Hace exactamente un año, desde esta columna escribíamos un artículo titulado “Rosario Sangra”, donde narrábamos el extremo clima de violencia que -desde hace años- vive esta ciudad coptada por los narcos y por la falta de decisión política para enfrentar realmente ese problema junto la extrema necesidad de que a esta realidad se la asuma como “terrorismo”.
Ironías de la vida, hoy nos vemos obligamos a escribir exactamente lo mismo, agravada la situación por la torpe actitud que toman los políticos de turno.
Las nuevas autoridades santafesinas, haciendo alarde de una bravura de escritorio, intentando emular el modelo “Bukele”, cuando, en rigor de verdad, no les da el cuero para ello. Entraron a “sangre y fuego” en las cárceles de la región, queriendo copiar el método salvadoreño de las cárceles de máxima seguridad de ese país, donde alojan a las denominadas maras, sin medir las consecuencias que ello traería y sin analizar que las realidades son diametralmente diferentes.
Si bien es cierto que las cárceles santafesinas se asemejaban más a un hotel cinco estrellas y ello era inconcebible, no es menos cierto que cortar esa situación requería de un preciso plan de bisturí quirúrgico y no de un desastroso paso de un elefante por un bazar. Claro, para ello se requiere que los encargados de los temas de seguridad sean técnicos especializados y no meros improvisados, que llegan a esos cargos por favores políticos.
No debe olvidarse que el actual gobernador de Santa Fe fue ministro de seguridad de una administración provincial salpicada por presuntos contactos de algunos de sus máximos dirigentes con bandas narcos; lo que fuera puesto de manifiesto por la actual Senadora Nacional por el radicalismo y ex periodista, cuando fue precandidata a la Gobernación de Santa Fe.
El combate al narcotráfico es mucho más complejo y requiere una firme voluntad del poder político para combatirlo, no basta la mera cosmética de rapar algunos presos, quemarles la ropa y suspenderle totalmente las visitas familiares. Hay que atacar sus fuentes de financiación, crear un organismo especializado de lucha contra el narcotráfico con amplias facultades de hacer inteligencia sobre esos grupos y sobre todo cortar la complicidad que tienen desde el mismo Poder Judicial y el propio Poder Político. Sobre el particular, no puede dejar de mencionarse el escandaloso caso de un fiscal “estrella” en combatir las bandas narcocriminalides, quien tendría amoríos con la integrante de una esas bandas y a quien le “filtraría info en sus íntimos encuentros”. Por supuestos los fiscales que lo investigaban y lo acusaron, fueron apartados de la causa, por “orden de arriba”.
En la cárcel bastaba una buena requisa quitando los celulares, precisos inhibidores de líneas telefónicas e internet, visita familiar debidamente controlada, estratégicas cámaras de seguridad, exhaustivas requisitas de los “bagallos”, como la depuración del propio personal del Servicio Penitenciario que es funcional a la corrupción. No el patético show que montaron.
Tres taxistas y un playero de una estación de servicios asesinados, un chofer de colectivo al borde de la muerte, banderas colgadas en las calles rosarinas con amenazas de más muertes por las actitudes carcelarias, todo en menos de una semana. La sociedad rosarina paga la factura de los “rambos de papel” de la política autóctona. No funcionan las cámaras de seguridad de las calles y la Policía no tiene móviles suficientes para cubrir la seguridad de las mismas ni presupuesto para ello.
Justamente, esta impericia y negligencia con que se maneja este flagelo, producto del mezquino fin de “mostrarse combatientes contra la narco criminalidad, solo para la tribuna para “darse una mano de barniz”, por algo fue el propio gobierno provincial el que publicara las fotos de las requisas carcelerías en las redes sociales; lo que provocó que “cuando se le quemaron los papeles por sus desatinadas medidas”, tengan que recurrir a las fuerzas federales y sobre todo a las fuerzas armadas, blandiendo la bandera de que lo que sucede en Santa Fe es “terrorismo”.
Todo para que las fuerzas federales y las fuerzas armadas pongan orden ante el desaguisado que hizo y hace el propio poder político. Resulta francamente una “bastardeada” que los mismos que se cansaron de humillar y denostar a las fuerzas de seguridad y las fuerzas armadas, sean ahora los mismos que recurran a ellas para que los saque del “quilombo” en que ellos solitos se metieron. Como se dice en la calle “este quilombo es solo una pelea de bandas”.
