El terrorismo al igual que la guerra o cualquier actividad de la naturaleza que sea, no es igual. Cada una de éstas puede tener “cuestiones parecidas”. Pero esto nunca puede ser asumido de tal manera que exista una formula común para enfrentarlo.
Es indiscutible, que esto no quita la importancia de estudiar cada una de las “guerras terroristas”. Y en función de esto sacar experiencias y enseñanzas, que ayude a enfrentar el terrorismo en presencia.
Un aspecto esencial para los profesionales de la seguridad e incluso del accionar armado del aparato gubernamental, es tener en cuenta que así como en las FFAA, se hizo carne el estudio de la historia militar, no puede estar ausente en cualquier organización a nivel superior de la misma.
Noto con preocupación, que muchos argentinos comparan los Montoneros o “erpianos” que asolaron nuestro país, con las que condujo Bin Laden y hoy Isis.
Las condiciones de ejecución son tan diferentes, que seguramente habría fórmulas aplicadas en nuestra guerra civil, que no sirven para el Isis por ejemplo.
Pero es inaceptable, que burocráticamente nuestros “expertos” crean que la metodología empleada durante nuestra lucha contraterrorista, es la que se debe aplicar. Y omiten tener en cuenta, los errores intrínsecos existentes en nuestra guerra.
Existen muchas características, modos de acción y fundamentalmente consideraciones políticas que deben ser profundamente estudiadas, tanto a nivel estratégico como táctico.
Desde Bin Laden, se dio vida a emplear al terrorismo como instrumento bélico contra países poderosos. Y en este sentido sus efectos pueden considerarse como la generación de un “terror” casi equiparable al que genera las bombas atómicas o de hidrógeno.
Se debe tener en cuenta, que en la guerra convencional el enfrentamiento armado se encuentra encuadrado en un determinado territorio (teatro o zona de operaciones). Dentro de este se produce un salvaje enfrentamiento donde la mutua determinación es matar o morir.
Pero la población recibe los efectos por vía indirecta,(la pérdida o incapacidad de sus seres queridos). No digo que en la guerra actual, la existencia de la Fuerza Aérea, puso a la población en serio peligro de su seguridad. Pero para esto, los países han instrumentado medidas de seguridad que permiten una “expectativa” de superar los efectos de los bombardeos. Habrá que reconocer; desde la II Guerra Mundial, el riesgo de los ataques aéreos se convirtió en un motivo de “terror”. Pero aun así, hay una mayor defensa que en una guerra contra el terrorismo.
El terrorismo no tiene teatro de operaciones. Su lucha es abarcativa a cualquier lugar que resulte favorable a él. Abarca todo lugar donde hay no solo población sino elementos materiales que sirvan a sus efectos.
Las Fuerzas de seguridad encuentran que los objetivos de ataque potenciales son tan numerosos, que hacen imposible cuidarlos a todos. Para peor la estructura terrorista posee integrantes de sus bandas, que viven en cualquier lugar, y por lo tanto aprovechando la liberalidad que tiene el modo de vida institucional de las naciones de hoy, es racionalmente muy difícil proporcionar una seguridad total a la población.
El terrorismo puede producir un ataque en cualquier lugar, y puede atentar contra cualquiera, hasta niños o mujeres o ancianos o adultos que por necesidades de la vida debe concurrir a sus trabajos. Puede ser un objetivo, desde un “bunker” a un hospital o una escuela. Pero no se puede descuidar objetivos como embajadas e incluso instalaciones de las mismas Fuerzas de Seguridad o Fuerzas Armadas.
Realmente, creo que es necesario un estudio profundo del terrorismo y en el caso concreto un estudio de las razones del mismo, de las personalidades que lo conducen, de sus propias medidas de seguridad, y de los proyectos que formulan.
Posiblemente, se mantiene a pesar del tiempo, la necesidad de insistir en la “infiltración”, es decir de la posibilidad de incorporar a la banda de terrorista de personas “antiterroristas” que valientemente deciden arriesgarse a vincularse con estas organizaciones, para desde adentro ir anticipando indicios o evidencias de los proyectos de la banda.
