He estado observado en estos días diferentes tipos de violencia escolar que se llevan a cabo en establecimientos educacionales secundarios en general, aunque primarios y universitarios también. El caso es que dicha violencia comienza dentro del establecimiento pero se continúa afuera y lo que es peor con el agregado de que los padres de los alumnos tanto violentados como violentos, se suman a las grescas y el resultado trae como consecuencia, alumnos, padres, educadores, directivos, todos lamentablemente agredidos de una u otra forma.
Existen 6 tipos de acoso o violencia escolar: físico, psicológico, verbal, sexual, social y ciberbulliying. Lastimosamente estos tipos de violencia trascienden el marco de la escuela o colegio y se llevan mucho más lejos, en los lugares de recreación, afuera del colegio o escuela, ingresan en la intimidad de los alumnos y para colmo los padres de uno y otro bando se mezclan para hacer de dichos actos, algo mucho más intenso.
A principios del siglo XX en el acto de enseñanza intervenían dos actores: educandos y educadores. Conforme se terminaba el siglo entró en acción un tercer actor: el edificio escolar, el predio donde estaba construido, las comodidades que ofrecía y la seguridad de que disponía. Es en pleno siglo XXI que un cuarto actor, mucho más activo y con resultados muchas veces desastrosos: los padres.
Resulta que ahora, si los hijos no son “aprobados” los profesores son atacados, física y emocionalmente, sus posesiones son destrozadas, son objeto de burla y el respeto que otrora se otorgara a los educadores ha dejado de existir.
Como Pedagoga deseo expresar mi pensamiento sobre el particular. Sin lugar a dudas, los padres son los responsables de sus hijos en cuanto a vida de familia, alimentación, proveer todo lo necesario para un desarrollo positivo de sus hijos como una casa adecuada, facilidades para realizar sus trabajos escolares, tiempos de recreación, diálogos constantes, interiorizarse de sus deseos y anhelos, conectarlos con los otros miembros de la familia, escucharlos, comprenderlos y darles las pautas necesarias para que puedan desenvolverse dentro del marco de la sociedad en la que deberán actuar un día ya como mayores. La formación de sus hijos debe ser la prioridad en cada hogar mostrando y enseñando conductas altamente positivas, formativas y visibles a través del comportamiento de los adultos. En el hogar se enseña. En la escuela se aprende.
Por tanto si los alumnos no han alcanzado un grado significativo de conocimientos básicos que deben saber en su aprendizaje escolar, el enseñante está en su derecho, después de haber hecho todo lo posible, de reprobar el grado o curso de dicho alumno con el único objetivo de alcanzar la madurez de conocimientos que deben ser logrados. El aprendizaje es una escalera donde cada conocimiento adquirido sirve de base para el siguiente. Cada grado de la escuela primaria prepara para ingresar en los ciclos siguientes y éstos a su vez forman la base de los estudios universitarios, que a su vez preparan para la vida del trabajo. Cada cosa tiene su tiempo y su importancia. Los educadores nos formamos para esa tarea. En mi caso nunca he dejado de hacerlo y cada día tengo la suerte de agregar un nuevo conocimiento que de alguna manera puede ser útil para mis alumnos y estudiantes.
Los padres no tienen por qué interpelar a los educadores, ese no es su rol. Deben conocer las causas del fracaso de sus hijos y apoyarlos para lograr el objetivo pero de ninguna manera, es atacando, golpeando, agrediendo físicamente a los educadores y directivos que hacen todo lo necesario para preparar a sus hijos para el futuro. ¿Acaso quieren que sus vástagos sean incultos, mediocres, analfabetos e inútiles? En ese caso, los que tiene problemas y muy serios son los padres, porque no saben determinar su rol. Naturalmente deben desear conocer las razones por las cuales sus hijos no avanzan o logran calificaciones muy bajas y es bueno ponerse de acuerdo con el educador para lograr que ese alumno pueda sortear los obstáculos y salir victorioso en sus pruebas. Si existe un problema físico en sus hijos, deben tratar de subsanarlo. Si el problema es conductual, entonces la ayuda idónea de un psicólogo es necesaria.
De ninguna manera y bajo ninguna circunstancia, los padres deben tomar acciones contra los educadores, y menos aún frente a sus hijos. Eso desautoriza al educador y entonces el alumno ya no experimenta ningún tipo de respeto hacia la persona que tiene delante de la clase. Ahora, si el problema es generado en el hogar, donde los hijos no tienen ningún respeto por la autoridad parental, entonces el problema es realmente de base y no es justo trasladarlo a los educadores porque el problema en realidad lo tienen los padres y lo proyectan en el educador.
