En la práctica, y según mi pobre experiencia acumulada, y más allá del presente escenario desolador, la aplicación de las garantías jurisdiccionales en Argentina ha generando una situación de anarquía legal, mucho más aún si un acusado se enfrenta a un gobierno corrupto y con más riesgo, cuando lo hace ante uno temeroso. Hay coincidencias en este cínico mundo que nos ha tocado en suerte.
Sergei Magnitsky era un abogado especializado en impuestos y que trabajó para la firma legal Firestone Duncan, en Moscú. Era casado y padre de dos hijos. Nació en Odessa, Ucrania un día de abril en 1972, y emigró con su familia a la edad de 9 años al sur de Rusia. Cuando niño, Sergei se desvivía por leer, tal es así que, en vacaciones familiares, mientras el resto de la familia y los amigos salpicaban en el mar, Sergei desaparecía con un libro bajo sus axilas. Su apego por el estudio fue rápidamente reconocido y a los 15 años ganó la Olimpiada de Física y Matemáticas. Cuando tenía 18 años, se trasladó a Moscú y asistió al prestigioso Instituto Plekhanov.
Magnitsky era modesto, un hombre tranquilo, pero brillante. Entrenó a una generación de abogados, consultores y auditores de impuestos lo que le produjo cierta fama, ganando la admiración de sus pares y sus protegidos.
Este abogado amaba la ley. Sentía pasión por hacer lo correcto y estaba dispuesto a defender las cosas en las que creía. Cuando Sergei Magnitsky descubrió que altos funcionarios del Ministerio del Interior habían robado a las compañías de inversión de su cliente, el Hermitage Fund (Una empresa con base en Londres especializada en el manejo de capitales), y luego descubrió el atraco al tesoro ruso por más de cinco billones de rublos (algo así como doscientos treinta millones de dólares o ciento cincuenta millones de euros), el curso de acción correcto, el camino a seguir, era obvio para él. Magnitsky inmediatamente decidió testificar contra esos funcionarios corruptos, lo que fue el punto de partida de su recorrido a una tragedia. El joven abogado dio su testimonio contra los funcionarios del Ministerio del Interior en el año 2008, poco más de un mes después esos mismos oficiales lo arrestaron bajo el cargo de ayudar a cometer evasión impositiva y fue enviado a prisión. Allí, sometieron a Magnitsky a condiciones tortuosas, infrahumanas, en un intento mafioso para forzar a que retirara su testimonio contra los funcionarios y se incriminara a sí mismo y a su cliente, la firma Hermitage. Sus colegas en esta empresa gritaron por su inocencia y rogaron por evidencias para concluir que era es un caso completamente fabricado por los dirigentes rusos.
El Congreso de los Estados Unidos aprobó la Ley Magnitsky. Esta legislación permite a Estados Unidos retener visas y congelar activos financieros de funcionarios rusos que se cree que han estado involucrados con violaciones de derechos humanos. Otra cláusula suspende las actividades de las organizaciones supuestamente sin fines de lucro que se suponen defensoras de los Derechos Humanos, que reciben efectivo y otros activos de los Estados Unidos y en verdad solo participan en actividades políticas en Rusia.
A lo largo de su detención, estos oficiales del Ministerio del Interior le dejaron claro a Sergei Magnitsky que las cosas serían más fáciles para él si dejara de hablar sobre el robo de los 230 millones de dólares al tesoro ruso. La posición del ahora prisionero era simple: estos oficiales eran los verdaderos delincuentes, debían estar recluidos donde él estaba y no iba a ayudarlos a ocultar su crimen. De ser necesario, pasaría la vida en prisión preventiva tratando de exponer lo que habían hecho. No pudo lograr ninguno de estos dos cometidos ya que Murió de insuficiencia cardiaca aguda e intoxicación, causada por pancreatitis sin tratar. Una investigación realizada por el Consejo Presidencial de Derechos Humanos de Rusia dio como resultado que había sido golpeado severamente -una denuncia hecha por su familia también-.
