Cuarenticidio

Share

 Por Luis Bardín

 

Cuarenticidio

Después de estar confinados durante más de tres meses

seguimos en cuarentena y al virus no se lo vence.

los datos son preocupantes ¿presidente que ha pasado?

¿ni el tener diario del lunes le resultó suficiente

y a un triste 20 de marzo debemos volver urgente?

el que usted dé marcha atrás representa un gran fracaso

que no ha sido de la gente, ha sido del propio estado.

la temprana cuarentena fue una acertada medida

que usted tomó diligente, pero el maldito ADN

de la mafia peroniska, que lo acosa y lo rodea

en vez de gastar la guita en testeos e hisopados,

prefirieron la mordida de comprar fideo a granel

más caro que en almacén de la vuelta de la esquina.        

nadie quiere suicidarse. la gente volverá a hacer

lo que el gobierno decida y hoy, como nunca obligado,

a hacerlo racionalmente: con más testeo e hisopado

sin quedarse con el vuelto….. todo tiene una medida.  

 

Luis Bardín

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 25, 2020


 

Esclavitud, hoy?

Share

El año en que terminó la Guerra Civil, Estados Unidos modificó la Constitución para prohibir la esclavitud y la servidumbre involuntaria. Pero a propósito dejó un gran vacío para las personas condenadas por delitos.

La Decimotercera Enmienda, ratificada en 1865, dice: “Ni la esclavitud ni la servidumbre involuntaria, excepto como castigo por un delito por el cual la parte haya sido debidamente condenada, existirá dentro de los Estados Unidos o en cualquier lugar sujeto a su jurisdicción”. Los académicos, activistas y prisioneros han relacionado esa cláusula de excepción con el surgimiento de un sistema penitenciario que encarcela a los negros a más de cinco veces la tasa de los blancos, y se beneficia de su trabajo no remunerado o mal pagado.

“Lo que vemos después de la aprobación de la 13a Enmienda es un par de cosas diferentes que convergen”, dice Andrea Armstrong, profesora de derecho de la Universidad de Loyola en Nueva Orleans. “Primero, el texto de la Enmienda 13 permite la servidumbre involuntaria cuando es condenado por un delito”. Al mismo tiempo, los “códigos negros” en el sur crearon “nuevos tipos de delitos, especialmente los delitos de actitud, que no muestran el debido respeto, ese tipo de cosas”.

Cada vez que una persona daña la propiedad de otra persona sin el permiso del propietario, eso es un delito criminal. … Travesuras criminales también se conocen como travesuras maliciosas, vandalismo, daños a la propiedad, o por otros nombres dependiendo del estado.

Después de la Guerra Civil, los nuevos delitos como “travesura maliciosa” fueron descriptos vagamente, y podrían ser un delito grave o un delito menor dependiendo de la supuesta gravedad de la conducta. Estas leyes enviaron a más personas negras a la cárcel que nunca antes, y para fines del siglo XIX el país experimentó su primer “boom carcelario”, escribe la académica jurídica Michelle Alexander en su libro The New Jim Crow.

“Después de un breve período de progreso durante la Reconstrucción, los afroamericanos se encontraron, una vez más, prácticamente indefensos”, escribe Alexander. “El sistema de justicia penal se empleó estratégicamente para obligar a los afroamericanos a volver a un sistema de extrema represión y control, una táctica que continuaría teniendo éxito para las generaciones futuras”.

Los estados ponen a los prisioneros a trabajar a través de una práctica llamada “arrendamiento de convictos”, mediante la cual los plantadores e industriales blancos “alquilan” prisioneros para trabajar para ellos. Los estados y las empresas privadas ganaron dinero haciendo esto, pero los prisioneros no. Esto significaba que muchos prisioneros negros se encontraban viviendo y trabajando en plantaciones contra su voluntad y sin pagar décadas después de la Guerra Civil.

¿Era esta esclavitud por otro nombre? Armstrong argumenta que la Decimotercera Enmienda hace una excepción para la “servidumbre involuntaria”, no para la “esclavitud”, y que existen importantes distinciones históricas y legales entre los dos. Sin embargo, ella dice que ningún tribunal ha tratado formalmente esta distinción, y muchos tribunales han usado dos términos indistintamente. En 1871, la Corte Suprema de Virginia dictaminó que una persona condenada era “esclava del Estado”.

Al igual que la esclavitud anterior, el arrendamiento de convictos era brutal e inhumano. En todo el país, “decenas de miles de personas, abrumadoramente negras, fueron alquiladas por el estado a propietarios de plantaciones, patios ferroviarios de propiedad privada, minas de carbón y pandillas de cadenas de construcción de carreteras y obligados a trabajar bajo el látigo desde el anochecer hasta el amanecer, a menudo como castigo por delitos menores como vagabundeo o incluso, una violación de tráfico”.

Muchos prisioneros murieron en estas condiciones. En julio de 2018, el investigador Reginald Moore anunció que había encontrado los restos de 95 prisioneros negros que habían muerto trabajando en Sugar Land, Texas, a principios del siglo XX. Los expertos estiman que sus edades oscilaban entre los 14 y los 70 años, lo que significa que algunos habrían nacido en la esclavitud anterior a la Guerra Civil, liberados, encarcelados y luego obligados a realizar trabajos no remunerados nuevamente. Más de 3,500 prisioneros murieron en Texas entre 1866 y 1912, el año en que Texas prohibió el arrendamiento de convictos porque el número de muertos era muy alto.

Los estados también se beneficiaron y se beneficiaron del trabajo penitenciario al obligar a presos con cadenas a construir carreteras y crear granjas penitenciarias para cultivar cultivos como azúcar y guisantes. Hoy en día, los estados y las empresas privadas todavía dependen de los prisioneros que realizan trabajos gratuitos o con salarios muy bajos. Por ejemplo, California ahorra hasta $ 100 millones al año, según el portavoz de correcciones estatales Bill Sessa, al reclutar personas encarceladas como bomberos voluntarios.

“Los estados no podrían encarcelar a tantas personas como lo hacen sin esto, en efecto, subsidio del costo”, dice Armstrong. “Por lo tanto, enmascara la verdadera naturaleza o el verdadero costo del encarcelamiento”.

Décadas de prisión y activismo por los derechos civiles han tratado de mejorar las condiciones y pagar a los trabajadores encarcelados. En 1971, los reclusos del Centro Correccional Attica de Nueva York tomaron el control de la prisión y emitieron una lista de demandas, incluido el derecho a afiliarse a sindicatos y ganar un salario mínimo. Más recientemente, en el verano de 2018, los trabajadores prisioneros en todo Estados Unidos se declararon en huelga para protestar contra lo que llamaron “esclavitud moderna”.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 24, 2020


 

La torre de las ratas

Share

  Por Víctor Hugo


Desde que había empezado a anochecer, sólo tenía un pensamiento. Sabía que, antes de llegar a Bingen, un poco antes de la confluencia con el Nahe, encontraría un extraño edificio, una lúgubre morada ruinosa, de pie entre los juncos, en medio del río y entre dos altas montañas. Aquella morada ruinosa era la Maüsethurm.

Cuando era niño, por encima de mi cama tenía un pequeño cuadro rodeado de un marco negro que no sé qué criada alemana había colgado en la pared. Representaba una vieja torre aislada, enmohecida, destartalada, rodeada de aguas profundas y oscuras que la cubrían de vapores, y de montañas que la cubrían de sombras. El cielo por encima de aquella torre era sombrío y cubierto de nubes horrendas.

Por la noche, después de haber rezado a Dios y antes de dormirme, miraba siempre aquel cuadro. Lo volvía a ver en mis sueños y me parecía terrible. La torre aumentaba, el agua hervía, un relámpago caía de las nubes, el viento soplaba en las montañas y, por momentos, parecía lanzar clamores.

Un día le pregunté a la criada cómo se llamaba aquella torre. Santiguándose, me respondió que se llamaba la Maüsethurm. Y luego me contó una historia. Que en otros tiempos, en Maguncia, en su país, había habido un malvado arzobispo llamado Hatto, que era también abad de Fuld, sacerdote avaro, según ella, que «abría la mano más para bendecir que para dar». Que un mal año compró todo el trigo de las cosechas para revendérselo muy caro al pueblo, pues aquel cura quería ser muy rico. La hambruna fue tal que los campesinos morían de hambre en los pueblos del Rin. Que entonces el pueblo se reunió alrededor del burgo de Maguncia, llorando y solicitando pan. Que el arzobispo se lo negó.

En este punto, la historia se hacía terrible. El pueblo hambriento no se dispersaba y seguía rodeando el palacio del arzobispo, gimiendo. Hatto, enojado, hizo rodear aquellas pobres gentes por sus arqueros que detuvieron a hombres y mujeres, ancianos y niños, y los encerraron en un troje al que prendieron fuego. Fue, añadía la vieja criada, «un espectáculo ante el que hasta las piedras habrían llorado» pero Hatto no hizo sino reír; y cuando aquellos desgraciados, expirando entre las llamas, lanzaban gritos lamentables, éste dijo: «¿Estáis oyendo a las ratas silbar?»

Al día siguiente, del troje fatal sólo quedaban cenizas; no había nadie en Maguncia; la ciudad parecía muerta y desierta cuando, de repente, una multitud de ratas, que pululaban en el troje quemado como los gusanos en las úlceras de Asuero, salían de debajo de la tierra, surgían de entre las losas, salían por las grietas de los muros, renacían bajo el pie que las aplastaba, se multiplicaban bajo las piedras y bajo las mazas, e inundaron las calles, la ciudadela, el palacio, los sótanos, las salas y las alcobas. Era un azote, una plaga, un repugnante hormigueo.

Fuera de sí, Hatto abandonó Maguncia y huyó hacia la llanura pero las ratas lo siguieron; corrió a refugiarse en Bingen que tenía altas murallas, pero las ratas pasaron por encima de las murallas y entraron en Bingen. Entonces el arzobispo mandó construir una torre en medio del Rin y se refugió en ella con la ayuda de una barca alrededor de la cual diez arqueros golpeaban el agua; las ratas se arrojaron al agua, cruzaron el Rin, treparon por la torre, royeron las puertas, el tejado, las ventanas, los techos, los suelos y, llegadas por fin a la mazmorra en la que el miserable arzobispo se había escondido, lo devoraron vivo.

Ahora la maldición del cielo y el horror de los hombres pesan sobre esta torre llamada Maüsethurm. Está desierta, en ruinas en medio del río y, a veces, por la noche, se ve salir de ella un extraño vapor rojizo que parece el humo de una hoguera, pero es el alma de Hatto que regresa.

¿Han observado ustedes algo? La historia es en ocasiones inmoral, los cuentos son siempre honestos, morales y virtuosos. En la historia el más fuerte prospera, los tiranos triunfan, los verdugos gozan de buena salud, los monstruos engordan, los Sila se transforman en buenos burgueses, los Luis XI y los Cromwell mueren en su cama. En los cuentos el infierno es siempre visible. No hay falta que no tenga su castigo a veces incluso exagerado; no hay crimen que no traiga tras de sí un suplicio con frecuencia espantoso; no hay malvado que no se convierta en un desgraciado a veces digno de lástima. Eso ocurre porque la historia se mueve en lo infinito y el cuento en lo finito. El hombre, que hace el cuento, no se siente con derecho a exponer los hechos y dejar suponer las consecuencias de los mismos; porque palpa en la oscuridad, no está seguro de nada, necesita acotarlo todo por medio de una enseñanza, un consejo y una lección; y no se atrevería a inventar acontecimientos sin conclusión inmediata. Dios, que hace la historia, muestra lo que quiere y conoce el resto.

Maüsethurm es un término cómodo. Se ve en él lo que se quiere ver. Hay espíritus que se consideran positivos -y que no son sino áridos-, que expulsan de todo la poesía, y están siempre dispuestos a decirle, como aquel hombre positivo al ruiseñor: «¡Quieres callarte, maldito animal!» Este tipo de mentes explican que la palabra Maüsethurm viene de maus o mauth, que significa peaje. Declaran que en el siglo X, antes de que se ensanchara el cauce del río, el paso del Rin sólo estaba abierto por la orilla izquierda y que la ciudad de Bingen había establecido por medio de esta torre su derecho de fielato sobre los barcos. Se apoyan en que aún hay cerca de Estrasburgo dos torres parecidas dedicadas a la percepción de impuestos sobre los transeúntes, que también se llaman Maüsethurm. Para estos graves pensadores inaccesibles a las fábulas, la torre maldita es una puerta de consumos y Hatto un portalero o aduanero.

Para las gentes sencillas, entre las que me incluyo gustoso, Maüsethurm procede de maüse, que viene de mus y significa rata. Esa supuesta puerta de consumos es la torre de las ratas, y el aduanero un espectro.

Después de todo, las dos opiniones podrían conciliarse. No es absolutamente imposible que hacia el siglo XVI o el XVII, después de Lutero, después de Erasmo, los bugomaestres incrédulos hubieran utilizado la torre de Hatto y hubieran instalado provisionalmente alguna tasa y algún peaje en aquella ruina de mala fama. ¿Por qué no? Roma hizo del templo de Antonino su aduana, su dogana. Lo que Roma hizo respecto a la historia, Bingen pudo hacerlo respecto a la leyenda. Así, mauth tendría razón y maüse no estaría equivocada.

Sea como fuere, desde que la vieja criada me narró el cuento de Hatto, la Maüsethurm había sido una de las visiones habituales de mi espíritu. Ya saben, no hay hombre que no tenga sus fantasmas, como no hay hombre que no tenga sus quimeras. Por la noche pertenecemos a los sueños; a veces los atraviesa un rayo de sol, a veces lo hace una llama; y según el reflejo colorante, el mismo sueño es una gloria celestial o una aparición del infierno. Efecto de luz de Bengala que se produce en la imaginación.

Yo debo reconocer que la torre de las ratas, en medio de su charca de agua, siempre me pareció horrible. Por lo que -¿me atreveré a confesarlo?- cuando el azar, que me pasea a su antojo, me condujo a orillas del Rin, el primer pensamiento que se me ocurrió no fue que vería la cúpula de Maguncia, o la catedral de Colonia o el Palatinado, sino que podría visitar la torre de las ratas.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 25, 2020


 

LOS CUATRO APOYOS DE ESTA TIRANÍA

Share

 Por COSME BECCAR VARELA

Lo que está pasando en el país es lisa y llanamente la instalación de una tiranía al estilo y con la ideología de la de Venezuela, usando como palanca -o excusa- el virus del Coronavirus. Se está violando abiertamente la Constitución hasta tal punto que se puede decir que ésta ha sido abolida de facto: no existen dos de los poderes constitucionales, el Judicial y el Legislativo y el Presidente ha arrebatado la suma del poder público lo que lo hace incurso en la fulminante declaración de infame traidor a la Patria contenida en el art. 29. En un país serio con una población consciente de sus deberes cívicos eso sería suficiente para su destitución al igual que la de los legisladores ausentes de sus funciones, eso sí, sin dejar de cobrar sus enormes retribuciones y reembolsos.

La  pregunta es cómo una población de 44.000.000 de habitantes, muchos de ellos suficientemente cultos (abogados incluso) aceptan que el país sea arrastrado a ese abismo sin salida sin la más mínima oposición.

La respuesta está en la diabólica astucia de los tiranos en ejercicio que apoyan su poder en cuatro pilares fundamentales:

1) La posesión de todos los cargos políticos del país, la complicidad del Poder Judicial y el mando de la Fuerza Pública.

2) La cuarentena interminable que destruye la sociedad reduciéndola a células aisladas al tiempo que arruina la economía a un grado de catástrofe con más saña que la de un enemigo vencedor que se propusiera destruir el país. Así empezó la tiranía chavista en Venezuela. La obediencia servil a la cuarentena se obtuvo mediante un decreto nulo del Poder Ejecutivo imponiendo prisión de dos años a quienes la violen. Esto, más el fomento de la delación es suficiente para mantener la cuarentena indefinidamente por el terror.

3) La mentira sobre sobre los datos de los contagios y muertes del coronavirus. Los datos oficiales siempre anónimos (no indican los nombres de los muertos, ni de lugar del deceso, ni del nombre del médico que certificó la causa de la muerte). Tampoco hay un control de médicos independientes que confirmen las cifras oficiales que son poco significativas, por otra parte, en una población de 44.000.000 de habitantes. El peronismo, que ocupa el gobierno, miente siempre. ¿Por qué hemos de creerle en esta dramática situación en la que hay 44.000.000  presos domiciliarios a causa de esas informaciones probablemente falsas y que les permite a los tiranos disponer del país como cosa propia?

4) La falsa ilusión de que la quinta prórroga de la cuarentena será la última, a pesar de que la soberbia de los tiranos no deja de amenazar con volver a la “etapa uno”…

Esta dudas deberían ser suficientes para que el país se levantara en masa contra la tiranía que nos arruina, encarcela e impide trabajar (miles se empresas quebraron y habrá millones de desocupados y hambrientos). Una vez que de desenmascaren y nos veamos en la situación de Venezuela, será tarde para liberarnos como la misma Venezuela lo prueba. Todo ese daño lo han hecho en seis meses y todavía les quedan tres años y medio para seguir dañando…

¡Que la Santisima Virgen de Luján, Patrona de la Argentina, nos proteja de esa triste destino!

Cosme Beccar Varela

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 25, 2020


 

LO MÁS VISTO ♣ Junio 24, 2020

Share

Las noticias más leídas en PrisioneroEnArgentina.com. Las más comentadas, las más polémicas. De que está la gente hablando…

REINICIO Junio 22, 2020 00.00 HORAS 
HORA DE CONTROL Junio 24, 2020 23.23 HORAS

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 24, 2020


 

UNA ADVERTENCIA DESOÍDA

Share

Acaba de ocurrir lo que nuestra Asociación había anticipado y que era lógicamente predecible: se produjeron contagios del Covid-19 en las unidades carcelarias 31 de Ezeiza y 34 de Campo de Mayo, en las que están encerrados los acusados de delitos llamados de lesa humanidad, todos ellos ancianos con una edad promedio de 74 años. Uno de los infectados, Luis Muiña,  padece además de diversas patologías, por las que hubo de permanecer internado 15 días en el hospital Larcade de San Miguel.

En el inicio de la cuarentena nos dirigimos al Presidente de la Corte Suprema y al Procurador General de la Nación reclamando que se instruyera a los jueces para que concedieran la prisión domiciliaria a esta población vulnerable y de alto riesgo, como así también a los Fiscales a fin que no resistieran la medida. No obstante, la Procuraduría de Crímenes de Lesa Humanidad, bajo las órdenes del Procurador General, ha continuado oponiéndose, mientras que la mayor parte de los jueces siguieron negando ese derecho con argumentos contrarios a las recomendaciones internacionales, al derecho humanitario y al sentido común.

El Obispo Castrense, Monseñor Olivera, acaba de decir refiriéndose a estos hombres: “Su situación de detención ya no se presenta como justicia. La ausencia de humanidad manifiesta un acto injusto y no pocas veces se parece mucho a venganza.”

Estos jueces son incapaces de deponer sus prejuicios ideológicos ni siquiera en las graves circunstancias que estamos viviendo. Ahora y ante la inminencia de nuevos contagios, que probablemente se convertirán en una tragedia, deben proceder de inmediato a tomar las medidas necesarias para enviar a estos ancianos a sus casas. Si no lo hicieren, serán responsables de cada contagio y cada muerte que pueda ocurrir en la cárcel (Art. 18 in fine, de la Constitución Nacional).

Buenos Aires, junio 24, 2020.

[ezcol_1quarter].[/ezcol_1quarter]

[ezcol_1quarter]

Carlos Bosch – Secretario

[/ezcol_1quarter]

[ezcol_1quarter]

Alberto Solanet – Presidente

[/ezcol_1quarter]

[ezcol_1quarter_end].[/ezcol_1quarter_end]

 

Envío y colaboración: DRA. ANDREA PALOMAS ALARCÓN

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 24, 2020


 

EL INQUIETANTE CORONAVIRUS EN LA UNIDAD PENITENCIARIA 31

Share

 Por CLAUDIO KUSSMAN

LOS PANCISTAS (1) POLÍTICOS ARGENTINOS

[ezcol_1half]

La Unidad Penitenciaria Federal 31, se encuentra en la localidad de Ezeiza y si bien es una cárcel para mujeres, reja de por medio en la mitad de la misma, hoy siguen alojados 22  adultos mayores, septuagenarios y octogenarios, imputados por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad, ocupando  los pabellones 5,6,7 y 8.

Asimismo en los pabellones  1,2,3 y 4, también reja de por medio, todavía quedan 30 prisioneros  identificados como:   “presos VIP”, que son aquellos que se habrían quedado con “dinerillos” del estado, o sea nuestro, durante el gobierno kirchnerista (2003-2015).

Por supuesto en todos pese al diferente estatus económico la inquietud latente es el coronavirus, más cuando hace siete días a 4 de sus custodios, pertenecientes al Servicio Penitenciario Federal, se les detectó esta peligrosa enfermedad. Ello, a su vez, trajo aparejado que otros 20 efectivos que estuvieron en contacto con ellos hoy estén en cuarentena. Así las guardias ahora se cubren solo con 3 efectivos en turnos de 24 horas, cuando de siempre eran de 12 horas.

