Mis queridos lectores. He decidido que mi cuerpo descanse. Necesita unas vacaciones. Durante todo el año 2016 mí actividad espiritual a través de un sinnúmero de desdoblamientos o bilocaciones ha sido sometido a un maravilloso vuelo de pájaro y sueño que me ha proyectado a través de todo el universo. Ligado conscientemente con un deslumbrante cordón de plata tejido con hilo de oro he tenido la graciade haber conocido lugares y personas inalcanzables a la mejor aventura de ciencia ficción. Honrado por la mano de “Dios” me ha enaltecido místicamente a través de un desdoblamiento permanente. Pude desde el más allá del firmamento visitar los astros y tocar las estrellas. Los planetas y las constelaciones fueron mi hogar de transito acariciando invariablemente a mi amiga luna mi gran amor. Presencie el heroísmo en las batallas y a los grandes personajes de la historia. Los maestros de la ciencia, el arte y la escritura de todos los tiempos me enseñaron sus intimidades. Las bibliotecas y los documentos esparcidos por el mundo se tornaron accesibles como también la historia gráfica de gran parte de la humanidad sin corte ni correcciones. La leyenda de los grandes hombres y los misterios me fueron enseñados en gran parte. En mi vuelo pude desplazarme sin limitación de espacio y tiempo como en una dimensión desconocida. Podría seguir contando mi experiencia inagotable pero mi cuerpo físico me atrae nuevamente en busca de un descanso en la tierra de mis ancestros y en el lugar en donde yacen mis seres queridos. Mi Tafi del Valle, que brinda a quienes lo visitan el esplendor de sus paisajes y las delicias de su clima. Hoy en pleno verano el valle se encuentra cubierto de una exuberante vegetación ensalzando suimprevisible agitación misteriosa y milenaria. Un Tafí que no es del pasado ni del futuro sino que es perenne, que es eterno y que se mantiene vivo en sus aires, en su Ashpapúyojs, en el canto de sus aguas, en el claro sol que ilumina sus cumbres. Me refiero a aquel Tafí que fuera centro de comunicaciones entre los Valles que llevan al altiplano y las quebradas que se vuelcan sobre la llanura tucumana. El Tafí transitado por Diego de Rojas y por Juan Núñez De Prado los días en que nuestra patria nacía. El Tafí que fuera la “Tambería del Inca” cuando dos pueblos se acoplaban aquí, transfiriendo sus culturas, de aquellos Diaguitas cuya estirpe ha encontrado nuevas venas para seguir manteniéndose en el tiempo. Y más aún: este Valle nos pone en contacto con ranciedades que sumergen sus raíces en misterios insondables. Los Menhires. Esas piedras esculpidas con signos de abstrusa, esotérica e inasequible interpretación y ajenos a lo que se hacía en estas partes de América. Los Menhires – se ha dicho, pueden ser testimonios de la presencia en estas tierras de los antiguos desterrados de la Ciudad de Troya. Hay una historia milenaria que en ellos ha tomado forma y espera que seamos capaces de desentrañarla. Y si no fuéramos capaces de desentramarla, por lo menos que recibamos con reverente veneración la memoria de los primeros abuelos, que hallaron forma a través de la piedra, y que también están presentes en el agua, en el canto del viento en los aybales y en la gota de rocío amanecida sobre los pétalos del amancay. Hoy, que me toca nuevamente pasar mis días de vacaciones en esta mi tierra que se ha convertido sin duda en la capital del Turismo, pero que en su entorno aún conserva la memoria de las más límpidas raíces de nuestras esencias patrias. Ese Tafí que no es del pasado ni del futuro sino que es perenne, que es eterno y que se mantiene vivo. Un valle de ensueño que debemos protegerlo porque pertenece a la esencia de los tucumanos. A mis lectores un “Adiós” transitorio ya que mi vuelo espiritual no tiene descanso como tampoco mi proyección astral que se ha convertido en el mayor de mis sueños en donde jamás llegaría el más avezado viajero.
Por JORGE BERNABE LOBO ARAGON.
