Al cumplirse un nuevo aniversario – del día de la Bandera – no se debe olvidarse a uno de nuestro prócer supremo el General Belgrano, y ofrecerle un homenaje, no sólo porque la mera marcha ineludible del tiempo una vez más nos coloque ante el hecho de un nueva conmemoración, sino por lo que de ejemplar tiene la figura del ilustre general. El gobierno de Buenos Aires, el Triunvirato, gobernaba con mezquino ánimo centralista, con el menguado propósito de defender sólo la Pampa húmeda dejando desprotegido el amplio territorio que aquellos días todavía integraba nuestra patria. Las medidas económicas y la prepotencia porteña habían tenido el resultado de que fuéramos rechazados por las provincias Altoperunas, las de población más numerosa e industrial, y ese mismo gobierno porteño alentaba la invasión Brasileña sobre la Banda Oriental, una provincia mucho más grande que la floreciente Buenos Aires. Y aquel gobierno ordenaba al general Belgrano que retirara sus tropas hacia el sur, dejando a Tucumán a merced de las tropas realistas. Pero el General oyó los pedidos de la población, comprendió el anhelo de los Tucumanos de integrarse en la patria común y adoptó la responsabilidad -tremenda responsabilidad en un jefe militar – de desobedecer al gobierno civil e interpretar según su criterio los altos intereses de la comunidad. Bien hizo en desacatar a aquel gobierno al que pocos días después lo destituirá un grupo de jefes entre los que se destacaría el comandante de los granaderos, coronel José de san Martín. Han cambiado los tiempos. Y mucho. Ahora la sociedad ya no vería con buenos ojos que el general de un ejército se insubordinara ante la autoridad política en defensa de derechos permanentes y superiores de la sociedad; tampoco se aceptaría que los comandantes de la milicia se conjuren para derrocar un gobierno civil, como ocurriera en Buenos Aires a los pocos días de recibir la noticia del triunfo de Belgrano y de los tucumanos. Han cambiado mucho. para defender los imperecederos derechos de Tucumán a contar con sus industrias, con sus medios de vida, a no ser sacrificada en una negociación protectora de los intereses portuarios ya no basta con enclavar un facón en la punta de una tacuara, montar a caballo y largarse al combate implorando el amparo de la virgen. Sí, las circunstancias cambian con los tiempos, y por lo tanto cambian las armas a esgrimir. Pero hay algo que subsiste: el egoísmo de gobiernos insensibles a las necesidades del interior que ven a Tucumán, que ven junto con Tucumán a todo el norte argentino, como una posesión propia cuyo destino puede traficarse en una negociación:“te permito que con tu azúcar subvencionada destruyas el medio de vida de varias provincias argentinas, a cambio de tu benevolencia al tratar los negocios del puerto importador”. Por eso la conducta de Belgrano sigue siendo un ejemplo que Tucumán necesita. Las armas que él usara al alzarse contra un gobierno de egoísta centralismo ya no son aplicables; pero su criterio de defender con energía a Tucumán, a pesar de las órdenes recibidas, sigue siendo una lección a mantener y a perpetuar. Ahora también contamos con el apoyo de los demás provincianos, como lo deberían mostrar el Congreso de la Nación, la más alta tribuna para la expresión de las voluntades autónomas de todas las provincias, a las cuales pedimos su solidaridad y obligación en la defensa de nuestras industrias, del campo, de la libertad de expresión y de nuestra identidad como hombre y mujer, más allá del derecho positivo por derecho Natural. Y ahora como entonces aún podremos contar con el auxilio bienhechor de nuestra Señora de la Merced, si lo solicitamos con fervor.
Por Jorge B. Lobo Aragón.
Opinión:
Al cumplirse un nuevo aniversario – del día de la Bandera – no se debe olvidarse a uno de nuestro prócer supremo el General Belgrano, y ofrecerle un homenaje, no sólo porque la mera marcha ineludible del tiempo una vez más nos coloque ante el hecho de un nueva conmemoración, sino por lo que de ejemplar tiene la figura del ilustre general. El gobierno de Buenos Aires, el Triunvirato, gobernaba con mezquino ánimo centralista, con el menguado propósito de defender sólo la Pampa húmeda dejando desprotegido el amplio territorio que aquellos días todavía integraba nuestra patria. Las medidas económicas y la prepotencia porteña habían tenido el resultado de que fuéramos rechazados por las provincias Altoperunas, las de población más numerosa e industrial, y ese mismo gobierno porteño alentaba la invasión Brasileña sobre la Banda Oriental, una provincia mucho más grande que la floreciente Buenos Aires. Y aquel gobierno ordenaba al general Belgrano que retirara sus tropas hacia el sur, dejando a Tucumán a merced de las tropas realistas. Pero el General oyó los pedidos de la población, comprendió el anhelo de los Tucumanos de integrarse en la patria común y adoptó la responsabilidad -tremenda responsabilidad en un jefe militar – de desobedecer al gobierno civil e interpretar según su criterio los altos intereses de la comunidad. Bien hizo en desacatar a aquel gobierno al que pocos días después lo destituirá un grupo de jefes entre los que se destacaría el comandante de los granaderos, coronel José de san Martín. Han cambiado los tiempos. Y mucho. Ahora la sociedad ya no vería con buenos ojos que el general de un ejército se insubordinara ante la autoridad política en defensa de derechos permanentes y superiores de la sociedad; tampoco se aceptaría que los comandantes de la milicia se conjuren para derrocar un gobierno civil, como ocurriera en Buenos Aires a los pocos días de recibir la noticia del triunfo de Belgrano y de los tucumanos. Han cambiado mucho. para defender los imperecederos derechos de Tucumán a contar con sus industrias, con sus medios de vida, a no ser sacrificada en una negociación protectora de los intereses portuarios ya no basta con enclavar un facón en la punta de una tacuara, montar a caballo y largarse al combate implorando el amparo de la virgen. Sí, las circunstancias cambian con los tiempos, y por lo tanto cambian las armas a esgrimir. Pero hay algo que subsiste: el egoísmo de gobiernos insensibles a las necesidades del interior que ven a Tucumán, que ven junto con Tucumán a todo el norte argentino, como una posesión propia cuyo destino puede traficarse en una negociación: “te permito que con tu azúcar subvencionada destruyas el medio de vida de varias provincias argentinas, a cambio de tu benevolencia al tratar los negocios del puerto importador”. Por eso la conducta de Belgrano sigue siendo un ejemplo que Tucumán necesita. Las armas que él usara al alzarse contra un gobierno de egoísta centralismo ya no son aplicables; pero su criterio de defender con energía a Tucumán, a pesar de las órdenes recibidas, sigue siendo una lección a mantener y a perpetuar. Ahora también contamos con el apoyo de los demás provincianos, como lo deberían mostrar el Congreso de la Nación, la más alta tribuna para la expresión de las voluntades autónomas de todas las provincias, a las cuales pedimos su solidaridad y obligación en la defensa de nuestras industrias, del campo, de la libertad de expresión y de nuestra identidad como hombre y mujer, más allá del derecho positivo por derecho Natural. Y ahora como entonces aún podremos contar con el auxilio bienhechor de nuestra Señora de la Merced, si lo solicitamos con fervor.
Dr. Jorge B. Lobo Aragón
PrisioneroEnArgentina.com
Junio 19, 2017
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