“No podemos ser nunca la contracumbre del G20, porque nosotros tenemos pensamiento propio, pensamiento crítico. Ellos vienen para implantar los mecanismos de dominación, quedarse con todo.”, manifestó Adolfo Pérez Esquivel, en su participación en el 1° Foro Mundial de Pensamiento Crítico del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) que se celebra en Buenos Aires. La calidad y la cantidad de los organizadores, participantes e invitados al 1º Foro de la Clacso no dejan dudas acerca de los propósitos políticos que persiguen y que ocultan tras el decálogo de buenas intenciones que exhiben. Zaffaroni, Baradel, Carlotto, Grabois, Borón, Ramonet, Donda, Monedero, Kicillof, Brieguer, Saintout, García Linera, Garzón, Carosio, Lander y otros representan lo más granado del populismo y/ totalitarismo propio y ajeno. Caraduras de siete suelas y, por ende, inmunes a la sensación repulsiva que provoca el ridículo, no los acobarda el denominar “Primer Foro Mundial del Pensamiento Crítico” a un encuentro que rinde un homenaje especial a los sesenta años del régimen carcelario y castrador (del pensamiento crítico) cubano. Si fueran coherentes debieran también reivindicar al Tercer Reich. Después de todo, Stalin, Mao, Pol Pot, Trotsky, Ceausesco y los ancestros de Kim Jong-un en materia de genocidio han batido todos los records (al punto de relegar a la mitad de la tabla a Hitler y su banda de asesinos.)
Filosofía política kirchnerista
Pues bien, en este ambiente de “pensamiento crítico” que provee el “cochino” capitalismo argentino disertó Cristina contra el, también, “cochino” neoliberalismo (vaya usted a disertar contra Maduro en Venezuela o contra de Castro en Cuba y, si sobrevive, después me cuenta). Un discurso panfletario y plagado de falacias y disparates que no resiste el análisis más elemental. Eso sí, en tono épico, provocador y dando cátedra con una audacia sin límites. Ello porque Cristina, que no le asco ni a las honduras filosóficas, lanzó una crítica demoledora nada menos que contra el principio republicano de división de poderes. Esgrimió que dicho principio resulta obsoleto a esta altura de los tiempos. Dijo, para apuntalar el argumento de la decrepitud, que en la época de su proclamación (la revolución francesa de 1789) “no existía la luz eléctrica ni el auto”. Luego, al pasar y como quién zanja la cuestión con una “genialidad”, preguntó: “¿alguien se sacaría una muela como se la sacaban en 1789?”. La ovación K no se hizo esperar. Acto seguido, se despachó contra los poderes que debiera y no controla el estado. Sostuvo que el legislativo y el ejecutivo sumados sólo controlan el 20 o el 30% del poder total. Que los medios de comunicación, las empresas trasnacionales y los capitales disponen del otro 70 u 80% (le faltó agregar aquí a los ciudadanos de a pie). Ahora bien, ¡Si esto no es una justificación del totalitarismo, el totalitarismo donde está! ¡Quiere la suma del poder y lo dice a los cuatro vientos! ¡Resulta que Montesquieu está pasado de moda y hay que tirarlo a la basura! ¿No será Cristina la que está fuera de época? Ya en su momento el maestro francés, padre del republicanismo, advertía que el enemigo más peligroso del que debe cuidarse la libertad es el poder político (“es una experiencia eterna que todo hombre que tiene poder tiende a su abuso”.)
El totalitarismo es más viejo que la democracia.
Por otro lado, las ideas totalitarias que propone la “reina-filósofa” no son ninguna novedad. Precedieron largamente a la revolución francesa y tenían plena vigencia aún antes que se inventaran la luz eléctrica y el agua caliente.
Por Mauricio Ortín
Cumbre del pensamiento totalitario
“No podemos ser nunca la contracumbre del G20, porque nosotros tenemos pensamiento propio, pensamiento crítico. Ellos vienen para implantar los mecanismos de dominación, quedarse con todo.”, manifestó Adolfo Pérez Esquivel, en su participación en el 1° Foro Mundial de Pensamiento Crítico del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) que se celebra en Buenos Aires. La calidad y la cantidad de los organizadores, participantes e invitados al 1º Foro de la Clacso no dejan dudas acerca de los propósitos políticos que persiguen y que ocultan tras el decálogo de buenas intenciones que exhiben. Zaffaroni, Baradel, Carlotto, Grabois, Borón, Ramonet, Donda, Monedero, Kicillof, Brieguer, Saintout, García Linera, Garzón, Carosio, Lander y otros representan lo más granado del populismo y/ totalitarismo propio y ajeno. Caraduras de siete suelas y, por ende, inmunes a la sensación repulsiva que provoca el ridículo, no los acobarda el denominar “Primer Foro Mundial del Pensamiento Crítico” a un encuentro que rinde un homenaje especial a los sesenta años del régimen carcelario y castrador (del pensamiento crítico) cubano. Si fueran coherentes debieran también reivindicar al Tercer Reich. Después de todo, Stalin, Mao, Pol Pot, Trotsky, Ceausesco y los ancestros de Kim Jong-un en materia de genocidio han batido todos los records (al punto de relegar a la mitad de la tabla a Hitler y su banda de asesinos.)
Filosofía política kirchnerista
Pues bien, en este ambiente de “pensamiento crítico” que provee el “cochino” capitalismo argentino disertó Cristina contra el, también, “cochino” neoliberalismo (vaya usted a disertar contra Maduro en Venezuela o contra de Castro en Cuba y, si sobrevive, después me cuenta). Un discurso panfletario y plagado de falacias y disparates que no resiste el análisis más elemental. Eso sí, en tono épico, provocador y dando cátedra con una audacia sin límites. Ello porque Cristina, que no le asco ni a las honduras filosóficas, lanzó una crítica demoledora nada menos que contra el principio republicano de división de poderes. Esgrimió que dicho principio resulta obsoleto a esta altura de los tiempos. Dijo, para apuntalar el argumento de la decrepitud, que en la época de su proclamación (la revolución francesa de 1789) “no existía la luz eléctrica ni el auto”. Luego, al pasar y como quién zanja la cuestión con una “genialidad”, preguntó: “¿alguien se sacaría una muela como se la sacaban en 1789?”. La ovación K no se hizo esperar. Acto seguido, se despachó contra los poderes que debiera y no controla el estado. Sostuvo que el legislativo y el ejecutivo sumados sólo controlan el 20 o el 30% del poder total. Que los medios de comunicación, las empresas trasnacionales y los capitales disponen del otro 70 u 80% (le faltó agregar aquí a los ciudadanos de a pie). Ahora bien, ¡Si esto no es una justificación del totalitarismo, el totalitarismo donde está! ¡Quiere la suma del poder y lo dice a los cuatro vientos! ¡Resulta que Montesquieu está pasado de moda y hay que tirarlo a la basura! ¿No será Cristina la que está fuera de época? Ya en su momento el maestro francés, padre del republicanismo, advertía que el enemigo más peligroso del que debe cuidarse la libertad es el poder político (“es una experiencia eterna que todo hombre que tiene poder tiende a su abuso”.)
El totalitarismo es más viejo que la democracia.
Por otro lado, las ideas totalitarias que propone la “reina-filósofa” no son ninguna novedad. Precedieron largamente a la revolución francesa y tenían plena vigencia aún antes que se inventaran la luz eléctrica y el agua caliente.
PrisioneroEnArgentina.com
Noviembre 20, 2018
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