Stalin era un líder extremadamente severo, pero gobernaba con gran temor al pueblo. Era como vivir en una pesadilla: puedes creer incluso a la persona más cercana, incluso a tu familia.
Imagínate a tus amigos o incluso a tu mamá y papá diciéndole a la policía cosas desagradables sobre ti, que probablemente sean declaraciones falsas. La vida para alguien bajo Stalin era vivir la misma pesadilla porque todos espiaban a los demás en caso de que la persona equivocada también se metiera en problemas.
La gente tenía miedo de meterse en problemas, así que hacían cualquier cosa para sentirse seguros. Incluso cuando mentían y denunciaban a otras personas, lo cual no es correcto, ya que esa persona no estaba haciendo nada malo. Era como si fuera un juego en el que uno solo podía ganar si era malo y astuto.
Lo más aterrador es que la gente tiene tanto miedo, incluso de sus propios pensamientos, que nunca imagina una vida mejor, ya que no consideraban la existencia de alguien que los escuchara.
Stalin era más que un simple matón, era una criatura horrible. Hirió a millones de personas y los dejó sintiéndose miserables y solos. Les arrebató la esperanza y les hizo creer que el miedo y la traición les ayudarían a sobrevivir.
En las últimas sesiones de la Mega Causa Zona 5, por los mal llamados juicios de Lesa Humanidad, los fiscales solicitaron prisión perpetua y condenas de 25 años para “todosh y todash”, como diría el fallecido presidente tuerto Néstor Kirchner, que amenazó a los militares diciéndoles “no les tengo miedo”, cuando en realidad le tendría que haber tenido miedo a la muerte que se lo llevó al infierno.
Son 36 imputados y en un extremo encontramos un Coronel que era Oficial de Operaciones del Vto. Cuerpo de Ejército y en el fondo del tarro, un cabo 1ro que operaba una Central Telefónica. Pero todos recibieron un pedido de condena por parte de los fiscales, de perpetuas y 25 años de prisión. ¿Es lógico? Por supuesto que no, cualquier abogado diría que no hay sensatez, congruencia, ni razonabilidad. De la sana crítica racional, “olvídate”. Proponer algo así en la facultad de derecho, significaría una reprobación segura y el consejo del profesor emulando al Juez Claudio Bonadío, “mejor comprate un kiosquito y vendé chupetones”.
Pero hay una razón que permite entender estos repetidos pedidos de condena, los fiscales no actúan como abogados, son fanáticos odiadores ideologizados y negacionistas, que al igual que los nazis en la época de Hitler, pretenden condenar a cualquier costo, como lo hicieron los famosos abogados nazis al estilo Ronald Freisler. Solo les faltaba cubrirse con la túnica color sangre escarlata. Reconozcamos eso sí, que fueron un poco más educados que Freisler y no insultaron a las víctimas uniformadas con palabras soeces, pero si lo hicieron imputándolos falsamente, de perpetrar delitos que ellos saben que no cometieron, con el solo propósito de humillar, igual que Freisler. Quiera el destino que sus vidas no terminen trágicamente, como la del detestado juez nazi.
En paralelo, la “querellanta” Fernández Avello, desplegó un discurso de barricada, cargado de odio, resentimiento y feminismo, bien propio al que podría ser publicado en un tabloide de la Villa 31 del Barrio de Retiro, para que lo lea la masa sudorosa que se dedica a vender baratijas. Al mejor estilo del terrorista Rodolfo Walsh, admirado por el iracundo Palazzani, con una mezcla de odio Bonaficista – Carlotista, Avello expuso su resentimiento hacia todo el mundo uniformado, mientras el policía del tribunal la miraba con cara de odio. Bien radicalizada que es esta señora mayor. Obviamente pasada de moda, no tiene capacidad para percibir que la izquierda fracasó en todo el mundo, al punto que en la Rusia de hoy, donde Stalin tenía las oficinas del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, hoy hay un shopping al mejor estilo del Corte Inglés.
Pero la querellanta Fernández Avello quedó congelada en el tiempo, no percibe la realidad y la consume el odio negacionista-fundamentalista y adula a sus cómplices setentistas defensores de terroristas subversivos y descendientes, para lograr “reparaciones” dinerarias con las que pesa a ser zurda, se beneficiará económicamente cobrando con mano derecha, aún a costa de la violación de todos los códigos y leyes vigentes en Argentina, como pidió el Fiscal General Miguel Angel Palazzani en un video público.
Para finalizar las jornadas, la señorita Junquera, socia de Avello, ausente durante todo el juicio, se identificó porque ni el presidente Sebastián la conocía. Con voz de niña y lenguaje trabado, desplegó un discurso incomprensible donde mezcló todo con todo, se supone que es abogada y debe conocer lo mínimo de los principios de legalidad e irretroactividad de la ley penal o el artículo 18 de la Constitución Nacional. SIN EMBARGO Y CON UN ALTO GRADO DE INCOHERENCIA, PIDIÓ APLICAR EL TRATADO DE ROMA QUE ENTRÓ EN VIGENCIA EN EL AÑO 2002, Y LA CONVENCIÓN DE IMPRESCRIPTIBILIDAD DE CRÍMENES DE GUERRA Y LESA HUMANIDAD, QUE SE INCORPORÓ AL ORDEN NORMATIVO DE ARGENTINA EN 2003, PIDIENDO QUE SE APLIQUEN RETROACTIVAMENTE MEDIO SIGLO PARA ATRÁS. Otra locura. Pero habla de leyes internacionales no vigentes en la década del 70. Esta querellanta, ¿se habrá quedado dormida en las clases de derecho penal? ¿Sabrá Junquera que el Artículo 11 del Tratado de Roma, expresa que su aplicación no es retroactiva? ¿O será que le interesa pedir pagos retroactivos para estos juicios por las leyes de reparación?
Menos mal que la Junquera tiene pocas luces, porque con su estructura de pensamiento aquilatada, probablemente se le ocurriría pedir juzgar al General Juan Galo de Lavalle por el fusilamiento del Coronel Manuel Dorrego, o al Abogado Juan José Castelli por ordenar el fusilamiento del General Santiago de Liniers.
Mientras tanto, los jueces miran. Se cuidan de no hacer gestos, aunque no siempre pueden. Pero todos los presentes se dan cuenta del fracaso estrepitoso de los fiscales en su intento de probar, el cual desean rellenar con un “miente, miente, miente, siempre algo queda”.
ASÍ ESTAMOS, FISCALES Y QUERELLANTAS SETENTISTAS, CON UN DISCURSO, QUE SOBREVIVE POR CRIOPRESERVACIÓN MENTAL, PERO QUE PARA LA REALIDAD SOCIAL, NO EXISTE. LOS ARGENTINOS ESTÁN “HARTOS” DE SOSTENER A ESTOS SUJETOS, QUE COBRAN SUELDOS MILLONARIOS QUE PAGAN LOS CONTRIBUYENTES.
Hace 83 años, el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Joseph Stalin, emitió la Orden Nº 270, que ordenaba ejecutar a todos los desertores y arrestar a sus familiares.
Esta orden establecía sanciones por incumplimiento del deber y deserción (ejecución y encarcelamiento de las familias de los desertores), ordenaba a los soldados no rendirse y establecía severas sanciones por cualquier acto perjudicial para el esfuerzo bélico soviético.
Esta extensa orden es algo inusual, ya que da ejemplos detallados de comportamiento “heroico”, que incluyen la huida del teniente general Ivan Boldin del cerco mientras era comandante adjunto del Frente Occidental (el comandante del Frente Occidental, el general del ejército Dmitry Pavlov, fue fusilado por orden de Stalin por incumplimiento del deber). También da ejemplos de “cobardía”, que incluyen la rendición del comandante del 28º Ejército, el teniente general Katchalov.
La orden es bastante clara: no se rindan a menos que se lo ordenemos. Aunque está firmada por todos los miembros del Comité Estatal de Defensa, refleja claramente las opiniones del propio Stalin sobre cómo debían comportarse las tropas.
Las preocupaciones planteadas en la Orden Nº 270 nunca desaparecieron y, de hecho, siguieron siendo la obsesión de Stalin durante toda la guerra. Stalin volvió a esta cuestión básica de “mantener a los hombres en sus armas” repetidamente durante toda la guerra, en particular durante el amargo verano de 1942, pero nada funcionó nunca a su entera satisfacción.
Con respecto a la Orden Nº 270, se oye decir al camarada Stalin: “No hay prisioneros de guerra soviéticos, sólo traidores”.
Estuvo activo desde mediados de la década de 1920 hasta la muerte de Stalin. Son 30 años de ejecuciones. Es más conocido por su papel en la masacre de Katyn, donde mató él solo a unas 7.000 personas.
La planificación y ejecución de este proceso, así como los horripilantes detalles que lo rodean, lo hacen no menos horroroso que las peores historias de los campos de concentración nazis.
Las ejecuciones se llevaron a cabo durante 28 noches consecutivas en la cámara de ejecución especialmente construida en la sede de la NKVD en Kalinin. Vasily Mikhailovich Blokhin inicialmente pretendía una cuota de 300 ejecuciones por noche y creó un sistema eficiente. Los prisioneros eran conducidos individualmente a una pequeña antecámara, conocida como la “sala leninista”, para una rápida identificación. Luego eran esposados y llevados a la sala de ejecución de al lado.
Esta habitación estaba diseñada con paredes acolchadas para insonorizar, un piso de hormigón inclinado con un desagüe y una manguera, y una pared de troncos para que los prisioneros se apoyaran. Blokhin esperaba detrás de la puerta con su equipo de verdugo: un delantal de cuero de carnicero, un sombrero de cuero y guantes de cuero hasta los hombros. Sin audiencia ni formalidad alguna, cada prisionero era llevado y sujetado por guardias mientras Blokhin le disparaba una vez en la base del cráneo con una pistola alemana Walther Modelo 2 .25 ACP. Blokhin y su equipo trabajaban incansablemente durante 10 horas cada noche, y Blokhin ejecutaba una media de un prisionero cada tres minutos. Al final de la noche, proporcionaba vodka a todos sus hombres.
Además, supervisó directamente la ejecución de muchas más personas a lo largo de su prolífica, aunque no pro-vida, carrera. Como verdugo de alto rango, Blokhin tenía el título oficial de comandante de la prisión interna de la Lubyanka. Esto le permitió hacer su verdadero trabajo con poco escrutinio y sin papeleo oficial. Si bien muchas de las aproximadamente 828.000 ejecuciones de la NKVD durante la época de Stalin fueron llevadas a cabo por chequistas locales, las ejecuciones en masa fueron supervisadas por verdugos especializados como Vasily Blokhin.
Es posible que otros individuos hayan matado indirectamente a más personas, como Genghis Khan, o hayan matado a muchas sin hacerlo con sus propias manos, como Paul Tibbets. Pero cuando una persona puede cobrarse al menos 7.000 bajas, dudo que alguien más pueda competir en esta dura contienda.
Nikolay Ivanovich Yezhov nació en 1895, San Petersburgo, Rusia y murió a principios de febrero de 1940. Fue un funcionario del Partido Comunista Ruso que, siendo jefe de la policía de seguridad soviética (NKVD) de 1936 a 1938, administró la etapa más severa de la grandes purgas, conocidas como Yezhovshchina (o Ezhovshchina).
No se sabe nada de sus primeros años de vida (lo apodaron el “Enano” porque medía sólo cinco pies [1,5 metros] de altura y era cojo). Se unió al Partido Comunista en marzo de 1917, fue comisario político en el Ejército Rojo durante la Guerra Civil y posteriormente ascendió a varios puestos políticos, convirtiéndose en funcionario del Comité Central del partido en Moscú en 1927 y uno de los favoritos de Joseph Stalin.
El 29 de abril de 1933, fue nombrado miembro de una Comisión de Purga central recién creada, que llevó a cabo una purga incruenta que expulsó a más de un millón de miembros del partido. En enero de 1934, en el XVII Congreso del partido, se convirtió en miembro de pleno derecho del Comité Central y luego, en febrero, sucedió a Lazar Moiseyevich Kaganovich en el puesto clave de presidente de la Comisión de Control del partido. En octubre de 1937 se convirtió en candidato a miembro del Politburó.
Nikolay Yezhov nunca dormía en casa. ¿Qué hacía por las noches el jefe de la policía política de Stalin, apodado “el enano sangriento” por sus amigos? Era un misterio. Cuando Molotov y Khrushev expresaron su preocupación a este respecto, Stalin soltó una carcajada y los calificó de mojigatos. Una noche, Stalin estaba durmiendo en su dacha en Kuntsevo cuando de repente se despertó y encontró a Yezhov desnudo junto a él acariciando el bigote de Stalin. Stalin se arrojó de la cama y se golpeó la cabeza con el orinal. Cuando logró levantarse, Yezhov había desaparecido, pero la ventana estaba abierta de par en par. Stalin inmediatamente emitió órdenes para arrestar a Yezhov como enemigo del pueblo y de las buenas costumbres.
Aparentemente tenía un sentido de autoironía, y a menudo se burlaba del culto a la personalidad que lo rodeaba:
En 1937 el terror de Stalin estaba en su punto más alto; El Ministro del Interior, Nikolay Yezhov, arrestó a cualquiera cuya mirada Stalin considerara sospechosa. Stalin diría: “¿Por qué tienes esa expresión tan nerviosa?” o “¿Por qué no me miras a los ojos?” Un rato después, esa persona desaparecería. Por lo general, los torturaban y luego los fusilaban. El mariscal Blyukher, el mariscal Tujachevski y muchos otros generales y ministros del gobierno que rodeaban a Stalin perecieron de esta manera.
Un día de 1937 le sucedió a Budennyy. “Parece que ya no te agrado, Semen Mikhaylovich”, le dijo Stalin con su lento y amenazador acento georgiano.
“¿De qué estás hablando?” Budenny respondió. “Te seguiría al fuego o al agua. Simplemente da la orden”.
“¿Por qué nunca me has dado una de tus fotografías?”
“¡Oh, pero lo quería desde hace mucho tiempo, Iósif (Joseph) Vissarionovich! Estaba pensando en ello”, dijo nervioso el héroe de la caballería. Corrió a su oficina y sacó una de sus fotografías.
“¿Podrías firmarlo por mí?” preguntó Stalin. Budennyy se sentó, mojó la pluma en el tintero y luego se quedó paralizado de indecisión. Le resultaba más fácil cortar una hilera de cabezas con un sable que escribir algunas palabras.
Tenía miedo de escribir “Querido Stalin”, porque podría resultarle demasiado familiar, y tenía miedo de escribir “Al más respetado Stalin”, porque podría parecer demasiado frío. Budennyy podía sentir cómo se le caían las patillas del bigote. Mientras tanto, Stalin paseaba detrás de la silla fumando su pipa, saboreando la indecisión de Budenny.
“Bueno, ¿no se te ocurre nada que escribir?”
“Parece que no puedo, Iósif Vissarionovich”.
“Entonces déjame dictar. Escribe: ‘Al gran genio…’ . .’ ¿Has escrito tanto? . . . luego continúa: ‘quién creó la Primera Caballería’. . . ¿Has escrito eso? . . . luego continúe: “A Iosif Vissarionovich Stalin de parte de Semen Mikhaylovich Budennyy”. Bueno, ahora que has escrito eso, veo que me amas. Por eso quiero regalarles mi foto”.
Sonrió burlonamente, puso la fotografía de Budennyy sobre su escritorio y sacó la suya. Tomó su bolígrafo y escribió:
“Al verdadero creador de la Primera Caballería, S. M. Budennyy, de I. V. Stalin. 1937”
El 28 de mayo de 1938, el régimen talmúdico bolchevique de Joseph Stalin condenó a muerte al artista Vladimir Timiryov, de 23 años.
Nunca se le presentaron cargos y no tuvo oportunidad de defenderse ante los tribunales (si es que a los Sanedrines soviéticos se les puede llamar “tribunales legales”).
Los historiadores consideran que sus delitos eran “hereditarios”. Le encantaba pintar la naturaleza, los barcos, el agua, el mar y también dibujaba ilustraciones para algunos de los libros más conocidos de Jack London (White Fang, The Call of the Wild, Hearts of Three, todos ellos maravillosamente traducidos al ruso, a pesar de la censura soviética degenerada).
Ninguna de sus “pinturas” era de naturaleza anticomunista o política. Sin embargo, no era sólo un joven sencillo y talentoso, era hijo del almirante imperial ruso Sergius Timiryov e hijastro (después de que sus padres se divorciaran en 1918) del almirante Kolchak, el gobernante supremo de Rusia. Su madre era una poeta rusa y esencialmente tenía relaciones con los dos almirantes del Ejército Blanco, quienes lucharon en el Ejército Blanco contra los bolcheviques talmúdicos y defendieron a los cristianos ortodoxos de la persecución.
El hecho mismo de que este talentoso ruso fuera descendiente de los héroes antibolcheviques del Ejército Blanco lo convirtió en un “objetivo por necesidad”. Y así fue asesinado sin piedad por el régimen demoníaco, tres años antes de la invasión de Rusia por parte del Tercer Reich.
Vladimir Timiryov bien puede ser un portador de la pasión cristiana ortodoxa o un nuevo mártir, dado que era completamente inocente cuando fue ejecutado por el régimen estanilsta.
Es una personificación y un ejemplo individual del genocidio del pueblo ruso que tuvo lugar en el siglo XX.
La ignorancia, o miedo, a decir la verdad por parte de periodistas y políticos, es representativo de la decadencia moral en que está sumida la sociedad argentina desde la recuperación de la democracia en 1983. En un tema tan trillado como el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, no hay lugar para la ingenuidad. Información sobre el hecho hay para hacer dulce. Por ejemplo, es absolutamente falso que la represión a los subversivos comenzó ese día. La trampa justamente consiste en asociar al gobierno militar con los crímenes de lesa humanidad y al gobierno peronista con la ausencia de represión. Fue Perón el que creó la Triple A y también el que, públicamente, dijo que los iba a exterminar. Fue Perón el que le dio carta blanca y puso al frente de la Policía Federal (jefe de la represión del gobierno militar de Lanusse) Comisario Villar. Fue su viuda y presidente, la que ordenó a las Fuerzas Armadas “aniquilar” la subversión.
El 24 de marzo de 1976, hubo un cambio de gobierno, pero no en la política represiva. El golpe de Estado es una interrupción en la vida institucional y debe ser condenado. Ahora bien, si a los militares le cargan el estigma de “genocidas,” justo es que también se lo endilguen a los peronistas. Desde el estado, el peronismo asesinó a un gobernador y a un vice gobernador, Miguel Ragone y Atilio López, respectivamente. También, secuestró y desapareció el 17 de junio de 1975 a Alejandro Almeida (integrante de la banda terrorista ERP-22 de Agosto). Sin embargo, su madre, Tati Almeida, no denuncia al partido político que mató a su hijo, sino al gobierno que tomó el poder nueve meses después.
En los medios se repite hasta el cansancio de que fue la dictadura más sangrienta de nuestra historia, pero se omite impúdicamente de que fue precedida por la democracia más sangrienta de nuestra historia. Tampoco se dice que los que abrieron las puertas del infierno son aquellos a los que, en las escuelas y en los medios de comunicación, se los presenta como perseguidos por defender la democracia. Con contadas excepciones, todo el arco político, la prensa, la iglesia, los sindicatos, los empresarios y la ciudadanía en general apoyó el golpe de Estado. Ello, por supuesto, no lo justifica; mas, dice mucho de ese momento histórico. Por cierto, un detalle no menor es que el “genocida” Antonio Bussi ganó, en 1995, las elecciones a gobernador en Tucumán. Increíblemente, ese pueblo, al que “aterrorizó” como gobernador de facto, lo votó masivamente.
El Dr. Alfonsín, hombre honrado y demócrata cabal, no es el “padre de la democracia.” Ni él, ni la CGT, ni los justicialistas expulsaron a los militares del poder; Estos últimos lo entregaron mansamente a los políticos. Si, esos “genocidas inhumanos siervos del imperialismo,” sin que medie presión alguna, apagaron la luz, entregaron las llaves y se fueron. Si hubieran querido, se habrían quedado la misma cantidad de tiempo que los “angelitos” Fidel Castro, Joseph Stalin o Mao Tsé Tung (entre los tres se cargaron a 100 millones de “enemigos del pueblo”).
El 24 de marzo se recuerda como el día de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Así nos va…
Si Josef Stalin era un campesino tosco, intelectualmente inferior a Leon Trotsky y otros grandes comunistas, ¿por qué los escritores famosos del siglo XX lo elogiaron por su inteligencia y conocimiento?
Si bien es cierto que Joseph Stalin tuvo orígenes humildes como campesino, la noción de que era intelectualmente inferior a sus contemporáneos comunistas, incluido León Trotsky, es un tema de debate entre los historiadores. De hecho, varios escritores famosos del siglo XX, como Henri Barbusse, George Bernard Shaw, H.G. Wells, Romain Rolland y Lion Feuchtwanger, elogiaron a Stalin por su inteligencia. Entonces, ¿por qué estos renombrados intelectuales mantenían tales puntos de vista?
En primer lugar, es fundamental comprender que la inteligencia es un rasgo multifacético que abarca varios aspectos. Si bien Trotsky pudo haber sido conocido por su destreza teórica y su elocuencia, Stalin mostró un tipo diferente de inteligencia, una que se centró en la practicidad, la estrategia y las maniobras políticas. No se puede subestimar su capacidad para navegar en complejas dinámicas de poder dentro del Partido Comunista y consolidar su autoridad.
El ascenso de Stalin al poder requirió una comprensión sagaz de la psicología humana y un agudo sentido de las oportunidades. Se posicionó hábilmente dentro del Partido Bolchevique, aprovechando alianzas y explotando divisiones a su favor. Esta astuta perspicacia política impresionó a muchos observadores, incluidos los escritores antes mencionados que reconocieron su inteligencia estratégica.
Además, el éxito de Stalin en la industrialización de la Unión Soviética jugó un papel importante en la configuración de las percepciones de su intelecto. Bajo su liderazgo, el país experimentó una rápida industrialización, transformándolo en una importante potencia mundial.
Este logro demostró la capacidad de Stalin para la planificación, la asignación de recursos y la gestión económica a largo plazo. La industrialización fue un proceso complejo que requirió rigor intelectual y capacidad de toma de decisiones, que Stalin claramente exhibió.
Además de su perspicacia política y económica, Stalin también poseía fuertes cualidades de liderazgo. Tenía una presencia imponente, que exudaba confianza y autoridad. Esta asertividad, combinada con su capacidad para inspirar lealtad o imponer terror entre sus seguidores, contribuyó a su reputación como líder inteligente.
Vale la pena mencionar que los escritores que elogiaron la inteligencia de Stalin no necesariamente respaldaban sus salvajes acciones o su ideología política. Su admiración puede haberse basado en sus observaciones de sus capacidades como líder, más que en un respaldo a sus políticas o las consecuencias de su gobierno.
Sin embargo, es importante reconocer que las opiniones sobre la inteligencia de Stalin no fueron unánimes. Muchos críticos argumentaron que sus métodos, como la Gran Purga y la colectivización forzada, reflejaban un desprecio por la vida humana y una falta de empatía intelectual. Estos críticos creían que la verdadera inteligencia debería ir acompañada de juicio moral y compasión.
El 28 de julio de 1942, cuando la ofensiva alemana de verano de 1942, denominada Caso Azul, estaba en pleno apogeo, la Wehrmacht avanzaba rápidamente hacia Stalingrado, el Ejército Rojo se retiraba precipitadamente por todo el frente sur, sus soldados se rendían en crecientes números. Para restablecer la disciplina en el ejército soviético contra la Alemania nazi, Stalin emitió la Orden nº 227 que dio origen al famoso lema “¡Ni un paso atrás!”.
Pero ¿y si los soldados aun así dieran un paso atrás? ¿O diez pasos atrás? ¿Qué haría Stalin al respecto? La Orden nº 227 también dio origen a la creación de “destacamentos de bloqueo”. Eran escuadrones defensivos bien armados que fueron “colocados directamente detrás de divisiones inestables… para disparar en el lugar a los que incitaban al pánico y a los cobardes que se retiraban sin autorización”.
Entonces, si un soldado del Ejército Rojo avanzaba, las balas alemanas lo matarían, mientras que si retrocedía, lo matarían las balas de sus camaradas. Qué pepinillo más triste.
Irónicamente, el 30 de enero de 1945, cuando el Ejército Rojo ya luchaba en suelo alemán, Heinrich Himmler -el Reichsführer de las SS- se encontró imitando la orden de Stalin de “Ni un paso atrás” de 1942, aunque su versión no sonó igual. Se titulaba “Tod und Strafe für Pflichtvergessenheit”, que significa “Muerte y castigo por incumplimiento del deber”. Esta orden obtuvo el respaldo total de Hitler, lo cual no fue una sorpresa ya que Himmler era su aliado más antiguo, más cercano y más leal.
Para hacer cumplir esta orden, Himmler y Hitler dieron a la Feldgendarmerie (policía militar) exactamente los mismos trabajos que a los destacamentos de bloqueo soviéticos. El ejército de Feldgend nunca vio ningún combate, permanecieron seguros en la retaguardia con su equipo y atraparon a todos los que retrocedieron, los arrojaron al frente infernal o los ejecutaron en el lugar. Muchos refugiados alemanes se horrorizaron cuando desfilaron por los “callejones de la horca” donde las SS y la Feldgendarmerie habían ahorcado a los desertores. Les habían atado al cuello pancartas que decían: “Fui un cobarde pero morí de todos modos” o “Aquí estoy colgado porque no creía en el Führer”.
No se mantuvieron registros oficiales de la ejecución sumaria de desertores llevada a cabo por la Feldgendarmerie, pero la evidencia anecdótica sugiere que en el sector del XI Cuerpo de las SS, muchos, incluidos varios miembros de las Juventudes Hitlerianas, fueron colgados de los árboles con la prueba más endeble. Muchos soldados alemanes estaban realmente intentando volver a unirse a sus unidades (después de sus permisos de origen, de baja por enfermedad, de perderse…) cuando fueron capturados y ejecutados por la Feldgendarmerie. Los informes soviéticos afirmaron que la Feldgendarmerie ejecutó sumariamente a unos 25.000 alemanes por cobardía sólo en 1945. Los soldados alemanes ahora estaban en los zapatos soviéticos.
Josef Stalin hizo arrestar a las esposas de dos líderes soviéticos y enviarlas a campos de prisioneros, informó una revista el lunes, convirtiéndose en la primera publicación soviética en utilizar la palabra ‘Gulag’, el nombre del infame sistema penitenciario de Stalin.
El presidente soviético Mikhail Kalinin y el ministro de Asuntos Exteriores Vyacheslav Molotov continuaron sirviendo lealmente a Stalin mientras Yekaterina Kalinin languidecía durante una década en un campo de prisioneros como enemiga del pueblo y Paulina Molotov estuvo detenida durante casi cinco años, dijo la revista Ogonek.
Stalin también hizo ejecutar al hermano del leal secuaz Lazar Kaganovich y trató de arrestar a la esposa del mariscal Klementi Voroshilov, dijo el Ogonek. La revista no dijo qué pasó con la esposa de Voroshilov.
Ogonek, al seguir llenando lo que el líder soviético Mikhail Gobachev ha llamado los “espacios en blanco” de la historia soviética, utilizó por primera vez en una revista soviética la palabra “Gulag”, acrónimo de la Administración Estatal de Campos, supervisores de la prisiones donde millones de personas fueron enviadas durante el gobierno de Stalin.
Molotov, que votó a favor del arresto de su esposa judía durante una reunión del Politburó en 1949, nunca volvió a mencionarla y tuvo que esperar hasta después de la muerte de Stalin en marzo de 1953 para reunirse con ella, dijo la revista.
“La hija de Molotov, al solicitar su afiliación al partido, respondió a la pregunta sobre sus padres que su padre es Molotov y que ella no tiene madre”, decía.
Pero Kalinin nunca dejó de pedir la liberación de su esposa. Fue terrible escuchar con qué frecuencia Kalinin le pedía a Stalin que tuviera piedad de su esposa, que liberara a su “amigo de la vida”, que le diera la oportunidad de estar con ella antes de su muerte.
“Stalin se cansó tanto de las súplicas que prometió liberarla cuando terminara la Segunda Guerra Mundial”.
Stalin cumplió su palabra y liberó a la esposa de Kalinin un mes después del final de la guerra, pero luego le dio un “pasaporte de perro”, impidiéndole vivir en Moscú y otras 270 ciudades soviéticas, dijo la revista.
Kalinin, un ex campesino y para entonces viejo y moribundo, se vio obligado a tomar un tren para visitar a su esposa, cuya nacionalidad estonia aparentemente había despertado la paranoia de Stalin.
