El genio ciego que reescribió las matemáticas

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  Por J.G. Shear.

La vida de Leonhard Euler se lee como un sueño febril de brillantez: un erudito del siglo XVIII que, a pesar de quedar ciego, se convirtió en el matemático más prolífico de la historia. Nacido en Basilea, Suiza, en 1707, Euler fue un prodigio criado por el legendario Johann Bernoulli. A los 13 años, ya estaba matriculado en la Universidad de Basilea, y a los 20, publicaba trabajos pioneros en matemáticas y física.

La carrera de Euler despegó en la Academia de Ciencias de San Petersburgo, donde sucedió a Daniel Bernoulli como catedrático de matemáticas. Allí, comenzó a producir una avalancha de trabajos que definirían campos enteros: cálculo, teoría de números, mecánica, astronomía e incluso teoría musical. Su obra de 1748, Introductio in analysin infinitorum, introdujo el concepto moderno de función y sentó las bases de la geometría analítica. También nos dio la notación f(x), la constante e y popularizó π, símbolos que ahora están presentes en todos los libros de texto de matemáticas.

Pero el genio de Euler no se limitó a los símbolos. Resolvió el famoso problema de los Siete Puentes de Königsberg, fundando así la teoría de grafos. Abordó el problema de los tres cuerpos en mecánica celeste, avanzó en la dinámica de fluidos e incluso ayudó a la Armada Británica a calcular tablas lunares para la navegación. Su Mecánica (1736) reformuló las leyes de Newton mediante ecuaciones diferenciales, revolucionando la mecánica clásica.

En 1735, Euler perdió la visión de un ojo debido al exceso de trabajo. Para 1766, estaba completamente ciego. Sin embargo, sorprendentemente, su productividad aumentó. Con la ayuda de escribas y su prodigiosa memoria, dictó casi la mitad de sus 866 obras publicadas después de quedarse ciego. Sus cálculos mentales eran tan precisos que en una ocasión recalculó mentalmente toda la órbita lunar.

La vida personal de Euler fue igualmente rica. Tuvo 13 hijos (cinco sobrevivieron a la infancia), mantuvo correspondencia con la realeza y escribió Cartas a una princesa alemana, una lúcida explicación de la física y la filosofía para el público general. Murió en 1783 en San Petersburgo, supuestamente resolviendo un problema de matemáticas pocas horas antes de morir.

El legado de Euler es asombroso. Su nombre adorna docenas de teoremas, fórmulas y constantes. Pierre-Simon Laplace dijo una vez: «Lean a Euler, lean a Euler, él es el maestro de todos nosotros». En un mundo obsesionado con la innovación, Euler nos recuerda que el verdadero genio no solo reside en el descubrimiento, sino en la claridad, la elegancia y la curiosidad incansable.

 


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Julio 4, 2025


 

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