Demás está decir que la presión física y psicológica en los cautivos, hoy se palpa en el ambiente ya que desde hace más de 2 meses no reciben visitas y tampoco arbitrariamente, no se les permite tener teléfonos celulares a diferencia de lo que ocurre en el Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires.   

[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]
El asfixiante pasillo central de la Unidad Penitenciaria 31. A lo largo del mismo están los 4 pabellones ocupados por “los presos “VIP”, los 4 de los adultos mayores y trasponiendo la puerta que se ve al fondo el sector de las mujeres. (Foto del año 2016, almacenada fuera de Argentina) Casi como una burla, se pueden ver letreros indicando la SALIDA.
Germán Garavano, el 5 de abril de 2019, siendo Ministro de Justicia y Derechos Humanos (para algunos) decretó la emergencia penitenciaria del Servicio Penitenciario Federal, por unos ilusorios 3 años.
[/ezcol_1half_end]

Si sumamos a todo esto la Emergencia Carcelaria decretada el 5 de abril del 2019, por el entonces Ministro de Justicia y Derechos Humanos (para algunos) GERMÁN GARAVANO por un ilusorio periodo de 3 años, que trajo aparejada la mala alimentación y la degradación generalizada en las cárceles, el panorama es verdaderamente tétrico. La pregunta que por lógica surge entonces es: ¿De qué política de derechos humanos hablan nuestra vil y pancista clase política?  

 

[ezcol_1half]

Claudio Kussman

Comisario Mayor (R) 

Policía Pcia. Buenos Aires

Junio 24, 2020

claudio@PrisioneroEnArgentina.com

www.PrisioneroEnArgentina.com

[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]

“Yo no soy médico, no soy infectologista. Lo que escuché hasta ahora es que otras gripes mataron más de que esta”

Jair Bolsonaro (1955-      )

[/ezcol_1half_end]

1)PANCISTA: Persona que acomoda su comportamiento a lo más conveniente y menos arriesgado para su tranquilidad y provecho personal.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 24, 2020


 

De polvo somos…

Share

Una enorme columna de polvo del desierto del Sahara en el norte de África ha estado atravesando la atmósfera, a miles de pies sobre el Océano Atlántico tropical, y ahora está cubriendo el Caribe y acercándose al sureste de los Estados Unidos.

Si bien los pilares de polvo de verano son una ocurrencia común, este parece ser uno de los más extremos en la memoria reciente. Es tan grande que ha recibido el apodo de Gorilla Dust Cloud (Nube de Polvo tamaño Gorila)

“Este es el evento más significativo en los últimos 50 años. Las condiciones son peligrosas en muchas islas del Caribe”, dijo Pablo Méndez Lázaro, de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Puerto Rico.

En las imágenes satelitales del espacio, el polvo generalmente parece algo sutil y débil, pero esta columna puede verse tan clararamente como el día. La foto de abajo fue tomada el domingo desde la Estación Espacial Internacional. “Volamos sobre este penacho de polvo sahariano hoy en el Atlántico centro-oeste. ¡Es increíble el área que cubre!” dijo el astronauta Doug Hurley.

El polvo golpea un paseo a lo largo de los vientos alisios, un cinturón de vientos en movimiento de este a oeste cerca del ecuador que se establecen firmemente durante el verano. La capa de polvo puede extenderse desde unos pocos miles de pies sobre la superficie hasta 20,000 pies (6,000 metros) de altura.

Los casos de COVID-19 han ido en aumento en Florida y Texas, que están justo en el camino del fenómeno. Se espera que los números de índice de calidad del aire estén en el rango insalubre.

A fines de esta semana, se extenderá por el resto del sudeste, creando cielos brumosos y coloridos.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 24, 2020


 

En plena pandemia, China abrió su feria anual de carne de perro

Share

No solo por el horror de esta actividad en si, en plena pandema, el régimen chino permitió la inauguración de su festival de carne de perro en condiciones muy poco higiénicas.

Todos los años se acercan miles de personas a la ciudad de Yulin, Guangxi, para la feria de carne de perros, donde los animales son exhibidos en condiciones de poca higiene en mostradores y sin refrigeración.

Sin embargo, se están elaborando nuevas leyes para prohibir el comercio de vida silvestre y proteger a las mascotas, y los activistas esperan que este año sea la última vez que se celebre el festival.

Llama la atención que se haya habilitado, ya que en un mercado similar fue donde se dio el brote de coronavirus y provocó la pandemia que lleva 478 mil muertos en todo el mundo y más de 9 millones de contagiados.

 

Colaboración: M.A.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 24, 2020


 

Una visión geopolítica Global

Share

La Academia del Plata en asociación con el Centro de Estudios Cruz del Sur presentó la conferencia online “Una visión geopolítica global” a cargo del General de División Julio Hang y con la participación del doctor Gerardo Palacios Hardy. Bajo la sombra de una Argentina que usualmente se muestra distraída respecto del acontecer mundial, el General Hang se referió al estado de las relaciones de poder entre las naciones y su influencia sobre nuestro país.

 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 24, 2020


 

NUEVA PRESENTACIÓN ANTE LA CORTE SUPREMA PARA RESTABLECER LA JUSTICIA

Share

 Por JUAN JOSÉ GUARESTI (n)

El lector recordará que el 5 de junio pasado se entregó un escrito en la Mesa de Entradas de la Corte Suprema de Justicia solicitando a esta restablecer el funcionamiento del Poder Judicial, el cual virtualmente había suprimido sin tener atribuciones para hacerlo. La Justicia es uno de los anhelos más preciados que tenemos los seres humanos y sin ella solo puede vaticinarse el caos y la destrucción del orden de la civilización en nuestra Patria. El día  19 de junio de 2020, hemos presentado otro escrito insistiendo con la petición del primero cumpliendo con las formalidades legales. A continuación, se ofrece una copia del texto presentado en forma de artículo.

Desde el año 1853, fecha en la que se sancionó y juró la Constitución Nacional, hasta el 20 de marzo de 2020 la República Argentina estuvo organizada políticamente sobre la base de la división del gobierno en tres Poderes: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. Estos, siguiendo el modelo iniciado por la Constitución Norteamericana de 1787, si bien separados, se controlaban entre sí de manera que no fuera posible que algún déspota se adueñara del poder y terminara con la libertad del Pueblo. Los constituyentes argentinos añadieron a nuestro texto constitucional dos normas muy importantes para entender esta petición: el artículo 29 y el artículo 109.                                               www.PrisioneroEnArgentina.com

El primero establece que “El Congreso Nacional no puede conceder al Ejecutivo Nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias ni la suma del poder público, ni otorgarle sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobierno o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria”. El segundo está muy relacionado con el tema que estamos desarrollando y establece que: “En ningún caso el presidente de la Nación puede ejercer funciones judiciales, arrogarse el conocimiento de las causas pendientes o restablecer las fenecidas”. Este artículo expresa implícitamente que hay un Poder que debe ejercer funciones judiciales SIEMPRE. No puede suprimirlo nadie, y menos el Poder Ejecutivo. Nadie puede juzgar a nadie si no pertenece al Poder Judicial, es decir, que si este no funcionara por el motivo que fuere, en ese supuesto, no habría Justicia. No regiría la Constitución. La República Argentina dejaría de ser una República.

Lamentablemente, el Decreto Nº 297/2020 —que es un decreto de necesidad y urgencia supuestamente dictado para defendernos del coronavirus, una enfermedad infecciosa—  resolvió lo contrario a lo que establece la Constitución Nacional y declaró en su artículo 6º inciso 3º que los servicios que presta el Poder Judicial no eran “actividades y/o servicios declarados esenciales en la emergencia” (ver artículos primero y sexto) a excepción del “personal de los servicios de justicia de turno, conforme lo establezcan las autoridades competentes”. Quiere decir que este “decretazo” dispuso quién podía trabajar y quién no en el Poder Judicial de la Nación, un poder al que se supone independiente. El artículo 109 le prohíbe al Poder Ejecutivo ejercer funciones judiciales, pero aquí nuestro Poder Ejecutivo hace tabla rasa con el artículo mencionado y clausura virtualmente al Poder Judicial de manera tal que no hay más funciones judiciales salvo las pocas permitidas.        www.PrisioneroEnArgentina.com

La función de contralor del Poder Ejecutivo y del Legislativo que recae sobre el Poder Judicial, según dicta la Constitución, se terminó el infausto día del 19 de marzo de 2020… y con ella la República. Desde 1853 que la Patria no recibía un golpe tan letal. Sin embargo, el asalto a las instituciones argentinas no terminó allí: el golpe de gracia lo dio la Corte Suprema de Justicia al día siguiente mediante la acordada 6, en la que en su punto 3º sostiene “Que este Tribunal, como cabeza del Poder Judicial de la Nación tiene la obligación de acompañar desde su ámbito las decisiones de las autoridades sanitarias competentes, quienes se encuentran en mejores condiciones de adoptar criterios plenamente informados de dichas cuestiones”. De esta forma, aprobó y convalidó el virtual cierre del Poder Judicial dispuesto por el Poder Ejecutivo. El lector tiene que saber que naciones mucho más afectadas que la nuestra por el coronavirus no cerraron sus tribunales como parte de la terapia aconsejada por especialistas que seguramente saben mucho de su área, pero que no han medido las gravísimas consecuencias que este cierre tiene y tendrá en nuestro medio, seguramente peores que los males que se pretenden conjurar.

La principal medida adoptada es “el aislamiento social, preventivo y obligatorio” que, dicho en pocas palabras, es la prohibición de salir de casa a excepción de algunos casos. De esta forma, el trabajo está literalmente prohibido o, al menos,  dificultado de muchas maneras  pese a que, desde que el mundo es mundo, se sabe que “el que no trabaja, no come”. En nuestro país este aforismo tiene, desdichadamente, algunas excepciones, como la de muchos empleados públicos o individuos subsidiados arbitrariamente que viven a costillas de quienes trabajan arduamente para subsistir. Debido a la prohibición de salir de sus casas para ganarse el pan, cada vez más gente se da cuenta de que sus reservas se van acortando, se entera que las empresas en la que trabajan cierran, no pagan los salarios o pagan lo que pueden. A medida que, inevitablemente, va disminuyendo el poder de compra de la gente se adquiere menos mercadería, y ante la caída del volumen de ventas las empresas tienen que parar sus actividades. Esto significa, para muchos, la pérdida de su fuente de trabajo.

Para las personas que viven de su trabajo y que no pueden trabajar desde su casa, la protección de la salud pública mediante la prohibición de salir tiene como consecuencia el cese inevitable de sus ingresos y, por ende, la posibilidad de adquirir alimentos, remedios y servicios. Cada día que pasa, su situación empeora y con ella su salud física, que empieza a resentirse, por no hablar de su salud mental. Con el decaimiento de las defensas naturales, empiezan a aparecen enfermedades y traumas que tampoco se pueden combatir ante la imposibilidad de adquirir los remedios necesarios; puede pasar que su Obra Social tampoco pueda adquirirlos porque a muchas personas están en la misma situación y el servicio está colapsado. Es muy probable que en estas circunstancias aparezca el coronavirus, que busca siempre a los débiles, y culmine la obra de demolición de las economías personales que comenzó aquel 19 de marzo con una terapia equivocada.

La Corte Suprema ante una encrucijada histórica

La acordada de V.E. que decretó “feria judicial” del 20 al 31 de marzo inclusive y las posteriores ampliaciones de ese término violan la forma republicana de gobierno y constituyen un ataque letal a la libertad de los habitantes del suelo patrio al haber dejado al país virtualmente sin Justicia. Los actos posteriores del Poder Legislativo convalidando el DNU 297/20 son nulos de nulidad absoluta porque implican asumir la facultad extraordinaria de impedir el funcionamiento del Poder Judicial de la Nación —artículo 6 inciso 3º—.

El drama argentino, la quiebra económica y las decenas de miles de víctimas de estas medidas —como el Poder Judicial, rebajado en su estatura institucional—, pueden ser solo el comienzo, un avatar de un itinerario de vértigo. ¿Qué pasaría si la Corte Suprema que dictó la acordada 6/20 decidiera, en función de los argumentos precedentes y otros seguramente mejores, revocar el acto administrativo en cuestión y, en función de la independencia del Poder Judicial, dar por terminada la feria judicial y establecer una fecha muy próxima para reanudar internamente las tareas tribunalicias y luego otra para la atención normal del público?

Desde el punto de vista jurídico, sería algo muy parecido a lo que significó la sentencia “Marbury vs. Madison”: afirmaría la supremacía del derecho sobre la política. Desde el punto de vista del rango y teniendo en cuenta la ubicación internacional de la Argentina en el mundo, sería también proclamar urbi et orbi que esta es una República que nació para garantizar la libertad y la seguridad de sus habitantes y que los Jueces argentinos están para defender la Constitución y la Ley, no para inclinarse mansamente ante quienes ocupan los otros poderes. Quien escribe estas líneas está seguro de que los cinco Sres. Jueces a quienes se refiere tendrán el coraje necesario para rectificar sus errores y de que seguirán el rumbo correcto pese a los peligros que rodean ese cambio, que los instalaría para siempre en la Historia Argentina. Tendrían derecho a una parcela de gloria.

Juan José Guaresti (nieto)

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 24, 2020


 

El Principito

Share

  Por Antoine de Saint-Exupéry


A Leon Werth:

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de entenderlo todo, hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Verdaderamente necesita consuelo. Si todas esas excusas no bastasen, bien puedo dedicar este libro al niño que una vez fue esta persona mayor. Todos los mayores han sido primero niños. (Pero pocos lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria:

A LEON WERTH CUANDO ERA NIÑO

I

Cuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva virgen que se titulaba “Historias vividas”, una magnífica lámina. Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera.

En el libro se afirmaba: “La serpiente boa se traga su presa entera, sin masticarla. Luego ya no puede moverse y duerme durante los seis meses que dura su digestión”.

Reflexioné mucho en ese momento sobre las aventuras de la jungla y a mi vez logré trazar con un lápiz de colores mi primer dibujo. Mi dibujo número 1 era de esta manera:

Enseñé mi obra de arte a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo.

—¿Por qué habría de asustar un sombrero?— me respondieron.

Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digiere un elefante.

Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudieran comprender.

Siempre estas personas tienen necesidad de explicaciones. Mi dibujo número 2 era así:

Las personas mayores me aconsejaron abandonar el dibujo de serpientes boas, ya fueran abiertas o cerradas, y poner más interés en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. De esta manera a la edad de seis años abandoné una magnífica carrera de pintor. Había quedado desilusionado por el fracaso de mis dibujos número 1 y número 2. Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.

Tuve, pues, que elegir otro oficio y aprendía pilotear aviones. He volado un poco por todo el mundo y la geografía, en efecto, me ha servido de mucho; al primer vistazo podía distinguir perfectamente la China de Arizona. Esto es muy útil, sobre todo si se pierde uno durante la noche.

A lo largo de mi vida he tenido multitud de contactos con multitud de gente seria. Viví mucho con personas mayores y las he conocido muy de cerca; pero esto no ha mejorado demasiado mi opinión sobre ellas.

Cuando me he encontrado con alguien que me parecía un poco lúcido, lo he sometido a la experiencia de mi dibujo número 1 que he conservado siempre. Quería saber si verdaderamente era un ser comprensivo. E invariablemente me contestaban siempre: “Es un sombrero”. Me abstenía de hablarles de la serpiente boa, de la selva virgen y de las estrellas. Poniéndome a su altura, les hablaba del bridge, del golf, de política y de corbatas. Y mi interlocutor se quedaba muy contento de conocer a un hombre tan razonable.

II

Viví así, solo, nadie con quien poder hablar verdaderamente, hasta cuando hace seis años tuve una avería en el desierto de Sahara. Algo se había estropeado en el motor. Como no llevaba conmigo ni mecánico ni pasajero alguno, me dispuse a realizar, yo solo, una reparación difícil. Era para mí una cuestión de vida o muerte, pues apenas tenía agua de beber para ocho días.

La primera noche me dormí sobre la arena, a unas mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Estaba más aislado que un náufrago en una balsa en medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa cuando al amanecer me despertó una extraña vocecita que decía:

—¡Por favor… píntame un cordero!

—¿Eh?

—¡Píntame un cordero!

Me puse en pie de un salto como herido por el rayo. Me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un extraordinario muchachito que me miraba gravemente. Ahí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer de él, aunque mi dibujo, ciertamente es menos encantador que el modelo. Pero no es mía la culpa.

Las personas mayores me desanimaron de mi carrera de pintor a la edad de seis años y no había aprendido a dibujar otra cosa que boas cerradas y boas abiertas.

Miré, pues, aquella aparición con los ojos redondos de admiración. No hay que olvidar que me encontraba a unas mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Y ahora bien, el muchachito no me parecía ni perdido, ni muerto de cansancio, de hambre, de sed o de miedo. No tenía en absoluto la apariencia de un niño perdido en el desierto, a mil millas de distancia del lugar habitado más próximo.

Cuando logré, por fin, articular palabra, le dije:

— Pero… ¿qué haces tú por aquí?

Y él respondió entonces, suavemente, como algo muy importante:

—¡Por favor… píntame un cordero!

Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer. Por absurdo que aquello me pareciera, a mil millas de distancia de todo lugar habitado y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo una hoja de papel y una pluma fuente. Recordé que yo había estudiado especialmente geografía, historia, cálculo y gramática y le dije al muchachito (ya un poco malhumorado), que no sabía dibujar.

—¡No importa —me respondió—, píntame un cordero!

Como nunca había dibujado un cordero, rehice para él uno de los dos únicos dibujos que yo era capaz de realizar: el de la serpiente boa cerrada. Y quedé estupefacto cuando oí decir al hombrecito:

— ¡No, no! Yo no quiero un elefante en una serpiente. La serpiente es muy peligrosa y el elefante ocupa mucho sitio. En mi tierra es todo muy pequeño. Necesito un cordero. Píntame un cordero.

Dibujé un cordero. Lo miró atentamente y dijo:

—¡No! Este está ya muy enfermo. Haz otro.

Volví a dibujar.

Mi amigo sonrió dulcemente, con indulgencia.

—¿Ves? Esto no es un cordero, es un carnero. Tiene Cuernos…

Rehice nuevamente mi dibujo: fue rechazado igual que los anteriores.

—Este es demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo.

Falto ya de paciencia y deseoso de comenzar a desmontar el motor, garrapateé rápidamente este dibujo, se lo enseñé, y le agregué:

—Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro. Con gran sorpresa mía el rostro de mi joven juez se iluminó:

—¡Así es como yo lo quería! ¿Crees que sea necesario mucha hierba para este cordero?

—¿Por qué?

—Porque en mi tierra es todo tan pequeño…

Se inclinó hacia el dibujo y exclamó:

—¡Bueno, no tan pequeño…! Está dormido…

Y así fue como conocí al principito.

III

Me costó mucho tiempo comprender de dónde venía. El principito, que me hacía muchas preguntas, jamás parecía oír las mías. Fueron palabras pronunciadas al azar, las que poco a poco me revelaron todo. Así, cuando distinguió por vez primera mi avión (no dibujaré mi avión, por tratarse de un dibujo demasiado complicado para mí) me preguntó:

—¿Qué cosa es esa? —Eso no es una cosa. Eso vuela. Es un avión, mi avión.

Me sentía orgulloso al decirle que volaba. El entonces gritó:

—¡Cómo! ¿Has caído del cielo?

—Sí —le dije modestamente.

—¡Ah, que curioso!

Y el principito lanzó una graciosa carcajada que me irritó mucho. Me gusta que mis desgracias se tomen en serio. Y añadió:

—Entonces ¿tú también vienes del cielo? ¿De qué planeta eres tú?

Divisé una luz en el misterio de su presencia y le pregunté bruscamente:

—¿Tu vienes, pues, de otro planeta?

Pero no me respondió; movía lentamente la cabeza mirando detenidamente mi avión.

—Es cierto, que, encima de eso, no puedes venir de muy lejos…

Y se hundió en un ensueño durante largo tiempo. Luego sacando de su bolsillo mi cordero se abismó en la contemplación de su tesoro.

Imagínense cómo me intrigó esta semiconfidencia sobre los otros planetas. Me esforcé, pues, en saber algo más:

—¿De dónde vienes, muchachito? ¿Dónde está “tu casa”? ¿Dónde quieres llevarte mi cordero?

Después de meditar silenciosamente me respondió:

—Lo bueno de la caja que me has dado es que por la noche le servirá de casa.

—Sin duda. Y si eres bueno te daré también una cuerda y una estaca para atarlo durante el día.

Esta proposición pareció chocar al principito.

—¿Atarlo? ¡Qué idea más rara!

—Si no lo atas, se irá quién sabe dónde y se perderá…

Mi amigo soltó una nueva carcajada.

—¿Y dónde quieres que vaya?

—No sé, a cualquier parte. Derecho camino adelante…

Entonces el principito señaló con gravedad:

—¡No importa, es tan pequeña mi tierra!

Y agregó, quizás, con un poco de melancolía:

—Derecho, camino adelante… no se puede ir muy lejos.

IV

De esta manera supe una segunda cosa muy importante: su planeta de origen era apenas más grande que una casa.

