El ícono reticente que reescribió las reglas de Hollywood

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  Por Bella Watss.

Nick Nolte, el actor de voz grave, rostro de piedra y un currículum tan irregular como su reputación, ha desafiado durante mucho tiempo las convenciones de Hollywood. Nacido en Omaha, Nebraska, en 1941, su camino al estrellato fue todo menos lineal. Expulsado del instituto por alcoholismo, arrestado en 1961 por vender tarjetas de reclutamiento falsificadas y pasando por varias universidades, Nolte parecía destinado al olvido, hasta que encontró su vocación en el teatro.

Su gran éxito llegó en 1976 con la miniserie de televisión “Rich Man, Poor Man”, donde interpretó al melancólico Tom Jordache. Esta actuación lo catapultó a la fama de Hollywood, pero Nolte nunca abrazó la ostentación. En cambio, se forjó una carrera interpretando a hombres imperfectos y a menudo atormentados, papeles que reflejaban sus propias luchas fuera de la pantalla.

A lo largo de las décadas de 1980 y 1990, Nolte ofreció una serie de actuaciones aclamadas por la crítica en películas como 48 horas, Sin blanca en Beverly Hills, El cabo del miedo y El príncipe de las mareas, esta última le valió un Globo de Oro y una nominación al Oscar. Su interpretación de un sheriff atormentado en Aflicción (1997) le valió una segunda nominación al Oscar, consolidando su estatus como uno de los actores de personajes más cautivadores de Hollywood.

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Pero la carrera de Nolte ha sido tan turbulenta como los personajes que interpreta. Su arresto por conducir bajo los efectos del alcohol en 2002, inmortalizado en una foto policial ahora infame, se convirtió en un símbolo de sus demonios personales. Posteriormente admitió haber consumido GHB e ingresó en rehabilitación, un punto de inflexión que marcó su lento regreso a la cima.

En los últimos años, Nolte ha asumido papeles secundarios con una intensidad discreta. Su interpretación de un padre alcohólico en recuperación en Guerrero (2011) le valió una tercera nominación al Oscar. Desde entonces, ha aparecido en The Mandalorian, Graves y Angel Has Fallen, demostrando que, incluso a sus 80 años, sigue siendo una presencia magnética en la pantalla.

El legado de Nolte es contradictorio: un símbolo sexual nombrado “El hombre vivo más sexy” por People en 1992 que prefería la soledad; un actor principal que rehuía la fama; un rebelde de Hollywood que, a su pesar, se convirtió en leyenda. “Actuar no es una carrera”, dijo una vez. “Es una necesidad”.

Ahora, viviendo tranquilamente en Malibú, Nolte esculpe mármol y reflexiona sobre una vida vivida sin concesiones. En una industria obsesionada con la reinvención, se mantiene desafiante, él mismo: marcado por las cicatrices, conmovedor e inolvidable.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Julio 5, 2025


 

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