Y esto son preocupaciones de las bandas. Y generalmente lo normal es que aparte de las medidas de seguridad que toma (como es el “tabicamiento”) sean muy categóricos en las decisiones contra el infiltrado, que casi siempre supone la muerte del mismo.
Esto hace muy difícil para un gobierno, el reclutamiento de infiltrados. Es una tarea ardua. No es lo que en la jerga policial se llama “buchones”. La selección impone encontrar potenciales héroes, decididos a dar su vida y soportar los peores tratamientos antes de morir. Para peor son personas que no pueden esperar reconocimiento de la sociedad, y su muerte es erróneamente ocultada por la Fuerza que lo tiene. Olvidan que para el terrorismo, es motivo de especial temor la existencia de infiltrados en su organización. Esto los lleva a desconfiar tanto de los propios que la conducción busca un constante “tabicamiento” que muchas veces limita ejecutar sus operaciones.
Sobre esto debo esperar que muchos “experimentados” traten de aportar a sus instituciones ideas que ayuden a luchar contra el terrorismo.
Siempre se debe tener presente, que la actividad del terrorismo, apunta directamente a generar terror en la población. No hay intermediarios. Estudiar y pensar sobre esto, es posiblemente un desafío para el siglo XXI, donde el “hábitat” de la población no debe ser afectada más de lo debido, y mucho menos que con argumentos antiterroristas, se perjudique a la población. Aunque parezca increíble, la seguridad de la población es el cuidado de los aparatos de seguridad sobre ellos.
Es seguro, que estudios severos sobre este problema, permitiría a las Fuerzas intervinientes a capacitarse como Fuerza de Seguridad que tiene algunas coincidencias con la metodología operativa del terrorismo, y la infiltración una preocupación indispensable.
Dios nos guarde. No basta con rasgarse las vestiduras. Hay que dar la batalla.
Por Carlos Españadero.
El terrorismo al igual que la guerra o cualquier actividad de la naturaleza que sea, no es igual. Cada una de éstas puede tener “cuestiones parecidas”. Pero esto nunca puede ser asumido de tal manera que exista una formula común para enfrentarlo.
Es indiscutible, que esto no quita la importancia de estudiar cada una de las “guerras terroristas”. Y en función de esto sacar experiencias y enseñanzas, que ayude a enfrentar el terrorismo en presencia.
Un aspecto esencial para los profesionales de la seguridad e incluso del accionar armado del aparato gubernamental, es tener en cuenta que así como en las FFAA, se hizo carne el estudio de la historia militar, no puede estar ausente en cualquier organización a nivel superior de la misma.
Noto con preocupación, que muchos argentinos comparan los Montoneros o “erpianos” que asolaron nuestro país, con las que condujo Bin Laden y hoy Isis.
Las condiciones de ejecución son tan diferentes, que seguramente habría fórmulas aplicadas en nuestra guerra civil, que no sirven para el Isis por ejemplo.
Pero es inaceptable, que burocráticamente nuestros “expertos” crean que la metodología empleada durante nuestra lucha contraterrorista, es la que se debe aplicar. Y omiten tener en cuenta, los errores intrínsecos existentes en nuestra guerra.
Existen muchas características, modos de acción y fundamentalmente consideraciones políticas que deben ser profundamente estudiadas, tanto a nivel estratégico como táctico.
Desde Bin Laden, se dio vida a emplear al terrorismo como instrumento bélico contra países poderosos. Y en este sentido sus efectos pueden considerarse como la generación de un “terror” casi equiparable al que genera las bombas atómicas o de hidrógeno.
Se debe tener en cuenta, que en la guerra convencional el enfrentamiento armado se encuentra encuadrado en un determinado territorio (teatro o zona de operaciones). Dentro de este se produce un salvaje enfrentamiento donde la mutua determinación es matar o morir.