En 1946, Kalinin había muerto y su esposa, que había prometido no volver nunca más al Kremlin, caminaba junto al “séquito de Stalin” detrás del cuerpo de su marido, dijo la revista.
Imprimió una imagen de la escena que mostraba a Molotov afligido con la cabeza gacha y a Stalin con su uniforme de mariscal, los labios fruncidos y las manos entrelazadas al frente.
La revista también describió el arresto de la esposa de Kalinin.
“La esposa de Kalinin fue arrestada de una manera bastante banal y sin ninguna representación teatral”, decía. “La llamaron a la casa de modas del Kremlin para que le probaran un vestido. En la casa de moda la estaban esperando.
Yekaterina Kalinin fue acusada de terrorismo, “la cláusula más terrible del código penal, el temido Artículo 58-8”, afirmó la revista.
“Su tarjeta de arresto llevaba la señal de una cruz, lo que significa que siempre debía estar bajo vigilancia y debía hacer el trabajo más difícil en el campo… En los campos, quitaba la pelusa de la ropa de cama”.
La desmitificación de Stalin bajo la política de glasnost, o apertura, de Gorbachev ha revelado cómo ordenó arrestar y ejecutar a sus dos primeros jefes de policía, y aniquiló a casi todo su estado mayor mediante un pelotón de fusilamiento.
Después de su muerte, el tercer jefe de policía de Stalin, Lavrenti Beria, fue arrestado a punta de pistola en una sesión del Politburó. Beria, que encarceló a millones, fue ejecutado.
Pero a pesar de las muchas revelaciones de la era de Stalin, las publicaciones soviéticas aún tienen que explicar la muerte de la esposa de Stalin. Se dice que Nadezhda Aliluyevna Stalin se suicidó en 1932.
Stalin había emitido órdenes que prohibían la rendición (a menos que fueran capturados mientras estaban heridos e inconscientes) y declaró que la rendición era traición. Así que, desde el principio, casi todos los prisioneros de guerra soviéticos eran automáticamente criminales y traidores según la ley soviética.
De hecho, cuando capturaron al propio hijo de Stalin, lo repudió y rechazó una oferta alemana de intercambio de prisioneros. Su hijo finalmente murió en un campo de prisioneros de guerra.
Todos los prisioneros de guerra soviéticos que regresaban fueron interrogados por el NKVD, a menudo brutalmente.
La mayoría fueron enviados a pasar un período en los gulags como castigo y para rehabilitarlos/redoctrinarlos en el sistema soviético y librarlos de cualquier tendencia capitalista que pudieran haber adquirido en el extranjero.
Otros que habían cambiado de abrigo y luchado junto a los alemanes o colaborado de alguna otra manera con ellos (y eran muchos), o que eran sospechosos de haberlo hecho, fueron ejecutados.
Así que no fue sólo una brutalidad sin sentido, aunque hubo mucha de eso.
De hecho, muchos soviéticos se habían dado la vuelta y lucharon contra su país o colaboraron de alguna otra manera con el enemigo. Eso sería considerado traición por cualquier país.
La diferencia es que mientras otros países se conformaron con ejecutar a los principales líderes traidores y encarcelar a otros antes de declarar una amnistía para el resto y esconderla debajo de la alfombra, los soviéticos fueron más sanguinarios y minuciosos.
Mátyás Rákosi se convirtió en el líder comunista de Hungría tras consolidar el poder político en 1945. Fue llamado “el mejor discípulo húngaro de Stalin”, orquestando purgas e instalando un régimen represivo aliado de los soviéticos. Rákosi, partidario de la socialdemocracia desde su juventud, regresó a Hungría como comunista en 1918, después de un período como prisionero de guerra en Rusia.
Mátyás Rákosi fue un político comunista húngaro que fue el líder de facto de Hungría de 1947 a 1956. Se desempeñó primero como Secretario General del Partido Comunista Húngaro de 1945 a 1948 y luego como Secretario General del Partido de los Trabajadores de Hungría de 1948 a 1956. Nació el 9 de marzo de 1892 en Ada, Serbia y murió el 5 de febrero de 1971 en Nizhny Novgorod, Rusia.
Se desempeñó como comisario de producción socialista en el breve régimen comunista de Béla Kun (1919), pero, con el triunfo de la contrarrevolución en Hungría, se vio obligado a huir a Moscú. Enviado en 1924 para reorganizar el Partido Comunista Húngaro, fue arrestado por las autoridades húngaras al año siguiente y en 1927 fue condenado a ocho años y medio de prisión a partir de la fecha de su arresto.
Al expirar su condena, fue arrestado nuevamente y sentenciado a cadena perpetua (1934), pero en 1940 se le permitió ir a Moscú. Al regresar a Hungría con las tropas soviéticas en 1944, Rákosi se convirtió en secretario del Partido (Comunista) de los Trabajadores Húngaros y, con la ayuda de la recién organizada Policía de Seguridad del Estado (AVO), pronto consolidó el poder político en sus manos. Estalinista confirmado, reinó como jefe del partido de 1949 a 1953 (desde 1952 también como primer ministro); pero en julio de 1953, tras la muerte de Stalin, se vio obligado a ceder el cargo de primer ministro al reformista Imre Nagy. Sin embargo, siguió siendo secretario del partido y en 1955 logró destituir a Nagy, sólo para ser destituido por Moscú de todas las oficinas del partido al año siguiente para aplacar al líder yugoslavo, el mariscal Tito, a quien había ofendido. El duradero estalinismo de Rákosi y su sumisión a Moscú lo habían hecho muy impopular; y, cuando estalló la revolución en Budapest en octubre de 1956, huyó nuevamente a la U.R.S.S.
Después de la muerte de Stalin en 1953, la URSS decidió que su régimen era demasiado brutal y le dijo a Rákosi que podía permanecer como secretario general del partido comunista húngaro, con la condición de que cediera su cargo de primer ministro al “reformista” Imre Nagy.
Rákosi logró quedarse un tiempo, hasta que la URSS decidió oficialmente que era un lastre. Moscú lo destituyó del poder en 1956 para apaciguar al líder yugoslavo, Mashal Tito.
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, anunció ayer martes nuevos programas estatales para estudiantes que requerirán educación cívica y patriotismo, así como capacitación en resucitación cardiopulmonar y estudio y desarrollo del holocausto.
“Una vez que los estudiantes se gradúen de la escuela secundaria, algunos irán a la universidad, algunos de ellos harán otras cosas … hagas lo que hagas, esta educación cívica será relevante porque vas a ser un ciudadano”, dijo DeSantis en una conferencia de prensa vespertina en Fort. Myers.
También requerirá que los estudiantes de secundaria aprendan sobre “los males del comunismo y las ideologías totalitarias”.
“Tenemos varias personas en Florida, particularmente en el sur de Florida, que han escapado de regímenes totalitarios, que han escapado de dictaduras comunistas, para poder venir a Estados Unidos. Queremos que todos los estudiantes comprendan … ¿por qué alguien huiría a través de tiburones- aguas infestadas … para venir al sur de Florida? ¿Por qué alguien dejaría un lugar como Vietnam? ¿Por qué la gente dejaría estos países para arriesgar sus vidas para poder venir aquí?, dijo el gobernador DeSantis
La inciativa fue presentada el pasado mes de marzo por el representante Ardian Zika (nacido en la ex Yugoslavia), Republicano por la ciudad de Land O ’Lakes, y la senadora Ana María Rodríguez, republicana por El Doral, las propuestas se denominan Ley de retratos en patriotismo. Los proyectos de ley idénticos apuntan a reforzar la educación cívica, en parte al ordenar al Departamento de Educación que organice una biblioteca de videos que comparta relatos en primera persona de personas que vivieron bajo gobiernos extranjeros.
“Muchas personas han huido de dictaduras en lugares como Cuba y Venezuela y han encontrado un faro de luz en Estados Unidos y aquí en Florida”, dijo Zika.
La medida fue aprobada por unanimidad por el Subcomité de Educación Secundaria y Desarrollo Profesional de la Cámara de Representantes, pero está encontrando algunas preguntas de los demócratas, quienes aún estudian la propuesta.
Con respecto al Holocausto, se formará un departamento teniendo este que crear un proceso para que las escuelas certifiquen anualmente y proporcionen evidencia de cumplimiento con los requisitos de instrucción de la acción de los Nazis. Se orientan a contratar al Museo del Holocausto de Florida y otras organizaciones reconocidas a nivel estatal o nacional para desarrollar el plan de estudios y el material instructivo.
Intercalada entre la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam, la Guerra de Corea a menudo se conoce como la “Guerra Olvidada”, pero sus efectos en la vida moderna han sido significativos y duraderos. La Guerra de Corea marcó la primera vez que un presidente de Estados Unidos envió tropas a un conflicto sin primero buscar la aprobación del Congreso. Harry Truman puso las botas en suelo coreano sin el visto bueno del Congreso, y varios presidentes posteriores se entretuvieron bastante siguiendo su camino.
La guerra estalló el 25 de junio de 1950 cuando las tropas norcoreanas cruzaron el paralelo 38, invadiendo Corea del Sur. El líder norcoreano Kim Il-sung lanzó el ataque una vez que recibió la promesa de apoyo del líder soviético Joseph Stalin. En enero de 1950, el secretario de Estado de Estados Unidos, Dean Acheson, pronunció un discurso en el que dijo que Corea del Sur y Taiwán no formaban parte del “perímetro defensivo” estadounidense, lo que parecía indicar que Estados Unidos se mantendría al margen de un conflicto coreano. Y está claro que Stalin solo aceptó apoyar la invasión después de estar convencido de que Estados Unidos no se involucraría.
Sin embargo, los comentarios de Acheson fueron engañosos. Estados Unidos reaccionó a la noticia de la invasión tomando medidas de inmediato para convocar el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El 27 de junio, el Consejo de Seguridad pidió a los miembros de la ONU que proporcionaran asistencia militar para ayudar a Corea del Sur a repeler la invasión. Las fuerzas estadounidenses entraron el 30 de junio, momento en el que los norcoreanos habían tomado la capital de Corea del Sur, Seúl. El 15 de septiembre, una fuerza de la ONU aterrizó en Inchon y para el 29 de septiembre, las tropas de la ONU habían devuelto Seúl al presidente de Corea del Sur. Pero a finales de año, los chinos habían intervenido en nombre de los norcoreanos para detener el avance de la ONU. Estados Unidos lideró un esfuerzo internacional para repeler a los comunistas y China proporcionó refuerzos a Corea del Norte. Fue una guerra de primicias históricas. Nunca antes Estados Unidos y China se habían enfrentado en una guerra real.
Si bien el Comando Aéreo Estratégico de EE. UU. estaba bien preparado para lanzar un ataque total contra la Unión Soviética, estaba menos claro cómo podría usar armas atómicas en un conflicto limitado como Corea. El 1 de agosto de 1950, “se tomó la decisión de enviar la Novena Ala de Bombas a Guam como un grupo de trabajo atómico inmediatamente”. Diez B-29, cargados con bombas atómicas desarmadas, partieron hacia el Pacífico. El 5 de agosto, uno de los aviones se estrelló durante el despegue de la base de la Fuerza Aérea Fairfield-Suisun cerca de San Francisco, matando a una docena de personas y esparciendo el uranio levemente radiactivo del sabotaje de la bomba alrededor del aeródromo. Los otros aviones llegaron a Guam, donde se pusieron en guardia.
En una conferencia de prensa el 30 de noviembre, el presidente Truman confirmó que había estado considerando activamente el uso de bombas atómicas en Corea desde el comienzo de la guerra. Los comentarios provocaron una reacción mundial y el primer ministro británico, Clement Attlee, se apresuró a viajar a Washington para expresar su preocupación. Truman le aseguró a regañadientes que Estados Unidos “no tenía ninguna intención” de utilizar armas atómicas en Corea, excepto para evitar un “gran desastre militar”.
Entonces, aunque el presidente Truman intentó usar su superioridad atómica en beneficio de Estados Unidos en Corea del Norte, nunca pudo hacerlo. En última instancia, ni siquiera estaba claro que el bombardeo atómico en una guerra contra los ejércitos campesinos produciría resultados decisivos. Si los estadounidenses usaran la bomba y las fuerzas chinas siguieran llegando, demostraría la ineficacia de la bomba y reduciría su efecto disuasorio en otras arenas.
La guerra terminó siendo un asunto de balancín que vio a las fuerzas de la ONU retirarse de Corea del Norte al perímetro de Pusan en el sureste de Corea y luego avanzar nuevamente a través del paralelo 38 solo para ser empujadas hacia el sur una vez más por las fuerzas chinas. En julio de 1951, después de 13 meses de lucha, las dos partes iniciaron conversaciones de armisticio, que se prolongaron durante más de dos años. Después de la muerte de Stalin en marzo de 1953, el nuevo liderazgo en Moscú avanzó más rápidamente hacia un acuerdo. El alto el fuego se firmó finalmente el 27 de julio de 1953.
El costo humano de la guerra fue catastrófico. Solo en el primer mes de su operación, los grupos de Comando Aéreo Estratégico arrojaron 4.000 toneladas de bombas. Además de los altos explosivos, los bombarderos utilizaron napalm. Cuando se jubiló, Curtis LeMay describió la devastación diciendo: “Al final quemamos todas las ciudades de Corea del Norte … y algunas de Corea del Sur también. Incluso quemamos [la ciudad surcoreana de] Pusan, un accidente, pero quemamos de todos modos “. Las estimaciones de las víctimas varían ampliamente, pero hay motivos para creer que, además de los tres millones y medio de militares muertos, heridos y desaparecidos en ambos lados, más de dos millones de civiles murieron en Corea del Norte. Al final, la frontera que divide a los dos países permaneció exactamente donde estaba antes de la invasión de Corea del Norte.
La Guerra de Corea devastó la península que comprende Corea del Norte y del Sur de 1950 a 1953, y cuando todo estuvo dicho y luchado, los dos países se encontraron en un punto muerto en el paralelo 38 con poco más que un alto el fuego para evitar que el barril de pólvora explotara de nuevo. Y han sido así desde entonces. Técnicamente, la Guerra de Corea nunca ha terminado. Ha estado en pausa durante casi siete décadas. ¿Pero por qué? Echemos un vistazo a la historia y veamos.
Estados Unidos, Corea del Norte y China firmaron un acuerdo de armisticio el 27 de julio de 1953, pero Corea del Sur no lo hizo. Al país no le gustó la idea de una solución de dos estados, por lo que nunca se firmó un tratado de paz vinculante, lo que significa que la Guerra de Corea técnicamente aún está en marcha. Pero eso no significa que no hayan intentado volver a unir la península. Hubo algunas conversaciones de reunificación casi exitosas en 2000, luego, en 2018, los líderes de los dos países se dieron la mano y se abrazaron, ofreciendo esperanzas de que las dos Coreas puedan volver a ser una sola. Sin embargo, eso aún no se ha materializado, y hay tantos ejemplos de hostilidades entre ellos en los últimos años como momentos amistosos.
La esperanza de la reunión de 2018 no duró. Para mayo de 2020, ya estaban intercambiando disparos sobre la frontera, y en junio de ese año, Corea del Norte hizo explotar una oficina de enlace conjunta en la zona desmilitarizada, un edificio destinado a ser utilizado para negociaciones de paz. La explosión fue solo otro capítulo triste en la historia de décadas de la inconclusa Guerra de Corea.
Hace 74 años, un 6 de agosto, Estados Unidos se convertía en la primera y única nación en usar armamento atómico durante la guerra cuando arroja una bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Aproximadamente 80,000 personas mueren como resultado directo de la explosión, y otras 35,000 resultan heridas. Al menos otros 60,000 estarían muertos para fin de año por los efectos de las consecuencias.
Aunque el lanzamiento de la bomba atómica en Japón marcó el final de la Segunda Guerra Mundial, muchos historiadores argumentan que también encendió la Guerra Fría.
Desde 1940, Estados Unidos había estado trabajando en el desarrollo de un arma atómica, luego de que Albert Einstein le advirtiera que la Alemania nazi ya estaba realizando investigaciones sobre armas nucleares. Cuando Estados Unidos realizó la primera prueba exitosa (una bomba atómica explotó en el desierto de Nuevo México en julio de 1945), Alemania ya había sido derrotada. La guerra contra Japón en el Pacífico, sin embargo, continuó furiosa. El presidente Harry S. Truman, advertido por algunos de sus asesores de que cualquier intento de invadir Japón resultaría en horribles bajas estadounidenses, ordenó que se usara la nueva arma para poner fin a la guerra rápidamente.
El 6 de agosto de 1945, el bombardero estadounidense Enola Gay arrojó una bomba de cinco toneladas sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Una explosión equivalente al poder de 15,000 toneladas de TNT redujo a cuatro millas cuadradas de la ciudad a ruinas e inmediatamente mató a 80,000 personas. Decenas de miles más murieron en las siguientes semanas por heridas y envenenamiento por radiación. Tres días después, otra bomba cayó sobre la ciudad de Nagasaki, matando a casi 40,000 personas más. Unos días después, Japón anunció su rendición.
En los años transcurridos desde que se lanzaron las dos bombas atómicas sobre Japón, varios historiadores han sugerido que las armas tenían un objetivo doble. Primero, por supuesto, era poner fin a la guerra con Japón y salvar vidas estadounidenses. Se ha sugerido que el segundo objetivo era demostrar la nueva arma de destrucción masiva a la Unión Soviética.
Para agosto de 1945, las relaciones entre la Unión Soviética y los Estados Unidos se habían deteriorado gravemente. La Conferencia de Potsdam entre el presidente estadounidense Harry S. Truman, el líder ruso Joseph Stalin y Winston Churchill (antes de ser reemplazado por Clement Attlee) terminó solo cuatro días antes del bombardeo de Hiroshima. La reunión estuvo marcada por recriminaciones y sospechas entre los estadounidenses y los soviéticos. Los ejércitos rusos ocupaban la mayor parte de Europa del Este. Truman y muchos de sus asesores esperaban que el monopolio atómico de Estados Unidos pudiera ofrecer influencia diplomática con los soviéticos. De esta manera, el lanzamiento de la bomba atómica en Japón puede verse como el primer disparo de la Guerra Fría.
Si los funcionarios estadounidenses realmente creían que podían usar su monopolio atómico para obtener ventajas diplomáticas, tenían poco tiempo para poner en práctica su plan. Para 1949, los soviéticos habían desarrollado su propia bomba atómica y comenzó la carrera armamentista nuclear.
El abusado hijo de un pobre y alcohólico zapatero georgiano, Josef Vissarionovich Djughashvili (el futuro Stalin) se convirtió en uno de los asesinos más prolíficos de la historia. Stalin eliminó a cualquiera y a todos los que constituían una amenaza para su poder, incluidos (y especialmente) sus antiguos aliados. Él no tenía absolutamente ningún respeto por la santidad de la vida humana.
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Stalin
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Wayne
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Stalin fue, sin lugar a dudas, uno de los líderes mundiales más despiadados del siglo XX, responsable de millones de muertes. Pero las estimaciones del número de muertes que causó varían enormemente, de 20 millones a 60 millones.
Todos los que estaban en contra de su política y contra el comunismo podían ser asesinados. No importaba si eran ciudadanos soviéticos o de otro país. Michael Munn, un historiador de cine y autor de “John Wayne – El hombre detrás del mito”, afirma que Stalin quería la cabeza del famoso ícono de Hollywood.
Stalin estaba tan enojado por el anticomunismo de John Wayne que planeaba eliminarlo. Ordenó a la KGB asesinar a John Wayne porque lo consideraba una amenaza para la Unión Soviética.
Cuando el cineasta ruso Sergei Gerasimov asistió a una conferencia de paz en Nueva York en 1949, escuchó sobre John Wayne y sus creencias anticomunistas. Cuando regresó a la Unión Soviética, inmediatamente le contó a Stalin sobre John Wayne y su discurso.
A Stalin le encantaban las películas y él era más que un aficionado al cine que le podría enseñar al mismísimo Sergei Eisenstein (El Acorazado Potemkin) a hacer películas. Se consideraba a sí mismo como un productor / director / guionista de películas superior, así como un censor supremo; sugiriendo títulos, ideas e historias, trabajando en guiones y letras de canciones, dando conferencias a directores, entrenando a actores, ordenando repeticiones y cortes y, finalmente, aprobando las películas para su lanzamiento.
Stalin amaba a Chaplin y películas como In Old Chicago (1937) y It Happened One Night (1934). Westerns con Spencer Tracy y Clark Gable también fueron algunos de sus favoritos.
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Munn
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Tracy
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Gable
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Einsenstein
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Chaplin
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Aunque amaba a los occidentales, decidió que John Wayne era una amenaza para la causa y debía ser asesinado.
Los asesinos supuestamente fueron enviados a Los Ángeles para matar a John Wayne. Como Michael Munn dice en su libro, el FBI había descubierto que agentes soviéticos fueron enviados a Hollywood para asesinar al actor. Le informaron al prestigioso artista sobre el complot y él le dijo al FBI que dejara aparecer a los hombres y que él mismo se encargaría de ellos.
John Wayne no quería que su familia supiera sobre el hecho de que la KGB estaba tratando de matarlo y se mudó con ellos a una casa con un gran muro alrededor.
Munn dice que un grupo de comunistas basados en Burbank, cerca de Hollywood, conspiraron para asesinar a John Wayne. No lograron matarlo al igual que unos agentes de la KGB que habían sido enviados antes.
Un nuevo intento de matar a Wayne se realizó en México en el set de la película Hondo planeada por una célula comunista local, según el Sr. Munn.
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John Wayne
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Josef Stalin
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Mao Tse Tung
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La campaña soviética fue cancelada después de la muerte de Stalin en 1953 porque su sucesor Nikita Khrushchev era un fanático de la estrella de cine. El libro dice que Krushchev le dijo a Wayne en una reunión privada en 1958: “Esa fue una decisión de Stalin durante sus últimos cinco años de locura. Cuando Stalin murió, rescindí esa orden”.
Al parecer, Stalin no era el único líder comunista que quería al jefe de John Wayne. Hubo un intento de matar a John Wayne por unos francotiradores enemigos mientras visitaba a las tropas en Vietnam en 1966. Uno de los francotiradores fue capturado y dijo que había un precio en la cabeza de John, y ese precio había sido puesto por Mao Zedong.
En el apogeo de la hambruna ucraniana de 1932-33 bajo Joseph Stalin, personas hambrientas vagaban por el campo, desesperadas por algo, cualquier cosa que comer. En la aldea de Stavyshche, un joven campesino observaba a los vagabundos cavar en jardines vacíos con sus propias manos. Recordó que muchos estaban tan demacrados que sus cuerpos comenzaron a hincharse y apestar por la falta extrema de nutrientes.
“Se les podía ver caminando, simplemente caminando y caminando, y uno caería, y luego otro, y así sucesivamente”, dijo muchos años después, en una historia de un caso recopilada a fines de los años 80 por una comisión del Congreso. En el cementerio fuera del hospital de la aldea, los médicos abrumados cargaban los cuerpos en camillas y los arrojaban a un enorme pozo.
La hambruna ucraniana, conocida como el Holodomor, una combinación de las palabras ucranianas para “inanición” y “para infligir la muerte”, según una estimación, cobró la vida de 3,9 millones de personas, aproximadamente el 13 por ciento de la población. Y, a diferencia de otras hambrunas en la historia causadas por el tizón o la sequía, esto se debió a que un dictador quería reemplazar las pequeñas granjas de Ucrania con colectivos estatales y castigar a los ucranianos con mentalidad de independencia que representaban una amenaza para su autoridad totalitaria.
“La hambruna de Ucrania fue un caso claro de una hambruna provocada por el hombre”, explica Alex de Waal, director ejecutivo de la Fundación para la Paz Mundial en la Universidad de Tufts y autor del libro de 2018, Mass Starvation: The History and Future of Famine. Lo describe como “un híbrido … de una hambruna causada por políticas socioeconómicas calamitosas y dirigida a una población en particular para la represión o el castigo”.
En aquellos días, Ucrania, una nación del tamaño de Texas a lo largo del Mar Negro al oeste de Rusia, era parte de la Unión Soviética. En 1929, como parte de su plan para crear rápidamente una economía totalmente comunista, Stalin impuso la colectivización, que reemplazó las granjas de propiedad y operación individual por grandes colectivos estatales. Los pequeños agricultores de Ucrania, en su mayoría solo productores de sus propios alimentos, se resistieron a renunciar a sus tierras y medios de subsistencia.
En respuesta, el régimen soviético ridiculizó a los opositores como kulaks, campesinos acomodados, que en la ideología soviética eran considerados enemigos del estado. Los funcionarios soviéticos expulsaron a estos campesinos de sus granjas por la fuerza y la policía secreta de Stalin hizo planes para deportar a Siberia a 50.000 familias campesinas ucranianas, escribe la historiadora Anne Applebaum en su libro de 2017, La hambruna roja: la guerra de Stalin en Ucrania.
“Parece que Stalin se sintió motivado por el objetivo de transformar a la nación ucraniana en su idea de una nación moderna, proletaria y socialista, incluso si esto implicaba la destrucción física de amplios sectores de su población”, dice Trevor Erlacher, historiador y autor. especializado en Ucrania moderna y asesor académico en el Centro de Estudios de Rusia, Europa del Este y Eurasia de la Universidad de Pittsburgh.
La colectivización en Ucrania no fue muy bien. En el otoño de 1932, en la época en que la esposa de Stalin, Nadezhda Sergeevna Alliluyeva, quien, según los informes, se oponía a su política de colectivización, se suicidó, se hizo evidente que la cosecha de cereales de Ucrania iba a ser un objetivo inútil para los planificadores soviéticos en un 60 por ciento. Todavía podría haber suficiente comida para que los campesinos ucranianos pudieran arreglárselas, pero, como escribe Applebaum, Stalin ordenó qué lo poco que tenían les fuese confiscado como castigo por no cumplir con las cuotas.
“La hambruna de 1932-33 se derivó de decisiones posteriores tomadas por el gobierno estalinista, después de que quedó claro que el plan de 1929 no había salido tan bien como se esperaba, lo que causó una crisis alimentaria y hambre”, explica Stephen Norris, profesor de Historia de la Universidad de Miami en Ohio. Norris dice que un documento de diciembre de 1932 titulado “Sobre la adquisición de granos en Ucrania, el Cáucaso del Norte y el Óblast Occidental”, ordenó a los cuadros del partido que extrajeran más granos de las regiones que no habían alcanzado sus cuotas. También pidió el arresto de los jefes de granjas colectivas que resistieron y de los miembros del partido que no cumplieron con las nuevas cuotas.
Mientras tanto, Stalin, según Applebaum, ya había arrestado a decenas de miles de maestros e intelectuales ucranianos y había retirado libros en idioma ucraniano de escuelas y bibliotecas. La autora escribe que el líder soviético usó el déficit de grano como una excusa para una represión anti-ucraniana aún más intensa. Como señala Norris, el decreto de 1932 apuntó a “los saboteadores” ucranianos, ordenó a los funcionarios locales que dejaran de usar el idioma ucraniano en su correspondencia, y reprimió las políticas culturales ucranianas que se habían desarrollado en la década de 1920″.
Cuando los recolectores de cultivos de Stalin salieron al campo, de acuerdo con un informe de la comisión del Congreso de los Estados Unidos de 1988, utilizaron largos postes de madera con puntas de metal para aserrar los pisos de tierra de las casas de los campesinos y explorar el suelo a su alrededor, en caso de que hubieran enterrado barriles con cosecha de granos para evitar su detección. Los campesinos acusados de ser acaparadores de alimentos solían ser enviados a prisión, aunque a veces los recolectores no esperaban autorización para infligir un castigo. Dos niños que fueron atrapados escondiendo peces y ranas que habían capturado, por ejemplo, fueron llevados al soviet de la aldea, donde fueron golpeados, y luego fueron arrastrados a un campo con las manos atadas y la boca y la nariz amordazadas, donde fueron dejados morir sofocados.
A medida que la hambruna empeoraba, muchos intentaron huir en busca de lugares con más alimento. Algunos murieron junto a la carretera, mientras que otros fueron frustrados por la policía secreta y el sistema de pasaportes internos del régimen. Según el informe de la comisión del Congreso, los campesinos ucranianos recurrieron a métodos desesperados para mantenerse con vida. Mataron y comieron mascotas y consumieron flores, hojas, corteza de árboles y raíces. Una mujer que encontró algo de frijoles secos tenía tanta hambre que se los comió en el lugar sin cocinarlos y, según informes, murió cuando se expandieron en su estómago.
