Nuestro país en el tablero de posiciones sobre la corrupción ocuparía el puesto 100 entre 180 intervinientes. Es decir un poco más debajo de la mitad. No soy amigo de señalar debajo de qué países o arriba de cuales. Esto apunta a subestimar o sobre estimar a los nombrados.
Lo importante es el puesto que ocupamos. Y no es caprichoso entender que el Poder Judicial es un protagonista de esta lamentable situación. Sin embargo, el país no solo tiene a este poder. Tiene el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, El primero responsable que hacer cumplir las leyes y el segundo nada menos que hacerlas.
Si entendiéramos honestamente al Poder Judicial se desenvuelve esencialmente con jueces, cuya razón de ser les exige ser esclavos de la ley.
Y el sistema republicano exige que los tres poderes aunque sean independiente uno con relación al otro, son inevitablemente necesarios entre sí. Esto porque deben configurar un sistema y esencialmente porque tiene la responsabilidad de conducir una nación.
No es cuestión de decir desde un poder, que esto es responsabilidad del otro. Más si un poder cree que el hacer de uno lesiona el deber del otro, tiene que intervenir. Para eso, hay uno que hace las leyes que debe ejecutar otro y uno que debe hacer cumplir las leyes que se promulgan y juzgar a personas o grupos para exigir que se cumpla la ley y para ejemplo se sancione al transgresor.
Si el sistema funciona, la conducción se materializa. Si no funciona, el caos está al final del camino.
Y el camino del caos tiene muchas alternativas, entre las cuales la soberbia de los representantes que creen que dejan de serlo cuando están ocupando cargos para los cuales el pueblo los ha elegido, y se convencen que ellos representarán a los que piensen como ellos. Pero hay otra alternativa muy grave,son los caminos de la corrupción.
En general la gente identifica corrupción con apropiación de bienes materiales a partir del poder de un funcionario que lo utiliza para sus propios fines. Sin embargo creo que existen otras maneras de corrupción que producen mucho daño y lo que es peor burla a la ley poniéndola a su servicio.
Dentro de los múltiples caminos de la corrupción, un cáncer que destruye al país es lo que llamo “corrupción cultural”. Ésta es la que produce otros países importantes que forman en sus universidades e institutos a naturales del nuestro, inyectándole una inmejorable cantidad de conocimientos, pero entre ellos las ideas que conviene a la nación formadora. Es un método sencillo de dominación. Darles una sobresaliente capacidad para gobernar y cuando ocupen cargos sean mas que todo representantes de ellos. Y dejo claro que no veo mal la capacitación en el extranjero, que nos pueden mejorar lo nuestro. Digo a muchos que vuelven convencidos que tenemos que ser como el país que lo capacitó, sin entrar a analizar cual es el interés de Argentina y el costo que se impondría a su población para terminar siendo satélite de otro. Esto muchas veces desvirtúa eslogans como “Argentina abierta al mundo” (buena frase pero hay que ver el contenido), o Argentina revolucionaria (que impone saber a cual revolución se refiere).
En la década de los 60 y 70, recuerdo que se capacitaron en Cuba para destruir su país, y la Escuela de las Américas que capacitaba para ser satélite de EE UU. Tampoco pasa desapercibido la formación de economistas en diversos países capitalistas donde le enseñaron las recetas para seguir siendo dependientes. Esta corrupción cultural, llena de títulos y medallas, son un problema mayor que solo podría disminuirse con un nivel intelectual de quienes pretende dirigir el país hacia mejores destinos.
Pero el marxismo volcó su lucidez emotiva hacia la “conflicto armado no internacional”, que se identifica comúnmente con “guerra civil”. Y esta es la más cruel experiencia que puede vivir una nación. Rompe la cohesión interna de la nación. Lo que hoy llaman “la grieta”. Y mientras no se manifiesta la lucha armada dentro de la población, durante el estado “cuasi pacífico” lucha por apoderarse del poder político de cualquier modo. Y esto es otro camino de la corrupción.
En nuestro caso, ha hecho pie en sectores del Poder Legislativo, pero esencialmente del Poder Judicial. Y éste ha dejado de ser esclavo de la ley, para ser esclavo de una venganza cruenta contra quienes lucharon en su momento del explendor terrorista durante la trágica década del 70.
Es seguro que como en la mayoria de las guerras civiles, la crueldad y la perfidia que despierta, hace ver al enemigo como de otro planeta, enceguece a muchos combatientes de todos lados, que analizados en frio, generan un sentimiento de rechazo y hasta de manifiesto repudio, al observar increíbles conductas que superaron la perversidad que el ser humano ofrece en esas circunstancias.
