Loan Danilo Peña, cinco años de edad, lleva mas de sesenta días desaparecido. Los “represores” – ese grupo de militares, gendarmes, policías y civiles que hace casi cincuenta años nos arrebataron la “felicidad” de ser Cuba – tienen, ahora, una edad promedio de 79 años. Los primeros de ellos en ser condenados llevan más de veinte años en prisión y, en estas condiciones, ochocientos cincuenta y dos ya han muerto.
¿Hay alguna relación entre Loan y ese grupo de ancianos? Dicho así, parece un disparate relacionar a un niño de cinco años, desaparecido hace ocho semanas, con personas de más de setenta años y con hechos ocurridos hace décadas.
Sin embargo, hay un hilo conductor que enlaza estas situaciones aparentemente disímiles; ese hilo está formado por la ineptitud funcional, la insignificancia intelectual y el desequilibrio moral de los cientos de “zaffaronis” que, disfrazados de jueces y fiscales, aún infestan la justicia argentina, tanto a nivel federal como provincial.
Cuando Néstor Kirchner necesitó revertir su insignificante 22% con el que había llegado a la presidencia, no dudó en negociar con la izquierda. “La izquierda te da fueros”, decía, y con ese pacto que le cubría las espaldas organizó a nivel nacional la misma estructura mafiosa que tantos frutos le había dado en Santa Cruz.
Pero este pacto no era gratuito; tenía un precio en “libras de carne” que cualquier persona con un mínimo de ética se habría negado a pagar. Sin embargo, Kirchner, aparte de ser un amoral a tiempo completo, sabía, y con razón, que la ética en la política argentina es un lastre.
Es evidente que las “libras de carne” utilizadas para sellar el pacto con la izquierda fueron aportadas por aquellos que, como mencionamos anteriormente, cometieron el sacrilegio político de evitar que la “juventud maravillosa” nos convirtiera en una versión corregida y aumentada de Cuba. No resultó complicado lograrlo. A partir de 1983, con el juicio a las Juntas Militares, el “santón de la democracia” dio el primer paso para convertir al sistema judicial argentino en una máquina de venganza, transformando a sus miembros en meros sicarios y verdugos. No debemos olvidar que fue Alfonsín el primer “demócrata” que usó, como papel higiénico, la página de la Constitución Nacional donde se encontraba el artículo 18. A partir de allí, los principios de irretroactividad, presunción de inocencia y jueces naturales pasaron a ser meras palabras sin valor.
El acuerdo logrado con la izquierda hizo que la justicia fuera metódicamente colonizada por ésta y- apuntalada por los “zaffaronis” de turno, Rozanski, Bejar, Morgesse, entre muchos otros- tuvo las manos libres para llevar adelante sus espurios cometidos.
Así, transformaron lo que ellos llamaron juicios de “lesa humanidad” en baratas pantomimas, donde las vedettes pasaron a ser los testigos falsos, ya que jueces y fiscales necesitaban de estos para inventar un guion que diera credibilidad a una sentencia acordada desde mucho antes.
No obstante, cabe hacer una acotación sustancial; ni la izquierda ni Kirchner, juntos, pero solos, podrían haber hecho esto con éxito. Si bien es cierto que la irrupción de algunos Judas Iscariote uniformados- Balza, Bendini, Godoy, Milani- ayudó a afirmar en el escenario político de estos últimos veinte años la falacia de lo que llamaban lesa humanidad, la verdad es que el éxito de la mentira oficial se consiguió porque contó, principalmente, con la vergonzosa complicidad de la pusilánime sociedad argentina que necesitaba perdón por haber pedido horca y cuchillo para los terroristas; de los periodistas, todos, que faltos de cojones para contradecir un relato “políticamente correcto” procedente de la izquierda y el “progresismo” se sumaron gratuitamente al coro; de los profesores y maestros que sin el más mínimo conocimiento de lo sucedido, empezaron a batir el parche de los 30.000 desaparecidos.