“Las políticas adoptadas por Stalin y sus oficiales en respuesta a la hambruna después de que comenzó a dominar el campo ucraniano constituyen la evidencia más significativa de que la hambruna fue intencional”, dice Erlacher. “Los ciudadanos y funcionarios locales pidieron ayuda del estado. Las olas de refugiados huyeron de las aldeas en busca de comida en las ciudades y más allá de las fronteras de la República Soviética de Ucrania. “La respuesta del régimen, dice, fue tomar medidas que empeoraron su situación.
Para el verano de 1933, a algunas de las granjas colectivas solo les quedaba un tercio de sus hogares, y las cárceles y los campos de trabajo estaban a tope. Con casi nadie para cultivar, el régimen de Stalin reasentó a campesinos rusos de otras partes de la Unión Soviética en Ucrania para hacer frente a la escasez de mano de obra. Frente a la perspectiva de una catástrofe alimentaria aún más amplia, el régimen de Stalin en el otoño de 1933 comenzó a disminuir las colecciones.
El gobierno ruso que reemplazó a la Unión Soviética reconoció que hubo una hambruna en Ucrania, pero negó que fuera un genocidio. El genocidio se define en el artículo 2 de la Convención de las Naciones Unidas para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (1948) como “cualquiera de los siguientes actos cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un nacional, étnico, racial o religioso. “. En abril de 2008, la cámara baja del Parlamento de Rusia aprobó una resolución que afirmaba que” no hay pruebas históricas de que la hambruna se haya organizado de forma étnica “. Sin embargo, al menos 16 países han reconocido el Holodomor, y más recientemente, los Estados Unidos. El Senado, en una resolución de 2018, afirmó los hallazgos de la comisión de 1988 de que Stalin había cometido un genocidio.
En última instancia, aunque las políticas de Stalin causaron la muerte de millones de personas, no logró aplastar las aspiraciones de autonomía de Ucrania y, a largo plazo, es posible que hayan fracasado. “El hambre a menudo logra un propósito socioeconómico o militar, como transferir la posesión de tierras o limpiar un área de la población, ya que la mayoría huye en lugar de morir”, dice el historiador de la hambruna Alex de Waal. “Pero política e ideológicamente es más contraproducente para sus perpetradores. Como en el caso de Ucrania, generó tanto odio y resentimiento que solidificó el nacionalismo ucraniano “.
Finalmente, cuando la Unión Soviética colapsó en 1991, Ucrania finalmente se convirtió en una nación independiente, y el Holodomor sigue siendo una parte dolorosa de la identidad común de los ucranianos.
Fuentes: Red Famine: Stalin’s War on Ukraine, de Anne Applebaum . Mass Starvation: The History and Future of Famine, de Alex de Waal
Joseph Stalin, líder de la Unión Soviética desde 1924, muere en Moscú un 5 de marzo.
Isoeb Dzhugashvili nació en 1889 en Georgia, entonces parte del antiguo imperio ruso. Stalin, hijo de un borracho que lo golpeaba sin piedad, y una piadosa madre lavandera, aprendió ruso, que habló con un fuerte acento toda su vida, en una escuela dirigida por la Iglesia ortodoxa.
Mientras estudiaba para ser sacerdote en el Seminario Teológico Tiflis, comenzó a leer en secreto a Karl Marx y otros pensadores revolucionarios de izquierda. En 1900, Stalin se volvió activo en el activismo político revolucionario, participando en manifestaciones laborales y huelgas. Stalin se unió al ala más militante del movimiento socialdemócrata marxista, los bolcheviques, y se convirtió en un estudiante de su líder, Vladimir Lenin.
La primera gran ruptura de Stalin llegó en 1912, cuando Lenin, en el exilio en Suiza, lo nombró para servir en el primer Comité Central del Partido Bolchevique, ahora una entidad separada de los socialdemócratas. Al año siguiente, Stalin (finalmente eliminando a Dzugashvili y tomando el nuevo nombre de Stalin, de la palabra rusa para “acero”) publicó un artículo sobre el papel del marxismo en el destino de Rusia.
En 1917, escapando de un exilio en Siberia, se vinculó con Lenin y su golpe de Estado contra el gobierno democrático de clase media que había suplantado al gobierno del zar. Stalin continuó subiendo en la escala del partido, de comisario para las nacionalidades al secretario general del Comité Central, un papel que proporcionaría el centro de su toma dictatorial y control del partido y la nueva URSS.
Stalin exigió, y obtuvo, el control estatal absoluto de la economía, así como mayores franjas de la vida soviética, hasta que su control totalitario sobre el nuevo imperio ruso fuera absoluto.
Stalin procedió a anexar partes de Polonia, Rumania y Finlandia, y ocupó Estonia, Letonia y Lituania. En mayo de 1941, se hizo presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo; ahora era el jefe oficial del gobierno y ya no era simplemente el jefe del partido.
Después de la rendición de Alemania en abril de 1945, Stalin supervisó la continua ocupación y dominación de gran parte de Europa del Este, a pesar de las “promesas” de elecciones libres en esos países.
Stalin no se suavizó con la edad; persiguió un reinado de terror, purgas, ejecuciones, exiliados al archipiélago Gulag (un sistema de campos de trabajo forzado en el norte congelado) y persecución en la URSS de la posguerra, suprimiendo toda disidencia y todo lo que oliera a extranjero, especialmente a Europa occidental, influencia.
Para gran alivio de muchos, murió de un ataque cardíaco masivo el 5 de marzo de 1953. Hoy se lo recuerda como el hombre que ayudó a salvar a su nación de la dominación nazi, y como el asesino en masa del siglo, después de haber supervisado Muertes de entre 18 millones y 20 millones de su propio pueblo.
Cuando Putin llegó al poder, más del 70 por ciento de la población del país tenía puntos de vista negativos sobre la represión política de Joseph Stalin; ahora el 46 por ciento de la población ve a Stalin con “admiración y respeto”. Cada Día de la Victoria, el 9 de mayo, que conmemora la derrota de los nazis, los fanáticos de Stalin ponen flores en su tumba junto al muro del Kremlin. Pero el renacimiento del culto de Stalin era claramente insuficiente.
Ahora las autoridades están tratando de convencer a los rusos de que Iván el Terrible no era un maníaco, asesino y psicópata, sino “un genio de estrategia alto y guapo, un comandante victorioso y una persona santa”, que amplió el territorio de Rusia cinco, diez, veinte o, incluso, 30 veces en su magnitud. Es más, hay un movimiento en el Patriarcado de Moscú hoy en día para intentar canonizar al Zar Ivan.
Nina Khrushcheva, profesora de Asuntos Internacionales en la Nueva Escuela, centra sus estudios en héroes históricos de los cultos actuales del Kremlin, desde Iván el Terrible hasta el siglo X Vladimir el Grande, cuya estatua de 60 pies se instaló en 2016, a solo 100 yardas de El monumento del Kremlin a Stalin.
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Vladimir
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Ivan
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Stalin
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Putin
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“Todos estos heroicos emperadores y zares son un tipo de personalidad de culto de Putin, todos los que estaban acaparando tierras fueron geniales”, dijo Khrushcheva. “Para Putin, la Unión Soviética era parte de la larga historia de Rusia y no solo es un sucesor de los líderes soviéticos, sino que todos ellos son Vladimir el Grande, Iván el Terrible, una persona históricamente comprobada más dura”.
El actual presidente de Rusia a menudo habla de educación patriótica. La Sociedad Histórica Militar-Patriótica de Rusia instala estatuas y monumentos de zares alrededor de las calles y parques de Moscú, se han modificado los currículos escolares, se ha re-escrito deliberadamente la historia.
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“Nuestros maestros crearon una imagen positiva de Iván el Terrible en las escuelas en Moscú, pero más tarde estudié historia y me di cuenta de lo feo que era”, dijo Filipp Gorenshtein, un actor de teatro y cine. “En este momento de las sanciones, nuestras autoridades necesitan que la nación se ajuste los cinturones y sacrifique nuestras propias vidas, por lo que los cultos de los líderes de hierro están en el interés de los poderes existentes”.
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Iván el Terrible nació en Kolomenskoie, actual Rusia, en 1530. Fue Zar de Rusia (1547-1584) y su apodo remite a la crueldad con que reprimió a sus opositores, si bien se le reconoce un importante papel en el fortalecimiento de la nación rusa anexando terrenos. Entre 1560 y 1564 con el propósito de reforzar su poder frente a la aristocracia, Iván el Terrible desencadenó una sangrienta represión contra los boyardos y el clero. Incluso atacó y devastó en 1570 las antiguas ciudades libres de Novgorod y Pskov, y, en 1581, hizo asesinar a su primogénito.
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Muchos pensaron que al implementar sanciones económicas contra Rusia, Occidente podría convencer al Kremlin de llegar a un acuerdo, de dejar de socavar los valores europeos e interferir en las políticas exteriores y las democracias. Pero, de hecho, la pobreza, los bienes inferiores, el aislamiento y el sufrimiento no son nada nuevo para Rusia.
Mientras el Kremlin está culpando a los estadounidenses por todo nuestro sufrimiento aquí, la policía arresta a jóvenes activistas, acusa a la gente de traición, de traicionar a la Madre Patria, de la misma forma en que la policía secreta de Oprichniki (*) de Ivan el Terrible estaba cazando una nobleza independiente en el siglo XVI.
Los jóvenes a menudo se burlan del estado por desempolvar a viejos dictadores con moho, pero eso no disuade a Putin.
“Los esfuerzos del estado provienen de la desesperación, porque vemos en las encuestas que la gente está menos interesada en el ejército, la gente no está aceptando la idea de romper con el resto del mundo”, dijo Khrushcheva. “Durante la Copa Mundial de fútbol el verano pasado, la gente se dio cuenta de que pueden ser grandes sin un puño de hierro”.
(*) Término dado a un miembro de la Oprichnina, una organización establecida por el Zar Iván el Terrible para gobernar una división de Rusia desde 1565 hasta 1572. El propósito de la organización y la existencia de Oprichniki era suprimir a las personas o grupos que se oponían al Zar. Eran conocidos por montar caballos negros y liderados por el mismo Iván, se sabía que el grupo aterrorizaba a las poblaciones civiles.
Lo único bueno que deja la triste crisis venezolana es que exige a la política a que muestre el verdadero rostro del mal y el de sus aliados. El chavismo-madurismo es lo peor que le ha pasado a Venezuela en toda su historia. La banda de asesinos, ladrones, narcotraficantes y demagogos que se adueñó del poder del Estado ha destruido la economía, la justicia y la democracia, y ha envilecido a sus fuerzas armadas y desquiciado a la sociedad a tal punto que huir de Venezuela es el único proyecto alternativo a una existencia miserable. Una vez más, se constata que el socialismo en crudo y en acto es objetivamente el mal de estos tiempos. Sólo hay que recorrer la miseria, el genocidio, la esclavitud, la injusticia que han dejado y dejan las dictaduras comunistas desde 1917 a la fecha para reconocer el mal. Cien millones de asesinados en menos de cien años es un número que ha sido aceptado por ellos mismos. ¿Cómo se explica que, con semejante cantidad de cadáveres blanqueados del placard, la izquierda se arrogue superioridad moral? ¿Qué credenciales la avalan para mirar por sobre el hombro a los que no comparten sus ideas y jamás propiciaron o justificaron asesinatos masivos? El marxismo-leninismo, en todas sus variantes, propone como objetivo político eliminar físicamente una clase social. El genocidio de los burgueses es parte explícita de su programa de acción. Y que estos fanáticos son de cumplir con sus promesas no cabe duda alguna. Ahí están las extendidas obras de Stalin, Trotsky, Lenin, Mao, Castro, Che Guevara, Pol Pot y otros para corroborarlo. Pero, es evidente, la izquierda tiene mejor prensa que la derecha. No se venden remeras con la imagen de los fusilados por el Che Guevara pero sí de este último y la televisión oficial argentina a partir de la presidencia de Néstor Kirchner sostiene al Canal Encuentro dedicado, en gran parte, a hacer la apología del terrorismo que asoló a la Argentina en la década del 70’. Lo que, por la continuidad auspiciada por Macri, parece ser una suerte de “política de Estado”.
Es un hecho: la izquierda maneja la propaganda política con una maestría sin par y sin el menor escrúpulo. Inventa, tergiversa e impone a los hechos sus interpretaciones de guerra de clases y, si no se ajustan, peor para ellos. Repetir una mentira hasta el cansancio y escrachar por facho al que la desmiente es una táctica que le dado buenos resultados sin importar lo ridículo o cínico que signifique defender lo indefendible. Que Nisman se suicidó, que la denuncia que hizo contra Cristina era un mamarracho, que Milagro Sala es perseguida por trabajar para los pobres, que los desaparecidos son 30.000, que en los 70’ no hubo una guerra sino un genocidio, que el ex terrorista Horacio Verbitsky es un campeón los derechos humanos, que en Cuba se vive con dignidad o que la proclamación de Juan Guaidó como presidente de Venezuela es un golpe de Estado al gobierno de Nicolás Maduro son algunas de las cuentas de ese infinito collar. Hay que señalar que a la izquierda le importa un cuerno la formalidad “pequeño burguesa” de las instituciones liberales. Acatan la ley en la medida que les sirve para llegar al poder. Una vez instalados, ellos son la ley y entonces comienza la “dictadura del proletariado” (eufemismo de dictadura del partido Comunista). Pues bien, para de alguna manera justificar el apoyo al energúmeno de Maduro o, en su defecto, el no reconocimiento al presidente Guaidó, se desgarran las vestiduras ante el apoyo explícito de Donald Trump. Dicen que al presidente norteamericano no le interesa la democracia sino el petróleo de Venezuela. Sin embargo, le ruegan a los EE.UU. para que les siga comprando mientras Maduro se lo regala al régimen cubano. .
Pino Solanas, Víctor Hugo Morales, Maradona, Atilio Borón, el kirchnerismo en bloque, Pérez Esquivel, Hebe de Bonafini, Luis D’Elía, Mempo Giardinelli, Gustavo Silvestre y casi toda la izquierda ha salido a romper lanzas para salvar al energúmeno de Maduro. Es que al otro lado está la derecha (el mal) acaudillada por el diablo mayor (Trump). Les importa un rábano los cuatro millones de venezolanos que emigran con lo puesto (la mayor catástrofe humanitaria de la historia de América latina) huyendo de la peste “bolivariana”, dejando bienes, afectos, tierra y llevando consigo solo la esperanza encontrar un lugar en el mundo. Ahh…, pero es culpa de Trump. ¡Se puede ser más miserable!
El papa Francisco, por su parte, está preocupado por el derramamiento de sangre que supone la proclamación de Guaidó. El mismo argumento esgrimió el gobierno ruso para no reconocer a Guaidó. También, en un tiro por elevación aludió a Trump y coincidió con la izquierda en Panamá, cuando dijo: “Nuestros pueblos no son el ‘patio trasero’ de nadie”. No se enteró, así parece, que el derramamiento de sangre provocado desde el poder y contra los débiles transcurre desde hace casi dos décadas en Venezuela. Tampoco registró el hambre de los niños venezolanos, ni la diáspora forzada de los desesperados que huyen a pie.
En fin…, si algo me queda claro de esto último es que Donald Trump (la encarnación del “mal”) es un dechado de virtudes morales al lado de los que, supuestamente, personifican el bien.
¿Qué es exactamente un socialista? Podría pasar todo el día estudiando enciclopedias y no resolver nada. Usando varias definiciones, probablemente podría probar que alguien es o no es socialista.
Entonces hablemos con un socialista. Ignora la verborrea y mira dentro de su cabeza. Cuando alguien anuncia al mundo: “Soy un socialista”, ¿qué está pensando esa persona?
Con este enfoque, todo se vuelve más simple. Los socialistas pueden no ser capaces de reclamar experiencia, aprendizaje, inteligencia o éxito. Pero lo compensan con una certeza ilimitada sobre asuntos filosóficos y políticos. Es como si ellos, aunque ateos, fueran guiados por una visión divina.
¿Cuál es la afirmación central contenida en esa visión? Aquí, creo, es lo que el autoproclamado socialista está diciendo al resto de nosotros:
“Sus perdedores patéticos claramente no están calificados para llevar sus propias vidas. O si creen que lo están, probablemente estén atrapados en creencias peligrosas que deben ser descartadas. En general, sería mejor si se mantuvieran al margen, dejaran libre el camino y permitieran que los expertos manejen su vida. Ese sería yo y mis amigos “.
Eso es. “Soy un socialista” significa “A partir de ahora, yo estaré a cargo, afortunadamente. ¿Usted? Usted vaya a pasear”.
¿Cuál fue la esencia de la campaña de Hillary Clinton? Parecía pensar que tenía derecho a hacerse cargo y ordenar a todos los demás. Saul Alinsky, su mentor, sentía lo mismo. Se sospecha que Obama estuvo de acuerdo con ambos.
El socialismo y el comunismo se presentan a menudo como teorías científicamente derivadas de la economía y la política. Esa es la pretenciosa superficie académica. Sin embargo, en términos prácticos del día a día, nuestros visionarios de izquierda intentan responder a esta pregunta: ¿quién debe dirigir el mundo? Inevitable respuesta: Deberían.
Los socialistas están apasionadamente interesados en asegurarse de que las personas adecuadas tengan el poder, es decir, ellos mismos.
La democracia, por otro lado, tiene que ver con distribuir el poder y asegurarse de que las peores personas no lo obtengan. ¿Cómo sabemos que son las peores personas? Debido a que están obsesionados con agarrar el poder y usarlo para sofocar a otras personas, un acuerdo al que llaman socialismo o comunismo.
Es posible que muchos socialistas no sepan lo que realmente están diciendo. Probablemente los socialistas típicos siempre tuvieron la sensación de que deberían tener más poder. Otras personas a menudo tienen demasiado poder, lo cual es algo malo. Más allá de corregir estas disparidades, nuestros socialistas no necesitan discutir los detalles. Sólo sal de su camino.
El general William Sherman dijo en 1866 que si era nominado, no se postularía, y si era elegido, no serviría. Este sujeto no quería ser presidente. No quería más poder. En una democracia, es más o menos la persona perfecta para el trabajo.
En el socialismo, por otro lado, las personas más terribles del planeta se esfuerzan por ser su amo y señor. Piensa en Lenin. Piensa en Marx, quien a menudo amenazaba a sus rivales con estas palabras: “Te aniquilaré”. Tienes que preguntar, ¿Quién habla así? Los psicópatas son probablemente la categoría principal, junto con los socialistas y comunistas.
Paul Johnson, el gran historiador británico, escribió un libro entretenido llamado Intelectuales. Sus temas son principalmente de la izquierda, nombres como Rousseau, Sartre, Brecht, etc. Ciertamente, son brillantes, pero tienden a ser egoístas y duros con los demás, en otras palabras, exactamente lo que deberíamos esperar que sean los socialistas. Están a cargo, y usted no, así es exactamente como debería organizarse el universo.
En 1920, cuando se consolidó la Revolución Rusa, el súper famoso Bertrand Russell fue a ese país para encontrarse con el súper famoso Vladimir Lenin. Bertrand Russell fue un comunista confirmado; No obstante, detectó algo peligroso en Lenin. El gobierno ruso estaba enfrentando a los campesinos comunes contra los kulaks, los campesinos más exitosos. Russell, en su libro sobre la reunión, notó un cruel cuadro “Lenin describió la división entre campesinos ricos y pobres, y la propaganda gubernamental entre los últimos contra los primeros, lo que llevó a actos de violencia que parecían encontrar divertidos”. Asegurarse de que los kulaks fueran expulsados, eso era “divertido” para Lenin. Hay que tener en cuenta que los kulaks eran los mejores agricultores. Una vez que estos fueron más escasos, Rusia tuvo que importar alimentos. Eso te muestra lo inteligente que era Lenin. Eso, y confiaba en Stalin, un ególatra aún más grande y despiadado que el mismo Lenin.
Ahora tenemos el notable espectáculo de Venezuela, uno de los países más ricos del mundo, reducido a la pobreza y el hambre por una junta de desmanes socialistas. Todo esto es un espectáculo público, como una cirugía plástica fallida en una estrella de cine. Los socialistas a cargo tienen todas las respuestas. Ellos saben lo que necesitas mejor que tú. Desafortunadamente, eso resulta ser todo resultado trágico y estúpido imaginable. ¿Cómo se atreve cualquier otro país a discutir el socialismo?
El Tao Te Ching (un compendio de la antigua sabiduría china) tiene muchos consejos astutos para los reyes aspirantes. Un gran imperio debe manejarse tan delicadamente como un chef maneja un pez pequeño.
El Tao Te Ching también dice: “Cuanto menos hace y dice un líder; cuanto más feliz es su gente; cuanto más se apunta y se jacta de un gobernante, más triste será su gente”. Bueno, lo que los dictadores socialistas saben cómo hacer es presumir y presumir. Mira a Mussolini; mira a Hitler; mira a Mao Estos son egos vastos y arrogantes.
Aquí hay otra visión taoísta. El gran emperador es modesto. Cuando un proyecto grande se termina con éxito, su gente piensa: Nosotros mismos lo hicimos. Hillary estaría segura de corregir ese error. No, deplorables, lo hice todo por mi cuenta.
Si se pregunta por qué algunos líderes prefieren un sistema de escuelas públicas ineficiente que parece tener la intención de adormecer el país, pregúntese qué tipo de ciudadanos tienen más probabilidades de soportar dictadores arrogantes. Probablemente eso sería ignorante, ciudadanos semi-alfabetizados.
Bruce Deitrick Price es autor de ocho libros, un artista y un poeta. También es uno de los principales escritores de Estados Unidos sobre reforma educativa. Fundó Improve-Education.org en 2005 y desde entonces ha publicado casi 400 artículos en Internet. Su especialidad es explicar las teorías y métodos disfuncionales que se encuentran en las escuelas públicas.
El 9 de enero de 1937 León Trotsky, político y revolucionario ruso, llega a México como refugiado, tras iniciar una lucha contra el régimen de Stalin.
En la tarde del 20 de agosto de 1940, Ramón Mercader, un joven español bajo contrato de la GPU, la policía política secreta de Joseph Stalin, aprovechó el momento. Bajo el alias del empresario canadiense “Frank Jacson”, se había infiltrado en la casa de Leon Trotsky en Coyoácan, un municipio de la Ciudad de México, varios meses antes. Cuando Trotsky se inclinó sobre su escritorio, Mercader lo golpeó brutalmente en el lado derecho de la cabeza con un pico, su mango se cortó para ocultarlo más fácilmente debajo de un impermeable. La herida infligida tenía tres pulgadas de profundidad. Al tambalearse, el viejo revolucionario encontró la fuerza para luchar contra el asesino. Trotsky impidió que Mercader infligiera otro golpe fatal y luchó por su vida hasta que llegaron sus guardaespaldas. Con Mercader golpeado hasta quedar inconsciente y la policía llamó, se desplomó en los brazos de su esposa, Natalia Sedova. Al día siguiente, Trotsky sucumbió a sus heridas, muerto a la edad de 60 años.
Ramón Mercader
Con su némesis asesinada y Mercader, el asesino, negando cualquier participación soviética (eventualmente cumpliría 20 años en una prisión mexicana), Stalin pudo sentir una profunda satisfacción. El individuo, que, más que cualquier otro, simbolizaba la oposición al estalinismo, había sido eliminado. El acto vil de Mercader cerró el largo y amargo conflicto entre los dos hombres. Desde la versión ficticia en Unforgiving Years, la excelente novela de Victor Serge, su único compañero, hasta la película de 1972, El asesinato de Trotsky, donde Richard Burton lo retrató, los detalles escabrosos de la muerte de Trotsky a menudo han llamado más la atención que su vida extraordinaria La lucha de Trotsky contra Stalin y el estalinismo, el tema de este artículo, fue una parte crucial de la última década de su vida.
León Davidovich Bronstein, nacido en el seno de una familia de agricultores judíos en Ucrania en 1879, Trotsky creció entre los movimientos revolucionarios que operan en la atmósfera ultra represiva del Imperio ruso. A la edad de dieciocho años, abrazó con entusiasmo el marxismo. El resto de su vida, se puede decir, sin exagerar, se basaba en un solo objetivo final: la revolución mundial de los trabajadores. Durante su temprana participación en la política socialista rusa, Trotsky se enfrentó con Vladimir Lenin sobre cómo debería organizarse un partido revolucionario (tales choques le servirían bien a Stalin cuando describiera a Trotsky como hostil a las ideas de Lenin). Durante la Revolución de 1905, después de la formación de los primeros soviets (consejos radicales que representan a las masas trabajadoras), Trotsky, que solo tenía veintiséis años en ese momento, se desempeñó brevemente como presidente del Soviet de San Petersburgo. Un largo período de exilio tras la represión del zar Nicolás II contra los radicales de izquierda terminó cuando regresó en mayo de 1917 a una Rusia en llamas con la revolución. Uniéndose a los bolcheviques unos meses después, Trotsky trabajó estrechamente con Lenin. Juntos, prepararon el derrocamiento del gobierno provisional gobernante que mantuvo al país en la desastrosa guerra mundial. De aquí en adelante, una multitud de personas pronunciaron sus nombres juntos: “Lenin y Trotsky”. Como miembro del Comité Revolucionario Militar Bolchevique, Trotsky jugó un papel decisivo en la insurrección en Petrogrado (anteriormente San Petersburgo), eventos que más tarde narraría en su Historia famosa de la revolución rusa. En marzo siguiente, negoció el tratado punitivo de Brest-Litovsk forzado a los bolcheviques por la Alemania imperial. En la Guerra Civil Rusa (1918-1921), organizó y llevó al Ejército Rojo a una impresionante victoria sobre las fuerzas contrarrevolucionarias.
Trotsky también fue testigo de los tremendos reveses de principios de la década de 1920 a las esperanzas revolucionarias. Bajo la Nueva Política Económica (NEP) puesta en marcha por Lenin en 1921, los bolcheviques tuvieron que concentrarse en la recuperación económica después de las severas medidas de la guerra. La clase obrera había sido devastada por tres años de guerra civil. Muchos trabajadores que sobrevivieron al conflicto se habían trasladado a puestos administrativos en el gobierno soviético o se habían trasladado al campo. Internacionalmente, la URSS estaba sola. La revolución proletaria que Trotsky había esperado que se extendiera y se apoderara de otros lugares había sido bloqueada. La izquierda radical sufrió terribles derrotas en 1919 en Alemania y Hungría. Hubo el “miedo rojo” en los Estados Unidos en el mismo período. Benito Mussolini, un ex socialista, adquirió el poder en Roma en 1922 y su dictadura fascista se convirtió en un enemigo feroz de los bolcheviques. Más derrotas pronto siguieron en Alemania, Estonia y Bulgaria en 1923-25.
Después de la muerte de Lenin en enero de 1924, surgió inmediatamente la pregunta sobre quién sería el próximo líder de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Trotsky fue una de las figuras más reconocibles asociadas con la Revolución de Octubre: admirada, odiada y emulada dentro y fuera de la URSS. Aunque la historia recuerda con razón a Joseph Stalin como el principal rival de Trotsky y luego como enemigo mortal, a principios de la década de 1920, Stalin pasó inadvertido para muchos observadores. Había sido una “sombra apenas perceptible”, como lo dijo Trotsky. Una de las historias clásicas de la Revolución bolchevique, Diez días que sacudieron el mundo, escrita por el radical estadounidense John Reed, apenas menciona a Stalin. Gregori Zinoviev y Lev Kamenev, no Stalin, emergieron como los principales oponentes de Trotsky inmediatamente después de la muerte de Lenin. Estos dos hombres, que habían estado con Lenin durante años, se sintieron amenazados por la popularidad de Trotsky y su historial militar. Sin embargo, ya se había cometido un error, fatídico para los tres. En 1922, Lenin, apreciando su talento organizativo, eligió a Stalin para el cargo de Secretario General del Partido Comunista. Esto le dio autoridad sobre la membresía del partido y los nombramientos. Stalin acumuló rápidamente un enorme poder e influencia en el partido durante los próximos años. Una vez que Lenin, quien en sus últimos meses, lamentó profundamente su elección de Stalin, ya no estaba en el cuadro, Stalin se puso del lado de Zinoviev y Kamenev en su oposición a Trotsky.
Como Trotsky reconoció más tarde, Stalin aprovechó la situación no solo para nombrar a su propia gente sino también para promover sus propias ideas sobre el futuro de la URSS. En 1924, introdujo la noción de “socialismo en un solo país”. Stalin sostuvo que solo en la Unión Soviética se podía construir una sociedad socialista, independientemente del contexto internacional. El concepto atrajo a muchos bolcheviques que enfrentan el aislamiento del único estado marxista del mundo. Stalin continuó para contrarrestar directamente esta idea al énfasis de Trotsky en la revolución mundial. Gracias a Stalin, el “trotskismo” pronto se convirtió en un término de oprobio para el elitismo, el faccionalismo y la falta de conexión con las masas de trabajadores y campesinos.
