De la Pluma de Voltaire salía aquella olvidada frase “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.Más cercano a nosotros, el presidente Illia aconsejaba: “Jamás acepten los jóvenes que les cercenen el más importante de los derechos que tiene el ser humano, que es la libertad de pensar”. Es aquí, cuando nos enfrentamos con ideas totalitarias como la que votaron la mayoría de los legisladores de la provincia de Buenos Aires, tenemos el derecho de descalificarlas, y más aún con simbolismos se disfraza una mentira que sigue perjudicando a ciudadanos.
La libertad de expresión debe incluir el derecho a ofender. Por supuesto, existen fronteras que sirven a valiosas funciones como apología del delito, propaganda en favor de la guerra, incitación a la violencia, racismo o persecución religiosa. Es decir, la existencia de limitaciones de sentido común es en sí, un avance. Los sentimientos nunca deben situarse por encima de los derechos humanos fundamentales, sobre todo cuando el derecho humano en cuestión es el principal mecanismo por el cual las sociedades y las culturas progresan. Ahora bien, siempre flotan en el aire las ideas de la intolerancia -que grita, que perdura- y los cobardes bajamos la cabeza. Pero -citando las palabras del presidente Macri- María Eugenia Vidal es digna de admirar. Y ella tiene en sus manos hoy la posibilidad de hacer lo correcto, o bajar la cabeza. En la provincia de Buenos Aires, la Ley de “anti-negacionismo” cobró vida. Es, curiosamente, una ley de símbolos. Tristemente, símbolos falsos que pertenecen a una conveniencia política. Será difícil explicar a nuevas generaciones el error matemático y aún más difícil hacerles comprender que hubo en la Argentina 22.000 madres que no denunciaron la ausencia de su hijo. 44.000 padres y madres que no tuvieron coraje. 66.000 padres, madres y hermanos que se desinteresaron sobre el paradero de un desafortunado. 88.000 padres, madres, hermanos y amigos que hicieron lo propio. Tal vez, como señaló el escritor Martin Kohan, soy -junto a Graciela Fernández Meijide- un canalla por desafiar la cifra que -robando las palabras de Luis Labraña- “La inventé yo”; examinando documentos oficiales, no la alcanzo; utilizando el sentido común, tampoco.
Para añadir más desencanto, el defensor de esta ley, el senador peronista Norberto Amilcar García declamó sin escucharse: “Cómo alguien -en un gobierno democrático- puede poner en duda esto?” y continuó con la sorna de la mesa de fútbol en el café: “Supongamos que haya alguien que por ahí tiene las ideas confusas: ¡Llámese a silencio!”, pero este triste representante del pueblo no siguió su propio consejo autoritario.
“Todas las grandes verdades comienzan como blasfemias”. La validez de este noble e ilustrado sentimiento de George Bernard Shaw ha sido documentada a lo largo de los siglos, desde el avance ofensivo pero útil y correcto de Galileo Galilei del sistema solar heliocéntrico, pasando por el fuego de Giordano Bruno. Esta nueva ley que prohíbe pensar, permite mentir, permitirá conocer el buen o mal juicio de la gobernadora Vidal, y el juicio moral al que será sometida por el pueblo. Vidal se va de vacaciones y se olvida de su policía. Vidal se encuentra con el Papa Francisco y se desentiende de graves problemas que tiene entre sus manos. Hoy, en los momentos más cruciales, es donde encontrará su carácter y se plegará a los que exigen la verdad, o se tomará un descanso temporal de su agitada agenda, como -pareciera- lo indica en manual no escrito de Cambiemos. Si esto continúa, su provincia seguirá legislando y aprobando El Día del Cebollín Verde, el cambio de nombre de una calle, o el Día de la Mentira. No, perdón, esto sucedió el 23 de marzo de este año, en el 145avo. Período Legislativo, con treinta y ocho legisladores provinciales y ocho ausentes -quienes, en su mayoría- volvieron a hacer propaganda, dejando de lado sus funciones. El más importante y tal vez el único principio de la ética pública debiese ser el evitar el abuso de poder en beneficio propio. “Entiendo que ahora, como dice el senador García, este intento de rediscutir símbolos, de rediscutir una mirada política de lo que nos aconteció, es parte de lo que trae el Macrismo, como una novedad, como algo que también pensábamos que en ese sentido ya había un piso de discusión y no íbamos a retroceder, pero hoy estamos viendo que sí”, declara la senadora Mónica Macha, del Frente Para la Victoria, en esa misma sesión extraordinaria. “…porque tenemos menos juicios, porque la lentitud es la marca de esta época en relación a los juicios de lesa humanidad, porque se vuelven a discutir las reparaciones, se intenta también la cuestión de publicar los nombres de aquellos compañeros y compañeras que han sobrevivido a los campos de concentración y por eso hay una reparación por parte del Estado, y todo esto es, en una fecha muy especial como decía el senador García, un símbolo político para nosotros”. Si, su primera reacción fue como la mía: Tanta oratoria para decir tres cosas:
El Macrismo trae la novedad. Por supuesto, para la senadora, los que no somos Macristas no somos merecedores de dar a conocer nuestro parecer o pertenecemos a la clase de esclavos de decisiones de funcionarios “brillantes”. Ante una discrepancia, somos golpistas, viejo discurso de los totalitarios. La lentitud de los juicios de lesa humanidad es una marca del kirchnerismo, con imputados “dignos” de aguardar diez o doce años para enfrentar a un tribunal parcial, aunque es cierto, el Macrismo honra ese mismo acto ilegal de sus predecesores. Si se vuelven a discutir reparaciones a desaparecidos o desaparecidos que no son tal, se debe a que es un pleno derecho del pueblo de saber que hacen -dirigentes como García o Macha, que viven de nuestro dinero- con nuestro dinero.
La hipocresía de estos pequeños charlatanes, lleva a señalar como culpables a quienes disentimos en plena democracia. La pena es despertar a la realidad y observar que somos conducidos por gente con tan poca altura intelectual. También debemos entender que esto no es lo preocupante. Son personas que han sido arrastradas por el poder del ‘relato’ kirchnerista y deben religiosa obediencia a esa farsa endeblemente orquestada. La alarma se debe prender cuando una persona -específicamente una gobernadora como Vidal- no enfrenta los problemas por incapacidad, desidia, miedo o, finalmente, indiferencia. Ella hará su conforme juicio de valores. Los ciudadanos también, lo que, al fin, será -tristemente- otro símbolo.
Por Fabian Kussman.
De la Pluma de Voltaire salía aquella olvidada frase “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.Más cercano a nosotros, el presidente Illia aconsejaba: “Jamás acepten los jóvenes que les cercenen el más importante de los derechos que tiene el ser humano, que es la libertad de pensar”. Es aquí, cuando nos enfrentamos con ideas totalitarias como la que votaron la mayoría de los legisladores de la provincia de Buenos Aires, tenemos el derecho de descalificarlas, y más aún con simbolismos se disfraza una mentira que sigue perjudicando a ciudadanos.
La libertad de expresión debe incluir el derecho a ofender. Por supuesto, existen fronteras que sirven a valiosas funciones como apología del delito, propaganda en favor de la guerra, incitación a la violencia, racismo o persecución religiosa. Es decir, la existencia de limitaciones de sentido común es en sí, un avance. Los sentimientos nunca deben situarse por encima de los derechos humanos fundamentales, sobre todo cuando el derecho humano en cuestión es el principal mecanismo por el cual las sociedades y las culturas progresan. Ahora bien, siempre flotan en el aire las ideas de la intolerancia -que grita, que perdura- y los cobardes bajamos la cabeza. Pero -citando las palabras del presidente Macri- María Eugenia Vidal es digna de admirar. Y ella tiene en sus manos hoy la posibilidad de hacer lo correcto, o bajar la cabeza. En la provincia de Buenos Aires, la Ley de “anti-negacionismo” cobró vida. Es, curiosamente, una ley de símbolos. Tristemente, símbolos falsos que pertenecen a una conveniencia política. Será difícil explicar a nuevas generaciones el error matemático y aún más difícil hacerles comprender que hubo en la Argentina 22.000 madres que no denunciaron la ausencia de su hijo. 44.000 padres y madres que no tuvieron coraje. 66.000 padres, madres y hermanos que se desinteresaron sobre el paradero de un desafortunado. 88.000 padres, madres, hermanos y amigos que hicieron lo propio. Tal vez, como señaló el escritor Martin Kohan, soy -junto a Graciela Fernández Meijide- un canalla por desafiar la cifra que -robando las palabras de Luis Labraña- “La inventé yo”; examinando documentos oficiales, no la alcanzo; utilizando el sentido común, tampoco.