Es razonable, que algunos afectados por todo esto haya golpeado las puertas de las Justicia, para reclamar derechos conculcados, perfidias cometidas, acciones repudiables. Pero el Poder Judicial queda impotente ante la ausencia de la ley. Y la venganza buscó afanosamente transfigurar la razón de ser del Poder Judicial. Éste dejó de ser esclavo de la ley para pasar a ser un órgano más de lucha fratricida, persiguiendo a los que no debía perseguir.
Es así que la ley se transformó en una formalidad para justificar la venganza, la prueba legal fue solo la “suposición”, el testimonio en una declaración novedosa de lo que no se pudo haber visto, la condena una imperiosa necesidad, y convirtió a las cárceles en “centros clandestinos de detención, para adultos mayores que en una suerte de condena formal a muerte, se los sometió a una atención final para un mal morir.
¡Y esto también es corrupción!
My. (RE) Carlos Antonio Españadero. Argentino, nacido en 1931, militar, técnico de inteligencia, dedicó sus estudios a la inteligencia estratégica, la estrategia, la seguridad y el contraterrorismo. Se desempeñó como profesor de Inteligencia, en la Escuela Superior de Policía de la Provincia de Buenos Aires; en la Academia Superior de Estudios Penitenciarios y en la Escuela de Inteligencia de la Fuerza Aérea. Fue profesor de geopolítica, en la Universidad Nacional de Mar del Plata (Bs.As.), Departamento de Geografía, y profesor de Antropogeografía y geografía histórica en el CONSUDEC (Consejo Superior de Educación Católica), Departamento de Historia. En 1980, produjo dos trabajos para el departamento doctrina de la Jefatura II – Inteligencia del EMGE del Ejército Argentino, titulados: “Experiencias y enseñanzas de los ataques terroristas a los cuarteles” y “Experiencias y enseñanzas de los homicidios cometidos por los terroristas”. Posteriormente, continuó perfeccionando sus teorías sobre el terrorismo, los sistemas de seguridad, la conducción y la filosofía de las ciencias. En el 2001, publicó un trabajo confeccionado en equipo con el Dr. Eduardo Jorge Parisi (actualmente en Italia): Seguridad contraterrorista. Tiene en preparación varios trabajos más, próximos a su publicación.
Por Carlos Españadero.
Nuestro país en el tablero de posiciones sobre la corrupción ocuparía el puesto 100 entre 180 intervinientes. Es decir un poco más debajo de la mitad. No soy amigo de señalar debajo de qué países o arriba de cuales. Esto apunta a subestimar o sobre estimar a los nombrados.
Lo importante es el puesto que ocupamos. Y no es caprichoso entender que el Poder Judicial es un protagonista de esta lamentable situación. Sin embargo, el país no solo tiene a este poder. Tiene el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, El primero responsable que hacer cumplir las leyes y el segundo nada menos que hacerlas.
Si entendiéramos honestamente al Poder Judicial se desenvuelve esencialmente con jueces, cuya razón de ser les exige ser esclavos de la ley.
Y el sistema republicano exige que los tres poderes aunque sean independiente uno con relación al otro, son inevitablemente necesarios entre sí. Esto porque deben configurar un sistema y esencialmente porque tiene la responsabilidad de conducir una nación.
No es cuestión de decir desde un poder, que esto es responsabilidad del otro. Más si un poder cree que el hacer de uno lesiona el deber del otro, tiene que intervenir. Para eso, hay uno que hace las leyes que debe ejecutar otro y uno que debe hacer cumplir las leyes que se promulgan y juzgar a personas o grupos para exigir que se cumpla la ley y para ejemplo se sancione al transgresor.
Si el sistema funciona, la conducción se materializa. Si no funciona, el caos está al final del camino.
Y el camino del caos tiene muchas alternativas, entre las cuales la soberbia de los representantes que creen que dejan de serlo cuando están ocupando cargos para los cuales el pueblo los ha elegido, y se convencen que ellos representarán a los que piensen como ellos. Pero hay otra alternativa muy grave,son los caminos de la corrupción.
En general la gente identifica corrupción con apropiación de bienes materiales a partir del poder de un funcionario que lo utiliza para sus propios fines. Sin embargo creo que existen otras maneras de corrupción que producen mucho daño y lo que es peor burla a la ley poniéndola a su servicio.
