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Por Carlos Españadero.

 

 

Señor Comisario Mayor Hugo A. Vaccarezza:
Hay muchas maneras de servir a la Patria. En la mayoría de las oportunidades, se nos presentan sin nosotros haberlo deseado o buscado. Y es que la Patria nos exige, más en esos casos, que demostremos nuestro amor hacia ella, viviendo las circunstancias que nos presenta. Hoy; quienes estamos castigados por delitos que no cometimos, seguimos sirviéndola, sin averiguar mucho si existen causas para ello, y sufriendo la peor condición que se le puede imponer a un patriota, como son el oprobio, el agravio, las difamación y la injurias de su pueblo y mirando a nuestras instituciones y camaradas que se encuentran beneficiados por sus legítimos derechos muchas veces pensando ¿Porque a mí?
No me alarma que el pueblo se manifieste de esa manera. Es un conjunto humano, fundamentalmente emotivo, que los lleva a vernos como secuestradores, torturadores, asesinos, violadores, apropiadores de bebés, “desaparecedores” y cuantas mayores palabras crueles les vengan a la memoria.
Pero me resulta extremadamente doloroso, percibirlo en alguien que pertenece a nuestras instituciones, y se llama camarada.
Calculo que Ud. vivió la trágica guerra civil que asoló nuestro país. Y sabe tanto como yo, que en todo grupo humano, existen seres humanos de todas las calificaciones que se puedan asignar. Desde místicos patriotas a execrables individuos, merecedores de nuestro máximo repudio.
Sin embargo, pienso que es muy difícil que un camarada que haya llegado al penúltimo grado de la jerarquía policial, ignore que la venganza del extremismo terrorista apuntó a nuestras instituciones y no a autores de esos actos repudiables.
A la vez, yo tuve oportunidad – que Ud. no tuvo – de estar en la cárcel tres veces, por la misma causa  y conocer a algunos de los autores que los “medios” publicitan. Y quizás de muchos de ellos, se debería hacer un análisis comprensivo de los momentos que vivieron, del lugar donde estuvieron, y de las exigencias abusivas a las que estuvieron sometidos. Y más que todo de la perversa manipulación a que con autoridad de “vida o muerte” le impuso una conducción política totalitaria.
Es seguro que veríamos en los miembros de la Policía y del Ejército que seguramente la motivación central de sus resoluciones se inspiraron en la alevosía con que el terrorismo arrasaba con nuestra nación.  No equivocaron al enemigo. Equivocaron los modos. Y esto de por sí es muy grave.
Seguramente habría numerosas explicaciones que se podrían dar. Algunas dolorosas, porque reflejan el egoísmo que nuestras instituciones estimulan con la impunidad, en sus integrantes,  para en muchos y lamentables casos convertirlos en secuestradores, torturadores, y todos los otros calificativos que enuncié en el segundo párrafo.
Aceptemos que el pueblo no lo sepa, lamentemos la poca catadura moral de los enemigos, que no solo incentiva el odio contra todos nosotros, sino que también impunemente se burla del Derecho, emplea jueces y fiscales prevaricadores, para satisfacer sus ansias de venganza y humillación
Esto me permite entender lo que el pueblo piense, que lo lleva a reconocer en cada uno de nosotros un perverso asesino en potencia, que busca afanosamente el momento y lugar para desatar sus pasiones.
Lo comprendo en el enemigo, que solo sabe odiar, y usando su poder lo vuelca contra nosotros.
Pero me resulta tremendamente doloroso, cuando un “par” nuestro asume la emotividad de nuestro pueblo o peor el odio de nuestros enemigos, para pretender sumarse a quienes nos pone a prueba buscando nuestro derrumbe y el de nuestros seres queridos.
