Share

 

Por Claudio Kussman.

 

[ezcol_4fifth]

Mariana
Quien hoy ama y sufre por MIGUEL ETCHECOLATZ, me pidió que respondiera algo a su explosiva manifestación pública sobre él. En lo personal, tengo un reconocimiento hacia su persona. Si bien reniego de la iglesia y de la fe cristiana, el año pasado al estar yo en huelga de hambre y medicación, fue quien anónimamente dejara junto a mi cama, en el Hospital Penitenciario Federal de Ezeiza, un rosario y dos estampitas religiosas. Después,  todos los días se acercaba para saber cómo me encontraba. Eso me obliga a llevar adelante esta muy difícil y comprometedora tarea. Así, le diré que por más que odie y  cambie su apellido queriendo  olvidar, nunca lo logrará. Es sangre de su sangre y siempre seguirá siendo su padre. ¿Por algo tanto él como usted conservan las fotos que registran momentos de felicidad familiar, no?
Desglosé diferentes párrafos de la nota periodística. Sobre algunos no emitiré opinión alguna, son demasiado íntimos  y no corresponde que lo haga. Sobre los otros, me surgen algunas reflexiones que más allá de acertadas o equivocadas, me atrevo a volcarlas en un escrito. Principalmente porque mentalmente soy libre a pesar de que mi cuerpo no lo sea, y también porque así me lo pidieron. Quizás con buena voluntad de su parte o con el transcurso de los años y su padre ya no esté, le puedan servir.
De lunes a viernes, el padre conducía el aparato represivo de la ciudad de La Plata y alrededores. Daba órdenes para secuestrar personas, torturarlas, asesinarlas.
Directamente es un agregado periodístico. El policía de todas las épocas y de todos los confines del mundo, nunca cuenta detalles de su  función en el hogar, salvo en matrimonios donde ambos, son  de la misma fuerza. Cosa que no es el caso de sus padres. A modo de ejemplo, se lo imagina  contando: hoy detuvimos a la madre de una chiquita de 10 años que la drogaba para que su amante la violara mientras hacían un trio? Esas angustias y horrores que cometen algunos seres humanos, con los que uno debe tratar, quedan afuera, nunca pueden trasponer la puerta del hogar. ¡Nunca!!!
“Permanentemente cuestionada y habiendo sufrido innumerables dificultades a causa de acarrear el apellido que solicito sea suprimido, resulta su historia repugnante a la suscripta, sinónimo de horror, vergüenza y dolor. No hay ni ha habido nada que nos una, y he decidido con esta solicitud ponerle punto final al gran peso que para mí significa arrastrar un apellido teñido de sangre y horror, ajeno a la constitución de mi persona. Pero además de lo expuesto, mi ideología y mis conductas fueron y son absoluta y decididamente opuestas a las suyas, no existiendo el más mínimo grado de coincidencia con el susodicho. Porque nada emparenta mi ser a este genocida”.
Dolorosa la división que se produce por ideología entre un padre y una hija, el suyo no es un caso único. Lamentablemente hay otros. Eso sí, no tan extremo ni público, como en este caso. Detrás de ello desgraciadamente existió una guerra que una de las partes, no  quiere reconocer. Así, perversamente  se niegan  las víctimas asesinadas por  los terroristas. Hay hombres, mujeres y niños, que seguramente amaban la vida y que tenían pleno derecho a la misma. A sus asesinos nadie los condena, por el contrario, hasta se los trata de jóvenes idealistas.
“De joven. Fue muy difícil, porque vivíamos en una burbuja, sometidos y desinformados. Aparentábamos lo que no éramos. Las personas que nos rodeaban decían “qué capo es tu viejo”. No había quienes nos dijeran “mira este hijo de puta lo que hizo”. Una vez que escuché un testimonio en un juicio ya no me hizo falta nada más. Hasta hoy me da aberración”.
