Como si la Argentina no tuviera problemas de que ocuparse, los políticos y los medios de comunicación están entretenidos en la pelea entre el Presidente de la Nación y una joven cantante pop.
Más allá de que nos pareció desatinadas las declaraciones del león anarco liberal sobre la pop star, en el entendimiento que un Presidente de la Nación debe estar por sobre encima de estas cuestiones domésticas; más desatinado nos pareció que la misma utilice un escenario para desgarrar un claro discurso militante contra la actual gestión presidencial.
Partamos de la base de que no tiene nada de malo que los artistas, sean actores o cantantes expresen sus ideas políticas o adhieran a un proyecto político, pues son tan ciudadanos como cualquier hombre o mujer común; lo que es desacertado es que utilicen un escenario para expresar su militancia sea, como dijimos, a una idea o un partido político. Quienes pagamos una entrada a un teatro o a un recital, vamos a ver actuar o cantar al artista, no a escuchar su discurso político. A su vez, ellos actúan o cantan para todo el público, no para un sector en particular.
La cultura no debería ser militante ni utilizarse como propaganda de un sector o una idea política.
De anverso, no es el eje de discusión cuánto cobra el artista por una presentación, es su trabajo y es lógico que cobre por ello, sino que la discusión debe ser los exorbitantes pagos que realizan los gobernadores o los intendentes por esas actuaciones, cuando después andan “llorando” que no tiene un peso para la policía o para aumentarle el sueldo a los docentes.
Claro, es un tema, de la cual los políticos no quieren ni hablar, pues saldrían a la luz los obscenos caches que cobran los artistas militantes en la época del cristianismo. Los mismos que se rasgan las vestiduras hablando de los pobres con furibundas críticas al capitalismo pero cobraban exorbitantes retribuciones por sus actuaciones.
Como decía el general Perón: “ensillan por la izquierda pero desensillan por la derecha”.
Muchos de estos artistas son muy talentosos y no necesitan del Estado para llenar un estadio o un teatro. No deberían aceptar las propuestas de municipios o gobernaciones, cuando nadie duda que somos un país totalmente en bancarrota.
Justamente, independientemente que se trate de un reproche moral o ético lo que cobran -o no deberían hacerlo- los artistas, cuando son convocados a espectáculos públicos por el poder político; la verdadera discusión debe centrarse en el dispendio de los escasos dineros públicos que hace el poder político en este tipo de actividades, cuando estamos en una país cuya 60 % de su población es pobre y con la tasa de inflación más alta del mundo, lo que implica que hay necesidades más urgentes que atender.
Así por ejemplo, Córdoba hace el famoso festival Cosquín Rock, que si bien es privado, los artistas que van reciben subsidios de la gobernación por más de mil millones de pesos. O La Rioja que pagó casi 350.000 dólares por un recital. Mismos gobernadores que mandaron “al bombo” el gigantesco DNU que envió el gobierno, porque reclaman el envió de más fondos de la copartipación.
Es un cachetazo a la sociedad que se gaste fondos públicos en estos shows mientras uno de cada dos argentinos es pobre.
Como bien dijo un reconocido diputado nacional macrista: “Mientras los municipios gastan millones en recitales ‘gratuitos’ y hacen populismo berreta, la gente en el Conurbano no tiene cloacas ni agua potable”.
A su vez, irónicamente, los mismos que critican con furia al Presidente de la Nación por sus comentarios contra la joven cantante, tildándolo de nazi y censurador; son exactamente los mismos que guardaron silencio cuando algún artista criticaba a los gobiernos nacionales y populares y desde el poder le mandan la AFIP a investigarlos y le hacían operaciones de prensa, difundiendo videos íntimos o fogoneando falsas acusaciones penales. Ni hablar de cuando festejaban la colocación de gigantografías de periodísticas o políticos tildados de opositores, para que la gente y en especial los niños la escupan.
Nuestro país está viviendo el final de un verdadero delirio.
Quienes hasta hace diez minutos utilizaban la grieta como batalla “narrativa” hoy son verdaderos embajadores de la paz y del amor, mientras que quienes enarbolaban las banderas de Alberdi y de la libertad y la esperanza reciclan la política del enfrentamiento intentando imponer su propio épico relato.
Como ya hemos dicho desde esta columna, ya es hora que el Presidente la Nación deje el modo campaña. Ya no está para estas controversias. En todo caso, que de ellas se ocupen sus funcionarios de segunda línea o el vocero presidencial en su caso.
La situación económica y social sigue siendo muy grave, nada debe distraer al Primer Mandatario de ello. Hay mucho en que trabajar. Exclusivamente en eso debería estar ocupado.
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Por Dr. Gonzalo P. Miño.