No faltaron, en este vodevil hipócrita, los políticos “opositores”; en particular los inútiles del centenario partido que se apresuraron a derogar las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, las mismas que, años antes, habían sancionado por aclamación. Ni tampoco debemos olvidar a los empresarios que, ahora amnésicos, necesitaban olvidar las épocas en que susurraban en los oídos de los grupos de tarea los nombres de aquellos que molestaban en sus empresas.
Por último, pero no por ello menos importante, es imposible no recordar cuanto le debe este logro del “progresismo izquierdista” a la patética ayuda que los miserables que componen la Conferencia Episcopal Argentina prestaron a este plan de venganza y destrucción, apoyándolo con múltiples y varias acciones, que van desde mentiras flagrantes a beatificaciones espurias.
Con algunas pocas y honrosas excepciones, siempre estuvieron prestos a favorecer cualquier sucio enjuague de los asesinos indemnizados y sus organizaciones recaudadoras- “madres”, “abuelas”, “HIJOS”, CELS y otros- que han llenado sus bolsillos con el dinero de los argentinos a cambio de repartir odio y vindicta.
El estado actual de la justicia argentina, tras cuarenta años de democracia y veinte de ser utilizada como herramienta de venganza facciosa, es desolador. Con solo el 9% de la población confiando en su eficacia y apenas el 8% creyendo en la honestidad de los jueces, la justicia como pilar fundamental de una república ha dejado de existir. Esta percepción generalizada de incompetencia y corrupción entre los funcionarios judiciales se ha convertido en el hilo conductor de una tragedia para aquellos que, por diversas razones—sean llamados Loan o “represores”— deben depender del poder judicial.
Mientras jueces y fiscales no demuestren, con su accionar, que ellos, al interpretar fielmente la Constitución pueden asegurar la supremacía de la misma y que, por esto, sean capaces de proteger a los argentinos custodiando los derechos y garantías enunciados en ella, no habrá justicia, y sin justicia, no hay república.
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Por José Luis Milia.
Loan Danilo Peña, cinco años de edad, lleva mas de sesenta días desaparecido. Los “represores” – ese grupo de militares, gendarmes, policías y civiles que hace casi cincuenta años nos arrebataron la “felicidad” de ser Cuba – tienen, ahora, una edad promedio de 79 años. Los primeros de ellos en ser condenados llevan más de veinte años en prisión y, en estas condiciones, ochocientos cincuenta y dos ya han muerto.
¿Hay alguna relación entre Loan y ese grupo de ancianos? Dicho así, parece un disparate relacionar a un niño de cinco años, desaparecido hace ocho semanas, con personas de más de setenta años y con hechos ocurridos hace décadas.
Sin embargo, hay un hilo conductor que enlaza estas situaciones aparentemente disímiles; ese hilo está formado por la ineptitud funcional, la insignificancia intelectual y el desequilibrio moral de los cientos de “zaffaronis” que, disfrazados de jueces y fiscales, aún infestan la justicia argentina, tanto a nivel federal como provincial.
Cuando Néstor Kirchner necesitó revertir su insignificante 22% con el que había llegado a la presidencia, no dudó en negociar con la izquierda. “La izquierda te da fueros”, decía, y con ese pacto que le cubría las espaldas organizó a nivel nacional la misma estructura mafiosa que tantos frutos le había dado en Santa Cruz.
Pero este pacto no era gratuito; tenía un precio en “libras de carne” que cualquier persona con un mínimo de ética se habría negado a pagar. Sin embargo, Kirchner, aparte de ser un amoral a tiempo completo, sabía, y con razón, que la ética en la política argentina es un lastre.
Es evidente que las “libras de carne” utilizadas para sellar el pacto con la izquierda fueron aportadas por aquellos que, como mencionamos anteriormente, cometieron el sacrilegio político de evitar que la “juventud maravillosa” nos convirtiera en una versión corregida y aumentada de Cuba. No resultó complicado lograrlo. A partir de 1983, con el juicio a las Juntas Militares, el “santón de la democracia” dio el primer paso para convertir al sistema judicial argentino en una máquina de venganza, transformando a sus miembros en meros sicarios y verdugos. No debemos olvidar que fue Alfonsín el primer “demócrata” que usó, como papel higiénico, la página de la Constitución Nacional donde se encontraba el artículo 18. A partir de allí, los principios de irretroactividad, presunción de inocencia y jueces naturales pasaron a ser meras palabras sin valor.