Esto no podía asombrarme mucho. Sabía muy bien que aparte de los grandes planetas como la Tierra, Júpiter, Marte, Venus, a los cuales se les ha dado nombre, existen otros centenares de ellos tan pequeños a veces, que es difícil distinguirlos aun con la ayuda del telescopio. Cuando un astrónomo descubre uno de estos planetas, le da por nombre un número. Le llama, por ejemplo, “el asteroide 3251”.

Tengo poderosas razones para creer que el planeta del cual venía el principito era el asteroide B612. Este asteroide ha sido visto sólo una vez con el telescopio en 1909, por un astrónomo turco.

Este astrónomo hizo una gran demostración de su descubrimiento en un congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le creyó a causa de su manera de vestir. Las personas mayores son así.

Felizmente para la reputación del asteroide B 612, un dictador turco impuso a su pueblo, bajo pena de muerte, el vestido a la europea. Entonces el astrónomo volvió a dar cuenta de su descubrimiento en 1920 y como lucía un traje muy elegante, todo el mundo aceptó su demostración.

Si les he contado de todos estos detalles sobre el asteroide B 612 y hasta les he confiado su número, es por consideración a las personas mayores. A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar:

“¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?” Pero en cambio preguntan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?”

Solamente con estos detalles creen conocerle. Si les decimos a las personas mayores: “He visto una casa preciosa de ladrillo rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado”, jamás llegarán a imaginarse cómo es esa casa. Es preciso decirles: “He visto una casa que vale cien mil pesos”. Entonces exclaman entusiasmados: “¡Oh, qué preciosa es!”

De tal manera, si les decimos: “La prueba de que el principito ha existido está en que era un muchachito encantador, que reía y quería un cordero. Querer un cordero es prueba de que se existe”, las personas mayores se encogerán de hombros y nos dirán que somos unos niños. Pero si les decimos: “el planeta de donde venía el principito era el asteroide B 612”, quedarán convencidas y no se preocuparán de hacer más preguntas. Son así. No hay por qué guardarles rencor. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas mayores.

Pero nosotros, que sabemos comprender la vida, nos burlamos tranquilamente de los números. A mí me habría gustado más comenzar esta historia a la manera de los cuentos de hadas. Me habría gustado decir:

“Era una vez un principito que habitaba un planeta apenas más grande que él y que tenía necesidad de un amigo…” Para aquellos que comprenden la vida, esto hubiera parecido más real.

Porque no me gusta que mi libro sea tomado a la ligera. Siento tanta pena al contar estos recuerdos. Hace ya seis años que mi amigo se fue con su cordero. Y si intento describirlo aquí es sólo con el fin de no olvidarlo. Es muy triste olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo. Y yo puedo llegar a ser como las personas mayores, que sólo se interesan por las cifras. Para evitar esto he comprado una caja de lápices de colores. ¡Es muy duro, a mi edad, ponerse a aprender a dibujar, cuando en toda la vida no se ha hecho otra tentativa que la de una boa abierta y una boa cerrada a la edad de seis años! Ciertamente que yo trataré de hacer retratos lo más parecido posibles, pero no estoy muy seguro de lograrlo. Uno saldrá bien y otro no tiene parecido alguno. En las proporciones me equivoco también un poco. Aquí el principito es demasiado grande y allá es demasiado pequeño. Dudo también sobre el color de su traje. Titubeo sobre esto y lo otro y unas veces sale bien y otras mal. Es posible, en fin, que me equivoque sobre ciertos detalles muy importantes. Pero habrá que perdonármelo ya que mi amigo no me daba nunca muchas explicaciones. Me creía semejante a sí mismo y yo, desgraciadamente, no sé ver un cordero a través de una caja. Es posible que yo sea un poco como las personas mayores.

He debido envejecer.

V

Cada día yo aprendía algo nuevo sobre el planeta, sobre la partida y sobre el viaje. Esto venía suavemente al azar de las reflexiones. De esta manera tuve conocimiento al tercer día, del drama de los baobabs.

Fue también gracias al cordero y como preocupado por una profunda duda, cuando el principito me preguntó:

—¿Es verdad que los corderos se comen los arbustos?

—Sí, es cierto.

—¡Ah, qué contesto estoy!

No comprendí por qué era tan importante para él que los corderos se comieran los arbustos. Pero el principito añadió:

—Entonces se comen también los Baobabs.

Le hice comprender al principito que los baobabs no son arbustos, sino árboles tan grandes como iglesias y que incluso si llevase consigo todo un rebaño de elefantes, el rebaño no lograría acabar con un solo baobab.

Esta idea del rebaño de elefantes hizo reír al principito.

—Habría que poner los elefantes unos sobre otros…

Y luego añadió juiciosamente:

—Los baobabs, antes de crecer, son muy pequeñitos.

—Es cierto. Pero ¿por qué quieres que tus corderos coman los baobabs?

Me contestó: “¡Bueno! ¡Vamos!” como si hablara de una evidencia. Me fue necesario un gran esfuerzo de inteligencia para comprender por mí mismo este problema.

En efecto, en el planeta del principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas. Por consiguiente, de buenas semillas salían buenas hierbas y de las semillas malas, hierbas malas. Pero las semillas son invisibles; duermen en el secreto de la tierra, hasta que un buen día una de ellas tiene la fantasía de despertarse. Entonces se alarga extendiendo hacia el sol, primero tímidamente, una encantadora ramita inofensiva. Si se trata de una ramita de rábano o de rosal, se la puede dejar que crezca como quiera. Pero si se trata de una mala hierba, es preciso arrancarla inmediatamente en cuanto uno ha sabido reconocerla. En el planeta del principito había semillas terribles… como las semillas del baobab. El suelo del planeta está infestado de ellas. Si un baobab no se arranca a tiempo, no hay manera de desembarazarse de él más tarde; cubre todo el planeta y lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y los baobabs son numerosos, lo hacen estallar.

“Es una cuestión de disciplina, me decía más tarde el principito. Cuando por la mañana uno termina de arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del planeta. Hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobabs, cuando se les distingue de los rosales, a los cuales se parecen mucho cuando son pequeñitos. Es un trabajo muy fastidioso pero muy fácil”.

Y un día me aconsejó que me dedicara a realizar un hermoso dibujo, que hiciera comprender a los niños de la tierra estas ideas. “Si alguna vez viajan, me decía, esto podrá servirles mucho. A veces no hay inconveniente en dejar para más tarde el trabajo que se ha de hacer; pero tratándose de baobabs, el retraso es siempre una catástrofe. Yo he conocido un planeta, habitado por un perezoso que descuidó tres arbustos…”

Siguiendo las indicaciones del principito, dibujé dicho planeta. Aunque no me gusta el papel de moralista, el peligro de los baobabs es tan desconocido y los peligros que puede correr quien llegue a perderse en un asteroide son tan grandes, que no vacilo en hacer una excepción y exclamar: “¡Niños, atención a los baobabs!” Y sólo con el fin de advertir a mis amigos de estos peligros a que se exponen desde hace ya tiempo sin saberlo, es por lo que trabajé y puse tanto empeño en realizar este dibujo. La lección que con él podía dar, valía la pena. Es muy posible que alguien me pregunte por qué no hay en este libro otros dibujos tan grandiosos como el dibujo de los baobabs. La respuesta es muy sencilla: he tratado de hacerlos, pero no lo he logrado. Cuando dibujé los baobabs estaba animado por un sentimiento de urgencia.

VI

¡Ah, principito, cómo he ido comprendiendo lentamente tu vida melancólica! Durante mucho tiempo tu única distracción fue la suavidad de las puestas de sol. Este nuevo detalle lo supe al cuarto día, cuando me dijiste:

—Me gustan mucho las puestas de sol; vamos a ver una puesta de sol…

—Tendremos que esperar…

—¿Esperar qué?

—Que el sol se ponga.

Pareciste muy sorprendido primero, y después te reíste de ti mismo. Y me dijiste:

—Siempre me creo que estoy en mi tierra.

En efecto, como todo el mundo sabe, cuando es mediodía en Estados Unidos, en Francia se está poniendo el sol. Sería suficiente poder trasladarse a Francia en un minuto para asistir a la puesta del sol, pero desgraciadamente Francia está demasiado lejos. En cambio, sobre tu pequeño planeta te bastaba arrastrar la silla algunos pasos para presenciar el crepúsculo cada vez que lo deseabas…

—¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces!

Y un poco más tarde añadiste:

—¿Sabes? Cuando uno está verdaderamente triste le gusta ver las puestas de sol.

—El día que la viste cuarenta y tres veces estabas muy triste ¿verdad?

Pero el principito no respondió.

VII

Al quinto día y también en relación con el cordero, me fue revelado este otro secreto de la vida del principito. Me preguntó bruscamente y sin preámbulo, como resultado de un problema largamente meditado en silencio:

—Si un cordero se come los arbustos, se comerá también las flores ¿no?

—Un cordero se come todo lo que encuentra.

—¿Y también las flores que tienen espinas?

—Sí; también las flores que tienen espinas.

—Entonces, ¿para qué le sirven las espinas?

Confieso que no lo sabía. Estaba yo muy ocupado tratando de destornillar un perno demasiado apretado del motor; la avería comenzaba a parecerme cosa grave y la circunstancia de que se estuviera agotando mi provisión de agua, me hacía temer lo peor.

—¿Para qué sirven las espinas?

El principito no permitía nunca que se dejara sin respuesta una pregunta formulada por él. Irritado por la resistencia que me oponía el perno, le respondí lo primero que se me ocurrió:

—Las espinas no sirven para nada; son pura maldad de las flores.

—¡Oh!

Y después de un silencio, me dijo con una especie de rencor:

—¡No te creo! Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas…

No le respondí nada; en aquel momento me estaba diciendo a mí mismo: “Si este perno me resiste un poco más, lo haré saltar de un martillazo”. El principito me interrumpió de nuevo mis pensamientos:

—¿Tú crees que las flores…?

—¡No, no creo nada! Te he respondido cualquier cosa para que te calles. Tengo que ocuparme de cosas serias.

Me miró estupefacto.

—¡De cosas serias!

Me miraba con mi martillo en la mano, los dedos llenos de grasa e inclinado sobre algo que le parecía muy feo.

—¡Hablas como las personas mayores!

Me avergonzó un poco. Pero él, implacable, añadió:

—¡Lo confundes todo…todo lo mezclas…!

Estaba verdaderamente irritado; sacudía la cabeza, agitando al viento sus cabellos dorados.

—Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: “¡Yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio!”… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!

—¿Un qué?

—Un hongo.

El principito estaba pálido de cólera.

—Hace millones de años que las flores tiene espinas y hace también millones de años que los corderos, a pesar de las espinas, se comen las flores. ¿Es que no es cosa seria averiguar por qué las flores pierden el tiempo fabricando unas espinas que no les sirven para nada? ¿Es que no es importante la guerra de los corderos y las flores? ¿No es esto más serio e importante que las sumas de un señor gordo y colorado? Y si yo sé de una flor única en el mundo y que no existe en ninguna parte más que en mi planeta; si yo sé que un buen día un corderillo puede aniquilarla sin darse cuenta de ello, ¿es que esto no es importante?

El principito enrojeció y después continuó:

—Si alguien ama a una flor de la que sólo existe un ejemplar en millones y millones de estrellas, basta que las mire para ser dichoso. Puede decir satisfecho: “Mi flor está allí, en alguna parte…” ¡Pero si el cordero se la come, para él es como si de pronto todas las estrellas se apagaran! ¡Y esto no es importante!

No pudo decir más y estalló bruscamente en sollozos.

La noche había caído. Yo había soltado las herramientas y ya no importaban nada el martillo, el perno, la sed y la muerte. ¡Había en una estrella, en un planeta, el mío, la Tierra, un principito a quien consolar! Lo tomé en mis brazos y lo mecí diciéndole: “la flor que tú quieres no corre peligro… te dibujaré un bozal para tu cordero y una armadura para la flor…te…”. No sabía qué decirle, cómo consolarle y hacer que tuviera nuevamente confianza en mí; me sentía torpe. ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas!

VIII

Aprendí bien pronto a conocer mejor esta flor. Siempre había habido en el planeta del principito flores muy simples adornadas con una sola fila de pétalos que apenas ocupaban sitio y a nadie molestaban. Aparecían entre la hierba una mañana y por la tarde se extinguían. Pero aquella había germinado un día de una semilla llegada de quién sabe dónde, y el principito había vigilado cuidadosamente desde el primer día aquella ramita tan diferente de las que él conocía. Podía ser una nueva especie de Baobab. Pero el arbusto cesó pronto de crecer y comenzó a echar su flor. El principito observó el crecimiento de un enorme capullo y tenía le convencimiento de que habría de salir de allí una aparición milagrosa; pero la flor no acababa de preparar su belleza al abrigo de su envoltura verde.

Elegía con cuidado sus colores, se vestía lentamente y se ajustaba uno a uno sus pétalos. No quería salir ya ajada como las amapolas; quería aparecer en todo el esplendor de su belleza. ¡Ah, era muy coqueta aquella flor! Su misteriosa preparación duraba días y días. Hasta que una mañana, precisamente al salir el sol se mostró espléndida.

La flor, que había trabajado con tanta precisión, dijo bostezando:

—¡Ah, perdóname… apenas acabo de despertarme… estoy toda despeinada…!

El principito no pudo contener su admiración:

—¡Qué hermosa eres!

—¿Verdad? —respondió dulcemente la flor—. He nacido al mismo tiempo que el sol. El principito adivinó exactamente que ella no era muy modesta ciertamente, pero ¡era tan conmovedora!

—Me parece que ya es hora de desayunar — añadió la flor —; si tuvieras la bondad de pensar un poco en mí…

Y el principito, muy confuso, habiendo ido a buscar una regadera la roció abundantemente con agua fresca.

Y así, ella lo había atormentado con su vanidad un poco sombría. Un día, por ejemplo, hablando de sus cuatro espinas, dijo al principito:

—¡Ya pueden venir los tigres, con sus garras!

—No hay tigres en mi planeta —observó el principito— y, además, los tigres no comen hierba.

—Yo nos soy una hierba —respondió dulcemente la flor.

—Perdóname…

—No temo a los tigres, pero tengo miedo a las corrientes de aire. ¿No tendrás un biombo?

“Miedo a las corrientes de aire no es una suerte para una planta —pensó el principito—. Esta flor es demasiado complicada…”

—Por la noche me cubrirás con un fanal… hace mucho frío en tu tierra. No se está muy a gusto; allá de donde yo vengo…

La flor se interrumpió; había llegado allí en forma de semilla y no era posible que conociera otros mundos. Humillada por haberse dejado sorprender inventando una mentira tan ingenua, tosió dos o tres veces para atraerse la simpatía del principito.

—¿Y el biombo?

—Iba a buscarlo, pero como no dejabas de hablarme…

Insistió en su tos para darle al menos remordimientos.

De esta manera el principito, a pesar de la buena voluntad de su amor, había llegado a dudar de ella. Había tomado en serio palabras sin importancia y se sentía desgraciado.

“Yo no debía hacerle caso —me confesó un día el principito— nunca hay que hacer caso a las flores, basta con mirarlas y olerlas. Mi flor embalsamaba el planeta, pero yo no sabía gozar con eso…

Aquella historia de garra y tigres que tanto me molestó, hubiera debido enternecerme”.

Y me contó todavía:

“¡No supe comprender nada entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. ¡La flor perfumaba e iluminaba mi vida y jamás debí huir de allí! ¡No supe adivinar la ternura que ocultaban sus pobres astucias! ¡Son tan contradictorias las flores! Pero yo era demasiado joven para saber amarla”.

IX

Creo que el principito aprovechó la migración de una bandada de pájaros silvestres para su evasión. La mañana de la partida, puso en orden el planeta. Deshollinó cuidadosamente sus volcanes en actividad, de los cuales poseía dos, que le eran muy útiles para calentar el desayuno todas las mañanas.

Tenía, además, un volcán extinguido. Deshollinó también el volcán extinguido, pues, como él decía, nunca se sabe lo que puede ocurrir. Si los volcanes están bien deshollinados, arden sus erupciones, lenta y regularmente. Las erupciones volcánicas son como el fuego de nuestras chimeneas. Es evidente que en nuestra Tierra no hay posibilidad de deshollinar los volcanes; los hombres somos demasiado pequeños. Por eso nos dan tantos disgustos.

El principito arrancó también con un poco de melancolía los últimos brotes de baobabs. Creía que no iba a volver nunca. Pero todos aquellos trabajos le parecieron aquella mañana extremadamente dulces. Y cuando regó por última vez la flor y se dispuso a ponerla al abrigo del fanal, sintió ganas de llorar.

—Adiós —le dijo a la flor. Esta no respondió.

—Adiós —repitió el principito.

La flor tosió, pero no porque estuviera resfriada.

—He sido una tonta —le dijo al fin la flor—. Perdóname. Procura ser feliz.

Se sorprendió por la ausencia de reproches y quedó desconcertado, con el fanal en el aire, no comprendiendo esta tranquila mansedumbre.

—Sí, yo te quiero —le dijo la flor—, ha sido culpa mía que tú no lo sepas; pero eso no tiene importancia. Y tú has sido tan tonto como yo. Trata de ser feliz. . . Y suelta de una vez ese fanal; ya no lo quiero.

—Pero el viento…

—No estoy tan resfriada como para… El aire fresco de la noche me hará bien. Soy una flor.

—Y los animales…

—Será necesario que soporte dos o tres orugas, si quiero conocer las mariposas; creo que son muy hermosas. Si no ¿quién vendrá a visitarme? Tú estarás muy lejos. En cuanto a las fieras, no las temo: yo tengo mis garras.

Y le mostraba ingenuamente sus cuatro espinas. Luego añadió:

—Y no prolongues más tu despedida. Puesto que has decidido partir, vete de una vez.

La flor no quería que la viese llorar: era tan orgullosa…

X

Se encontraba en la región de los asteroides 325, 326, 327, 328, 329 y 330. Para ocuparse en algo e instruirse al mismo tiempo decidió visitarlos.

El primero estaba habitado por un rey. El rey, vestido de púrpura y armiño, estaba sentado sobre un trono muy sencillo y, sin embargo, majestuoso.

—¡Ah, —exclamó el rey al divisar al principito—, aquí tenemos un súbdito!

El principito se preguntó:

“¿Cómo es posible que me reconozca si nunca me ha visto?”

Ignoraba que para los reyes el mundo está muy simplificado. Todos los hombres son súbditos.

—Aproxímate para que te vea mejor —le dijo el rey, que estaba orgulloso de ser por fin el rey de alguien. El principito buscó donde sentarse, pero el planeta estaba ocupado totalmente por el magnífico manto de armiño. Se quedó, pues, de pie, pero como estaba cansado, bostezó.

—La etiqueta no permite bostezar en presencia del rey —le dijo el monarca—. Te lo prohibo.

—No he podido evitarlo —respondió el principito muy confuso—, he hecho un viaje muy largo y apenas he dormido…

—Entonces —le dijo el rey— te ordeno que bosteces. Hace años que no veo bostezar a nadie.

Los bostezos son para mí algo curioso. ¡Vamos, bosteza otra vez, te lo ordeno!

—Me da vergüenza… ya no tengo ganas… —dijo el principito enrojeciendo.

—¡Hum, hum! —respondió el rey—. ¡Bueno! Te ordeno tan pronto que bosteces y que no bosteces…

Tartamudeaba un poco y parecía vejado, pues el rey daba gran importancia a que su autoridad fuese respetada. Era un monarca absoluto, pero como era muy bueno, daba siempre órdenes razonables.

Si yo ordenara —decía frecuentemente—, si yo ordenara a un general que se transformara en ave marina y el general no me obedeciese, la culpa no sería del general, sino mía”.

—¿Puedo sentarme? —preguntó tímidamente el principito.

—Te ordeno sentarte —le respondió el rey—, recogiendo majestuosamente un faldón de su manto de armiño.

El principito estaba sorprendido. Aquel planeta era tan pequeño que no se explicaba sobre quién podría reinar aquel rey.

—Señor —le dijo—, perdóneme si le pregunto…

—Te ordeno que me preguntes —se apresuró a decir el rey.

—Señor. . . ¿sobre qué ejerce su poder?

—Sobre todo —contestó el rey con gran ingenuidad.

—¿Sobre todo?

El rey, con un gesto sencillo, señaló su planeta, los otros planetas y las estrellas.

—¿Sobre todo eso? —volvió a preguntar el principito.

—Sobre todo eso. . . —respondió el rey.

No era sólo un monarca absoluto, era, además, un monarca universal.

—¿Y las estrellas le obedecen?

—¡Naturalmente! —le dijo el rey—. Y obedecen en seguida, pues yo no tolero la indisciplina.

Un poder semejante dejó maravillado al principito. Si él disfrutara de un poder de tal naturaleza, hubiese podido asistir en el mismo día, no a cuarenta y tres, sino a setenta y dos, a cien, o incluso a doscientas puestas de sol, sin tener necesidad de arrastrar su silla. Y como se sentía un poco triste al recordar su pequeño planeta abandonado, se atrevió a solicitar una gracia al rey:

—Me gustaría ver una puesta de sol… Deme ese gusto… Ordénele al sol que se ponga…

—Si yo le diera a un general la orden de volar de flor en flor como una mariposa, o de escribir una tragedia, o de transformarse en ave marina y el general no ejecutase la orden recibida ¿de quién sería la culpa, mía o de él?