A mediados de la década de 1920, Trotsky respondió a estos desarrollos pidiendo una restauración de la democracia de los trabajadores dentro del Partido Comunista. Si bien había abogado por la centralización durante la Guerra Civil, lo había hecho por necesidad. Como líder de facto de lo que se conoció como la Oposición de Izquierda, Trotsky asaltó la creciente burocratización de la vida política, la retirada del antiguo ideal del internacionalismo revolucionario y la transformación del marxismo en “marxismo-leninismo”, un dogma que no debe cuestionado Reunió a muchos partidarios, como Karl Radek, Christian Rakovsky y Victor Serge. El apoyo adicional vino de cuartos inesperados. Después de que Stalin los sacó de sus posiciones de autoridad, Kamenev y Zinoviev se unieron a Trotsky en 1927. Esta Oposición Conjunta, nunca la alianza más robusta, no se mantuvo. Los jóvenes “activistas” rompieron violentamente las reuniones de oposición con métodos que recuerdan a los escuadrones fascistas de Mussolini. Stalin, ejerciendo su poder como un club, expulsó a Trotsky y sus seguidores del partido a fines de 1927. Proféticamente, Trotsky denunció a Stalin como el “sepulturero de la Revolución”. Enviado al “exilio interno” en Kazajstán durante un año, fue entonces Deportado a Turquía en febrero de 1929.
León Trotsky
En Prinkipo, un suburbio de Estambul, Trotsky escribió su autobiografía, Mi vida. En ese libro se encuentra esta notable descripción de Stalin, para entonces el único gobernante de la Unión Soviética.
Está dotado de practicidad, voluntad fuerte y persistencia en el cumplimiento de sus objetivos. Su horizonte político es restringido, su equipo teórico primitivo. Su trabajo de compilación, Los fundamentos del leninismo, en el que hizo un intento de rendir homenaje a las tradiciones teóricas del partido, está lleno de errores de sofocación. Su ignorancia de las lenguas extranjeras lo obliga a seguir de cerca la vida política de otros países. Su mente es obstinadamente empírica y carece de imaginación creativa. Para el grupo líder del partido (en los amplios círculos que no se conocía en absoluto) siempre parecía un hombre destinado a jugar el segundo y el tercer violín. Y el hecho de que hoy juegue primero no es tanto un resumen del hombre como lo es de este período de transición de reincidencia política en el país.
Este período no iba a ser tan “transicional” como creía Trotsky. Con sus oponentes eliminados, Stalin promulgó la colectivización de la agricultura y la industrialización dirigida por el estado, programas que una vez defendieron la Oposición de Izquierda, pero que ahora se implementan brutalmente con un asombroso número de vidas. Sin embargo, aún no estaba listo para implementar, para citar a Trotsky, la “liquidación física de los viejos revolucionarios, conocida por todo el mundo”. Stalin aguardaría su tiempo durante varios años. Y podría hacerlo mientras observa a su enemigo vivir la existencia de un refugiado.
Trotsky no dudó en calificar a la dictadura de Stalin de “totalitaria”, un concepto aún relativamente nuevo en el pensamiento político. Así, el estalinismo, el sistema contrarrevolucionario y la ideología que Stalin representaba, lo preocupaban. En esta forma de totalitarismo, una burocracia, una casta privilegiada, en la parte superior de la cual Stalin se encaramó como un monarca absoluto, la dominó sobre la clase obrera. Trotsky comparó la dominación estalinista con “Termidor”, el término usado para denotar el final de la fase radical de la Revolución Francesa y el cambio a la política reaccionaria. Hasta 1933, pensó, sin embargo, el sistema soviético podría reformarse trabajando a través de las estructuras del Partido Comunista. La Oposición de Izquierda podría desalojar a Stalin desde adentro sin desafiar directamente el poder estatal. Trotsky mantuvo esta posición hasta que Adolf Hitler se convirtió en canciller de Alemania en enero de 1933. Alemania era un país con una moderna sociedad urbana e industrial que durante mucho tiempo había considerado vital para las perspectivas del socialismo. Trotsky denunció el impacto de las políticas de Stalin en esta catástrofe. El liderazgo soviético había atado las manos del Partido Comunista Alemán y había obstaculizado un frente unido contra el Partido Nazi al interpretar a los socialistas moderados como la verdadera amenaza. Posteriormente, Hitler aplastó el poderoso movimiento de trabajadores alemanes sin apenas luchar. Este desastre forzó un cambio profundo en el pensamiento de Trotsky.
Después de que Hitler tomó el poder, Trotsky concluyó que la reforma del régimen de Stalin debía abandonarse. Superar a Stalin trabajando a través de los canales del Partido Comunista ya no era posible. Esta perspectiva mucho más radical culminó en su traición de la revolución de 1936. La revuelta proletaria tendría que derrocar a Stalin y la burocracia. Esta revolución, dejó claro Trotsky, se asemejaría a los trastornos europeos de 1830 y 1848 más que la Revolución de Octubre. Sería una revolución política, no social. La propiedad colectiva y el control de los medios de producción (por ejemplo, tierras, fábricas, minas, astilleros, yacimientos petrolíferos), ferrocarriles y bancos, así como la economía planificada, permanecerían. La designación de Trotsky de la URSS como un “estado de trabajadores degenerados” destacó su convicción de que Stalin había traicionado y degradado los aspectos originales y liberadores de la Revolución bolchevique. Aún así, mucho podría salvarse del daño hecho por el estalinismo.
La visión que Trotsky sostuvo de las instituciones políticas en una URSS liberada posterior a Stalin puede sorprender a algunos. Pidió elecciones libres, libertad de crítica y libertad de prensa. Si bien el Partido Comunista se beneficiaría más de esta atmósfera abierta, ya no tendría el monopolio del poder. Mientras los partidos políticos no intentaran restaurar el capitalismo, podrían operar, reclutar y competir por el poder. La caída de Stalin también significaría una nueva vida para los sindicatos. Trotsky imaginó una participación restaurada de los trabajadores en la política económica. La ciencia y las artes podrían florecer una vez más. El estado, ya no vinculado a las calamitosas políticas estalinistas, podría volver a satisfacer las necesidades de los trabajadores, como la vivienda. La estratificación cedería ante el objetivo revitalizado de la “igualdad socialista”. Los jóvenes, en quienes Trotsky puso tanta esperanza, “recibirán la oportunidad de respirar libremente, criticar, cometer errores y crecer”.
Estos pensamientos que Trotsky puso en el papel solo unos meses antes de ser obligado a moverse nuevamente. Durante ocho años, Trotsky atravesó lo que llamó un “planeta sin visa”, un planeta desgarrado por la peor crisis económica en la historia del capitalismo. Desde que Stalin lo expulsó a él ya Natalia de la URSS, los asediados revolucionarios habían encontrado un refugio temporal en Turquía, Francia y Noruega. Concedido refugio por el gobierno izquierdista de Cardénas de México, su llegada a Coyoácan en enero de 1937 fue recibida con burla y amenaza por el Partido Comunista pro-Stalin del país.
Stalin no solo cazaba a Trotsky, sino a cualquiera que estuviera cerca de él de un país a otro. En Barcelona, en junio de 1937, sus asesinos secuestraron al antiguo colaborador de Trotsky, Andrés Nin, líder del POUM (Partido de los Trabajadores de la Unidad Marxista), la organización de militantes que se hizo famosa por el Homenaje de George Orwell a Cataluña. Nin desapareció en un momento crítico de la lucha de los revolucionarios españoles contra Francisco Franco, que nunca volvería a ser visto. Trece meses después, en París, Rudolf Klement, que una vez había trabajado como secretario de Trotsky, se sentó a desayunar. Klement fue secuestrado, presumiblemente por agentes de la GPU. Lo agarraron y dejaron su comida en la mesa sin tocar. Unas semanas después de su desaparición, un cuerpo, sin su cabeza y sus piernas, apareció en el Sena. No era suficiente matar a Klement; se requería la decapitación y el desmembramiento para incitar al terror adicional.
Los agentes de Stalin también se infiltraron en el círculo alrededor del hijo de Trotsky, Leon Sedov. A pesar de una relación difícil con su padre, León trabajó incansablemente para él en París. Se comunicó con los opositores de izquierda que todavía se aferraban dentro de Rusia, editó el Boletín de la Oposición, el foro más importante para los análisis de Trotsky del mundo contemporáneo, y escribió un reportaje de los Ensayos del Show que se llevaban a cabo en la URSS. Mark Zborowski, nacido en Ucrania y conocido por los partidarios de Trotsky bajo el nombre falso “Étienne”, pronto se abrió camino en el círculo de Sedov. Zborowski se convirtió en el asistente personal de Sedov, ayudando con su correspondencia y, finalmente, a cargo de la publicación del Boletín. Gracias a “Étienne”, la GPU pudo contar con ver muchos de los artículos de esta última incluso antes de que aparecieran impresos. Y Zborowski les entregó información vital sobre la salud de Sedov. Cuando Sedov se registró en una clínica privada en París dirigida por emigrados rusos que se quejaban de una apendicitis, los soviéticos lo sabían. Murió allí en circunstancias misteriosas en febrero de 1938, cinco meses antes de que Klement desapareciera. A día de hoy, la causa de la muerte no se ha determinado de manera concluyente. En un conmovedor tributo a su hijo, Trotsky contó la terrible pena que él y Natalia sintieron. “Junto con nuestro hijo, murió todo lo que aún era joven dentro de nosotros”. Su otro hijo, Sergei Sedov, permaneció en Rusia después de la expulsión de sus padres y siempre mantuvo la política a raya. Eso no lo salvó. Desapareció y, se cree, recibió un disparo en octubre de 1937.
Esta matanza sistemática se superpuso con la monstruosidad de las Pruebas de espectáculos de Stalin. Estas abominables burlas de la justicia tenían sus raíces en el asesinato de Sergey Kirov, el jefe del partido de Stalin en Leningrado. Kirov fue asesinado a tiros en diciembre de 1934. Probablemente, el propio Stalin fue el responsable del asesinato. El asesinato le dio el pretexto para purgar sistemáticamente y públicamente al Partido Comunista. Como el aspecto más visible de las Purgas, las Pruebas del Show comenzaron con el Juicio de los Dieciséis en agosto de 1936. Los antiguos bolcheviques, como Zinoviev y Kamenev, fueron acusados de conspirar contra el gobierno soviético. Sorprendentemente, confesaron, confesaron haber aceptado las demandas de Trotsky para asesinar a Stalin y a varios de sus subordinados. Después de sus sentencias de muerte, se llevaron a cabo varios juicios sucesivos hasta 1938. La “liquidación física de los antiguos revolucionarios, conocida por todo el mundo”, estaba a la mano. Trotsky sabía que una combinación de tortura, amenazas a los miembros de la familia y promesas de libertad, si se daban confesiones, permitía que ocurrieran las parodias. Cuando leyó la infame frase pronunciada por el fiscal general de Stalin, Andrey Vyshinsky: “Exijo que estos perros enojados deberían ser fusilados, ¡todos ellos!”. Trotsky sabía que esto no era una amenaza ociosa.
Las palabras de Vyshinsky se convirtieron en una realidad asesina en la URSS a fines de los años treinta y cuarenta. La violencia barrió tanto a los partidarios como a los opositores de Stalin y el estalinismo. Radek y Rakovsky, ex aliados de Trotsky que más tarde se sometieron a Stalin, fueron asesinados. También fue Nikolai Bujarin, uno de los principales teóricos del bolchevismo, un crítico acérrimo de Trotsky y la Oposición de Izquierda, y un antiguo defensor de Stalin. Otros fueron asesinados en campos de trabajo, los infames Gulags o en las cárceles. Entre las miles de víctimas estuvieron el pensador económico marxista, Isaak Ilich Rubin, y el gran historiador de la izquierda y ex director del Instituto Marx-Engels, David Ryazanov. Isaac Babel, a quien Trotsky una vez llamó “el más talentoso de nuestros escritores más jóvenes”, confesó haber trabajado como espía y cerebro terrorista de Trotsky. La policía secreta lo condenó a muerte en enero de 1940. En este período, la Unión Soviética era quizás el lugar más peligroso del mundo para los marxistas de pensamiento independiente, algo sorprendente, dados los registros de los regímenes fascistas. Por sus contribuciones a la carnicería, Stalin recompensó a Genrikh Yagoda y Nikolai Yezhov, jefes de la GPU durante estos años, por haberlos fusilado.
De los ensayos de la demostración, cada vez más extravagantes cuentos sobre Trotsky fueron hilados. Las historias transmitidas por el acusado lo colocaron en el centro de una conspiración antisoviética mundial masiva. Volviendo a sus llamamientos a una revolución anti-Stalin contra él, Vyshinsky se enfrentó a Trotsky, el adversario empedernido del fascismo, como el maestro fascista, como el tirador de cuerdas y el maestro de títeres. Además de los vínculos con la Gestapo, los investigadores soviéticos afirmaron haber descubierto las conexiones de Trotsky con Mussolini, el gobierno del Japón imperial y las democracias capitalistas. Con reminiscencias de las teorías antisemitas nazis, el “trotskismo” se transformó en una verdadera aparición demoníaca durante los ensayos de la serie. Sin embargo, Trotsky se defendió vigorosamente.
Contrarrestando la forma en que los historiadores seleccionados de Stalin distorsionaron el pasado soviético, Trotsky ya había escrito la Escuela de Falsificación de Stalin. Sus seguidores, muchos de los cuales se referían a él con afecto, como el “Viejo”, fundaron la Cuarta Internacional fuera de París en septiembre de 1938. Su objetivo era proporcionar una alternativa revolucionaria a la Tercera o Comunista liderada por Moscú. Internacional (Comintern). Esta Cuarta Internacional reforzaría los partidos y sindicatos de clase obrera radicales y antiestalinistas de todo el mundo. Cuando se trató de repudiar los cargos absurdos planteados en el Show Trials, recibió una ayuda considerable. Frida Kahlo, con quien Trotsky tuvo un romance en 1937, y Diego Rivera fueron sus incansables defensores en la Ciudad de México. En los Estados Unidos, se formó un Comité para la Defensa de León Trotsky. Organizaciones similares se fundaron en otros lugares. El Comité estadounidense estableció una Comisión de investigación, presidida por John Dewey, el famoso filósofo pragmatista. Solo uno de los miembros, Alfred Rosmer, sindicalista y partidario de la Revolución de Octubre, podría ser descrito como un partidario de Trotsky. Viajando a la capital mexicana, la Comisión celebró trece sesiones en abril de 1937. Trotsky, hablando en su inglés bastante imperfecto, respondió a todas las acusaciones formuladas por los estalinistas. Causó una poderosa impresión en los presentes, incluido el liberal Dewey, que no admiraba su política. En septiembre de 1937, la Comisión emitió sus conclusiones, eliminando a Trotsky de todos los cargos.
Joseph Stalin
Los años siguientes fueron tiempos oscuros y terribles para Trotsky, Natalia y su círculo interno. Perder a dos hijos e innumerables compañeros y amigos con Stalin no le quebró el espíritu, pero las pérdidas arrojaron una sombra sobre todo lo que había hecho. Con los japoneses en China, Hitler mudándose a Austria y amenazando a Checoslovaquia, y Mussolini soñando con un Imperio Romano en el Mediterráneo, la perspectiva de una nueva guerra mundial pronto lo superó. Casi un año antes de que comenzara, Trotsky habló de una inminente Segunda Guerra Mundial como una “nueva masacre que está a punto de ahogar a todo nuestro planeta en sangre”.
Trotsky tenía buenas razones para pronunciar tales cosas. Y sabía que la respuesta de Stalin a la expansión alemana en Europa del Este sería crítica. Tras el Acuerdo de Munich de septiembre de 1938, Trotsky esperaba que el gobierno soviético buscara un acuerdo con Hitler. La purga de 1937-38 de Stalin del Ejército Rojo, incluidos algunos de sus comandantes más capaces, como Mikhail Tukhachevsky, había debilitado tan seriamente a la URSS que debía evitarse a toda costa una confrontación militar con la Alemania nazi. Sean cuales fueren los sentimientos antinazis emitidos por el Kremlin, pensó Trotsky, no valían el papel en el que estaban escritos. A raíz de los Show Trials, creía que una razón aún más importante haría que Stalin llegara a un acuerdo con Berlín: la supervivencia. El régimen de Stalin era demasiado despótico e impopular para capear la tormenta de la guerra total. Según Trotsky, un acuerdo con la Alemania nazi podría asegurar cierta estabilidad para la dictadura.
Cuando Vyacheslav Molotov, el ministro de Relaciones Exteriores soviético, y Joachim von Ribbentrop, su homólogo alemán, firmaron un Pacto de No Agresión entre las dos naciones el 23 de agosto de 1939, Trotsky apenas se sorprendió. A principios de ese año, había declarado que el nombre de Stalin sería un “sinónimo de los límites más extremos de la sencillez humana”. Esta declaración condenatoria recibió confirmación con el próximo movimiento de Stalin: dividir Polonia con Hitler.
La lucha de Trotsky contra Stalin entró en una nueva fase final con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, apenas una semana después. En un flujo constante de artículos y entrevistas, condenó el papel de la Unión Soviética, un estado que, al menos en su retórica, se había puesto del lado de los colonizados contra el imperialismo. La traición de los principios del Octubre Rojo había alcanzado un nuevo nivel de traición. Quizás Stalin, supuso Trotsky, ahora parecía contento con la división de Europa del Este con los fascistas alemanes. Cualesquiera que fueran los motivos, llamó al “intendente” de Stalin Hitler, un lacayo que reaccionó ante los movimientos de su socio principal.
El ataque soviético a Finlandia en noviembre de 1939, el comienzo de la Guerra de Invierno, le hizo preguntarse hasta qué punto Stalin estaba dispuesto a llegar para crear una esfera de interés para él. Mientras condenaba de nuevo la agresión soviética, Trotsky, al mismo tiempo, despreciaba al mariscal Mannerheim, el líder finlandés de derecha reuniendo a su gente. Sin embargo, Trotsky, fiel a su marxismo, esperaba que la “sovietización” en Polonia y Finlandia pudiera liberar a los trabajadores y campesinos de ambos países del dominio de los capitalistas y los terratenientes. Sin embargo, se dio cuenta de que el socialismo, en última instancia, no podía construirse sobre las puntas de las bayonetas del Ejército Rojo.
Este fue un gran dilema para Trotsky. ¿Cómo podría uno apoyar la revolución social en áreas bajo el control soviético sin dar ningún fundamento a su anti-estalinismo? Un problema aún mayor se planteó. ¿Y si Hitler repudió el pacto y atacó a la URSS? Trotsky no tenía dudas de que Hitler lo haría tan pronto como fuera posible. Su respuesta fue absolutamente inequívoca. Los socialistas y los trabajadores de todas partes deben unirse a la defensa de la Unión Soviética. Los logros de la revolución bolchevique debían ser defendidos.
Esta posición, que alienó a muchos de sus seguidores, coexistió con otra afirmación: la nueva guerra mundial significaría el fin del régimen de Stalin. Trotsky predijo que los trabajadores y campesinos de la URSS, revitalizadas sus energías revolucionarias, pondrían fin a la burocracia estalinista. La revolución que describió en La revolución traicionada formaría parte de una gigantesca ola de revolucionarios que envolvió a las potencias del Eje y las democracias capitalistas. Al igual que Stalin, Hitler y Mussolini se encontrarían con la severa justicia del proletariado. Trotsky argumentó que el capitalismo, golpeado durante una década por el desempleo masivo, las cuotas de inmigración, las guerras arancelarias y la restricción del comercio, también había entrado en su “agonía de muerte”. De manera desafiante, anunció, “¡de las prisiones capitalistas y de los campos de concentración vendrán la mayoría de los líderes de la Europa y del mundo del futuro!” Un resultado que Trotsky imaginó como resultado de esta revolución mundial sería un Estados Unidos socialista de Europa. Este último, a su vez, formaría parte de una Federación Mundial de Repúblicas Socialistas. Esto hubiera significado la mayor revolución geopolítica en la historia de la humanidad con el socialismo convirtiéndose en una verdadera forma de sociedad global.
Trotsky mantuvo esta perspectiva radical incluso cuando Stalin firmó un acuerdo comercial con Hitler en febrero de 1940, luego se apoderó de Bessarabia y Bukovina de Rumania, y se anexionó Lituania, Letonia y Estonia. Se aferró a él mientras su propia salud se deterioraba y, como había temido durante mucho tiempo, los asesinos de Stalin se acercaron a él. A fines de febrero, Trotsky escribió un testamento final, temiendo que la muerte estuviera cerca. “La vida es bella”, dijo. “Que las generaciones futuras lo limpien de todo mal, opresión y violencia, y que lo disfruten al máximo”. Tres meses después, el mal radical apareció muy vivo y en movimiento.
El 1 de mayo, durante un día asociado con la izquierda y la militancia obrera, 20,000 comunistas mexicanos marcharon en la capital y gritaron: “¡Fuera Trotsky!” Trotsky y Natalia ya habían asumido que sus vidas estaban en peligro. Con sus cables electrificados, alarmas y puertas forzadas, su casa en Coyoácan parecía más una fortaleza que un hogar. Cuando Trotsky intentó desde lejos seguir el ritmo de la invasión de Francia y los Países Bajos por parte de Hitler, lanzado el 10 de mayo, tomó forma un complot para matarlo. Fue dirigido por el pintor David Alfaro Siqueiros, que fue amigo de Rivera, pero que ahora es un estalinista convencido. La noche del 23 de mayo, los hombres de Siqueiros irrumpieron en la casa y dispararon más de 200 disparos. Milagrosamente, Trotsky y Natalia sobrevivieron. También lo hizo su nieto, Esteban Volkov, que había estado viviendo con ellos.
Trotsky proclamó desafiante: “en los anales de la historia, el nombre de Stalin se registrará para siempre con la infame marca de Caín”. Cuando falló el intento de mayo, la GPU decidió ir con Mercader. En agosto, después de retrasos y errores, cumplió su misión mortal. Entre los papeles al lado de donde Trotsky luchó contra su asesino había un manuscrito largo e inacabado, una biografía de Stalin que escribió para exponer a su enemigo. La sangre derramada en el estudio confirmó lo que estaba grabado con tinta en las páginas del libro. De hecho, con el asesinato de Trotsky, Stalin demostró su talento más aterrador. Era un verdugo cuyo lazo podía atravesar los océanos.
En retrospectiva, es sorprendente lo confiados que estaban Trotsky y sus partidarios como Victor Serge, Isaac Deutscher y James Cannon en una próxima revolución proletaria que arrasaría con el régimen de Stalin. La expectativa de Trotsky de que la Segunda Guerra Mundial llevaría al derrocamiento de Stalin y al restablecimiento de un verdadero estado de los trabajadores en los EE.UU. nunca se materializó, por supuesto. De hecho, la victoria del Ejército Rojo durante la “Gran Guerra Patriótica” contra los estados del Eje solo solidificó el gobierno de Stalin. Para muchos, el marxismo se definió irrevocablemente y se identificó con el estalinismo. Sin embargo, la victoria no significó, en este caso, la validez del sistema moldeado por Stalin. Las críticas de Trotsky a la persona de Stalin y al estalinismo, el fenómeno, nos lo recuerdan.
Fuentes: The Revolution Betrayed por Leon Trotsky . The great Terror por Robert Conquest. The Case of Leon Trotsky por John Dewey . Su Trotsky y el Nuestro por John Barnes . The Stalin Cult por John Plamper .
En su obra “Sus morales y las nuestras”, el revolucionario comunista León Trotsky explicó por qué el asesinato en ciertas circunstancias está justificado.
Gran parte de esto es atribuible al surgimiento del emotivismo, una filosofía que afirma que todos los juicios evaluativos (incluso este) son poco más que expresiones de preferencia o sentimiento, particularmente con respecto a los juicios morales.
Sin embargo, incluso si esta es una filosofía que muchas personas hoy en día adoptan en principio, es una que rechazan en la práctica, ha observado el filósofo Alasdair Macintyre. Por ejemplo, pocas personas aceptarían la proposición de que la afirmación “homicidio es incorrecto” es simplemente una preferencia. La mayoría aceptaría esto como un hecho moral, incluso si no pudieran explicar precisamente por qué.
La idea de un asesinato justificado ha intrigado a las mentes grandes y tortuosas por generaciones. El asesinato como un bien utilitario es la pieza central de la trama de la obra maestra Crime and Punishment (Crimen y Castigo) de Dostoyevsky, por ejemplo, una de las más grandes obras literarias psicológicas jamás escritas.
La decisión de Raskolnikov de asesinar a un prestamista anciano es el resultado de su opinión de que los hombres excepcionales no están obligados por las mismas convenciones morales que los hombres comunes. Esta es una filosofía moral que Dostoievski rechaza, pero sus pensamientos sobre las justificaciones utilitarias del asesinato (que podría ser un acto moral si condujera a un bien mayor) eran bastante precavidos.
Poco más de medio siglo después, en su obra “Sus morales y las nuestras”, el revolucionario comunista León Trotsky, un asesino de masas, explicó por qué el asesinato en ciertas circunstancias estaba bastante justificado, incluso racional.
“Un medio solo puede ser justificado por su fin. Pero el final, a su vez, necesita ser justificado “, escribió Trotsky. “Desde el punto de vista marxista, que expresa los intereses históricos del proletariado, el fin se justifica si lleva a aumentar el poder del hombre sobre la naturaleza y la abolición del poder del hombre sobre el hombre”.
Principalmente e irreconciliablemente, la moralidad revolucionaria rechaza el servilismo en relación con la burguesía y la arrogancia en relación con los trabajadores, es decir, aquellas características en las que los pedantes y moralistas pequeño-burgueses están completamente empapados.
Estos criterios, por supuesto, no dan una respuesta rápida a la pregunta sobre qué es permisible y qué no está permitido en cada caso por separado. No puede haber tales respuestas automáticas. Los problemas de la moralidad revolucionaria se fusionan con los problemas de la estrategia y la táctica revolucionarias.
Bajo tal filosofía, tenía sentido que Trotsky ordenara la muerte de los hijos del zar Nicolás II, Olga Nikolaevna, Tatiana Nikolaevna, Maria Nikolaevna, Anastasia Nikolaevna, Tsarevich Alexei Nikolaevich, y así lo hizo.
“Había sido correcto (como dice Trotsky en otra parte) matar a los hijos del zar, porque estaba justificado políticamente”, escribió el historiador y filósofo polaco Leszek Kołakowski en su libro Principales Corrientes del Marxismo.
Trotsky, por supuesto, perdió el favor de Stalin (un fenómeno que no es raro en estos gobiernos comunistas). Como resultado, los dos hijos de Trotsky fueron asesinados durante las purgas de Stalin, una atrocidad que Trotsky condenó.
“¿Por qué, entonces, estaba mal que Stalin asesinara a los hijos de Trotsky?”, Preguntó Kolakowski. “Porque Stalin no representó al proletariado”.
Los asesinatos de Trotsky fueron justificados porque él estaba realmente del lado del proletariado, mientras que Stalin era un simple pretendiente. Justificación, excusa… casi sinónimos.
Una filosofía moral como esta habría parecido enojada para la mayoría de las personas a lo largo de la historia humana, como lo es para muchos en la actualidad, pero es el producto de varias líneas de la filosofía moderna que impregna nuestra cultura: el emotivismo, el relativismo moral y el utilitarismo.
La lección es tener mucho cuidado con aquellos que justificarían sus medios únicamente por los fines que logran.
Fuente: The Extractor . Polls-News . The Intellectual . Crime and Punishment de Fiodr Dostyevsky .
¿Por qué nadie pudo sacar a Stalin del poder?
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Por Delia Crespo.
Stalin era un líder extremadamente severo, pero gobernaba con gran temor al pueblo. Era como vivir en una pesadilla: puedes creer incluso a la persona más cercana, incluso a tu familia.
Imagínate a tus amigos o incluso a tu mamá y papá diciéndole a la policía cosas desagradables sobre ti, que probablemente sean declaraciones falsas. La vida para alguien bajo Stalin era vivir la misma pesadilla porque todos espiaban a los demás en caso de que la persona equivocada también se metiera en problemas.
La gente tenía miedo de meterse en problemas, así que hacían cualquier cosa para sentirse seguros. Incluso cuando mentían y denunciaban a otras personas, lo cual no es correcto, ya que esa persona no estaba haciendo nada malo. Era como si fuera un juego en el que uno solo podía ganar si era malo y astuto.
Lo más aterrador es que la gente tiene tanto miedo, incluso de sus propios pensamientos, que nunca imagina una vida mejor, ya que no consideraban la existencia de alguien que los escuchara.
Stalin era más que un simple matón, era una criatura horrible. Hirió a millones de personas y los dejó sintiéndose miserables y solos. Les arrebató la esperanza y les hizo creer que el miedo y la traición les ayudarían a sobrevivir.
