”, concluye Kharrat.
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La trancisión democrática no marcha en la dirección que los tunecinos esperaban, diez años después de la huida a Arabia Saudí del dictador tunecino Zine El Abidine Ben Ali, conocido como Zaba. La decepción de de los ciudadanos de Túnez les lleva a pensar que todo tiempo pasado fue mejor.
El Partido Desturiano Libre (PDL), que hace apología del antiguo régimen sin tapujos, parece capitalizar esta desilusión y los diferentes sondeos sobre intención de voto le dan como vencedor con el 37 % del electorado, muy por delante de su rival histórico, el islamista Ennahda, con el 17 %.
Una gran mayoría dice no tener razón alguna para celebrar este 14 de enero, día nacional de la revolución que conmemora las protestas populares que se expandieron por todo el país para reclamar mejores condiciones de vida y que empujaron al dictador a abandonar el poder tras 23 años al frente.
“No fue una revolución, fue un plan orquestado desde el extranjero a partir de lo ocurrido en Sidi Bouzid. Los jóvenes fueron marionetas de los políticos. Ben Ali no se fue, le echaron”, afirman voces locales.
En cambio, aseguran festejar cada 7 de noviembre, día del golpe de Estado de Ben Ali contra el presidente vitalicio de la República, Habib Bourguiba, que gobernaba desde la independencia del país en 1957.
Para el politólogo y presidente de la ONG Al Bawsala, Selim Kharrat, la decepción emana de un deterioro de los derechos sociales y económicos, “lo que representa un peligro para la democracia porque hace que los tunecinos ya no crean en esa dirección que tomamos hace diez años y no logren ver los frutos del cambio político”.
Recuerda, sin embargo, que el país que ha vivido más de medio siglo de dictaduras, ha logrado grandes logros como la adopción de una constitución progresista en 2014, única en toda la región, y ha organizado seis elecciones libres e independientes. Queda pendiente instaurar una cultura de la transparencia y que los responsables rindan cuentas de sus actos.
El lema revolucionario “pan y dignidad” sigue todavía vigente pero “aunque muchos ciudadanos consideren que antes vivían mejor, no se trata de una nostalgia hacia el régimen dictatorial sino del contexto de seguridad de entonces, tanto en el plano económico con el de la estabilidad política”, explica el responsable.
Por el palacio gubernamental de la Casbah han desfilado un total de diez gobiernos en diez años, mientras las arcas públicas apenas consiguen alimentarse y la deuda pública alcanza el 89 % del PIB.
En este contexto emergen fuerzas populistas a lo largo y ancho del espectro ideológico -desde la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando por los religiosos y los nacionalistas- que “ofrecen un discurso afilado que les distingue de las promesas repetitivas de los discursos políticos clásicos y que ya no logran convencer a los electores”.
El éxito del ascenso del partido Desturiano Libre es una “oferta antiislamista que tiene un gran calado en la sociedad tunecina en la que una franja de la población tiene la visión de erradicar a otra, es decir, que rechaza de manera categórica la existencia de un movimiento político de referencia religiosa”.
Otro de sus reclamos es el personaje mediático creado en torno a su dirigente, Abir Moussi, “muy ruidosa y a veces caótica pero esto atrae mucho más la atención que una oposición racional que se basa en el diálogo constructivo”. Esta abogada de 45 años ha convertido el Parlamento en escenario de sus diatribas contra Ennahda y las redes sociales en su vitrina, desde donde ofrece a diario retransmisiones en directo.
“Son ya diez años de transición, cierto, pero sólo diez años. Desde un punto histórico apenas es una página de la historia y aquellos que se pronuncian ahora sobre el fracaso o el éxito del proceso revolucionario se equivocan”, concluye Kharrat.
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 14, 2021