En octubre de 2002, el área metropolitana de Washington D. C. se vio sumida en el terror cuando dos francotiradores perpetraron una serie de tiroteos mortales y aleatorios que dejaron a los residentes con miedo de realizar incluso las tareas cotidianas más sencillas. Los autores, John Allen Muhammad y su cómplice adolescente, Lee Boyd Malvo, ejecutaron diez tiroteos mortales e hirieron de gravedad a varias personas durante una ola de crímenes que duró tres semanas. Su motivo, estrategia y posterior captura hicieron del caso uno de los más complejos en la historia criminal de Estados Unidos.
Muhammad
Los ataques comenzaron el 2 de octubre en el condado de Montgomery, Maryland, cuando cinco personas recibieron disparos en un período de 24 horas. Estos asesinatos aparentemente no relacionados generaron preocupación, pero la situación se agravó aún más cuando una sexta víctima murió en un estacionamiento al día siguiente. El pánico se extendió por la región de Washington D. C., Virginia y Maryland, ya que el francotirador desconocido no mostró un patrón en la selección de víctimas: eligió hombres, mujeres e incluso un niño.
Las autoridades tuvieron dificultades para comprender el motivo de los tiroteos indiscriminados, ya que las víctimas eran atacadas al azar frente a gasolineras, escuelas y tiendas. Con cada incidente, el miedo se intensificaba, obligando a los residentes a modificar sus rutinas, evitando espacios abiertos y agachándose mientras cargaban gasolina, una inquietante adaptación a los métodos del francotirador desconocido.
Las fuerzas del orden —la policía local, el FBI y la ATF— se enfrentaron a una enorme presión para resolver el caso antes de que se perdieran más vidas. Inicialmente, los investigadores sospecharon de un tirador solitario y altamente entrenado. Pero a medida que se acumulaban las pruebas, descubrieron que los ataques fueron perpetrados por dos individuos que operaban desde un Chevrolet Caprice modificado, que tenía un agujero en el maletero que les permitía disparar desde ocultos.
A pesar de las múltiples advertencias públicas y una búsqueda masiva, Muhammad y Malvo continuaron su racha, incluso burlándose de las fuerzas del orden al dejar mensajes crípticos y exigir rescates. Sin embargo, los investigadores finalmente los rastrearon mediante análisis balísticos, una pista anónima crucial y pruebas forenses que vinculaban a Malvo con delitos anteriores.
Malvo
El 24 de octubre de 2002, las autoridades localizaron a Muhammad y Malvo durmiendo dentro de su coche en un área de descanso del condado de Frederick, Maryland. Ambos sospechosos fueron arrestados sin resistencia, poniendo fin a la horrible serie de tiroteos. Los juicios posteriores revelaron que Muhammad había manipulado a Malvo para que llevara a cabo los ataques, supuestamente con el objetivo de sembrar el caos y el miedo mientras perseguía venganzas personales.
Muhammad fue declarado culpable y condenado a muerte, y su ejecución se llevó a cabo en 2009. Malvo, menor de edad en el momento de los ataques, recibió múltiples cadenas perpetuas sin libertad condicional. Audiencias judiciales posteriores debatieron su sentencia debido a su edad y a la manipulación psicológica sufrida, lo que dio lugar a nuevas discusiones sobre las leyes de sentencias para menores.
Los ataques del francotirador de Beltway dejaron una huella imborrable en la historia criminal estadounidense, impulsando reformas en la coordinación de las fuerzas del orden, la ciencia forense y la elaboración de perfiles criminales. El caso sigue siendo un escalofriante recordatorio de cómo la violencia calculada puede perturbar la sociedad, exponiendo las vulnerabilidades de un público abierto e incauto.
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En octubre de 2002, el área metropolitana de Washington D. C. se vio sumida en el terror cuando dos francotiradores perpetraron una serie de tiroteos mortales y aleatorios que dejaron a los residentes con miedo de realizar incluso las tareas cotidianas más sencillas. Los autores, John Allen Muhammad y su cómplice adolescente, Lee Boyd Malvo, ejecutaron diez tiroteos mortales e hirieron de gravedad a varias personas durante una ola de crímenes que duró tres semanas. Su motivo, estrategia y posterior captura hicieron del caso uno de los más complejos en la historia criminal de Estados Unidos.
Los ataques comenzaron el 2 de octubre en el condado de Montgomery, Maryland, cuando cinco personas recibieron disparos en un período de 24 horas. Estos asesinatos aparentemente no relacionados generaron preocupación, pero la situación se agravó aún más cuando una sexta víctima murió en un estacionamiento al día siguiente. El pánico se extendió por la región de Washington D. C., Virginia y Maryland, ya que el francotirador desconocido no mostró un patrón en la selección de víctimas: eligió hombres, mujeres e incluso un niño.
Las autoridades tuvieron dificultades para comprender el motivo de los tiroteos indiscriminados, ya que las víctimas eran atacadas al azar frente a gasolineras, escuelas y tiendas. Con cada incidente, el miedo se intensificaba, obligando a los residentes a modificar sus rutinas, evitando espacios abiertos y agachándose mientras cargaban gasolina, una inquietante adaptación a los métodos del francotirador desconocido.
Las fuerzas del orden —la policía local, el FBI y la ATF— se enfrentaron a una enorme presión para resolver el caso antes de que se perdieran más vidas. Inicialmente, los investigadores sospecharon de un tirador solitario y altamente entrenado. Pero a medida que se acumulaban las pruebas, descubrieron que los ataques fueron perpetrados por dos individuos que operaban desde un Chevrolet Caprice modificado, que tenía un agujero en el maletero que les permitía disparar desde ocultos.
A pesar de las múltiples advertencias públicas y una búsqueda masiva, Muhammad y Malvo continuaron su racha, incluso burlándose de las fuerzas del orden al dejar mensajes crípticos y exigir rescates. Sin embargo, los investigadores finalmente los rastrearon mediante análisis balísticos, una pista anónima crucial y pruebas forenses que vinculaban a Malvo con delitos anteriores.
El 24 de octubre de 2002, las autoridades localizaron a Muhammad y Malvo durmiendo dentro de su coche en un área de descanso del condado de Frederick, Maryland. Ambos sospechosos fueron arrestados sin resistencia, poniendo fin a la horrible serie de tiroteos. Los juicios posteriores revelaron que Muhammad había manipulado a Malvo para que llevara a cabo los ataques, supuestamente con el objetivo de sembrar el caos y el miedo mientras perseguía venganzas personales.
Muhammad fue declarado culpable y condenado a muerte, y su ejecución se llevó a cabo en 2009. Malvo, menor de edad en el momento de los ataques, recibió múltiples cadenas perpetuas sin libertad condicional. Audiencias judiciales posteriores debatieron su sentencia debido a su edad y a la manipulación psicológica sufrida, lo que dio lugar a nuevas discusiones sobre las leyes de sentencias para menores.
Los ataques del francotirador de Beltway dejaron una huella imborrable en la historia criminal estadounidense, impulsando reformas en la coordinación de las fuerzas del orden, la ciencia forense y la elaboración de perfiles criminales. El caso sigue siendo un escalofriante recordatorio de cómo la violencia calculada puede perturbar la sociedad, exponiendo las vulnerabilidades de un público abierto e incauto.
PrisioneroEnArgentina.com
Junio 21, 2025
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