Contestación a María Lilia Genta y la arrogancia del desconocimiento sobre maltrato animal.
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De galgos, caballos y otros bichos.
Por María Lilia Genta
Cuando el mundo era teocéntrico -qué antigüedad- el hombre adoraba a Dios y gozaba de los frutos de la tierra. Dios puso todo lo creado al servicio del hombre que con su trabajo debía dominarlo para alimentarse, abrigarse o, simplemente, contemplarlo para su gozo.
Un día, unos filósofos decidieron prescindir de Dios y pusieron al hombre en su lugar. El hombre moderno fue poco a poco destruyendo el orden natural: aborto, eutanasia, experimentos con embriones, teoría de género, feminismo, matrimonio gay, trans, etc.
En las estribaciones de la modernidad -la que alcanzamos nosotros- comenzó a gestarse la abolición del sentido común. Llegamos a la posmodernidad. El hombre posmoderno suele ser ambientalista, animalista, abstemio -¡qué horror!-, vegano… en la enumeración llegaríamos casi al infinito. Todo esto ha echado al hombre de su puesto de suprema deidad entronizando en su lugar al animal y, si nos descuidamos, dentro de poco a las plantitas.
Dios, hombre, animal. Con una adorante imbecilidad, las hordas de “militantes proteccionistas” se lanzan por las calles aullando sus premisas histéricas contrarias al maltrato de animales, con enormes carteles, unos más estúpidos que otros; y para peor, los más sesudos y solemnes periodistas, los de mayor rating, invitan a sus programas a los representantes de estos desvaríos y, después de oír sus aullidos, concluyen dándoles la razón con tono grave y serio.
Toda esta prédica “proteccionista” es una manera más de terminar con las tradiciones. Así, por ejemplo, se abolió la caza del zorro en Inglaterra (es de esperar que la buena gente del Brexit logre restablecer esa tan británica tradición). Intentan, también, ir por los toros en España (una Plaza de Toros, una gran Catedral, un Castillo y un Alcázar presiden casi todas las ciudades españolas).
Y volviendo al pago, después de la reciente exitosa embestida contra las carreras de galgos (¿tendremos que prohibir también el dicho échame un galgo?) ahora van por los caballos. A pesar de ser un bicho de ciudad tuve ocasión de vivir unos años en un Regimiento de Caballería y disfrutar de espectáculos de polo y de salto… y también de tomarles el pelo a nuestros amigos oficiales diciéndoles que amaban primero a su caballo y después a los hijos y a la esposa. Este cuidado de los caballos lo he observado también en multitud de películas y series. No hay animal más cuidado y mejor tratado que el caballo de raza, corra o salte.
Estamos en el reino subversivo de la estupidez humana. ¡Oh, Babieca y Rocinante y el Malacara del Cura Brochero! Démosle un tiempito e irán contra San Martín: ¡que se borre de la historia el cruce de los Andes por el maltrato infligido a las pobres mulas y caballos obligándolos a cruzar la Cordillera cargando hombres y pertrechos! ¿Sacarán al Libertador de los monumentos y dejarán sólo al sufrido equino?
El hombre posmoderno expresa la perversidad en una mueca estúpida. Esto me trae a la memoria los versos de Chesterton “traducidos a la Castellani”:
Si yo fuera un pagano, querido,
mi copero mayor y mi grey
llenarían mi vaso de plata
de Falerno, de Chipre y Jerez…
Pero Hirt es pagano, pagano,
y sus siervos le dan de beber
¡tres tazones de leche por día
y espinacas cocidas con té!
………………………………..
Te regalo el problema, querido.
Si eres brujo podrás resolver
cómo hay seres que a Dios han perdido
y lo pierden al diablo también.
Yo me he roto la testa pensando
y ya he dado mi brazo a torcer
cómo hay tipos que viven sin Cristo
y no tienen tampoco el placer.
¡Qué no escribirían hoy, ante tanta estulticia, Chesterton y Castellani!