Pero la población recibe los efectos por vía indirecta,(la pérdida o incapacidad de sus seres queridos). No digo que en la guerra actual, la existencia de la Fuerza Aérea, puso a la población en serio peligro de su seguridad. Pero para esto, los países han instrumentado medidas de seguridad que permiten una “expectativa” de superar los efectos de los bombardeos. Habrá que reconocer; desde la II Guerra Mundial, el riesgo de los ataques aéreos se convirtió en un motivo de “terror”. Pero aun así, hay una mayor defensa que en una guerra contra el terrorismo.
El terrorismo no tiene teatro de operaciones. Su lucha es abarcativa a cualquier lugar que resulte favorable a él. Abarca todo lugar donde hay no solo población sino elementos materiales que sirvan a sus efectos.
Las Fuerzas de seguridad encuentran que los objetivos de ataque potenciales son tan numerosos, que hacen imposible cuidarlos a todos. Para peor la estructura terrorista posee integrantes de sus bandas, que viven en cualquier lugar, y por lo tanto aprovechando la liberalidad que tiene el modo de vida institucional de las naciones de hoy, es racionalmente muy difícil proporcionar una seguridad total a la población.
El terrorismo puede producir un ataque en cualquier lugar, y puede atentar contra cualquiera, hasta niños o mujeres o ancianos o adultos que por necesidades de la vida debe concurrir a sus trabajos. Puede ser un objetivo, desde un “bunker” a un hospital o una escuela. Pero no se puede descuidar objetivos como embajadas e incluso instalaciones de las mismas Fuerzas de Seguridad o Fuerzas Armadas.
Realmente, creo que es necesario un estudio profundo del terrorismo y en el caso concreto un estudio de las razones del mismo, de las personalidades que lo conducen, de sus propias medidas de seguridad, y de los proyectos que formulan.
Posiblemente, se mantiene a pesar del tiempo, la necesidad de insistir en la “infiltración”, es decir de la posibilidad de incorporar a la banda de terrorista de personas “antiterroristas” que valientemente deciden arriesgarse a vincularse con estas organizaciones, para desde adentro ir anticipando indicios o evidencias de los proyectos de la banda.
Y esto son preocupaciones de las bandas. Y generalmente lo normal es que aparte de las medidas de seguridad que toma (como es el “tabicamiento”) sean muy categóricos en las decisiones contra el infiltrado, que casi siempre supone la muerte del mismo.
Esto hace muy difícil para un gobierno, el reclutamiento de infiltrados. Es una tarea ardua. No es lo que en la jerga policial se llama “buchones”. La selección impone encontrar potenciales héroes, decididos a dar su vida y soportar los peores tratamientos antes de morir. Para peor son personas que no pueden esperar reconocimiento de la sociedad, y su muerte es erróneamente ocultada por la Fuerza que lo tiene. Olvidan que para el terrorismo, es motivo de especial temor la existencia de infiltrados en su organización. Esto los lleva a desconfiar tanto de los propios que la conducción busca un constante “tabicamiento” que muchas veces limita ejecutar sus operaciones.
Sobre esto debo esperar que muchos “experimentados” traten de aportar a sus instituciones ideas que ayuden a luchar contra el terrorismo.
Siempre se debe tener presente, que la actividad del terrorismo, apunta directamente a generar terror en la población. No hay intermediarios. Estudiar y pensar sobre esto, es posiblemente un desafío para el siglo XXI, donde el “hábitat” de la población no debe ser afectada más de lo debido, y mucho menos que con argumentos antiterroristas, se perjudique a la población. Aunque parezca increíble, la seguridad de la población es el cuidado de los aparatos de seguridad sobre ellos.
Es seguro, que estudios severos sobre este problema, permitiría a las Fuerzas intervinientes a capacitarse como Fuerza de Seguridad que tiene algunas coincidencias con la metodología operativa del terrorismo, y la infiltración una preocupación indispensable.
Dios nos guarde. No basta con rasgarse las vestiduras. Hay que dar la batalla.
Carlos Españadero
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 19, 2017
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