Uno de los programas más populares (y catalogado como inteligente) en la historia de la TV norteamericana es la situación de comedia Seinfeld. Su desarrollo gira alrededor de las pequeñas cosas. Un actor que hace stand-up que busca su camino al reconocimiento y su pequeño grupo de disfuncionales amigos. Entre ellos, George Constanza -un Jason Alexander que será por siempre recordado en su rol-. George, tratando de impresionar a una dama, visita un hogar de ancianos mostrando su “solidaridad” y en el transcurso de su estadía se produce -o se cree que existe- un principio de incendio. Ganado por su instinto natural, George se hace espacio entre los longevos residentes, empujando y hasta casi caminando sobre ellos, para salvar su piel. Argentina, 2018 y su reflejo en la pared: El ex embajador Héctor Timerman llora por ayuda y lo hace a través de medios internacionales como el New York Times, un periódico que para su propia desgracia y para nuestra propia suerte, se está descubriendo como un representante de la farsa en este mundo de las noticias que hoy, en Estados Unidos -y por que no decir en el mundo- se ha convertido en un espectáculo mas interesante que las ficciones. El señor Timerman es el ejemplo de la elaboración de la víctima. Respetables razones legales le dan el derecho a defenderse e indicar que los procedimientos en su contra son ilegales, pero es su foto en el diccionario lo que me recuerda al Capitán de un crucero a punto de ser devorado por el océano, saltando al primer bote salvavidas, sin mirar atrás a las caras de mujeres, niños u octogenarios pasajeros. El señor Timerman -en su queja- no recuerda que el fue parte de un gobierno que encadenó a agentes del estado, mujeres y civiles por el solo hecho de haber pasado cerca de un cuartel o una unidad policial. Y claro, tampoco recurrió al New York Times para ello.
Permítame desviar mi atención y señalar mi humilde opinión en cuanto al manejo de las noticias. En su concepto, tal vez seré insistente en este ataque (intransigente, si usted prefiere) pero servirá para mostrar un dibujo de la fuerza que nos empuja al abismo. Gore Vidal, además de una exitosa carrera literaria, intentaba volcar su destino hacia el vilipendiado mundo de la política y para ello enfocó su atención en primera instancia a ser candidato demócrata como representante de su condado. El prestigioso New York Times entonces, se dedicó a trazar un esquema del perfil del escritor hasta allí elaborador de casi una decena de novelas, algunas obras de teatro y hasta el guion cinematográfico de la película Ben Hur… Vidal, en sus treinta y cuatro años. El reportero del Times también, entre líneas, descerrajó la noticia de que la pluma en cuestión había escrito discurso para el presidente Dwight David “Ike” Eisenhower, algo que no se sabe de donde salió y nunca fue comprobado, resultando suficiente para que los demócratas que se dejaron arrollar por ese detalle, no lo votaran. Por supuesto, Vidal fue derrotado en esa elección.
El New York Times ha decidido ponerse de lado de Timerman, quien muestra sus huesos en pena, pero no respeta los de su padre Jacobo (Prisionero sin nombre, celda sin número). Nada más lejos de mi intención está enjuiciar o defender a Jacobo Timerman, pero le reconozco el valor de criticar al comunismo en tierra cubana y al capitalismo en suelos estadounidenses. Su retoño, Héctor, solo lame sus heridas sin mirar atrás a esos ancianos que ayudó a asesinar sin los derechos que solo para él reclama.
Gracias al Times, Timerman puede soltar frases como: “La traición es una acusación sin precedentes relevantes en la historia moderna de nuestro país. Para que un ciudadano argentino pudiera cometer traición, el país tendría que estar en guerra. Argentina e Irán no están en guerra y nunca lo han estado.” Llama mi atención ya que, en Derecho, la traición se refiere al conjunto de crímenes que abarcan los episodios más extremos en contra del país de cada uno. Pero, en definitiva, esto es solo un intercambio de decires emocionales. La canción es la misma: La política del marinero cobarde y que los demás ardan en el infierno.
Entiendo que es una moda correcta, como quienes atraviesan por el periodo de Salvemos las ballenas o defensa del Indio Americano, pero se comprueba que el New York Times prefiere olvidarse de los nuevos Alfred Dreyfus y enarbolar banderas en defensa de la otra cara, cuando se trata de responsables de muertes como en este hecho puntual el señor Héctor Timerman y su tenacidad para salvarse solo en el medio de un naufragio por solo él provocado.
Por Fabian Kussman.