Mis queridos lectores. He decidido que mi cuerpo descanse. Necesita unas vacaciones. Durante todo el año 2016 mí actividad espiritual a través de un sinnúmero de desdoblamientos o bilocaciones ha sido sometido a un maravilloso vuelo de pájaro y sueño que me ha proyectado a través de todo el universo. Ligado conscientemente con un deslumbrante cordón de plata tejido con hilo de oro he tenido la gracia de haber conocido lugares y personas inalcanzables a la mejor aventura de ciencia ficción. Honrado por la mano de “Dios” me ha enaltecido místicamente a través de un desdoblamiento permanente. Pude desde el más allá del firmamento visitar los astros y tocar las estrellas. Los planetas y las constelaciones fueron mi hogar de transito acariciando invariablemente a mi amiga luna mi gran amor. Presencie el heroísmo en las batallas y a los grandes personajes de la historia. Los maestros de la ciencia, el arte y la escritura de todos los tiempos me enseñaron sus intimidades. Las bibliotecas y los documentos esparcidos por el mundo se tornaron accesibles como también la historia gráfica de gran parte de la humanidad sin corte ni correcciones. La leyenda de los grandes hombres y los misterios me fueron enseñados en gran parte. En mi vuelo pude desplazarme sin limitación de espacio y tiempo como en una dimensión desconocida. Podría seguir contando mi experiencia inagotable pero mi cuerpo físico me atrae nuevamente en busca de un descanso en la tierra de mis ancestros y en el lugar en donde yacen mis seres queridos. Mi Tafi del Valle, que brinda a quienes lo visitan el esplendor de sus paisajes y las delicias de su clima. Hoy en pleno verano el valle se encuentra cubierto de una exuberante vegetación ensalzando su imprevisible agitación misteriosa y milenaria. Un Tafí que no es del pasado ni del futuro sino que es perenne, que es eterno y que se mantiene vivo en sus aires, en su Ashpapúyojs, en el canto de sus aguas, en el claro sol que ilumina sus cumbres. Me refiero a aquel Tafí que fuera centro de comunicaciones entre los Valles que llevan al altiplano y las quebradas que se vuelcan sobre la llanura tucumana. El Tafí transitado por Diego de Rojas y por Juan Núñez De Prado los días en que nuestra patria nacía. El Tafí que fuera la “Tambería del Inca” cuando dos pueblos se acoplaban aquí, transfiriendo sus culturas, de aquellos Diaguitas cuya estirpe ha encontrado nuevas venas para seguir manteniéndose en el tiempo. Y más aún: este Valle nos pone en contacto con ranciedades que sumergen sus raíces en misterios insondables. Los Menhires. Esas piedras esculpidas con signos de abstrusa, esotérica e inasequible interpretación y ajenos a lo que se hacía en estas partes de América. Los Menhires – se ha dicho, pueden ser testimonios de la presencia en estas tierras de los antiguos desterrados de la Ciudad de Troya. Hay una historia milenaria que en ellos ha tomado forma y espera que seamos capaces de desentrañarla. Y si no fuéramos capaces de desentramarla, por lo menos que recibamos con reverente veneración la memoria de los primeros abuelos, que hallaron forma a través de la piedra, y que también están presentes en el agua, en el canto del viento en los aybales y en la gota de rocío amanecida sobre los pétalos del amancay. Hoy, que me toca nuevamente pasar mis días de vacaciones en esta mi tierra que se ha convertido sin duda en la capital del Turismo, pero que en su entorno aún conserva la memoria de las más límpidas raíces de nuestras esencias patrias. Ese Tafí que no es del pasado ni del futuro sino que es perenne, que es eterno y que se mantiene vivo. Un valle de ensueño que debemos protegerlo porque pertenece a la esencia de los tucumanos. A mis lectores un “Adiós” transitorio ya que mi vuelo espiritual no tiene descanso como tampoco mi proyección astral que se ha convertido en el mayor de mis sueños en donde jamás llegaría el más avezado viajero.
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