Interpretaciones, la revista Time y las zonas erróneas

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  Por Fabian Kussman.

Una de las grandes ambiciones del ser humano es “tener razón” y para ello hay que despojarse de ideologías, ya que -en ese caso- uno tiene que responder por errores y aberraciones que los dueños de esa tendencia cometen. Es por ello por lo que siendo Trumpista, no se puede defender los comportamientos de sus seguidores y del mensaje del exmandatario. Siendo demócrata, no se puede responder a doctrinas que estos apoyan.

El crecimiento hacia la excelencia económica de Estados Unidos de América no se produce desde los escritorios de Washington. Los Padres Fundadores sentaron las bases para que el pueblo no sea dominado ni oprimido, mediante un elemento llamado Constitución Nacional, que en mayor o menor medida fue incorporada por muchos otros países por su claridad y que protege -en pocas palabras- al pueblo del Estado y no al revés, pero fueron los Ford, los Westinghouse, los Morgan, los Rockefeller, es decir aquellos que innovaron, se esforzaron, llegaron, vieron y conquistaron. Más adelante, J. Paul Getty, Sam Walton o Howard Hughes además de contemporáneos como Bill Gates, Steve Jobs, Mark Cuban o Elon Musk, y todos bajo la sombra improbable de las palabras de Balzac “Detrás de toda fortuna hay un crimen” o nuevas teorías conspirativas.

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Pero tuvieron la visión, la llevaron a cabo y construyeron un país, crearon empleos, y modificaron al mundo.

Irrumpe la revista Time. Y el artículo de Molly Ball, autora de Pelosi, un libro en la cual la periodista describe a la dirigente como la líder icónica que pone a Donald Trump en su lugar, una mujer con la dureza de enfrentarse a un presidente sin ley y defender la democracia estadounidense. Ball, en su artículo “La historia secreta de la campaña en la sombra que salvó las elecciones de 2020” relata la contraofensiva para desacreditar el exabrupto de Donald Trump y la estafa electoral si los ciudadanos votan vía correo, algo que ha venido sucediendo sin problemas desde la Guerra Civil, siguió con ciudadanos en el extranjero, siguió con uniformados prestando servicios en bases americanas fuera de su territorio, para finalizar con áreas rurales y pueblos escondidos en el Sur Profundo. Pero leemos “Trump tenía razón” junto a: “la conspiración entre facciones de izquierda y titanes empresariales” o “presionaron a las redes sociales para que adoptaran una línea más dura contra la desinformación y utilizaron estrategias basadas en datos para combatir las difamaciones virales” rescatados del escrito de Ball por la periodista venezolana Sabrina Martín Rondón y se acabó el análisis.

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Trump
Hillary Clinton
Ball
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Obama
Kevin Johnson
Musk
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Trump tenía razón. ¿Es literal o sarcasmo? Trump, en cada caso presentado, sin pruebas, que le encontraba disconforme habló de manipulaciones u orquestaciones, algo común con presidentes como Clinton, Bush u Obama, en tiempos en los cuales la información no ganaba las calles como ahora. ¿Qué tan diferente es Donald Trump a Barack Obama despidiendo reguladores que podían afectar sus carreras? Así, Trump haciendo desfilar oficiales que investigaban urticantes temas sobre sus actividades, Obama despidió al inspector federal Gerald Walpin, quien indagaba sobre casos de corrupción como el destino desconocido de fondos públicos del alcalde de San Francisco, el ex basquetbolista Kevin Johnson, íntimo del hawaiano que lideró Estados Unidos entre los años 2009 y 2017. Los resbalones de lengua de Trump tal vez puedan o no ser consideradas mentiras, en el mejor de los casos ponen en evidencia a un hombre con un pobre dominio de las palabras (usted sea el juez si ha escuchado sus discursos) con total desconocimiento de la Constitución y una alarmante catarata de errores en ciencia e historia. Pero ¿es ésta su culpa? Trump tenía razón: la lista de desinformación por él vomitada es la llave que utilizaron los demócratas para llevarlo a la derrota. En las elecciones que lo coronaron, los republicanos usaron Bengasi y los emails de Hillary Clinton.

La conspiración entre activistas de izquierda y los titanes de la industria.

Tradicionalmente, la izquierda se esfuerza en pos de lograr sus objetivos, no así cuando hay que trabajar por el progreso de una nación. En esta elección se movieron y votaron contra el millonario neoyorkino, y votaran contra Biden si este no les cede espacio en su administración, pero ¿Es esto ilegal o solo poco ético? En cuanto a los empresarios, el pago por parte de Donald J. Trump de 750 dólares por año en concepto de impuestos en todas sus corporaciones huele a fraude, y si esta escasa contribución es producto -como dijeron sus abogados contables- de grandes pérdidas, exponen a un mal administrador, sumado a el hecho que Trump presentó quiebra en numerosas oportunidades, y está constatado en registros públicos.  América no perdona impostores, aunque esto se sabrá cuando Trump enfrente sus juicios financieros pendientes.