—La culpa sería de usted —le dijo el principito con firmeza.

—Exactamente. Sólo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar —continuó el rey. La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables.

—¿Entonces mi puesta de sol? —recordó el principito, que jamás olvidaba su pregunta una vez que la había formulado.

—Tendrás tu puesta de sol. La exigiré. Pero, según me dicta mi ciencia gobernante, esperaré que las condiciones sean favorables.

—¿Y cuándo será eso?

—¡Ejem, ejem! —le respondió el rey, consultando previamente un enorme calendario—, ¡ejem, ejem! será hacia… hacia… será hacia las siete cuarenta. Ya verás cómo se me obedece.

El principito bostezó. Lamentaba su puesta de sol frustrada y además se estaba aburriendo ya un poco.

—Ya no tengo nada que hacer aquí —le dijo al rey—. Me voy.

—No partas —le respondió el rey que se sentía muy orgulloso de tener un súbdito—, no te vayas y te hago ministro.

—¿Ministro de qué?

—¡De… de justicia!

—¡Pero si aquí no hay nadie a quien juzgar!

—Eso no se sabe —le dijo el rey—. Nunca he recorrido todo mi reino. Estoy muy viejo y el caminar me cansa. Y como no hay sitio para una carroza…

—¡Oh! Pero yo ya he visto. . . —dijo el principito que se inclinó para echar una ojeada al otro lado del planeta—. Allá abajo no hay nadie tampoco. .

—Te juzgarás a ti mismo —le respondió el rey—. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo, que juzgar a los otros. Si consigues juzgarte rectamente es que eres un verdadero sabio.

—Yo puedo juzgarme a mí mismo en cualquier parte y no tengo necesidad de vivir aquí.

—¡Ejem, ejem! Creo —dijo el rey— que en alguna parte del planeta vive una rata vieja; yo la oigo por la noche. Tu podrás juzgar a esta rata vieja. La condenarás a muerte de vez en cuando. Su vida dependería de tu justicia y la indultarás en cada juicio para conservarla, ya que no hay más que una.

—A mí no me gusta condenar a muerte a nadie —dijo el principito—. Creo que me voy a marchar.

—No —dijo el rey.

Pero el principito, que habiendo terminado ya sus preparativos no quiso disgustar al viejo monarca, dijo:

—Si Vuestra Majestad deseara ser obedecido puntualmente, podría dar una orden razonable.

Podría ordenarme, por ejemplo, partir antes de un minuto. Me parece que las condiciones son favorables…

Como el rey no respondiera nada, el principito vaciló primero y con un suspiro emprendió la marcha.

—¡Te nombro mi embajador! —se apresuró a gritar el rey. Tenía un aspecto de gran autoridad.

“Las personas mayores son muy extrañas”, se decía el principito para sí mismo durante el viaje.

XI

El segundo planeta estaba habitado por un vanidoso:

—¡Ah! ¡Ah! ¡Un admirador viene a visitarme! —Gritó el vanidoso al divisar a lo lejos al principito.

Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores.

—¡Buenos días! —dijo el principito—. ¡Qué sombrero tan raro tiene!

—Es para saludar a los que me aclaman —respondió el vanidoso. Desgraciadamente nunca pasa nadie por aquí.

—¿Ah, sí? —preguntó sin comprender el principito.

—Golpea tus manos una contra otra —le aconsejó el vanidoso.

El principito aplaudió y el vanidoso le saludó modestamente levantando el sombrero.

“Esto parece más divertido que la visita al rey”, se dijo para sí el principito, que continuó aplaudiendo mientras el vanidoso volvía a saludarle quitándose el sombrero.

A los cinco minutos el principito se cansó con la monotonía de aquel juego.

—¿Qué hay que hacer para que el sombrero se caiga? —preguntó el principito.

Pero el vanidoso no le oyó. Los vanidosos sólo oyen las alabanzas.

—¿Tú me admiras mucho, verdad? —preguntó el vanidoso al principito.

—¿Qué significa admirar?

—Admirar significa reconocer que yo soy el hombre más bello, el mejor vestido, el más rico y el más inteligente del planeta.

—¡Si tú estás solo en tu planeta!

—¡Hazme ese favor, admírame de todas maneras!

—¡Bueno! Te admiro —dijo el principito encogiéndose de hombros—, pero ¿para qué te sirve?

Y el principito se marchó.

“Decididamente, las personas mayores son muy extrañas”, se decía para sí el principito durante su viaje.

XII

El tercer planeta estaba habitado por un bebedor. Fue una visita muy corta, pues hundió al principito en una gran melancolía.

—¿Qué haces ahí? —preguntó al bebedor que estaba sentado en silencio ante un sinnúmero de botellas vacías y otras tantas botellas llenas.

—¡Bebo! —respondió el bebedor con tono lúgubre.

—¿Por qué bebes? —volvió a preguntar el principito.

—Para olvidar.

—¿Para olvidar qué? —inquirió el principito ya compadecido.

—Para olvidar que siento vergüenza —confesó el bebedor bajando la cabeza.

—¿Vergüenza de qué? —se informó el principito deseoso de ayudarle.

—¡Vergüenza de beber! —concluyó el bebedor, que se encerró nueva y definitivamente en el silencio.

Y el principito, perplejo, se marchó.

“No hay la menor duda de que las personas mayores son muy extrañas”, seguía diciéndose para sí el principito durante su viaje.

XIII

El cuarto planeta estaba ocupado por un hombre de negocios. Este hombre estaba tan abstraído que ni siquiera levantó la cabeza a la llegada del principito.

—¡Buenos días! —le dijo éste—. Su cigarro se ha apagado.

—Tres y dos cinco. Cinco y siete doce. Doce y tres quince. ¡Buenos días! Quince y siete veintidós. Veintidós y seis veintiocho. No tengo tiempo de encenderlo. Veintiocho y tres treinta y uno. ¡Uf!

Esto suma quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno.

—¿Quinientos millones de qué?

—¿Eh? ¿Estás ahí todavía? Quinientos millones de… ya no sé… ¡He trabajado tanto! ¡Yo soy un hombre serio y no me entretengo en tonterías! Dos y cinco siete…

—¿Quinientos millones de qué? —volvió a preguntar el principito, que nunca en su vida había renunciado a una pregunta una vez que la había formulado.

El hombre de negocios levantó la cabeza:

—Desde hace cincuenta y cuatro años que habito este planeta, sólo me han molestado tres veces. La primera, hace veintidós años, fue por un abejorro que había caído aquí de Dios sabe dónde.

Hacía un ruido insoportable y me hizo cometer cuatro errores en una suma. La segunda vez por una crisis de reumatismo, hace once años. Yo no hago ningún ejercicio, pues no tengo tiempo de callejear.

Soy un hombre serio. Y la tercera vez… ¡la tercera vez es ésta! Decía, pues, quinientos un millones…

—¿Millones de qué?

El hombre de negocios comprendió que no tenía ninguna esperanza de que lo dejaran en paz.

—Millones de esas pequeñas cosas que algunas veces se ven en el cielo.

—¿Moscas?

—¡No, cositas que brillan!

—¿Abejas?

—No. Unas cositas doradas que hacen desvariar a los holgazanes. ¡Yo soy un hombre serio y no tengo tiempo de desvariar!

—¡Ah! ¿Estrellas?

—Eso es. Estrellas.

—¿Y qué haces tú con quinientos millones de estrellas?

—Quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno. Yo soy un hombre serio y exacto.

—¿Y qué haces con esas estrellas?

—¿Que qué hago con ellas?

—Sí.

—Nada. Las poseo.

—¿Que las estrellas son tuyas?

—Sí.

—Yo he visto un rey que…

—Los reyes no poseen nada… Reinan. Es muy diferente.

—¿Y de qué te sirve poseer las estrellas?

—Me sirve para ser rico.

—¿Y de qué te sirve ser rico?

—Me sirve para comprar más estrellas si alguien las descubre.

“Este, se dijo a sí mismo el principito, razona poco más o menos como mi borracho”.

No obstante le siguió preguntando:

—¿Y cómo es posible poseer estrellas?

—¿De quién son las estrellas? —contestó punzante el hombre de negocios.

—No sé. . . De nadie.

—Entonces son mías, puesto que he sido el primero a quien se le ha ocurrido la idea.

—¿Y eso basta?

—Naturalmente. Si te encuentras un diamante que nadie reclama, el diamante es tuyo. Si encontraras una isla que a nadie pertenece, la isla es tuya. Si eres el primero en tener una idea y la haces patentar, nadie puede aprovecharla: es tuya. Las estrellas son mías, puesto que nadie, antes que yo, ha pensado en poseerlas.

—Eso es verdad —dijo el principito— ¿y qué haces con ellas?

—Las administro. Las cuento y las recuento una y otra vez —contestó el hombre de negocios—. Es algo difícil. ¡Pero yo soy un hombre serio!

El principito no quedó del todo satisfecho.

—Si yo tengo una bufanda, puedo ponérmela al cuello y llevármela. Si soy dueño de una flor, puedo cortarla y llevármela también. ¡Pero tú no puedes llevarte las estrellas!

—Pero puedo colocarlas en un banco.

—¿Qué quiere decir eso?

—Quiere decir que escribo en un papel el número de estrellas que tengo y guardo bajo llave en un cajón ese papel.

—¿Y eso es todo?

—¡Es suficiente!

“Es divertido”, pensó el principito. “Es incluso bastante poético. Pero no es muy serio”.

El principito tenía sobre las cosas serias ideas muy diferentes de las ideas de las personas mayores.

—Yo —dijo aún— tengo una flor a la que riego todos los días; poseo tres volcanes a los que deshollino todas las semanas, pues también me ocupo del que está extinguido; nunca se sabe lo que puede ocurrir. Es útil, pues, para mis volcanes y para mi flor que yo las posea. Pero tú, tú no eres nada útil para las estrellas…

El hombre de negocios abrió la boca, pero no encontró respuesta.

El principito abandonó aquel planeta.

“Las personas mayores, decididamente, son extraordinarias”, se decía a sí mismo con sencillez durante el viaje.

XIV

El quinto planeta era muy curioso. Era el más pequeño de todos, pues apenas cabían en él un farol y el farolero que lo habitaba. El principito no lograba explicarse para qué servirían allí, en el cielo, en un planeta sin casas y sin población un farol y un farolero. Sin embargo, se dijo a sí mismo:

“Este hombre, quizás, es absurdo. Sin embargo, es menos absurdo que el rey, el vanidoso, el hombre de negocios y el bebedor. Su trabajo, al menos, tiene sentido. Cuando enciende su farol, es igual que si hiciera nacer una estrella más o una flor y cuando lo apaga hace dormir a la flor o a la estrella. Es una ocupación muy bonita y por ser bonita es verdaderamente útil”.

Cuando llegó al planeta saludó respetuosamente al farolero:

—¡Buenos días! ¿Por qué acabas de apagar tu farol?

—Es la consigna —respondió el farolero—. ¡Buenos días!

—¿Y qué es la consigna?

—Apagar mi farol. ¡Buenas noches!

Y encendió el farol.

—¿Y por qué acabas de volver a encenderlo?

—Es la consigna.

—No lo comprendo —dijo el principito.

—No hay nada que comprender —dijo el farolero—. La consigna es la consigna. ¡Buenos días!

Y apagó su farol.

Luego se enjugó la frente con un pañuelo de cuadros rojos.

—Mi trabajo es algo terrible. En otros tiempos era razonable; apagaba el farol por la mañana y lo encendía por la tarde. Tenía el resto del día para reposar y el resto de la noche para dormir.

—¿Y luego cambiaron la consigna?

—Ese es el drama, que la consigna no ha cambiado —dijo el farolero—. El planeta gira cada vez más de prisa de año en año y la consigna sigue siendo la misma.

—¿Y entonces? —dijo el principito.

—Como el planeta da ahora una vuelta completa cada minuto, yo no tengo un segundo de reposo. Enciendo y apago una vez por minuto.

—¡Eso es raro! ¡Los días sólo duran en tu tierra un minuto!

—Esto no tiene nada de divertido —dijo el farolero—. Hace ya un mes que tú y yo estamos hablando.

—¿Un mes?

—Sí, treinta minutos. ¡Treinta días! ¡Buenas noches!

Y volvió a encender su farol.

El principito lo miró y le gustó este farolero que tan fielmente cumplía la consigna. Recordó las puestas de sol que en otro tiempo iba a buscar arrastrando su silla. Quiso ayudarle a su amigo.

—¿Sabes? Yo conozco un medio para que descanses cuando quieras…

—Yo quiero descansar siempre —dijo el farolero.

Se puede ser a la vez fiel y perezoso.

El principito prosiguió:

—Tu planeta es tan pequeño que puedes darle la vuelta en tres zancadas. No tienes que hacer más que caminar muy lentamente para quedar siempre al sol. Cuando quieras descansar, caminarás… y el día durará tanto tiempo cuanto quieras.

—Con eso no adelanto gran cosa —dijo el farolero—, lo que a mí me gusta en la vida es dormir.

—No es una suerte —dijo el principito.

—No, no es una suerte —replicó el farolero—. ¡Buenos días!

Y apagó su farol.

Mientras el principito proseguía su viaje, se iba diciendo para sí: “Este sería despreciado por los otros, por el rey, por el vanidoso, por el bebedor, por el hombre de negocios. Y, sin embargo, es el único que no me parece ridículo, quizás porque se ocupa de otra cosa y no de sí mismo. Lanzó un suspiro de pena y continuó diciéndose:

“Es el único de quien pude haberme hecho amigo. Pero su planeta es demasiado pequeño y no hay lugar para dos…”

Lo que el principito no se atrevía a confesarse, era que la causa por la cual lamentaba no quedarse en este bendito planeta se debía a las mil cuatrocientas cuarenta puestas de sol que podría disfrutar cada veinticuatro horas.

XV

El sexto planeta era diez veces más grande. Estaba habitado por un anciano que escribía grandes libros.

—¡Anda, un explorador! —exclamó cuando divisó al principito.

Este se sentó sobre la mesa y reposó un poco. ¡Había viajado ya tanto!

—¿De dónde vienes tú? —le preguntó el anciano.

—¿Qué libro es ese tan grande? —preguntó a su vez el principito—. ¿Qué hace usted aquí?

—Soy geógrafo —dijo el anciano.

—¿Y qué es un geógrafo?

—Es un sabio que sabe donde están los mares, los ríos, las ciudades, las montañas y los desiertos.

—Eso es muy interesante —dijo el principito—. ¡Y es un verdadero oficio!

Dirigió una mirada a su alrededor sobre el planeta del geógrafo; nunca había visto un planeta tan majestuoso.

—Es muy hermoso su planeta. ¿Hay océanos aquí?

—No puedo saberlo —dijo el geógrafo.

—¡Ah! (El principito se sintió decepcionado). ¿Y montañas?

—No puedo saberlo —repitió el geógrafo.

—¿Y ciudades, ríos y desiertos?

—Tampoco puedo saberlo.

—¡Pero usted es geógrafo!

—Exactamente —dijo el geógrafo—, pero no soy explorador, ni tengo exploradores que me informen. El geógrafo no puede estar de acá para allá contando las ciudades, los ríos, las montañas, los océanos y los desiertos; es demasiado importante para deambular por ahí. Se queda en su despacho y allí recibe a los exploradores. Les interroga y toma nota de sus informes. Si los informes de alguno de ellos le parecen interesantes, manda hacer una investigación sobre la moralidad del explorador.

—¿Para qué?

—Un explorador que mintiera sería una catástrofe para los libros de geografía. Y también lo sería un explorador que bebiera demasiado.

—¿Por qué? —preguntó el principito.

—Porque los borrachos ven doble y el geógrafo pondría dos montañas donde sólo habría una.

—Conozco a alguien —dijo el principito—, que sería un mal explorador.

—Es posible. Cuando se está convencido de que la moralidad del explorador es buena, se hace una investigación sobre su descubrimiento.

—¿ Se va a ver?

—No, eso sería demasiado complicado. Se exige al explorador que suministre pruebas. Por ejemplo, si se trata del descubrimiento de una gran montaña, se le pide que traiga grandes piedras.

Súbitamente el geógrafo se sintió emocionado:

—Pero… ¡tú vienes de muy lejos! ¡Tú eres un explorador! Vas a describirme tu planeta.

Y el geógrafo abriendo su registro afiló su lápiz. Los relatos de los exploradores se escriben primero con lápiz. Se espera que el explorador presente sus pruebas para pasarlos a tinta.

—¿Y bien? —interrogó el geógrafo.

—¡Oh! Mi tierra —dijo el principito— no es interesante, todo es muy pequeño. Tengo tres volcanes, dos en actividad y uno extinguido; pero nunca se sabe…

—No, nunca se sabe —dijo el geógrafo.

—Tengo también una flor.

—De las flores no tomamos nota.

—¿Por qué? ¡Son lo más bonito!

—Porque las flores son efímeras.

—¿Qué significa “efímera”?

—Las geografías —dijo el geógrafo— son los libros más preciados e interesantes; nunca pasan de moda. Es muy raro que una montaña cambie de sitio o que un océano quede sin agua. Los geógrafos escribimos sobre cosas eternas.

—Pero los volcanes extinguidos pueden despertarse —interrumpió el principito—. ¿Qué significa “efímera”?

—Que los volcanes estén o no en actividad es igual para nosotros. Lo interesante es la montaña que nunca cambia.

—Pero, ¿qué significa “efímera”? —repitió el principito que en su vida había renunciado a una pregunta una vez formulada.

—Significa que está amenazado de próxima desaparición.

—¿Mi flor está amenazada de desaparecer próximamente?

—Indudablemente.

“Mi flor es efímera —se dijo el principito— y no tiene más que cuatro espinas para defenderse contra el mundo. ¡Y la he dejado allá sola en mi casa!”. Por primera vez se arrepintió de haber dejado su planeta, pero bien pronto recobró su valor.

—¿Qué me aconseja usted que visite ahora? —preguntó.

—La Tierra —le contestó el geógrafo—. Tiene muy buena reputación…

Y el principito partió pensando en su flor.

XVI

El séptimo planeta fue, por consiguiente, la Tierra.

¡La Tierra no es un planeta cualquiera! Se cuentan en él ciento once reyes (sin olvidar, naturalmente, los reyes negros), siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones y medio de borrachos, trescientos once millones de vanidosos, es decir, alrededor de dos mil millones de personas mayores.

Para darles una idea de las dimensiones de la Tierra yo les diría que antes de la invención de la electricidad había que mantener sobre el conjunto de los seis continentes un verdadero ejército de cuatrocientos sesenta y dos mil quinientos once faroleros.

Vistos desde lejos, hacían un espléndido efecto. Los movimientos de este ejército estaban regulados como los de un ballet de ópera. Primero venía el turno de los faroleros de Nueva Zelandia y de Australia. Encendían sus faroles y se iban a dormir. Después tocaba el turno en la danza a los faroleros de China y Siberia, que a su vez se perdían entre bastidores. Luego seguían los faroleros de Rusia y la India, después los de África y Europa y finalmente, los de América del Sur y América del Norte. Nunca se equivocaban en su orden de entrada en escena. Era grandioso.

Solamente el farolero del único farol del polo norte y su colega del único farol del polo sur, llevaban una vida de ociosidad y descanso. No trabajaban más que dos veces al año.

XVII

Cuando se quiere ser ingenioso, sucede que se miente un poco. No he sido muy honesto al hablar de los faroleros y corro el riesgo de dar una falsa idea de nuestro planeta a los que no lo conocen.

Los hombres ocupan muy poco lugar sobre la Tierra. Si los dos mil millones de habitantes que la pueblan se pusieran de pie y un poco apretados, como en un mitin, cabrían fácilmente en una plaza de veinte millas de largo por veinte de ancho. La humanidad podría amontonarse sobre el más pequeño islote del Pacífico.

Las personas mayores no les creerán, seguramente, pues siempre se imaginan que ocupan mucho sitio. Se creen importantes como los baobabs. Les dirán, pues, que hagan el cálculo; eso les gustará ya que adoran las cifras. Pero no es necesario que pierdan el tiempo inútilmente, puesto que tienen confianza en mí.

El principito, una vez que llegó a la Tierra, quedó sorprendido de no ver a nadie. Tenía miedo de haberse equivocado de planeta, cuando un anillo de color de luna se revolvió en la arena.

—¡Buenas noches! —dijo el principito.

—¡Buenas noches! —dijo la serpiente.

—¿Sobre qué planeta he caído? —preguntó el principito.

—Sobre la Tierra, en África —respondió la serpiente.

—¡Ah! ¿Y no hay nadie sobre la Tierra?

—Esto es el desierto. En los desiertos no hay nadie. La Tierra es muy grande —dijo la serpiente.

El principito se sentó en una piedra y elevó los ojos al cielo.

—Yo me pregunto —dijo— si las estrellas están encendidas para que cada cual pueda un día encontrar la suya. Mira mi planeta; está precisamente encima de nosotros… Pero… ¡qué lejos está!

—Es muy bella —dijo la serpiente—. ¿Y qué vienes tú a hacer aquí?

—Tengo problemas con una flor —dijo el principito.

—¡Ah!