Espuriamente, los meten en este fango que ellos mismos crearon sin brindarle una clara y precisa cobertura legal -avalada por todos los sectores políticos- que los proteja de ser “encanados” dentro de un periodo corto de tiempo, por haber cometido delitos de lesa humanidad, tal como sucede con quienes fueron llamados en los 70, por el gobierno constitucional de entonces, a combatir al terrorismo.
En tanto, el gobierno nacional que tanta gala hace de querer hacer una revolución cultural en el país, sigue sin incluir en la misma el tema del terrorismo y el rol de las fuerzas de seguridad y en especial las fuerzas armadas en su combate. Ni hablar por supuesto de lo que pasó en los 70. Sigue adelante en su idea de habilitarlas para intervenir en ese caso, mientras mantiene pudriéndose en las cárceles o en sus domicilios a quienes sí lo hicieron hace 50 años atrás, fogoneando con la mantención de la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación como querellante, en los infames juicios que se siguen multiplicando en todo el país contra ellos.
Como dice ese viejo dicho “no se puede hacer tortilla sin romper algunos huevos”, lo que implica que el cambio cultural debe incluir el cambio de mentalidad de la sociedad, acostumbrada a “usar” a las fuerzas de seguridad y armadas cuando “las papas queman” y a desecharlas por “represores” cuando la “casa está en orden”.
Lo que es peor, los mismos los ciudadanos que claman por “mano dura” y piden a gritos que una tanqueta con soldados en la esquina de su casa, son los mismos que el próximo 24 de Marzo llorarán con los documentales y reportajes alusivos que atronaran en todos los medios de comunicación y exclamaran: “que hijos de puta fueron, lo que hicieron….”.
En otras palabras, la sociedad hoy quiere combatir al narcotráfico pero no pagar el precio de hacerlo. La historia va camino a repetirse indefectiblemente.
Hasta que la clase política, en especial la gobernante y por ende la sociedad no madure y deje atrás sus histéricas actitudes adolescentes en materia de seguridad, todo seguirá siendo un “eterno deja vu” y seguiremos girando en círculos, lamentándonos de un penoso presente pero sin querer asumir el costo de un futuro mejor.
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Por Dr. Gonzalo P. Miño.
Hace exactamente un año, desde esta columna escribíamos un artículo titulado “Rosario Sangra”, donde narrábamos el extremo clima de violencia que -desde hace años- vive esta ciudad coptada por los narcos y por la falta de decisión política para enfrentar realmente ese problema junto la extrema necesidad de que a esta realidad se la asuma como “terrorismo”.
Ironías de la vida, hoy nos vemos obligamos a escribir exactamente lo mismo, agravada la situación por la torpe actitud que toman los políticos de turno.
Las nuevas autoridades santafesinas, haciendo alarde de una bravura de escritorio, intentando emular el modelo “Bukele”, cuando, en rigor de verdad, no les da el cuero para ello. Entraron a “sangre y fuego” en las cárceles de la región, queriendo copiar el método salvadoreño de las cárceles de máxima seguridad de ese país, donde alojan a las denominadas maras, sin medir las consecuencias que ello traería y sin analizar que las realidades son diametralmente diferentes.
Si bien es cierto que las cárceles santafesinas se asemejaban más a un hotel cinco estrellas y ello era inconcebible, no es menos cierto que cortar esa situación requería de un preciso plan de bisturí quirúrgico y no de un desastroso paso de un elefante por un bazar. Claro, para ello se requiere que los encargados de los temas de seguridad sean técnicos especializados y no meros improvisados, que llegan a esos cargos por favores políticos.
No debe olvidarse que el actual gobernador de Santa Fe fue ministro de seguridad de una administración provincial salpicada por presuntos contactos de algunos de sus máximos dirigentes con bandas narcos; lo que fuera puesto de manifiesto por la actual Senadora Nacional por el radicalismo y ex periodista, cuando fue precandidata a la Gobernación de Santa Fe.
El combate al narcotráfico es mucho más complejo y requiere una firme voluntad del poder político para combatirlo, no basta la mera cosmética de rapar algunos presos, quemarles la ropa y suspenderle totalmente las visitas familiares. Hay que atacar sus fuentes de financiación, crear un organismo especializado de lucha contra el narcotráfico con amplias facultades de hacer inteligencia sobre esos grupos y sobre todo cortar la complicidad que tienen desde el mismo Poder Judicial y el propio Poder Político. Sobre el particular, no puede dejar de mencionarse el escandaloso caso de un fiscal “estrella” en combatir las bandas narcocriminalides, quien tendría amoríos con la integrante de una esas bandas y a quien le “filtraría info en sus íntimos encuentros”. Por supuestos los fiscales que lo investigaban y lo acusaron, fueron apartados de la causa, por “orden de arriba”.