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Noviembre 13, 2024
MEGA CAUSA ZONA 5, CONDENAS, AUTOADULACIÓN, Y DELIRIO JURÍDICO (Con videos)
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Por David Sánchez.
En las últimas sesiones de la Mega Causa Zona 5, por los mal llamados juicios de Lesa Humanidad, los fiscales solicitaron prisión perpetua y condenas de 25 años para “todosh y todash”, como diría el fallecido presidente tuerto Néstor Kirchner, que amenazó a los militares diciéndoles “no les tengo miedo”, cuando en realidad le tendría que haber tenido miedo a la muerte que se lo llevó al infierno.
Son 36 imputados y en un extremo encontramos un Coronel que era Oficial de Operaciones del Vto. Cuerpo de Ejército y en el fondo del tarro, un cabo 1ro que operaba una Central Telefónica. Pero todos recibieron un pedido de condena por parte de los fiscales, de perpetuas y 25 años de prisión. ¿Es lógico? Por supuesto que no, cualquier abogado diría que no hay sensatez, congruencia, ni razonabilidad. De la sana crítica racional, “olvídate”. Proponer algo así en la facultad de derecho, significaría una reprobación segura y el consejo del profesor emulando al Juez Claudio Bonadío, “mejor comprate un kiosquito y vendé chupetones”.
Pero hay una razón que permite entender estos repetidos pedidos de condena, los fiscales no actúan como abogados, son fanáticos odiadores ideologizados y negacionistas, que al igual que los nazis en la época de Hitler, pretenden condenar a cualquier costo, como lo hicieron los famosos abogados nazis al estilo Ronald Freisler. Solo les faltaba cubrirse con la túnica color sangre escarlata. Reconozcamos eso sí, que fueron un poco más educados que Freisler y no insultaron a las víctimas uniformadas con palabras soeces, pero si lo hicieron imputándolos falsamente, de perpetrar delitos que ellos saben que no cometieron, con el solo propósito de humillar, igual que Freisler. Quiera el destino que sus vidas no terminen trágicamente, como la del detestado juez nazi.
En paralelo, la “querellanta” Fernández Avello, desplegó un discurso de barricada, cargado de odio, resentimiento y feminismo, bien propio al que podría ser publicado en un tabloide de la Villa 31 del Barrio de Retiro, para que lo lea la masa sudorosa que se dedica a vender baratijas. Al mejor estilo del terrorista Rodolfo Walsh, admirado por el iracundo Palazzani, con una mezcla de odio Bonaficista – Carlotista, Avello expuso su resentimiento hacia todo el mundo uniformado, mientras el policía del tribunal la miraba con cara de odio. Bien radicalizada que es esta señora mayor. Obviamente pasada de moda, no tiene capacidad para percibir que la izquierda fracasó en todo el mundo, al punto que en la Rusia de hoy, donde Stalin tenía las oficinas del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, hoy hay un shopping al mejor estilo del Corte Inglés.
Pero la querellanta Fernández Avello quedó congelada en el tiempo, no percibe la realidad y la consume el odio negacionista-fundamentalista y adula a sus cómplices setentistas defensores de terroristas subversivos y descendientes, para lograr “reparaciones” dinerarias con las que pesa a ser zurda, se beneficiará económicamente cobrando con mano derecha, aún a costa de la violación de todos los códigos y leyes vigentes en Argentina, como pidió el Fiscal General Miguel Angel Palazzani en un video público.
Para finalizar las jornadas, la señorita Junquera, socia de Avello, ausente durante todo el juicio, se identificó porque ni el presidente Sebastián la conocía. Con voz de niña y lenguaje trabado, desplegó un discurso incomprensible donde mezcló todo con todo, se supone que es abogada y debe conocer lo mínimo de los principios de legalidad e irretroactividad de la ley penal o el artículo 18 de la Constitución Nacional. SIN EMBARGO Y CON UN ALTO GRADO DE INCOHERENCIA, PIDIÓ APLICAR EL TRATADO DE ROMA QUE ENTRÓ EN VIGENCIA EN EL AÑO 2002, Y LA CONVENCIÓN DE IMPRESCRIPTIBILIDAD DE CRÍMENES DE GUERRA Y LESA HUMANIDAD, QUE SE INCORPORÓ AL ORDEN NORMATIVO DE ARGENTINA EN 2003, PIDIENDO QUE SE APLIQUEN RETROACTIVAMENTE MEDIO SIGLO PARA ATRÁS. Otra locura. Pero habla de leyes internacionales no vigentes en la década del 70. Esta querellanta, ¿se habrá quedado dormida en las clases de derecho penal? ¿Sabrá Junquera que el Artículo 11 del Tratado de Roma, expresa que su aplicación no es retroactiva? ¿O será que le interesa pedir pagos retroactivos para estos juicios por las leyes de reparación?
Menos mal que la Junquera tiene pocas luces, porque con su estructura de pensamiento aquilatada, probablemente se le ocurriría pedir juzgar al General Juan Galo de Lavalle por el fusilamiento del Coronel Manuel Dorrego, o al Abogado Juan José Castelli por ordenar el fusilamiento del General Santiago de Liniers.
Mientras tanto, los jueces miran. Se cuidan de no hacer gestos, aunque no siempre pueden. Pero todos los presentes se dan cuenta del fracaso estrepitoso de los fiscales en su intento de probar, el cual desean rellenar con un “miente, miente, miente, siempre algo queda”.
ASÍ ESTAMOS, FISCALES Y QUERELLANTAS SETENTISTAS, CON UN DISCURSO, QUE SOBREVIVE POR CRIOPRESERVACIÓN MENTAL, PERO QUE PARA LA REALIDAD SOCIAL, NO EXISTE. LOS ARGENTINOS ESTÁN “HARTOS” DE SOSTENER A ESTOS SUJETOS, QUE COBRAN SUELDOS MILLONARIOS QUE PAGAN LOS CONTRIBUYENTES.
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Octubre 12, 2024
Orden 270
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Por Heather MacDonnell.
Hace 83 años, el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Joseph Stalin, emitió la Orden Nº 270, que ordenaba ejecutar a todos los desertores y arrestar a sus familiares.
Esta orden establecía sanciones por incumplimiento del deber y deserción (ejecución y encarcelamiento de las familias de los desertores), ordenaba a los soldados no rendirse y establecía severas sanciones por cualquier acto perjudicial para el esfuerzo bélico soviético.
Esta extensa orden es algo inusual, ya que da ejemplos detallados de comportamiento “heroico”, que incluyen la huida del teniente general Ivan Boldin del cerco mientras era comandante adjunto del Frente Occidental (el comandante del Frente Occidental, el general del ejército Dmitry Pavlov, fue fusilado por orden de Stalin por incumplimiento del deber). También da ejemplos de “cobardía”, que incluyen la rendición del comandante del 28º Ejército, el teniente general Katchalov.
La orden es bastante clara: no se rindan a menos que se lo ordenemos. Aunque está firmada por todos los miembros del Comité Estatal de Defensa, refleja claramente las opiniones del propio Stalin sobre cómo debían comportarse las tropas.
Las preocupaciones planteadas en la Orden Nº 270 nunca desaparecieron y, de hecho, siguieron siendo la obsesión de Stalin durante toda la guerra. Stalin volvió a esta cuestión básica de “mantener a los hombres en sus armas” repetidamente durante toda la guerra, en particular durante el amargo verano de 1942, pero nada funcionó nunca a su entera satisfacción.
Con respecto a la Orden Nº 270, se oye decir al camarada Stalin: “No hay prisioneros de guerra soviéticos, sólo traidores”.
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Agosto 20, 2024
El Verdugo de Stalin
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Por Cyd Ollack.
Estuvo activo desde mediados de la década de 1920 hasta la muerte de Stalin. Son 30 años de ejecuciones. Es más conocido por su papel en la masacre de Katyn, donde mató él solo a unas 7.000 personas.
La planificación y ejecución de este proceso, así como los horripilantes detalles que lo rodean, lo hacen no menos horroroso que las peores historias de los campos de concentración nazis.
Las ejecuciones se llevaron a cabo durante 28 noches consecutivas en la cámara de ejecución especialmente construida en la sede de la NKVD en Kalinin. Vasily Mikhailovich Blokhin inicialmente pretendía una cuota de 300 ejecuciones por noche y creó un sistema eficiente. Los prisioneros eran conducidos individualmente a una pequeña antecámara, conocida como la “sala leninista”, para una rápida identificación. Luego eran esposados y llevados a la sala de ejecución de al lado.
Esta habitación estaba diseñada con paredes acolchadas para insonorizar, un piso de hormigón inclinado con un desagüe y una manguera, y una pared de troncos para que los prisioneros se apoyaran. Blokhin esperaba detrás de la puerta con su equipo de verdugo: un delantal de cuero de carnicero, un sombrero de cuero y guantes de cuero hasta los hombros. Sin audiencia ni formalidad alguna, cada prisionero era llevado y sujetado por guardias mientras Blokhin le disparaba una vez en la base del cráneo con una pistola alemana Walther Modelo 2 .25 ACP. Blokhin y su equipo trabajaban incansablemente durante 10 horas cada noche, y Blokhin ejecutaba una media de un prisionero cada tres minutos. Al final de la noche, proporcionaba vodka a todos sus hombres.
Además, supervisó directamente la ejecución de muchas más personas a lo largo de su prolífica, aunque no pro-vida, carrera. Como verdugo de alto rango, Blokhin tenía el título oficial de comandante de la prisión interna de la Lubyanka. Esto le permitió hacer su verdadero trabajo con poco escrutinio y sin papeleo oficial. Si bien muchas de las aproximadamente 828.000 ejecuciones de la NKVD durante la época de Stalin fueron llevadas a cabo por chequistas locales, las ejecuciones en masa fueron supervisadas por verdugos especializados como Vasily Blokhin.
Es posible que otros individuos hayan matado indirectamente a más personas, como Genghis Khan, o hayan matado a muchas sin hacerlo con sus propias manos, como Paul Tibbets. Pero cuando una persona puede cobrarse al menos 7.000 bajas, dudo que alguien más pueda competir en esta dura contienda.
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Agosto 14, 2024
EL ENANO SANGRIENTO
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Por Delia Crespo.
Nikolay Ivanovich Yezhov nació en 1895, San Petersburgo, Rusia y murió a principios de febrero de 1940. Fue un funcionario del Partido Comunista Ruso que, siendo jefe de la policía de seguridad soviética (NKVD) de 1936 a 1938, administró la etapa más severa de la grandes purgas, conocidas como Yezhovshchina (o Ezhovshchina).
No se sabe nada de sus primeros años de vida (lo apodaron el “Enano” porque medía sólo cinco pies [1,5 metros] de altura y era cojo). Se unió al Partido Comunista en marzo de 1917, fue comisario político en el Ejército Rojo durante la Guerra Civil y posteriormente ascendió a varios puestos políticos, convirtiéndose en funcionario del Comité Central del partido en Moscú en 1927 y uno de los favoritos de Joseph Stalin.
El 29 de abril de 1933, fue nombrado miembro de una Comisión de Purga central recién creada, que llevó a cabo una purga incruenta que expulsó a más de un millón de miembros del partido. En enero de 1934, en el XVII Congreso del partido, se convirtió en miembro de pleno derecho del Comité Central y luego, en febrero, sucedió a Lazar Moiseyevich Kaganovich en el puesto clave de presidente de la Comisión de Control del partido. En octubre de 1937 se convirtió en candidato a miembro del Politburó.
Nikolay Yezhov nunca dormía en casa. ¿Qué hacía por las noches el jefe de la policía política de Stalin, apodado “el enano sangriento” por sus amigos? Era un misterio. Cuando Molotov y Khrushev expresaron su preocupación a este respecto, Stalin soltó una carcajada y los calificó de mojigatos. Una noche, Stalin estaba durmiendo en su dacha en Kuntsevo cuando de repente se despertó y encontró a Yezhov desnudo junto a él acariciando el bigote de Stalin. Stalin se arrojó de la cama y se golpeó la cabeza con el orinal. Cuando logró levantarse, Yezhov había desaparecido, pero la ventana estaba abierta de par en par. Stalin inmediatamente emitió órdenes para arrestar a Yezhov como enemigo del pueblo y de las buenas costumbres.
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Julio 20, 2024
¿El humor de Stalin…?
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Por Heather MacDonnell.
Aparentemente tenía un sentido de autoironía, y a menudo se burlaba del culto a la personalidad que lo rodeaba:
En 1937 el terror de Stalin estaba en su punto más alto; El Ministro del Interior, Nikolay Yezhov, arrestó a cualquiera cuya mirada Stalin considerara sospechosa. Stalin diría: “¿Por qué tienes esa expresión tan nerviosa?” o “¿Por qué no me miras a los ojos?” Un rato después, esa persona desaparecería. Por lo general, los torturaban y luego los fusilaban. El mariscal Blyukher, el mariscal Tujachevski y muchos otros generales y ministros del gobierno que rodeaban a Stalin perecieron de esta manera.
Un día de 1937 le sucedió a Budennyy. “Parece que ya no te agrado, Semen Mikhaylovich”, le dijo Stalin con su lento y amenazador acento georgiano.
“¿De qué estás hablando?” Budenny respondió. “Te seguiría al fuego o al agua. Simplemente da la orden”.
“¿Por qué nunca me has dado una de tus fotografías?”
“¡Oh, pero lo quería desde hace mucho tiempo, Iósif (Joseph) Vissarionovich! Estaba pensando en ello”, dijo nervioso el héroe de la caballería. Corrió a su oficina y sacó una de sus fotografías.
“¿Podrías firmarlo por mí?” preguntó Stalin. Budennyy se sentó, mojó la pluma en el tintero y luego se quedó paralizado de indecisión. Le resultaba más fácil cortar una hilera de cabezas con un sable que escribir algunas palabras.
Tenía miedo de escribir “Querido Stalin”, porque podría resultarle demasiado familiar, y tenía miedo de escribir “Al más respetado Stalin”, porque podría parecer demasiado frío. Budennyy podía sentir cómo se le caían las patillas del bigote. Mientras tanto, Stalin paseaba detrás de la silla fumando su pipa, saboreando la indecisión de Budenny.
“Bueno, ¿no se te ocurre nada que escribir?”
“Parece que no puedo, Iósif Vissarionovich”.
“Entonces déjame dictar. Escribe: ‘Al gran genio…’ . .’ ¿Has escrito tanto? . . . luego continúa: ‘quién creó la Primera Caballería’. . . ¿Has escrito eso? . . . luego continúe: “A Iosif Vissarionovich Stalin de parte de Semen Mikhaylovich Budennyy”. Bueno, ahora que has escrito eso, veo que me amas. Por eso quiero regalarles mi foto”.
Sonrió burlonamente, puso la fotografía de Budennyy sobre su escritorio y sacó la suya. Tomó su bolígrafo y escribió:
“Al verdadero creador de la Primera Caballería, S. M. Budennyy, de I. V. Stalin. 1937”
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Julio 18, 2024
El tribunal estalinista
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Por Candace Herrera.
El 28 de mayo de 1938, el régimen talmúdico bolchevique de Joseph Stalin condenó a muerte al artista Vladimir Timiryov, de 23 años.
Nunca se le presentaron cargos y no tuvo oportunidad de defenderse ante los tribunales (si es que a los Sanedrines soviéticos se les puede llamar “tribunales legales”).
Los historiadores consideran que sus delitos eran “hereditarios”. Le encantaba pintar la naturaleza, los barcos, el agua, el mar y también dibujaba ilustraciones para algunos de los libros más conocidos de Jack London (White Fang, The Call of the Wild, Hearts of Three, todos ellos maravillosamente traducidos al ruso, a pesar de la censura soviética degenerada).
Ninguna de sus “pinturas” era de naturaleza anticomunista o política. Sin embargo, no era sólo un joven sencillo y talentoso, era hijo del almirante imperial ruso Sergius Timiryov e hijastro (después de que sus padres se divorciaran en 1918) del almirante Kolchak, el gobernante supremo de Rusia. Su madre era una poeta rusa y esencialmente tenía relaciones con los dos almirantes del Ejército Blanco, quienes lucharon en el Ejército Blanco contra los bolcheviques talmúdicos y defendieron a los cristianos ortodoxos de la persecución.
El hecho mismo de que este talentoso ruso fuera descendiente de los héroes antibolcheviques del Ejército Blanco lo convirtió en un “objetivo por necesidad”. Y así fue asesinado sin piedad por el régimen demoníaco, tres años antes de la invasión de Rusia por parte del Tercer Reich.
Vladimir Timiryov bien puede ser un portador de la pasión cristiana ortodoxa o un nuevo mártir, dado que era completamente inocente cuando fue ejecutado por el régimen estanilsta.
Es una personificación y un ejemplo individual del genocidio del pueblo ruso que tuvo lugar en el siglo XX.
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Mayo 13, 2024
24 DE MARZO DE 1976, LA PARTE QUE NO TE CUENTAN
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Por Mauricio Ortín.
La ignorancia, o miedo, a decir la verdad por parte de periodistas y políticos, es representativo de la decadencia moral en que está sumida la sociedad argentina desde la recuperación de la democracia en 1983. En un tema tan trillado como el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, no hay lugar para la ingenuidad. Información sobre el hecho hay para hacer dulce. Por ejemplo, es absolutamente falso que la represión a los subversivos comenzó ese día. La trampa justamente consiste en asociar al gobierno militar con los crímenes de lesa humanidad y al gobierno peronista con la ausencia de represión. Fue Perón el que creó la Triple A y también el que, públicamente, dijo que los iba a exterminar. Fue Perón el que le dio carta blanca y puso al frente de la Policía Federal (jefe de la represión del gobierno militar de Lanusse) Comisario Villar. Fue su viuda y presidente, la que ordenó a las Fuerzas Armadas “aniquilar” la subversión.
El 24 de marzo de 1976, hubo un cambio de gobierno, pero no en la política represiva. El golpe de Estado es una interrupción en la vida institucional y debe ser condenado. Ahora bien, si a los militares le cargan el estigma de “genocidas,” justo es que también se lo endilguen a los peronistas. Desde el estado, el peronismo asesinó a un gobernador y a un vice gobernador, Miguel Ragone y Atilio López, respectivamente. También, secuestró y desapareció el 17 de junio de 1975 a Alejandro Almeida (integrante de la banda terrorista ERP-22 de Agosto). Sin embargo, su madre, Tati Almeida, no denuncia al partido político que mató a su hijo, sino al gobierno que tomó el poder nueve meses después.
En los medios se repite hasta el cansancio de que fue la dictadura más sangrienta de nuestra historia, pero se omite impúdicamente de que fue precedida por la democracia más sangrienta de nuestra historia. Tampoco se dice que los que abrieron las puertas del infierno son aquellos a los que, en las escuelas y en los medios de comunicación, se los presenta como perseguidos por defender la democracia. Con contadas excepciones, todo el arco político, la prensa, la iglesia, los sindicatos, los empresarios y la ciudadanía en general apoyó el golpe de Estado. Ello, por supuesto, no lo justifica; mas, dice mucho de ese momento histórico. Por cierto, un detalle no menor es que el “genocida” Antonio Bussi ganó, en 1995, las elecciones a gobernador en Tucumán. Increíblemente, ese pueblo, al que “aterrorizó” como gobernador de facto, lo votó masivamente.
El Dr. Alfonsín, hombre honrado y demócrata cabal, no es el “padre de la democracia.” Ni él, ni la CGT, ni los justicialistas expulsaron a los militares del poder; Estos últimos lo entregaron mansamente a los políticos. Si, esos “genocidas inhumanos siervos del imperialismo,” sin que medie presión alguna, apagaron la luz, entregaron las llaves y se fueron. Si hubieran querido, se habrían quedado la misma cantidad de tiempo que los “angelitos” Fidel Castro, Joseph Stalin o Mao Tsé Tung (entre los tres se cargaron a 100 millones de “enemigos del pueblo”).
El 24 de marzo se recuerda como el día de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Así nos va…
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Marzo 25, 2024
Stalin, ¿Intelectualidad o inteligencia?
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Por Heather MacDonell.
Si Josef Stalin era un campesino tosco, intelectualmente inferior a Leon Trotsky y otros grandes comunistas, ¿por qué los escritores famosos del siglo XX lo elogiaron por su inteligencia y conocimiento?
Si bien es cierto que Joseph Stalin tuvo orígenes humildes como campesino, la noción de que era intelectualmente inferior a sus contemporáneos comunistas, incluido León Trotsky, es un tema de debate entre los historiadores. De hecho, varios escritores famosos del siglo XX, como Henri Barbusse, George Bernard Shaw, H.G. Wells, Romain Rolland y Lion Feuchtwanger, elogiaron a Stalin por su inteligencia. Entonces, ¿por qué estos renombrados intelectuales mantenían tales puntos de vista?
En primer lugar, es fundamental comprender que la inteligencia es un rasgo multifacético que abarca varios aspectos. Si bien Trotsky pudo haber sido conocido por su destreza teórica y su elocuencia, Stalin mostró un tipo diferente de inteligencia, una que se centró en la practicidad, la estrategia y las maniobras políticas. No se puede subestimar su capacidad para navegar en complejas dinámicas de poder dentro del Partido Comunista y consolidar su autoridad.
El ascenso de Stalin al poder requirió una comprensión sagaz de la psicología humana y un agudo sentido de las oportunidades. Se posicionó hábilmente dentro del Partido Bolchevique, aprovechando alianzas y explotando divisiones a su favor. Esta astuta perspicacia política impresionó a muchos observadores, incluidos los escritores antes mencionados que reconocieron su inteligencia estratégica.
Además, el éxito de Stalin en la industrialización de la Unión Soviética jugó un papel importante en la configuración de las percepciones de su intelecto. Bajo su liderazgo, el país experimentó una rápida industrialización, transformándolo en una importante potencia mundial.
Este logro demostró la capacidad de Stalin para la planificación, la asignación de recursos y la gestión económica a largo plazo. La industrialización fue un proceso complejo que requirió rigor intelectual y capacidad de toma de decisiones, que Stalin claramente exhibió.
Además de su perspicacia política y económica, Stalin también poseía fuertes cualidades de liderazgo. Tenía una presencia imponente, que exudaba confianza y autoridad. Esta asertividad, combinada con su capacidad para inspirar lealtad o imponer terror entre sus seguidores, contribuyó a su reputación como líder inteligente.
Vale la pena mencionar que los escritores que elogiaron la inteligencia de Stalin no necesariamente respaldaban sus salvajes acciones o su ideología política. Su admiración puede haberse basado en sus observaciones de sus capacidades como líder, más que en un respaldo a sus políticas o las consecuencias de su gobierno.
Sin embargo, es importante reconocer que las opiniones sobre la inteligencia de Stalin no fueron unánimes. Muchos críticos argumentaron que sus métodos, como la Gran Purga y la colectivización forzada, reflejaban un desprecio por la vida humana y una falta de empatía intelectual. Estos críticos creían que la verdadera inteligencia debería ir acompañada de juicio moral y compasión.
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Enero 29, 2024
Orden 227
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Por Heather MacDonnell.
El 28 de julio de 1942, cuando la ofensiva alemana de verano de 1942, denominada Caso Azul, estaba en pleno apogeo, la Wehrmacht avanzaba rápidamente hacia Stalingrado, el Ejército Rojo se retiraba precipitadamente por todo el frente sur, sus soldados se rendían en crecientes números. Para restablecer la disciplina en el ejército soviético contra la Alemania nazi, Stalin emitió la Orden nº 227 que dio origen al famoso lema “¡Ni un paso atrás!”.
Pero ¿y si los soldados aun así dieran un paso atrás? ¿O diez pasos atrás? ¿Qué haría Stalin al respecto? La Orden nº 227 también dio origen a la creación de “destacamentos de bloqueo”. Eran escuadrones defensivos bien armados que fueron “colocados directamente detrás de divisiones inestables… para disparar en el lugar a los que incitaban al pánico y a los cobardes que se retiraban sin autorización”.
Entonces, si un soldado del Ejército Rojo avanzaba, las balas alemanas lo matarían, mientras que si retrocedía, lo matarían las balas de sus camaradas. Qué pepinillo más triste.
Irónicamente, el 30 de enero de 1945, cuando el Ejército Rojo ya luchaba en suelo alemán, Heinrich Himmler -el Reichsführer de las SS- se encontró imitando la orden de Stalin de “Ni un paso atrás” de 1942, aunque su versión no sonó igual. Se titulaba “Tod und Strafe für Pflichtvergessenheit”, que significa “Muerte y castigo por incumplimiento del deber”. Esta orden obtuvo el respaldo total de Hitler, lo cual no fue una sorpresa ya que Himmler era su aliado más antiguo, más cercano y más leal.
Para hacer cumplir esta orden, Himmler y Hitler dieron a la Feldgendarmerie (policía militar) exactamente los mismos trabajos que a los destacamentos de bloqueo soviéticos. El ejército de Feldgend nunca vio ningún combate, permanecieron seguros en la retaguardia con su equipo y atraparon a todos los que retrocedieron, los arrojaron al frente infernal o los ejecutaron en el lugar. Muchos refugiados alemanes se horrorizaron cuando desfilaron por los “callejones de la horca” donde las SS y la Feldgendarmerie habían ahorcado a los desertores. Les habían atado al cuello pancartas que decían: “Fui un cobarde pero morí de todos modos” o “Aquí estoy colgado porque no creía en el Führer”.
No se mantuvieron registros oficiales de la ejecución sumaria de desertores llevada a cabo por la Feldgendarmerie, pero la evidencia anecdótica sugiere que en el sector del XI Cuerpo de las SS, muchos, incluidos varios miembros de las Juventudes Hitlerianas, fueron colgados de los árboles con la prueba más endeble. Muchos soldados alemanes estaban realmente intentando volver a unirse a sus unidades (después de sus permisos de origen, de baja por enfermedad, de perderse…) cuando fueron capturados y ejecutados por la Feldgendarmerie. Los informes soviéticos afirmaron que la Feldgendarmerie ejecutó sumariamente a unos 25.000 alemanes por cobardía sólo en 1945. Los soldados alemanes ahora estaban en los zapatos soviéticos.
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Enero 10, 2024
Stalin, las esposas de sus colaboradores y los Gulags
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Josef Stalin hizo arrestar a las esposas de dos líderes soviéticos y enviarlas a campos de prisioneros, informó una revista el lunes, convirtiéndose en la primera publicación soviética en utilizar la palabra ‘Gulag’, el nombre del infame sistema penitenciario de Stalin.
El presidente soviético Mikhail Kalinin y el ministro de Asuntos Exteriores Vyacheslav Molotov continuaron sirviendo lealmente a Stalin mientras Yekaterina Kalinin languidecía durante una década en un campo de prisioneros como enemiga del pueblo y Paulina Molotov estuvo detenida durante casi cinco años, dijo la revista Ogonek.
Stalin también hizo ejecutar al hermano del leal secuaz Lazar Kaganovich y trató de arrestar a la esposa del mariscal Klementi Voroshilov, dijo el Ogonek. La revista no dijo qué pasó con la esposa de Voroshilov.
Ogonek, al seguir llenando lo que el líder soviético Mikhail Gobachev ha llamado los “espacios en blanco” de la historia soviética, utilizó por primera vez en una revista soviética la palabra “Gulag”, acrónimo de la Administración Estatal de Campos, supervisores de la prisiones donde millones de personas fueron enviadas durante el gobierno de Stalin.
Molotov, que votó a favor del arresto de su esposa judía durante una reunión del Politburó en 1949, nunca volvió a mencionarla y tuvo que esperar hasta después de la muerte de Stalin en marzo de 1953 para reunirse con ella, dijo la revista.
“La hija de Molotov, al solicitar su afiliación al partido, respondió a la pregunta sobre sus padres que su padre es Molotov y que ella no tiene madre”, decía.
Pero Kalinin nunca dejó de pedir la liberación de su esposa. Fue terrible escuchar con qué frecuencia Kalinin le pedía a Stalin que tuviera piedad de su esposa, que liberara a su “amigo de la vida”, que le diera la oportunidad de estar con ella antes de su muerte.
“Stalin se cansó tanto de las súplicas que prometió liberarla cuando terminara la Segunda Guerra Mundial”.
Stalin cumplió su palabra y liberó a la esposa de Kalinin un mes después del final de la guerra, pero luego le dio un “pasaporte de perro”, impidiéndole vivir en Moscú y otras 270 ciudades soviéticas, dijo la revista.
Kalinin, un ex campesino y para entonces viejo y moribundo, se vio obligado a tomar un tren para visitar a su esposa, cuya nacionalidad estonia aparentemente había despertado la paranoia de Stalin.