Usted y yo sabemos que, en ese duro momento de la vida patria, los que violaron normas humanas sobre un prisionero, no han sido la mayoría. Y existían leyes para contenerlos e incluso sancionarlos. Muy por el contrario fueron activos y “seleccionados” por una superioridad que como nuestros enemigos, quiso arrastrarnos a nuestra propia destrucción, que es esencialmente moral. Y se preocuparon en no dejar huella de sus perversiones. Ante esto, los enemigos centraron en quienes actuamos a la luz pública, con decisión, convencimiento y energía, para combatir de la manera que impone la guerra.
Hoy hay unos 2000 entre condenados y procesados. Muchos no logran salir de su asombro. Muchos quebrados por distintos motivos, entre los cuales la edad no falta, se refugian en el amor de su entorno, y sufre muy dolorosamente la ausencia de sus camaradas.
Y esto hace más cruel su misiva de crítica hacia los argumentos del comisario mayor; como Ud.
Si bien durante mi vida he estado afectivamente muy cerca de mis apreciados “patas negras”, como el haber sido profesor de subcomisarios en la Escuela Superior de Policía, incluso de haber dado varias charlas en DIGBA, y haber organizado un curso en la casa de la Provincia de Buenos Aires durante un año, para oficiales recién egresados en forma gratuita y sin perjuicio de mis complicadas funciones en el Batallón de Inteligencia 601. Recuerdo los avatares de cumplir esta obligación, donde era el único profesor para dar todas las materias, sin posibilidad de reemplazo.
Pero todo esto, es solo para que nos conozcamos. En el orden personal, no soy afecto a tener amigos. Soy muy exigente, y me eduqué en la idea de no exigir lo que no puedo cumplir.
Al comisario mayor Claudio Kussman, lo conocí en la cárcel de Ezeiza, por lo cual usted me debe igualar con los narcotraficantes porque somos condenados por la “Justicia”. Mi simpatía inicial fue producto de mi afinidad con los “patas negras”. Pero a poco de andar conocí la dimensión personal de Kussman, que primero me asombró, y luego me inclinó a correr el riesgo de ser su amigo. Y no me arrepiento. Explicado esto, paso a sus comentarios: Ud. dice:
“Entiendo la vehemencia de Kussman frente a las adversidades que le toca enfrentar. Aclaro que en actividad fuimos contemporáneos y aunque nunca trabajamos juntos, guardo de él las mejores referencias en el ejercicio de la profesión.”
 Esté tranquilo las referencias si son como pienso, reflejan a su personalidad.
Me permito disentir y dudar de algunos pasajes de su exposición.
Me parece bien. Es su derecho. Y estoy seguro que Kussman piensa así.
En primer lugar, pienso que los hijos de uniformados o ex uniformados presos por delitos de lesa humanidad, no necesariamente son o fueron cooptados – se entiende que por sectores de la izquierda revolucionaria- para volverse en contra de ellos; sus padres. Puede ocurrir que siempre pensaron así y al alcanzar la adultez y cierta independencia económica y política, lo hacen público. Hay un patrón de singular importancia en la niñez y la adolescencia de esos hijos cuyos padres priorizaron el compromiso militar o policial en detrimento del compromiso familiar. Padres ausentes al fin, porque la madre suplía esa deficiencia. ¿Quién puede asegurar que esa ausencia no fue lo que provocó ese sentimiento de rechazo a todo lo que tenga que ver con la imposibilidad de construir afecto e interacción familiar, que ahora visibilizan con toda crudeza? Al fin de cuentas, confiesan que se sienten más acompañados hoy que antes, y no son pocos.
Supongo que Ud. extiende este concepto a toda la Policía y el Ejército. Con esto nuestra irregular situación deja de serlo. En realidad Kussman se refiere a nosotros, los presos políticos. Le recuerdo lo afirmado por él.