Dentro de los múltiples caminos de la corrupción, un cáncer que destruye al país es lo que llamo “corrupción cultural”. Ésta es la que produce otros países importantes que forman en sus universidades e institutos a naturales del nuestro, inyectándole una inmejorable cantidad de conocimientos, pero entre ellos las ideas que conviene a la nación formadora. Es un método sencillo de dominación. Darles una sobresaliente capacidad para gobernar y cuando ocupen cargos sean mas que todo representantes de ellos. Y dejo claro que no veo mal la capacitación en el extranjero, que nos pueden mejorar lo nuestro. Digo a muchos que vuelven convencidos que tenemos que ser como el país que lo capacitó, sin entrar a analizar cual es el interés de Argentina y el costo que se impondría a su población para terminar siendo satélite de otro. Esto muchas veces desvirtúa eslogans como “Argentina abierta al mundo” (buena frase pero hay que ver el contenido), o Argentina revolucionaria (que impone saber a cual revolución se refiere).
En la década de los 60 y 70, recuerdo que se capacitaron en Cuba para destruir su país, y la Escuela de las Américas que capacitaba para ser satélite de EE UU. Tampoco pasa desapercibido la formación de economistas en diversos países capitalistas donde le enseñaron las recetas para seguir siendo dependientes. Esta corrupción cultural, llena de títulos y medallas, son un problema mayor que solo podría disminuirse con un nivel intelectual de quienes pretende dirigir el país hacia mejores destinos.
Pero el marxismo volcó su lucidez emotiva hacia la “conflicto armado no internacional”, que se identifica comúnmente con “guerra civil”. Y esta es la más cruel experiencia que puede vivir una nación. Rompe la cohesión interna de la nación. Lo que hoy llaman “la grieta”. Y mientras no se manifiesta la lucha armada dentro de la población, durante el estado “cuasi pacífico” lucha por apoderarse del poder político de cualquier modo. Y esto es otro camino de la corrupción.
En nuestro caso, ha hecho pie en sectores del Poder Legislativo, pero esencialmente del Poder Judicial. Y éste ha dejado de ser esclavo de la ley, para ser esclavo de una venganza cruenta contra quienes lucharon en su momento del explendor terrorista durante la trágica década del 70.
Es seguro que como en la mayoria de las guerras civiles, la crueldad y la perfidia que despierta, hace ver al enemigo como de otro planeta, enceguece a muchos combatientes de todos lados, que analizados en frio, generan un sentimiento de rechazo y hasta de manifiesto repudio, al observar increíbles conductas que superaron la perversidad que el ser humano ofrece en esas circunstancias.
Es razonable, que algunos afectados por todo esto haya golpeado las puertas de las Justicia, para reclamar derechos conculcados, perfidias cometidas, acciones repudiables. Pero el Poder Judicial queda impotente ante la ausencia de la ley. Y la venganza buscó afanosamente transfigurar la razón de ser del Poder Judicial. Éste dejó de ser esclavo de la ley para pasar a ser un órgano más de lucha fratricida, persiguiendo a los que no debía perseguir.
Es así que la ley se transformó en una formalidad para justificar la venganza, la prueba legal fue solo la “suposición”, el testimonio en una declaración novedosa de lo que no se pudo haber visto, la condena una imperiosa necesidad, y convirtió a las cárceles en “centros clandestinos de detención, para adultos mayores que en una suerte de condena formal a muerte, se los sometió a una atención final para un mal morir.
¡Y esto también es corrupción!
My. (RE) Carlos Antonio Españadero. Argentino, nacido en 1931, militar, técnico de inteligencia, dedicó sus estudios a la inteligencia estratégica, la estrategia, la seguridad y el contraterrorismo. Se desempeñó como profesor de Inteligencia, en la Escuela Superior de Policía de la Provincia de Buenos Aires; en la Academia Superior de Estudios Penitenciarios y en la Escuela de Inteligencia de la Fuerza Aérea. Fue profesor de geopolítica, en la Universidad Nacional de Mar del Plata (Bs.As.), Departamento de Geografía, y profesor de Antropogeografía y geografía histórica en el CONSUDEC (Consejo Superior de Educación Católica), Departamento de Historia. En 1980, produjo dos trabajos para el departamento doctrina de la Jefatura II – Inteligencia del EMGE del Ejército Argentino, titulados: “Experiencias y enseñanzas de los ataques terroristas a los cuarteles” y “Experiencias y enseñanzas de los homicidios cometidos por los terroristas”. Posteriormente, continuó perfeccionando sus teorías sobre el terrorismo, los sistemas de seguridad, la conducción y la filosofía de las ciencias. En el 2001, publicó un trabajo confeccionado en equipo con el Dr. Eduardo Jorge Parisi (actualmente en Italia): Seguridad contraterrorista. Tiene en preparación varios trabajos más, próximos a su publicación.
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 13, 2017
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