En 1946, Kalinin había muerto y su esposa, que había prometido no volver nunca más al Kremlin, caminaba junto al “séquito de Stalin” detrás del cuerpo de su marido, dijo la revista.
Imprimió una imagen de la escena que mostraba a Molotov afligido con la cabeza gacha y a Stalin con su uniforme de mariscal, los labios fruncidos y las manos entrelazadas al frente.
La revista también describió el arresto de la esposa de Kalinin.
“La esposa de Kalinin fue arrestada de una manera bastante banal y sin ninguna representación teatral”, decía. “La llamaron a la casa de modas del Kremlin para que le probaran un vestido. En la casa de moda la estaban esperando.
Yekaterina Kalinin fue acusada de terrorismo, “la cláusula más terrible del código penal, el temido Artículo 58-8”, afirmó la revista.
“Su tarjeta de arresto llevaba la señal de una cruz, lo que significa que siempre debía estar bajo vigilancia y debía hacer el trabajo más difícil en el campo… En los campos, quitaba la pelusa de la ropa de cama”.
La desmitificación de Stalin bajo la política de glasnost, o apertura, de Gorbachev ha revelado cómo ordenó arrestar y ejecutar a sus dos primeros jefes de policía, y aniquiló a casi todo su estado mayor mediante un pelotón de fusilamiento.
Después de su muerte, el tercer jefe de policía de Stalin, Lavrenti Beria, fue arrestado a punta de pistola en una sesión del Politburó. Beria, que encarceló a millones, fue ejecutado.
Pero a pesar de las muchas revelaciones de la era de Stalin, las publicaciones soviéticas aún tienen que explicar la muerte de la esposa de Stalin. Se dice que Nadezhda Aliluyevna Stalin se suicidó en 1932.
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Diciembre 28, 2023
Stalin, el verdugo
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Por Michael Rossovich.
Stalin había emitido órdenes que prohibían la rendición (a menos que fueran capturados mientras estaban heridos e inconscientes) y declaró que la rendición era traición. Así que, desde el principio, casi todos los prisioneros de guerra soviéticos eran automáticamente criminales y traidores según la ley soviética.
De hecho, cuando capturaron al propio hijo de Stalin, lo repudió y rechazó una oferta alemana de intercambio de prisioneros. Su hijo finalmente murió en un campo de prisioneros de guerra.
Todos los prisioneros de guerra soviéticos que regresaban fueron interrogados por el NKVD, a menudo brutalmente.
La mayoría fueron enviados a pasar un período en los gulags como castigo y para rehabilitarlos/redoctrinarlos en el sistema soviético y librarlos de cualquier tendencia capitalista que pudieran haber adquirido en el extranjero.
Otros que habían cambiado de abrigo y luchado junto a los alemanes o colaborado de alguna otra manera con ellos (y eran muchos), o que eran sospechosos de haberlo hecho, fueron ejecutados.
Así que no fue sólo una brutalidad sin sentido, aunque hubo mucha de eso.
De hecho, muchos soviéticos se habían dado la vuelta y lucharon contra su país o colaboraron de alguna otra manera con el enemigo. Eso sería considerado traición por cualquier país.
La diferencia es que mientras otros países se conformaron con ejecutar a los principales líderes traidores y encarcelar a otros antes de declarar una amnistía para el resto y esconderla debajo de la alfombra, los soviéticos fueron más sanguinarios y minuciosos.
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Diciembre 21, 2023
El Stalin Húngaro
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Por Candace Herrera.
Mátyás Rákosi se convirtió en el líder comunista de Hungría tras consolidar el poder político en 1945. Fue llamado “el mejor discípulo húngaro de Stalin”, orquestando purgas e instalando un régimen represivo aliado de los soviéticos. Rákosi, partidario de la socialdemocracia desde su juventud, regresó a Hungría como comunista en 1918, después de un período como prisionero de guerra en Rusia.
Mátyás Rákosi fue un político comunista húngaro que fue el líder de facto de Hungría de 1947 a 1956. Se desempeñó primero como Secretario General del Partido Comunista Húngaro de 1945 a 1948 y luego como Secretario General del Partido de los Trabajadores de Hungría de 1948 a 1956. Nació el 9 de marzo de 1892 en Ada, Serbia y murió el 5 de febrero de 1971 en Nizhny Novgorod, Rusia.
Se desempeñó como comisario de producción socialista en el breve régimen comunista de Béla Kun (1919), pero, con el triunfo de la contrarrevolución en Hungría, se vio obligado a huir a Moscú. Enviado en 1924 para reorganizar el Partido Comunista Húngaro, fue arrestado por las autoridades húngaras al año siguiente y en 1927 fue condenado a ocho años y medio de prisión a partir de la fecha de su arresto.
Al expirar su condena, fue arrestado nuevamente y sentenciado a cadena perpetua (1934), pero en 1940 se le permitió ir a Moscú. Al regresar a Hungría con las tropas soviéticas en 1944, Rákosi se convirtió en secretario del Partido (Comunista) de los Trabajadores Húngaros y, con la ayuda de la recién organizada Policía de Seguridad del Estado (AVO), pronto consolidó el poder político en sus manos. Estalinista confirmado, reinó como jefe del partido de 1949 a 1953 (desde 1952 también como primer ministro); pero en julio de 1953, tras la muerte de Stalin, se vio obligado a ceder el cargo de primer ministro al reformista Imre Nagy. Sin embargo, siguió siendo secretario del partido y en 1955 logró destituir a Nagy, sólo para ser destituido por Moscú de todas las oficinas del partido al año siguiente para aplacar al líder yugoslavo, el mariscal Tito, a quien había ofendido. El duradero estalinismo de Rákosi y su sumisión a Moscú lo habían hecho muy impopular; y, cuando estalló la revolución en Budapest en octubre de 1956, huyó nuevamente a la U.R.S.S.
Después de la muerte de Stalin en 1953, la URSS decidió que su régimen era demasiado brutal y le dijo a Rákosi que podía permanecer como secretario general del partido comunista húngaro, con la condición de que cediera su cargo de primer ministro al “reformista” Imre Nagy.
Rákosi logró quedarse un tiempo, hasta que la URSS decidió oficialmente que era un lastre. Moscú lo destituyó del poder en 1956 para apaciguar al líder yugoslavo, Mashal Tito.
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Noviembre 26, 2023
Los horrores del Comunismo y los Nazis en colegios secundarios de Estados Unidos
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El gobernador de Florida, Ron DeSantis, anunció ayer martes nuevos programas estatales para estudiantes que requerirán educación cívica y patriotismo, así como capacitación en resucitación cardiopulmonar y estudio y desarrollo del holocausto.
También requerirá que los estudiantes de secundaria aprendan sobre “los males del comunismo y las ideologías totalitarias”.
La inciativa fue presentada el pasado mes de marzo por el representante Ardian Zika (nacido en la ex Yugoslavia), Republicano por la ciudad de Land O ’Lakes, y la senadora Ana María Rodríguez, republicana por El Doral, las propuestas se denominan Ley de retratos en patriotismo. Los proyectos de ley idénticos apuntan a reforzar la educación cívica, en parte al ordenar al Departamento de Educación que organice una biblioteca de videos que comparta relatos en primera persona de personas que vivieron bajo gobiernos extranjeros.
La medida fue aprobada por unanimidad por el Subcomité de Educación Secundaria y Desarrollo Profesional de la Cámara de Representantes, pero está encontrando algunas preguntas de los demócratas, quienes aún estudian la propuesta.
Con respecto al Holocausto, se formará un departamento teniendo este que crear un proceso para que las escuelas certifiquen anualmente y proporcionen evidencia de cumplimiento con los requisitos de instrucción de la acción de los Nazis. Se orientan a contratar al Museo del Holocausto de Florida y otras organizaciones reconocidas a nivel estatal o nacional para desarrollar el plan de estudios y el material instructivo.
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Junio 24,2021
La Guerra que, técnicamente, nunca terminó
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Intercalada entre la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam, la Guerra de Corea a menudo se conoce como la “Guerra Olvidada”, pero sus efectos en la vida moderna han sido significativos y duraderos. La Guerra de Corea marcó la primera vez que un presidente de Estados Unidos envió tropas a un conflicto sin primero buscar la aprobación del Congreso. Harry Truman puso las botas en suelo coreano sin el visto bueno del Congreso, y varios presidentes posteriores se entretuvieron bastante siguiendo su camino.
[ezcol_1half] [/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] [/ezcol_1half_end]La guerra estalló el 25 de junio de 1950 cuando las tropas norcoreanas cruzaron el paralelo 38, invadiendo Corea del Sur. El líder norcoreano Kim Il-sung lanzó el ataque una vez que recibió la promesa de apoyo del líder soviético Joseph Stalin. En enero de 1950, el secretario de Estado de Estados Unidos, Dean Acheson, pronunció un discurso en el que dijo que Corea del Sur y Taiwán no formaban parte del “perímetro defensivo” estadounidense, lo que parecía indicar que Estados Unidos se mantendría al margen de un conflicto coreano. Y está claro que Stalin solo aceptó apoyar la invasión después de estar convencido de que Estados Unidos no se involucraría.
Sin embargo, los comentarios de Acheson fueron engañosos. Estados Unidos reaccionó a la noticia de la invasión tomando medidas de inmediato para convocar el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El 27 de junio, el Consejo de Seguridad pidió a los miembros de la ONU que proporcionaran asistencia militar para ayudar a Corea del Sur a repeler la invasión. Las fuerzas estadounidenses entraron el 30 de junio, momento en el que los norcoreanos habían tomado la capital de Corea del Sur, Seúl. El 15 de septiembre, una fuerza de la ONU aterrizó en Inchon y para el 29 de septiembre, las tropas de la ONU habían devuelto Seúl al presidente de Corea del Sur. Pero a finales de año, los chinos habían intervenido en nombre de los norcoreanos para detener el avance de la ONU. Estados Unidos lideró un esfuerzo internacional para repeler a los comunistas y China proporcionó refuerzos a Corea del Norte. Fue una guerra de primicias históricas. Nunca antes Estados Unidos y China se habían enfrentado en una guerra real.
Si bien el Comando Aéreo Estratégico de EE. UU. estaba bien preparado para lanzar un ataque total contra la Unión Soviética, estaba menos claro cómo podría usar armas atómicas en un conflicto limitado como Corea. El 1 de agosto de 1950, “se tomó la decisión de enviar la Novena Ala de Bombas a Guam como un grupo de trabajo atómico inmediatamente”. Diez B-29, cargados con bombas atómicas desarmadas, partieron hacia el Pacífico. El 5 de agosto, uno de los aviones se estrelló durante el despegue de la base de la Fuerza Aérea Fairfield-Suisun cerca de San Francisco, matando a una docena de personas y esparciendo el uranio levemente radiactivo del sabotaje de la bomba alrededor del aeródromo. Los otros aviones llegaron a Guam, donde se pusieron en guardia.
[ezcol_1half] [/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] [/ezcol_1half_end]En una conferencia de prensa el 30 de noviembre, el presidente Truman confirmó que había estado considerando activamente el uso de bombas atómicas en Corea desde el comienzo de la guerra. Los comentarios provocaron una reacción mundial y el primer ministro británico, Clement Attlee, se apresuró a viajar a Washington para expresar su preocupación. Truman le aseguró a regañadientes que Estados Unidos “no tenía ninguna intención” de utilizar armas atómicas en Corea, excepto para evitar un “gran desastre militar”.
Entonces, aunque el presidente Truman intentó usar su superioridad atómica en beneficio de Estados Unidos en Corea del Norte, nunca pudo hacerlo. En última instancia, ni siquiera estaba claro que el bombardeo atómico en una guerra contra los ejércitos campesinos produciría resultados decisivos. Si los estadounidenses usaran la bomba y las fuerzas chinas siguieran llegando, demostraría la ineficacia de la bomba y reduciría su efecto disuasorio en otras arenas.
La guerra terminó siendo un asunto de balancín que vio a las fuerzas de la ONU retirarse de Corea del Norte al perímetro de Pusan en el sureste de Corea y luego avanzar nuevamente a través del paralelo 38 solo para ser empujadas hacia el sur una vez más por las fuerzas chinas. En julio de 1951, después de 13 meses de lucha, las dos partes iniciaron conversaciones de armisticio, que se prolongaron durante más de dos años. Después de la muerte de Stalin en marzo de 1953, el nuevo liderazgo en Moscú avanzó más rápidamente hacia un acuerdo. El alto el fuego se firmó finalmente el 27 de julio de 1953.
[ezcol_1half] [/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] [/ezcol_1half_end]El costo humano de la guerra fue catastrófico. Solo en el primer mes de su operación, los grupos de Comando Aéreo Estratégico arrojaron 4.000 toneladas de bombas. Además de los altos explosivos, los bombarderos utilizaron napalm. Cuando se jubiló, Curtis LeMay describió la devastación diciendo: “Al final quemamos todas las ciudades de Corea del Norte … y algunas de Corea del Sur también. Incluso quemamos [la ciudad surcoreana de] Pusan, un accidente, pero quemamos de todos modos “. Las estimaciones de las víctimas varían ampliamente, pero hay motivos para creer que, además de los tres millones y medio de militares muertos, heridos y desaparecidos en ambos lados, más de dos millones de civiles murieron en Corea del Norte. Al final, la frontera que divide a los dos países permaneció exactamente donde estaba antes de la invasión de Corea del Norte.
La Guerra de Corea devastó la península que comprende Corea del Norte y del Sur de 1950 a 1953, y cuando todo estuvo dicho y luchado, los dos países se encontraron en un punto muerto en el paralelo 38 con poco más que un alto el fuego para evitar que el barril de pólvora explotara de nuevo. Y han sido así desde entonces. Técnicamente, la Guerra de Corea nunca ha terminado. Ha estado en pausa durante casi siete décadas. ¿Pero por qué? Echemos un vistazo a la historia y veamos.
Estados Unidos, Corea del Norte y China firmaron un acuerdo de armisticio el 27 de julio de 1953, pero Corea del Sur no lo hizo. Al país no le gustó la idea de una solución de dos estados, por lo que nunca se firmó un tratado de paz vinculante, lo que significa que la Guerra de Corea técnicamente aún está en marcha. Pero eso no significa que no hayan intentado volver a unir la península. Hubo algunas conversaciones de reunificación casi exitosas en 2000, luego, en 2018, los líderes de los dos países se dieron la mano y se abrazaron, ofreciendo esperanzas de que las dos Coreas puedan volver a ser una sola. Sin embargo, eso aún no se ha materializado, y hay tantos ejemplos de hostilidades entre ellos en los últimos años como momentos amistosos.
[ezcol_1half] [/ezcol_1half] [ezcol_1half_end] [/ezcol_1half_end]La esperanza de la reunión de 2018 no duró. Para mayo de 2020, ya estaban intercambiando disparos sobre la frontera, y en junio de ese año, Corea del Norte hizo explotar una oficina de enlace conjunta en la zona desmilitarizada, un edificio destinado a ser utilizado para negociaciones de paz. La explosión fue solo otro capítulo triste en la historia de décadas de la inconclusa Guerra de Corea.
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Junio 19, 2021
HIROSHIMA
Hace 74 años, un 6 de agosto, Estados Unidos se convertía en la primera y única nación en usar armamento atómico durante la guerra cuando arroja una bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Aproximadamente 80,000 personas mueren como resultado directo de la explosión, y otras 35,000 resultan heridas. Al menos otros 60,000 estarían muertos para fin de año por los efectos de las consecuencias.
Aunque el lanzamiento de la bomba atómica en Japón marcó el final de la Segunda Guerra Mundial, muchos historiadores argumentan que también encendió la Guerra Fría.
Desde 1940, Estados Unidos había estado trabajando en el desarrollo de un arma atómica, luego de que Albert Einstein le advirtiera que la Alemania nazi ya estaba realizando investigaciones sobre armas nucleares. Cuando Estados Unidos realizó la primera prueba exitosa (una bomba atómica explotó en el desierto de Nuevo México en julio de 1945), Alemania ya había sido derrotada. La guerra contra Japón en el Pacífico, sin embargo, continuó furiosa. El presidente Harry S. Truman, advertido por algunos de sus asesores de que cualquier intento de invadir Japón resultaría en horribles bajas estadounidenses, ordenó que se usara la nueva arma para poner fin a la guerra rápidamente.
El 6 de agosto de 1945, el bombardero estadounidense Enola Gay arrojó una bomba de cinco toneladas sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Una explosión equivalente al poder de 15,000 toneladas de TNT redujo a cuatro millas cuadradas de la ciudad a ruinas e inmediatamente mató a 80,000 personas. Decenas de miles más murieron en las siguientes semanas por heridas y envenenamiento por radiación. Tres días después, otra bomba cayó sobre la ciudad de Nagasaki, matando a casi 40,000 personas más. Unos días después, Japón anunció su rendición.
En los años transcurridos desde que se lanzaron las dos bombas atómicas sobre Japón, varios historiadores han sugerido que las armas tenían un objetivo doble. Primero, por supuesto, era poner fin a la guerra con Japón y salvar vidas estadounidenses. Se ha sugerido que el segundo objetivo era demostrar la nueva arma de destrucción masiva a la Unión Soviética.
Para agosto de 1945, las relaciones entre la Unión Soviética y los Estados Unidos se habían deteriorado gravemente. La Conferencia de Potsdam entre el presidente estadounidense Harry S. Truman, el líder ruso Joseph Stalin y Winston Churchill (antes de ser reemplazado por Clement Attlee) terminó solo cuatro días antes del bombardeo de Hiroshima. La reunión estuvo marcada por recriminaciones y sospechas entre los estadounidenses y los soviéticos. Los ejércitos rusos ocupaban la mayor parte de Europa del Este. Truman y muchos de sus asesores esperaban que el monopolio atómico de Estados Unidos pudiera ofrecer influencia diplomática con los soviéticos. De esta manera, el lanzamiento de la bomba atómica en Japón puede verse como el primer disparo de la Guerra Fría.
Si los funcionarios estadounidenses realmente creían que podían usar su monopolio atómico para obtener ventajas diplomáticas, tenían poco tiempo para poner en práctica su plan. Para 1949, los soviéticos habían desarrollado su propia bomba atómica y comenzó la carrera armamentista nuclear.
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Agosto 6, 2019
DUELO: El día que Stalin intentó asesinar a John Wayne
El abusado hijo de un pobre y alcohólico zapatero georgiano, Josef Vissarionovich Djughashvili (el futuro Stalin) se convirtió en uno de los asesinos más prolíficos de la historia. Stalin eliminó a cualquiera y a todos los que constituían una amenaza para su poder, incluidos (y especialmente) sus antiguos aliados. Él no tenía absolutamente ningún respeto por la santidad de la vida humana.
[ezcol_1half]Stalin
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]Wayne
[/ezcol_1half_end]Stalin fue, sin lugar a dudas, uno de los líderes mundiales más despiadados del siglo XX, responsable de millones de muertes. Pero las estimaciones del número de muertes que causó varían enormemente, de 20 millones a 60 millones.
Todos los que estaban en contra de su política y contra el comunismo podían ser asesinados. No importaba si eran ciudadanos soviéticos o de otro país. Michael Munn, un historiador de cine y autor de “John Wayne – El hombre detrás del mito”, afirma que Stalin quería la cabeza del famoso ícono de Hollywood.
Stalin estaba tan enojado por el anticomunismo de John Wayne que planeaba eliminarlo. Ordenó a la KGB asesinar a John Wayne porque lo consideraba una amenaza para la Unión Soviética.
Cuando el cineasta ruso Sergei Gerasimov asistió a una conferencia de paz en Nueva York en 1949, escuchó sobre John Wayne y sus creencias anticomunistas. Cuando regresó a la Unión Soviética, inmediatamente le contó a Stalin sobre John Wayne y su discurso.
A Stalin le encantaban las películas y él era más que un aficionado al cine que le podría enseñar al mismísimo Sergei Eisenstein (El Acorazado Potemkin) a hacer películas. Se consideraba a sí mismo como un productor / director / guionista de películas superior, así como un censor supremo; sugiriendo títulos, ideas e historias, trabajando en guiones y letras de canciones, dando conferencias a directores, entrenando a actores, ordenando repeticiones y cortes y, finalmente, aprobando las películas para su lanzamiento.
Stalin amaba a Chaplin y películas como In Old Chicago (1937) y It Happened One Night (1934). Westerns con Spencer Tracy y Clark Gable también fueron algunos de sus favoritos.
[ezcol_1fifth]Munn
[/ezcol_1fifth] [ezcol_1fifth]Tracy
[/ezcol_1fifth] [ezcol_1fifth]Gable
[/ezcol_1fifth] [ezcol_1fifth]Einsenstein
[/ezcol_1fifth] [ezcol_1fifth_end]Chaplin
[/ezcol_1fifth_end]Aunque amaba a los occidentales, decidió que John Wayne era una amenaza para la causa y debía ser asesinado.
Los asesinos supuestamente fueron enviados a Los Ángeles para matar a John Wayne. Como Michael Munn dice en su libro, el FBI había descubierto que agentes soviéticos fueron enviados a Hollywood para asesinar al actor. Le informaron al prestigioso artista sobre el complot y él le dijo al FBI que dejara aparecer a los hombres y que él mismo se encargaría de ellos.
John Wayne no quería que su familia supiera sobre el hecho de que la KGB estaba tratando de matarlo y se mudó con ellos a una casa con un gran muro alrededor.
Munn dice que un grupo de comunistas basados en Burbank, cerca de Hollywood, conspiraron para asesinar a John Wayne. No lograron matarlo al igual que unos agentes de la KGB que habían sido enviados antes.
Un nuevo intento de matar a Wayne se realizó en México en el set de la película Hondo planeada por una célula comunista local, según el Sr. Munn.
[ezcol_1third]John Wayne
[/ezcol_1third] [ezcol_1third]Josef Stalin
[/ezcol_1third] [ezcol_1third_end]Mao Tse Tung
[/ezcol_1third_end]La campaña soviética fue cancelada después de la muerte de Stalin en 1953 porque su sucesor Nikita Khrushchev era un fanático de la estrella de cine. El libro dice que Krushchev le dijo a Wayne en una reunión privada en 1958: “Esa fue una decisión de Stalin durante sus últimos cinco años de locura. Cuando Stalin murió, rescindí esa orden”.
Al parecer, Stalin no era el único líder comunista que quería al jefe de John Wayne. Hubo un intento de matar a John Wayne por unos francotiradores enemigos mientras visitaba a las tropas en Vietnam en 1966. Uno de los francotiradores fue capturado y dijo que había un precio en la cabeza de John, y ese precio había sido puesto por Mao Zedong.
John Wayne murió de cáncer en 1979.
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Mayo 29, 2019
Stalin y la Hambruna Ucraniana
En el apogeo de la hambruna ucraniana de 1932-33 bajo Joseph Stalin, personas hambrientas vagaban por el campo, desesperadas por algo, cualquier cosa que comer. En la aldea de Stavyshche, un joven campesino observaba a los vagabundos cavar en jardines vacíos con sus propias manos. Recordó que muchos estaban tan demacrados que sus cuerpos comenzaron a hincharse y apestar por la falta extrema de nutrientes.
“Se les podía ver caminando, simplemente caminando y caminando, y uno caería, y luego otro, y así sucesivamente”, dijo muchos años después, en una historia de un caso recopilada a fines de los años 80 por una comisión del Congreso. En el cementerio fuera del hospital de la aldea, los médicos abrumados cargaban los cuerpos en camillas y los arrojaban a un enorme pozo.
La hambruna ucraniana, conocida como el Holodomor, una combinación de las palabras ucranianas para “inanición” y “para infligir la muerte”, según una estimación, cobró la vida de 3,9 millones de personas, aproximadamente el 13 por ciento de la población. Y, a diferencia de otras hambrunas en la historia causadas por el tizón o la sequía, esto se debió a que un dictador quería reemplazar las pequeñas granjas de Ucrania con colectivos estatales y castigar a los ucranianos con mentalidad de independencia que representaban una amenaza para su autoridad totalitaria.
“La hambruna de Ucrania fue un caso claro de una hambruna provocada por el hombre”, explica Alex de Waal, director ejecutivo de la Fundación para la Paz Mundial en la Universidad de Tufts y autor del libro de 2018, Mass Starvation: The History and Future of Famine. Lo describe como “un híbrido … de una hambruna causada por políticas socioeconómicas calamitosas y dirigida a una población en particular para la represión o el castigo”.
En aquellos días, Ucrania, una nación del tamaño de Texas a lo largo del Mar Negro al oeste de Rusia, era parte de la Unión Soviética. En 1929, como parte de su plan para crear rápidamente una economía totalmente comunista, Stalin impuso la colectivización, que reemplazó las granjas de propiedad y operación individual por grandes colectivos estatales. Los pequeños agricultores de Ucrania, en su mayoría solo productores de sus propios alimentos, se resistieron a renunciar a sus tierras y medios de subsistencia.
En respuesta, el régimen soviético ridiculizó a los opositores como kulaks, campesinos acomodados, que en la ideología soviética eran considerados enemigos del estado. Los funcionarios soviéticos expulsaron a estos campesinos de sus granjas por la fuerza y la policía secreta de Stalin hizo planes para deportar a Siberia a 50.000 familias campesinas ucranianas, escribe la historiadora Anne Applebaum en su libro de 2017, La hambruna roja: la guerra de Stalin en Ucrania.
“Parece que Stalin se sintió motivado por el objetivo de transformar a la nación ucraniana en su idea de una nación moderna, proletaria y socialista, incluso si esto implicaba la destrucción física de amplios sectores de su población”, dice Trevor Erlacher, historiador y autor. especializado en Ucrania moderna y asesor académico en el Centro de Estudios de Rusia, Europa del Este y Eurasia de la Universidad de Pittsburgh.
La colectivización en Ucrania no fue muy bien. En el otoño de 1932, en la época en que la esposa de Stalin, Nadezhda Sergeevna Alliluyeva, quien, según los informes, se oponía a su política de colectivización, se suicidó, se hizo evidente que la cosecha de cereales de Ucrania iba a ser un objetivo inútil para los planificadores soviéticos en un 60 por ciento. Todavía podría haber suficiente comida para que los campesinos ucranianos pudieran arreglárselas, pero, como escribe Applebaum, Stalin ordenó qué lo poco que tenían les fuese confiscado como castigo por no cumplir con las cuotas.
“La hambruna de 1932-33 se derivó de decisiones posteriores tomadas por el gobierno estalinista, después de que quedó claro que el plan de 1929 no había salido tan bien como se esperaba, lo que causó una crisis alimentaria y hambre”, explica Stephen Norris, profesor de Historia de la Universidad de Miami en Ohio. Norris dice que un documento de diciembre de 1932 titulado “Sobre la adquisición de granos en Ucrania, el Cáucaso del Norte y el Óblast Occidental”, ordenó a los cuadros del partido que extrajeran más granos de las regiones que no habían alcanzado sus cuotas. También pidió el arresto de los jefes de granjas colectivas que resistieron y de los miembros del partido que no cumplieron con las nuevas cuotas.
Mientras tanto, Stalin, según Applebaum, ya había arrestado a decenas de miles de maestros e intelectuales ucranianos y había retirado libros en idioma ucraniano de escuelas y bibliotecas. La autora escribe que el líder soviético usó el déficit de grano como una excusa para una represión anti-ucraniana aún más intensa. Como señala Norris, el decreto de 1932 apuntó a “los saboteadores” ucranianos, ordenó a los funcionarios locales que dejaran de usar el idioma ucraniano en su correspondencia, y reprimió las políticas culturales ucranianas que se habían desarrollado en la década de 1920″.
Cuando los recolectores de cultivos de Stalin salieron al campo, de acuerdo con un informe de la comisión del Congreso de los Estados Unidos de 1988, utilizaron largos postes de madera con puntas de metal para aserrar los pisos de tierra de las casas de los campesinos y explorar el suelo a su alrededor, en caso de que hubieran enterrado barriles con cosecha de granos para evitar su detección. Los campesinos acusados de ser acaparadores de alimentos solían ser enviados a prisión, aunque a veces los recolectores no esperaban autorización para infligir un castigo. Dos niños que fueron atrapados escondiendo peces y ranas que habían capturado, por ejemplo, fueron llevados al soviet de la aldea, donde fueron golpeados, y luego fueron arrastrados a un campo con las manos atadas y la boca y la nariz amordazadas, donde fueron dejados morir sofocados.
A medida que la hambruna empeoraba, muchos intentaron huir en busca de lugares con más alimento. Algunos murieron junto a la carretera, mientras que otros fueron frustrados por la policía secreta y el sistema de pasaportes internos del régimen. Según el informe de la comisión del Congreso, los campesinos ucranianos recurrieron a métodos desesperados para mantenerse con vida. Mataron y comieron mascotas y consumieron flores, hojas, corteza de árboles y raíces. Una mujer que encontró algo de frijoles secos tenía tanta hambre que se los comió en el lugar sin cocinarlos y, según informes, murió cuando se expandieron en su estómago.