Bill Browder -fundador de Heritage- ha alegado hasta el día de hoy que Magnitsky fue sometido a torturas y palizas en prisión.
Pese a su muerte, los fiscales rusos decidieron llevar a Magnitsky a juicio, un hecho categorizado como un circo por su familia y por el mismo Browder, quien fue querellado en ausencia. Hay un terrible precedente medieval para llevar a juicio a un hombre que ha dejado de existir. En el año 897 después de Cristo, el entonces Papa Esteban VII, celebró un litigio contra su predecesor, Formoso, cuyo cadáver fue desenterrado y apoyado en una silla en la corte papal. Esteban VII acusó a Formoso de perjurio y de haber accedido al papado ilegalmente. Como resultado, Formoso fue pronunciado culpable y su papado -actos y ordenaciones- fue declarado retroactivamente nulo. El Sínodo del Cadáver, tal como es llamado, es recordado como uno de los episodios más grotescos de la historia del papado. Magnitsky, claro, fue también declarado culpable.
Las autoridades rusas iniciaron una investigación oficial en noviembre de 2009 ordenada por el entonces presidente Dmitry Medvedev, y varios funcionarios del sistema carcelario, entre ellos el jefe adjunto de la administración federal de prisiones de Rusia (FSIN), fueron despedidos por su muerte en diciembre de 2009. Inicialmente, Los funcionarios dijeron que su muerte fue causada por las condiciones insalubres y la falta de proporcionar la atención sanitaria adecuada.
En junio de 2010, el Ministerio del Interior ruso inició una investigación sobre el encarcelamiento inapropiado del doctor Magnitsky, pero no nombraron a ningún sospechoso.
En 2011, un médico de la prisión fue acusado de homicidio involuntario, pero los cargos fueron posteriormente abandonados. Otro médico fue acusado de negligencia médica, pero más tarde absuelto. Ningún otro sospechoso ha sido llamado a declarar o procesado.
En un informe de julio de 2011, el Consejo de Derechos Humanos señaló un conflicto de intereses en el caso, ya que algunos de los que investigaban a Magnitsky eran las mismas personas a las que había acusado de corrupción masiva.
¿Será este caso una advertencia para funcionarios argentinos? Tal vez, y sobre todo para aquellos que despotrican contra el imperialismo Yankee, pero pasan sus vacaciones en las playas de Miami Beach o adquieren recuerdos en las lujosas y exclusivas tiendas de Rodeo Drive.
Pero el 19 de marzo de 2013, el Comité de Investigación -la versión rusa del FBI en Estados Unidos- abandonó la investigación, afirmando que Sergei Magnitsky había sido detenido legalmente sin aportar datos, evidencia o explicaciones y que no había sido torturado o fallecido por negligencia del Estado.
La muerte de Sergei Magnitsky tuvo amplia resonancia pública, no sólo en Rusia, sino también en Occidente. Su caso se convirtió en un símbolo de la lucha contra la corrupción en Rusia. En diciembre del año 2012, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la Ley Magnitsky. Esta legislación permite a Estados Unidos retener visas y congelar activos financieros de funcionarios rusos que se cree que han estado involucrados con violaciones de derechos humanos. Otra cláusula suspende las actividades de las organizaciones supuestamente sin fines de lucro que se suponen defensoras de los Derechos Humanos, que reciben efectivo y otros activos de los Estados Unidos y en verdad solo participan en actividades políticas en Rusia.
¿Será este caso una advertencia para funcionarios argentinos? Tal vez, y sobre todo para aquellos que despotrican contra el imperialismo Yankee, pero pasan sus vacaciones en las playas de Miami Beach o adquieren recuerdos en las lujosas y exclusivas tiendas de Rodeo Drive.