¿Que nos pasó? Estamos siendo sometidos a la estigmatización, destrucción, desmoralización, y aniquilamiento más cruel y artero de la historia. Nuestras esposas enferman y mueren. Los hijos son cooptados volviéndose los enemigos más crueles que pueda tener un ser viviente, lo cual no es mi caso. Hoy exitosa e inteligentemente, se lleva a cabo con nosotros una siniestra, maquiavélica e injusta acción, más peligrosa y continua que cualquier enfrenamiento armado o guerra que haya habido en este territorio llamado Argentina. “Nos usaron para enfrentarnos con toda la sociedad” como bien expresaran, a su nivel, los dignos y visionarios ruralistas.
  Le agrego algunos detalles: Ya he estado en la cárcel 3 veces (6 meses cada vez) a pesar de ser un ochentón. He visto muchos hijos que vienen a visitar a sus padres, La amargura, dolor y angustia que expresan no me hace pensar que sus padres no le dieron todo lo que debían. Kussman se refiere a hijos que se han manifestado en contra de sus padres públicamente, que según mis cuentas no llegan a más de 5/6. O a otra cantidad similar de hijos que las exigencias de sus vidas y las exigencias carcelarias no pueden ser compatibilizadas. Me imagino que un profesional como Ud. debe saber que para ingresar y salir de la cárcel, el visitante es requisado, Y que esto hasta permite desnudar al mismo para revisar sus partes íntimas. Y aunque sé que para Ud. esto lo realiza una persona del mismo sexo, existen algunas que podría llamar “marimachos”. ¿Esto lo puede comprender? ¿Le parece bien que si usted, estuviera en nuestro lugar, su hija, quizás adolescente sea requisada? Y le aseguro que esta actividad es ordenada por la “superioridad” (juez, ministro, congreso, PEN, director de la cárcel, o nadie, etc.). Claro que si para usted, somos iguales que los policías narcotraficantes, podemos tener algo que ver con las drogas.
  Para sacarle las dudas, le informo que Kussman tiene un solo hijo y una esposa que es una heroína luchando por la causa de su marido. El hijo lo ama a su padre, pero no solo por esto, sino por la dignidad, la virilidad y su inclaudicable decisión de luchar contra la injusticia que sufre hasta su muerte. usted, sabrá seguramente que el comisario mayor Kussman logró la prisión domiciliaria (que se la pueden cambiar en cualquier momento) luego de casi 36 días de huelga de hambre? ¿Ud. me imagino habrá hechos cosas semejantes, a lo largo de su vida? Realmente lo envidio, porque a mí me cuesta ir en ayunas a sacarme sangre.
  Siguiendo su ordenada exposición usted, dice: En segundo término, dice Kussman, que “nos usaron para enfrentarnos con toda la sociedad”. ¿Por quienes se sintieron usados? No me queda claro.
  Posiblemente Ud. vive – y lo felicito – alejado del país donde vive. Me imagino que nunca escuchó un discurso de Hebe de Bonafini, o de Carlotto, o de la propia Cristina cuando era presidente. Habrá tenido oportunidad de escuchar la afirmación de estas “que se pudran en la cárcel”. O que si bien la ley autoriza a los 70 años a ser enviado a prisión domiciliaria, para nosotros esto es muy difícil de lograr. Quizás no tuvo oportunidad de escuchar por TV, los dimes y diretes referidos al 2×1. Y pensará que lo que dicen de nosotros es tan cierto que lo merecemos más que los policías narcotraficantes o los corruptos. O aquellos que disfrutan  de suntuosas propiedades y esplendidas vidas respaldadas por el producto de sus “capacidades de ahorro de sus modestos sueldos” o de “sus geniales empresas atendidas diligentemente cuando se encontraban en actividad, quitando “un poco” de tiempo y capacitación para prevenir la seguridad de sus conciudadanos.
   Señor comisario mayor: me parece una enormidad suponer que Ud. no sabe que los presos políticos han sido enfrentados con la sociedad.  Yo le sugiero humildemente que se trate de informar.
