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  Por Candace Herrera.

El Imperio ruso acababa de perder una guerra desastrosa, la guerra de Crimea.

La pérdida de la guerra de Crimea arruinó al Imperio ruso, agotó su tesoro y debilitó su influencia militar y política durante décadas.

Dado que Gran Bretaña, junto con Francia y Turquía, los derrotó, existía una gran preocupación de que la presencia británica en Canadá condujera a la toma de posesión de Alaska.

Lo último que quería el Imperio ruso era que Gran Bretaña se quedara a sólo kilómetros de su frontera oriental.

No había ningún conflicto político con los Estados Unidos, lo que hizo que vender Alaska a los EE. UU. fuera un compromiso mucho mejor.

Al final, el Imperio ruso consiguió un vecino amigo y necesitaba dinero urgentemente.

Aunque el agotamiento del comercio de focas influyó en cierta medida en la venta, el Imperio ruso era consciente de que los metales preciosos probablemente eran recursos sin explotar en Alaska. El problema era el tiempo. Temían que cualquier hallazgo de oro impulsara a Gran Bretaña a apoderarse de Alaska.

Si no fuera por la falta de tiempo política para aprovechar cualquier descubrimiento de metales preciosos, el Imperio ruso no habría vendido Alaska.

Lo cual nos lleva de nuevo a la ironía actual: Putin, en su deseo egoísta de recuperar el Imperio ruso, está gastando enormes cantidades de dinero y pérdidas militares para intentar conservar la península de Crimea y apoderarse del resto de Ucrania.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Octubre 7, 2024


 

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