Hay quienes preguntan por qué Sergei Magnitsky se arriesgó defendiendo a su cliente y testificó contra gente muy peligrosa de su gobierno, protegidas por su propio gobierno. Lo hizo porque era lo correcto, porque creía en la santidad de la ley en Rusia y porque estaba disgustado con los funcionarios públicos que abusan del poder y de sus cargos para perjudicar a las personas que deberían servir. En Argentina, ya hay casi quinientos casos similares.
En la práctica, y según mi pobre experiencia acumulada, y más allá del presente escenario desolador, la aplicación de las garantías jurisdiccionales en Argentina ha generando una situación de anarquía legal, mucho más aún si un acusado se enfrenta a un gobierno corrupto y con más riesgo, cuando lo hace ante uno temeroso. Hay coincidencias en este cínico mundo que nos ha tocado en suerte.
Sergei Magnitsky era un abogado especializado en impuestos y que trabajó para la firma legal Firestone Duncan, en Moscú. Era casado y padre de dos hijos. Nació en Odessa, Ucrania un día de abril en 1972, y emigró con su familia a la edad de 9 años al sur de Rusia. Cuando niño, Sergei se desvivía por leer, tal es así que, en vacaciones familiares, mientras el resto de la familia y los amigos salpicaban en el mar, Sergei desaparecía con un libro bajo sus axilas. Su apego por el estudio fue rápidamente reconocido y a los 15 años ganó la Olimpiada de Física y Matemáticas. Cuando tenía 18 años, se trasladó a Moscú y asistió al prestigioso Instituto Plekhanov.
Magnitsky era modesto, un hombre tranquilo, pero brillante. Entrenó a una generación de abogados, consultores y auditores de impuestos lo que le produjo cierta fama, ganando la admiración de sus pares y sus protegidos.
Este abogado amaba la ley. Sentía pasión por hacer lo correcto y estaba dispuesto a defender las cosas en las que creía. Cuando Sergei Magnitsky descubrió que altos funcionarios del Ministerio del Interior habían robado a las compañías de inversión de su cliente, el Hermitage Fund (Una empresa con base en Londres especializada en el manejo de capitales), y luego descubrió el atraco al tesoro ruso por más de cinco billones de rublos (algo así como doscientos treinta millones de dólares o ciento cincuenta millones de euros), el curso de acción correcto, el camino a seguir, era obvio para él. Magnitsky inmediatamente decidió testificar contra esos funcionarios corruptos, lo que fue el punto de partida de su recorrido a una tragedia. El joven abogado dio su testimonio contra los funcionarios del Ministerio del Interior en el año 2008, poco más de un mes después esos mismos oficiales lo arrestaron bajo el cargo de ayudar a cometer evasión impositiva y fue enviado a prisión. Allí, sometieron a Magnitsky a condiciones tortuosas, infrahumanas, en un intento mafioso para forzar a que retirara su testimonio contra los funcionarios y se incriminara a sí mismo y a su cliente, la firma Hermitage. Sus colegas en esta empresa gritaron por su inocencia y rogaron por evidencias para concluir que era es un caso completamente fabricado por los dirigentes rusos.
A lo largo de su detención, estos oficiales del Ministerio del Interior le dejaron claro a Sergei Magnitsky que las cosas serían más fáciles para él si dejara de hablar sobre el robo de los 230 millones de dólares al tesoro ruso. La posición del ahora prisionero era simple: estos oficiales eran los verdaderos delincuentes, debían estar recluidos donde él estaba y no iba a ayudarlos a ocultar su crimen. De ser necesario, pasaría la vida en prisión preventiva tratando de exponer lo que habían hecho. No pudo lograr ninguno de estos dos cometidos ya que Murió de insuficiencia cardiaca aguda e intoxicación, causada por pancreatitis sin tratar. Una investigación realizada por el Consejo Presidencial de Derechos Humanos de Rusia dio como resultado que había sido golpeado severamente -una denuncia hecha por su familia también-.
