LA GUERRA SIGUE SIENDO LO MISMO, PERO MÁS GRAVE

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 Escribe Carlos Españadero.

 

  • Me ha parecido interesante algunas reflexiones del Dr. Carlos Pellegrini expresadas con referencia a la guerra argentina – paraguaya y brasileña en 1866.

  • “El ataque paraguayo a Corrientes me hizo sentir la necesidad de servir a la patria atacada, con mi cuerpo, y mi propio sacrificio si fuera necesario.”

  • “Yo no constituía un caso aislado. Este era el sentimiento unánime entre los jóvenes que todavía no habíamos dejado las bromas y la superficialidad de la edad. De pronto deseamos ardientemente hacernos hombres al servicio de la Nación, con el fusil y la pólvora.”

  • “Fuimos a la guerra formando una legión especial que proveyó Buenos Aires, el Batallón Fui luego destinado al Regimiento de Artillería Ligera.”

  • “Tuyutí me viene a la memoria. Ver tanta gente masacrada tal vez influyó para que adquiriera esa intensa aversión a los alzamientos revolucionarios, cargados de violencia estéril.”

  • “Habíamos levantado las carpas al borde de un naranjal, y nuestras baterías estaban situadas entre los regimientos.”

  • “El estero que teníamos al frente era posible vadearlo por varios pasos. Antes del mediodía sentimos en la lejanía un toque de generala que inmediatamente electrizó el campamento. Instantáneamente el coronel De Vedia me ordenó subir con un gemelo de campaña a un mangrullo e informar lo que ocurría en el frente.

    “Trepé en un suspiro con la elasticidad de los 19 años y, al escrutar el horizonte divisé dos columnas de caballería enemigas que atacaban por el frente y por nuestra derecha, mientras una división de infantería se dirigía a tomar contacto con los brasileños.”

  • “Había subido al mangrullo dispuesto a no inmutarme si había fuego enemigo. Cuando comenzaron los disparos apreté más fuerte los gemelos y continué informando porque me había propuesto ni mosquear a pesar del silbido de las balas. Me mantuve ubicado en lo alto del mangrullo hasta que el mismo coronel De Vedia se percató de mi exposición y me ordenó bajar. Lo hice inmediatamente y como un rayo me precipité a mi puesto de combate.”

  • “El fragor del combate se hacía cada vez más violento. Cumplí con fidelidad mis órdenes y me aseguré que el fuego de las piezas a mi cargo se mantuviera a discreción. Procuraba producir el mayor efecto posible en los escuadrones enemigos que hacían un esfuerzo supremo por alcanzar nuestra artillería a cualquier costo.”

  • “Tan ofensivo era el ataque y cercano el asedio paraguayo que habíamos tomado fusiles y armas de puño y comenzado a balear las arremetidas más audaces que ya llegaban hasta los cañones argentinos. Un joven oficial paraguayo, desprendido de toda lógica y sin más sustento que su desesperado arrojo, embistió contra mi reducto para caer entre nuestros cohetes con un balazo en la cien. Un charco de culpa invadió mi conciencia: certera y cruel era mi puntería.”

  • “No pude sustraerme a la conmoción: era un hombre de aspecto hermoso, gallardo, que quedó mirando al cielo con la espada en una mano y el rostro con la expresión de audacia y soberbia con que había cargado.”

  • “El fragor del combate y el peligro hicieron que me sobrepusiera y continuara atendiendo el servicio de mi batería. Ahora nos sentíamos más libres de la presión de la caballería porque el ímpetu que la llevó hasta nuestros emplazamientos le había costado muy caro y empezaba a retirarse deshecha.”

  • “En cambio se había incrementado el fuego de fusilería, porque en el borde izquierdo del estero se encontraron las infanterías y numerosos compañeros nuestros yacían muertos y malheridos.”

  • “Vi al coronel Riveros, que había recibido un balazo en medio del pecho, caer del caballo y ser arrastrado lejos por la corrida aterrorizada del animal, de cuyo estribo colgaba.”

  • “Pero las fuerzas paraguayas no pudieron continuar su asalto y se retiraban con pérdidas tremendas.”

  • “Sin embargo, a eso de las tres de la tarde intentaron la última carga de Tuyutí. Pero ya para entonces fueron recibidos con el fuego unánime de toda la artillería argentina más el de dos batallones que habían sido dispersados en la mañana y se habían recuperado.

   El espectáculo fue dantesco; los pobres infelices fueron arrojados a una verdadera masacre, literalmente apuntando con sus pechos a la boca de nuestros cañones.”

  • “A las cuatro de la tarde todo había terminado. De los 24.000 paraguayos que se abalanzaron sobre nosotros, 10.000 murieron en ese campo y convirtieron los esteros de Tuyutí en una de las batallas más sangrientas de América.”

  • “Esa noche estuve taciturno. No dejaba de pensar en esa carga desesperada de la caballería paraguaya que terminó con un mayor muerto a mis píes de un tiro en la cabeza.”

  • “Me fui al catre farfullando entre sueños conmigo mismo que a pesar de todo yo no había buscado ni preparado el destino de aquel hombre. Pero no pude dormirme.”

  • “Volvía a ver los caballos con expresión de terror, a punto de estallarle los ojos, chorreando sangre, acicateados sin contemplaciones por los jinetes que iban a la muerte. Escuchaba los gritos de dolor y de furia; los juramentos, la cara y el olor de la muerte, como había dicho mi padre… ¡Qué valentía de esos varones!


 

PrisioneroEnArgentina.com

Mayo 1, 2017


 

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