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De Hombres, mujeres y el argumento de la ignorancia
Por Fabian Kussman
Bill O’Reilly es un periodista, escritor y conductor de un popular programa de comentarios políticos en la cadena Fox. O’Reilly es entretenido, es elocuente, tiene un ritmo que hace de su hora un fragmento de mucho interés. O’Reilly debate con sus entrevistados, es provocador y no es temeroso. Es decir, arriesga a perder la contienda en pos del éxito de su segmento. Se observan nítidamente su cultura e inteligencia. De todas maneras, en pocas oportunidades he encontrado un punto de acuerdo con sus expresiones. Pero entiendo que es su personaje. Tiene un contrato para incendiar a la audiencia y envolverlos en controversias. Gana dinero por ello.
Hoy, no me sorprendió avistar las declaraciones de otra persona -que es remunerada por los propios argentinos- sobre las carreras de galgos. Diana Conti y su necedad la lleva a esgrimir malas ideas en pos de la desmedida y desesperada puja por el poder.
Si me sorprendió la señora Genta. Sus artículos interesantes han logrado que lea, analice e incluso disfrute de su prosa, sus conocimientos y sus significaciones.
Hasta hoy.
“Cuando el mundo era teocéntrico…”, comienza la señora Genta tal vez olvidándose que de lo que habla es una porción de tierra donde se desarrollan las aventuras narradas en la biblia y erradicando millones de años de civilizaciones que creían en más de un dios. El dios judeo-cristiano puso en la tierra a los animales para servir al hombre. Otras divinidades no. No en la India, por ejemplo. Pero siempre nuestro dios es el que vale.
La culpa es de los filósofos que decidieron prescindir de Dios y lo sustituyeron por el hombre moderno que destruyó el orden natural: Aborto, eutanasia, experimentos con embriones, teoría de género, feminismo y -según Genta- más bestialidades como el matrimonio gay y los transexuales. “El hombre camina, pero Dios guía sus pasos”, dice Timoteo 1.
María Lilia Genta critica al hombre posmoderno por preocuparse por el deterioro del Medio Ambiente cuando el 98% de la comunidad científica afirma que el cambio climático es un sensible problema, pero el amor es más fuerte… ¿el amor por Trump es más fuerte? Claro, ¿Qué saben los académicos? Cuando tenemos dolencias o enfermedades recurrimos al instructor de karate de nuestro sobrino. Entre estas reprochas, caen los veganos y los animalistas, estos últimos preocupados por hacer respetar los derechos del animal. En pocas palabras, la ley.
La calma antes de la tempestad no se divisa y la pluma sigue distribuyendo incoherencias a las que ahora se suman algunos insultos. Los imbéciles que aullamos premisas histéricas somos alcanzados por su látigo. No tengo una respuesta inteligente ya que debería considerarlo un elogio. Marlon Brando fue llamado idiota por defender los derechos del indio americano. Martin Luther King fue llamado imbécil por reclamar las libertades civiles de los afroamericanos.1
Lo curioso es que hay sesudos periodistas -que al parecer tienen mucho rating- que dejan que los proteccionistas de animales inunden las emisoras de televisión con enormes carteles (Unos más estúpidos que otros -afirma Genta-) y asienten luego de oír los aullidos de los estúpidos amantes de los animales. Gracias al modernismo por YouTube, ya que en mi vida no he visto más de dos exitosos programas recibiendo Animales Humanos preocupados por el maltrato hacia Animales no Humanos.
María Lilia Genta acusa con razón a la prédica proteccionista (Entre comillas, ya que confusamente no protegen nada, ¿o si, señora Genta? Es medianoche en Florida Central y el cansancio me produce cierta confusión) de abolir la caza del zorro en Inglaterra. Esta tradición que comenzó con Carlos II era solo permitida entre los miembros de la familia real. Esta tradición cambió con los años autorizando a amigos de los monarcas a participar. Esta tradición se amplió para que la “disfrutaran” los integrantes de la Alta Sociedad británica, para finalmente ser ejecutada por los súbditos también. Esta tradición ha tenido tantos cambios que al parecer dejó de serlo hasta -en nuestros días- desaparecer. Para la tranquilidad de la autora de De Galgos, Caballos y otros Bichos, la cacería de zorros con trampas tristemente no está prohibida, aunque tiene menos glamour.
