MAURICIO MACRI Y SU SÍNDROME DE ESTOCOLMO

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 Escribe Claudio Kussman.

 

EL AFECTO Y LA IRA

El síndrome de Estocolmo, término acuñado  por NILS BEJEROT psiquiatra asesor de la policía sueca en el año 1973, es una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro, violación o retención en contra de su voluntad, desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo, con quien la ha dañado física y/o psicológicamente. Según el  FBI, alrededor del 27 % de las víctimas experimentan esta reacción. Regularmente muestran dos tipos de reacción ante la situación: por una parte, tienen sentimientos de afecto hacia sus secuestradores; mientras que, por otra parte, sienten  miedo e ira contra las autoridades policiales o quienes se encuentren en contra de sus captores.

 

UN MUNDO DE SOMBRAS

Evidentemente gran parte de la sociedad Argentina, luego de haber sufrido lo que sufrió en los años 60 y 70  padece este síndrome y en consecuencia también los que llegan a ocupar  cargos de gobierno. Al margen, se suman los que comparten ideología con los terroristas que asolaron el país, o muchos miembros de la década ganada que hicieron un siniestro paquete favoreciendo a terroristas, y narcotraficantes como nunca en la historia vernácula. Por supuesto colaboraron muchas veces en forma irresponsable,  los que los votaron por segunda, tercera y una frustrada cuarta vez. Mientras esto ocurría muchos fuimos llevados al barrer a un mundo de sombras, robándonos la libertad y también la vida, por haber combatido o no al terrorismo. Se puede decir que cerraron las rejas y tiraron la llave, al quedar en manos de jueces, fiscales y otros,  a veces terroristas, otras militantes y otras simplemente obsecuentes o indiferentes que cumplieron y aún cumplen  con su libreto cuidando “su quintita”. No importa si hay inocentes o culpables, todos adentro. Del respeto a la Constitución y la ley, nada de nada.

 

CARNE EN LA GANCHERA

Juntos a nuestra familia nos  convirtieron en  carne colgando de la ganchera, esperando la nada. Hasta que MAURICIO MACRI y su frase “Conmigo se acaban los curros en derechos humanos” pareció disipar algunas sombras dada nuestra necesidad de creer y de justicia. Pasó el tiempo y nada cambió, ni tan siquiera “el curro de los DDHH” ya que lo que quitan por un lado lo dan por otro. Hoy sobre él,  alterno mi convicción de su traición con el padecimiento de los síntomas del SÍNDROME DE ESTOCOLMO en su conducta.  Es tan así al haber llevado a mandatarios extranjeros a un falso monumento de 30.000 desaparecidos, sabiendo que había “8.000 verdades y 22.000 mentiras”. Estas últimas   son muchas más al contabilizar a los muertos en atentados, detonación de sus propias bombas o ejecutados por traición a las organizaciones terroristas a las que pertenecían. Ni hablar cuando desconoce a las víctimas del mismo terrorismo, o sabiendo perfectamente de los juicios falaces y resalta su complacencia porque existe “una justicia independiente”. A ello le sumamos algunos terroristas en su gobierno, o en jugosos contratos firmados con terrorista del pasado, devenidos en empresarios del presente.

 

CON HONOR O SIN HONOR

Para superar esta encrucijada hay dos soluciones. O se somete en forma urgente a un tratamiento similar al que se utiliza para el TEPT (trastorno por estrés postraumático) combinando la farmacoterapia con la psicoterapia, a decir de los especialistas. O quizás la más fácil, si bien nada  honorable sea seguir haciendo oídos sordos a toda iniquidad, y dejarnos morir en prisión, como ocurre hasta la fecha. MACRI DECIDE Y TIENE LA ÚLTIMA PALABRA.

 

 

“Dichosísimo aquel que corriendo por entre los escollos de la guerra,

de la política y de las desgracias públicas, preserva su honor intacto”.  

Simón Bolívar (1783-1830)

 


Claudio Kussman

PrisioneroEnArgentina.com

Febrero 14, 2017


 

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