Y se callaron.

—¿Dónde están los hombres? —prosiguió por fin el principito. Se está un poco solo en el desierto…

—También se está solo donde los hombres —afirmó la serpiente.

El principito la miró largo rato y le dijo:

—Eres un bicho raro, delgado como un dedo…

—Pero soy más poderoso que el dedo de un rey —le interrumpió la serpiente.

El principito sonrió:

—No me pareces muy poderoso… ni siquiera tienes patas… ni tan siquiera puedes viajar…

—Puedo llevarte más lejos que un navío —dijo la serpiente.

Se enroscó alrededor del tobillo del principito como un brazalete de oro.

—Al que yo toco, le hago volver a la tierra de donde salió. Pero tú eres puro y vienes de una estrella…

El principito no respondió.

—Me das lástima, tan débil sobre esta tierra de granito. Si algún día echas mucho de menos tu planeta, puedo ayudarte. Puedo…

—¡Oh! —dijo el principito—. Te he comprendido. Pero ¿por qué hablas con enigmas?

—Yo los resuelvo todos —dijo la serpiente.

Y se callaron.

XVIII

El principito atravesó el desierto en el que sólo encontró una flor de tres pétalos, una flor de nada.

—¡Buenos días! —dijo el principito.

—¡Buenos días! —dijo la flor.

—¿Dónde están los hombres? —preguntó cortésmente el principito.

La flor, un día, había visto pasar una caravana.

—¿Los hombres? No existen más que seis o siete, me parece. Los he visto hace ya años y nunca se sabe dónde encontrarlos. El viento los pasea. Les faltan las raíces. Esto les molesta.

—Adiós —dijo el principito.

—Adiós —dijo la flor.

XIX

El principito escaló hasta la cima de una alta montaña. Las únicas montañas que él había conocido eran los tres volcanes que le llegaban a la rodilla. El volcán extinguido lo utilizaba como taburete. “Desde una montaña tan alta como ésta, se había dicho, podré ver todo el planeta y a todos los hombres…” Pero no alcanzó a ver más que algunas puntas de rocas.

—¡Buenos días! —exclamó el principito al acaso.

—¡Buenos días! ¡Buenos días! ¡Buenos días! —respondió el eco.

—¿Quién eres tú? —preguntó el principito.

—¿Quién eres tú?… ¿Quién eres tú?… ¿Quién eres tú?… —contestó el eco.

—Sed mis amigos, estoy solo —dijo el principito.

—Estoy solo… estoy solo… estoy solo… —repitió el eco.

“¡Qué planeta más raro! —pensó entonces el principito—, es seco, puntiagudo y salado. Y los hombres carecen de imaginación; no hacen más que repetir lo que se les dice… En mi tierra tenía una flor: hablaba siempre la primera… ”

XX

Pero sucedió que el principito, habiendo atravesado arenas, rocas y nieves, descubrió finalmente un camino. Y los caminos llevan siempre a la morada de los hombres.

—¡Buenos días! —dijo.

Era un jardín cuajado de rosas.

—¡Buenos días! —dijeran las rosas.

El principito las miró. ¡Todas se parecían tanto a su flor!

—¿Quiénes son ustedes? —les preguntó estupefacto.

—Somos las rosas —respondieron éstas.

—¡Ah! —exclamó el principito.

Y se sintió muy desgraciado. Su flor le había dicho que era la única de su especie en todo el universo. ¡Y ahora tenía ante sus ojos más de cinco mil todas semejantes, en un solo jardín!

Si ella viese todo esto, se decía el principito, se sentiría vejada, tosería muchísimo y simularía morir para escapar al ridículo. Y yo tendría que fingirle cuidados, pues sería capaz de dejarse morir verdaderamente para humillarme a mí también… ”

Y luego continuó diciéndose: “Me creía rico con una flor única y resulta que no tengo más que una rosa ordinaria. Eso y mis tres volcanes que apenas me llegan a la rodilla y uno de los cuales acaso esté extinguido para siempre. Realmente no soy un gran príncipe… ” Y echándose sobre la hierba, el principito lloró.

XXI

Entonces apareció el zorro:

—¡Buenos días! —dijo el zorro.

—¡Buenos días! —respondió cortésmente el principito que se volvió pero no vio nada.

—Estoy aquí, bajo el manzano —dijo la voz.

—¿Quién eres tú? —preguntó el principito—. ¡Qué bonito eres!

—Soy un zorro —dijo el zorro.

—Ven a jugar conmigo —le propuso el principito—, ¡estoy tan triste!

—No puedo jugar contigo —dijo el zorro—, no estoy domesticado.

—¡Ah, perdón! —dijo el principito.

Pero después de una breve reflexión, añadió:

—¿Qué significa “domesticar”?

—Tú no eres de aquí —dijo el zorro— ¿qué buscas?

—Busco a los hombres —le respondió el principito—. ¿Qué significa “domesticar”?

—Los hombres —dijo el zorro— tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero también crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?

—No —dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué significa “domesticar”? —volvió a preguntar el principito.

—Es una cosa ya olvidada —dijo el zorro—, significa “crear vínculos… ”

—¿Crear vínculos?

—Efectivamente, verás —dijo el zorro—. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo…

—Comienzo a comprender —dijo el principito—. Hay una flor… creo que ella me ha domesticado…

—Es posible —concedió el zorro—, en la Tierra se ven todo tipo de cosas.

—¡Oh, no es en la Tierra! —exclamó el principito.

El zorro pareció intrigado:

—¿En otro planeta?

—Sí.

—¿Hay cazadores en ese planeta?

—No.

—¡Qué interesante! ¿Y gallinas?

—No.

—Nada es perfecto —suspiró el zorro.

Y después volviendo a su idea:

—Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.

El zorro se calló y miró un buen rato al principito:

—Por favor… domestícame —le dijo.

—Bien quisiera —le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.

—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!

—¿Qué debo hacer? —preguntó el principito.

—Debes tener mucha paciencia —respondió el zorro—. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca…

El principito volvió al día siguiente.

—Hubiera sido mejor —dijo el zorro— que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón… Los ritos son necesarios.

—¿Qué es un rito? —inquirió el principito.

—Es también algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Es lo que hace que un día no se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los jueves entonces son días maravillosos en los que puedo ir de paseo hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.

De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando el día de la partida:

—¡Ah! —dijo el zorro—, lloraré.

—Tuya es la culpa —le dijo el principito—, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique…

—Ciertamente —dijo el zorro.

—¡Y vas a llorar!, —dijo él principito.

—¡Seguro!

—No ganas nada.

—Gano —dijo el zorro— he ganado a causa del color del trigo.

Y luego añadió:

—Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto.

El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:

—No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros.

Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles:

—Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.

Y volvió con el zorro.

—Adiós —le dijo.

—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.

—Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse.

—Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.

—Es el tiempo que yo he perdido con ella… —repitió el principito para recordarlo.

—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa…

—Yo soy responsable de mi rosa… —repitió el principito a fin de recordarlo.

XXII

—¡Buenos días! —dijo el principito.

—¡Buenos días! —respondió el guardavía.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó el principito.

—Formo con los viajeros paquetes de mil y despacho los trenes que los llevan, ya a la derecha, ya a la izquierda.

Y un tren rápido iluminado, rugiendo como el trueno, hizo temblar la caseta del guardavía.

—Tienen mucha prisa —dijo el principito—. ¿Qué buscan?

—Ni siquiera el conductor de la locomotora lo sabe —dijo el guardavía.

Un segundo rápido iluminado rugió en sentido inverso.

—¿Ya vuelve? —preguntó el principito.

—No son los mismos —contestó el guardavía—. Es un cambio.

—¿No se sentían contentos donde estaban?

—Nunca se siente uno contento donde está —respondió el guardavía.

Y rugió el trueno de un tercer rápido iluminado.

—¿Van persiguiendo a los primeros vi ajeros? —preguntó el principito.

—No persiguen absolutamente nada —le dijo el guardavía—; duermen o bostezan allí dentro.

Únicamente los niños aplastan su nariz contra los vidrios.

—Únicamente los niños saben lo que buscan —dijo el principito. Pierden el tiempo con una muñeca de trapo que viene a ser lo más importante para ellos y si se la quitan, lloran…

—¡Qué suerte tienen! —dijo el guardavía.

XXIII

—¡Buenos días! —dijo el principito.

—¡Buenos días! —respondió el comerciante.

Era un comerciante de píldoras perfeccionadas que quitan la sed. Se toma una por semana y ya no se sienten ganas de beber.

—¿Por qué vendes eso? —preguntó el principito.

—Porque con esto se economiza mucho tiempo. Según el cálculo hecho por los expertos, se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.

—¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?

—Lo que cada uno quiere… ”

“Si yo dispusiera de cincuenta y tres minutos —pensó el principito— caminaría suavemente hacia una fuente…”

XXIV

Era el octavo día de mi avería en el desierto y había escuchado la historia del comerciante bebiendo la última gota de mi provisión de agua.

—¡Ah —le dije al principito—, son muy bonitos tus cuentos, pero yo no he reparado mi avión, no tengo nada para beber y sería muy feliz si pudiera irme muy tranquilo en busca de una fuente!

—Mi amigo el zorro…, me dijo…

—No se trata ahora del zorro, muchachito…

—¿Por qué?

—Porque nos vamos a morir de sed…

No comprendió mi razonamiento y replicó:

—Es bueno haber tenido un amigo, aún si vamos a morir. Yo estoy muy contento de haber tenido un amigo zorro.

“Es incapaz de medir el peligro —me dije — Nunca tiene hambre ni sed y un poco de sol le basta…”

El principito me miró y respondió a mi pensamiento:

—Tengo sed también… vamos a buscar un pozo. ..

Tuve un gesto de cansancio; es absurdo buscar un pozo, al azar, en la inmensidad del desierto.

Sin embargo, nos pusimos en marcha.

Después de dos horas de caminar en silencio, cayó la noche y las estrellas comenzaron a brillar.

Yo las veía como en sueño, pues a causa de la sed tenía un poco de fiebre. Las palabras del principito danzaban en mi mente.

—¿Tienes sed, tú también? —le pregunté. Pero no respondió a mi pregunta, diciéndome simplemente:

—El agua puede ser buena también para el corazón…

No comprendí sus palabras, pero me callé; sabía muy bien que no había que interrogarlo.

El principito estaba cansado y se sentó; yo me senté a su lado y después de un silencio me dijo:

—Las estrellas son hermosas, por una flor que no se ve…

Respondí “seguramente” y miré sin hablar los pliegues que la arena formaba bajo la luna.

—El desierto es bello —añadió el principito.

Era verdad; siempre me ha gustado el desierto. Puede uno sentarse en una duna, nada se ve, nada se oye y sin embargo, algo resplandece en el silencio…

—Lo que más embellece al desierto —dijo el principito— es el pozo que oculta en algún sitio…

Me quedé sorprendido al comprender súbitamente ese misterioso resplandor de la arena. Cuando yo era niño vivía en una casa antigua en la que, según la leyenda, había un tesoro escondido. Sin duda que nadie supo jamás descubrirlo y quizás nadie lo buscó, pero parecía toda encantada por ese tesoro.

Mi casa ocultaba un secreto en el fondo de su corazón…

—Sí —le dije al principito— ya se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo que les embellece es invisible.

—Me gusta —dijo el principito— que estés de acuerdo con mi zorro.

Como el principito se dormía, lo tomé en mis brazos y me puse nuevamente en camino. Me sentía emocionado llevando aquel frágil tesoro, y me parecía que nada más frágil había sobre la Tierra.

Miraba a la luz de la luna aquella frente pálida, aquellos ojos cerrados, los cabellos agitados por el viento y me decía: “lo que veo es sólo la corteza; lo más importante es invisible… ”

Como sus labios entreabiertos esbozaron una sonrisa, me dije: “Lo que más me emociona de este principito dormido es su fidelidad a una flor, es la imagen de la rosa que resplandece en él como la llama de una lámpara, incluso cuando duerme… ” Y lo sentí más frágil aún. Pensaba que a las lámparas hay que protegerlas: una racha de viento puede apagarlas…

Continué caminando y al rayar el alba descubrí el pozo.

XXV

—Los hombres —dijo el principito— se meten en los rápidos pero no saben dónde van ni lo que quieren. . . Entonces se agitan y dan vueltas…

Y añadió:

—¡No vale la pena!…

El pozo que habíamos encontrado no se parecía en nada a los pozos saharianos. Estos pozos son simples agujeros que se abren en la arena. El que teníamos ante nosotros parecía el pozo de un pueblo; pero por allí no había ningún pueblo y me parecía estar soñando.

—¡Es extraño! —le dije al principito—. Todo está a punto: la roldana, el balde y la cuerda…

Se rió y tocó la cuerda; hizo mover la roldana. Y la roldana gimió como una vieja veleta cuando el viento ha dormido mucho.

—¿Oyes? —dijo el principito—. Hemos despertado al pozo y canta.

No quería que el principito hiciera el menor esfuerzo y le dije:

—Déjame a mí, es demasiado pesado para ti.

Lentamente subí el cubo hasta el brocal donde lo dejé bien seguro. En mis oídos sonaba aún el canto de la roldana y veía temblar al sol en el agua agitada.

—Tengo sed de esta agua —dijo el principito—, dame de beber…

¡Comprendí entonces lo que él había buscado!

Levanté el balde hasta sus labios y el principito bebió con los ojos cerrados. Todo era bello como una fiesta. Aquella agua era algo más que un alimento. Había nacido del caminar bajo las estrellas, del canto de la roldana, del esfuerzo de mis brazos. Era como un regalo para el corazón. Cuando yo era niño, las luces del árbol de Navidad, la música de la misa de medianoche, la dulzura de las sonrisas, daban su resplandor a mi regalo de Navidad.

—Los hombres de tu tierra —dijo el principito— cultivan cinco mil rosas en un jardín y no encuentran lo que buscan.

—No lo encuentran nunca —le respondí. —Y sin embargo, lo que buscan podrían encontrarlo en una sola rosa o en un poco de agua…

—Sin duda, respondí. Y el principito añadió:

—Pero los ojos son ciegos. Hay que buscar con el corazón.

Yo había bebido y me encontraba bien. La arena, al alba, era color de miel, del que gozaba hasta sentirme dichoso. ¿Por qué había de sentirme triste?

—Es necesario que cumplas tu promesa —dijo dulcemente el principito que nuevamente se había sentado junto a mí.

—¿Qué promesa?

—Ya sabes… el bozal para mi cordero… soy responsable de mi flor.

Saqué del bolsillo mis esbozos de dibujo. El principito los miró y dijo riendo:

—Tus baobabs parecen repollos…

—¡Oh! ¡Y yo que estaba tan orgulloso de mis baobabs!

—Tu zorro tiene orejas que parecen cuernos; son demasiado largas.

Y volvió a reír.

—Eres injusto, muchachito; yo no sabía dibujar más que boas cerradas y boas abiertas.

—¡Oh, todo se arreglará! —dijo el principito—. Los niños entienden.

Bosquejé, pues, un bozal y se lo alargué con el corazón oprimido:

—Tú tienes proyectos que yo ignoro…

Pero no me respondió.

—¿Sabes? —me dijo—. Mañana hace un año de mi caída en la Tierra…

Y después de un silencio, añadió:

—Caí muy cerca de aquí…

El principito se sonrojó y nuevamente, sin comprender por qué, experimenté una extraña tristeza.

Sin embargo, se me ocurrió preguntar:

—Entonces no te encontré por azar hace ocho días, cuando paseabas por estos lugares, a mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. ¿Es que volvías al punto de tu caída?

El principito enrojeció nuevamente.

Y añadí vacilante.

—¿Quizás por el aniversario?

El principito se ruborizó una vez más. Aunque nunca respondía a las preguntas, su rubor significaba una respuesta afirmativa.

—¡Ah! —le dije— tengo miedo.

Pero él me respondió:

—Tú debes trabajar ahora; vuelve, pues, junto a tu máquina, que yo te espero aquí. Vuelve mañana por la tarde.

Pero yo no estaba tranquilo y me acordaba del zorro. Si se deja uno domesticar, se expone a llorar un poco…

XXVI

Al lado del pozo había una ruina de un viejo muro de piedras. Cuando volví de mi trabajo al día siguiente por la tarde, vi desde lejos al principito sentado en lo alto con las piernas colgando. Lo oí que hablaba.

—¿No te acuerdas? ¡No es aquí con exactitud!

Alguien le respondió sin duda, porque él replicó:

—¡Sí, sí; es el día, pero no es este el lugar!

Proseguí mi marcha hacia el muro, pero no veía ni oía a nadie. Y sin embargo, el principito replicó de nuevo.

—¡Claro! Ya verás dónde comienza mi huella en la arena. No tienes más que esperarme, que allí estaré yo esta noche.

Yo estaba a veinte metros y continuaba sin distinguir nada.

El principito, después de un silencio, dijo aún:

—¿Tienes un buen veneno? ¿Estás segura de no hacerme sufrir mucho?

Me detuve con el corazón oprimido, siempre sin comprender.

—¡Ahora vete —dijo el principito—, quiero volver a bajarme!

Dirigí la mirada hacia el pie del muro e instintivamente di un brinco. Una serpiente de esas amarillas que matan a una persona en menos de treinta segundos, se erguía en dirección al principito.

Echando mano al bolsillo para sacar mi revólver, apreté el paso, pero, al ruido que hice, la serpiente se dejó deslizar suavemente por la arena como un surtidor que muere, y, sin apresurarse demasiado, se escurrió entre las piedras con un ligero ruido metálico.

Llegué junto al muro a tiempo de recibir en mis brazos a mi principito, que estaba blanco como la nieve.

—¿Pero qué historia es ésta? ¿De charla también con las serpientes?

Le quité su eterna bufanda de oro, le humedecí las sienes y le di de beber, sin atreverme a hacerle pregunta alguna. Me miró gravemente rodeándome el cuello con sus brazos. Sentí latir su corazón, como el de un pajarillo que muere a tiros de carabina.

—Me alegra —dijo el principito— que hayas encontrado lo que faltaba a tu máquina. Así podrás volver a tu tierra…

—¿Cómo lo sabes?

Precisamente venía a comunicarle que, a pesar de que no lo esperaba, había logrado terminar mi trabajo.

No respondió a mi pregunta, sino que añadió:

—También yo vuelvo hoy a mi planeta…

Luego, con melancolía:

—Es mucho más lejos… y más difícil…

Me daba cuenta de que algo extraordinario pasaba en aquellos momentos. Estreché al principito entre mis brazos como si fuera un niño pequeño, y no obstante, me pareció que descendía en picada hacia un abismo sin que fuera posible hacer nada para retenerlo.

Su mirada, seria, estaba perdida en la lejanía.

—Tengo tu cordero y la caja para el cordero. Y tengo también el bozal.

Y sonreía melancólicamente.

Esperé un buen rato. Sentía que volvía a entrar en calor poco a poco:

—Has tenido miedo, muchachito…

Lo había tenido, sin duda, pero sonrió con dulzura:

—Esta noche voy a tener más miedo…

Me quedé de nuevo helado por un sentimiento de algo irreparable. Comprendí que no podía soportar la idea de no volver a oír nunca más su risa. Era para mí como una fuente en el desierto.

—Muchachito, quiero oír otra vez tu risa…

Pero él me dijo:

—Esta noche hará un año. Mi estrella se encontrará precisamente encima del lugar donde caí el año pasado…

—¿No es cierto —le interrumpí— que toda esta historia de serpientes, de citas y de estrellas es tan sólo una pesadilla?

Pero el principito no respondió a mi pregunta y dijo:

—Lo más importante nunca se ve…

—Indudablemente…

—Es lo mismo que la flor. Si te gusta una flor que habita en una estrella, es muy dulce mirar al cielo por la noche. Todas las estrellas han florecido.

—Es indudable…

—Es como el agua. La que me diste a beber, gracias a la roldana y la cuerda, era como una música ¿te acuerdas? ¡Qué buena era!

—Sí, cierto…

—Por la noche mirarás las estrellas; mi casa es demasiado pequeña para que yo pueda señalarte dónde se encuentra. Así es mejor; mi estrella será para ti una cualquiera de ellas. Te gustará entonces mirar todas las estrellas. Todas ellas serán tus amigas. Y además, te haré un regalo…

Y rió una vez más.

—¡Ah, muchachito, muchachito, cómo me gusta oír tu risa!

—Mi regalo será ése precisamente, será como el agua…

—¿Qué quieres decir?

La gente tiene estrellas que no son las mismas. Para los que viajan, las estrellas son guías; para otros sólo son pequeñas lucecitas. Para los sabios las estrellas son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas se callan. Tú tendrás estrellas como nadie ha tenido…

—¿Qué quieres decir? —Cuando por las noches mires al cielo, al pensar que en una de aquellas estrellas estoy yo riendo, será para ti como si todas las estrellas riesen. ¡Tú sólo tendrás estrellas que saben reír!

Y rió nuevamente.

—Cuando te hayas consolado (siempre se consuela uno) estarás contento de haberme conocido.

Serás mi amigo y tendrás ganas de reír conmigo. Algunas veces abrirás tu ventana sólo por placer y tus amigos quedarán asombrados de verte reír mirando al cielo. Tú les explicarás: “Las estrellas me hacen reír siempre”. Ellos te creerán loco. Y yo te habré jugado una mala pasada…

Y se rió otra vez.