Genta señala que los imbéciles intentamos ir por los toros en España. Personalmente no iría por los toros a ningún lado. Si para protestar por las corridas de toros en España. Y en Francia, Portugal, México, Colombia, Perú, Venezuela o Ecuador.
La escritora se pregunta si se debería prohibir el dicho échame un galgo, al mejor estilo telenovela caribeña. Si mal no recuerdo esta popular exclamación -más famosa como en su opción echame los galgos, para conservar las tradiciones- siempre fue utilizada por personas que son difíciles de atrapar o deslindan responsabilidades. Un apostador clandestino de carreras de galgos (penado por la ley), un cuidador que utiliza fármacos para envigorizar al perro corredor acortándole la vida (penado por la ley) o un político que apoya estos abusos a animales obteniendo un sueldo extra bajo el escritorio (penado por la ley) ¿Tendremos que prohibir también el dicho échame un galgo?, se pregunta Genta. Nunca lo debimos haber utilizado.
La señora Genta ha tenido la suerte de disfrutar de espectáculos de Polo. No he tenido la misma sensación cuando me retiré al ver demasiados backhanders donde la bola terminó impactando el rostro de los equinos. Pero hablo utilizando el argumento de la ignorancia: Debí haber presenciado los seis chuckers y entrevistar al caballo para preguntarle qué tan cuidado se sentía con su morro sangrando y saliva colgando de su boca.
De acuerdo con la lógica de Genta, prontamente iremos contra San Martín. Ya fuimos contra San Martín, ¿recuerdan? Terminó exiliado en Francia. El análisis de la necesidad de San Martín hace doscientos años ya de utilizar mulas y caballos, es un insulto a la inteligencia del Libertador. ¿Usaría el correntino mulas y caballos en nuestros días? Además, por más que los imbéciles protestemos, nunca se podrá borrar la historia. Ni los cuadros descolgados por Kirchner pudieron.
Para culminar, Gento opta por traducir -o utiliza una traducción de Leonardo Castelini- unos versos de Chesterton, ese prolífico y talentoso escritor que fue un baluarte en su apego a los valores de las tradiciones y al mundo antiguo pero su transformación de agnóstico a anglicano, de anglicano a cristiano, del cristianismo otra vez al anglicanismo y de allí al catolicismo pareciera haberlo incorporado a lo que Genta llama el Hombre Moderno, tan afecto a los cambios como considerar inocente y luego culpable al capitán Dreyfus o pintar a todos los judíos como shylocks, malolientes y mezquinos al mejor estilo Hitler. Como Bill O’Reilly, otro talentoso con el cual no siempre se está de acuerdo.
Las malas ideas deben ser combatidas. Las tradiciones que producen daños o incluso la muerte son usanzas salvajes. En ciertas universidades americanas se tienen -entre las hermandades- tradiciones y reglas para que un candidato pueda pertenecer a ellas, y muchas veces terminan en tragedia. Las fiestas de San Fermín son una aventura riesgosa. Entiendo que los toros no importan, pero tal vez las vidas humanas que esta tradición se cobra, sí. En algunas tribus africanas se practica la mutilación genital femenina. Se trata de una tradicional práctica cultural.
Es la hora de las brujas en Orlando y comienzo a creer debido a mi pobre poder de discernimiento y escasa intelectualidad que la narrativa de la señora Gento era solo el mal uso del sarcasmo y no producto de unas hojas con quinientas palabras mal fundamentadas.
1 Cuando Martin Luther King fue en busca de apoyo en otras comunidades cristianas, sacerdotes y pastores le dijeron que, según las epístolas de Pablo, los creyentes debían regocijarse en el sufrimiento en pos de sus creencias. Algo similar a lo que el Vaticano viene sugiriendo a los presos políticos y a las víctimas del terrorismo en Argentina.