No se es “mejor padre” por agredir a un educador, solo se muestra la frustración de no serlo y el querer congraciarse con sus hijos para lograr una mísera victoria que será desvirtuada en el primer altercado familiar que se produzca.
Todo lo referente a la preparación del ser humano hacia su vida de adulto debe ser muy bien planificada, estudiada, preparada y llevada a cabo. Debemos recordar que tanto padres como educadores en algún momento ya no estarán para ese ser humano, por tanto su legado debe ser imperecedero e impecable. Al fin y al cabo estamos preparando a los ciudadanos del mañana, que sean grandes o mediocres depende de los progenitores y de los educadores, trabajando juntos para lograr excelsos resultados.
¡Ni más ni menos!
MARÍA ELENA CISNEROS RUEDA, nacida el 16 de marzo de 1951, en la Provincia de Entre Ríos, Argentina, es: periodista, profesora superior de danzas clásicas, profesora superior de danzas españolas, maestra normal nacional, profesora superior de piano, profesora superior de teoría y solfeo, dactilógrafa, licenciada en Ciencias de la Educación, en la Universidad de Ginebra, Suiza, profesora superior de idioma francés, habla además español inglés, italiano, portugués y hebreo bíblico. Ha compuesto más de 150 obras musicales y escrito: “Cuaderno de Iniciación Musical”, y 15 libros de partituras entre los que se encuentran: “La educación musical de los pequeñitos”, “El señor de la Isla” (obtuvo premio de la ciudad de Meyrin. Suiza), “Rulos y Bigotes”, “La evolución de la musicoterapia a través del tiempo”. En deportes ha practicado: natación, tenis, equitación, golf y cetrería. Entre otros, ha recibido premios como: “Ciudad de Meyrin” (Suiza) en Literatura. “Gian Batista Viotti” (Italia) en música, y “ Rosa Mística”, (Curitiba. Brasil) en piano. Se ha desempeñado como profesora de Parvularios y Técnica especializada en Dirección y Supervisión de Escuelas de la Universidad Católica Argentina. Es creadora del “Atelier de Creation Musical”, en Ginebra. Suiza y creadora del “Centro Pedagógico Musical”, en la Escuela de Música de Paraguay. Posee un Masteradocen de Musicoterapia y es doctorante en la Universidad de Cambridge (Reino Unido de Gran Bretaña). Un Masterado en Educación Musical en el Instituto de Ribaupuerre Lausanne de Suiza. Y un Masterado en “Educación y Didáctica Universitaria” en la Universidad Americana de Paraguay. En ese país, donde reside ha sido profesora en: El Ateneo Paraguayo, Colegio de San José, Colegio Teresiano, Colegio San Nicolás de Bari, Panamericana International School, Colegio Francés, Universidad Evangélica, y Universidad Nacional. Actualmente es Profesora investigadora en el Centro de Investigación de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte. Universidad Nacional de Asunción y da clases de piano en la casa que alquila en “Rincón San Lorenzo” un humilde barrio de Asunción. Siendo proteccionista convive con 12 perros y 20 gatos, rescatados. Así espera que el tiempo transcurra y finalmente la lleve a reunirse nuevamente con el amor de su vida, JOSÉ LÓPEZ REGA, quien, en junio de 1989, le dijera por última vez: “Hasta que la muerte nos vuelva a unir”.
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Por Prof. Dra. María Elena Cisneros Rueda
He estado observado en estos días diferentes tipos de violencia escolar que se llevan a cabo en establecimientos educacionales secundarios en general, aunque primarios y universitarios también. El caso es que dicha violencia comienza dentro del establecimiento pero se continúa afuera y lo que es peor con el agregado de que los padres de los alumnos tanto violentados como violentos, se suman a las grescas y el resultado trae como consecuencia, alumnos, padres, educadores, directivos, todos lamentablemente agredidos de una u otra forma.
Existen 6 tipos de acoso o violencia escolar: físico, psicológico, verbal, sexual, social y ciberbulliying. Lastimosamente estos tipos de violencia trascienden el marco de la escuela o colegio y se llevan mucho más lejos, en los lugares de recreación, afuera del colegio o escuela, ingresan en la intimidad de los alumnos y para colmo los padres de uno y otro bando se mezclan para hacer de dichos actos, algo mucho más intenso.