Mariana, acá refleja fielmente la hipocresía de la sociedad de este territorio llamado Argentina. Así se expresaba sobre su padre y también sobre todos los uniformados de la época. Tenían miedo de las muertes que sembraba por doquier el terrorismo, y clamaban para que terminaran con quien se lo producía. Cuando este pasó, todo se olvidó, y esas mismas personas en muchos casos mutaron y comenzaron a concurrir a la celebración del DIA DEL MILITANTE MONTONERO PERONISTA. Aún me cuesta creerlo y todo me parece un sueño Fellinesco. Rectifico, todo parece una pesadilla, Fellinesca. Me sorprende que aparte de escuchar un testimonio en un juicio, no haya hecho lo propio con un familiar de alguna víctima del terrorismo. Eso posiblemente la ayudaría a tener una opinión algo más imparcial.
“Dice que por el cambio de apellido siente una “reparación”, pero que sigue preocupada por “este gobierno de derecha que avanza contra los derechos del pueblo”. <sostiene el periodista>
Veo que en usted se imponen las proclamas de tipo ideológico por sobre los lazos familiares. ¿Nunca se pregunta, si no la estarán utilizando?
“Siento calma, perdí el miedo y adquirí la madurez necesaria. Lo de la marcha fue conmovedor. Hay que tener la memoria despierta. Me siento acompañada porque somos millones”.
La felicito si esto es lo que le inspiró la reciente marcha, pero tenga en cuenta algo. Al finalizar la misma cada uno debe volver a su hogar y allí está la verdad absoluta. También, que en el país hay como en el pasado una grieta, que se va agrandando día a día. En consecuencia hay millones que piensan completamente distinto. Lo podrá comprobar leyendo los comentarios de cada uno de los diarios donde publicaron su nota. No todos le son favorables a su persona. La diversidad de pensamientos existe, y es bueno que así sea.
Todos nos liberamos de Etchecolatz después de que cayó preso por primera vez, allá por 1984. Vivíamos en Brasil porque era jefe de seguridad de los Bunge y Born, y regresó pensando que era un trámite, como si la Justicia no le llegara a los talones. Al principio lo visitábamos, pero después mi madre, María Cristina, pudo decirle en la cara que íbamos a dejar de verlo.
Leer estas expresiones hace que me detenga. Cierro mis ojos y veo a mi familia junto a mí apoyándome en forma inquebrantable. También veo a la de tantos otros prisioneros en iguales condiciones. Principalmente  las esposas, sufren, marchitan y  enferman, pero siguen en la brecha. Agradezco mi suerte, que también  me hace sentir responsable y culpable por todo el sufrimiento de ellos. Lamento mucho su caso, donde no existió esa perseverancia.  Tenga en cuenta que en la vida no todo es felicidad y festejos permanentes. También, existen los bíblicos, “años de vacas flacas”. En ello, hoy su padre está acompañado, apoyado, y contenido, quizás como nunca en su vida.
¿Nunca fue afectuoso con ustedes?  <Preguntó el periodista>
No. Etchecolatz hizo todo lo que un padre no hace. Era un ser invisible, que usaba la violencia y no se le podía decir nada. Aparentaba tener una familia, pero nos tenía asco y era encantador con los de afuera. Vivíamos arrastrados por él, mudanzas todo el tiempo, sin lazos, sin amigos, sin pertenencias. Una realidad cercenada. Nos cagó la vida. Pero nos pudimos reconstruir.
Veo algunas fotos familiares suyas. Pienso, pero nada diré al respecto, ellas hablan por sí mismas.
<<<A Mariana le interesa destacar la figura de su madre, a la que considera una víctima de violencia de género. Etchecolatz le llevaba veinte años. Se conocieron cuando ella fue a hacer una denuncia a la comisaría de Avellaneda. “Se enamoró de una imagen. Luego él la empezó a golpear, ascendió rápidamente en la policía y mi mamá hizo lo que pudo. Se resistió pero era como luchar sola contra toda una fuerza policial. Y cuando cortamos relación con él, empezamos de cero, mi mamá nunca había trabajado y vivimos con lo justo, pero con un alivio descomunal”, dice. Y llora.
Los comentarios existentes entre los policías de esa época, no son concordantes con los suyos. Nada diré al respecto, les debo respeto a todos ustedes.
“Mariana nunca reconocerá a Miguel Etchecolatz con la palabra padre o papá. Lo llamará siempre por el apellido. A los ocho años se fueron a vivir a La Plata. Y empezó el infierno. Jamás pudo completar más de un año en un mismo colegio. A ella y a sus hermanos los cambiaban “por seguridad”. No pudo hacer amigos. Se relacionaban con los hijos de otros represores conocidos, como el ex médico Jorge Antonio Bergés y el mismo Camps, que fue padrino de F.M., el hijo más chico de Etchecolatz”. < Afirma el periodista>