Como si la Argentina no tuviera problemas de que ocuparse, los políticos y los medios de comunicación están entretenidos en la pelea entre el Presidente de la Nación y una joven cantante pop.
Más allá de que nos pareció desatinadas las declaraciones del león anarco liberal sobre la pop star, en el entendimiento que un Presidente de la Nación debe estar por sobre encima de estas cuestiones domésticas; más desatinado nos pareció que la misma utilice un escenario para desgarrar un claro discurso militante contra la actual gestión presidencial.
Partamos de la base de que no tiene nada de malo que los artistas, sean actores o cantantes expresen sus ideas políticas o adhieran a un proyecto político, pues son tan ciudadanos como cualquier hombre o mujer común; lo que es desacertado es que utilicen un escenario para expresar su militancia sea, como dijimos, a una idea o un partido político. Quienes pagamos una entrada a un teatro o a un recital, vamos a ver actuar o cantar al artista, no a escuchar su discurso político. A su vez, ellos actúan o cantan para todo el público, no para un sector en particular.
La cultura no debería ser militante ni utilizarse como propaganda de un sector o una idea política.
De anverso, no es el eje de discusión cuánto cobra el artista por una presentación, es su trabajo y es lógico que cobre por ello, sino que la discusión debe ser los exorbitantes pagos que realizan los gobernadores o los intendentes por esas actuaciones, cuando después andan “llorando” que no tiene un peso para la policía o para aumentarle el sueldo a los docentes.
Claro, es un tema, de la cual los políticos no quieren ni hablar, pues saldrían a la luz los obscenos caches que cobran los artistas militantes en la época del cristianismo. Los mismos que se rasgan las vestiduras hablando de los pobres con furibundas críticas al capitalismo pero cobraban exorbitantes retribuciones por sus actuaciones.
Como decía el general Perón: “ensillan por la izquierda pero desensillan por la derecha”.
Muchos de estos artistas son muy talentosos y no necesitan del Estado para llenar un estadio o un teatro. No deberían aceptar las propuestas de municipios o gobernaciones, cuando nadie duda que somos un país totalmente en bancarrota.
Justamente, independientemente que se trate de un reproche moral o ético lo que cobran -o no deberían hacerlo- los artistas, cuando son convocados a espectáculos públicos por el poder político; la verdadera discusión debe centrarse en el dispendio de los escasos dineros públicos que hace el poder político en este tipo de actividades, cuando estamos en una país cuya 60 % de su población es pobre y con la tasa de inflación más alta del mundo, lo que implica que hay necesidades más urgentes que atender.
Así por ejemplo, Córdoba hace el famoso festival Cosquín Rock, que si bien es privado, los artistas que van reciben subsidios de la gobernación por más de mil millones de pesos. O La Rioja que pagó casi 350.000 dólares por un recital. Mismos gobernadores que mandaron “al bombo” el gigantesco DNU que envió el gobierno, porque reclaman el envió de más fondos de la copartipación.
Es un cachetazo a la sociedad que se gaste fondos públicos en estos shows mientras uno de cada dos argentinos es pobre.
Como bien dijo un reconocido diputado nacional macrista: “Mientras los municipios gastan millones en recitales ‘gratuitos’ y hacen populismo berreta, la gente en el Conurbano no tiene cloacas ni agua potable”.
A su vez, irónicamente, los mismos que critican con furia al Presidente de la Nación por sus comentarios contra la joven cantante, tildándolo de nazi y censurador; son exactamente los mismos que guardaron silencio cuando algún artista criticaba a los gobiernos nacionales y populares y desde el poder le mandan la AFIP a investigarlos y le hacían operaciones de prensa, difundiendo videos íntimos o fogoneando falsas acusaciones penales. Ni hablar de cuando festejaban la colocación de gigantografías de periodísticas o políticos tildados de opositores, para que la gente y en especial los niños la escupan.
Nuestro país está viviendo el final de un verdadero delirio.
Quienes hasta hace diez minutos utilizaban la grieta como batalla “narrativa” hoy son verdaderos embajadores de la paz y del amor, mientras que quienes enarbolaban las banderas de Alberdi y de la libertad y la esperanza reciclan la política del enfrentamiento intentando imponer su propio épico relato.
Como ya hemos dicho desde esta columna, ya es hora que el Presidente la Nación deje el modo campaña. Ya no está para estas controversias. En todo caso, que de ellas se ocupen sus funcionarios de segunda línea o el vocero presidencial en su caso.
La situación económica y social sigue siendo muy grave, nada debe distraer al Primer Mandatario de ello. Hay mucho en que trabajar. Exclusivamente en eso debería estar ocupado.
PrisioneroEnArgentina.com
Febrero 25, 2024
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