Contestación a María Lilia Genta y la arrogancia del desconocimiento sobre maltrato animal.
De galgos, caballos y otros bichos.
Por María Lilia Genta
Cuando el mundo era teocéntrico -qué antigüedad- el hombre adoraba a Dios y gozaba de los frutos de la tierra. Dios puso todo lo creado al servicio del hombre que con su trabajo debía dominarlo para alimentarse, abrigarse o, simplemente, contemplarlo para su gozo.
Un día, unos filósofos decidieron prescindir de Dios y pusieron al hombre en su lugar. El hombre moderno fue poco a poco destruyendo el orden natural: aborto, eutanasia, experimentos con embriones, teoría de género, feminismo, matrimonio gay, trans, etc.
En las estribaciones de la modernidad -la que alcanzamos nosotros- comenzó a gestarse la abolición del sentido común. Llegamos a la posmodernidad. El hombre posmoderno suele ser ambientalista, animalista, abstemio -¡qué horror!-, vegano… en la enumeración llegaríamos casi al infinito. Todo esto ha echado al hombre de su puesto de suprema deidad entronizando en su lugar al animal y, si nos descuidamos, dentro de poco a las plantitas.
Dios, hombre, animal. Con una adorante imbecilidad, las hordas de “militantes proteccionistas” se lanzan por las calles aullando sus premisas histéricas contrarias al maltrato de animales, con enormes carteles, unos más estúpidos que otros; y para peor, los más sesudos y solemnes periodistas, los de mayor rating, invitan a sus programas a los representantes de estos desvaríos y, después de oír sus aullidos, concluyen dándoles la razón con tono grave y serio.
Toda esta prédica “proteccionista” es una manera más de terminar con las tradiciones. Así, por ejemplo, se abolió la caza del zorro en Inglaterra (es de esperar que la buena gente del Brexit logre restablecer esa tan británica tradición). Intentan, también, ir por los toros en España (una Plaza de Toros, una gran Catedral, un Castillo y un Alcázar presiden casi todas las ciudades españolas).
Y volviendo al pago, después de la reciente exitosa embestida contra las carreras de galgos (¿tendremos que prohibir también el dicho échame un galgo?) ahora van por los caballos. A pesar de ser un bicho de ciudad tuve ocasión de vivir unos años en un Regimiento de Caballería y disfrutar de espectáculos de polo y de salto… y también de tomarles el pelo a nuestros amigos oficiales diciéndoles que amaban primero a su caballo y después a los hijos y a la esposa. Este cuidado de los caballos lo he observado también en multitud de películas y series. No hay animal más cuidado y mejor tratado que el caballo de raza, corra o salte.
Estamos en el reino subversivo de la estupidez humana. ¡Oh, Babieca y Rocinante y el Malacara del Cura Brochero! Démosle un tiempito e irán contra San Martín: ¡que se borre de la historia el cruce de los Andes por el maltrato infligido a las pobres mulas y caballos obligándolos a cruzar la Cordillera cargando hombres y pertrechos! ¿Sacarán al Libertador de los monumentos y dejarán sólo al sufrido equino?
El hombre posmoderno expresa la perversidad en una mueca estúpida. Esto me trae a la memoria los versos de Chesterton “traducidos a la Castellani”:
Si yo fuera un pagano, querido,
mi copero mayor y mi grey
llenarían mi vaso de plata
de Falerno, de Chipre y Jerez…
Pero Hirt es pagano, pagano,
y sus siervos le dan de beber
¡tres tazones de leche por día
y espinacas cocidas con té!
………………………………..
Te regalo el problema, querido.
Si eres brujo podrás resolver
cómo hay seres que a Dios han perdido
y lo pierden al diablo también.
Yo me he roto la testa pensando
y ya he dado mi brazo a torcer
cómo hay tipos que viven sin Cristo
y no tienen tampoco el placer.
¡Qué no escribirían hoy, ante tanta estulticia, Chesterton y Castellani!