Mariana, entiendo el sufrimiento y el desarraigo suyo. Es similar al de los hijos de muchos otros policías. Quizás no tanto, pero si similar. También entienda que los cambios de colegios se debían al peligro impuesto por los terroristas. Estos, a diferencia de los delincuentes comunes, como está debidamente demostrado, no tenían inhibición alguna y asesinaban a los seres queridos (hombres, mujeres o niños) de quienes ellos consideraban sus enemigos.
“Nunca lo vi sufrir. Ni siquiera cuando una vez le pusieron una bomba en la jefatura de policía y le habían roto el oído. En el hospital seguía dando órdenes como un autómata”.
En la Jefatura fueron dos bombas que detonaron casi simultáneamente. Debe ser doloroso o no, para una hija ver que su padre no expresa emociones. Lamentablemente ante hechos de este tipo el hombre-policía debe guardarlas. ¿Se imagina si ante cada drama del trabajo diario se pusiera a llorar? ¿O nos dejáramos dominar por la rabia y el dolor, cada vez que matan un efectivo, al que conocemos de años? A eso se le llama TEMPLE, y en nada puede ser repudiable. He conversado con su padre, y sé que tiene sentimientos profundos, por usted y sus hermanos. Así también que ante el dolor se apoya en su fe cristiana. Eso lo llevó en los últimos tiempos a ayudar contra todo y todos, a un MILANI, persona inescrupulosa, muy despreciable y al que todos evitan.
Lo religioso. Se persignaba dándoles besos a las estampitas. Él se consideraba por debajo de Dios pero por encima de los mortales. Con mi hermano J.M. decíamos que cuando rezaba se estaba comiendo los santos.
Esto lo he visto, y en mi caso por supuesto que lo respeto. Me sorprendió cuando me enteré que también  reza por todos los que al día de hoy, y año tras año lo están martirizando. Quizás su fe, es lo que aún lo mantiene vivo. Es casi incomprensible su sobrevivencia, ya que es común que le hagan faltar medicación, y antibióticos cuando lo ganan frecuentes infecciones urinarias.
La segunda infancia fue la de vivir con custodios que hacían de niñeras cama adentro en un edificio blindado de tres pisos de calle 62 y 11, en La Plata. No podían dormir en paz. Ciertas madrugadas estallaban disparos y su madre les tapaba los oídos con mantas y colchones. De día los llevaban de paseo por la Escuela Vucetich y por el Tiro Federal. Etchecolatz pernoctaba en el destacamento policial.
Una vez más usted da testimonio de los ruidos de la guerra, que se vivió en los años 70. También eran percibidos por el resto de la población, con la diferencia que la gran mayoría ya lo olvidó. Mientras que usted, a mí parecer reaccionó mal. No contra los verdaderos responsables, QUE DE HABER PODIDO LE HUBIERAN CAUSADO LA MUERTE JUNTO A SUS PADRES Y HERMANOS, sino contra su propio padre. Por suerte estos nunca juzgan a los hijos, y perdonan absolutamente todo de ellos.
“Lo veíamos en fiestas oficiales, en desfiles. Con nosotros infundió el mismo miedo y respeto que con sus subordinados”.
Si bien nunca trabajé con él, si he hablado con muchos que estuvieron a sus órdenes. De verdad que algunos le tenía miedo, pero eran lo que se pueden considerar, mal elemento. Personal que se movía en zonas marginales de la policía, y con los que no se quería trabajar. El resto lo respetaban por su honestidad indiscutible. Siempre se consideró que iba de frente y  que nunca traicionó a nadie.  Se destacaba por su ocupación y preocupación cada vez que asesinaban algún personal policial.
Mariana tenía 15 años cuando Etchecolatz la invitó al cine. No hablaron nunca: ni antes, ni durante ni después de la película. Era “La Historia Oficial”. Mariana cerró los ojos cuando el personaje de Héctor Alterio le apretó a Chunchuña Villafañe los dedos contra una puerta. La escena la reconoció como familiar. Y no la olvidará jamás. “No tengo dudas que fue un goce silencioso. El del perverso, que es el que más duele”, dice ahora, con la precisión de una pericia psicológica.