“Las políticas adoptadas por Stalin y sus oficiales en respuesta a la hambruna después de que comenzó a dominar el campo ucraniano constituyen la evidencia más significativa de que la hambruna fue intencional”, dice Erlacher. “Los ciudadanos y funcionarios locales pidieron ayuda del estado. Las olas de refugiados huyeron de las aldeas en busca de comida en las ciudades y más allá de las fronteras de la República Soviética de Ucrania. “La respuesta del régimen, dice, fue tomar medidas que empeoraron su situación.
Para el verano de 1933, a algunas de las granjas colectivas solo les quedaba un tercio de sus hogares, y las cárceles y los campos de trabajo estaban a tope. Con casi nadie para cultivar, el régimen de Stalin reasentó a campesinos rusos de otras partes de la Unión Soviética en Ucrania para hacer frente a la escasez de mano de obra. Frente a la perspectiva de una catástrofe alimentaria aún más amplia, el régimen de Stalin en el otoño de 1933 comenzó a disminuir las colecciones.
El gobierno ruso que reemplazó a la Unión Soviética reconoció que hubo una hambruna en Ucrania, pero negó que fuera un genocidio. El genocidio se define en el artículo 2 de la Convención de las Naciones Unidas para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (1948) como “cualquiera de los siguientes actos cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un nacional, étnico, racial o religioso. “. En abril de 2008, la cámara baja del Parlamento de Rusia aprobó una resolución que afirmaba que” no hay pruebas históricas de que la hambruna se haya organizado de forma étnica “. Sin embargo, al menos 16 países han reconocido el Holodomor, y más recientemente, los Estados Unidos. El Senado, en una resolución de 2018, afirmó los hallazgos de la comisión de 1988 de que Stalin había cometido un genocidio.
En última instancia, aunque las políticas de Stalin causaron la muerte de millones de personas, no logró aplastar las aspiraciones de autonomía de Ucrania y, a largo plazo, es posible que hayan fracasado. “El hambre a menudo logra un propósito socioeconómico o militar, como transferir la posesión de tierras o limpiar un área de la población, ya que la mayoría huye en lugar de morir”, dice el historiador de la hambruna Alex de Waal. “Pero política e ideológicamente es más contraproducente para sus perpetradores. Como en el caso de Ucrania, generó tanto odio y resentimiento que solidificó el nacionalismo ucraniano “.
Finalmente, cuando la Unión Soviética colapsó en 1991, Ucrania finalmente se convirtió en una nación independiente, y el Holodomor sigue siendo una parte dolorosa de la identidad común de los ucranianos.
Fuentes: Red Famine: Stalin’s War on Ukraine, de Anne Applebaum . Mass Starvation: The History and Future of Famine, de Alex de Waal
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 7, 2019
STALIN
Joseph Stalin, líder de la Unión Soviética desde 1924, muere en Moscú un 5 de marzo.
Isoeb Dzhugashvili nació en 1889 en Georgia, entonces parte del antiguo imperio ruso. Stalin, hijo de un borracho que lo golpeaba sin piedad, y una piadosa madre lavandera, aprendió ruso, que habló con un fuerte acento toda su vida, en una escuela dirigida por la Iglesia ortodoxa.
Mientras estudiaba para ser sacerdote en el Seminario Teológico Tiflis, comenzó a leer en secreto a Karl Marx y otros pensadores revolucionarios de izquierda. En 1900, Stalin se volvió activo en el activismo político revolucionario, participando en manifestaciones laborales y huelgas. Stalin se unió al ala más militante del movimiento socialdemócrata marxista, los bolcheviques, y se convirtió en un estudiante de su líder, Vladimir Lenin.
La primera gran ruptura de Stalin llegó en 1912, cuando Lenin, en el exilio en Suiza, lo nombró para servir en el primer Comité Central del Partido Bolchevique, ahora una entidad separada de los socialdemócratas. Al año siguiente, Stalin (finalmente eliminando a Dzugashvili y tomando el nuevo nombre de Stalin, de la palabra rusa para “acero”) publicó un artículo sobre el papel del marxismo en el destino de Rusia.
En 1917, escapando de un exilio en Siberia, se vinculó con Lenin y su golpe de Estado contra el gobierno democrático de clase media que había suplantado al gobierno del zar. Stalin continuó subiendo en la escala del partido, de comisario para las nacionalidades al secretario general del Comité Central, un papel que proporcionaría el centro de su toma dictatorial y control del partido y la nueva URSS.
Stalin exigió, y obtuvo, el control estatal absoluto de la economía, así como mayores franjas de la vida soviética, hasta que su control totalitario sobre el nuevo imperio ruso fuera absoluto.
Stalin procedió a anexar partes de Polonia, Rumania y Finlandia, y ocupó Estonia, Letonia y Lituania. En mayo de 1941, se hizo presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo; ahora era el jefe oficial del gobierno y ya no era simplemente el jefe del partido.
Después de la rendición de Alemania en abril de 1945, Stalin supervisó la continua ocupación y dominación de gran parte de Europa del Este, a pesar de las “promesas” de elecciones libres en esos países.
Stalin no se suavizó con la edad; persiguió un reinado de terror, purgas, ejecuciones, exiliados al archipiélago Gulag (un sistema de campos de trabajo forzado en el norte congelado) y persecución en la URSS de la posguerra, suprimiendo toda disidencia y todo lo que oliera a extranjero, especialmente a Europa occidental, influencia.
Para gran alivio de muchos, murió de un ataque cardíaco masivo el 5 de marzo de 1953. Hoy se lo recuerda como el hombre que ayudó a salvar a su nación de la dominación nazi, y como el asesino en masa del siglo, después de haber supervisado Muertes de entre 18 millones y 20 millones de su propio pueblo.
PrisioneroEnArgentina.com
Marzo 5, 2019
El Nuevo Zar
Cuando Putin llegó al poder, más del 70 por ciento de la población del país tenía puntos de vista negativos sobre la represión política de Joseph Stalin; ahora el 46 por ciento de la población ve a Stalin con “admiración y respeto”. Cada Día de la Victoria, el 9 de mayo, que conmemora la derrota de los nazis, los fanáticos de Stalin ponen flores en su tumba junto al muro del Kremlin. Pero el renacimiento del culto de Stalin era claramente insuficiente.
Ahora las autoridades están tratando de convencer a los rusos de que Iván el Terrible no era un maníaco, asesino y psicópata, sino “un genio de estrategia alto y guapo, un comandante victorioso y una persona santa”, que amplió el territorio de Rusia cinco, diez, veinte o, incluso, 30 veces en su magnitud. Es más, hay un movimiento en el Patriarcado de Moscú hoy en día para intentar canonizar al Zar Ivan.
Nina Khrushcheva, profesora de Asuntos Internacionales en la Nueva Escuela, centra sus estudios en héroes históricos de los cultos actuales del Kremlin, desde Iván el Terrible hasta el siglo X Vladimir el Grande, cuya estatua de 60 pies se instaló en 2016, a solo 100 yardas de El monumento del Kremlin a Stalin.
[ezcol_1quarter]Vladimir
[/ezcol_1quarter] [ezcol_1quarter]Ivan
[/ezcol_1quarter] [ezcol_1quarter]Stalin
[/ezcol_1quarter] [ezcol_1quarter_end]Putin
[/ezcol_1quarter_end]“Todos estos heroicos emperadores y zares son un tipo de personalidad de culto de Putin, todos los que estaban acaparando tierras fueron geniales”, dijo Khrushcheva. “Para Putin, la Unión Soviética era parte de la larga historia de Rusia y no solo es un sucesor de los líderes soviéticos, sino que todos ellos son Vladimir el Grande, Iván el Terrible, una persona históricamente comprobada más dura”.
El actual presidente de Rusia a menudo habla de educación patriótica. La Sociedad Histórica Militar-Patriótica de Rusia instala estatuas y monumentos de zares alrededor de las calles y parques de Moscú, se han modificado los currículos escolares, se ha re-escrito deliberadamente la historia.
[ezcol_1half]“Nuestros maestros crearon una imagen positiva de Iván el Terrible en las escuelas en Moscú, pero más tarde estudié historia y me di cuenta de lo feo que era”, dijo Filipp Gorenshtein, un actor de teatro y cine. “En este momento de las sanciones, nuestras autoridades necesitan que la nación se ajuste los cinturones y sacrifique nuestras propias vidas, por lo que los cultos de los líderes de hierro están en el interés de los poderes existentes”.
[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]Iván el Terrible nació en Kolomenskoie, actual Rusia, en 1530. Fue Zar de Rusia (1547-1584) y su apodo remite a la crueldad con que reprimió a sus opositores, si bien se le reconoce un importante papel en el fortalecimiento de la nación rusa anexando terrenos. Entre 1560 y 1564 con el propósito de reforzar su poder frente a la aristocracia, Iván el Terrible desencadenó una sangrienta represión contra los boyardos y el clero. Incluso atacó y devastó en 1570 las antiguas ciudades libres de Novgorod y Pskov, y, en 1581, hizo asesinar a su primogénito.
[/ezcol_1half_end]Muchos pensaron que al implementar sanciones económicas contra Rusia, Occidente podría convencer al Kremlin de llegar a un acuerdo, de dejar de socavar los valores europeos e interferir en las políticas exteriores y las democracias. Pero, de hecho, la pobreza, los bienes inferiores, el aislamiento y el sufrimiento no son nada nuevo para Rusia.
Mientras el Kremlin está culpando a los estadounidenses por todo nuestro sufrimiento aquí, la policía arresta a jóvenes activistas, acusa a la gente de traición, de traicionar a la Madre Patria, de la misma forma en que la policía secreta de Oprichniki (*) de Ivan el Terrible estaba cazando una nobleza independiente en el siglo XVI.
Los jóvenes a menudo se burlan del estado por desempolvar a viejos dictadores con moho, pero eso no disuade a Putin.
“Los esfuerzos del estado provienen de la desesperación, porque vemos en las encuestas que la gente está menos interesada en el ejército, la gente no está aceptando la idea de romper con el resto del mundo”, dijo Khrushcheva. “Durante la Copa Mundial de fútbol el verano pasado, la gente se dio cuenta de que pueden ser grandes sin un puño de hierro”.
(*) Término dado a un miembro de la Oprichnina, una organización establecida por el Zar Iván el Terrible para gobernar una división de Rusia desde 1565 hasta 1572. El propósito de la organización y la existencia de Oprichniki era suprimir a las personas o grupos que se oponían al Zar. Eran conocidos por montar caballos negros y liderados por el mismo Iván, se sabía que el grupo aterrorizaba a las poblaciones civiles.
PrisioneroEnArgentina.com
febrero 6, 2019
VENEZUELA Y LA IZQUIERDA DORIAN GRAY
Por Mauricio Ortín
Lo único bueno que deja la triste crisis venezolana es que exige a la política a que muestre el verdadero rostro del mal y el de sus aliados. El chavismo-madurismo es lo peor que le ha pasado a Venezuela en toda su historia. La banda de asesinos, ladrones, narcotraficantes y demagogos que se adueñó del poder del Estado ha destruido la economía, la justicia y la democracia, y ha envilecido a sus fuerzas armadas y desquiciado a la sociedad a tal punto que huir de Venezuela es el único proyecto alternativo a una existencia miserable. Una vez más, se constata que el socialismo en crudo y en acto es objetivamente el mal de estos tiempos. Sólo hay que recorrer la miseria, el genocidio, la esclavitud, la injusticia que han dejado y dejan las dictaduras comunistas desde 1917 a la fecha para reconocer el mal. Cien millones de asesinados en menos de cien años es un número que ha sido aceptado por ellos mismos. ¿Cómo se explica que, con semejante cantidad de cadáveres blanqueados del placard, la izquierda se arrogue superioridad moral? ¿Qué credenciales la avalan para mirar por sobre el hombro a los que no comparten sus ideas y jamás propiciaron o justificaron asesinatos masivos? El marxismo-leninismo, en todas sus variantes, propone como objetivo político eliminar físicamente una clase social. El genocidio de los burgueses es parte explícita de su programa de acción. Y que estos fanáticos son de cumplir con sus promesas no cabe duda alguna. Ahí están las extendidas obras de Stalin, Trotsky, Lenin, Mao, Castro, Che Guevara, Pol Pot y otros para corroborarlo. Pero, es evidente, la izquierda tiene mejor prensa que la derecha. No se venden remeras con la imagen de los fusilados por el Che Guevara pero sí de este último y la televisión oficial argentina a partir de la presidencia de Néstor Kirchner sostiene al Canal Encuentro dedicado, en gran parte, a hacer la apología del terrorismo que asoló a la Argentina en la década del 70’. Lo que, por la continuidad auspiciada por Macri, parece ser una suerte de “política de Estado”.
Es un hecho: la izquierda maneja la propaganda política con una maestría sin par y sin el menor escrúpulo. Inventa, tergiversa e impone a los hechos sus interpretaciones de guerra de clases y, si no se ajustan, peor para ellos. Repetir una mentira hasta el cansancio y escrachar por facho al que la desmiente es una táctica que le dado buenos resultados sin importar lo ridículo o cínico que signifique defender lo indefendible. Que Nisman se suicidó, que la denuncia que hizo contra Cristina era un mamarracho, que Milagro Sala es perseguida por trabajar para los pobres, que los desaparecidos son 30.000, que en los 70’ no hubo una guerra sino un genocidio, que el ex terrorista Horacio Verbitsky es un campeón los derechos humanos, que en Cuba se vive con dignidad o que la proclamación de Juan Guaidó como presidente de Venezuela es un golpe de Estado al gobierno de Nicolás Maduro son algunas de las cuentas de ese infinito collar. Hay que señalar que a la izquierda le importa un cuerno la formalidad “pequeño burguesa” de las instituciones liberales. Acatan la ley en la medida que les sirve para llegar al poder. Una vez instalados, ellos son la ley y entonces comienza la “dictadura del proletariado” (eufemismo de dictadura del partido Comunista). Pues bien, para de alguna manera justificar el apoyo al energúmeno de Maduro o, en su defecto, el no reconocimiento al presidente Guaidó, se desgarran las vestiduras ante el apoyo explícito de Donald Trump. Dicen que al presidente norteamericano no le interesa la democracia sino el petróleo de Venezuela. Sin embargo, le ruegan a los EE.UU. para que les siga comprando mientras Maduro se lo regala al régimen cubano. .
Pino Solanas, Víctor Hugo Morales, Maradona, Atilio Borón, el kirchnerismo en bloque, Pérez Esquivel, Hebe de Bonafini, Luis D’Elía, Mempo Giardinelli, Gustavo Silvestre y casi toda la izquierda ha salido a romper lanzas para salvar al energúmeno de Maduro. Es que al otro lado está la derecha (el mal) acaudillada por el diablo mayor (Trump). Les importa un rábano los cuatro millones de venezolanos que emigran con lo puesto (la mayor catástrofe humanitaria de la historia de América latina) huyendo de la peste “bolivariana”, dejando bienes, afectos, tierra y llevando consigo solo la esperanza encontrar un lugar en el mundo. Ahh…, pero es culpa de Trump. ¡Se puede ser más miserable!
El papa Francisco, por su parte, está preocupado por el derramamiento de sangre que supone la proclamación de Guaidó. El mismo argumento esgrimió el gobierno ruso para no reconocer a Guaidó. También, en un tiro por elevación aludió a Trump y coincidió con la izquierda en Panamá, cuando dijo: “Nuestros pueblos no son el ‘patio trasero’ de nadie”. No se enteró, así parece, que el derramamiento de sangre provocado desde el poder y contra los débiles transcurre desde hace casi dos décadas en Venezuela. Tampoco registró el hambre de los niños venezolanos, ni la diáspora forzada de los desesperados que huyen a pie.
En fin…, si algo me queda claro de esto último es que Donald Trump (la encarnación del “mal”) es un dechado de virtudes morales al lado de los que, supuestamente, personifican el bien.
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 29, 2019
¿Qué es lo que realmente quiere un Socialista?
Por BRUCE DEITRICK PRICE
¿Qué es exactamente un socialista? Podría pasar todo el día estudiando enciclopedias y no resolver nada. Usando varias definiciones, probablemente podría probar que alguien es o no es socialista.
Entonces hablemos con un socialista. Ignora la verborrea y mira dentro de su cabeza. Cuando alguien anuncia al mundo: “Soy un socialista”, ¿qué está pensando esa persona?
Con este enfoque, todo se vuelve más simple. Los socialistas pueden no ser capaces de reclamar experiencia, aprendizaje, inteligencia o éxito. Pero lo compensan con una certeza ilimitada sobre asuntos filosóficos y políticos. Es como si ellos, aunque ateos, fueran guiados por una visión divina.
¿Cuál es la afirmación central contenida en esa visión? Aquí, creo, es lo que el autoproclamado socialista está diciendo al resto de nosotros:
“Sus perdedores patéticos claramente no están calificados para llevar sus propias vidas. O si creen que lo están, probablemente estén atrapados en creencias peligrosas que deben ser descartadas. En general, sería mejor si se mantuvieran al margen, dejaran libre el camino y permitieran que los expertos manejen su vida. Ese sería yo y mis amigos “.
Eso es. “Soy un socialista” significa “A partir de ahora, yo estaré a cargo, afortunadamente. ¿Usted? Usted vaya a pasear”.
¿Cuál fue la esencia de la campaña de Hillary Clinton? Parecía pensar que tenía derecho a hacerse cargo y ordenar a todos los demás. Saul Alinsky, su mentor, sentía lo mismo. Se sospecha que Obama estuvo de acuerdo con ambos.
El socialismo y el comunismo se presentan a menudo como teorías científicamente derivadas de la economía y la política. Esa es la pretenciosa superficie académica. Sin embargo, en términos prácticos del día a día, nuestros visionarios de izquierda intentan responder a esta pregunta: ¿quién debe dirigir el mundo? Inevitable respuesta: Deberían.
Los socialistas están apasionadamente interesados en asegurarse de que las personas adecuadas tengan el poder, es decir, ellos mismos.
La democracia, por otro lado, tiene que ver con distribuir el poder y asegurarse de que las peores personas no lo obtengan. ¿Cómo sabemos que son las peores personas? Debido a que están obsesionados con agarrar el poder y usarlo para sofocar a otras personas, un acuerdo al que llaman socialismo o comunismo.
Es posible que muchos socialistas no sepan lo que realmente están diciendo. Probablemente los socialistas típicos siempre tuvieron la sensación de que deberían tener más poder. Otras personas a menudo tienen demasiado poder, lo cual es algo malo. Más allá de corregir estas disparidades, nuestros socialistas no necesitan discutir los detalles. Sólo sal de su camino.
El general William Sherman dijo en 1866 que si era nominado, no se postularía, y si era elegido, no serviría. Este sujeto no quería ser presidente. No quería más poder. En una democracia, es más o menos la persona perfecta para el trabajo.
En el socialismo, por otro lado, las personas más terribles del planeta se esfuerzan por ser su amo y señor. Piensa en Lenin. Piensa en Marx, quien a menudo amenazaba a sus rivales con estas palabras: “Te aniquilaré”. Tienes que preguntar, ¿Quién habla así? Los psicópatas son probablemente la categoría principal, junto con los socialistas y comunistas.
Paul Johnson, el gran historiador británico, escribió un libro entretenido llamado Intelectuales. Sus temas son principalmente de la izquierda, nombres como Rousseau, Sartre, Brecht, etc. Ciertamente, son brillantes, pero tienden a ser egoístas y duros con los demás, en otras palabras, exactamente lo que deberíamos esperar que sean los socialistas. Están a cargo, y usted no, así es exactamente como debería organizarse el universo.
En 1920, cuando se consolidó la Revolución Rusa, el súper famoso Bertrand Russell fue a ese país para encontrarse con el súper famoso Vladimir Lenin. Bertrand Russell fue un comunista confirmado; No obstante, detectó algo peligroso en Lenin. El gobierno ruso estaba enfrentando a los campesinos comunes contra los kulaks, los campesinos más exitosos. Russell, en su libro sobre la reunión, notó un cruel cuadro “Lenin describió la división entre campesinos ricos y pobres, y la propaganda gubernamental entre los últimos contra los primeros, lo que llevó a actos de violencia que parecían encontrar divertidos”. Asegurarse de que los kulaks fueran expulsados, eso era “divertido” para Lenin. Hay que tener en cuenta que los kulaks eran los mejores agricultores. Una vez que estos fueron más escasos, Rusia tuvo que importar alimentos. Eso te muestra lo inteligente que era Lenin. Eso, y confiaba en Stalin, un ególatra aún más grande y despiadado que el mismo Lenin.
Ahora tenemos el notable espectáculo de Venezuela, uno de los países más ricos del mundo, reducido a la pobreza y el hambre por una junta de desmanes socialistas. Todo esto es un espectáculo público, como una cirugía plástica fallida en una estrella de cine. Los socialistas a cargo tienen todas las respuestas. Ellos saben lo que necesitas mejor que tú. Desafortunadamente, eso resulta ser todo resultado trágico y estúpido imaginable. ¿Cómo se atreve cualquier otro país a discutir el socialismo?
El Tao Te Ching (un compendio de la antigua sabiduría china) tiene muchos consejos astutos para los reyes aspirantes. Un gran imperio debe manejarse tan delicadamente como un chef maneja un pez pequeño.
El Tao Te Ching también dice: “Cuanto menos hace y dice un líder; cuanto más feliz es su gente; cuanto más se apunta y se jacta de un gobernante, más triste será su gente”. Bueno, lo que los dictadores socialistas saben cómo hacer es presumir y presumir. Mira a Mussolini; mira a Hitler; mira a Mao Estos son egos vastos y arrogantes.
Aquí hay otra visión taoísta. El gran emperador es modesto. Cuando un proyecto grande se termina con éxito, su gente piensa: Nosotros mismos lo hicimos. Hillary estaría segura de corregir ese error. No, deplorables, lo hice todo por mi cuenta.
Si se pregunta por qué algunos líderes prefieren un sistema de escuelas públicas ineficiente que parece tener la intención de adormecer el país, pregúntese qué tipo de ciudadanos tienen más probabilidades de soportar dictadores arrogantes. Probablemente eso sería ignorante, ciudadanos semi-alfabetizados.
Bruce Deitrick Price es autor de ocho libros, un artista y un poeta. También es uno de los principales escritores de Estados Unidos sobre reforma educativa. Fundó Improve-Education.org en 2005 y desde entonces ha publicado casi 400 artículos en Internet. Su especialidad es explicar las teorías y métodos disfuncionales que se encuentran en las escuelas públicas.
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 18, 2019
El Exilio de Trotsky
El 9 de enero de 1937 León Trotsky, político y revolucionario ruso, llega a México como refugiado, tras iniciar una lucha contra el régimen de Stalin.
En la tarde del 20 de agosto de 1940, Ramón Mercader, un joven español bajo contrato de la GPU, la policía política secreta de Joseph Stalin, aprovechó el momento. Bajo el alias del empresario canadiense “Frank Jacson”, se había infiltrado en la casa de Leon Trotsky en Coyoácan, un municipio de la Ciudad de México, varios meses antes. Cuando Trotsky se inclinó sobre su escritorio, Mercader lo golpeó brutalmente en el lado derecho de la cabeza con un pico, su mango se cortó para ocultarlo más fácilmente debajo de un impermeable. La herida infligida tenía tres pulgadas de profundidad. Al tambalearse, el viejo revolucionario encontró la fuerza para luchar contra el asesino. Trotsky impidió que Mercader infligiera otro golpe fatal y luchó por su vida hasta que llegaron sus guardaespaldas. Con Mercader golpeado hasta quedar inconsciente y la policía llamó, se desplomó en los brazos de su esposa, Natalia Sedova. Al día siguiente, Trotsky sucumbió a sus heridas, muerto a la edad de 60 años.
Ramón Mercader
Con su némesis asesinada y Mercader, el asesino, negando cualquier participación soviética (eventualmente cumpliría 20 años en una prisión mexicana), Stalin pudo sentir una profunda satisfacción. El individuo, que, más que cualquier otro, simbolizaba la oposición al estalinismo, había sido eliminado. El acto vil de Mercader cerró el largo y amargo conflicto entre los dos hombres. Desde la versión ficticia en Unforgiving Years, la excelente novela de Victor Serge, su único compañero, hasta la película de 1972, El asesinato de Trotsky, donde Richard Burton lo retrató, los detalles escabrosos de la muerte de Trotsky a menudo han llamado más la atención que su vida extraordinaria La lucha de Trotsky contra Stalin y el estalinismo, el tema de este artículo, fue una parte crucial de la última década de su vida.
León Davidovich Bronstein, nacido en el seno de una familia de agricultores judíos en Ucrania en 1879, Trotsky creció entre los movimientos revolucionarios que operan en la atmósfera ultra represiva del Imperio ruso. A la edad de dieciocho años, abrazó con entusiasmo el marxismo. El resto de su vida, se puede decir, sin exagerar, se basaba en un solo objetivo final: la revolución mundial de los trabajadores. Durante su temprana participación en la política socialista rusa, Trotsky se enfrentó con Vladimir Lenin sobre cómo debería organizarse un partido revolucionario (tales choques le servirían bien a Stalin cuando describiera a Trotsky como hostil a las ideas de Lenin). Durante la Revolución de 1905, después de la formación de los primeros soviets (consejos radicales que representan a las masas trabajadoras), Trotsky, que solo tenía veintiséis años en ese momento, se desempeñó brevemente como presidente del Soviet de San Petersburgo. Un largo período de exilio tras la represión del zar Nicolás II contra los radicales de izquierda terminó cuando regresó en mayo de 1917 a una Rusia en llamas con la revolución. Uniéndose a los bolcheviques unos meses después, Trotsky trabajó estrechamente con Lenin. Juntos, prepararon el derrocamiento del gobierno provisional gobernante que mantuvo al país en la desastrosa guerra mundial. De aquí en adelante, una multitud de personas pronunciaron sus nombres juntos: “Lenin y Trotsky”. Como miembro del Comité Revolucionario Militar Bolchevique, Trotsky jugó un papel decisivo en la insurrección en Petrogrado (anteriormente San Petersburgo), eventos que más tarde narraría en su Historia famosa de la revolución rusa. En marzo siguiente, negoció el tratado punitivo de Brest-Litovsk forzado a los bolcheviques por la Alemania imperial. En la Guerra Civil Rusa (1918-1921), organizó y llevó al Ejército Rojo a una impresionante victoria sobre las fuerzas contrarrevolucionarias.
Trotsky también fue testigo de los tremendos reveses de principios de la década de 1920 a las esperanzas revolucionarias. Bajo la Nueva Política Económica (NEP) puesta en marcha por Lenin en 1921, los bolcheviques tuvieron que concentrarse en la recuperación económica después de las severas medidas de la guerra. La clase obrera había sido devastada por tres años de guerra civil. Muchos trabajadores que sobrevivieron al conflicto se habían trasladado a puestos administrativos en el gobierno soviético o se habían trasladado al campo. Internacionalmente, la URSS estaba sola. La revolución proletaria que Trotsky había esperado que se extendiera y se apoderara de otros lugares había sido bloqueada. La izquierda radical sufrió terribles derrotas en 1919 en Alemania y Hungría. Hubo el “miedo rojo” en los Estados Unidos en el mismo período. Benito Mussolini, un ex socialista, adquirió el poder en Roma en 1922 y su dictadura fascista se convirtió en un enemigo feroz de los bolcheviques. Más derrotas pronto siguieron en Alemania, Estonia y Bulgaria en 1923-25.
Después de la muerte de Lenin en enero de 1924, surgió inmediatamente la pregunta sobre quién sería el próximo líder de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Trotsky fue una de las figuras más reconocibles asociadas con la Revolución de Octubre: admirada, odiada y emulada dentro y fuera de la URSS. Aunque la historia recuerda con razón a Joseph Stalin como el principal rival de Trotsky y luego como enemigo mortal, a principios de la década de 1920, Stalin pasó inadvertido para muchos observadores. Había sido una “sombra apenas perceptible”, como lo dijo Trotsky. Una de las historias clásicas de la Revolución bolchevique, Diez días que sacudieron el mundo, escrita por el radical estadounidense John Reed, apenas menciona a Stalin. Gregori Zinoviev y Lev Kamenev, no Stalin, emergieron como los principales oponentes de Trotsky inmediatamente después de la muerte de Lenin. Estos dos hombres, que habían estado con Lenin durante años, se sintieron amenazados por la popularidad de Trotsky y su historial militar. Sin embargo, ya se había cometido un error, fatídico para los tres. En 1922, Lenin, apreciando su talento organizativo, eligió a Stalin para el cargo de Secretario General del Partido Comunista. Esto le dio autoridad sobre la membresía del partido y los nombramientos. Stalin acumuló rápidamente un enorme poder e influencia en el partido durante los próximos años. Una vez que Lenin, quien en sus últimos meses, lamentó profundamente su elección de Stalin, ya no estaba en el cuadro, Stalin se puso del lado de Zinoviev y Kamenev en su oposición a Trotsky.
