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  Por Iris Kyun.

La Masacre del Río Snake sigue siendo uno de los episodios menos conocidos de violencia contra los inmigrantes chinos en la historia de Estados Unidos. Ocurrida en 1887 en el Cañón del Infierno de Oregón, este brutal ataque provocó la muerte de al menos 34 mineros chinos, marcando una de las masacres raciales más mortíferas en el oeste de Estados Unidos. Aunque eclipsado por otras injusticias, el suceso ejemplifica el racismo y la hostilidad profundamente arraigados que enfrentaron los trabajadores asiáticos en el siglo XIX.

A finales del siglo XIX, miles de inmigrantes chinos llegaron a Estados Unidos en busca de oportunidades, principalmente en la minería y la construcción de ferrocarriles. Sin embargo, su presencia desató el resentimiento entre los colonos blancos, que los consideraban una amenaza económica. La Ley de Exclusión China de 1882 reforzó esta hostilidad al restringir la inmigración y crear un entorno donde se toleraba la violencia contra los trabajadores chinos.

Los mineros del Río Snake formaban parte de una oleada mayor de trabajadores chinos atraídos a Occidente por las oportunidades que ofrecía la minería de oro. A pesar de sus contribuciones a la economía, sufrieron discriminación, exclusión y violencia.

En mayo de 1887, un grupo de siete ladrones de caballos blancos, liderados por los hermanos Robert y Frank McMillan, descubrió a mineros chinos trabajando en un campamento aislado a orillas del río Snake, en el Cañón del Infierno. Impulsados ​​por la codicia y el racismo, lanzaron una brutal emboscada.

Los atacantes dispararon, apuñalaron y mutilaron a los mineros, arrojando sus cuerpos al río. Luego saquearon el campamento, robando polvo de oro y provisiones antes de huir del lugar. Los informes sugieren que el número de víctimas osciló entre 34 y 60, aunque el recuento exacto sigue siendo incierto debido a la naturaleza remota del crimen.

A pesar de la abrumadora evidencia, la justicia fue esquiva. Los asesinos fueron identificados, arrestados y llevados a juicio, pero el jurado, compuesto exclusivamente por blancos, del condado de Wallowa los absolvió de todos los cargos. Este resultado reflejó la indiferencia generalizada hacia la violencia contra los trabajadores chinos y reforzó la idea de que sus vidas tenían poco valor ante los ojos del sistema legal. Durante décadas, la masacre quedó enterrada en la historia, con escaso reconocimiento o conmemoración. No fue hasta 1995 que historiadores chinos y activistas locales impulsaron su reconocimiento. En 2012, se erigió un monumento en el Cañón del Infierno para garantizar que las víctimas no cayeran en el olvido.

La Masacre del Río Snake es un duro recordatorio de la injusticia racial en el pasado de Estados Unidos. Al recordar esta tragedia, la sociedad confronta el legado de discriminación y reconoce las dificultades que enfrentaron los inmigrantes chinos, cuyas contribuciones al desarrollo del Oeste estadounidense nunca deben pasarse por alto.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Mayo 29, 2025


 

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