Bill Browder -fundador de Heritage- ha alegado hasta el día de hoy que Magnitsky fue sometido a torturas y palizas en prisión.
Pese a su muerte, los fiscales rusos decidieron llevar a Magnitsky a juicio, un hecho categorizado como un circo por su familia y por el mismo Browder, quien fue querellado en ausencia. Hay un terrible precedente medieval para llevar a juicio a un hombre que ha dejado de existir. En el año 897 después de Cristo, el entonces Papa Esteban VII, celebró un litigio contra su predecesor, Formoso, cuyo cadáver fue desenterrado y apoyado en una silla en la corte papal. Esteban VII acusó a Formoso de perjurio y de haber accedido al papado ilegalmente. Como resultado, Formoso fue pronunciado culpable y su papado -actos y ordenaciones- fue declarado retroactivamente nulo. El Sínodo del Cadáver, tal como es llamado, es recordado como uno de los episodios más grotescos de la historia del papado. Magnitsky, claro, fue también declarado culpable.
Las autoridades rusas iniciaron una investigación oficial en noviembre de 2009 ordenada por el entonces presidente Dmitry Medvedev, y varios funcionarios del sistema carcelario, entre ellos el jefe adjunto de la administración federal de prisiones de Rusia (FSIN), fueron despedidos por su muerte en diciembre de 2009. Inicialmente, Los funcionarios dijeron que su muerte fue causada por las condiciones insalubres y la falta de proporcionar la atención sanitaria adecuada.
En junio de 2010, el Ministerio del Interior ruso inició una investigación sobre el encarcelamiento inapropiado del doctor Magnitsky, pero no nombraron a ningún sospechoso.
En 2011, un médico de la prisión fue acusado de homicidio involuntario, pero los cargos fueron posteriormente abandonados. Otro médico fue acusado de negligencia médica, pero más tarde absuelto. Ningún otro sospechoso ha sido llamado a declarar o procesado.
En un informe de julio de 2011, el Consejo de Derechos Humanos señaló un conflicto de intereses en el caso, ya que algunos de los que investigaban a Magnitsky eran las mismas personas a las que había acusado de corrupción masiva.
Pero el 19 de marzo de 2013, el Comité de Investigación -la versión rusa del FBI en Estados Unidos- abandonó la investigación, afirmando que Sergei Magnitsky había sido detenido legalmente sin aportar datos, evidencia o explicaciones y que no había sido torturado o fallecido por negligencia del Estado.
La muerte de Sergei Magnitsky tuvo amplia resonancia pública, no sólo en Rusia, sino también en Occidente. Su caso se convirtió en un símbolo de la lucha contra la corrupción en Rusia. En diciembre del año 2012, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la Ley Magnitsky. Esta legislación permite a Estados Unidos retener visas y congelar activos financieros de funcionarios rusos que se cree que han estado involucrados con violaciones de derechos humanos. Otra cláusula suspende las actividades de las organizaciones supuestamente sin fines de lucro que se suponen defensoras de los Derechos Humanos, que reciben efectivo y otros activos de los Estados Unidos y en verdad solo participan en actividades políticas en Rusia.
¿Será este caso una advertencia para funcionarios argentinos? Tal vez, y sobre todo para aquellos que despotrican contra el imperialismo Yankee, pero pasan sus vacaciones en las playas de Miami Beach o adquieren recuerdos en las lujosas y exclusivas tiendas de Rodeo Drive.
Hay quienes preguntan por qué Sergei Magnitsky se arriesgó defendiendo a su cliente y testificó contra gente muy peligrosa de su gobierno, protegidas por su propio gobierno. Lo hizo porque era lo correcto, porque creía en la santidad de la ley en Rusia y porque estaba disgustado con los funcionarios públicos que abusan del poder y de sus cargos para perjudicar a las personas que deberían servir. En Argentina, ya hay casi quinientos casos similares.
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 12, 2017
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