Durante la Guerra Franco-mexicana (1861-1867), un ejército mexicano superado en número derrota a una poderosa fuerza invasora francesa en la pequeña ciudad de Puebla de Los Ángeles. La retirada de las tropas francesas en la Batalla de Puebla representó una gran victoria moral para el pueblo de México, simbolizando la capacidad del país para defender su soberanía contra una poderosa nación extranjera. Tristemente para México, esto no fue el puntapié inicial de la batalla final, solo demoró la toma del poder del país europeo.
En 1861, Benito Juárez se convirtió en presidente de México, un país en ruinas financieras, y se vio obligado a incumplir sus deudas con los gobiernos europeos. En respuesta, Francia, Gran Bretaña y España enviaron fuerzas navales a Veracruz para exigir el reembolso.
Gran Bretaña y España negociaron con México y se retiraron, pero Francia, gobernada por Napoleón III, decidió aprovechar la oportunidad para moldear un imperio en tierras americanas. Juárez -un liberal- tuvo serias disputas ideológicas con los conservadores, quienes -la ambición desmedida manda- literalmente se asociaron a los franceses, para que la potencia extranjera invadiera México. A finales de 1861, una flota gala eficientemente armada invadió Veracruz, desembarcando un gran comando y forzando al presidente Juárez y a su gobierno a retirarse.
Seguro de que la victoria francesa llegaría rápidamente a México, 7.000 soldados franceses bajo el mando operativo del General Charles de Lorencez partieron en mayo de 1862 para atacar a Puebla de Los Ángeles. Desde su nuevo refugio-asentamiento en el norte, Juárez formó un escuadrón de hombres leales y los envió a Puebla.
Dirigidos por el General Ignacio Zaragoza, 2.000 mexicanos fortificaron la ciudad y se prepararon para el asalto por la bien equipada fuerza francesa. El quinto día de mayo, o el Cinco de Mayo, Lorencez reunió su ejército y comenzó un ataque desde el lado norte de Puebla. La batalla duró desde el amanecer hasta la tarde. Después de que Lorencez se diera cuenta de que su superior fuerza francesa había perdido casi 500 soldados, mientras que menos de 100 soldados mexicanos habían sido abatidos, retiró por completo a su ejército derrotado.
Aunque no fue una gran victoria estratégica en la guerra contra los franceses, la victoria del General Zaragoza en Puebla galvanizó la resistencia mexicana, y seis años después Francia se retiró. Más tarde ese mismo año, el archiduque austríaco Fernando Maximiliano (¿Hijo de Napoleón II? ¡Ah, esas cortes de entonces…!), que había sido instalado como emperador de México por Napoleón en 1864, fue capturado y ejecutado por un pelotón de fusilamiento. Tras un juicio abultado de expedientes ante tribunales militares, y teniendo como abogado defensor a Rafael Martínez de la Torre, un notable abogado y brillante orador que puso contra las cuerdas a los magistrados, el procedente de Austria fue juzgado por un coronel y seis capitanes y con base en un interrogatorio que en su mayor parte el Emperador se negó a contestar, alegando que eran cuestiones meramente políticas, los liberales lo condenaron a muerte.
Puebla de Los Ángeles, sede de la histórica victoria de Zaragoza, fue rebautizada como Puebla de Zaragoza en honor del general. Hoy, los mexicanos (y los mexicano-americanos) celebran el aniversario de la Batalla de Puebla como Cinco de Mayo, una fiesta en el estado de Puebla, en todo México y en cada bar y en cada restaurante de América de sabrosas comidas mexicanas. Claro, algunos conservadores no están invitados al “happy hour”.
Aquí falta la presencia e intervención del poder militar (englobando a todas las fuerzas armadas, incluyendo a las de seguridad), que no se dejen “mojar las orejas”, que dejen sus cobardías de lado y que desobedezcan las órdenes antipatrias que no convengan a la nación. Tomen ejemplo del teniente Amaya durante la guerra de Malvinas, quien desobedeció órdenes antipatrias cuando vio que eran antipatrias que pretendían que se abandone a soldados argentinos y se dejen a merced del enemigo. Su respuesta fue ¡”aquí no queda nadie, o nos vamos todos o no se va nadie!, agregando la palabra distintiva de resolución tomada de “carajo”.
Ariel Valdiviezo
3 years ago
Impecable escrito, solo creo que le faltó agregar el desprecio que el pueblo argentino tiene por si misma que se deja avasallar, sin ser capaz de defender sus libertades y eso siempre me recuerda esa frese que dice “EL CHANCHO NO TIENE LA CULPA SINO QUIEN LE DA DE COMER”
Susana
3 years ago
TODOS TODAS DESPRECIAN A TODES
Dardo Lazarte
3 years ago
HAY QUE AGUANTARLOS HASTA EL FINAL ,ACASO NO LO AGUANTAMOS A MACRI CON EL DESASTRE ECONOMICO QUE HIZZO Y TODOS LOS VIAJES QUE LE PAGAMOS ?????