De Hombres, mujeres y el argumento de la ignorancia
Por Fabian Kussman
Bill O’Reilly es un periodista, escritor y conductor de un popular programa de comentarios políticos en la cadena Fox. O’Reilly es entretenido, es elocuente, tiene un ritmo que hace de su hora un fragmento de mucho interés. O’Reilly debate con sus entrevistados, es provocador y no es temeroso. Es decir, arriesga a perder la contienda en pos del éxito de su segmento. Se observan nítidamente su cultura e inteligencia. De todas maneras, en pocas oportunidades he encontrado un punto de acuerdo con sus expresiones. Pero entiendo que es su personaje. Tiene un contrato para incendiar a la audiencia y envolverlos en controversias. Gana dinero por ello.
Hoy, no me sorprendió avistar las declaraciones de otra persona -que es remunerada por los propios argentinos- sobre las carreras de galgos. Diana Conti y su necedad la lleva a esgrimir malas ideas en pos de la desmedida y desesperada puja por el poder.
Si me sorprendió la señora Genta. Sus artículos interesantes han logrado que lea, analice e incluso disfrute de su prosa, sus conocimientos y sus significaciones.
Hasta hoy.
“Cuando el mundo era teocéntrico…”, comienza la señora Genta tal vez olvidándose que de lo que habla es una porción de tierra donde se desarrollan las aventuras narradas en la biblia y erradicando millones de años de civilizaciones que creían en más de un dios. El dios judeo-cristiano puso en la tierra a los animales para servir al hombre. Otras divinidades no. No en la India, por ejemplo. Pero siempre nuestro dios es el que vale.
La culpa es de los filósofos que decidieron prescindir de Dios y lo sustituyeron por el hombre moderno que destruyó el orden natural: Aborto, eutanasia, experimentos con embriones, teoría de género, feminismo y -según Genta- más bestialidades como el matrimonio gay y los transexuales. “El hombre camina, pero Dios guía sus pasos”, dice Timoteo 1.
María Lilia Genta critica al hombre posmoderno por preocuparse por el deterioro del Medio Ambiente cuando el 98% de la comunidad científica afirma que el cambio climático es un sensible problema, pero el amor es más fuerte… ¿el amor por Trump es más fuerte? Claro, ¿Qué saben los académicos? Cuando tenemos dolencias o enfermedades recurrimos al instructor de karate de nuestro sobrino. Entre estas reprochas, caen los veganos y los animalistas, estos últimos preocupados por hacer respetar los derechos del animal. En pocas palabras, la ley.
La calma antes de la tempestad no se divisa y la pluma sigue distribuyendo incoherencias a las que ahora se suman algunos insultos. Los imbéciles que aullamos premisas histéricas somos alcanzados por su látigo. No tengo una respuesta inteligente ya que debería considerarlo un elogio. Marlon Brando fue llamado idiota por defender los derechos del indio americano. Martin Luther King fue llamado imbécil por reclamar las libertades civiles de los afroamericanos.1
Lo curioso es que hay sesudos periodistas -que al parecer tienen mucho rating- que dejan que los proteccionistas de animales inunden las emisoras de televisión con enormes carteles (Unos más estúpidos que otros -afirma Genta-) y asienten luego de oír los aullidos de los estúpidos amantes de los animales. Gracias al modernismo por YouTube, ya que en mi vida no he visto más de dos exitosos programas recibiendo Animales Humanos preocupados por el maltrato hacia Animales no Humanos.
María Lilia Genta acusa con razón a la prédica proteccionista (Entre comillas, ya que confusamente no protegen nada, ¿o si, señora Genta? Es medianoche en Florida Central y el cansancio me produce cierta confusión) de abolir la caza del zorro en Inglaterra. Esta tradición que comenzó con Carlos II era solo permitida entre los miembros de la familia real. Esta tradición cambió con los años autorizando a amigos de los monarcas a participar. Esta tradición se amplió para que la “disfrutaran” los integrantes de la Alta Sociedad británica, para finalmente ser ejecutada por los súbditos también. Esta tradición ha tenido tantos cambios que al parecer dejó de serlo hasta -en nuestros días- desaparecer. Para la tranquilidad de la autora de De Galgos, Caballos y otros Bichos, la cacería de zorros con trampas tristemente no está prohibida, aunque tiene menos glamour.