En la cárcel bastaba una buena requisa quitando los celulares, precisos inhibidores de líneas telefónicas e internet, visita familiar debidamente controlada, estratégicas cámaras de seguridad, exhaustivas requisitas de los “bagallos”, como la depuración del propio personal del Servicio Penitenciario que es funcional a la corrupción. No el patético show que montaron.
Tres taxistas y un playero de una estación de servicios asesinados, un chofer de colectivo al borde de la muerte, banderas colgadas en las calles rosarinas con amenazas de más muertes por las actitudes carcelarias, todo en menos de una semana. La sociedad rosarina paga la factura de los “rambos de papel” de la política autóctona. No funcionan las cámaras de seguridad de las calles y la Policía no tiene móviles suficientes para cubrir la seguridad de las mismas ni presupuesto para ello.
Justamente, esta impericia y negligencia con que se maneja este flagelo, producto del mezquino fin de “mostrarse combatientes contra la narco criminalidad, solo para la tribuna para “darse una mano de barniz”, por algo fue el propio gobierno provincial el que publicara las fotos de las requisas carcelerías en las redes sociales; lo que provocó que “cuando se le quemaron los papeles por sus desatinadas medidas”, tengan que recurrir a las fuerzas federales y sobre todo a las fuerzas armadas, blandiendo la bandera de que lo que sucede en Santa Fe es “terrorismo”.
Todo para que las fuerzas federales y las fuerzas armadas pongan orden ante el desaguisado que hizo y hace el propio poder político. Resulta francamente una “bastardeada” que los mismos que se cansaron de humillar y denostar a las fuerzas de seguridad y las fuerzas armadas, sean ahora los mismos que recurran a ellas para que los saque del “quilombo” en que ellos solitos se metieron. Como se dice en la calle “este quilombo es solo una pelea de bandas”.
Espuriamente, los meten en este fango que ellos mismos crearon sin brindarle una clara y precisa cobertura legal -avalada por todos los sectores políticos- que los proteja de ser “encanados” dentro de un periodo corto de tiempo, por haber cometido delitos de lesa humanidad, tal como sucede con quienes fueron llamados en los 70, por el gobierno constitucional de entonces, a combatir al terrorismo.
En tanto, el gobierno nacional que tanta gala hace de querer hacer una revolución cultural en el país, sigue sin incluir en la misma el tema del terrorismo y el rol de las fuerzas de seguridad y en especial las fuerzas armadas en su combate. Ni hablar por supuesto de lo que pasó en los 70. Sigue adelante en su idea de habilitarlas para intervenir en ese caso, mientras mantiene pudriéndose en las cárceles o en sus domicilios a quienes sí lo hicieron hace 50 años atrás, fogoneando con la mantención de la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación como querellante, en los infames juicios que se siguen multiplicando en todo el país contra ellos.
Como dice ese viejo dicho “no se puede hacer tortilla sin romper algunos huevos”, lo que implica que el cambio cultural debe incluir el cambio de mentalidad de la sociedad, acostumbrada a “usar” a las fuerzas de seguridad y armadas cuando “las papas queman” y a desecharlas por “represores” cuando la “casa está en orden”.
Lo que es peor, los mismos los ciudadanos que claman por “mano dura” y piden a gritos que una tanqueta con soldados en la esquina de su casa, son los mismos que el próximo 24 de Marzo llorarán con los documentales y reportajes alusivos que atronaran en todos los medios de comunicación y exclamaran: “que hijos de puta fueron, lo que hicieron….”.
En otras palabras, la sociedad hoy quiere combatir al narcotráfico pero no pagar el precio de hacerlo. La historia va camino a repetirse indefectiblemente.
Hasta que la clase política, en especial la gobernante y por ende la sociedad no madure y deje atrás sus histéricas actitudes adolescentes en materia de seguridad, todo seguirá siendo un “eterno deja vu” y seguiremos girando en círculos, lamentándonos de un penoso presente pero sin querer asumir el costo de un futuro mejor.
PrisioneroEnArgentina.com
Marzo 10, 2024
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