Soy consciente de haberme vuelto reiterativo al seguir escribiendo sobre la nominación de Ariel Lijo para integrar la Corte, pero lo justifico diciendo que se trata del tema institucional más grave desde que Javier Milei asumió la Presidencia de la República.
Si lo que busca con este aún injustificado dislate es hacerse de un alto Tribunal tan adicto y permisivo como lo fueron, en algún momento, los que lograron armar Juan Perón y Carlos Menem, el daño que se habría infligido a la Justicia será inmenso, pero, aún peor, lo sería el que sufriría el proyecto de cambio radical en el modelo de país que el Presidente proyecta.
Porque esa mayoría que hoy lo acompaña, con sufrimiento y con esperanza, percibiera que ha dejado de lado sus postulados de moralización del modo de ejercer el poder, lo abandonará sin remedio y, una vez más, retomaremos el camino de la decadencia que llevamos hace ochenta años y que, hasta el 10 de diciembre último, creímos no tendría fin.
La pregunta de oro, en la medida en que los 33 senadores que responden a Cristina Fernández resultan indispensables para la aprobación de Lijo (la Constitución exige una mayoría especial de dos tercios de los presentes), sea porque voten a favor u opten por ausentarse, resulta obvio que para obtenerlos algo tendrá que ofrecer a la emperatriz hotelera, y ésta no exigirá menos que su impunidad, y eso resultará de todo punto inaceptable para una sociedad que está sangrando por el ajuste más fuerte de la historia.
Y es razonable que así sea, toda vez que se ha hecho carne en un enorme porcentaje de los ciudadanos adjudican al kirchnerismo brutalmente saqueador todos los males actuales, en especial la pobreza y la indigencia, productos de la inflación que sus sucesivos gobiernos impulsaron al infinito.
Los primeros indicios de las verdaderas razones de esta tan cuestionada postulación los podremos ver con la velocidad que adquiera en el H° Aguantadero el trámite de la designación de Lijo, y la conducta individual de cada uno de los actores (presidente, ministros y legisladores), iluminada por fuerte luz deslumbrante, estará bajo la lupa de todo el mundo.
Continúo teniendo esperanzas en que Milei dará marcha atrás con este disparate tan costoso y, hasta entonces, lo seguiré apoyando calurosamente, convencido de que nos encontramos ante la última oportunidad de reconquistar un futuro del que muchos años de populismo irracional nos han despojado.
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Por Dr. Enrique Guillermo Avogadro.
Soy consciente de haberme vuelto reiterativo al seguir escribiendo sobre la nominación de Ariel Lijo para integrar la Corte, pero lo justifico diciendo que se trata del tema institucional más grave desde que Javier Milei asumió la Presidencia de la República.
Si lo que busca con este aún injustificado dislate es hacerse de un alto Tribunal tan adicto y permisivo como lo fueron, en algún momento, los que lograron armar Juan Perón y Carlos Menem, el daño que se habría infligido a la Justicia será inmenso, pero, aún peor, lo sería el que sufriría el proyecto de cambio radical en el modelo de país que el Presidente proyecta.
Porque esa mayoría que hoy lo acompaña, con sufrimiento y con esperanza, percibiera que ha dejado de lado sus postulados de moralización del modo de ejercer el poder, lo abandonará sin remedio y, una vez más, retomaremos el camino de la decadencia que llevamos hace ochenta años y que, hasta el 10 de diciembre último, creímos no tendría fin.
La pregunta de oro, en la medida en que los 33 senadores que responden a Cristina Fernández resultan indispensables para la aprobación de Lijo (la Constitución exige una mayoría especial de dos tercios de los presentes), sea porque voten a favor u opten por ausentarse, resulta obvio que para obtenerlos algo tendrá que ofrecer a la emperatriz hotelera, y ésta no exigirá menos que su impunidad, y eso resultará de todo punto inaceptable para una sociedad que está sangrando por el ajuste más fuerte de la historia.
Y es razonable que así sea, toda vez que se ha hecho carne en un enorme porcentaje de los ciudadanos adjudican al kirchnerismo brutalmente saqueador todos los males actuales, en especial la pobreza y la indigencia, productos de la inflación que sus sucesivos gobiernos impulsaron al infinito.
Los primeros indicios de las verdaderas razones de esta tan cuestionada postulación los podremos ver con la velocidad que adquiera en el H° Aguantadero el trámite de la designación de Lijo, y la conducta individual de cada uno de los actores (presidente, ministros y legisladores), iluminada por fuerte luz deslumbrante, estará bajo la lupa de todo el mundo.
Continúo teniendo esperanzas en que Milei dará marcha atrás con este disparate tan costoso y, hasta entonces, lo seguiré apoyando calurosamente, convencido de que nos encontramos ante la última oportunidad de reconquistar un futuro del que muchos años de populismo irracional nos han despojado.
Hasta la próxima nota.
Con expectativas, un gran abrazo.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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Marzo 31, 2024
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