No defiendo a Victoria Villarruel. Tampoco a este gobierno de delirantes, porque, cuando todo lo que hacen parece diseñado para que los puteen en cadena nacional, ¿qué se puede rescatar? Nada de lo que se le acusa a Victoria ha sido probado, y si lo fuera, hay formas de enfrentarla que no impliquen dinamitar lo poco nuestro – y cuando digo nuestro, no incluyo ni a Milei ni a su banda – que queda en pie. Porque acá, los que van a pagar no son ni Milei ni Villarruel: son causas infinitamente más grandes que sus egos de cartón.
Javier Milei y Victoria Villarruel
Lo que falta en este país no son políticos, son psiquiatras. Es patético que para sentarse en el sillón de Rivadavia haya que presentar certificado de enajenación mental. Ya bancamos a una bipolar cleptómana que se robó hasta el relato, y ahora tenemos a un esquizofrénico con delirios de superhéroe que en cualquier momento se trepa al Obelisco creyéndose el hombre araña. De él solo espero que, al menos, lo que hace bien, lo haga y luego se vaya.
Estas peleas me importan un carajo. Mejor dicho, me importarían un carajo si no fuera porque en medio de esta riña de egos desquiciados hay dos cosas que van a salir destruidas: los presos políticos y la causa Malvinas. Todo lo demás me resbala.
Lograron lo que querían: que hasta Página 12 se meta en la rosca berreta que armaron el alienado y la tarotista. Mientras tanto, nadie habla de la inseguridad que nos devora, de la educación que naufraga en cada rincón del país, de la salud que no existe, ni de la indefensión total del Mar Austral. Nos distraen con un streaming de cotillón sobre la biodiversidad y la riqueza marina de nuestro mar mientras esas riquezas ya están servidas en bandeja para otros. Porque no tenemos cómo defender lo nuestro, ni voluntad de hacerlo.
No emito juicio sobre Victoria. Tal vez hizo lo que los patoteros dicen. Pero esta no era la forma. Esta no era la manera. Y los únicos que pierden acá son los que alguna vez dieron algo por la Patria. Los que estuvieron en Malvinas, en el monte tucumano, en cualquier calle donde el terrorismo sembraba muerte y había un militar, un gendarme o un policía dispuesto a cumplir el axioma: “el que las hace, las paga”.
Y esos, los que están presos, los que quedaron en la turba malvinera, en el fondo del Mar Austral o en la selva tucumana, son los únicos heridos reales de esta pelea infame. Y también, los únicos muertos que importan.
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No defiendo a Victoria Villarruel. Tampoco a este gobierno de delirantes, porque, cuando todo lo que hacen parece diseñado para que los puteen en cadena nacional, ¿qué se puede rescatar? Nada de lo que se le acusa a Victoria ha sido probado, y si lo fuera, hay formas de enfrentarla que no impliquen dinamitar lo poco nuestro – y cuando digo nuestro, no incluyo ni a Milei ni a su banda – que queda en pie. Porque acá, los que van a pagar no son ni Milei ni Villarruel: son causas infinitamente más grandes que sus egos de cartón.
Lo que falta en este país no son políticos, son psiquiatras. Es patético que para sentarse en el sillón de Rivadavia haya que presentar certificado de enajenación mental. Ya bancamos a una bipolar cleptómana que se robó hasta el relato, y ahora tenemos a un esquizofrénico con delirios de superhéroe que en cualquier momento se trepa al Obelisco creyéndose el hombre araña. De él solo espero que, al menos, lo que hace bien, lo haga y luego se vaya.
Estas peleas me importan un carajo. Mejor dicho, me importarían un carajo si no fuera porque en medio de esta riña de egos desquiciados hay dos cosas que van a salir destruidas: los presos políticos y la causa Malvinas. Todo lo demás me resbala.
Lograron lo que querían: que hasta Página 12 se meta en la rosca berreta que armaron el alienado y la tarotista. Mientras tanto, nadie habla de la inseguridad que nos devora, de la educación que naufraga en cada
rincón del país, de la salud que no existe, ni de la indefensión total del Mar Austral. Nos distraen con un streaming de cotillón sobre la biodiversidad y la riqueza marina de nuestro mar mientras esas riquezas ya están servidas en bandeja para otros. Porque no tenemos cómo defender lo nuestro, ni voluntad de hacerlo.
No emito juicio sobre Victoria. Tal vez hizo lo que los patoteros dicen. Pero esta no era la forma. Esta no era la manera. Y los únicos que pierden acá son los que alguna vez dieron algo por la Patria. Los que estuvieron en Malvinas, en el monte tucumano, en cualquier calle donde el terrorismo sembraba muerte y había un militar, un gendarme o un policía dispuesto a cumplir el axioma: “el que las hace, las paga”.
Y esos, los que están presos, los que quedaron en la turba malvinera, en el fondo del Mar Austral o en la selva tucumana, son los únicos heridos reales de esta pelea infame. Y también, los únicos muertos que importan.
JOSE LUIS MILIA
josemilia_686@hotmail.com
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 12, 2025
Tags: Bernardino Rivadavia, Javier Milei, Malvinas, Victoria VillarruelRelated Posts
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