Genta señala que los imbéciles intentamos ir por los toros en España. Personalmente no iría por los toros a ningún lado. Si para protestar por las corridas de toros en España. Y en Francia, Portugal, México, Colombia, Perú, Venezuela o Ecuador.
La escritora se pregunta si se debería prohibir el dicho échame un galgo, al mejor estilo telenovela caribeña. Si mal no recuerdo esta popular exclamación -más famosa como en su opción echame los galgos, para conservar las tradiciones- siempre fue utilizada por personas que son difíciles de atrapar o deslindan responsabilidades. Un apostador clandestino de carreras de galgos (penado por la ley), un cuidador que utiliza fármacos para envigorizar al perro corredor acortándole la vida (penado por la ley) o un político que apoya estos abusos a animales obteniendo un sueldo extra bajo el escritorio (penado por la ley) ¿Tendremos que prohibir también el dicho échame un galgo?, se pregunta Genta. Nunca lo debimos haber utilizado.
La señora Genta ha tenido la suerte de disfrutar de espectáculos de Polo. No he tenido la misma sensación cuando me retiré al ver demasiados backhanders donde la bola terminó impactando el rostro de los equinos. Pero hablo utilizando el argumento de la ignorancia: Debí haber presenciado los seis chuckers y entrevistar al caballo para preguntarle qué tan cuidado se sentía con su morro sangrando y saliva colgando de su boca.
De acuerdo con la lógica de Genta, prontamente iremos contra San Martín. Ya fuimos contra San Martín, ¿recuerdan? Terminó exiliado en Francia. El análisis de la necesidad de San Martín hace doscientos años ya de utilizar mulas y caballos, es un insulto a la inteligencia del Libertador. ¿Usaría el correntino mulas y caballos en nuestros días? Además, por más que los imbéciles protestemos, nunca se podrá borrar la historia. Ni los cuadros descolgados por Kirchner pudieron.
Para culminar, Gento opta por traducir -o utiliza una traducción de Leonardo Castelini- unos versos de Chesterton, ese prolífico y talentoso escritor que fue un baluarte en su apego a los valores de las tradiciones y al mundo antiguo pero su transformación de agnóstico a anglicano, de anglicano a cristiano, del cristianismo otra vez al anglicanismo y de allí al catolicismo pareciera haberlo incorporado a lo que Genta llama el Hombre Moderno, tan afecto a los cambios como considerar inocente y luego culpable al capitán Dreyfus o pintar a todos los judíos como shylocks, malolientes y mezquinos al mejor estilo Hitler. Como Bill O’Reilly, otro talentoso con el cual no siempre se está de acuerdo.
Las malas ideas deben ser combatidas. Las tradiciones que producen daños o incluso la muerte son usanzas salvajes. En ciertas universidades americanas se tienen -entre las hermandades- tradiciones y reglas para que un candidato pueda pertenecer a ellas, y muchas veces terminan en tragedia. Las fiestas de San Fermín son una aventura riesgosa. Entiendo que los toros no importan, pero tal vez las vidas humanas que esta tradición se cobra, sí. En algunas tribus africanas se practica la mutilación genital femenina. Se trata de una tradicional práctica cultural.
Es la hora de las brujas en Orlando y comienzo a creer debido a mi pobre poder de discernimiento y escasa intelectualidad que la narrativa de la señora Gento era solo el mal uso del sarcasmo y no producto de unas hojas con quinientas palabras mal fundamentadas.
1 Cuando Martin Luther King fue en busca de apoyo en otras comunidades cristianas, sacerdotes y pastores le dijeron que, según las epístolas de Pablo, los creyentes debían regocijarse en el sufrimiento en pos de sus creencias. Algo similar a lo que el Vaticano viene sugiriendo a los presos políticos y a las víctimas del terrorismo en Argentina.
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