Uno de los programas más populares (y catalogado como inteligente) en la historia de la TV norteamericana es la situación de comedia Seinfeld. Su desarrollo gira alrededor de las pequeñas cosas. Un actor que hace stand-up que busca su camino al reconocimiento y su pequeño grupo de disfuncionales amigos. Entre ellos, George Constanza -un Jason Alexander que será por siempre recordado en su rol-. George, tratando de impresionar a una dama, visita un hogar de ancianos mostrando su “solidaridad” y en el transcurso de su estadía se produce -o se cree que existe- un principio de incendio. Ganado por su instinto natural, George se hace espacio entre los longevos residentes, empujando y hasta casi caminando sobre ellos, para salvar su piel. Argentina, 2018 y su reflejo en la pared: El ex embajador Héctor Timerman llora por ayuda y lo hace a través de medios internacionales como el New York Times, un periódico que para su propia desgracia y para nuestra propia suerte, se está descubriendo como un representante de la farsa en este mundo de las noticias que hoy, en Estados Unidos -y por que no decir en el mundo- se ha convertido en un espectáculo mas interesante que las ficciones. El señor Timerman es el ejemplo de la elaboración de la víctima. Respetables razones legales le dan el derecho a defenderse e indicar que los procedimientos en su contra son ilegales, pero es su foto en el diccionario lo que me recuerda al Capitán de un crucero a punto de ser devorado por el océano, saltando al primer bote salvavidas, sin mirar atrás a las caras de mujeres, niños u octogenarios pasajeros. El señor Timerman -en su queja- no recuerda que el fue parte de un gobierno que encadenó a agentes del estado, mujeres y civiles por el solo hecho de haber pasado cerca de un cuartel o una unidad policial. Y claro, tampoco recurrió al New York Times para ello.
Permítame desviar mi atención y señalar mi humilde opinión en cuanto al manejo de las noticias. En su concepto, tal vez seré insistente en este ataque (intransigente, si usted prefiere) pero servirá para mostrar un dibujo de la fuerza que nos empuja al abismo. Gore Vidal, además de una exitosa carrera literaria, intentaba volcar su destino hacia el vilipendiado mundo de la política y para ello enfocó su atención en primera instancia a ser candidato demócrata como representante de su condado. El prestigioso New York Times entonces, se dedicó a trazar un esquema del perfil del escritor hasta allí elaborador de casi una decena de novelas, algunas obras de teatro y hasta el guion cinematográfico de la película Ben Hur… Vidal, en sus treinta y cuatro años. El reportero del Times también, entre líneas, descerrajó la noticia de que la pluma en cuestión había escrito discurso para el presidente Dwight David “Ike” Eisenhower, algo que no se sabe de donde salió y nunca fue comprobado, resultando suficiente para que los demócratas que se dejaron arrollar por ese detalle, no lo votaran. Por supuesto, Vidal fue derrotado en esa elección.
El New York Times ha decidido ponerse de lado de Timerman, quien muestra sus huesos en pena, pero no respeta los de su padre Jacobo (Prisionero sin nombre, celda sin número). Nada más lejos de mi intención está enjuiciar o defender a Jacobo Timerman, pero le reconozco el valor de criticar al comunismo en tierra cubana y al capitalismo en suelos estadounidenses. Su retoño, Héctor, solo lame sus heridas sin mirar atrás a esos ancianos que ayudó a asesinar sin los derechos que solo para él reclama.
Gracias al Times, Timerman puede soltar frases como: “La traición es una acusación sin precedentes relevantes en la historia moderna de nuestro país. Para que un ciudadano argentino pudiera cometer traición, el país tendría que estar en guerra. Argentina e Irán no están en guerra y nunca lo han estado.” Llama mi atención ya que, en Derecho, la traición se refiere al conjunto de crímenes que abarcan los episodios más extremos en contra del país de cada uno. Pero, en definitiva, esto es solo un intercambio de decires emocionales. La canción es la misma: La política del marinero cobarde y que los demás ardan en el infierno.
Entiendo que es una moda correcta, como quienes atraviesan por el periodo de Salvemos las ballenas o defensa del Indio Americano, pero se comprueba que el New York Times prefiere olvidarse de los nuevos Alfred Dreyfus y enarbolar banderas en defensa de la otra cara, cuando se trata de responsables de muertes como en este hecho puntual el señor Héctor Timerman y su tenacidad para salvarse solo en el medio de un naufragio por solo él provocado.
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 25, 2018
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