Lo único bueno que deja la triste crisis venezolana es que exige a la política a que muestre el verdadero rostro del mal y el de sus aliados. El chavismo-madurismo es lo peor que le ha pasado a Venezuela en toda su historia. La banda de asesinos, ladrones, narcotraficantes y demagogos que se adueñó del poder del Estado ha destruido la economía, la justicia y la democracia, y ha envilecido a sus fuerzas armadas y desquiciado a la sociedad a tal punto que huir de Venezuela es el único proyecto alternativo a una existencia miserable. Una vez más, se constata que el socialismo en crudo y en acto es objetivamente el mal de estos tiempos. Sólo hay que recorrer la miseria, el genocidio, la esclavitud, la injusticia que han dejado y dejan las dictaduras comunistas desde 1917 a la fecha para reconocer el mal. Cien millones de asesinados en menos de cien años es un número que ha sido aceptado por ellos mismos. ¿Cómo se explica que, con semejante cantidad de cadáveres blanqueados del placard, la izquierda se arrogue superioridad moral? ¿Qué credenciales la avalan para mirar por sobre el hombro a los que no comparten sus ideas y jamás propiciaron o justificaron asesinatos masivos? El marxismo-leninismo, en todas sus variantes, propone como objetivo político eliminar físicamente una clase social. El genocidio de los burgueses es parte explícita de su programa de acción. Y que estos fanáticos son de cumplir con sus promesas no cabe duda alguna. Ahí están las extendidas obras de Stalin, Trotsky, Lenin, Mao, Castro, Che Guevara, Pol Pot y otros para corroborarlo. Pero, es evidente, la izquierda tiene mejor prensa que la derecha. No se venden remeras con la imagen de los fusilados por el Che Guevara pero sí de este último y la televisión oficial argentina a partir de la presidencia de Néstor Kirchner sostiene al Canal Encuentro dedicado, en gran parte, a hacer la apología del terrorismo que asoló a la Argentina en la década del 70’. Lo que, por la continuidad auspiciada por Macri, parece ser una suerte de “política de Estado”.
Es un hecho: la izquierda maneja la propaganda política con una maestría sin par y sin el menor escrúpulo. Inventa, tergiversa e impone a los hechos sus interpretaciones de guerra de clases y, si no se ajustan, peor para ellos. Repetir una mentira hasta el cansancio y escrachar por facho al que la desmiente es una táctica que le dado buenos resultados sin importar lo ridículo o cínico que signifique defender lo indefendible. Que Nisman se suicidó, que la denuncia que hizo contra Cristina era un mamarracho, que Milagro Sala es perseguida por trabajar para los pobres, que los desaparecidos son 30.000, que en los 70’ no hubo una guerra sino un genocidio, que el ex terrorista Horacio Verbitsky es un campeón los derechos humanos, que en Cuba se vive con dignidad o que la proclamación de Juan Guaidó como presidente de Venezuela es un golpe de Estado al gobierno de Nicolás Maduro son algunas de las cuentas de ese infinito collar. Hay que señalar que a la izquierda le importa un cuerno la formalidad “pequeño burguesa” de las instituciones liberales. Acatan la ley en la medida que les sirve para llegar al poder. Una vez instalados, ellos son la ley y entonces comienza la “dictadura del proletariado” (eufemismo de dictadura del partido Comunista). Pues bien, para de alguna manera justificar el apoyo al energúmeno de Maduro o, en su defecto, el no reconocimiento al presidente Guaidó, se desgarran las vestiduras ante el apoyo explícito de Donald Trump. Dicen que al presidente norteamericano no le interesa la democracia sino el petróleo de Venezuela. Sin embargo, le ruegan a los EE.UU. para que les siga comprando mientras Maduro se lo regala al régimen cubano. .
Pino Solanas, Víctor Hugo Morales, Maradona, Atilio Borón, el kirchnerismo en bloque, Pérez Esquivel, Hebe de Bonafini, Luis D’Elía, Mempo Giardinelli, Gustavo Silvestre y casi toda la izquierda ha salido a romper lanzas para salvar al energúmeno de Maduro. Es que al otro lado está la derecha (el mal) acaudillada por el diablo mayor (Trump). Les importa un rábano los cuatro millones de venezolanos que emigran con lo puesto (la mayor catástrofe humanitaria de la historia de América latina) huyendo de la peste “bolivariana”, dejando bienes, afectos, tierra y llevando consigo solo la esperanza encontrar un lugar en el mundo. Ahh…, pero es culpa de Trump. ¡Se puede ser más miserable!
El papa Francisco, por su parte, está preocupado por el derramamiento de sangre que supone la proclamación de Guaidó. El mismo argumento esgrimió el gobierno ruso para no reconocer a Guaidó. También, en un tiro por elevación aludió a Trump y coincidió con la izquierda en Panamá, cuando dijo: “Nuestros pueblos no son el ‘patio trasero’ de nadie”. No se enteró, así parece, que el derramamiento de sangre provocado desde el poder y contra los débiles transcurre desde hace casi dos décadas en Venezuela. Tampoco registró el hambre de los niños venezolanos, ni la diáspora forzada de los desesperados que huyen a pie.
En fin…, si algo me queda claro de esto último es que Donald Trump (la encarnación del “mal”) es un dechado de virtudes morales al lado de los que, supuestamente, personifican el bien.