—Será como si en vez de estrellas, te hubiese dado multitud de cascabelitos que saben reír…

Una vez más dejó oír su risa y luego se puso serio.

—Esta noche ¿sabes? no vengas…

—No te dejaré.

—Pareceré enfermo… Parecerá un poco que me muero… es así. ¡No vale la pena que vengas a ver eso…!

—No te dejaré.

Pero estaba preocupado.

—Te digo esto por la serpiente; no debe morderte. Las serpientes son malas. A veces muerden por gusto…

—He dicho que no te dejaré.

Pero algo lo tranquilizó.

—Bien es verdad que no tienen veneno para la segunda mordedura…

Aquella noche no lo vi ponerse en camino. Cuando le alcancé marchaba con paso rápido y decidido y me dijo solamente:

—¡Ah, estás ahí!

Me cogió de la mano y todavía se atormentó:

—Has hecho mal. Tendrás pena. Parecerá que estoy muerto, pero no es verdad.

Yo me callaba.

—¿Comprendes? Es demasiado lejos y no puedo llevar este cuerpo que pesa demasiado.

Seguí callado.

—Será como una corteza vieja que se abandona. No son nada tristes las viejas cortezas…

Yo me callaba. El principito perdió un poco de ánimo. Pero hizo un esfuerzo y dijo:

—Será agradable ¿sabes? Yo miraré también las estrellas. Todas serán pozos con roldana herrumbrosa. Todas las estrellas me darán de beber.

Yo me callaba.

—¡Será tan divertido! Tú tendrás quinientos millones de cascabeles y yo quinientos millones de fuentes…

El principito se calló también; estaba llorando.

—Es allí; déjame ir solo.

Se sentó porque tenía miedo. Dijo aún:

—¿Sabes?… mi flor… soy responsable… ¡y ella es tan débil y tan inocente! Sólo tiene cuatro espinas para defenderse contra todo el mundo…

Me senté, ya no podía mantenerme en pie.

—Ahí está… eso es todo…

Vaciló todavía un instante, luego se levantó y dio un paso. Yo no pude moverme.

Un relámpago amarillo centelleó en su tobillo. Quedó un instante inmóvil, sin exhalar un grito.

Luego cayó lentamente como cae un árbol, sin hacer el menor ruido a causa de la arena.

XXVII

Ahora hace ya seis años de esto. Jamás he contado esta historia y los compañeros que me vuelven a ver se alegran de encontrarme vivo. Estaba triste, pero yo les decía: “Es el cansancio”.

Al correr del tiempo me he consolado un poco, pero no completamente. Sé que ha vuelto a su planeta, pues al amanecer no encontré su cuerpo, que no era en realidad tan pesado… Y me gusta por la noche escuchar a las estrellas, que suenan como quinientos millones de cascabeles…

Pero sucede algo extraordinario. Al bozal que dibujé para el principito se me olvidó añadirle la correa de cuero; no habrá podido atárselo al cordero. Entonces me pregunto:

“¿Qué habrá sucedido en su planeta? Quizás el cordero se ha comido la flor…”

A veces me digo: “¡Seguro que no! El principito cubre la flor con su fanal todas las noches y vigila a su cordero”. Entonces me siento dichoso y todas las estrellas ríen dulcemente.

Pero otras veces pienso: “Alguna que otra vez se distrae uno y eso basta. Si una noche ha olvidado poner el fanal o el cordero ha salido sin hacer ruido, durante la noche…”. Y entonces los cascabeles se convierten en lágrimas…

Y ahí está el gran misterio. Para ustedes que quieren al principito, lo mismo que para mí, nada en el universo habrá cambiado si en cualquier parte, quien sabe dónde, un cordero desconocido se ha comido o no se ha comido una rosa…

Pero miren al cielo y pregúntense: el cordero ¿se ha comido la flor? Y veréis cómo todo cambia…

¡Ninguna persona mayor comprenderá jamás que esto sea verdaderamente importante!

Este es para mí el paisaje más hermoso y el más triste del mundo. Es el mismo paisaje de la página anterior que he dibujado una vez más para que lo vean bien. Fue aquí donde el principito apareció sobre la Tierra, desapareciendo luego.

Examínenlo atentamente para que sepan reconocerlo, si algún día, viajando por África cruzan el desierto. Si por casualidad pasan por allí, no se apresuren, se los ruego, y deténganse un poco, precisamente bajo la estrella. Si un niño llega hasta ustedes, si este niño ríe y tiene cabellos de oro y nunca responde a sus preguntas, adivinarán en seguida quién es. ¡Sean amables con él! Y comuníquenme rápidamente que ha regresado. ¡No me dejen tan triste!

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 23, 2020


 

El Primer Submarino del mundo

Share

♦♦

El primer submarino de combate del mundo fue una idea de último momento por parte de su creador. La nave revolucionaria, conocida como la Tortuga por su extraña forma, fue la creación genial de David Bushnell, quien nació en 1742 en West Saybrook, Connecticut.

Bushnell

Bushnell no comenzó su carrera como inventor, ingeniero o incluso como marino. De hecho, fue agricultor la mayor parte de sus primeros años de vida. El padre de Bushnell falleció cuando tenía 29 años, y finalmente decidió vender la granja familiar. A la edad relativamente avanzada de 31 años, Bushnell decidió seguir una educación superior y entró al cercano Yale College para estudiar matemáticas.

Bushnell se graduó de Yale en 1775, en vísperas de la Revolución Americana. Era un ferviente patriota que sentía firmemente que la tecnología sería la clave para ganar la guerra, por lo que él y su mentor de Yale, Phineas Pratt, se pusieron a trabajar. La poderosa Armada británica tendría que ser tratada para que la Revolución tuviera éxito, y era evidente que la incipiente armada de Estados Unidos se vería presionada con tácticas convencionales. Uno de los primeros conceptos de la pareja fue una bomba submarina con un detonador de chispa con retraso de tiempo, un precursor de las minas navales modernas. La idea se encontró con un considerable escepticismo sobre si la pólvora podría explotar bajo el agua, pero Bushnell demostró con éxito que sí. El único dilema que enfrentaron los inventores fue cómo entregar las minas, o “bombas de tiempo”, a su objetivo. Para este propósito, Bushnell y Pratt desarrollaron un vehículo sumergible de propulsión manual de un solo hombre para transportar sus bombas a una nave enemiga. La Tortuga había nacido.

David Bushnell, de Westbrook, Connecticut, fue un inventor estadounidense, patriota, uno de los primeros ingenieros de combate estadounidenses, maestro y médico. Inventó el primer submarino que se usara en la batalla, así como minas flotantes activadas por contacto. Nació: 30 de agosto de 1740, Connecticut Murió: 1824, Warrenton, GA

Franklin

Durante las pruebas iniciales de la tortuga en la relativa seguridad de los ríos de Connecticut, otro famoso inventor colonial, Ben Franklin, era un admirador de la embarcación de aspecto incómodo, observando desde la costa cómo se probaba la Tortuga. Bushnell carecía de la fuerza física y la resistencia para operar el barco él mismo, por lo que su hermano Ezra se ofreció como voluntario para el trabajo. La tortuga casi no se parecía al concepto moderno de un submarino. Se parecía más a un barril de cerveza, con un tornillo de gran tamaño que sobresalía de la parte superior, y sus hélices y timón extrañamente colocados en tres lados diferentes del artilugio. El casco de la embarcación parecía dos mitades de un caparazón de tortuga juntas, de ahí su apodo. La Tortuga fue construida de roble, cubierta con brea de alquitrán de pino para impermeabilización, y unida con bandas de hierro. Medía solo 7 1/2 pies de alto y seis pies de ancho en su centro, apenas era lo suficientemente grande como para que su único operador pudiera caber. El operador ingresó a través de una escotilla hermética en la parte superior del submarino, se sentó en una viga transversal montada dentro de la embarcación y condujo el sumergible con hélices de manivela, una grande en el frente y una más pequeña en la parte superior. Dirigió por medio de un timón en la parte trasera de la embarcación.

El operador determinó a dónde iba mientras estaba en la superficie mirando a través de un conjunto de aperturas de vidrio que rodeaban la escotilla. Sumergido, hizo uso de una brújula iluminada por fósforo. La Tortuga podría flotar en la superficie y bombear aire fresco a través de una válvula de admisión a prueba de fugas, pero una vez bajo el agua, el operador solo podría mantener el recipiente debajo hasta que se agotara el aire. El barco se zambulló y salió a la superficie por medio de bombas de latón que absorbieron o expulsaron agua de mar como lastre, además de usar 700 libras de pesos de plomo, cuyos incrementos se podían jugar en una línea de 50 pies y retraerse según fuera necesario. Una característica decididamente incómoda del sistema de lastre de agua de mar era el hecho de que la tortuga no tenía tanques de lastre verdaderos; el agua de mar entrante simplemente inundó el piso de la embarcación, dejando al operador hasta las rodillas en el agua hasta que se eliminó con las bombas cuando llegó el momento de salir a la superficie.

Una vez que la tortuga llegra a su objetivo, el trabajo estaría a medio terminar: el operador tendría que entregar la munición. La manivela de la Tortuga operaba un sistema de tornillo externo cuyos controles estaban ubicados en la cámara superior de la embarcación. Unido al tornillo había un fusible impermeable que condujo a la carga explosiva. La carga, que constaba de 150 libras de pólvora negra, fue diseñada para ser flotante y sujetarse al casco exterior de la nave enemiga mediante un dispositivo de tornillo desmontable. La idea de Bushnell era que el operador navegara debajo de una embarcación enemiga, taladrara el tornillo en el casco, separara todo el conjunto mientras colocaba el fusible, un dispositivo de relojería con un retraso de hasta 12 horas, y se escapaea. Se esperaba que la mina permanezca en su lugar mientras el fusible se quemara hasta la carga y explotara, dejando a la nave enemiga con un agujero en su casco. Era mucho esperar, como resultó, tal vez demasiado.

Después de la retirada británica de Boston a Halifax, Nueva Escocia, en marzo de 1776 después de un asedio prolongado, el general George Washington decidió trasladar la mayor parte del ejército continental a la ciudad de Nueva York, lo que hizo en abril. Washington se dio cuenta de que Nueva York sería difícil de defender, pero su importancia estratégica y simbólica dictaminó que al menos se hiciera el esfuerzo. Se erigieron fortificaciones alrededor de la ciudad, que luego se limitó al extremo sur de Manhattan, así como en el área de Brooklyn Heights de Long Island, al este de la ciudad. Los continentales construyeron Fort Washington en lo que ahora es el norte de Manhattan, y construyeron la Batería, una línea de artillería cerca del puerto de Nueva York. Washington extendió sus tropas a ambos lados del East River y arriba y abajo de la isla de Manhattan. Los estadounidenses no estaban seguros de dónde elegirían los británicos atacar primero, pero sabían que el enemigo se estaba reagrupando. Los continentales se preparaban para el próximo asalto.

A fines del verano de 1776, los británicos comenzaron a llegar a la fuerza bajo el mando de los generales William Howe, Henry Clinton y Lord Charles Cornwallis. Su flota controlaba el puerto de Nueva York con una gran variedad de cañoneras. Daniel McCurtain, un testigo presencial, escribió: “Toda la bahía estaba llena de navíos. Pensé que todo Londres estaba allí, flotando. De hecho, la fuerza que se preparaba para atacar a Washington era la mayor fuerza expedicionaria jamás reunida por Gran Bretaña. Durante un período de varias semanas, el ejército británico había acumulado cerca de 32,000 hombres, incluidos más de 8,000 mercenarios alemanes. Conocidos erróneamente como hessianos (Hesse-Cassel era uno de los principales principados alemanes de la época), los soldados alemanes en realidad procedían de varias ciudades-estado cuyos gobernantes los enviaron a luchar en Estados Unidos a cambio de las recompensas del rey Jorge III. Finalmente, los transportes de tropas comenzaron a llegar para transportar a los soldados de la Corona desde sus barcos de Staten Island a Long Island a través de Gravesend Bay. Mientras tanto, en las aguas de la ciudad de Nueva York, el almirante Lord Richard Howe, hermano de William Howe, intercambió fuego con baterías estadounidenses en Manhattan.

Washington

El ejército y la marina británica combinados amenazaron con empujar a Washington y su ejército continental por el río Hudson y obtener el control de todo el valle del río Hudson. Esto dividiría efectivamente las colonias en dos, que fue la gran estrategia de Howe para llevar a la Revolución a un final repentino. A medida que su plan se hizo evidente, también se hizo evidente que los estadounidenses necesitaban desesperadamente romper el bloqueo naval británico. Durante esta situación insostenible, la Tortuga fue puesta en servicio por primera vez, con la monumental tarea de romper el bloqueo atacando a la flota británica mientras estaba anclada.

Después de un año de entrenamiento, Ezra Bushnell estaba listo para ser el piloto de la Tortuga, pero la noche anterior a la misión se enfermó gravemente de fiebre. La misión tuvo que ser eliminada y un nuevo piloto tuvo que ser entrenado en un período de tiempo considerablemente abreviado. Bushnell se retiró con la Tortuga de regreso a Long Island Sound y rápidamente buscó un nuevo voluntario. Un sargento del ejército llamado Ezra Lee, de Old Lyme, Connecticut, fue elegido para maniobrar el submarino y desplegar la mina. Para entonces era finales de agosto, y la situación que enfrentaban las fuerzas estadounidenses se había vuelto aún más grave. Una gran parte del ejército de Washington había sido atraída a una trampa, y los británicos invadieron Long Island el 26 de agosto, brutalizando a las tropas de Washington y obligándolas a retirarse a la ciudad de Nueva York. Bushnell sabía que el tiempo se estaba acabando. Cortó la sesión de entrenamiento de Lee y regresó a Nueva York.

Con los preparativos tentativos en el mejor de los casos y el personal del General Continental Israel Putnam observando, la Tortuga emprendió su misión histórica a las 11 pm de la noche del 6 de septiembre de 1776, con escasas esperanzas de éxito que pesan mucho en el artilugio, su inventor y su piloto. Después de varias horas agotadoras de arranque, Lee y la Tortuga finalmente llegaron al HMS Eagle, el buque insignia de Howe, que estaba anclado en la ubicación aproximada actual de la Estatua de la Libertad. Antes del amanecer, Lee logró sumergirse bajo la quilla del barco sin ser detectado. Bushnell y su equipo sabían que unir la mina sería una tarea difícil bajo cualquier circunstancia. Los barcos navales británicos de la época protegieron sus cascos con un proceso llamado “graving”, untando el casco con un compuesto espeso de sebo, azufre y resina. Este proceso repelía a los gusanos de la nave, también a otras criaturas marinas destructivas, pero no evitó que las malezas crecieran a través del casco u otros crecimientos indeseables. Desafortunadamente para Bushnell y su equipo, los británicos habían descubierto que el “cobreado”, que cubría el casco con una gruesa placa de cobre, protegía sus barcos de todas las formas de amenazas marítimas. La mayor parte de la flota tenía cobre durante la Guerra Revolucionaria, y seguramente el buque insignia del almirante habría sido uno de los primeros en recibir tal mejora. Este desafortunado desarrollo probablemente explica la incapacidad de Lee para unir la mina al HMS Eagle. Hizo dos arduos intentos, pero golpeó el metal las dos veces y no logró penetrar el casco con el tornillo manual. Agotado, incapaz de colocar los explosivos y quedarse sin aire respirable, Lee no tuvo más remedio que abandonar su misión.

Ezra Lee

A estas alturas, ya era casi de día, y cuando regresó a Nueva York, los británicos descubrieron a Lee cuando pasaba cerca de la Isla del Gobernador. Lo persiguieron y, en un esfuerzo por acelerar su fuga, separó la mina, cuya mecha todavía estaba encendida. Temiendo un truco rebelde, los marineros británicos remaron frenéticamente de regreso a la orilla. Lee fue finalmente descubierto por sus hombres que esperaban en la costa y fue rescatado a toda prisa, pero la mina liberada continuó su misión rebelde. Estaba programado para estallar después de una hora y, según un testigo, “pasó a la Isla de los Gobernadores hacia el East River, donde explotó con gran violencia, arrojando grandes columnas de agua y pedazos de madera en el aire”. Putnam, pensando que Lee había tenido éxito en su misión, gritó de alegría, pero la mina no había hecho daño físico real al enemigo. Así terminó el viaje inaugural del primer submarino del mundo.

La tortuga vio acción durante dos batallas más en Fort Lee en el río Hudson, pero nuevamente no pudo infligir ningún daño. El prototipo fue destruido posteriormente cuando la artillería británica hundió la embarcación que lo transportaba de vuelta al río Hudson. George Washington quedó impresionado con el ingenio de Bushnell y lo nombró a una comisión en el Cuerpo de Ingenieros del Ejército Continental, calificándolo como “un hombre de grandes poderes mecánicos, fértil en inventos y un maestro de ejecución”. Explicó aún más sobre la expedición de la Tortuga: “Pensé, y sigo pensando, que fue un esfuerzo de genio, pero que era necesario combinar muchas cosas para esperar suceso contra un enemigo que siempre está en guardia. “

A pesar de los elogios del comandante en jefe, Bushnell abandonó el trabajo y regresó a su búsqueda original, desarrollando minas navales, y finalmente diseñó un modelo que explotaría al contacto. En enero de 1778, Bushnell envió una flota de los llamados “barriles de la muerte” por el río Delaware para destruir los barcos británicos que controlan la vía navegable. Debido a la oscuridad, los barriles fueron a la deriva por error a una distancia demasiado grande de la flota británica, y se dispersaron por el hielo que cubría el río. Sin embargo, durante el día siguiente explotaron en las cercanías de un bote, causando no poca alarma a los británicos. El incidente generó un poema humorístico de Francis Hopkinson titulado “La batalla de los barriles”. Las minas de Bushnell lograron hostigar y hundir barcos británicos durante el resto de la guerra, pero nunca más se utilizaron junto con la Tortuga.

Bushnell sirvió continuamente durante la guerra, alcanzando el rango de capitán en el Cuerpo de Ingenieros, y sirvió en Nueva York, Hudson Highlands, Filadelfia, Yorktown y otros lugares hasta la conclusión de la Revolución en 1783. En 1787, Bushnell había desaparecido de su casa en West Saybrook. Se rumorea que se había mudado a Francia, fue solo después de su muerte en 1824 a la edad de 82 años que se supo que se había mudado a Georgia y se había convertido en médico y profesor con el nombre de David Bush. Por qué cambió su nombre sigue sin estar claro, tal vez para evitar la asociación con la Tortuga. Tampoco está claro por qué Bushnell huyó de su carrera como inventor e ingeniero para dedicarse a la medicina, pero si su pasado fue un indicio, la curiosidad intelectual es la explicación más probable. El sargento Ezra Lee recibió una comisión como teniente por su valentía y sirvió hasta 1782. Ambos hombres eran miembros fundadores de la Sociedad de Cincinnati, una asociación de ex alumnos de oficiales del Ejército Continental. No es sorprendente, considerando la inestabilidad financiera del Congreso Continental durante la Revolución Americana, Bushnell nunca recibió un reembolso por sus gastos relacionados con el desarrollo de la Tortuga.

USS Bushnell

A pesar de la incapacidad de hundir el HMS Eagle, el uso de la Tortuga fue el primer intento de poner fin al bloqueo naval utilizando un submarino, y finalmente obligó a los británicos a mover una flota de casi 200 barcos a lo que percibían como un lugar más seguro. La amenaza de un ataque submarino mantuvo nerviosa a la flota británica durante toda la guerra e influyó en el uso de los recursos y el posicionamiento de sus barcos, lo que difícilmente fue un fracaso para la pequeña nave de un solo hombre. Este hecho no se perdió para los estrategas militares, que vieron el potencial del submarino como un arma, y ​​también marcó el comienzo del desarrollo de submarinos por parte de la Armada estadounidense. Los principios básicos utilizados por la tortuga siguen siendo válidos en la guerra submarina de hoy. En reconocimiento al logro de Bushnell, la Marina de los EE. UU. Nombró dos barcos submarinas en su honor, una durante la Primera Guerra Mundial y otra durante la Segunda Guerra Mundial. Inevitablemente, los barcos fueron apodados “Tortuga”.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 24, 2020


 

UN MITO SOBRE EL ASADO-…

Share

♦♦

 Por CLAUDIO VALERIO

Cuando nos referimos  a “El parqué” ​ o parquet  (del francés) lo estamos haciendo a un piso realizado con piezas de madera fina, que se acoplan y disponen de tal forma regular que  forman variados dibujos. En principio, fue usado en el palacio de Versalles.

Hay un viejo dicho que versa: Típico asado peronista, usando madera de piso parquet para hacer  brasas y zapatos de charol blanco. Ideal para mafiosos y proxenetas cafiolos… Un asado peronista, una grasada total.

