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  Por Dr. Enrique Guillermo Avogadro.

No fue gratuita mi advertencia acerca de la altísima probabilidad de que no sólo se repita, sino que se incremente la violencia en sucesivos miércoles, cuando los jubilados vuelvan a marchar en reclamo por sus más que magros haberes, puesto que la gimnasia de combate urbano irá perfeccionando – en el mal sentido – su accionar y servirá para dar argumentos, siempre falsos, a quienes buscan desde el principio el fracaso y la pronta destitución del Presidente.

Si ello ocurre, como es de prever, resultará necesario incrementar la defensa del orden constitucional, con el Estado reivindicando el monopolio del uso de la fuerza.

Por ello, vuelvo a insistir en la urgente necesidad de que Milei termine, haciendo justo uso de sus facultades presidenciales, con la persecución a los militares que el pero-kirchnerismo habilitó a la izquierda para recibir, en cambio, protección para su desmedido saqueo, puesto que el espectáculo que brinda aún hoy, cuando han transcurrido cinco décadas, de la persecución – y muerte en las mazmorras – a sus antiguos camaradas por haber cumplido a rajatabla las instrucciones que emanaban de un gobierno legítimo, seguramente no templará el ánimo de quienes hoy sean llamados a obedecer.

Cientos de miembros del Ejército, de la Armada, de la Fuerza Aérea, de la Policía Federal, de las policías provinciales, del Servicio Penitenciario, de la Gendarmería, de la Prefectura Naval, civiles y hasta sacerdotes, que cincuenta años atrás eran jóvenes y, como tales, incapaces funcionalmente de impartir órdenes, hoy – ya ancianos y enfermos – se pudren en las cárceles de todo el país, mientras fiscales y jueces militantes – verdaderos asesinos togados – continúan iniciando y substanciando procesos estalinistas, plagados de pruebas y testigos falsos, cuyas sentencias estaban (y están) escritas de antemano por los organismos de tuertos derechos humanos, que luego sirven para obtener enormes indemnizaciones – superan ya los US$ 3.500 millones – a los mismos terroristas de entonces.

En el orden internacional, Donald Trump sigue desconcertando a propios y ajenos. Los – por ahora infructuosos – coqueteos con Vladimir Putin para que firme la paz con una Ucrania que ya ha aceptado, sus constantes diatribas contra Canadá (a quien pretende anexar), a Dinamarca (para comprarle o amputarle Groenlandia), a México (por la inmigración y el fentanilo) y a Europa en general por la OTAN, no permiten una explicación racional acerca del rumbo que pretende imponer a la posición geopolítica de Washington ni a su propia economía, que seguramente sufrirá con sus aranceles a los productos importados.

Si le sumamos los aprietes financieros y policiales que ejerce sobre las universidades públicas y privadas más renombradas para condicionar la admisión de estudiantes y la libertad de cátedra, resulta evidente que ha llegado al poder con ánimo de socavar los cimientos más firmes de la que, hasta hace nada, fue la democracia más antigua del mundo.

Por su parte, el criminal autócrata del Kremlin insiste en su hipocresía al rechazar la propuesta de instalar fuerzas de paz internacionales en las fronteras que sean diseñadas después de la guerra, mientras utiliza soldados norcoreanos como carne de cañón en su ofensiva contra Ucrania.

Tampoco está clara qué actitud adoptará, en definitiva, Xi Jinping frente a los Estados Unidos, en especial después de haber dicho, en el reciente Congreso Anual del Partido Comunista Chino, que su país está listo para entrar en guerra, sea esta comercial o bélica.

Siria ha entrado nuevamente en ebullición, con miles de muertos, y el gobierno que surgió de las milicias que expulsaron a Bashad Al-Assar, y el peligro latente derivado del progreso del programa nuclear de Irán no permiten vislumbrar alguna posibilidad de paz en Medio Oriente, sobre todo porque Hamás, aunque muy golpeado, sigue desafiando al mundo con la bastarda manipulación de la reticente liberación de los rehenes israelíes que mantiene en su poder.

En resumen, aquí y en todo el planeta, seguimos viviendo en una época difusa, en la que resulta imposible imaginar el futuro inmediato, con toda la carga emocional que, a nivel individual, esa situación conlleva.

Hasta el sábado, si nos dejan.

Un abrazo grande.

 

Enrique Guillermo Avogadro

Abogado

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PrisioneroEnArgentina.com

Marzo 17, 2025


 

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