Por Mauricio Ortín
Lo único bueno que deja la triste crisis venezolana es que exige a la política a que muestre el verdadero rostro del mal y el de sus aliados. El chavismo-madurismo es lo peor que le ha pasado a Venezuela en toda su historia. La banda de asesinos, ladrones, narcotraficantes y demagogos que se adueñó del poder del Estado ha destruido la economía, la justicia y la democracia, y ha envilecido a sus fuerzas armadas y desquiciado a la sociedad a tal punto que huir de Venezuela es el único proyecto alternativo a una existencia miserable. Una vez más, se constata que el socialismo en crudo y en acto es objetivamente el mal de estos tiempos. Sólo hay que recorrer la miseria, el genocidio, la esclavitud, la injusticia que han dejado y dejan las dictaduras comunistas desde 1917 a la fecha para reconocer el mal. Cien millones de asesinados en menos de cien años es un número que ha sido aceptado por ellos mismos. ¿Cómo se explica que, con semejante cantidad de cadáveres blanqueados del placard, la izquierda se arrogue superioridad moral? ¿Qué credenciales la avalan para mirar por sobre el hombro a los que no comparten sus ideas y jamás propiciaron o justificaron asesinatos masivos? El marxismo-leninismo, en todas sus variantes, propone como objetivo político eliminar físicamente una clase social. El genocidio de los burgueses es parte explícita de su programa de acción. Y que estos fanáticos son de cumplir con sus promesas no cabe duda alguna. Ahí están las extendidas obras de Stalin, Trotsky, Lenin, Mao, Castro, Che Guevara, Pol Pot y otros para corroborarlo. Pero, es evidente, la izquierda tiene mejor prensa que la derecha. No se venden remeras con la imagen de los fusilados por el Che Guevara pero sí de este último y la televisión oficial argentina a partir de la presidencia de Néstor Kirchner sostiene al Canal Encuentro dedicado, en gran parte, a hacer la apología del terrorismo que asoló a la Argentina en la década del 70’. Lo que, por la continuidad auspiciada por Macri, parece ser una suerte de “política de Estado”.
Es un hecho: la izquierda maneja la propaganda política con una maestría sin par y sin el menor escrúpulo. Inventa, tergiversa e impone a los hechos sus interpretaciones de guerra de clases y, si no se ajustan, peor para ellos. Repetir una mentira hasta el cansancio y escrachar por facho al que la desmiente es una táctica que le dado buenos resultados sin importar lo ridículo o cínico que signifique defender lo indefendible. Que Nisman se suicidó, que la denuncia que hizo contra Cristina era un mamarracho, que Milagro Sala es perseguida por trabajar para los pobres, que los desaparecidos son 30.000, que en los 70’ no hubo una guerra sino un genocidio, que el ex terrorista Horacio Verbitsky es un campeón los derechos humanos, que en Cuba se vive con dignidad o que la proclamación de Juan Guaidó como presidente de Venezuela es un golpe de Estado al gobierno de Nicolás Maduro son algunas de las cuentas de ese infinito collar. Hay que señalar que a la izquierda le importa un cuerno la formalidad “pequeño burguesa” de las instituciones liberales. Acatan la ley en la medida que les sirve para llegar al poder. Una vez instalados, ellos son la ley y entonces comienza la “dictadura del proletariado” (eufemismo de dictadura del partido Comunista). Pues bien, para de alguna manera justificar el apoyo al energúmeno de Maduro o, en su defecto, el no reconocimiento al presidente Guaidó, se desgarran las vestiduras ante el apoyo explícito de Donald Trump. Dicen que al presidente norteamericano no le interesa la democracia sino el petróleo de Venezuela. Sin embargo, le ruegan a los EE.UU. para que les siga comprando mientras Maduro se lo regala al régimen cubano. .
Pino Solanas, Víctor Hugo Morales, Maradona, Atilio Borón, el kirchnerismo en bloque, Pérez Esquivel, Hebe de Bonafini, Luis D’Elía, Mempo Giardinelli, Gustavo Silvestre y casi toda la izquierda ha salido a romper lanzas para salvar al energúmeno de Maduro. Es que al otro lado está la derecha (el mal) acaudillada por el diablo mayor (Trump). Les importa un rábano los cuatro millones de venezolanos que emigran con lo puesto (la mayor catástrofe humanitaria de la historia de América latina) huyendo de la peste “bolivariana”, dejando bienes, afectos, tierra y llevando consigo solo la esperanza encontrar un lugar en el mundo. Ahh…, pero es culpa de Trump. ¡Se puede ser más miserable!
El papa Francisco, por su parte, está preocupado por el derramamiento de sangre que supone la proclamación de Guaidó. El mismo argumento esgrimió el gobierno ruso para no reconocer a Guaidó. También, en un tiro por elevación aludió a Trump y coincidió con la izquierda en Panamá, cuando dijo: “Nuestros pueblos no son el ‘patio trasero’ de nadie”. No se enteró, así parece, que el derramamiento de sangre provocado desde el poder y contra los débiles transcurre desde hace casi dos décadas en Venezuela. Tampoco registró el hambre de los niños venezolanos, ni la diáspora forzada de los desesperados que huyen a pie.
En fin…, si algo me queda claro de esto último es que Donald Trump (la encarnación del “mal”) es un dechado de virtudes morales al lado de los que, supuestamente, personifican el bien.
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 29, 2019
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