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CARACTERÍSTICAS DEL MILITAR

 

 Escribe Carlos Españadero.

 

Ortega Gasset, sostenía que cada uno es su “yo y sus circunstancias”. Y es evidente que aún al fin de la vida, me persiguen las circunstancias, que se insertan imperativamente en mi vida.

A los 85 años, me encuentro apurado por avanzar en mi trabajo quizás final de mi vida, consistente en un estudio historiográfico de lo que llamo “La tragedia terrorista argentina”. Ambiciosamente preveo unos 6 tomos, pero estoy luchando para terminar los dos primeros. Y mi ciclo vegetativo se agota sin tener un amigo (este palo va dirigido a alguien que lo sabe) que decida continuarlo después de mi muerte.

Puesto en esa lucha, las circunstancias en forma de noticias alteran mis proyectos diarios, y me desvía hacia otros caminos que se abren sorpresivamente.

Desde hace unos días, las noticias sobre el general Milani, nos está perturbando más en nuestra ya difícil vida de presos políticos. Quizás si no fuera porque tengo buenos amigos que me pinchan e incitan, no daría mucha importancia a estas noticias. Y para mi tanto el general Bendini como el general Milani, no merecerían por sus personas perder un minuto más de nuestras vidas.

Pero resulta que el general Milani, nos conmueve con respecto a sus vicisitudes y conmociona las repercusiones que dolorosamente genera en los restos de lo que fue la familia militar.

A la vez, para exponer algunas observaciones sobre este señor y el primero mencionado, se hace imperioso en particular para las personas que son ajenas a lo militar, explicar lo que pienso y en donde me instalo.

Las características de “lo militar”, requiere señalar muchos aspectos que sea por alguna concepción “académica” pero más que todo por imperiosa imposición de la realidad que se vive históricamente debe ser considerado. Escribir sobre esto, impondría un nuevo libro, que Dios no me permitiría encarar, ni yo quisiera teniendo en cuenta mi proyecto, por la corta vida que me pueda quedar.

Una característica que necesito considerar es la “jerarquía militar” y otra que va apareada y es imprescindible tener en cuenta es la “ética militar”.

La “jerarquía militar” debe ser asociada a un proceso de profesionalización del militar, que en una selectiva y dura competencia, en especial en los grados superiores, permite llegar a unos pocos a las jerarquías abarcativas de facultades de comando y de mando, destacables y merecedoras de nuestro profundo respeto. En nuestro caso, acceder a la jerarquía de general.

Esta dura selección, se da entre muchos camaradas que legítimamente aspiraban a la misma situación y por la limitación de “vacantes” quedan como coroneles. Desde un punto de vista humano, se podría decir que la mayoría de estos coroneles, moralmente son “generales”. Pero no lo son. Las reglas de juego son esas, y muchas veces con abnegación muchos retornan al mundo civil, con un dejo de amargura.

Pero ser general no es meramente haber ganado un difícil y duro torneo. Al acceder a esta jerarquía se transforma en una esperanza, y en el cual los integrantes de la Fuerza depositan sus mejores expectativas para el bien de la institución.

Y es ahí donde los aspectos humanos negativos, desvirtúan las expectativas que da, este triunfador, que entre otras cosas llega a personalizar junto con sus pares, – generales también –  la “voluntad institucional”.

En una época se decía: “un ejército es lo que son sus oficiales”. Desde hace más de medio siglo, esta frase quedó desbordada. Hoy podemos decir que “un ejército es lo que son sus generales”.

Para peor, los aspectos negativos que señalo, ponen nuevamente en evidencia, la deficiente formación ética que se ha descuidado en la educación del militar.

Cuando ingresé al Colegio Militar, me hablaban entusiastamente del honor. Y se fundamentaba en un código de honor y en la vigencia de las comisiones y tribunales de honor. No era un tema baladí. Pero lo hacían inoperante, salvo cuando por política convenía aplicarlo. Después de esa etapa. En forma paulatina desapareció de la vida militar. No quiero decir que se perdió el honor de ninguna manera, pero no existió como una preocupación institucional.

Las comisiones y los tribunales de honor, sustituyeron a los duelos. En alguna medida cumplen la función de los padrinos y tratan de racionalizar e incluso trata de formular propuestas que tiendan a reparar el honor ofendido, producir conductas éticas y a la vez de armonización si hay motivo para ello.

En 1964, mientras cursaba la escuela de inteligencia, me anoté en un cursillo de relaciones humanas que se daba en el Círculo Militar. Se finalizaba el cursillo con un trabajo escrito. Yo presenté uno titulado “Las relaciones humanas y el arte de mandar” agiornando el trabajo de Adnre Gavet. Y en este destaqué la importancia que tiene en el ejercicio del mando una conducta ética.

Estas dos características se dan indisolublemente en la conducta militar. Por un lado el desarrollo profesional que proporciona entre otros objetivos, el avance en el ejercicio del mando y una conducta ética, para alcanzar la jerarquía buscada..

Lamentablemente las falencias de esta naturaleza, nos conmociona ante la conducta de un general, nada menos que comandante en jefe del ejército, que tuvo como escalón de ascenso, la obsecuencia al poder político, el servilismo que hizo del ejército un instrumento de poder de un gobierno que lo deslizaba despreciativamente en un dramático tobogán. Su antecesor olvido que ese gobierno, elegido por el voto ciudadano, como en un tobogán se deslizó hacia el totalitarismo de una tiranía.

Pero puestos en ese tobogán, su antecesor no trepidó servilmente y delante de los cadetes del Colegio Militar a bajar el cuadro de un general, que si bien puede estar también entre los detractores de una conducta ética como general, no era razonable que puntualmente fuera bajado personalmente por un Comandante en Jefe del Ejército, delante de tropa formada.

Tenía todos los efectivos del Ejército para cumplir la orden, y tenía el derecho de requerir una oportunidad más adecuada para bajar el cuadro. Su capacidad intelectual le tenía que permitir entender que el presidente que lo ordenaba quería con esa acción humillar a su institución en la persona del comandante en jefe. Era un momento brillante para decir, “no señor”, “y pido mi retiro”. Esto hubiera sido una conducta ética.

En el caso de Milani, vemos que se encontró en un tobogán interminable. La obsecuencia, la desviación de elementos del ejército poniéndolos al servicio del poder político ilegalmente, conmociona el sentimiento de los militares.

Hoy los mismos que le exigieron convertir al ejército en un instrumento para lo que no es, le suelta la mano y hasta permite que se lo procese por lo mismo que se hizo con los presos políticos, violando la constitución nacional y las leyes.

 Debemos tener claro que el tiempo avanza inexorablemente. Una sociedad que hace 30 años creyó en el “nunca más” no puede avanzar en la idea que se puede procesar por delitos prescriptos. Y esto es para que se respete el “nunca más”, para los presos políticos, para los terroristas e incluso para Milani.

Lamentablemente, en el caso de este último hay graves sospechas sobre su gestión como comandante en jefe, inadmisible en un ejército educado en el ejercicio del mando ético. Y aun aceptando lo doloroso de aceptar que esta Fuerza se formó con una ausencia de la ética, espero que la reacción de sus integrantes sea la de reconocer y ver cómo establecer la vigencia de la jerarquía que lucha profesionalmente para el desarrollo de su carrera, pero teniendo en cuenta que la ética militar debe regir su conducta. Y una medida concreta, sería solicitar un tribunal de honor.

 

 


Carlos Españadero

PrisioneroEnArgentina.com

Febrero 21, 2017


 

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