Razona lo siguiente: En tercer lugar la muerte no tiene lógica, de modo que no somos ancianos porque estemos más próximos a ella. Insisto que la muerte no discrimina por edad, ancianos o jóvenes, niños o adolescentes. Solo se es anciano por los hábitos de vida, la edad es una circunstancia biológica que nos permite solo el hecho de haber cumplido y seguir cumpliendo más años de existencia que otros.
  Esta afirmación me impresiona. En realidad Kussman lo dice antes que Ud. Se lo agrego: “Quienes de afuera nos quieren ayudar nos dicen ancianos. Demostremos que solo lo somos por estar próximos a la muerte. Que interiormente todavía fluye sangre de la buena, y que también podemos producir hormona de adrenalina, como en el pasado. Los actos heroicos, si realmente se llevaron a cabo, ya fueron, fenecieron. Quien supo dominar el miedo, tiene la obligación de seguir haciéndolo hasta el último día de su vida. El valor de verdad, se lleva adentro de siempre y para siempre. Solo es una condición que se tiene o no se tiene. Demostrémoslo.
  Kussman habla de los que nos quieren descalificar tratándonos “como ancianos”. Y nota con pena, que algunos de nosotros no estamos luchando contra el oprobio y la injusticia, No creo sea difícil de comprender.
 Sigue Ud.;  Cuarto, el miedo es un estado, un sentimiento natural de preservación frente al peligro de una amenaza real o imaginaria; tener miedos nos puede salvar la vida. No me parece atinado tratar de reprimir el miedo, entendido como la ruptura del freno inhibitorio. Si de acciones reivindicativas se trata, lo más lógico sería hablar de tener alto el umbral de la autoestima, y aquí si, el valor de la autoestima se lleva siempre hasta el último día de la vida como nos propone el opinante.
  Comparto con usted, que el miedo es una saludable indicación para preservarnos del peligro. Pero curiosamente si uno es policía es un recalcitrante desobediente de esta indicación. ¿Usted se imagina un policía que tiene miedo antes de iniciar un allanamiento a una casa sospechada de hallarse en ella asesinos decididos a luchar a muerte? Por algo sostengo que la valentía es cuando se siente miedo y se lo supera por una decisión firme de la voluntad. En cuanto a “las acciones reivindicativas” no creo sea el caso. ¿O será reivindicación pretender ser juzgado a derecho, según la Constitución Nacional y las leyes? No creo que usted, piense que muchos de los que estamos en esta situación “somos represores, torturadores, secuestradores, ladrones, violadores o “desaparecedores”. Estamos por ser militar en mi caso y policía en el caso de Kussman. Usted hoy podría estar entre nosotros, porque en principio tiene la misma situación de Kussman.
 Fíjese las paradojas de esta situación: a Kussman cuando sospecharon de él, se presentó espontáneamente y teniendo su vida resuelta en EEUU, se quedó para que la “Justicia” lo juzgara. No hicieron nada y tres años después lo enviaron a la cárcel donde permanece sin haber cambiado su situación de “supuesto” delincuente de lesa humanidad.
  Le hago un comentario. Mientras estuvo en libertad, Kussman iba a visitar a sus camaradas de “lesa” en la cárcel, y se indignaba cuando veía a un agente de policía de Monte Grande que no hizo nada viviendo en prisión desde hace unos 4 años. A mi juicio eso es camaradería. No se confunde con solidaridad con un delincuente, sino con un policía modesto inocente, que vivía penosamente el “vía crucis” que le tocaba vivir. Seguro que usted, disfrutando de su libertad no cuestionada, debe estar visitando a camaradas que están imputados del mismo delito que podría estar sufriendo Ud.; ser de “lesa” por ser policía.
