Días pasados el presidente Javier Milei sorprendió a un grupo de jóvenes miembros de la Policía Federal, que aguardaban en un micro de la institución. Subiendo al mismo, estrechó la mano de cada uno de ellos al tiempo que les daba las gracias por la labor que realizan, completando el evento con una foto grupal. Nada nuevo ni original, de inmediato vinieron a mi memoria acciones demagógicas similares cuando siendo también muy joven, otros políticos que gobernaron Argentina se acercaban a estrecharnos la mano diciendo gracias. Pasó el tiempo y hoy en el ocaso de la vida al igual que muchos otros uniformados de esa época, que ya dejamos de ser necesarios, nos encontramos privados de la libertad hasta el día de nuestra muerte.
Esa gratitud añosa duró pocos segundos y de inmediato se apagó porque era falaz, como también lo es la del presente. De no ser así los miembros de este gobierno no nos estarían querellando con abogadas/os radicalizados, en algunos casos familiares de terroristas, en los juicios amañados por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad a los que estamos sometidos. Por eso mucho cuidado, hoy los mandatarios ante el descalabro que ellos mismos provocaron con políticas de seguridad que entregaron el dominio de la calle a una salvaje delincuencia motorizada por el narcotráfico los necesitan y con un simple estrechar de manos de pocos segundos, los alientan a cumplir con su misión, sacrificando tiempo, familia y hasta la misma vida. De siempre ellos fueron hábiles para el engaño, un día compitiendo por un cargo de privilegio, pueden gritarle a una contrincante “montonera asesina” (su organización mataba uniformados), y al otro abrazarla e incorporarla a su equipo de “confianza”. Sé que la experiencia no se transmite, pero de cualquier forma hago votos para que ustedes se detengan a pensar en nosotros, sus antecesores, con oscuro presente y el dramático final que nos espera, en el cual arrastramos a nuestras familias. Cuídense y cuiden sus hogares para no ser los que a futuro les toque ocupar nuestro lugar, porque entonces estarán solos y no podrán retroceder para cambiar su destino. Trabajen y cumplan, pero empleando la cabeza, jamás el corazón, si los políticos con sus vilezas y engaños se apropian de él se lo estrujarán hasta matarlos, mientras enfervorizan a las multitudes gritando… ¡Viva la libertad carajo!
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Por Claudio Kussman.
Días pasados el presidente Javier Milei sorprendió a un grupo de jóvenes miembros de la Policía Federal, que aguardaban en un micro de la institución. Subiendo al mismo, estrechó la mano de cada uno de ellos al tiempo que les daba las gracias por la labor que realizan, completando el evento con una foto grupal. Nada nuevo ni original, de inmediato vinieron a mi memoria acciones demagógicas similares cuando siendo también muy joven, otros políticos que gobernaron Argentina se acercaban a estrecharnos la mano diciendo gracias. Pasó el tiempo y hoy en el ocaso de la vida al igual que muchos otros uniformados de esa época, que ya dejamos de ser necesarios, nos encontramos privados de la libertad hasta el día de nuestra muerte.
Esa gratitud añosa duró pocos segundos y de inmediato se apagó porque era falaz, como también lo es la del presente. De no ser así los miembros de este gobierno no nos estarían querellando con abogadas/os radicalizados, en algunos casos familiares de terroristas, en los juicios amañados por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad a los que estamos sometidos. Por eso mucho cuidado, hoy los mandatarios ante el descalabro que ellos mismos provocaron con políticas de seguridad que entregaron el dominio de la calle a una salvaje delincuencia motorizada por el narcotráfico los necesitan y con un simple estrechar de manos de pocos segundos, los alientan a cumplir con su misión, sacrificando tiempo, familia y hasta la misma vida. De siempre ellos fueron hábiles para el engaño, un día compitiendo por un cargo de privilegio, pueden gritarle a una contrincante “montonera asesina” (su organización mataba uniformados), y al otro abrazarla e incorporarla a su equipo de “confianza”. Sé que la experiencia no se transmite, pero de cualquier forma hago votos para que ustedes se detengan a pensar en nosotros, sus antecesores, con oscuro presente y el dramático final que nos espera, en el cual arrastramos a nuestras familias. Cuídense y cuiden sus hogares para no ser los que a futuro les toque ocupar nuestro lugar, porque entonces estarán solos y no podrán retroceder para cambiar su destino. Trabajen y cumplan, pero empleando la cabeza, jamás el corazón, si los políticos con sus vilezas y engaños se apropian de él se lo estrujarán hasta matarlos, mientras enfervorizan a las multitudes gritando… ¡Viva la libertad carajo!
Claudio Kussman
Comisario Mayor (R)
Policía Prov. Buenos Aires
claudio@PrisioneroEnArgentina.com
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“La gratitud es la menor de las virtudes, pero la ingratitud es el peor de los vicios”
Thomas Fuller (1608-1661)
Claudio Kussman
Comisario Mayor (R)
Policía Prov. Buenos Aires
claudio@PrisioneroEnArgentina.com
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Octubre 20, 2024
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