Tal vez sea éste uno de los mitos más conocidos y más respondidos. Durante el gobierno de Juan D. Perón (época de peronismo), la vivienda era una dádiva del Estado; se decía que  los pobres que recibían esas viviendas del Estado terminaban levantando el parquet de las habitaciones y haciendo asado con él… ¡Cuánta fobia tras este mito! En primer lugar considerar que los bellos pisos de madera debía ser exclusivo de las clases medias y altas; en segundo lugar, ¿cómo es posible que los pobres reciban de regalo algo por parte del Estado?, ¿viviendas? ¿y con piso de parquet?  Obviamente que esta fábula, o mito,  afirma una cosa más profunda: Los pobres no podías ser merecedores de ese obsequio. Se los consideraba tan brutos al punto de afirmar que, en lugar de buscar madera, al encontrarla en el piso, la removían.

La “vivienda popular”, da mucho que hablar y comentarios que hacer. En primer lugar digamos que las viviendas sociales no son un “regalo del Estado” porque, según la Constitución Nacional, es un derecho. Claro está que existen distintos modos de implementar ese derecho, pero no es posible “regalar aguinaldo”, o bien “regalar vacaciones pagas”, ni tampoco   “regalar libertad de prensa” o “regalar una vivienda social”. Como segunda cosa podríamos enumerar cuantas viviendas sociales fueron construidas construida en los últimos setenta y cinco años y cuantas de ellas han tenido parquet. Indiscutiblemente no fueron muchas y, lamentablemente, nunca se hizo una exacta cuenta, porque no es prioridad para la gran mayoría.

Nadie,  pero nadie en esa época, vio a alguien sacar el piso de parqué  para hacer asado. Y si lo vio, no lo documentó ni tomó fotos. Sólo comentarios. Fueron muchos los que dijeron  conocer a personas que escucharon que un vecino lo vio y  que otro contaba cómo se referían sobre este hecho en los barrios populares…  Nada registrado, nada documentado; solo dichos, o que le habían dicho, o las cosas que siempre se dijo.

Sobre esto último se puede agregar que nunca, nadie mostró destrucción alguna de viviendas populares por parte de los sectores sociales, “los pobres”,   que las habitan. Y es que inadmisible pensar que se quiera dañar las conquistas logradas y que le son propias. Todo lo contrario, se han realizados, en sectores populares, algunos estudios sociales que evidencian que, si el Estado les otorga un lote de tierra, los pobres edifican, construyen y mejoran sus viviendas. No las destruyen, no las vandalizan,  ni maltratan.

La verdad de los hechos es que muchos argentinos, ya entrados en años, recuerdan el mito urbano del “asado con parquet”, donde se decía y repitió por varios años que los llamados “cabecitas negras” recibieron las casitas del gobierno y levantaban el parquet para hacer asados. El relato gozó de buena prensa y divulgadores masivos de clases medias y altas se encargaron de difundirlo.

La fábula/leyenda sobre el uso dado al parquet de las viviendas populares, pone en evidencia la discriminación e intolerancia de ciertos sectores políticos, opuestos al peronismo, con la consiguiente adopción de posturas “contreras” por parte de los “gorilas” (que serían contreras exacerbados).  Prima la corrección política de este asunto por parte de algunos sectores políticos antagónicos al justicialismo que eligieron definirse como “ni peronistas, ni tampoco gorilas”.      

¡TE HICIERON CREER, QUE LOS NEGROS HACIAN EL ASADO CON EL PARQUET! PERO,  ¿SABIAS QUE EL FUEGO DEBIDO A LA BREA, PRODUCE UN HUMO NEGRO, QUE TE IMPEDIRIA COMER LA CARNE?

Que ignorante incomprensión de algunos sectores populares y qué baja  perspectiva  de grupos acomodados sobre los derechos constitucionales. Es el mito del asado lo que presume adoptar diferentes formulaciones sobre distintos momentos.  Y es así que hubo quienes afirmaron  arbitrariamente que los conversores de televisión digital gratuitos, que llegaban para ser distribuidos en los barrios populares, se vendían en el mercado negro; que lo percibido en concepto de AUH (Asignación Universal por Hijo) se gastaba en droga y en el juego y en la droga;  que las adolescentes buscan quedar embarazadas para cobrar la asignación. Afirmaciones estas que transcriben la ignorancia que existe de las clases populares, que son estigmatizadas y de las que están quienes consideran que no tienen derecho a acceder a las políticas de Estado. Obviamente, los que estigmatizan a las clases populares, jamás podrán comprenderlas.

No se puede  hacer asado de tira a la parrilla con la madera de los pisos de parquet levantado.

Sin duda que los que  amamos comer  carne asada cedemos a la posibilidad de disfrutar un buen asado casero. La clave, ya se ha dicho muchas veces, es el disponer  de un  buen fuego y así conseguir buenas brasas, lo que nos garantizará una buena cocción de las carnes en forma y tiempo adecuado.

De más está decir que toda la madera que se usará como combustible para nuestro asado, debe estar perfectamente seca. Para encender el fuego, existe una variedad de madera que nos permitirán hacer el fuego para el asado de forma efectiva. Es posible disponer de leña de algún árbol como el espinillo (espino), roble, quebracho, limonero o naranjo, nogal, Olivo y Manzano. Cada madera aportará al asado un sabor único.

Para encender fuego debes apilar los leños en forma de pirámide dejando espacio entre los mismos para que el fuego no se ahogue. En el centro e interior de la pirámide conformada, se coloca un poco de papel de fácil combustión, como también pequeñas madera o ramas pequeñas, para conseguir que combustionen fácilmente y el fuego se mantenga un tiempo adecuado para que llegue a encender la leña.

Una vez formada  brasa se las ponen debajo de la parrilla (ya limpia) y se procede a colocar la carne sobre ella. Desde luego que está la mano del asador para regular la temperatura debajo de la carne, cosa que se logra con cantidad de brasa, como también regulando la altura de la parrilla.

Hacer un asado con leña es muy bueno, pero “Lo mejor para hacer un asado es la paciencia”.

 

Fuentes consultadas:

http://mongoosecobra437.blogspot.com.ar/2014/05/asado-con-parquet.html

http://bloghelechomaldito.blogspot.com/2018/09/el-problema-con-el-peronismo-es-que_16.html

https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/1-59492-2012-06-24.html

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 24, 2020


 

Incluso sin el cadáver, un asesino es descubierto

Share

Bayly

William Bayly es condenado por asesinato en Nueva Zelanda a pesar del hecho de que nunca se encontró el cuerpo de una de sus presuntas víctimas.

La mayor parte de la evidencia contra Bayly consistió en pequeñas cantidades de cabello, huesos y tejidos humanos, lo que representó un avance notable en el campo de la medicina forense, considerando que ocurrió en junio de 1934 .

Sam y Christobel Lakey desaparecieron de su granja en Ruawaro, Nueva Zelanda, en octubre de 1933, junto con sus rifles.

El cuerpo de Christobel pronto apareció en un estanque en la granja con terribles moretones en la cara y la cabeza, y los investigadores descubrieron nuevas manchas de sangre tanto en un viejo buggy como en un granero, lo que les hizo creer que Sam había sido baleado y transportado a otro lugar.

San y Chris Lakey

Uno de los primeros sospechosos fue William Bayly, propietario de una granja adyacente a la de Lakey, y se sabe que discutía con sus vecinos con frecuencia.

Años antes, se sospechaba que había matado a su primo, pero fue puesto en libertad por falta de pruebas. Sugiriendo a la policía que Sam Lakey probablemente había huido después de matar a su esposa, Bayly pronto se perdió de vista.

Mientras tanto, los detectives encontraron los rifles desaparecidos enterrados en un pantano en la propiedad de Lakey.

Después de un informe de que había un humo espeso proveniente de un cobertizo en la propiedad de Bayly el día que desaparecieron los Lakey, los investigadores encontraron pedazos de pelo y huesos, cenizas y plomo de escopeta en un gran tambor de aceite dentro del cobertizo. Parecía que Bayly había incinerado el cuerpo de Sam Lakey en este tambor.

Las pruebas de los fragmentos de cabello y hueso del tambor en el cobertizo fueron analizados por expertos forenses quienes demostraron que eran de origen humano. Baley fue condenado y ahorcado en la cárcel de Mount Eden en julio.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 24, 2020


 

LO MÁS VISTO ☻ Junio 23, 2020

Share

Las noticias más leídas en PrisioneroEnArgentina.com. Las más comentadas, las más polémicas. De que está la gente hablando…

REINICIO Junio 22, 2020 00.00 HORAS 
HORA DE CONTROL Junio 23, 2020 23.23 HORAS

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 23, 2020


 

Luxemburgo

Share

El Gran Ducado de Luxemburgo, es un país sin litoral en Europa occidental. El país comparte fronteras internacionales con Bélgica al oeste y norte, Alemania al este y Francia al sur. La geografía de Luxemburgo ofrece dos regiones principales: el Oesling, una parte del macizo de las Ardenas, una región montañosa con grandes bosques mixtos en el norte, y el Gutland (“buen país”), la región relativamente urbanizada en el sur.

Con un área de 2586 km², Luxemburgo es más de 10 veces más pequeño que la vecina Bélgica, o un poco más pequeño que el estado estadounidense de Rhode Island. El Gran Ducado tiene una población de 576.000 personas (en 2016), la capital y la ciudad más grande es la ciudad de Luxemburgo (Lëtzebuerg), con alrededor de 100.000 ciudadanos. El idioma hablado es luxemburgués, los idiomas administrativos son francés, alemán y luxemburgués.

[ezcol_3fifth]

Fundada en 963, Luxemburgo se convirtió en un gran ducado en 1815 y en un estado independiente bajo los Países Bajos. Perdió más de la mitad de su territorio en Bélgica en 1839, pero ganó una mayor medida de autonomía. La independencia total se logró en 1867. Invadida por Alemania en ambas guerras mundiales, terminó su neutralidad en 1948 cuando ingresó en la Unión Aduanera del Benelux y cuando se unió a la OTAN al año siguiente. En 1957, Luxemburgo se convirtió en uno de los seis países fundadores de la Comunidad Económica Europea (más tarde la Unión Europea) y en 1999 se unió a la zona monetaria del euro.

El Gran Ducado de Luxemburgo es una monarquía constitucional, una democracia parlamentaria y un destacado centro financiero. El país es miembro de la Unión Económica del Benelux y fue uno de los miembros fundadores de la Unión Europea. El jefe de estado monárquico es el Gran Duque de Luxemburgo. El jefe de gobierno es el primer ministro, designado por el Gran Duque (normalmente el candidato votado más popular). En el sistema legislativo del Gran Ducado de Luxemburgo, el Parlamento o el Gobierno pueden proponer un proyecto de ley.

[/ezcol_3fifth] [ezcol_2fifth_end]
Por Michael R. Pompeo, Secretario de Estado de los Estados Unidos de América

En nombre del Gobierno de los Estados Unidos de América, felicito al pueblo de Luxemburgo cuando celebra su Día Nacional y celebra el cumpleaños oficial del Gran Duque Henri.

Al conmemorar los 75 años desde nuestra victoria conjunta sobre los nazis, continuamos honrando los sacrificios conjuntos realizados para preservar nuestra libertad y democracia. Nuestra amistad duradera, incluido nuestro compromiso con la seguridad compartida como Aliados de la OTAN, es aún más necesaria a medida que trabajamos juntos para enfrentar la pandemia de COVID-19. Confío en que seguiremos siendo socios fuertes que promueven la paz y nuestros valores compartidos.

Al pueblo de Luxemburgo, le ofrezco mis mejores deseos en su Día Nacional.

[/ezcol_2fifth_end]

Algunas fechas clave en la historia de Luxemburgo

1914 – Primera Guerra Mundial. Luxemburgo está ocupado por Alemania hasta 1918.

1920 – Luxemburgo se une a la Liga de las Naciones.

1921 – Luxemburgo entra en unión económica con Bélgica.

1940-44 – Luxemburgo es nuevamente ocupado por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.

1957 – Luxemburgo se convierte en miembro fundador de la Comunidad Económica Europea, un precursor de la Unión Europea.

2000 – El Príncipe Heredero Henri se convierte en Gran Duque de Luxemburgo por la abdicación de su padre, Jean.

2009 – El G20 agrega a Luxemburgo a la “lista gris” de países con arreglos bancarios cuestionables. Poco después, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) elogia a Luxemburgo por mejorar la transparencia financiera con acuerdos con una docena de países.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 23, 2020


 

LOS SINIESTROS DELINCUENTES ASESINOS DE LA JUSTICIA ARGENTINA

Share

 Por CLAUDIO KUSSMAN

EN LA CARCEL ESTÁN MÁS PROTEGIDOS, DICEN LOS JUECES

El “cariñoso” Secretario de Derechos Humanos (para algunos) HORACIO PIETRAGALLA (desgraciadamente hijo de desaparecidos), con el presidente ALBERTO FERNÁNDEZ.

Luego que organizaciones internacionales a raíz de la pandemia de Coronavirus diera la alerta sobre el riesgo de contagio existente en las prisiones del país, la Cámara de Casación Penal mediante la Acordada 3/20, del día viernes 13 de marzo pasado se plegó a la misma. Por ello recomendó a sus pares de ejecución penal, el otorgamiento de  prisiones domiciliarias a aquellos internos considerados de alto riesgo y las precauciones del caso en los establecimientos penitenciarios, que todos sabemos son de imposible cumplimiento, dada la EMERGENCIA PENITENCIARIA existente, además de la sempiterna corrupción en su administración.  De inmediato el juez DANIEL OBLIGADO  más rápido que una bala, aprovechó el “alto riesgo” que corría  AMANDO BOUDOU de 57 años de edad, sin problemas de salud, para mandarlo a la casa. Igual suerte corrieron algunos otros “privilegiados” kirchneristas y sin control alguno un numeroso grupo de asesinos, violadores y depredadores en medio  del lógico rechazo de un amplio sector de la sociedad.  Por supuesto esto no aplicó para el grupo que DE VERDAD corre riesgo en prisión, que son los adultos mayores septuagenarios, octogenarios y nonagenarios, imputados por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad. Según los togados poseedores de una mente superior estaban mas resguardados en la cárcel que en la casa. Sabemos que  para ellos se impone la “política de estado” pregonada por el leguleyo RICARDO LORENZETTI, miembro de la Corte Suprema, que traducido significa “al enemigo ni justicia”. Inclusive en algún excepcional caso como el del Coronel LOSITO, rápidamente se movió la fiscalía, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos (para algunos) a través de la Secretaria de Derechos Humanos, (también para algunos) a cargo de HORACIO PIETRAGALLA y organizaciones de derechos humanos radicalizadas y la justicia obediente dio marcha atrás hace 5 días. Ahora bien, ya lo tenemos al prisionero LUIS MUIÑA de 67 años de edad y graves problemas de salud, de la Unidad Penitenciaria 34 de Campo de Mayo con, coronavirus confirmado. También 6 guardias y una enfermera que estuvieron en contacto con él y con el resto de los prisioneros, bajo “estricto control”.

[ezcol_1third]
RICARDO LORENZETTI, miembro de la Corte Suprema de Justicia, cobarde defensor de la “política de estado” para con adultos mayores, septuagenarios, octogenarios y nonagenarios, enfermos y en prisión.
[/ezcol_1third] [ezcol_1third]
LUIS MUIÑA , prisionero de 67 años de edad, con graves problemas de salud.
[/ezcol_1third] [ezcol_1third_end]
DANIEL OBLIGADO, el juez que “más rápido que una bala” lo mandó a AMADO BOUDOU a la casa por el mortal peligro que corría a raíz del coronavirus.
[/ezcol_1third_end]

Todos los jueces a cuya disposición se encuentran los  prisioneros allí alojados, están legalmente notificados por el Servicio Penitenciario Federal que quiere eludir toda responsabilidad sabiendo que son “la parte más delgada del hilo” (1).

[ezcol_2fifth]

Tras sellarse el lugar para que no ingresen más cautivos, ahora resta esperar, el destino decidirá tanto la suerte que corra MUIÑA, como los 68 prisioneros del penal y por supuesto también el personal penitenciario. Todos están en manos de un enemigo invisible llamado Covid 19, si bien los adultos mayores además lo están en uno visible llamado JUSTICIA FEDERAL ARGENTINA.

[/ezcol_2fifth] [ezcol_3fifth_end]

LA CARRERA VIRUS Vs. ARRESTOS DOMICILIARIOS

[/ezcol_3fifth_end]

Esa cuyos miembros, sin escrúpulo alguno, son capaces de fabricar causas según los dichos de los diferentes partidos políticos, cuando  no gozan de pleno poder, siendo herramientas de venganza  tanto de unos como de otros. En nuestro caso su accionar es más perverso y así gracias al poder de las inferencias en sus resoluciones llevando a cabo juicios amañados a través de interminables e ilegales años de prisión preventiva, directamente se comportan y son vulgares y muy peligrosos DELINCUENTES ASESINOS. Por supuesto en este caso gozan de plena impunidad, gracias a la complicidad del poder político, la iglesia, los medios de difusión, la gran mayoría, (por no decir casi totalidad) de la sociedad argentina y las instituciones de uniformados a las que cada uno de nosotros pertenecimos. De cualquier forma, si bien hoy vinieron por nosotros,  mañana podrán ir por usted y por otros, en cuyo caso entonces también será demasiado tarde.

 

[ezcol_1half]

Claudio Kussman

Comisario Mayor (R) 

Policía Pcia. Buenos Aires

Junio 23 , 2020

claudio@PrisioneroEnArgentina.com

www.PrisioneroEnArgentina.com

[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]

“Se piensa que lo justo es lo igual, y así es; pero no para todos, sino para los iguales. Se piensa por el contrario que lo justo es lo desigual, y así es, pero no para todos, sino para los desiguales”

Aristóteles (384 AC-322 AC)

[/ezcol_1half_end]

1) En el lenguaje social, el dicho “el hilo se corta por la parte más delgada” se emplea para expresar que en muchas ocasiones de la vida el que lleva las de perder es el más débil o que las consecuencias negativas siempre recaen   sobre los que tiene menos respaldo. Ocurre en un ámbito caracterizado por una organización jerárquica, así las sanciones le son aplicadas a  los menos poderosos en la cadena de involucrados.    

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 23, 2020


 

Medidas Turismo Covid19 en España

Share

 Por MARÍA ÁLVARES

Para garantizar la seguridad del viajero, el Ministerio ha publicado una Guía de buenas prácticas para trabajadores del sector turístico para garantizar la seguridad así como un informe epidemiológico que puede ser consultado en cualquier momento por el viajero para consultar los riesgos de la región o zona que quiera visitar en sus vacaciones. Dicho informe se puede consultar aquí.  
Fernando Simón

El Ministerio de Sanidad ha publicado un documento con recomendaciones para la apertura al público de las playas y zonas de baño comunes para el verano 2020. En las playas y zonas de baño, los riesgos asociados al COVID 19 están relacionados con la interacción entre personas. Para prevenir la transmisión del virus los usuarios y los trabajadores deben, además de cumplir las medidas de distancia social, cumplir las normas de higiene y aplicar los criterios técnicos de mantenimiento, limpieza y desinfección. 

 
Se podrán realizar actividades de turismo activo y de naturaleza en grupos de hasta 20 personas desde la Fase 2, debiendo concertarse estas actividades preferentemente mediante cita previa. Aumentando el aforo según se avance de Fase. Todo ello se tendrá que realizar siempre dentro de la misma provincia ya que, en principio, no está previsto que se permitan los viajes a distintas provincias hasta que finalice la Fase III y, con ella, el proceso de transición hacia la nueva normalidad. 
En cuanto al turismo exterior, Turespaña sigue promocionando en mercados exteriores el turismo español, preparándose para la eliminación de la cuarentena de 14 días impuesta por el Gobierno a todo turista extranjero a partir del 1 de julio. 
Para más información sobre cómo realizar un turismo más seguro y de calidad:
María Álvares es Encargada de relaciones exteriores @companias-de-luz

PrisioneroEnArgentina.com

Junio 23, 2020

ESTADOUNIDENSE ¡CUIDADO!… ROBOCOP NO EXISTE – DOS.

Share

♦♦

 Por CLAUDIO KUSSMAN

HOMBRES Y MUJERES DE AZUL

 …lo denostarán, no será héroe y por el contrario, simplemente pasará a ser un paria. Él tiene la desventaja que cuando responde a una agresión se debe cuidar a sí mismo y también a la gente que haya alrededor, este freno inhibitorio por supuesto no lo tiene el delincuente. De acuerdo a un informe del FBI (Buró Federal de Investigaciones) en el 2016 fueron asesinados en EEUU 66 policías, otros 52 murieron en accidentes relacionados con el trabajo. Además 57.189 sufrieron agresiones, de los cuales unos 17.000, resultaron heridos. Estas escalofriantes cifras o similares se dan todos años y es el precio que pagan los azules, por servir y proteger a gente desconocida y por supuesto, también sus familias. Descalificarlos es desmoralizarlos y ello redundará en menor eficiencia policial y aumento de la delincuencia, o directamente nadie querrá ser policía. 