Para añadir más desencanto, el defensor de esta ley, el senador peronista Norberto Amilcar García declamó sin escucharse: “Cómo alguien -en un gobierno democrático- puede poner en duda esto?” y continuó con la sorna de la mesa de fútbol en el café: “Supongamos que haya alguien que por ahí tiene las ideas confusas: ¡Llámese a silencio!”, pero este triste representante del pueblo no siguió su propio consejo autoritario.
“Todas las grandes verdades comienzan como blasfemias”. La validez de este noble e ilustrado sentimiento de George Bernard Shaw ha sido documentada a lo largo de los siglos, desde el avance ofensivo pero útil y correcto de Galileo Galilei del sistema solar heliocéntrico, pasando por el fuego de Giordano Bruno. Esta nueva ley que prohíbe pensar, permite mentir, permitirá conocer el buen o mal juicio de la gobernadora Vidal, y el juicio moral al que será sometida por el pueblo. Vidal se va de vacaciones y se olvida de su policía. Vidal se encuentra con el Papa Francisco y se desentiende de graves problemas que tiene entre sus manos. Hoy, en los momentos más cruciales, es donde encontrará su carácter y se plegará a los que exigen la verdad, o se tomará un descanso temporal de su agitada agenda, como -pareciera- lo indica en manual no escrito de Cambiemos. Si esto continúa, su provincia seguirá legislando y aprobando El Día del Cebollín Verde, el cambio de nombre de una calle, o el Día de la Mentira. No, perdón, esto sucedió el 23 de marzo de este año, en el 145avo. Período Legislativo, con treinta y ocho legisladores provinciales y ocho ausentes -quienes, en su mayoría- volvieron a hacer propaganda, dejando de lado sus funciones. El más importante y tal vez el único principio de la ética pública debiese ser el evitar el abuso de poder en beneficio propio. “Entiendo que ahora, como dice el senador García, este intento de rediscutir símbolos, de rediscutir una mirada política de lo que nos aconteció, es parte de lo que trae el Macrismo, como una novedad, como algo que también pensábamos que en ese sentido ya había un piso de discusión y no íbamos a retroceder, pero hoy estamos viendo que sí”, declara la senadora Mónica Macha, del Frente Para la Victoria, en esa misma sesión extraordinaria. “…porque tenemos menos juicios, porque la lentitud es la marca de esta época en relación a los juicios de lesa humanidad, porque se vuelven a discutir las reparaciones, se intenta también la cuestión de publicar los nombres de aquellos compañeros y compañeras que han sobrevivido a los campos de concentración y por eso hay una reparación por parte del Estado, y todo esto es, en una fecha muy especial como decía el senador García, un símbolo político para nosotros”. Si, su primera reacción fue como la mía: Tanta oratoria para decir tres cosas:
El Macrismo trae la novedad. Por supuesto, para la senadora, los que no somos Macristas no somos merecedores de dar a conocer nuestro parecer o pertenecemos a la clase de esclavos de decisiones de funcionarios “brillantes”. Ante una discrepancia, somos golpistas, viejo discurso de los totalitarios. La lentitud de los juicios de lesa humanidad es una marca del kirchnerismo, con imputados “dignos” de aguardar diez o doce años para enfrentar a un tribunal parcial, aunque es cierto, el Macrismo honra ese mismo acto ilegal de sus predecesores. Si se vuelven a discutir reparaciones a desaparecidos o desaparecidos que no son tal, se debe a que es un pleno derecho del pueblo de saber que hacen -dirigentes como García o Macha, que viven de nuestro dinero- con nuestro dinero.
La hipocresía de estos pequeños charlatanes, lleva a señalar como culpables a quienes disentimos en plena democracia. La pena es despertar a la realidad y observar que somos conducidos por gente con tan poca altura intelectual. También debemos entender que esto no es lo preocupante. Son personas que han sido arrastradas por el poder del ‘relato’ kirchnerista y deben religiosa obediencia a esa farsa endeblemente orquestada. La alarma se debe prender cuando una persona -específicamente una gobernadora como Vidal- no enfrenta los problemas por incapacidad, desidia, miedo o, finalmente, indiferencia. Ella hará su conforme juicio de valores. Los ciudadanos también, lo que, al fin, será -tristemente- otro símbolo.
PrisioneroEnArgentina.com
Abril 8, 2017
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