Patricio
3 years ago
¿Para que cambiar algo que no existe?
FRANCISCO BENARD
3 years ago
bRILLANTE Y CULTA ESTA SEÑORA. QUE SIGA ESCRIBIENDO SIEMPRE
En 1861, Benito Juárez se convirtió en presidente de México, un país en ruinas financieras, y se vio obligado a incumplir sus deudas con los gobiernos europeos. En respuesta, Francia, Gran Bretaña y España enviaron fuerzas navales a Veracruz para exigir el reembolso.
Gran Bretaña y España negociaron con México y se retiraron, pero Francia, gobernada por Napoleón III, decidió aprovechar la oportunidad para moldear un imperio en tierras americanas. Juárez -un liberal- tuvo serias disputas ideológicas con los conservadores, quienes -la ambición desmedida manda- literalmente se asociaron a los franceses, para que la potencia extranjera invadiera México. A finales de 1861, una flota gala eficientemente armada invadió Veracruz, desembarcando un gran comando y forzando al presidente Juárez y a su gobierno a retirarse.
Seguro de que la victoria francesa llegaría rápidamente a México, 7.000 soldados franceses bajo el mando operativo del General Charles de Lorencez partieron en mayo de 1862 para atacar a Puebla de Los Ángeles. Desde su nuevo refugio-asentamiento en el norte, Juárez formó un escuadrón de hombres leales y los envió a Puebla.
Dirigidos por el General Ignacio Zaragoza, 2.000 mexicanos fortificaron la ciudad y se prepararon para el asalto por la bien equipada fuerza
francesa. El quinto día de mayo, o el Cinco de Mayo, Lorencez reunió su ejército y comenzó un ataque desde el lado norte de Puebla. La batalla duró desde el amanecer hasta la tarde. Después de que Lorencez se diera cuenta de que su superior fuerza francesa había perdido casi 500 soldados, mientras que menos de 100 soldados mexicanos habían sido abatidos, retiró por completo a su ejército derrotado.
Aunque no fue una gran victoria estratégica en la guerra contra los franceses, la victoria del General Zaragoza en Puebla galvanizó la resistencia mexicana, y seis años después Francia se retiró. Más tarde ese mismo año, el archiduque austríaco Fernando Maximiliano (¿Hijo de Napoleón II? ¡Ah, esas cortes de entonces…!), que había sido instalado como emperador de México por Napoleón en 1864, fue capturado y ejecutado por un pelotón de fusilamiento. Tras un juicio abultado de expedientes ante tribunales militares, y teniendo como abogado defensor a Rafael Martínez de la Torre, un notable abogado y brillante orador que puso contra las cuerdas a los magistrados, el procedente de Austria fue juzgado por un coronel y seis capitanes y con base en un interrogatorio que en su mayor parte el Emperador se negó a contestar, alegando que eran cuestiones meramente políticas, los liberales lo condenaron a muerte.
Puebla de Los Ángeles, sede de la histórica victoria de Zaragoza, fue rebautizada como Puebla de Zaragoza en honor del general. Hoy, los mexicanos (y los mexicano-americanos) celebran el aniversario de la Batalla de Puebla como Cinco de Mayo, una fiesta en el estado de Puebla, en todo México y en cada bar y en cada restaurante de América de sabrosas comidas mexicanas. Claro, algunos conservadores no están invitados al “happy hour”.
Fabian Kussman
email@PrisioneroEnArgentina.com
www.PrisioneroEnArgentina.com
@FabianKussman
Mayo 4, 2017
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Aquí falta la presencia e intervención del poder militar (englobando a todas las fuerzas armadas, incluyendo a las de seguridad), que no se dejen “mojar las orejas”, que dejen sus cobardías de lado y que desobedezcan las órdenes antipatrias que no convengan a la nación. Tomen ejemplo del teniente Amaya durante la guerra de Malvinas, quien desobedeció órdenes antipatrias cuando vio que eran antipatrias que pretendían que se abandone a soldados argentinos y se dejen a merced del enemigo. Su respuesta fue ¡”aquí no queda nadie, o nos vamos todos o no se va nadie!, agregando la palabra distintiva de resolución tomada de “carajo”.
Impecable escrito, solo creo que le faltó agregar el desprecio que el pueblo argentino tiene por si misma que se deja avasallar, sin ser capaz de defender sus libertades y eso siempre me recuerda esa frese que dice “EL CHANCHO NO TIENE LA CULPA SINO QUIEN LE DA DE COMER”
TODOS TODAS DESPRECIAN A TODES
HAY QUE AGUANTARLOS HASTA EL FINAL ,ACASO NO LO AGUANTAMOS A MACRI CON EL DESASTRE ECONOMICO QUE HIZZO Y TODOS LOS VIAJES QUE LE PAGAMOS ?????
¿Para que cambiar algo que no existe?
bRILLANTE Y CULTA ESTA SEÑORA. QUE SIGA ESCRIBIENDO SIEMPRE
Adhiero.