 Pero remata su opinión con la siguiente: Quinto, ¿fueron las autoridades gubernamentales o los jueces quienes dispusieron compartir prisión con los policías narcos? Si fue el gobierno es una intromisión inaceptable en otro poder del Estado como el Judicial. Si por el contrario fue éste, está dentro de su competencia elegir el lugar de detención, que supongo ha sido por cuestiones de seguridad. ¿Para quién o que sector es indigna esa convivencia obligatoria?; es necesario aclararlo, porque ellos, los policías o ex policías narcos, pueden pensar lo mismo de los presos por delitos de lesa humanidad, bajo el supuesto que son corruptos en el negocio de la droga que los enriqueció, pero no mataron, no torturaron, no desaparecieron a nadie ni se apropiaron de bebés, ni obligaron por medio de una coacción irresistible a nadie, a ser parte de un plan criminal.
  ¿Ud. cree que puede haber razones de seguridad para que personas mayores de 70 años, sin apoyo de ninguna naturaleza, sean capaces de poner en riesgo la seguridad de una cárcel del silo XXI? ¿Y en esto igualar a policías narcotraficantes, de unos 30 años, muchos de los cuales ya vienen en sus alforjas delitos cruentos?
Pero lo lastimoso es que crea que los de “lesa” de hoy son los verdaderos delincuentes de lesa. Los que han matado, torturado, secuestrado; fueron “desaparecedores”, se apropiaron de bebés, u obligaron por una coacción irresistible a ser parte de un plan criminal.
Si su deseo de ser camarada, lo hubiera llevado a conocer el tema de los presos políticos, hubiera descubierto que los presos de hoy, son personas ajenas a esta caracterización, pero que se ha necesitado ensuciar por los autores de este nuevo plan criminal´. Y no solo hay razones políticas sino también económicas.
Sexto, para finalizar, más allá de la proclama de nuestro camarada, me gustaría saber ¿qué significa decir “BASTA”!!!
“BASTA” quiere decir: Basta de difamar, calumniar, humillar, inventar acusaciones e imputaciones sobre personas que si bien son policías como en este caso, no son los autores de lo que se dice. Que no haya una escuela de testigos donde se le enseña a éstos a declarar de forma de lograr que la justicia suponga (“como Ud. también”)  tomando la suposición como prueba. Que se cumpla la Constitución Nacional, como el artículo 18, o el Pacto de San José de Costa Rica  como el artículo 8, 9 y 11, o la ley argentina sobre el Estatuto de Roma, en su artículo 13. Como verá nuestro “BASTA” no es violento, ni reivindicativo.
Como se dice a los jueces me despido: Dios guarde a Ud. Será justicia. Carlos Españadero, condenado a prisión perpetua sin haber cometido ningún crimen, por un gobierno vengativo.

 

 

My. (RE) Carlos Antonio Españadero. Argentino, nacido en 1931, militar, técnico de inteligencia, dedicó sus estudios a la inteligencia estratégica, la estrategia, la seguridad y el contraterrorismo. Se desempeñó como profesor de Inteligencia, en la Escuela Superior de Policía de la Provincia de Buenos Aires; en la Academia Superior de Estudios Penitenciarios y en la Escuela de Inteligencia de la Fuerza Aérea. Fue profesor de geopolítica, en la Universidad Nacional de Mar del Plata (Bs.As.), Departamento de Geografía, y profesor de Antropogeografía y geografía histórica en el CONSUDEC (Consejo Superior de Educación Católica), Departamento de Historia. En 1980, produjo dos trabajos para el departamento doctrina de la Jefatura II – Inteligencia del EMGE del Ejército Argentino, titulados: “Experiencias y enseñanzas de los ataques terroristas a los cuarteles” y “Experiencias y enseñanzas de los homicidios cometidos por los terroristas”. Posteriormente, continuó perfeccionando sus teorías sobre el terrorismo, los sistemas de seguridad, la conducción y la filosofía de las ciencias. En el 2001, publicó un trabajo confeccionado en equipo con el Dr. Eduardo Jorge Parisi (actualmente en Italia): Seguridad contraterrorista. Tiene en preparación varios trabajos más, próximos a su publicación.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Julio 29, 2017


 

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