A principios del siglo XX en el acto de enseñanza intervenían dos actores: educandos y educadores. Conforme se terminaba el siglo entró en acción un tercer actor: el edificio escolar, el predio donde estaba construido, las comodidades que ofrecía y la seguridad de que disponía. Es en pleno siglo XXI que un cuarto actor, mucho más activo y con resultados muchas veces desastrosos: los padres.
Resulta que ahora, si los hijos no son “aprobados” los profesores son atacados, física y emocionalmente, sus posesiones son destrozadas, son objeto de burla y el respeto que otrora se otorgara a los educadores ha dejado de existir.
Como Pedagoga deseo expresar mi pensamiento sobre el particular. Sin lugar a dudas, los padres son los responsables de sus hijos en cuanto a vida de familia, alimentación, proveer todo lo necesario para un desarrollo positivo de sus hijos como una casa adecuada, facilidades para realizar sus trabajos escolares, tiempos de recreación, diálogos constantes, interiorizarse de sus deseos y anhelos, conectarlos con los otros miembros de la familia, escucharlos, comprenderlos y darles las pautas necesarias para que puedan desenvolverse dentro del marco de la sociedad en la que deberán actuar un día ya como mayores. La formación de sus hijos debe ser la prioridad en cada hogar mostrando y enseñando conductas altamente positivas, formativas y visibles a través del comportamiento de los adultos. En el hogar se enseña. En la escuela se aprende.
Por tanto si los alumnos no han alcanzado un grado significativo de conocimientos básicos que deben saber en su aprendizaje escolar, el enseñante está en su derecho, después de haber hecho todo lo posible, de reprobar el grado o curso de dicho alumno con el único objetivo de alcanzar la madurez de conocimientos que deben ser logrados. El aprendizaje es una escalera donde cada conocimiento adquirido sirve de base para el siguiente. Cada grado de la escuela primaria prepara para ingresar en los ciclos siguientes y éstos a su vez forman la base de los estudios universitarios, que a su vez preparan para la vida del trabajo. Cada cosa tiene su tiempo y su importancia. Los educadores nos formamos para esa tarea. En mi caso nunca he dejado de hacerlo y cada día tengo la suerte de agregar un nuevo conocimiento que de alguna manera puede ser útil para mis alumnos y estudiantes.
Los padres no tienen por qué interpelar a los educadores, ese no es su rol. Deben conocer las causas del fracaso de sus hijos y apoyarlos para lograr el objetivo pero de ninguna manera, es atacando, golpeando, agrediendo físicamente a los educadores y directivos que hacen todo lo necesario para preparar a sus hijos para el futuro. ¿Acaso quieren que sus vástagos sean incultos, mediocres, analfabetos e inútiles? En ese caso, los que tiene problemas y muy serios son los padres, porque no saben determinar su rol. Naturalmente deben desear conocer las razones por las cuales sus hijos no avanzan o logran calificaciones muy bajas y es bueno ponerse de acuerdo con el educador para lograr que ese alumno pueda sortear los obstáculos y salir victorioso en sus pruebas. Si existe un problema físico en sus hijos, deben tratar de subsanarlo. Si el problema es conductual, entonces la ayuda idónea de un psicólogo es necesaria.
De ninguna manera y bajo ninguna circunstancia, los padres deben tomar acciones contra los educadores, y menos aún frente a sus hijos. Eso desautoriza al educador y entonces el alumno ya no experimenta ningún tipo de respeto hacia la persona que tiene delante de la clase. Ahora, si el problema es generado en el hogar, donde los hijos no tienen ningún respeto por la autoridad parental, entonces el problema es realmente de base y no es justo trasladarlo a los educadores porque el problema en realidad lo tienen los padres y lo proyectan en el educador.
No se es “mejor padre” por agredir a un educador, solo se muestra la frustración de no serlo y el querer congraciarse con sus hijos para lograr una mísera victoria que será desvirtuada en el primer altercado familiar que se produzca.
Todo lo referente a la preparación del ser humano hacia su vida de adulto debe ser muy bien planificada, estudiada, preparada y llevada a cabo. Debemos recordar que tanto padres como educadores en algún momento ya no estarán para ese ser humano, por tanto su legado debe ser imperecedero e impecable. Al fin y al cabo estamos preparando a los ciudadanos del mañana, que sean grandes o mediocres depende de los progenitores y de los educadores, trabajando juntos para lograr excelsos resultados.
¡Ni más ni menos!
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 8, 2023