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  Por MARCO ACUÑA.

                                                            
Esta pregunta se viene haciendo desde tiempos muy antiguos. La pregunta se plantea generalmente en latín como: Quis custodiet ipsos custodes? Y plantea un gran dilema de la humanidad.

Los griegos están tal vez entre los primeros que se han formulado la pregunta, ya que también se la han planteado otras culturas del lejano oriente, como las confucianistas, taoístas, etc. En griego es: Poios parakoloutheí ta paratirités? (en alfabeto griego: Ποιος παρακολουθεί τα παρατηρητές. Y en español también podemos formularla como: ¿Quién vigila a los vigilantes?

Lo que en realidad se está planteando es que la apariencia no es sustancia, que la forma no reemplaza al contenido, que se desconfía, que se sabe que el ser humano es falible y que puede corromperse, como la misma historia de la humanidad y el mismo presente lo demuestran.

Y lo primero que se piensa y busca, para solucionar en forma inmediata este problema, es inventar controles de controles y así en forma inacabable, pues de cada nuevo control, inmediatamente se duda, se desconfía.

Cada vez que el derecho regula, a través de una ley, nuevos hechos jurídicos, nuevas actividades humanas, nuevas conductas, las objetiva en una norma y le adiciona controles.

Con cada nueva violación o elusión de esa norma, el legislador inventa nuevos controles y nuevas formas de controlar y continúa así, interminablemente, en ese tema u otros, justificando su salario ante la opinión pública y ante sí mismo, sin detenerse a pensar en la burocracia que está creando.

Es así que esta pregunta sobre quién custodia al custodio se transforma en una espiral viciosa, porque no disminuye la desconfianza ni la corrupción ya que burocratiza todo el quehacer humano dentro de una sociedad organizada, y así facilita la corrupción, creando múltiples pasos donde “cobrar peaje”. Se crean ámbitos de extorsión.

Un breve ejemplo: Un médico debidamente titulado e inscripto en su actividad, -que se halla regulada y controlada tanto por el respectivo colegio profesional como por el derecho penal-, expide un certificado médico a un paciente que ha atendido, diagnosticado y le ha prescripto reposo y terapia. Lo hace para que el paciente sepa lo que debe hacer y los remedios que debe tomar y también para que lo presente a un empleador privado o a uno público. Este Certificado Médico merece plena fe, por lo que no debería ser otra vez cohonestado por un médico de la empresa u organismo público para que sea aceptado. Este burocrático control nace de la desconfianza en el médico, en el colegio profesional y en la amenaza penal prevista para los delitos. También se está desconfiando del paciente/empleado. Es decir que se parte de la Mala Fe y no, como debe ser, de la Buena Fe.¿Por dónde pasa pues una solución mejor, ya que es imposible la perfección?
Resulta lógico que las leyes se deben hacer para gente de BUENA FE no para la gente de MALA FE. La BUENA FE se presume. La MALA FE debe ser probada en juicio, que para eso existen denuncias y demandas.

Las leyes deben ser pocas, sencillas, claras, entendibles hasta por los menos preparados y menos instruidos, partiendo siempre de la buena fe. Este es el mejor de los controles pues pone al descubierto al que se oculta tras una verborragia de regulaciones y controles para esconder sus espurios intereses, disfrazando su delito mediante el recurso de invocar desconocidos reglamentos internos, disposiciones, resoluciones, requisitos, trámites, pasos, en fin, gigante burocracia. La ley debe ser general y de buena fe. Cuando es así, es adecuado el continente al contenido, el envase para la sustancia. Esta es la base de la igualdad y es la única igualdad filosófica, política y jurídica de la que se puede hablar.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Abril 19, 2021


 

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