EL FESTEJO DE UN PUEBLO HAMBREADO, CON LIBERTADES CERCENAS Y QUE NO AVIZORA UN FUTURO DIFERENTE EN EL HORIZONTE
Pudo haber sido una final con Los Pumas, Las Leonas o una de la Copa David, lo que fuera hubiese servido para que la gente salga a festejar algo, a liberar tanta emoción contenida, a desahogar demasiada angustia atragantada.
Un pueblo hambreado y con las libertades cercenadas, que encima desde hace un año su vida fue puesta “patas para arriba” por un gobierno de inútiles e incapaces, necesitaba una alegría, cualquiera sea esta. Y la ocasion fue la ideal, 28 años que Argentina no ganaba nada en materia de futbol, una final soñada con el tradicional rival Brasil y encima en el propio Brasil, en el impresionante Maracaná. 1 a 0 y a festejar.
No hubo ciudad donde la gente no se juntara a festejar, en el Obelisco en Buenos Aires, el Momumento en Rosario o el Patio Olmos en Córdoba, por nombrar los mas conocidos, pero esa imagen se multiplicó en cada localidad de nuestro país: la de miles y miles de argentinos abrazados, cantando y bailando. No importó ni la pandemia y ni la crisis económica, no hubo infectólogos en los canales criticando la masiva presencia de personas, los periodísticas no se enfurecieron hablando de la falta de distanciamiento social y la falta de uso de barbijo. Todo fue festejo y alegría. Mas aun, desde los medios de comunicación se alentaban los festejos y hasta risueñamente se hablaba de los argentinos que lograron entrar a la cancha en Brasil, con un PCR “trucho”.
Por unos días, lo políticamente correcto para la prensa y los opinólogos de siempre será el triunfo de la selección y quizás algún tibio comentario sobre las masivas concentraciones de festejo.
Esto demuestra lo necesitado de un festejo en que se encuentra nuestro pueblo, como dijimos, hambreado, con libertades cercenas y que no avizora un futuro diferente en el horizonte. Y contra esa necesidad no hay quien se oponga, ni políticos, ni cadena de noticias oficialista ni nadie.
Lo que nadie dice que ese pueblo necesita una esperanza, una ilusión de que esta Argentina puede cambiar, que hay algún político diferente a lo ya conocido que pueda generar esa fe y esa mística que nos catapulte a ser la gran Nación que nunca debimos dejar de ser. Hoy, oficialismo y oposición son “técnicamente” lo mismo, como dice el tango Cambalache: “Vivimos revolcados en un merengue y, en el mismo lodo, todos manoseados”. No existe hoy en la gente la alegría esperanzadora. Hoy somos un pueblo triste, desauciado, agresivo e irascible.
Por ello dirán pobre del pueblo que sale a festejar un triunfo de futbol y no a pelear por su libertad, mas allá del acierto que pueda tener ese racionamiento, debemos entender que hoy nuestra gente necesita de ese grito de deshago ante tanta merda que vive día a día desde hace mas de un año sin futuro a la vista.
Mañana será otro día, hoy festejemos, es la única alegría que tenemos y tendremos…
◙
Por Dr. GONZALO P. MIÑO.
EL FESTEJO DE UN PUEBLO HAMBREADO, CON LIBERTADES CERCENAS Y QUE NO AVIZORA UN FUTURO DIFERENTE EN EL HORIZONTE
Pudo haber sido una final con Los Pumas, Las Leonas o una de la Copa David, lo que fuera hubiese servido para que la gente salga a festejar algo, a liberar tanta emoción contenida, a desahogar demasiada angustia atragantada.
Un pueblo hambreado y con las libertades cercenadas, que encima desde hace un año su vida fue puesta “patas para arriba” por un gobierno de inútiles e incapaces, necesitaba una alegría, cualquiera sea esta. Y la ocasion fue la ideal, 28 años que Argentina no ganaba nada en materia de futbol, una final soñada con el tradicional rival Brasil y encima en el propio Brasil, en el impresionante Maracaná. 1 a 0 y a festejar.
No hubo ciudad donde la gente no se juntara a festejar, en el Obelisco en Buenos Aires, el Momumento en Rosario o el Patio Olmos en Córdoba, por nombrar los mas conocidos, pero esa imagen se multiplicó en cada localidad de nuestro país: la de miles y miles de argentinos abrazados, cantando y bailando. No importó ni la pandemia y ni la crisis económica, no hubo infectólogos en los canales criticando la masiva presencia de personas, los periodísticas no se enfurecieron hablando de la falta de distanciamiento social y la falta de uso de barbijo. Todo fue festejo y alegría. Mas aun, desde los medios de comunicación se alentaban los festejos y hasta risueñamente se hablaba de los argentinos que lograron entrar a la cancha en Brasil, con un PCR “trucho”.
Por unos días, lo políticamente correcto para la prensa y los opinólogos de siempre será el triunfo de la selección y quizás algún tibio comentario sobre las masivas concentraciones de festejo.
Esto demuestra lo necesitado de un festejo en que se encuentra nuestro pueblo, como dijimos, hambreado, con libertades cercenas y que no avizora un futuro diferente en el horizonte. Y contra esa necesidad no hay quien se oponga, ni políticos, ni cadena de noticias oficialista ni nadie.
Lo que nadie dice que ese pueblo necesita una esperanza, una ilusión de que esta Argentina puede cambiar, que hay algún político diferente a lo ya conocido que pueda generar esa fe y esa mística que nos catapulte a ser la gran Nación que nunca debimos dejar de ser. Hoy, oficialismo y oposición son “técnicamente” lo mismo, como dice el tango Cambalache: “Vivimos revolcados en un merengue y, en el mismo lodo, todos manoseados”. No existe hoy en la gente la alegría esperanzadora. Hoy somos un pueblo triste, desauciado, agresivo e irascible.
Por ello dirán pobre del pueblo que sale a festejar un triunfo de futbol y no a pelear por su libertad, mas allá del acierto que pueda tener ese racionamiento, debemos entender que hoy nuestra gente necesita de ese grito de deshago ante tanta merda que vive día a día desde hace mas de un año sin futuro a la vista.
Mañana será otro día, hoy festejemos, es la única alegría que tenemos y tendremos…
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 12, 2021