El acuerdo logrado con la izquierda hizo que la justicia fuera metódicamente colonizada por ésta y- apuntalada por los “zaffaronis” de turno, Rozanski, Bejar, Morgesse, entre muchos otros- tuvo las manos libres para llevar adelante sus espurios cometidos.
Así, transformaron lo que ellos llamaron juicios de “lesa humanidad” en baratas pantomimas, donde las vedettes pasaron a ser los testigos falsos, ya que jueces y fiscales necesitaban de estos para inventar un guion que diera credibilidad a una sentencia acordada desde mucho antes.
No obstante, cabe hacer una acotación sustancial; ni la izquierda ni Kirchner, juntos, pero solos, podrían haber hecho esto con éxito. Si bien es cierto que la irrupción de algunos Judas Iscariote uniformados- Balza, Bendini, Godoy, Milani- ayudó a afirmar en el escenario político de estos últimos veinte años la falacia de lo que llamaban lesa humanidad, la verdad es que el éxito de la mentira oficial se consiguió porque contó, principalmente, con la vergonzosa complicidad de la pusilánime sociedad argentina que necesitaba perdón por haber pedido horca y cuchillo para los terroristas; de los periodistas, todos, que faltos de cojones para contradecir un relato “políticamente correcto” procedente de la izquierda y el “progresismo” se sumaron gratuitamente al coro; de los profesores y maestros que sin el más mínimo conocimiento de lo sucedido, empezaron a batir el parche de los 30.000 desaparecidos.
No faltaron, en este vodevil hipócrita, los políticos “opositores”; en particular los inútiles del centenario partido que se apresuraron a derogar las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, las mismas que, años antes, habían sancionado por aclamación. Ni tampoco debemos olvidar a los empresarios que, ahora amnésicos, necesitaban olvidar las épocas en que susurraban en los oídos de los grupos de tarea los nombres de aquellos que molestaban en sus empresas.
Por último, pero no por ello menos importante, es imposible no recordar cuanto le debe este logro del “progresismo izquierdista” a la patética ayuda que los miserables que componen la Conferencia Episcopal Argentina prestaron a este plan de venganza y destrucción, apoyándolo con múltiples y varias acciones, que van desde mentiras flagrantes a beatificaciones espurias.
Con algunas pocas y honrosas excepciones, siempre estuvieron prestos a favorecer cualquier sucio enjuague de los asesinos indemnizados y sus organizaciones recaudadoras- “madres”, “abuelas”, “HIJOS”, CELS y otros- que han llenado sus bolsillos con el dinero de los argentinos a cambio de repartir odio y vindicta.
El estado actual de la justicia argentina, tras cuarenta años de democracia y veinte de ser utilizada como herramienta de venganza facciosa, es desolador. Con solo el 9% de la población confiando en su eficacia y apenas el 8% creyendo en la honestidad de los jueces, la justicia como pilar fundamental de una república ha dejado de existir. Esta percepción generalizada de incompetencia y corrupción entre los funcionarios judiciales se ha convertido en el hilo conductor de una tragedia para aquellos que, por diversas razones—sean llamados Loan o “represores”— deben depender del poder judicial.
Mientras jueces y fiscales no demuestren, con su accionar, que ellos, al interpretar fielmente la Constitución pueden asegurar la supremacía de la misma y que, por esto, sean capaces de proteger a los argentinos custodiando los derechos y garantías enunciados en ella, no habrá justicia, y sin justicia, no hay república.
JOSE LUIS MILIA
Miembro Honorario del Centro de Estudios Salta
josemilia_686@hotmail.com
Non nobis, Domine, non nobis. Sed Nomini tuo da gloriam.
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 20, 2024
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