Las redes sociales presionaron para actuar contra la desinformación emanada por Trump… ¿es esto malo? Cifras del déficit con China, una eminente llegada de un brillante plan de salud para reemplazar a Obamacare que nunca aterrizó,  un muro fronterizo que nunca se terminó (y aún se espera el cheque proveniente desde el Palacio Nacional mexicano), o anécdotas sin sentido como que el sonido de los molinos de viento causa cáncer o extender con un marcador el mapa del servicio meteorológico para incluir a Alabama entre los estados que serían víctimas de un huracán, en vez de corregir su error anunciado, forman parte de la responsabilidad de la prensa, la comunidad científica o el ambiente financiero.

La prensa se volvió de manera feroz contra Trump, es cierto. La otra cara de la moneda dice que Trump les dio motivos: Sus propias inexactitudes. ¿Debería haber callado la prensa cuando Trump acusó a Joe Scarborough de asesinar a su asistente mientras esta murió de un ataque cardíaco? ¿Tendría que haber pasado por alto el periodismo cuando el exmandatario acusó al padre de Ted Cruz de pertenecer al grupo que cometió el magnicidio de Kennedy solo por ser cubano?

McCain
Crozier

El Ejército comenzó a mirar de costado al ahora exresidente de la Casa Blanca por dichos como “los prisioneros de guerra no son héroes (en referencia al Senador John McCain) porque se dejaron atrapar” o no apoyar al Capitán Brett Crozier -quien arriesgó su carrera- para proteger a sus subalternos de un brote de coronavirus en alta mar. De hecho, nunca fue reasignado a su crucero, pero por políticos, por burócratas, por un Ministerio de Defensa, no por sus pares.

John McCain fue, quizás, el último gigante del partido republicano. Aquel que no se detuvo en defender a su rival en la carrera presidencial del año 2008, ante el ignorante ataque de una fanática que defenestraba a Barack Hussein Obama porque era un árabe. McCain, micrófono en mano, gentil y velozmente, la corrigió: “Él (Obama) es un hombre de familia decente, un buen ciudadano con el que tengo desentendimientos en ciertas áreas”. McCain era el republicano que América desperdició. No Trump.

El Capitán Crozier pudo haber estado equivocado, pero decidió patear el tablero y poner fin a una batería de emails difusamente contestados y no enviar a su gente a un cementerio.

En las decisiones ideológicas todos tienen derecho a expresión, pero también a fundamentar. Si siente que hay que combatir a la izquierda, no se debe hacer parafraseando a mentirosos o ignorantes, ya que nos incluimos en ese dolo.

Las campañas políticas siempre están bañadas de barro. Si darle a conocer a la población opciones reales de como proceder es algo negativo, vivimos en diferentes constelaciones. Se puede estar de acuerdo o no con los métodos o discrepar de los mismos, pero se actuó de forma legal. Más de 155 millones sufragaron en las pasadas elecciones. ¿74 millones se dejaron influenciar por Trump? ¿81 millones aceptaron el influjo de la izquierda? ¿Será que nadie hubo hecho los deberes, analizando hechos, observando realidades, verificando historias?

Sin tratar de desvariar, sucedió en tribunales un caso sobre un conductor interestatal de camiones que moraba su casa un par de días al mes debido a sus viajes de trabajo, que permitió que un amigo en desgracia se mudara a su casa, comiera sus alimentos, usara su auto, hasta vistiera sus piyamas para eventualmente sorprenderle acostado con su esposa. El camionero decidió llevarlos a juicio. Luego de escuchar el caso, el magistrado de turno se quitó mansamente sus gafas -esta es una licencia literaria ya que no estuve presente-, lo miró a los ojos y dijo:

No puedo fallar contra la estupidez humana

Si los pueblos no son responsables de sus pareceres, si criticamos a nuestros representantes, pero optamos por sacarnos unas selfies cuando les encontramos por la calle, estamos en un grave problema y es culpa nuestra.

La conspiración contra Trump nunca existió, simplemente metió los dedos en el enchufe. Si la izquierda, el empresariado y minorías decidieron perseguir el arte de las alianzas con entidades de dudosa reputación como Planned Parenthood, fue porque el millonario neoyorkino decidió no retirarle las subvenciones federales y siguieron existiendo. Trump prometió en noviembre pasado, despojarlos de esos fondos si era elegido para un segundo término. Muchas veces es difícil despertar y darse cuenta de que Trump no cumplió sus promesas en sus cuatro años en el poder. Y esto es parte de un orden general. Ni Trump levantó el muro, ni Biden movió un solo dedo en cuanto a solucionar el problema de inmigrantes en sus ocho años como vicepresidente.

En el ambiente político, Trump tenía razón, la revista Time tenía razón, todos teníamos razón. Y todos estábamos equivocados.

 

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PrisioneroEnArgentina.com

Febrero 16, 2021


 

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