Como Trotsky reconoció más tarde, Stalin aprovechó la situación no solo para nombrar a su propia gente sino también para promover sus propias ideas sobre el futuro de la URSS. En 1924, introdujo la noción de “socialismo en un solo país”. Stalin sostuvo que solo en la Unión Soviética se podía construir una sociedad socialista, independientemente del contexto internacional. El concepto atrajo a muchos bolcheviques que enfrentan el aislamiento del único estado marxista del mundo. Stalin continuó para contrarrestar directamente esta idea al énfasis de Trotsky en la revolución mundial. Gracias a Stalin, el “trotskismo” pronto se convirtió en un término de oprobio para el elitismo, el faccionalismo y la falta de conexión con las masas de trabajadores y campesinos.
A mediados de la década de 1920, Trotsky respondió a estos desarrollos pidiendo una restauración de la democracia de los trabajadores dentro del Partido Comunista. Si bien había abogado por la centralización durante la Guerra Civil, lo había hecho por necesidad. Como líder de facto de lo que se conoció como la Oposición de Izquierda, Trotsky asaltó la creciente burocratización de la vida política, la retirada del antiguo ideal del internacionalismo revolucionario y la transformación del marxismo en “marxismo-leninismo”, un dogma que no debe cuestionado Reunió a muchos partidarios, como Karl Radek, Christian Rakovsky y Victor Serge. El apoyo adicional vino de cuartos inesperados. Después de que Stalin los sacó de sus posiciones de autoridad, Kamenev y Zinoviev se unieron a Trotsky en 1927. Esta Oposición Conjunta, nunca la alianza más robusta, no se mantuvo. Los jóvenes “activistas” rompieron violentamente las reuniones de oposición con métodos que recuerdan a los escuadrones fascistas de Mussolini. Stalin, ejerciendo su poder como un club, expulsó a Trotsky y sus seguidores del partido a fines de 1927. Proféticamente, Trotsky denunció a Stalin como el “sepulturero de la Revolución”. Enviado al “exilio interno” en Kazajstán durante un año, fue entonces Deportado a Turquía en febrero de 1929.
León Trotsky
En Prinkipo, un suburbio de Estambul, Trotsky escribió su autobiografía, Mi vida. En ese libro se encuentra esta notable descripción de Stalin, para entonces el único gobernante de la Unión Soviética.
Está dotado de practicidad, voluntad fuerte y persistencia en el cumplimiento de sus objetivos. Su horizonte político es restringido, su equipo teórico primitivo. Su trabajo de compilación, Los fundamentos del leninismo, en el que hizo un intento de rendir homenaje a las tradiciones teóricas del partido, está lleno de errores de sofocación. Su ignorancia de las lenguas extranjeras lo obliga a seguir de cerca la vida política de otros países. Su mente es obstinadamente empírica y carece de imaginación creativa. Para el grupo líder del partido (en los amplios círculos que no se conocía en absoluto) siempre parecía un hombre destinado a jugar el segundo y el tercer violín. Y el hecho de que hoy juegue primero no es tanto un resumen del hombre como lo es de este período de transición de reincidencia política en el país.
Este período no iba a ser tan “transicional” como creía Trotsky. Con sus oponentes eliminados, Stalin promulgó la colectivización de la agricultura y la industrialización dirigida por el estado, programas que una vez defendieron la Oposición de Izquierda, pero que ahora se implementan brutalmente con un asombroso número de vidas. Sin embargo, aún no estaba listo para implementar, para citar a Trotsky, la “liquidación física de los viejos revolucionarios, conocida por todo el mundo”. Stalin aguardaría su tiempo durante varios años. Y podría hacerlo mientras observa a su enemigo vivir la existencia de un refugiado.
Trotsky no dudó en calificar a la dictadura de Stalin de “totalitaria”, un concepto aún relativamente nuevo en el pensamiento político. Así, el estalinismo, el sistema contrarrevolucionario y la ideología que Stalin representaba, lo preocupaban. En esta forma de totalitarismo, una burocracia, una casta privilegiada, en la parte superior de la cual Stalin se encaramó como un monarca absoluto, la dominó sobre la clase obrera. Trotsky comparó la dominación estalinista con “Termidor”, el término usado para denotar el final de la fase radical de la Revolución Francesa y el cambio a la política reaccionaria. Hasta 1933, pensó, sin embargo, el sistema soviético podría reformarse trabajando a través de las estructuras del Partido Comunista. La Oposición de Izquierda podría desalojar a Stalin desde adentro sin desafiar directamente el poder estatal. Trotsky mantuvo esta posición hasta que Adolf Hitler se convirtió en canciller de Alemania en enero de 1933. Alemania era un país con una moderna sociedad urbana e industrial que durante mucho tiempo había considerado vital para las perspectivas del socialismo. Trotsky denunció el impacto de las políticas de Stalin en esta catástrofe. El liderazgo soviético había atado las manos del Partido Comunista Alemán y había obstaculizado un frente unido contra el Partido Nazi al interpretar a los socialistas moderados como la verdadera amenaza. Posteriormente, Hitler aplastó el poderoso movimiento de trabajadores alemanes sin apenas luchar. Este desastre forzó un cambio profundo en el pensamiento de Trotsky.
Después de que Hitler tomó el poder, Trotsky concluyó que la reforma del régimen de Stalin debía abandonarse. Superar a Stalin trabajando a través de los canales del Partido Comunista ya no era posible. Esta perspectiva mucho más radical culminó en su traición de la revolución de 1936. La revuelta proletaria tendría que derrocar a Stalin y la burocracia. Esta revolución, dejó claro Trotsky, se asemejaría a los trastornos europeos de 1830 y 1848 más que la Revolución de Octubre. Sería una revolución política, no social. La propiedad colectiva y el control de los medios de producción (por ejemplo, tierras, fábricas, minas, astilleros, yacimientos petrolíferos), ferrocarriles y bancos, así como la economía planificada, permanecerían. La designación de Trotsky de la URSS como un “estado de trabajadores degenerados” destacó su convicción de que Stalin había traicionado y degradado los aspectos originales y liberadores de la Revolución bolchevique. Aún así, mucho podría salvarse del daño hecho por el estalinismo.
La visión que Trotsky sostuvo de las instituciones políticas en una URSS liberada posterior a Stalin puede sorprender a algunos. Pidió elecciones libres, libertad de crítica y libertad de prensa. Si bien el Partido Comunista se beneficiaría más de esta atmósfera abierta, ya no tendría el monopolio del poder. Mientras los partidos políticos no intentaran restaurar el capitalismo, podrían operar, reclutar y competir por el poder. La caída de Stalin también significaría una nueva vida para los sindicatos. Trotsky imaginó una participación restaurada de los trabajadores en la política económica. La ciencia y las artes podrían florecer una vez más. El estado, ya no vinculado a las calamitosas políticas estalinistas, podría volver a satisfacer las necesidades de los trabajadores, como la vivienda. La estratificación cedería ante el objetivo revitalizado de la “igualdad socialista”. Los jóvenes, en quienes Trotsky puso tanta esperanza, “recibirán la oportunidad de respirar libremente, criticar, cometer errores y crecer”.
Estos pensamientos que Trotsky puso en el papel solo unos meses antes de ser obligado a moverse nuevamente. Durante ocho años, Trotsky atravesó lo que llamó un “planeta sin visa”, un planeta desgarrado por la peor crisis económica en la historia del capitalismo. Desde que Stalin lo expulsó a él ya Natalia de la URSS, los asediados revolucionarios habían encontrado un refugio temporal en Turquía, Francia y Noruega. Concedido refugio por el gobierno izquierdista de Cardénas de México, su llegada a Coyoácan en enero de 1937 fue recibida con burla y amenaza por el Partido Comunista pro-Stalin del país.
Stalin no solo cazaba a Trotsky, sino a cualquiera que estuviera cerca de él de un país a otro. En Barcelona, en junio de 1937, sus asesinos secuestraron al antiguo colaborador de Trotsky, Andrés Nin, líder del POUM (Partido de los Trabajadores de la Unidad Marxista), la organización de militantes que se hizo famosa por el Homenaje de George Orwell a Cataluña. Nin desapareció en un momento crítico de la lucha de los revolucionarios españoles contra Francisco Franco, que nunca volvería a ser visto. Trece meses después, en París, Rudolf Klement, que una vez había trabajado como secretario de Trotsky, se sentó a desayunar. Klement fue secuestrado, presumiblemente por agentes de la GPU. Lo agarraron y dejaron su comida en la mesa sin tocar. Unas semanas después de su desaparición, un cuerpo, sin su cabeza y sus piernas, apareció en el Sena. No era suficiente matar a Klement; se requería la decapitación y el desmembramiento para incitar al terror adicional.
Los agentes de Stalin también se infiltraron en el círculo alrededor del hijo de Trotsky, Leon Sedov. A pesar de una relación difícil con su padre, León trabajó incansablemente para él en París. Se comunicó con los opositores de izquierda que todavía se aferraban dentro de Rusia, editó el Boletín de la Oposición, el foro más importante para los análisis de Trotsky del mundo contemporáneo, y escribió un reportaje de los Ensayos del Show que se llevaban a cabo en la URSS. Mark Zborowski, nacido en Ucrania y conocido por los partidarios de Trotsky bajo el nombre falso “Étienne”, pronto se abrió camino en el círculo de Sedov. Zborowski se convirtió en el asistente personal de Sedov, ayudando con su correspondencia y, finalmente, a cargo de la publicación del Boletín. Gracias a “Étienne”, la GPU pudo contar con ver muchos de los artículos de esta última incluso antes de que aparecieran impresos. Y Zborowski les entregó información vital sobre la salud de Sedov. Cuando Sedov se registró en una clínica privada en París dirigida por emigrados rusos que se quejaban de una apendicitis, los soviéticos lo sabían. Murió allí en circunstancias misteriosas en febrero de 1938, cinco meses antes de que Klement desapareciera. A día de hoy, la causa de la muerte no se ha determinado de manera concluyente. En un conmovedor tributo a su hijo, Trotsky contó la terrible pena que él y Natalia sintieron. “Junto con nuestro hijo, murió todo lo que aún era joven dentro de nosotros”. Su otro hijo, Sergei Sedov, permaneció en Rusia después de la expulsión de sus padres y siempre mantuvo la política a raya. Eso no lo salvó. Desapareció y, se cree, recibió un disparo en octubre de 1937.
Esta matanza sistemática se superpuso con la monstruosidad de las Pruebas de espectáculos de Stalin. Estas abominables burlas de la justicia tenían sus raíces en el asesinato de Sergey Kirov, el jefe del partido de Stalin en Leningrado. Kirov fue asesinado a tiros en diciembre de 1934. Probablemente, el propio Stalin fue el responsable del asesinato. El asesinato le dio el pretexto para purgar sistemáticamente y públicamente al Partido Comunista. Como el aspecto más visible de las Purgas, las Pruebas del Show comenzaron con el Juicio de los Dieciséis en agosto de 1936. Los antiguos bolcheviques, como Zinoviev y Kamenev, fueron acusados de conspirar contra el gobierno soviético. Sorprendentemente, confesaron, confesaron haber aceptado las demandas de Trotsky para asesinar a Stalin y a varios de sus subordinados. Después de sus sentencias de muerte, se llevaron a cabo varios juicios sucesivos hasta 1938. La “liquidación física de los antiguos revolucionarios, conocida por todo el mundo”, estaba a la mano. Trotsky sabía que una combinación de tortura, amenazas a los miembros de la familia y promesas de libertad, si se daban confesiones, permitía que ocurrieran las parodias. Cuando leyó la infame frase pronunciada por el fiscal general de Stalin, Andrey Vyshinsky: “Exijo que estos perros enojados deberían ser fusilados, ¡todos ellos!”. Trotsky sabía que esto no era una amenaza ociosa.
Las palabras de Vyshinsky se convirtieron en una realidad asesina en la URSS a fines de los años treinta y cuarenta. La violencia barrió tanto a los partidarios como a los opositores de Stalin y el estalinismo. Radek y Rakovsky, ex aliados de Trotsky que más tarde se sometieron a Stalin, fueron asesinados. También fue Nikolai Bujarin, uno de los principales teóricos del bolchevismo, un crítico acérrimo de Trotsky y la Oposición de Izquierda, y un antiguo defensor de Stalin. Otros fueron asesinados en campos de trabajo, los infames Gulags o en las cárceles. Entre las miles de víctimas estuvieron el pensador económico marxista, Isaak Ilich Rubin, y el gran historiador de la izquierda y ex director del Instituto Marx-Engels, David Ryazanov. Isaac Babel, a quien Trotsky una vez llamó “el más talentoso de nuestros escritores más jóvenes”, confesó haber trabajado como espía y cerebro terrorista de Trotsky. La policía secreta lo condenó a muerte en enero de 1940. En este período, la Unión Soviética era quizás el lugar más peligroso del mundo para los marxistas de pensamiento independiente, algo sorprendente, dados los registros de los regímenes fascistas. Por sus contribuciones a la carnicería, Stalin recompensó a Genrikh Yagoda y Nikolai Yezhov, jefes de la GPU durante estos años, por haberlos fusilado.
De los ensayos de la demostración, cada vez más extravagantes cuentos sobre Trotsky fueron hilados. Las historias transmitidas por el acusado lo colocaron en el centro de una conspiración antisoviética mundial masiva. Volviendo a sus llamamientos a una revolución anti-Stalin contra él, Vyshinsky se enfrentó a Trotsky, el adversario empedernido del fascismo, como el maestro fascista, como el tirador de cuerdas y el maestro de títeres. Además de los vínculos con la Gestapo, los investigadores soviéticos afirmaron haber descubierto las conexiones de Trotsky con Mussolini, el gobierno del Japón imperial y las democracias capitalistas. Con reminiscencias de las teorías antisemitas nazis, el “trotskismo” se transformó en una verdadera aparición demoníaca durante los ensayos de la serie. Sin embargo, Trotsky se defendió vigorosamente.
Contrarrestando la forma en que los historiadores seleccionados de Stalin distorsionaron el pasado soviético, Trotsky ya había escrito la Escuela de Falsificación de Stalin. Sus seguidores, muchos de los cuales se referían a él con afecto, como el “Viejo”, fundaron la Cuarta Internacional fuera de París en septiembre de 1938. Su objetivo era proporcionar una alternativa revolucionaria a la Tercera o Comunista liderada por Moscú. Internacional (Comintern). Esta Cuarta Internacional reforzaría los partidos y sindicatos de clase obrera radicales y antiestalinistas de todo el mundo. Cuando se trató de repudiar los cargos absurdos planteados en el Show Trials, recibió una ayuda considerable. Frida Kahlo, con quien Trotsky tuvo un romance en 1937, y Diego Rivera fueron sus incansables defensores en la Ciudad de México. En los Estados Unidos, se formó un Comité para la Defensa de León Trotsky. Organizaciones similares se fundaron en otros lugares. El Comité estadounidense estableció una Comisión de investigación, presidida por John Dewey, el famoso filósofo pragmatista. Solo uno de los miembros, Alfred Rosmer, sindicalista y partidario de la Revolución de Octubre, podría ser descrito como un partidario de Trotsky. Viajando a la capital mexicana, la Comisión celebró trece sesiones en abril de 1937. Trotsky, hablando en su inglés bastante imperfecto, respondió a todas las acusaciones formuladas por los estalinistas. Causó una poderosa impresión en los presentes, incluido el liberal Dewey, que no admiraba su política. En septiembre de 1937, la Comisión emitió sus conclusiones, eliminando a Trotsky de todos los cargos.
Joseph Stalin
Los años siguientes fueron tiempos oscuros y terribles para Trotsky, Natalia y su círculo interno. Perder a dos hijos e innumerables compañeros y amigos con Stalin no le quebró el espíritu, pero las pérdidas arrojaron una sombra sobre todo lo que había hecho. Con los japoneses en China, Hitler mudándose a Austria y amenazando a Checoslovaquia, y Mussolini soñando con un Imperio Romano en el Mediterráneo, la perspectiva de una nueva guerra mundial pronto lo superó. Casi un año antes de que comenzara, Trotsky habló de una inminente Segunda Guerra Mundial como una “nueva masacre que está a punto de ahogar a todo nuestro planeta en sangre”.
Trotsky tenía buenas razones para pronunciar tales cosas. Y sabía que la respuesta de Stalin a la expansión alemana en Europa del Este sería crítica. Tras el Acuerdo de Munich de septiembre de 1938, Trotsky esperaba que el gobierno soviético buscara un acuerdo con Hitler. La purga de 1937-38 de Stalin del Ejército Rojo, incluidos algunos de sus comandantes más capaces, como Mikhail Tukhachevsky, había debilitado tan seriamente a la URSS que debía evitarse a toda costa una confrontación militar con la Alemania nazi. Sean cuales fueren los sentimientos antinazis emitidos por el Kremlin, pensó Trotsky, no valían el papel en el que estaban escritos. A raíz de los Show Trials, creía que una razón aún más importante haría que Stalin llegara a un acuerdo con Berlín: la supervivencia. El régimen de Stalin era demasiado despótico e impopular para capear la tormenta de la guerra total. Según Trotsky, un acuerdo con la Alemania nazi podría asegurar cierta estabilidad para la dictadura.
Cuando Vyacheslav Molotov, el ministro de Relaciones Exteriores soviético, y Joachim von Ribbentrop, su homólogo alemán, firmaron un Pacto de No Agresión entre las dos naciones el 23 de agosto de 1939, Trotsky apenas se sorprendió. A principios de ese año, había declarado que el nombre de Stalin sería un “sinónimo de los límites más extremos de la sencillez humana”. Esta declaración condenatoria recibió confirmación con el próximo movimiento de Stalin: dividir Polonia con Hitler.
La lucha de Trotsky contra Stalin entró en una nueva fase final con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, apenas una semana después. En un flujo constante de artículos y entrevistas, condenó el papel de la Unión Soviética, un estado que, al menos en su retórica, se había puesto del lado de los colonizados contra el imperialismo. La traición de los principios del Octubre Rojo había alcanzado un nuevo nivel de traición. Quizás Stalin, supuso Trotsky, ahora parecía contento con la división de Europa del Este con los fascistas alemanes. Cualesquiera que fueran los motivos, llamó al “intendente” de Stalin Hitler, un lacayo que reaccionó ante los movimientos de su socio principal.
El ataque soviético a Finlandia en noviembre de 1939, el comienzo de la Guerra de Invierno, le hizo preguntarse hasta qué punto Stalin estaba dispuesto a llegar para crear una esfera de interés para él. Mientras condenaba de nuevo la agresión soviética, Trotsky, al mismo tiempo, despreciaba al mariscal Mannerheim, el líder finlandés de derecha reuniendo a su gente. Sin embargo, Trotsky, fiel a su marxismo, esperaba que la “sovietización” en Polonia y Finlandia pudiera liberar a los trabajadores y campesinos de ambos países del dominio de los capitalistas y los terratenientes. Sin embargo, se dio cuenta de que el socialismo, en última instancia, no podía construirse sobre las puntas de las bayonetas del Ejército Rojo.
Este fue un gran dilema para Trotsky. ¿Cómo podría uno apoyar la revolución social en áreas bajo el control soviético sin dar ningún fundamento a su anti-estalinismo? Un problema aún mayor se planteó. ¿Y si Hitler repudió el pacto y atacó a la URSS? Trotsky no tenía dudas de que Hitler lo haría tan pronto como fuera posible. Su respuesta fue absolutamente inequívoca. Los socialistas y los trabajadores de todas partes deben unirse a la defensa de la Unión Soviética. Los logros de la revolución bolchevique debían ser defendidos.
Esta posición, que alienó a muchos de sus seguidores, coexistió con otra afirmación: la nueva guerra mundial significaría el fin del régimen de Stalin. Trotsky predijo que los trabajadores y campesinos de la URSS, revitalizadas sus energías revolucionarias, pondrían fin a la burocracia estalinista. La revolución que describió en La revolución traicionada formaría parte de una gigantesca ola de revolucionarios que envolvió a las potencias del Eje y las democracias capitalistas. Al igual que Stalin, Hitler y Mussolini se encontrarían con la severa justicia del proletariado. Trotsky argumentó que el capitalismo, golpeado durante una década por el desempleo masivo, las cuotas de inmigración, las guerras arancelarias y la restricción del comercio, también había entrado en su “agonía de muerte”. De manera desafiante, anunció, “¡de las prisiones capitalistas y de los campos de concentración vendrán la mayoría de los líderes de la Europa y del mundo del futuro!” Un resultado que Trotsky imaginó como resultado de esta revolución mundial sería un Estados Unidos socialista de Europa. Este último, a su vez, formaría parte de una Federación Mundial de Repúblicas Socialistas. Esto hubiera significado la mayor revolución geopolítica en la historia de la humanidad con el socialismo convirtiéndose en una verdadera forma de sociedad global.
Trotsky mantuvo esta perspectiva radical incluso cuando Stalin firmó un acuerdo comercial con Hitler en febrero de 1940, luego se apoderó de Bessarabia y Bukovina de Rumania, y se anexionó Lituania, Letonia y Estonia. Se aferró a él mientras su propia salud se deterioraba y, como había temido durante mucho tiempo, los asesinos de Stalin se acercaron a él. A fines de febrero, Trotsky escribió un testamento final, temiendo que la muerte estuviera cerca. “La vida es bella”, dijo. “Que las generaciones futuras lo limpien de todo mal, opresión y violencia, y que lo disfruten al máximo”. Tres meses después, el mal radical apareció muy vivo y en movimiento.
El 1 de mayo, durante un día asociado con la izquierda y la militancia obrera, 20,000 comunistas mexicanos marcharon en la capital y gritaron: “¡Fuera Trotsky!” Trotsky y Natalia ya habían asumido que sus vidas estaban en peligro. Con sus cables electrificados, alarmas y puertas forzadas, su casa en Coyoácan parecía más una fortaleza que un hogar. Cuando Trotsky intentó desde lejos seguir el ritmo de la invasión de Francia y los Países Bajos por parte de Hitler, lanzado el 10 de mayo, tomó forma un complot para matarlo. Fue dirigido por el pintor David Alfaro Siqueiros, que fue amigo de Rivera, pero que ahora es un estalinista convencido. La noche del 23 de mayo, los hombres de Siqueiros irrumpieron en la casa y dispararon más de 200 disparos. Milagrosamente, Trotsky y Natalia sobrevivieron. También lo hizo su nieto, Esteban Volkov, que había estado viviendo con ellos.
Trotsky proclamó desafiante: “en los anales de la historia, el nombre de Stalin se registrará para siempre con la infame marca de Caín”. Cuando falló el intento de mayo, la GPU decidió ir con Mercader. En agosto, después de retrasos y errores, cumplió su misión mortal. Entre los papeles al lado de donde Trotsky luchó contra su asesino había un manuscrito largo e inacabado, una biografía de Stalin que escribió para exponer a su enemigo. La sangre derramada en el estudio confirmó lo que estaba grabado con tinta en las páginas del libro. De hecho, con el asesinato de Trotsky, Stalin demostró su talento más aterrador. Era un verdugo cuyo lazo podía atravesar los océanos.
En retrospectiva, es sorprendente lo confiados que estaban Trotsky y sus partidarios como Victor Serge, Isaac Deutscher y James Cannon en una próxima revolución proletaria que arrasaría con el régimen de Stalin. La expectativa de Trotsky de que la Segunda Guerra Mundial llevaría al derrocamiento de Stalin y al restablecimiento de un verdadero estado de los trabajadores en los EE.UU. nunca se materializó, por supuesto. De hecho, la victoria del Ejército Rojo durante la “Gran Guerra Patriótica” contra los estados del Eje solo solidificó el gobierno de Stalin. Para muchos, el marxismo se definió irrevocablemente y se identificó con el estalinismo. Sin embargo, la victoria no significó, en este caso, la validez del sistema moldeado por Stalin. Las críticas de Trotsky a la persona de Stalin y al estalinismo, el fenómeno, nos lo recuerdan.
Fuentes: The Revolution Betrayed por Leon Trotsky . The great Terror por Robert Conquest. The Case of Leon Trotsky por John Dewey . Su Trotsky y el Nuestro por John Barnes . The Stalin Cult por John Plamper .
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 9, 2019
Justificando Asesinatos
En su obra “Sus morales y las nuestras”, el revolucionario comunista León Trotsky explicó por qué el asesinato en ciertas circunstancias está justificado.
Gran parte de esto es atribuible al surgimiento del emotivismo, una filosofía que afirma que todos los juicios evaluativos (incluso este) son poco más que expresiones de preferencia o sentimiento, particularmente con respecto a los juicios morales.
Sin embargo, incluso si esta es una filosofía que muchas personas hoy en día adoptan en principio, es una que rechazan en la práctica, ha observado el filósofo Alasdair Macintyre. Por ejemplo, pocas personas aceptarían la proposición de que la afirmación “homicidio es incorrecto” es simplemente una preferencia. La mayoría aceptaría esto como un hecho moral, incluso si no pudieran explicar precisamente por qué.
La idea de un asesinato justificado ha intrigado a las mentes grandes y tortuosas por generaciones. El asesinato como un bien utilitario es la pieza central de la trama de la obra maestra Crime and Punishment (Crimen y Castigo) de Dostoyevsky, por ejemplo, una de las más grandes obras literarias psicológicas jamás escritas.
La decisión de Raskolnikov de asesinar a un prestamista anciano es el resultado de su opinión de que los hombres excepcionales no están obligados por las mismas convenciones morales que los hombres comunes. Esta es una filosofía moral que Dostoievski rechaza, pero sus pensamientos sobre las justificaciones utilitarias del asesinato (que podría ser un acto moral si condujera a un bien mayor) eran bastante precavidos.
Poco más de medio siglo después, en su obra “Sus morales y las nuestras”, el revolucionario comunista León Trotsky, un asesino de masas, explicó por qué el asesinato en ciertas circunstancias estaba bastante justificado, incluso racional.
“Un medio solo puede ser justificado por su fin. Pero el final, a su vez, necesita ser justificado “, escribió Trotsky. “Desde el punto de vista marxista, que expresa los intereses históricos del proletariado, el fin se justifica si lleva a aumentar el poder del hombre sobre la naturaleza y la abolición del poder del hombre sobre el hombre”.
Principalmente e irreconciliablemente, la moralidad revolucionaria rechaza el servilismo en relación con la burguesía y la arrogancia en relación con los trabajadores, es decir, aquellas características en las que los pedantes y moralistas pequeño-burgueses están completamente empapados.
Estos criterios, por supuesto, no dan una respuesta rápida a la pregunta sobre qué es permisible y qué no está permitido en cada caso por separado. No puede haber tales respuestas automáticas. Los problemas de la moralidad revolucionaria se fusionan con los problemas de la estrategia y la táctica revolucionarias.
Bajo tal filosofía, tenía sentido que Trotsky ordenara la muerte de los hijos del zar Nicolás II, Olga Nikolaevna, Tatiana Nikolaevna, Maria Nikolaevna, Anastasia Nikolaevna, Tsarevich Alexei Nikolaevich, y así lo hizo.
“Había sido correcto (como dice Trotsky en otra parte) matar a los hijos del zar, porque estaba justificado políticamente”, escribió el historiador y filósofo polaco Leszek Kołakowski en su libro Principales Corrientes del Marxismo.
Trotsky, por supuesto, perdió el favor de Stalin (un fenómeno que no es raro en estos gobiernos comunistas). Como resultado, los dos hijos de Trotsky fueron asesinados durante las purgas de Stalin, una atrocidad que Trotsky condenó.
“¿Por qué, entonces, estaba mal que Stalin asesinara a los hijos de Trotsky?”, Preguntó Kolakowski. “Porque Stalin no representó al proletariado”.
Los asesinatos de Trotsky fueron justificados porque él estaba realmente del lado del proletariado, mientras que Stalin era un simple pretendiente. Justificación, excusa… casi sinónimos.
Una filosofía moral como esta habría parecido enojada para la mayoría de las personas a lo largo de la historia humana, como lo es para muchos en la actualidad, pero es el producto de varias líneas de la filosofía moderna que impregna nuestra cultura: el emotivismo, el relativismo moral y el utilitarismo.
La lección es tener mucho cuidado con aquellos que justificarían sus medios únicamente por los fines que logran.
Fuente: The Extractor . Polls-News . The Intellectual . Crime and Punishment de Fiodr Dostyevsky .
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 7, 2018