[ezcol_1half]

Desgraciadamente esto está ocurriendo en mayor o menor medida, en no pocos lugares del mundo. Lo peor que se puede hacer es atacar y estigmatizarlos quebrantando su mística policial. Si eso se afianza estarán ustedes en muy graves problemas. En Argentina numerosos policías aguantan porque es difícil conseguir trabajo en otras áreas, ya que el país, por décadas, ha sido empobrecido a través de sucesivos malos gobiernos, eso hace que presenten frecuentes partes de enfermos. Si desalentados abandonan la profesión los buenos elementos, solo quedarán los de menores “capacidades”, entonces en forma muy rápida el delito dominará las calles. Otros policías, preferirán destinos más tranquilos, con lo cual se acelerará el deterioro en las zonas “calientes”.  ¿Acaso quieren terminar como nosotros, que nos destacamos por los fracasos, golpeando inútilmente las palmas de las manos y gritando frente a algún edificio oficial ¡Seguridad! ¡Seguridad!, con las cámaras de televisión presentes, cuando se producen seguidillas de hechos calamitosos? En Argentina país “líder en derechos humanos” (para algunos) primero se quitaron las ametralladoras de los móviles policiales, luego, las escopetas pasaron a utilizarse con postas de goma. Más tarde se retiraron las tonfas y todo elemento contundente.

[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]

[/ezcol_1half_end]

Se adquirieron pistolas Tasser pero nunca se entregaron para su uso, porque representan “un elemento de tortura para la gente”. Si un policía en un tiroteo impacta a su agresor 3, 4 o más veces, es duramente cuestionado por el poder judicial, por excederse y no tener intención de preservar la vida del mismo. Lo grave, es que los medios periodísticos también se han hecho eco de este tipo de políticas de seguridad, que solo acrecentaron el delito a toda hora y en cualquier lugar del país. Ahora ustedes, están en riesgo de recorrer el mismo camino. Así “Iluminados” burócratas han hecho protocolos, en donde se condena cuando el delincuente tiene un impacto de bala en la zona dorsal, como si cuando este escapa corriendo no pudiera disparar dando la espalda a quien lo persigue, con solo girar algo el torso. Ni hablar si el evento se desarrolla en la oscuridad.   Luego del desgraciado y repudiable hecho en el que muriera GEORGE FLOYD en Minneapolis, proponen prohibir tomar del cuello a los delincuentes, en lugar de limitar su tiempo. Entonces sería interesante saber cómo hacer o de donde aferrar a alguien, para debilitarlo y reducirlo. En las películas, con música de fondo se ve fácil y resulta entretenido, desgraciadamente en la realidad la música no existe y nada es fácil, ni lógico y mucho menos es entretenido. Simplemente es dramático. Al margen de los videos con abusos policiales que se muestran hoy en las redes, nosotros exhibimos dos. En uno se evidencia la poca efectividad de una pistola 9 mm ante un taque con cuchillo y el otro es muy similar al hecho donde RAYSHARD BROOKS perdiera la vida. En este caso los 2 policías utilizan pistolas Taseer, salvan al agresor de ser arrollado por el tránsito, luego le aplican fuertes golpes de puño en lo que parecería un abuso policial y el desenlace, es la fiel demostración que la realidad no está en las películas. Otro aspecto que se destaca son las quejas de abuso, que constan en el legajo del personal policial. Lo que no se dice, es que muchas de ellas son falsas acusaciones lógicas de su trabajo de permanente confrontación. Es muy frecuente que las personas que cometen una infracción o delito y son detenidas contraataquen denunciando a su represor, o sea al policía. En la difícil tarea de brindar seguridad, solo pueden ser contabilizados los delitos que se cometen, nunca los que no se llegan a concretar, lo cual es también una desventaja para quien se esfuerza por protegerlos. Hoy la sociedad toda y dentro de ella, la misma policía, deberán poner lo mejor de sí para superar el conflicto existente.  Solo el accionar de los hombres y mujeres de azul, les permitirán vivir con cierta tranquilidad y serán ellos los que más rápido lleguen para ayudarlos, en cualquier circunstancia conflictiva o desgraciada. Más allá de las instituciones policiales, solo está la barbarie, como seguramente no han llegado a imaginar.


[ezcol_1half]

Claudio Kussman

Comisario Mayor (R) 

Policía Pcia. Buenos Aires

Junio 23 , 2020

claudio@PrisioneroEnArgentina.com

www.PrisioneroEnArgentina.com

[/ezcol_1half] [ezcol_1half_end]

“La sociedad es un manicomio cuyos guardianes son los funcionarios de policía “ 

Johann August Strindberg  (1849-1912)

[/ezcol_1half_end]

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 23, 2020


 

Irak, otra guerra ilegal para Inglaterra

Share

George W. Bush se preparaba para ir a ver a Tony Blair días antes de la invasión a Irak en 2003. Fue una reunión de crisis porque no lograron obtener una segunda resolución de la ONU para dar cobertura legal a la guerra. Se pensó que esto era crucial para ayudar a Blair y su gobierno a sobrevivir una moción de desconfianza en la Cámara de los Comunes. Después de la reunión, los británicos y los estadounidenses se despidieron y caminaron hacia sus respectivos aviones. Bush susurró al oido de su asesora de seguridad nacional, Condoleezza Rice: “Espero que no sea la última vez que los veamos”.

Bush
Rice

La persona responsable de hacer tabalear a Blair y la coalición en la invasión de Irak fue una joven traductora en GCHQ (Central de Comunicaciones del Gobierno), Katharine Theresa Gun. Ella había filtrado un correo electrónico secreto revelando lo que se llamó en ese momento una campaña ilegal de “trucos sucios” para arreglar el voto de la ONU. Solo por un momento, algunos imaginaron que esto podría ser suficiente para detener la guerra de Irak antes de que comenzara. No fue así, por supuesto, pero la retrospectiva y la historia pueden terminar juzgando las decisiones de Gun más respetuosamente que las de Bush o Blair.

Gun no buscó ser una martir y no estaba buscando evidencia para detener la guerra: el correo electrónico simplemente “cayó en sus manos”. Nunca había planeado una carrera en “inteligencia” y se sorprendió un poco al encontrarse trabajando en GCHQ, la agencia de espionaje electrónico de Gran Bretaña en Cheltenham. Se crió en Taiwán, sus padres se mudaron allí para trabajar cuando ella tenía tres años, y también hablaba con fluidez el mandarín. Después de la universidad y de un par de años enseñando en Japón, había regresado a Gran Bretaña y estaba buscando trabajo. Ella vio un anuncio en el periódico de GCHQ. Parecía que podría ser más interesante que alguna empresa de importación y exportación.

Gun
Blair

Mientras se continuaba con la preparación para la guerra, Gun sintió una consternación creciente. No podía sacudir las imágenes “indelebles” del “tiroteo de Turquía” de los iraquíes en retirada en la Carretera de la Muerte durante la primera Guerra del Golfo en 1991, la carretera que salía de Kuwait sembrada de vehículos quemados y cuerpos carbonizados. Se preguntó si las sanciones económicas que supuestamente asfixiarían la dictadura de Saddam eran, en cambio, como sostenían los críticos, causando un “genocidio” de iraquíes. Estas preocupaciones cristalizaron cuando GCHQ la envió a San Diego para una conferencia y fue invitada a un portaaviones estadounidense. Era solo septiembre de 2002, pero la nave estaba a punto de partir hacia el Golfo. Parecía que ya se había tomado la decisión de ir a la guerra, que toda la diplomacia que se estaba llevando a cabo era una farsa.

Farsa o no, la diplomacia era frenética. En noviembre de 2002, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 1441, que instaba a Irak a deshacerse de las armas químicas y biológicas, y los misiles de largo alcance. En febrero de 2003, Gran Bretaña y Estados Unidos comenzaron a presionar por una nueva resolución que le diera a Saddam un mes para desarmarse o enfrentar la guerra. Bush había aceptado esto para ayudar a Blair. Los propios abogados del gobierno británico temían que sin una autorización específica de la ONU, la guerra pudiera ser ilegal; Los soldados británicos incluso podrían ser procesados ​​por crímenes de guerra. Había un millón de personas en las calles, el Partido Laborista Parlamentario estaba en rebelión, los ministros del gabinete renunciaban; Se olía un cambio de régimen en Gran Bretaña antes de que ocurriera en Irak.

Francia y Rusia estaban en contra de una segunda resolución, y tenían un veto en el Consejo de Seguridad. El plan era persuadirlos de que simplemente se abstuvieran acumulando suficientes votos de otros países. Eso significaba ganarse a los miembros temporales del Consejo, países como Angola, Bulgaria, Chile y México.

Katharine Gun estaba sentada frente a su computadora en GCHQ cuando llegó un correo electrónico de un tal Frank Koza, jefe de personal de la división de “objetivos regionales” de la Agencia de Seguridad Nacional de EE. UU (NSA). El correo electrónico ni siquiera era para ella. Estaba destinado a otra persona, pero se había distribuido a todos en su sección. Encontró el contenido “absolutamente impresionante”.

Los estadounidenses habían enviado a GCHQ una solicitud para espiar a los embajadores de la ONU de los seis países con los votos importantes, tal vez oscilantes. Gun creía que esto sería ilegal, una violación de la Convención de Viena que rige las relaciones diplomáticas. Más que eso, Koza no solo estaba pidiendo información sobre lo que estos embajadores y sus gobiernos estaban planeando, sino, de ser necesario, ensuciarlos. Pedir toda la gama de información de las comunicaciones domésticas y de oficina de los representantes de los países votantes fue para ella una demanda de material de chantaje para manipular su voto, para sancionar una guerra. Gun estaba enojada por el correo electrónico al pedirle a GCHQ que llevara a cabo una operación “ilegal”, pero no sabía qué hacer.

Se fue a casa y pensó en el correo electrónico durante todo el fin de semana. Finalmente, llamó a alguien (que nunca mencionó) que tenía conexiones con los medios de comunicación y le dijo: “Tengo algo explosivo, creo que tiene el potencial de evitar una guerra con Irak”. Volvió a trabajar el lunes, imprimió. el correo electrónico, lo dobló cuidadosamente y lo guardó en su bolso. Temblando de nervios, se fue a su casa. En el momento en que salió de GCHQ, estaba violando la Ley de Secretos Oficiales (Al ingresar se había comprometido de por vida a no revelar información sobre su trabajo), tal vez cometiendo un acto de traición. Un mes después, la prensa ya todo sabía. Se convirtió en “la espía que trató de detener una guerra”.

al-Shahhaf
Saddam

En una conferencia, el ministro de información iraquí, Mohammed Saeed al-Sahhaf, dijo que no quedaban armas de destrucción masiva, solo unos pocos depósitos viejos de gas mostaza ya entregados a los inspectores de armas de la ONU. Entre la democracia más grande del mundo y una dictadura asesina, parecía fácil saber a quién creer. Pero los iraquíes tenían razón y los estadounidenses estaban equivocados. Saddam no tenía armas de destrucción masiva y la guerra se había basado en una mentira, o más delicadamente “un prospecto falso”. 

GCHQ comenzó una investigación de fuga de información, entrevistando a todos sus empleados. Gun no pudo mantener la pretensión de que no había tenido nada que ver con eso y confesó casi de inmediato. Fue arrestada y retenida en la estación de policía en Cheltenham durante 24 horas antes de ser liberada. Ocho meses después, fue acusada de violar la Ley de Secretos Oficiales. Pero cuando llegó para su juicio en los tribunales de Old Bailey, la fiscalía abandonó el caso sin ninguna explicación. Se especuló que esto se hizo para mantener en secreto el consejo legal del gobierno sobre la guerra, aunque eso se ha negado.

Gun tiene más de cuarenta años y vive tranquilamente en Turquía. Luchó por encontrar trabajo después de ser despedida por GCHQ pero no se arrepiente. Ella cree que su filtración probablemente terminó con la segunda resolución, volviendo a Chile y México en contra. Pero, por supuesto, eso no detuvo la guerra. Bush nunca quiso otra resolución de la ONU y cuando esta no se produjo, Blair decidió que no era necesaria después de todo. La invasión se desarrolló más o menos a tiempo con una coalición liderada por Estados Unidos y Gran Bretaña.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 23, 2020


 

PANDEMIA Y AISLAMIENTO SOCIAL OBLIGATORIO… ¿HAY ESPERANZA?

Share

 Por CLAUDIO VALERIO

La evolución de la pandemia del coronavirus hizo que, en pocas semanas, el virus se haya extendido desde China a todo el mundo. El mundo ha tomado medidas para controlar la contaminación y los científicos buscan infructuosamente una vacuna. Y así, muchas fueron las parejas que, cuando se les anunció el embarazo, se han visto por un momento llenas de confusión. No obstante, estoy seguro de que en este momento sentirán gozo y gran alegría al decir: «un hijo se nos ha dado». Es inevitable plantearse inmediatamente la pregunta: ¿por qué nacen tan pocos niños en algunos países occidentales? El principal motivo de la escasez de nacimientos no es de tipo económico. Los nacimientos deberían aumentar a medida que se camina hacia las franjas más elevadas de la sociedad, o según se va del Sur al Norte del mundo, y en cambio sabemos que ocurre exactamente lo contrario. El motivo es más profundo y es la falta de esperanza, con lo que implica la falta de confianza en el futuro, impulso vital, creatividad, poesía y alegría de vivir. Si casarse es siempre un acto de fe, traer al mundo un hijo es siempre un acto de esperanza. Nada se hace en el mundo sin esperanza. Necesitamos de la esperanza como del aire para respirar. Cuando una persona está a punto de desmayarse, se grita a quienes están cerca: ¡Denle aire! Lo mismo se debería hacer con quién está a punto de rendirse ante la vida, de dejarse ir: ¡Denle un motivo de esperanza!… Cuando en una situación humana renace la esperanza, todo parece distinto, aunque nada, de hecho, haya cambiado. La esperanza es una fuerza primordial. Literalmente hace milagros. Hoy, en este momento de la historia, resulta esencial ofrecer a nuestra gente esa Esperanza. Las esperanzas terrenas (casa, trabajo, salud, el éxito de los hijos…), aunque se realicen, inexorablemente desilusionan si no hay algo más profundo que las sustente y las eleve… Como ejemplo, miremos lo que sucede con la tela de araña; es una obra de arte, perfecta en su simetría, elasticidad, funcionalidad,
tensa desde todos los puntos por hilos que tiran de ella horizontalmente. Se sujeta en el centro por un hilo desde arriba, el hilo que la araña ha tejido descendiendo. Si uno desprende uno de los filamentos laterales, la araña sale, lo repara rápidamente y vuelve a su sitio. Pero si se rompe ese hilo de lo alto, todo se distiende. La araña sabe que no hay nada que hacer y se aleja. La Esperanza, que tiene como objeto nuestro sustento, es el hilo de lo alto en nuestra vida, lo que sustenta toda la trama de nuestras esperanzas.
En este momento, en el que sentimos tan fuerte la necesidad de esperanza, es propicio para reflexionar y puede representar la ocasión para que hagamos una inversión de marcha en nuestros hábitos antiguos y presentes, tal vez, de llevar nuestra vida. Recordemos que, amándose, las personas se fortalecen en fe esperanza y se abren a una nueva vida. No perdamos la esperanza, concepto que vale sobre todo para los padres.  «Quien recibe a un niño en mi nombre, a mí me recibe», dijo Jesús. Y esto también es válido para quien acoge a un niño pobre y abandonado, para quien adopta o alimenta a un niño.

Desde la ciudad de Campana, Buenos Aires, envío un abrazo y mi deseo
que Dios te Bendiga y prospere en todo lo que emprendas; y derrame
sobre ti Salud, Paz, Amor y mucha Prosperidad.

Claudio Valerio

** Valerius **

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 23, 2020


 

El Lazo

Share

Las autoridades federales confirmaron ayer lunes que están investigando el descubrimiento de una soga encontrada en el puesto de garaje de Talladega Superspeedway de Bubba Wallace, el único conductor negro de NASCAR que presionó con éxito la serie de autos stock para prohibir la bandera confederada en sus lugares a principios de este mes.

El fiscal estadounidense Jay Town dijo que su oficina, el FBI y la División de Derechos Civiles del Departamento de Justicia estaban revisando la situación.

“Independientemente de si se pueden presentar cargos federales, este tipo de acción no tiene cabida en nuestra sociedad”, dijo Town.

La serie de autos stock, fundada en el sur hace más de 70 años, ha intentado distanciarse de la bandera durante años con el riesgo de alienar a un grupo central de su base de fanáticos. A instancias de Wallace, siguió adelante con la prohibición mientras la nación lidia con disturbios sociales en gran parte vinculados a George Floyd, un hombre negro desarmado que murió bajo la custodia de la policía de Minneapolis.

NASCAR no ha descrito cómo hará cumplir la restricción y la carrera de esta semana en Talladega, en el corazón del sur, le presentó a la serie su mayor prueba al principio. Los fanáticos descontentos con banderas confederadas pasaron por la entrada principal de la pista de carreras de Alabama antes de la carrera del domingo, mientras un avión voló sobre la pista tirando una pancarta con la bandera confederada que decía “Defund NASCAR” *Quiten los fondos a Nascar).

Horas después de que la carrera fue pospuesta por la lluvia, NASCAR dijo que se había encontrado la soga. El organismo sancionador prometió hacer todo lo posible para encontrar quién era responsable y “eliminarlos del deporte”.

“Estamos enojados e indignados, y no podemos afirmar con la suficiente seriedad cuán en serio tomamos este acto atroz”, dijo NASCAR en un comunicado. “Como hemos dicho inequívocamente, no hay lugar para el racismo en NASCAR, y este acto solo fortalece nuestra determinación de hacer que el deporte sea abierto y acogedor para todos”.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 23, 2020


 

LA ESTRATEGIA WYSZYNSKY – WOJTYLA (W-W)

Share

♦♦

 Por JORGE ACOSTA

EN LA TARDE DE LOS BANDERAZOS: de los banderazos y de muchas otras exteriorizaciones, aprecio imprescindible hacer llegar mi opinión luego de mi nota con fecha  15 de junio de 2020 “EVITEMOS QUE LA HISTORIA NOS ACERQUE A UNA NUEVA TRAGEDIA”. Han sido indudables los intentos de Su Santidad, PAPA FRANCISCO, para llegar con sus mejores deseos e ideas al Pueblo Argentino; ello se verificó desde el estricto inicio de su papado. Los primeros pasos fueron de acercamiento – olvidando agravios personales (sus enemigos – adláteres de los gobiernos K, hicieron todo lo posible en Causa ESMA – lo que me consta – para involucrarlo con el – denominado por los K – “terrorismo de estado”) – al gobierno K de entonces. Dicho acercamiento – nada me hace suponer que ajeno a lo espiritual – a la entonces presidente CRISTINA KIRCHNER fue significativo. (Estimo que tenía en mente la estrategia W-W). Es algo tan superior a mi posibilidad de evaluación que nada puedo decir. Su distanciamiento con el gobierno de MACRI fue manifiesto. (Estimo que tenía en mente la estrategia W-W). La manipulación que efectuaron de esas relaciones los gobiernos indicados fue significativa y así, llevando la mayor cantidad de agua para sus respectivos molinos, ello dio por resultado – quiérase o no, me parece – apoyo a la fracción K en el proceso eleccionario de 2019. (Fue significativamente alta la participación de la jerarquía de la ICAR -Iglesia Católica Apostólica Romana-, que le es cercana a PAPA FRANCISCO en lo terrenal). Durante la pandemia (designios de la “Divina Providencia” de por medio) la situación del pueblo argentino ha desmejorado sensiblemente (Haciendo y Gobierno). El desempeño del gobierno K ha profundizado la grieta. (Es escalofriante escuchar las amenazas lanzadas por la red que sería por parte de una señora muy allegada al Sr. Diputado Máximo Kirchner). La estrategia W-W llevará, indefectiblemente a una desunión significativa del pueblo argentino  (deseo resaltar que: “NO ES EL POLACO”) que se acentuará – los indicios así lo muestran – en cuanto comience a levantarse (Dios así lo quiera y cuanto antes) la cuarentena. Como adelanté no tuve en mente al redactar mi nota anterior, que ella podría ayudarme a explicarme lo que, lamentablemente está sucediendo. Que DIOS TRINO no nos desampare y que Su Santidad pese a su ardua tarea pastoral católica, no deje de “MIRAR LA PROA” de su QUERIDA ARGENTINA (hay iceberg por todos lados) ya que hoy, más que nunca, es imprescindible la vigencia de la “PAZ en los ESPÍRITUS” y de la “UNIDAD en el OBRAR”. El Sr. Presidente es el Sr. Presidente de la “REPÚBLICA ARGENTINA”. Los señores jueces son los señores jueces de la “REPÚBLICA ARGENTINA”. La “REPÚBLICA ARGENTINA”, atiende, según la Constitución Nacional a denominar a los gobiernos y territorio y por ello, el Sr. Presidente y los Sres. Jueces – con todo respeto por mi parte – no deberían apartarse de lo que manda la CONSTITUCIÓN de la NACIÓN ARGENTINA pues de lo contrario, además de los iceberg podemos entrar en un temporal.

Con atentos y respetuosos saludos como siempre.

Jorge Eduardo Acosta

Capitán de Fragata VGM (Ret)

     Prisionero Político

 

Dijo el General San Martín: “MI BARÓMETRO PARA CONOCER LAS GARANTÍAS DE TRANQUILIDAD QUE OFRECE UN PAÍS LAS BUSCO EN EL ESTADO DE LA HACIENDA PUBLICA Y, AL MISMO TIEMPO,  EN LAS BASES DE SU GOBIERNO”.

 

 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Junio 23, 2020