Sobre este triste comentario, considero que no tengo derecho alguno a valorarlo.
Al respecto de su análisis psicológico, también me abstendré de toda opinión.
Dice que empezó a salir a la calle con “Néstor y Cristina”. Que sintió los escraches de H.I.J.O.S. como si hubieran sido propios. Que nunca olvidará el velorio de Néstor Kirchner y el cierre de mandato de Cristina Kirchner. “Fue hermoso sentir lo politizado que estábamos, ir de marcha en marcha, este pueblo no va a sucumbir ante los poderosos”.
Evidentemente la militancia política en usted arrasó con todo sentimiento afectivo. Lamento profundamente que pondere los escraches, ya que estos comenzaron en 1938 impuestos nada menos que por el nazismo. Respeto su admiración por “Néstor y Cristina”, si bien no dejo de pensar en todo el odio que sembraron a diestra y siniestra, durante la década ganada.
Cuando cumplió veinte años se alejó de su familia. Viajó a España, volvió, vivió sola. Trabajó de secretaria. Se puso a estudiar en la Facultad de Psicología, aunque no en la Universidad de Buenos Aires como hubiera querido. Su hermano F.M. abandonó la universidad. “Su examen está desaparecido”, le dijo un profesor. Lo terrible es que con mis hermanos nos refugiamos en el anonimato por la sombra de ese hijo de puta. Ellos no lo soportaron y se fueron de la ciudad, yo decidí quedarme. Vivir así es duro, humillante. A mí me bochaban los exámenes por el apellido y volvía a casa con un ataque de angustia
Lamentable todo lo que sufrieron por el apellido, pero imagino que no tendrá buen concepto de quienes descargaron su odio con: “el hijo o hija de”. Vuelvo a repetir, en ese aspecto los delincuentes comunes en su gran mayoría eran mucho más nobles, ellos respetaban nuestras familias como nosotros respetamos y hasta ayudamos a las de ellos.
La última vez que escuchó la voz de su padre fue en la cárcel de Magdalena, en 1985. Dijo: “Qué vergüenza estos zurdos, lo que me hicieron”. Y nada más.
Realmente su padre es así. Siempre lo he visto de buen carácter y sin emitir queja alguna.
Me invadía el terror. Me angustié desesperadamente con lo de Julio López. Me temo que aún sigue sosteniendo poder desde la cárcel, no es un ningún viejito enfermo, lo simula todo. Todavía hay gente que piensa que fue alguien íntegro porque “nunca robó nada”. Como si eso lo exculpara de los crímenes aberrantes que cometió.
Debo decirle que su padre no simula y que infiero que lo de JULIO LÓPEZ es una falacia. Todo uniformado sin prerrogativa alguna, a las 24 horas  de haberse retirado, perdió automáticamente todo poder. Así es en la policía y así es en el resto de las fuerzas. ¿Que mejor prueba de ello es el abandono de quienes están en actividad, para con los que estamos en prisión? Así como a su padre, nos  martirizan y hasta nos causan la muerte impunemente, y esto no le importa absolutamente a nadie.
Mariana espero que el tiempo y los años le deparen lo mejor a su persona y a sus seres queridos. Hago votos para que sea sabia, y que de tener hijos estos no la juzguen tan duramente como lo hace usted con su padre. También para que el fuego que lleva dentro suyo lentamente se apague y entienda que la vida aparte de ser un verdadero misterio, no es fácil para nadie. No existe un manual y una garantía de lo que se debe hacer y no hacer. Nadie es perfecto. Todos SIN EXCEPCION somos falibles.

[/ezcol_4fifth]

[ezcol_1fifth_end]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[/ezcol_1fifth_end]

 

“Exigir a los progenitores, para respetarlos, que estén libres de defectos y que sean la perfección de la humanidad es soberbia e injusticia”.
Silvio Pellico (1789-1854)

 

 


Claudio Kussman

claudio@PrisioneroEnArgentina.com

www.PrisioneroEnArgentina.com

@PrisioneroA

Mayo 16, 2017


 

Tags: , ,
0 0 votes
Article Rating
Subscribe
Notify of
guest
15 Comments
Newest
Oldest Most Voted
Inline Feedbacks
View all comments
15
0
Would love your thoughts, please comment.x
()
x